Cazarabet conversa con... Aurelio P. Esteban y Laura Esteban, autores de “El doce” (Comuniter)
Un apasionante libro
de narrativa editado por Comuniter, escrito a dos o cuatro plumas como
prefieran por Aurelio P. Esteban y Laura Esteban.
Es una historia
que te atrapa por su proximidad y por la manera, entre sutil, real y sensible
que ambas plumas tienen para acercarte a ella...
Nos recuerda, al menos a mí, a cierta
atmósfera que se desata en la película mítica del cine francés Los 400 golpes
de François Truffaut, quizás por la tristeza y ese pesimismo constante que, te
hace, además, imaginarte cada escena como en blanco y negro…pero también
recuerda, en cierta medida, a Antonio Buero Vallejo que, como recordarán en
Historias de una escalera manejaba como un mago a los personajes. También me ha
recordado, en cierto modo, a La Colmena de Camilo José Cela… aunque esto último
me atrevo a decirlo solamente porque el escritor gallego, excelente
pluma---pero con sus peros---ya no está con nosotros porque si no nos leería la
cartilla a todos.
La historia de
“este doce” nos va a recordar a muchas historias de edificios, casas comunes,
pisos, corralas o de calles si se trata de pueblos… y vamos a ver como muchos
de esos personajes, quizás enterrados en nuestra memoria, resurgen de una
manera increíble.
Lo más parecido
que he leído más recientemente, desde Zaragoza, y ya que estoy o los autores y
la obra me han metido en “modo máquina del tiempo lectora” ha sido de Ángel Gracia…
La sinopsis de la historia que, diría,
es una historia de historias:
El
doce es una historia
de barrio, de barrio obrero, de posguerra y de infancias robadas. El doce
es el número doce de la calle Sangenis, en el barrio
zaragozano de Delicias. La casa, que ya no existe porque fue demolida en la
década de 1960, era una corrala en la que confluyeron las vidas de muchas
gentes sencillas, hombres, mujeres y niños, familias obreras, supervivientes en
aquellos años difíciles de la posguerra española. Años del franquismo rampante
en los que se dieron cita la miseria, el hambre y el silencio. Un tiempo en el
que hasta el lamento por las víctimas que quedaron en el camino, forzosamente
tuvo que ser el grito ahogado de quienes ni siquiera tuvieron derecho al
llanto. El doce es la tragicomedia de la infancia de Sole, una
niña que apenas tuvo tiempo de ser niña, y de Rosita, otra niña sin infancia.
Historias que confluyen en el doce, y que, como arroyos sinuosos,
fluyen venciendo infinitas dificultades, hasta perderse entre las turbias aguas
del olvido.
Quiere su autor
rescatarlas de la memoria para noticia de curiosos y pasatiempo de ociosos, y
para que, liberadas de las oscuras tinieblas en que dormían, vean al fin la
luz.
Los autores:
Aurelio P.
Esteban.
Todo un clásico ya en esta colección de
narrativa, nos vuelve a sorprender (quién sabe cómo consigue hacerlo siempre)
con esta novela breve: el doce, una historia tan triste, que sólo podía
contarse con el incorregible humor amargo de su autor.
Laura Esteban.
Hija y coautora, resulta en este caso ser
además la nieta de Sole, protagonista de la novela. Su impagable contribución a
base de entrevistas y documentación, ha resultado imprescindible para que esta
historia, durante años rumiada en el seno familiar, pudiera finalmente ver la
luz y darse a conocer a los lectores.
Cazarabet
conversa con Aurelio P. Esteban y Laura Esteban:
-Amig@s,
¿cómo ha sido el editar un libro como a dos manos?, ¿cómo os las habéis
arreglado?
Aurelio.-Estaba a punto de contestar “como
buenos amigos”, pero en nuestro caso, es más apropiado decir como padre e hija
que somos. De todas formas, Laura y yo somos también buenos amigos. Lo hemos
sido desde que nació.
Laura.-Con mi padre es muy fácil arreglarse
bien. Pero es que, además, yo estuve más implicada en el comienzo del proyecto
y él en darle forma al libro, así que todavía más fácil (si cabe).
-Es
un libro de narrativa que cuenta las vicisitudes de una casa la nº12 que
poblaba una calle del barrio de Delicias…una casa que vosotros, más o menos
directamente, habéis conocido bien. La pregunta es: ¿os habéis inspirado u
os habéis basado en las historias que de allí recordabais o habéis
ido rescatando…?
Aurelio.-Bueno, la casa se derribó en la década
de 1960, así que no la hemos conocido personalmente, sino a través de los
testimonios de sus habitantes, especialmente, claro, de Sole, mi suegra y
abuela de Laura, que protagoniza la novela.
Laura.-Después de tantos años oyendo
historias sobre el doce, ya es un poco como si hubiéramos conocido aquella
casa. Yo me la imagino tan nítidamente que casi me parece que sí que la he
pisado. Diría que prácticamente todas las historias que suceden allí en la
novela, o las que les suceden a sus habitantes, están basadas en historias de
mi abuela.
-¿Por qué habéis tenido esa necesidad de
rescatar parte de lo que fue vuestra historia familiar?
Aurelio.-El doce ha sido una especie de proyecto
familiar durante largo tiempo acariciado en nuestro reducido círculo. En las
reuniones familiares, Sole contaba sucesos y anécdotas de su infancia, su
adolescencia y su juventud pasadas entre las paredes del doce de Sangenis, de las cosas del barrio y de las gentes que lo
poblaban. Siempre decíamos todos, medio en broma, que con aquellas historias
podría escribirse una novela. Pues bien, eso es lo que nos propusimos, y eso es
lo que creemos haber conseguido, la novela de El doce, que de alguna manera, viene a ser una catarsis. Liberar
viejos fantasmas es un poco como abrir las ventanas para ventilar. Se trata
casi de un ejercicio higiénico muy recomendable.
Laura.-Lo llevábamos diciendo mucho tiempo
sí. Pero el comienzo de la “documentación” ya más en serio para escribir la
novela fue tras la muerte de mi abuelo Germi. Yo iba
todos los martes por la tarde a ver a mi abuela para grabar sus historias y
preguntarle más, lo que a ella le sirvió un poco para aliviar el duelo, y a mi
mucho para lo mismo, y para sentir que la conocía un poco más antes de que
fuera tarde. Siempre fue un ejercicio familiar antes de llegar a ser literario.
-¿Nos paramos a valorar lo suficiente al valioso
tiempo de la infancia o, por desgracia, se roban demasiadas infancias?
Laura.-Desde luego, recordar este tipo de
historias difíciles de infancias robadas nos sirve para valorar la importancia
de una buena experiencia vital (la de las personas afortunadas con grandes
recuerdos de nuestra infancia) y para conectarnos con nuestros mayores, que
tantas veces lo pasaron peor que nosotras. Pero también nos sirve para pensar
en todas las personas que tienen una infancia difícil, que muchas veces están
más cerca de lo que nos pensamos. Ahora afortunadamente hablamos de tenerlo
cerca en el tiempo, pero para muchos niños y niñas (también aquí en España) es
una realidad actual.
Aurelio.-Lamentablemente sigue habiendo muchos
niños y niñas a quienes se roba la infancia. No hay más que ver cualquier
informativo. En España y en aquellos negros años de la posguerra bajo el yugo
franquista, los casos de infancias robadas debieron contarse por cientos de
miles, quizá por millones. Si se para uno a pensar en ello, es admirable cómo
la mayoría de ellos lograron, no sólo sobrevivir, sino sobreponerse a los
muchos obstáculos que encontraron, salir adelante y sacarnos adelante a
nosotros, las siguientes generaciones. En ese sentido, nuestra Sole constituye
un ejemplo. Quizá uno más entre los muchos que todos podemos tener cerca
mirando a nuestros padres, a nuestros abuelos, pero de ninguna manera uno
cualquiera.
-Amig@s por lo
que veo Aurelio se ha dedicado más al ejercicio narrativo y Laura al de
investigación, documentación, recopilación de testimonios mediante entrevistas
orales….qué ha supuesto para cada uno de vosotros esos roles porque la
interacción igualmente está ahí de manera muy intensa…?, seguramente que Laura
ha contado y ha aportado algo más---como si no fuese suficiente—que las
entrevistas, testimonios…están las impresiones que no te dicen, pero que ves,
los silencios, las palabras que se cortan…
Aurelio.-Seguro que sí. La labor de Laura ha
sido en este caso impagable e imprescindible, porque no sólo ha entrevistado a
su abuela, grabando las conversaciones que tenía con ella, sino que se tomó el
trabajo de transcribirlas, de ordenar los recuerdos. En definitiva, Laura me
ofreció la historia prácticamente construida, y yo sólo he tenido que
adornarla, que decorarla. Ya veis, toda una labor de equipo. En cuanto a lo que
muy sagazmente apuntáis, los silencios, las emociones…, está claro que ser la
nieta de la entrevistada ofrece alguna ventaja a la hora de interpretar todo
ese “material” al margen de las palabras.
Laura.-Fue una experiencia muy bonita, una
oportunidad de profundizar en la vida de mi abuela, que para mí ha sido una
segunda madre. Como os contaba antes, se produjo en un momento difícil tras la
muerte de mi abuelo, así que las emociones de mi abuela estaban a flor de piel,
y nos reímos y lloramos un poquito juntas. En ese sentido, intentar que las
historias tuvieran cierto orden cronológico nos costó un poco a las dos, porque
unas experiencias llevan a otras, que a lo mejor no tienen que ver en el
tiempo, pero sí en las emociones.
-¿Por qué eran, más bien, todas historias que
viajan hacia la tristeza…por tragicómicas que sean?
Laura.-Es un poco el zeitgeist de esa
época. Yo creo que en momentos duros no nos queda otra que reírnos un poco
también, si no ¿qué sería la vida?
Aurelio.-Claro, son historias tristes. Pero el
humor es de alguna manera, el motor de la vida, y siempre está presente aún en
las circunstancias más dramáticas. Ya dijo Miguel Hernández que hay ruiseñores que cantan encima de los
fusiles y en medio de las batallas.
-¿Lo más difícil de escribir esta historia, pero
quizás a lo mejor, lo más acertado ha sido el ejercicio de síntesis… el convertir
una historia de historias que bien hubiese podido tener una extensión larga o
muy larga en una historia en una novela corta?
Aurelio.-Pues sí, ya lo dijimos en la
presentación. Seguramente el lector se puede asombrar de que se cuenten tantas
cosas en apenas doscientas páginas, cuando podrían haberse escrito seiscientas.
El ejercicio de síntesis obedece en este caso a seguir el consejo de Gracián de
que lo bueno, si breve…, mezclado en
la coctelera con el consejo de Hemingway: estilo claro, directo al grano.
Personalmente intento siempre prescindir de los diálogos superfluos que a veces
inundan algunas novelas. Lo respeto, por supuesto, pero parto del principio de
que si el que relata la historia es el narrador, debe ser el narrador quien
cuente al lector las cosas, sin apoyarse en largos diálogos que aportan muy
poco. Los dos hermanos se odiaban por esto y aquello, y llegaron un día a las
manos por tal cuestión. Ya está. Reproducir los reproches, los insultos que se
dedicaron el uno al otro, parece un poco fuera de lugar. En todo caso, repito
que se trata en mi caso de una opción personal, y que respeto cualquier opinión
en contrario.
Laura.-Es una constante en el estilo personal
de mi padre. Pero, volviendo a lo que decíamos antes, creo que a estas historias
tragicómicas les va bien este estilo.
-La época en la que se desarrolla esta
cita de historias en la calle Sangenis nº 12, ¿domina sobre todo y a todos?; ¿era un tiempo de
demasiados silencios, miedos e incertidumbres cuando el desarrollismo casi no había
casi ni asomado la cabeza de manera firme me refiero—el plan estabilización
económica es de 1959-- en una Dictadura fuerte, impasible, inflexible…al que le
costó dejar la autarquía y abrirse, quizás también por miedo?
Aurelio.-Fue la peor época de la dictadura
franquista. A la miseria, al hambre, se unió el miedo. Durante la guerra y en
los primeros años cuarenta, sencillamente reinó el terror. Ser obrero en un
barrio obrero, ser pobre, constituía prácticamente ya un delito para los
verdugos. Los cementerios, sus tapias y las cunetas de gran parte de España,
son lugares sembrados de cadáveres que todavía hoy, casi ochenta años más
tarde, siguen clamando justicia y reparación. ¿Cómo no iban a estar
aterrorizados los supervivientes? Ya en los años cincuenta, aún sin derechos ni
libertades, se fueron atenuando, que no extinguiendo,
el terror y la represión. Pero lo mismo durante el primer franquismo en que se
ambienta la novela, como en el tardofranquismo de los últimos años del régimen,
los españoles sabíamos amargamente que, si llamaban a la puerta de madrugada,
no era precisamente el lechero.
Laura.-Además, el recuerdo de la guerra civil
(que aún hoy en día está presente) estaba muy vivo. ¿Cómo no iba a ser una
época de terror? De hecho, aunque el grueso de la novela ocurre en el primer
franquismo, el comienzo es previo a la guerra, en 1932.
-¿Los miedos dominan todo y nos dominan hasta
hacer que las infancias sean robadas? ; ¿y esos infantes que no han tenido
infancia cómo otorgan luego esos testigos a “sus infantes”…me refiero a si dan
tiempo a la infancia a sus sucesores o , casi sin querer, aplican la misma
estrategia que se les aplicó a ellos?
Laura.-Algo de eso habrá, desde luego. Yo
creo que hay más de traumas aprendidos que de reproducir conductas, pero algo
se va llevando a las generaciones siguientes.
Aurelio.-Los psicólogos insisten en que los seres
humanos tendemos a reproducir conductas y actitudes heredadas de nuestros
mayores. Algo o mucho de verdad habrá en ello, supongo. Por eso, los que
presumimos de haber salido “normalitos”, que igual es mucho decir, hemos tenido
sin duda mucha suerte. En todo caso, para valorar este tipo de cosas no vale la
medida individual. Hay que jugar con grandes números, con miles, con millones
de personas, y eso nos lleva a preguntarnos cómo está el país, cómo está
España. Miremos a nuestro alrededor, veamos los informativos y los
desinformativos: aquí siguen estando las dos Españas machadianas. Siguen aquí
como siempre, porque nunca nos abandonaron. Desde las guerras carlistas, desde
mucho antes incluso, los españoles vivimos una interminable riña a garrotazos como
la que plasmó Francisco de Goya en su famosa obra. Hundidos en el barro hasta
las rodillas, seguimos arreándonos estacazos quién sabe hasta cuándo…
-Aurelio,
Laura, dado el buen resultado de El Doce, ¿van a haber más colaboraciones
vuestras en un futuro?
Laura.-Pues… ¡nunca digas nunca! Ahora mismo
lo que tenemos entre manos es por separado, pero lo mismo pasado mañana tenemos
la idea del siglo y nos ponemos a la obra.
Aurelio.-¿Por qué no? Igual escribimos a
medias, esa gran novela en castellano del siglo veintiuno, aún por escribir. En
cualquier caso, literaturas aparte, nos queremos un montón, téngase en cuenta
que Laura es mi única hija y que, en justa correspondencia, yo soy su único
padre. Compartimos apellido, compartimos ilusiones, esperanzas, anhelos, y
muchos fines de semana, compartimos los exquisitos manjares que Marisol, mi
compañera de fatigas y madre de Laura, produce en su fantástico laboratorio
culinario, museo del fogón, ateneo de la sartén y Parnaso de la cazuela. ¿Qué
más se puede pedir? Bueno, pues una cucharada más de esa salsa tan rica.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)