Cazarabet conversa con...   Javier Lafuente González, autor de “Educar de cine. Profesores en las películas de ficción desde el cine mudo hasta hoy” (Doce Robles)

 

 

 

 

 

 

 

El periodista, escritor y editor Javier Lafuente se adentra en el papel de los profesores en las películas de ficción desde las entrañas de aquel cine mudo en blanco y negro hasta el día de hoy.

Lafuente, fundador de la editorial Doce Robles, es un cinéfilo y se le nota por la manera en que no solo escribe y se ha documentado en este excelente trabajo de divulgación e investigación…sino también por ese cariño con que lo hace…

La Editorial de la que, repetimos, él es cofundador debe su nombre a la Hacienda de los Doce Robles de la mítica película Lo que el Viento se llevó…hasta ahí llegan las pasiones y desde ahí salen las mismas y los apasionados. La señorita Scarlett se haría otro vestido tirando de cortinas homenajes como éste…

Este libro está más que aconsejado, sobre todo, a los amantes del cine y a los docentes…así como a todas y todos aquellos que piensan que la educación constituye el pilar fundamental de toda y para toda una social justa…

La sinopsis del libro: Juristas, médicos, periodistas, policías y profesores constituyen las profesiones más cinematográficas desde los tiempos del cine mudo. La presencia de los docentes (maestras, profesoras, catedráticas y sus equivalentes masculinos) se debe, en gran medida, a que novelistas y guionistas tienen la sana costumbre de crear ficción sobre lo que mejor conocen: su infancia y su adolescencia, arcadas por esos educadores que nos acompañaron desde la enseñanza básica hasta la etapa universitaria.

Este libro, Educar de cine, habla sobre aquellos profesionales de la docencia que las películas de ficción han retratado durante décadas. En general, el cine de todas las épocas y nacionalidades ha lanzado una mirada benévola hacia ellos, pero también ha sabido retratar a mediocres, vagos, malvados o psicópatas. Una de las grandes ventajas de la docencia en el cine es que sus protagonistas se adaptan a cualquier género. Hablar de ellos significa hablar de estudiantes aplicados, despistados, indiferentes, acosados, violentos o enamorados; de padres preocupados, despreocupados, sensatos o alcoholizados; y de sociedades que aportaron mucho, poco o casi nada a la enseñanza. El cine es, también en este caso, reflejo de la vida.

 

El autor, Javier Lafuente González: Periodista, escritor y editor, nació en Jaca en 1962. Ha trabajado en diversos medios de comunicación, como Heraldo de Aragón, Diario 16 Aragón y, entre otros, el diario Equipo, del que fue director durante dos años y medio (2006-2009). Tras un breve paso como coordinador de redacción del grupo editorial Asís, en septiembre de 2013 fundó la editorial Doce Robles, que está dedicada a temas históricos, con preferencia al pasado de Aragón.

En su faceta como escritor ha sido coautor de Real Zaragoza 1932-1995 (Mira, 1995), La Gran Enciclopedia de los Deportistas Aragoneses (Zeta, 2009), La veterinaria a través de los tiempos (Servet, 2011) y El Siglo de La Peña (Doce Robles, 2013), así como autor en solitario de Historias de Bagüés (Mira, 1998) y El don de la risa (Doce Robles, 2014).

 

Cazarabet conversa con Javier Lafuente González:

-Javier, amigo, ¿este libro surge, principalmente, desde tu pasión como editor, escritor y persona que se deleita con el arte cinematográfico?, pero seguramente hay algo más…

-Si os soy sincero, este libro es un regalo que me hice a mí mismo. Quería escribir por primera vez un ensayo analítico completo sobre cine, una de mis pasiones, y el camino que recorrí durante años me permitió descubrir cientos de películas de diferentes épocas y nacionalidades que, sin el empeño de escribir, jamás habría visto en mi vida.

-Pero la primera pregunta estaría incompleta si no te preguntase si esa pasión por el cine no se refundiese con el reconocer que es la educación o es desde la educación desde donde se aúpa toda una sociedad que debería viajar sobre valores como la justicia, la igualdad, la fraternidad humana…valores de los que tira el lenguaje cinematográfico para tocarnos y removernos… ¿qué nos puedes decir?

-Así es. Y el cine refuerza de manera abrumadora ese reconocimiento de la educación como pilar básico de los grandes valores de la sociedad. Películas como Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier, La versión Browning (1951), de Anthony Asquith, Conrack (1974), de Martin Ritt o Conducta (2014), de Ernesto Daranas, por citar solo unas pocas, deberían verlas educadores, alumnos, padres, gobernantes y cualquiera que desee mejorar este mundo.

-¿Qué intencionalidad tenía este libro?

-Aunque ya he comentado que quería satisfacer mi ego y poder decir en el futuro que yo escribí un libro de cine, en el fondo es un homenaje a esos educadores, hombres y mujeres, que nos marcaron profundamente en el aula. Me refiero a esas maestras y maestros que nos cambiaron la vida, que nos inculcaron pasiones y valores para siempre. Tal vez fracasaron con otros o no llegaron al corazón de todos los alumnos, pero lograron meter esas semillas de conocimiento, de sentido común y de amor y respeto en uno, dos o tres estudiantes al año. El cine también enseña, a través de películas más realistas, que no todos los profesores son John Keating, de El club de los poetas muertos. A mí me basta con saber que un puñado de ellos me cambió, a su modo, la vida, como otros hicieron a otros alumnos.

-Es por eso que eliges la profesión de maestro/profesor para tirar del argumentario que vas desglosando en el libro que a camino una crónica de la historia del cine desde la perspectiva del personaje, en las cintas cinematográficas, de la figura del maestro, profesor, maestra, profesora…

-Escribir un libro sobre profesores en el cine me llevó varios años porque en la historia de este arte existen profesores desde los comienzos del cine mudo hasta ahora. Y la evolución es muy significativa. El cine, como reflejo de la sociedad, cuenta muy bien cuándo castigaban, cuándo dejaron de hacerlo; cuándo abrazaban a niños pequeños y cuando dejaron de hacerlo para evitar sospechas de abusos sexuales; o cuándo prestaron mayor atención al bullying u otros graves conflictos escolares.

-En el cine siempre se ha tomado más bien de la mano a abogados, detectives, justicieros, periodistas, personas que perseguían causas a las que llamamos perdidas –y que en realidad no lo son porque perduran--puede que más que profesores ¿por qué crees que era esto?

-Yo creo que los profesionales que citáis, además de policías y profesores, son los más frecuentes en las cinematografías de todo país y de toda época. En el caso de los profesores, la razón es bastante simple: los guionistas, que son los que, al fin y al cabo, escriben las películas, suelen echar mano de su infancia, de su adolescencia y de sus recuerdos. Y casi siempre hay un profesor o dos en esos recuerdos. Por eso hay tantos filmes sobre institutos y adolescentes.

-En particular, a ti Javier, ¿qué te llamó la atención de esa profesión o de la perspectiva que desde ellos se nos ofrece para investigarlos dentro de la historia del cine?

-Antes de escribir el libro, lo más llamativo era la impresión que ya tenía (a través de las películas que había podido ver desde joven) de que el cine suele tratar muy bien a los profesores. En general, claro. Una vez escrito el libro, esa impresión aumentó, porque la profesión docente es una de las más valoradas por el cine. No hay que perder tampoco la perspectiva: el cine ha retratado a educadores mediocres, tiránicos, malvados e ineptos. Como la vida misma.

-Porque, vuelvo sobre una pregunta anterior, el libro es un pleno viaje de investigación… ¿cómo te lo planteaste, desde qué primeras preguntas empezaste a tirar de los diferentes hilos?

-El libro se me ocurrió después de ver en poco espacio de tiempo unas cuantas películas sobre el tema. Desde ¡Adiós, Mr. Chips! (1939) e Historias de la radio (1955) a La lengua de las mariposas (1999) y una de terror llamada The Faculty (1998). Creo que en un principio no me planteé escribir en serio. Simplemente, seguía viendo más películas sobre maestros y apuntaba datos e impresiones. Poco a poco empiezas a hacer esquemas y a desarrollar la idea principal, que es la ya apuntada antes: el cine se porta bien, en general, con los docentes.

-¿Cómo fue el estructurarlo de la manera en que lo has hecho?, coméntanos.

-La estructura me complicó la vida casi hasta el final de su redacción, Me resultaba imposible dividir el material escrito y visionado solo en capítulos de géneros: cine de acción, de aventuras, comedia, drama, terror, etc. Desde el principio había asuntos de la educación muy llamativos (el sexo, por ejemplo) que necesitaba un amplio capítulo aparte. O la violencia en las aulas. Al final opté por una solución salomónica, porque era evidente también que los profesores son excelentes personajes para la comedia (al fin y al cabo, son autoridad y, por tanto, susceptibles de ridiculizar al máximo), para el drama e incluso para el terror.

-El cine da para mil y una interpretaciones desde muchos ángulos sobre la realidad social que es, me da, en lo que tú quieres hacer énfasis desde ese pilar que es la educación, ¿es así?

-Sí, por supuesto. Hay magníficas películas sobre las penurias de maestras y maestros, sobre las grandes carencias en las escuelas chinas, españolas o turcas, sobre los magníficos palacios que son los colegios de pago para alumnos ricos, sobre los abusos eclesiásticos en cualquier parte del mundo, sobre la violencia verbal y física de docentes hace unos años y de alumnos en la actualidad, sobre el toque racista e incluso fascista de algunas películas estadounidenses de los años ochenta o sobre la revolución social a través de la educación. Es fascinante comprobar cómo se educaba en la Cuba de 1960, en la España de 1948, en la Patagonia de 1984 o en zonas rurales de Carolina del Sur en 1970. El cine te lo explica en un buen puñado de películas.

-¿Cómo ha evolucionado la profesión “de enseñar en las aulas” dentro del lenguaje cinematográfico?

-Creo que en muchos casos existen los mismos patrones desde los años 50. Y me explico: en 1955 se estrenó Semilla de maldad, que descubría a los norteamericanos una preocupante situación en las aulas: violencia, delincuencia, agresividad, rebeldía, pandillas… Salvo alguna película francesa anterior (Cero en conducta, 1933, por ejemplo), el cine no había reparado en la conflictividad de los estudiantes, sino más bien en las buenas formas y acaso en la tiranía de los docentes. Pero Semilla de maldad, pese a su arcaica visión ideológica, es el molde formal de películas muy actuales, como El profesor (2011), La clase (2008), Diarios de la calle (2007) o El día de la falda (2009). La diferencia principal es que el cine de profesores de hoy intenta comprender a los alumnos conflictivos y a los profesores, intenta encontrar una razón para la violencia en las clases. Antes no. En la citada Semilla de maldad, por ejemplo, el estudiante violento es un elemento imposible de reeducar y debe ser eliminado de la educación y de la sociedad.

-En los últimos años—y ahora voy repasando-- estoy viendo cine de las aulas que me está marcando mucho, te pondría de ejemplo, solo a modo de los que me vienen ahora a la mente, La Ola, En la casa, La profesora de historia, La muy especial La lengua de las mariposas, La clase, La herencia del viento, Un lugar en el mundo, La lección, Los 400 golpes….

-Son películas muy diferentes, pero todas ellas aleccionadoras, importantes y muy valiosas para explicar los contextos sociales de los años de su filmación y las diferentes respuestas que una profesora o un profesor pueden dar a los problemas cotidianos o a los momentos históricos. La herencia del viento es muy significativa, porque está basada en un caso ocurrido en los años 20. Pero incluso en el año de su estreno, en 1960, todavía había muchísimas personas que rechazaban firmemente la teoría de la evolución, que es la base de la trama. La profesora de Historia, en particular, me parece una de las mejores películas que se han hecho sobre la profesión.

-Pero, aunque últimamente veo que la han vapuleado por considerarla “ñoña, la que me fue referente, seguramente porque en aquel entonces cursaba 2º de B.U.P fue El club de los poetas muertos…yo respeto, por supuesto, todas las críticas, pero el día que por las ondas oí que ponían a bajar del burro esta peli estaba pintando una pared y te lo aseguro se me calló la brocha…

-El club de los poetas muertos tiene el valor de haber despertado muchas vocaciones por la docencia en todo el mundo. Ya por eso merece la pena. Hubo un tiempo en que todos querían tener a John Keating (Robin Williams) como profesor. Creo que es una película muy estimable, que dignifica la libertad de acción, palabra y pensamiento.

-Lo que sí es verdad que hablar desde la perspectiva de las aulas es tomarle todo un pulso a la comunidad educativa que, no lo olvidemos, somos todos o lo hemos sido: estudiantes, docentes y sobre todo padres y los que no somos ni padres…¿qué nos puedes decir?

-Os puedo decir que el cine es ficción, pero a menudo la realidad es más exagerada o increíble que las películas. De hecho, muchos filmes están basados en experiencias reales de profesores y alumnos que sufrieron traumas, leyes de educación que echaban por tierra el trabajo de décadas, complicadas situaciones familiares, burocracia, mediocridad y, también, momentos idílicos. El sistema educativo es, de por sí, imperfecto, porque no existe una educación a la carta. Los profesores tienen que lidiar con colectivos, no con individuos. Y lo mismo les ocurre a los padres y al alumnado.

-Amigo, ya la última porque estaría conversando contigo muchas horas sobre el libro y sobre muchas más cosas…¿nos puedes dar alguna pista sobre lo que estás trabajando, ahora, dentro del ámbito de la escritura, investigación como de tu tarea como editor?

-Desde que terminé el libro de Educar de Cine me he dedicado casi exclusivamente a la edición: novelas y ensayos. No obstante, siempre estoy escribiendo algo. Y hay un proyecto muy complejo sobre cine e historia, en el que llevo más de doce años, que algún día verá la luz. Mientras tanto, a corregir, a contactar con autores y a seguir publicando historias de Aragón.

Muchas gracias por vuestra atención. Ha sido un placer.

 

 

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Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

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