Cazarabet conversa con...   Ernesto Calabuig, autor de la introducción al libro “Ecos de Crimea y del Cáucaso. Cuatro relatos” (Akal) de Lev N. Tolstói

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuatro relatos desde la pluma inconfundible y siempre “como premonitoria” de Lev N. Tolstói… una pluma y una narrativa que encaja en cualquier época lectora.

Lo edita Akal dentro de su colección de Clásicos de la Literatura.

La sinopsis: Ecos del Cáucaso está compuesta por cuatros relatos de Lev N. Tolstói: Relatos de Sebastopol (1855), El prisionero del Cáucaso (1872), Después del baile y Hadzhí Murat, de 1903, en los que la experiencia vital del autor es clave para trasladar una base histórica desde la que vehicular el mensaje pacifista que reina en toda su obra, donde el sufrimiento se reparte desigualmente entre las clases sociales que componen el ejército zarista. Los Relatos de Sebastopol son tres crónicas «periodístico-literarias» que detallan el terrible asedio a esta ciudad durante la Guerra de Crimea, que duró de 1853 a 1856, y que Tolstói vivió como alférez de artillería. El prisionero del Cáucaso, Después del baile y Hadzhí Murat están ambientados en el contexto de las guerras del Cáucaso de mediados del siglo XIX, en Chechenia. En Después del baile, además, plantea con mucha profundidad un dilema moral a través de dos sentimientos experimentados en una misma noche: el amor y la barbarie. Hadzhí Murat (1903), su última novela, narra la historia de un prófugo perseguido por sus antiguos camaradas chechenos, que ofrece sus servicios a los rusos a cambio de ayuda. En todos estos relatos, la guerra, los combates, las conversaciones, los bailes, las traiciones, los amores o las venganzas representaron al final un escenario, el del género humano, con sus pasiones y ambiciones, un vasto mundo que se extendía ante los ojos de quien sabía leerlo e interpretarlo como pocos: el enorme observador, conocedor y narrador del alma humana que fue Lev N. Tolstói.

El autor: Lev Tolstói (1828-1910) es considerado como uno de los más grandes autores de la literatura universal de todos los tiempos. Su obra es fundamental para entender el desarrollo de la novela contemporánea, siendo el mayor ejemplo del movimiento realista. Nacido dentro de una familia aristocrática, Tolstói cursó estudios de Derecho y Lenguas Orientales, pero los abandonó sin un objetivo definido en su vida, viviendo de manera diletante aprovechando el dinero de su familia. Durante la Guerra de Crimea, Tolstói sirvió en el frente y comenzó a escribir sus primeras obras. Su vuelta al mundo civil le convenció de mostrar la sociedad tal y como era, conformando el modelo de su estilo realista. Alcanzó una gran popularidad no solo en Rusia sino también en el resto del mundo gracias a obras tan importantes como Guerra y paz, Ana Karenina, Los cosacos o La muerte de Iván Illich. Con el tiempo, Tolstói desarrolló una fuerte visión espiritual del mundo, vinculada a los primeros cristianos y la figura de Jesucristo, algo que le llevó a manifestarse públicamente como pacifista, además de escribir varios libros que fueron de gran influencia en el pensamiento sobre la no violencia en todo el mundo, destacando la relación que mantuvo con Gandhi. Tolstói murió en 1910, a los ochenta y dos años, aquejado de una fuerte neumonía. A su entierro acudieron miles de personas desde todos los rincones de Rusia para acompañarlo en su último viaje.

Algunos enlaces que os pueden ir bien para documentar la lectura:

https://es.wikipedia.org/wiki/Crimea

https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Crimea

https://es.wikipedia.org/wiki/Le%C3%B3n_Tolst%C3%B3i

El libro está traducido por Sergio Hernández-Ranera y la introducción es de Ernesto Calabuig, vamos a conocerlos un poco más:

Sergio Hernández-Ranera: Nacido en 1969 en Madrid, estudió Ciencias de la Imagen en la Universidad Complutense de Madrid, donde concluyó sus estudios de doctorado. Su conocimiento de la lengua rusa lo adquirió en la Fundación Pushkin de Madrid y en el instituto homónimo de Moscú. Ha traducido para Akal Dersú Uzala y Por el territorio del Ussuri, de Vladímir Arséniev, Almas muertas de Nikolái Gógol, Crimen y castigo y El jugador de Fiódor Dostoievski.

Ernesto Calabuig: Nacido en Madrid en 1966, estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Su tarea como crítico literario se ha desarrollado en publicaciones especializadas como El Cultural y Revista Mercurio. Ha colaborado también en Turia, Quimera, Nueva Revista, Revista de Occidente, Zenda o Scherzo. Es escritor de relato y novela, y trabaja como profesor de Filosofía.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Ernesto Calabuig:

-Amigo Ernesto, como decías en la introducción es imposible desligarse de la actualidad a la hora de leer o de trabajar sobre la obra de Lev N. Tolstói, ¿no?, pero, por favor explícales a nuestr@s lector@s el por qué?

-Así es. Cuando recibí el encargo de la editorial Akal para escribir la introducción a este libro de relatos de Tolstói, había comenzado la guerra entre Rusia y Ucrania. Era extraño: yo estaba veraneando tranquilo en Cadaqués y leía y escribía para este encargo mientras las bombas y los misiles mataban o mutilaban a muchas personas o les hacían perder sus casas. Los cuatro relatos del volumen hablan de guerra y Tolstói era un pacifista radical, que no creía que con pólvora y sangre pudiese resolverse ningún conflicto.

-Además las obras de Lev N. Tolstói siempre esconden, como buen ruso, relatos dentro del propio relato, ¿no?

-Es cierto. En un mismo relato, un hombre desgrana una historia del pasado, seduciendo a sus oyentes, pero de golpe seguimos a uno u otro personaje de la narración y las historias se ramifican y te llevan a lugares insospechados.

-Si nos tuvieses que acercar, en el tiempo que estamos, a Lev N. Tolstói escritor (y yo diría que no se puede desligar de su “ser humanista” y de su manera muy particular y personalista de llevar a cabo sus creencias, querencias, maneras de ver, sentir…), cómo nos lo presentarías…

-En primer lugar, como un escritor deslumbrante, capaz de describir como pocos el alma y la psicología humanas. Pero también como un hombre que llevó a cabo un experimento radical consigo mismo hasta despojarse prácticamente de todo, un hombre que vio las limitaciones del Estado y de la Iglesia y que se dio cuenta que la única revolución posible es interior. No es extraño que Stefan Zweig, cuando también lo había perdido todo y tuvo que exiliarse, escribiese un “Tolstói, pensador radical”. Así era el gran autor ruso.

-Como “buen ruso” era un maestro de los relatos y de los “conjuntos de relatos” escondiendo dentro de cada uno de ellos historias que pueden ser “otros relatos por sí mismos, ¿no? y lo hace en el propio Relatos de Sebastopol, ¿no? —Sebastopol en diciembre, Sebastopol en mayo, Sebastopol en agosto de 1855

-Sí. Es muy curioso que estas fueran crónicas de guerra que aparecieron en entregas en los periódicos. Tolstói era alférez de artillería y, al llegar en noviembre de 1854 a ese Sebastopol en el que el ejército ruso resiste los ataques de franceses, ingleses y turcos, el escritor, como una especie de enviado especial o reportero, aún habla de heroísmo y grandeza, pero, según pasa el tiempo y la lucha se vuelve más encarnizada, sus textos dan cuenta de la gran estupidez y carnicería en que todo consistió. No es de extrañar que el primero de los textos encantara al zar Alejandro (el de diciembre) pero que se censurasen los siguientes. De hecho, no hay una edición completa hasta 1928. Y sí, como dices, hay relatos dentro de relatos y personajes diversos cuyas peripecias el autor nos hace seguir, casi como si lo acompañásemos sobre la marcha con una cámara.

-Después nos encontramos con El prisionero del Cáucaso (1872), Después del baile y Hadzhí Murat, de 1903… ¿qué denominadores tienen en común?

-En Después del baile nos hace ver cómo una misma noche puede contener el amor y la brutalidad, el ser humano es capaz de ambas cosas, es un texto breve pero que nos sacude. Ese análisis de lo que el hombre es capaz de albergar en su interior está también muy presente en la nobleza del protagonista de El prisionero del Cáucaso, su lucha por no perder la dignidad, y en el magistral Hadzí Murat, con su debate agónico por salvar a su familia y mantenerse íntegro incluso luchando contra sus antiguos compañeros de armas

-¿Cómo evolucionan estos relatos que se recogen en Ecos del Crimea y del Cáucaso?

-¿Te refieres a si hay una evolución estilística, formal, etc., al pertenecer a distintas épocas? Es posible, claro, pero a la vez están unidos por algo común: las grandes peripecias y aventuras que se relatan y su capacidad para mostrar la irracionalidad de la violencia armada.

-Por qué la obra de Tolstói, incluso las dos novelas más conocidas como Guerra y Paz y Ana Karenina giran en torno a una mezcla de el “ambiente de la guerra o de lo bélico que se respira de manera constante” y de ese romanticismo que no siempre es el que se espera, el ideal…

-Es una pregunta muy compleja, que seguro respondería mucho mejor que yo el excelente traductor de las cuatro obras del volumen, Sergio Hernández Ranera, que es también gran conocedor de Rusia y su literatura. Quizá está todo explicado en Freud: el impulso erótico y el impulso de muerte son las dos grandes pulsiones que nos determinan.

-Tolstoi, un hombre acostumbrado a romper barreras desde su pluma, ¿no? ¿Por quién, como escritor, se vio influido y a quién influyó el escritor ruso más reconocido…?

-Tengo que reconocer mi ignorancia aquí. A finales de marzo, en la presentación de la obra en Enclave de Libros, el historiador que nos acompañaba, Antonio Fernández Ortiz, trazó toda una larga panorámica acerca del campesinado ruso, Pushkin, Gógol, Dostoievski… Pero me temo que Tolstói era una mente universal que incluía mucho más que una hilera de autores de su propia patria. Sus preocupaciones espirituales y religiosas lo llevaron mucho más lejos. Y en cuanto a su influencia, cómo no ser influido por una luminaria como él si eres un buen lector y además escritor. En la presentación mencionamos a Stefan Zweig, a Erich Maria Remarque… Pero su peso en el mundo literario es inconmensurable.

 

 

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