Cazarabet conversa con... Ignacio Pavón Soldevila, autor de “Un soldado
extremeño en Ayacucho
(1824). El “infame” manuscrito de José Sepúlveda” (Diputación de Badajoz)
Este ensayo desde
la pluma de se ha alzado con el Premio Arturo Barea.
La sinopsis: La
batalla de Ayacucho (Andes Peruanos, 9 de diciembre de 1824) supuso un acontecimiento
determinante para el final del imperio colonial español y la configuración de
los estados iberoamericanos. Entre los integrantes del derrotado Ejército Real
se encontraba el badajocense José Sepúlveda. En este libro se argumenta que él
fue el autor de un manuscrito anónimo, conservando en la John Carter Brown
Library (USA), muy crítico con los generales realistas y su dirección de
campaña. Su estudio comparado con los testimonios de otros testigos del choque
nos reporta a una visión poliédrica, en la que el extremeño denuncia
especialmente el peso de la ideología a la hora de explicar el desenlace de la
desgraciada batalla y la capitulación. Esta es la causa por la que su texto fue
perseguido y censurado por el general Jerónimo Valdés, en un intento por
ocultar ciertos aspectos de su biografía a un Fernando VII intransigente con
los partidarios del liberalismo y la masonería a comienzos de la Década
Ominosa.
El autor, Ignacio
Pavón Soldevila: Ignacio Pavón Soldevila (Mérida, 1968) es profesor de
Prehistoria en la Universidad de Extremadura. Como integrante del G. I.
PRETAGU, se ha centrado en el estudio de la Prehistoria reciente y
Protohistoria del suroeste peninsular, entre cuya bibliografía más reciente se
encuentran los libros Historias de Tesoros, Tesoros con Historia (2017),
La explotación tartésica del estaño en San Cristóbal de Logrosán
(Cáceres, España) (2019) y El Tesoro de Aliseda, cien años después. En el
laberinto de sus historias (2019). En paralelo, ha desarrollado una línea
de investigación estrictamente histórica en la que se incluye la obra Un
soldado extremeño en Ayacucho (1824). El «infame» manuscrito de José Sepúlveda,
ganadora del Premio Arturo Barea 2021.
Se trata de un
trabajo, un ensayo de investigación muy, muy serio y minucioso.
Enlaces que te pueden ir bien:
John Carter Brown Librery:
Década Ominosa:
https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A9cada_Ominosa
Batalla Ayacucho, te recomendamos leer
el libro, pero te puede ayudar:
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Ayacucho
El Premio Arturo Barea:
https://www.dip-badajoz.es/premioarturobarea/
Cazarabet
conversa con Ignacio Pavón Soldevila:
-Amigo Ignacio, ¿qué te llevó a
escribir sobre la batalla de Ayacucho tomando como hilo conductor un
manuscrito, el del soldado José Sepúlveda, en el que se pone en cuestión la
dirección de campaña de los generales realistas?
-La batalla de
Ayacucho, que tuvo lugar el 9 de diciembre de 1824, constituyó un
acontecimiento determinante para la formación de los actuales estados
hispanoamericanas, pero también para la contemporaneidad española. Como tal, ha
sido objeto de múltiples aproximaciones, entre ellas, y muy pronto, las de los
propios participantes o testigos, que nos dejaron varios relatos muy
sugerentes. Este es el caso de José Sepúlveda, un soldado extremeño que llegó a
América hacia finales de 1814, con la expedición de Pablo Morillo, para hacer
frente a los levantamientos independentistas, y que nos dejó un relato, en
forma de diario, del último episodio de ese conflicto. Es necesario conocer
que, hacia finales del siglo XIX, el hijo del general Jerónimo Valdés (quien
había dirigido en Ayacucho la Vanguardia del Ejército Realista) ya publicó una
versión del diario de Sepúlveda que había llegado a manos de su padre hacia
1830. Pero lo que ha dado pie a nuestro estudio ha sido el hecho de reconocer
otra versión del diario anterior a la publicada y camuflada, hasta ahora, en un
documento manuscrito tenido como anónimo y conservado en una biblioteca
norteamericana. Ha sido el contraste entre ambas versiones y la percepción de
las significativas diferencias que nos muestran lo que me ha animado a
plasmarlas en este libro.
-¿Qué puntos pone en cuestión, desde la
estrategia de estrategias, ese manuscrito de José Sepúlveda?
-El manuscrito
que presentamos y da pie a nuestro estudio, más que aportar novedades concretas
sobre las estrategias que guiaron la batalla -estrategias que, por otra parte,
han sido revisadas en diversas ocasiones por la historiografía militar- incide,
en nuestra opinión, en dos cuestiones importantes. La primera es la necesidad
de ver Ayacucho como el desenlace de un proceso amplio, como es el de la campaña
del Ejército Real de 1824, situado a su vez en el contexto de desgaste y
fricciones que incluso lo venían caracterizando desde años antes. Y la segunda,
la posibilidad de situar el desenlace de la batalla en un plano no solo
militar, sino también ideológico, que posiblemente es el más original en la
versión de Sepúlveda.
-¿Es por eso que el título del libro es el que
es, Un soldado extremeño en Ayacucho?
-De hecho, hubo
varios soldados extremeños en Ayacucho. Entre los que conocemos con un cierto
detalle, por la mera circunstancia de tener una cierta graduación en ese
momento, están Diego Pacheco (que era de Alcuéscar),
Julián Olivares (de Villanueva de la Serena) y el propio José Sepúlveda, un
badajocense que hasta ahora había pasado con más pena que gloria. Pero no es
descartable que hubiera habido algunos más. El hecho de que el polémico relato
de este último sea uno de los pocos conservados, y de que tengamos hoy la
certeza de que el manuscrito de la Brown University
es el original (al integrar un plano de la batalla que Jerónimo Valdés dijo
saber que existía, pero al que no tuvo acceso), nos ha conducido al título con
que finalmente aparece el libro, que además nos parecía apropiado para
presentarlo al Premio Arturo Barea de la Diputación de Badajoz.
-Este
manuscrito se encuentra en la John Carter Brown Library, ¿por qué?; ¿se conocía
mucho del mismo?
-El manuscrito
forma parte de una importante colección documental diversa en su temática y en
su procedencia, que allí se custodia. Fue adquirido con ayuda de los fondos
Watson y Harper para la denominada Peru Collection; pero realmente desconocemos cuándo y dónde
fue adquirido. Lo que sí puede afirmarse es que algunas cuestiones que se
reflejan en su ficha bibliográfica (como que es de autor desconocido y que fue
escrito en Lima) han quedado afortunadamente superadas. Respecto a la segunda
cuestión, el manuscrito era bastante desconocido, o al menos nadie había
reparado hasta ahora en su singularidad y la había valorado.
-¿Te has llegado a sentir, como
historiador, con una especie de obligación moral o casi ,mejor dicho, desde la
ética –que no es lo mismo--de dar a conocer este manuscrito, pero también la
figura del soldado que tuvo la valentía de escribirlo? , por qué?, coméntanos
-Bueno, hablar de
ese tipo de obligaciones es posiblemente alcanzar un tono muy elevado. Digamos
que sí me pareció necesario darlo a conocer por mero interés científico, porque
-como sin duda conocerás- la antigua teoría sobre la indigna y conspiratoria
rendición de Ayacucho ha sido resucitada no hace mucho por autores como J. C.
Losada, y la “nueva versión” de Sepúlveda pone sobre la mesa nuevos argumentos
para su discusión. Por otra parte, no sé si exactamente Sepúlveda, al dar forma
a su manuscrito, actuó por valentía, por ser consecuente con unos ideales (por
otra parte, compartidos por ciertos sectores en el país), o por simple
despecho, dados los encontronazos que al parecer había llegado a tener con
otros oficiales del círculo de Valdés, que le reprochaban ciertos aspectos
oscuros de su pasado. Posiblemente fuera una mezcla de todos estos
ingredientes, aunque en una proporción difícil de calibrar.
-En
el texto José Sepúlveda, en parte, responsabiliza de la pérdida de esta batalla
porque desde el lado realista se iba a la misma con demasiado “peso
ideológico”: ¿es así? ¿por qué?; háblanos del mismo…
-Realmente él no
habla tanto del peso ideológico en lo que es la derrota en sí, sino en el
desenlace de ésta, que es lo que condujo a la capitulación y a unas negociaciones
sobre el final de la soberanía en la América continental. En concreto,
Sepúlveda, además de la ilegitimidad de los interlocutores por parte realista,
lanza la sospecha, aunque en un tono más o menos velado pero inconfundible, de
una serie de acuerdos concertados entre integrantes de ambos bandos unidos por
su ideología anti-absolutista, o liberal, y su
pertenencia a sociedades secretas afines. Una sospecha que otros varios autores
han defendido, pero que en el caso de Sepúlveda tiene el interés de que se
argumenta con nombres y detalles hasta ahora no muy conocidos, porque están en
el manuscrito ahora dado a conocer, pero no en el que publicó el hijo de
Valdés. Puede especularse sobre si Jerónimo Valdés amoldó el relato para evitar
represalias sobre su persona en plena Década Ominosa, y en nuestro libro
recorremos esa senda, pero prefiero no anticipar dónde termina para que lo
descubran de primera mano los lectores.
-Él
le escribe, se descubre y “su manuscrito” pasa a ser, por parte de los
realistas, como “infame” o “maldito”, ¿verdad?; ¿qué suerte tiene el soldado
José Sepúlveda?
-La versión de lo
sucedido en Ayacucho que da Sepúlveda -que es solo una versión, no
estrictamente la verdad como exponemos en el libro- no pudo dejar indiferentes
a buena parte de los generales realistas (permítaseme añadir aquí que,
curiosamente, el extremeño se consideraba más “realista” que dichos generales,
a los que acusaba a su modo de haber traicionado al rey) que descalificaron a
su autor con términos parecidos a esos. Ello fue así porque las acusaciones,
tanto las directas como las camufladas, eran muy gruesas y se producían en un
momento de gran inestabilidad y peligro real para unos mandos derrotados en el
Perú que, a su regreso -como ha estudiado muy bien A. Martínez Riaza-, debían
pasar por un proceso de depuración.
-Por
favor, ¿nos puedes presentar a José Sepúlveda…echando la mirada atrás cómo nos
los puedes acercar?
-Se ha conservado
su expediente personal, que nos permite reconstruir en buena parte su biografía
militar en el primer tercio del siglo XIX. Nacido hacia 1788 en Badajoz,
combatió a los franceses durante buena parte de la Guerra de la Independencia;
pero a su término, como ya dije, embarcó a América enrolado en la Leal Legión
Extremeña. Con las tropas realistas recorrió diferentes escenarios, como el
convulso Guayaquil de octubre de 1820; fue hecho prisionero varias veces,
consiguió escaparse otras tantas -algunas con notables aventuras de por medio,
como la de la captura de la fragata Ester-, hasta que acabó reintegrándose en
el ejército realista con el que participó en la campaña de Ayacucho. Tras su
vuelta a España en 1825 seguimos su pista hasta 1827 en que esta se pierde en
Badajoz. Una vida de película, aunque, eso sí, vivida desde el papel del antihéroe
perdedor.
-¿Podemos decir que fue un cronista vestido de
soldado?
-Sí, es una buena
expresión; aunque no un cronista de Indias al estilo de los del comienzo de la
conquista -léase, por ejemplo, el también extremeño Pedro Cieza de León- sino
más bien un cronista menor en un “tiempo crepuscular”.
-¿Qué significa para los realistas la
pérdida de la batalla de Ayacucho?
-Para el país la
pérdida en Ayacucho supuso una convulsión sin precedentes, muy superior a las
causadas por otros desastres militares de recuerdo en la memoria colectiva.
Sancionaba la pérdida de algo que todos los españoles vivos entonces reconocían
como propio, la América continental. Sin entrar a valorar las repercusiones
económicas, sociales y políticas, Ayacucho fue una herida abierta porque tuvo
algo de colofón a una guerra civil entre hermanos. Solo el tiempo y ese
inmediato vendaval de acontecimientos con que siguió el siglo XIX, empezando
por la terrible Guerra Carlista en la que se redimieron varios de los generales
ayacuchos, hizo que fuera quedando demodé y en cierto
modo olvidada.
-¿Y qué les depara para las fuerzas
independentistas latinoamericanas porque
a raíz de ganar esta batalla capitulan los ejércitos realistas y el virreinato
de Perú deja de poner resistencia, ¿no?, pero coméntanos más detalladamente,
por favor….
-Bueno, es un
tema del que no me ocupo casi en el libro; o, si acaso, solo epidérmicamente al
tratar la prolongación que del conflicto se vivió en la sierra, donde las
poblaciones locales no estuvieron por la labor de aceptar lo que Lima imponía.
El propio Sepúlveda refiere algo de esto en su manuscrito. Pero más que
detallar todo el proceso por el que Vd. me pregunta, prefiero recomendar al
lector un ensayo extraordinario de Fernando Iwasaki titulado Republicanos.
Cuando dejamos de ser realistas, que, además de ser delicioso, certeramente
disecciona todo eso y algunos otros aspectos de la historia y cultura
latinoamericanas (y española).
-¿Todos los movimientos independentistas, frente
a la ocupación española en Latinoamérica, eran llevados como un todo como un
movimiento unitario frente a la ocupación española?
-Bueno, la
respuesta depende de para qué momento realizamos la pregunta. El proceso de
descontento con la metrópoli o la corona es previo a todo lo que se cuenta en
el libro. Al principio de menor volumen y desintegrado. Se intensifica por puro
oportunismo al comienzo de la guerra peninsular contra Napoleón, y se acelera
con el enfado que entre los criollos americanos se aprecia a partir de 1810, al
margen de por motivos económicos, por su acallado protagonismo en el proceso
que conduce a la Constitución del año 12. Es un proceso que E. La Parra ha
sintetizado muy bien en su reciente biografía sobre Fernando VII. Pero otros
autores, efectivamente se han ocupado de aquella otra forma radical de
descontento, la bélica, que será liderada ya por Sanmartín y Bolívar, desde
visiones políticas distintas, hasta la resolución del conflicto en Ayacucho.
-En
aquellos años ya estaban en algunas zonas los británicos y los franceses muy
presentes, ¿en qué influía y de qué manera?
-Evidentemente es
un factor que no puede obviarse. Es un pulso entre europeos por dominar un
sistema colonial tremendamente apetecible para ellos. En el libro puede que
sorprenda al lector la presencia de británicos luchando en favor de Bolívar,
algunos de ellos, como Miller y O’Connor, autores también de sus propias
memorias, que en él contrastamos con la versión de Sepúlveda, para ofrecer una
visión más coral del proceso. Otros influyeron de otra manera, por ejemplo con actos de sabotaje, desestabilizando o
introduciendo -como solía decirse- ideas subversivas.
-Las
tropas realistas y colonialistas de aquellos últimos años de presencia, y que
todavía prolongaron su presencia de alguna manera, ¿qué perfil tenían? ¿cómo
las describirías?
-No tengo una
respuesta uniforme porque las situaciones eran muy diversas. La historiografía
actual no pone en duda el compromiso con la corona, pero tampoco desoye el
rumor, patente en los textos y pertinaz en los hechos, de una progresiva
diferenciación entre los militares liberales -muchos de ellos enviados por
Fernando VII a América para no tener ese “problema” en casa- y los absolutistas
(como Olañeta, de cuyos postulados tan cercano se
declara José Sepúlveda). Ese era básicamente su perfil, el de unos mandos
experimentados y extraordinariamente preparados -tanto que cuesta creer los
errores que cometieron en Ayacucho- pero también muy ideologizados y bastante
desasistidos.
-¿Cómo estaban, de más o menos
preparadas , y cuál fue su “principal talón de Aquiles”?
-Sí, precisamente
el “talón de Aquiles” puede decirse que fue ese abandono, del que se quejan en
su correspondencia privada, por parte del gobierno fernandino. La progresiva falta
de recursos, que en parte no llegaban por falta de voluntad y también en parte
porque España había quedado recién asolada por una guerra atroz y devastadora,
como de hecho lo fue la mantenida para expulsar a los franceses de la piel de
toro patria.
-¿Qué te supuso el período de investigación,
documentación, búsqueda de fuentes, el hecho de contrastarlas?
-Sobre todo un
largo y apasionante recorrido que comenzó muy lejos del Perú, siguiendo, por su
relación con mis antepasados, a algunos de los soldados que participaron en la
acción de Arroyomolinos, en Extremadura hacia 1811, y que fue mi primer
contacto con parte de los protagonistas que discurren por el libro, como el ya
mencionado Diego Pacheco, pero que después embarcaron rumbo a América. Después,
seguí la pista de la Leal Legión Extremeña en América, a la que muchos de ellos
pertenecieron, que me condujo hasta el manuscrito, entonces anónimo, de la
Brown University. El estudio de este -animado por el
malogrado en mitad de la travesía y hoy añorado Prof. F. Serrano Mangas- y su
contraste con otros documentos, fue el que me condujo a Sepúlveda quien, a su
vez, me llevó de la mano hasta Ayacucho. Una trayectoria que se ha desarrollado
a fuego lento, por causa de otros interesantes proyectos profesionales, desde
el 2008 hasta prácticamente el verano de 2021 y que ahora llega a su fin en
forma de libro. Y, claro, entre medias, todo ese trabajo que Vd. alude en su
pregunta.
-¿Qué es lo que te dio más quebraderos de cabeza
en la investigación...más trabajo?
-Pues, sin duda,
identificar al autor del manuscrito.
-¿La transcripción del texto fue muy
afanosa?;¿qué fue lo que te llamó más la atención?
-Pues no fue
excesivamente tediosa, sino todo lo contrario. Avivado el interés por tanto
comentario subjetivo que me iba susurrando, no se puede decir que se me hiciera
árida. Y lo más llamativo, precisamente eso, las aceradas estocadas que
despachaba contra Canterac, Carratalá y Valdés principalmente.
-¿Cómo trabajas...sobre un guion de preguntas al
que ir buscando respuestas?
-Sí, básicamente
así. Con un borrador o guión mil veces escrito del
derecho y vuelto del revés a medida que se responden esas preguntas y surgen
otras nuevas; en especial al principio. En este caso la estructura la tuve muy
clara solo desde la identificación del autor del manuscrito. Antes, la verdad,
muchas dudas. Tantas que la decisión de contarlo en un libro se puede decir que
nace no con el descubrimiento de la identidad de Sepúlveda, sino con el
contraste entre la versión de su relato amoldada por Valdés y la que libre de
ataduras fluye en el manuscrito. La Historia con mayúsculas de Ayacucho
escondía detrás otra historia, con minúsculas, la del pulso entre estos dos
personajes tan desiguales.
-¿Qué te supuso alzarte con el Premio Arturo Barea
de la Diputación de Badajoz?
-Pues, lo
primero, una sorpresa, pues es un premio focalizado en la época contemporánea y
yo no tengo una formación de contemporaneísta, sino
de protohistoriador, con lo que no las tenía todas conmigo. Después una
enorme alegría, porque el Barea es casi “el nobel” de la investigación cultural
en mi tierra, Extremadura; y finalmente, una responsabilidad, porque me
obligará ahora a no bajar el listón.
-Amigo,
¿nos puedes decir si en estos momentos estás con algo: investigación,
proceso de escritura…? aunque solo sea darnos alguna pista ---risas---.
-Pues ando
ultimando con mis compañeros protohistoriadores del
G.I. PRETAGU la memoria de un proyecto de investigación desarrollado en torno a
un asentamiento rural de la Primera Edad del Hierro ubicado en el llano
cacereño. Es de la misma época que el Tesoro de Aliseda -un conjunto de joyas
de oro de época tartésica- y nos ilustra sobre un modelo de estructuración
socioeconómica y política realmente sugerente. Igual de apasionante, al menos,
que las historias de Ayacucho.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)