Cazarabet conversa con...   Luis-Antonio Palacio Pilacés, autor de “Viento de lucha. República y Guerra Civil en Alcalá de Gurrea y la colonia obrera de Tormos (Huesca)” (Comuniter)

 

 

 

 

 

 

 

 

Un libro de Luis-Antonio Palacio Pilacés que es todo un estudio de investigación muy rigurosos sobre este tiempo, dentro de la historia contemporánea, que marcó, inevitablemente un antes y un después.

Los libros y trabajos de investigación de este historiador zaragozano son de una garantía sin igual; son trabajos rigurosos, minuciosos, pero que, a la vez, son volcados con una expresividad escritora que “engancha” y esto no todos los buenos historiadores lo saben hacer, pero creedme todos los libros de Luis Antonio tienen estos denominadores comunes...todas sus lecturas son acertadas, unas de agradarán más que otras, pero, de entrada, todas enganchan.

El libro, editado, como casi todos los últimos de este autor por Comuniter forma parte de la colección ‘Es un decir’.

Con este bagaje Palacio Pilacés se encamina hacia la historia de la República y la Guerra Civil en Gurrea y la colonia oscense de Tormos.

La sinopsis del libro: Los trabajos de investigación histórica de Luis Antonio Palacio son extremadamente rigurosos y sus resultados, en forma de libro, tienen la extensión que necesitan. Viento de lucha. República y Guerra Civil en Alcalá de Gurrea y la colonia obrera de Tormos (Huesca), comienza -a pesar de su título- describiendo la transformación de la zona por la puesta en marcha, desde el proyecto mismo, del Plan de Riegos del Alto Aragón, a principios del siglo XX. Cambios en la vida de los habitantes de la zona y de los trabajadores que acuden desde distintos puntos de España y de la cercana Francia, a la llamada de los puestos de trabajo para la realización de esas infraestructuras, que sentó las bases de un poderoso movimiento obrero de carácter anarcosindicalista, y que modificaron las relaciones sociales en la zona de influencia de los trabajos iniciales. El autor, como nos tiene acostumbrados, utiliza dos elementos de investigación que sintetiza felizmente: los archivos y los testimonios de testigos y familiares de éstos, a quienes entrevista en un extenso trabajo de campo. El resultado es una obra que tiene el rigor de las fuentes primarias y el calor humano de quienes vivieron los hechos, escrita con rigor y pasión, que se lee con el interés de la historia viva.

El autor, Luis-Antonio Palacio Pilacés: Zaragoza,1963. Licenciado en Historia Contemporánea y diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. Historiador que combina la investigación en archivos y el trabajo de campo recuperando la memoria de los protagonistas. Ha publicado trabajos sobre la historia más reciente de la región aragonesa, en los años que se extendieron entre la proclamación de la Segunda República española y el término de la Segunda Guerra Mundial, en localidades como Zuera o Almudévar; también de los exiliados aragoneses en el norte de África y de nuestros paisanos que combatieron en el frente del Este en la División Azul o el Ejército Rojo. También ha estudiado las consecuencias en Aragón de la conocida como «Gripe Española» que asoló Europa al finalizar la Gran Guerra.

Entre sus obras publicadas citaremos Entre las raíces (2003), De hombres y sueños (2006), Rueda, rueda palomera (2008), La Nación del olvido (2011). En Comuniter, Tal vez el día. Aragoneses en la URSS 1937-1977. El exilio y la División Azul (2011); El horizonte infinito. Los cuatro nacimientos de Isidoro Lahoz (2015); El llanto del chacal. Historia de unos muchachos en la guerra de lfni (2018) y Aragón 1918. La gripe española (2021). También ha publicado Carbón rojo y Caballos de hielo, relacionados con la crónica negra, analizada desde criterios sociales. Ha participado en distintos programas audiovisuales y en la elaboración del Mapa de Fosas de la comunidad aragonesa.

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Luis-Antonio Palacio Pilacés:

Luis-Antonio, ¿por qué eliges para estudiar la República y la Guerra Civil la población de Alcalá de Gurrea y la colonia obrera de Tormos en Huesca?

-En realidad no lo he elegido. El proyecto sobre Alcalá y Tormos estaba destinado a completar un trabajo global sobre cuatro municipios del Bajo Gállego y la comarca aragonesa de La Violada -Almudévar, Zuera, Gurrea de Gállego y Alcalá de Gurrea- en los que se desarrolló una intensa vida social durante el periodo republicano y que fueron brutalmente represaliados por los sublevados, hasta el punto de que las víctimas del fascismo en ese conjunto de pueblos superan con creces los 400 asesinados.

-Ampliemos un poco de manera más pormenorizada aquello qué tienen de particular Alcalá de Gurrea y la colonia de Tormos en Huesca para que te llamen la atención estos lugares en tu estudio de investigación.

-Bueno, desde el inicio de las obras de los Grandes Riegos del Alto Aragón la colonia obrera de Tormos se convirtió en una populosa comunidad integrada por trabajadores procedentes de buena parte de la geografía nacional. Y con la llegada de la Segunda República, en un auténtico vivero de las ideas anarquistas de extrema combatividad, hasta el punto de que la zona adquirió protagonismo a nivel nacional en diversas ocasiones. Especialmente en la prensa libertaria, como parece lógico, pero también en la prensa generalista en más de una oportunidad debido a los sucesos que se produjeron en el lugar. 

-¿Qué les supone a estos lugares la llegada de la República? Más que nada, por favor, haznos un comentario desde el punto de vista social. ¿Y los nuevos cambios que se querían hacer sobre el mundo de la agricultura con la nueva ley o legislatura de Reforma Agraria?

-Como queda dicho, una mera acumulación de obreros en una zona concreta se convirtió de forma muy rápida en una comunidad agrupada en gran medida -porque como podréis imaginar no todos eran anarquistas- en torno a una ideología que exigía un elevado grado de compromiso personal. Las actividades culturales y formativas se multiplicaron y aquella masa amorfa de trabajadores incultos se transformó en muy poco tiempo en una comunidad motivada y liderada por militantes muy bien preparados. En cuanto a la cuestión de la Reforma Agraria, lógicamente no afectó tanto a la colonia obrera como al pueblo en cuyo municipio estaba enclavada. Alcalá de Gurrea era un pueblo con una marcada desigualdad en el reparto de la tierra, y las ideas libertarias procedentes de la cercana colonia obrera no tardaron en arraigar entre muchos jóvenes del municipio ajenos a las obras de los regadíos. 

-El estallido de la Guerra Civil a raíz del Golpe de Estado, ¿qué significa para estas tierras y territorios?

-Pues a grandes rasgos, el paso del todo a la nada… Tanto Alcalá como la colonia obrera de Tormos quedaron en la primera retaguardia fascista, a muy pocos kilómetros de distancia de las líneas republicanas. Pero esa escasa distancia marcó la diferencia entre la vida y la muerte para numerosas personas y para las ideas por las que luchaban, que se desvanecieron del municipio para nunca más volver a verse representadas. En adelante fue como si aquellos años tan intensos en todos los sentidos jamás hubieran ocurrido, como si todo hubiera sido un sueño del que no quedaría el menor rastro, hasta que con el final de las obras la propia colonia obrera se convirtió en un pueblo fantasma poblado por las sombras de los asesinados.

-¿Lo podríamos definir como una especie de cortocircuito para el devenir que empezaba a tomar esta zona con las reformas de la República y sus ideas para con las tierras, el campesinado ,los regadíos?

-Eso no fue un simple cortocircuito; más bien hablamos de un apagón total y definitivo. Hubo un antes y un después, y no precisamente para bien. 

-En este libro te centras mucho en la transformación agraria y social que supuso la implantación del Plan de Riegos del Alto Aragón a principios del siglo XX con el fondo repleto de un hervidero del activismo ácrata en la zona de los riegos del Alto Aragón. No podía ser de otra manera, ¿verdad?

-Bueno, las cosas bien podían haber transcurrido de otra forma, pero por una serie de circunstancias tomaron esa dirección. Por ejemplo, muchos de los ferroviarios despedidos a raíz de la huelga revolucionaria de agosto de 1917 buscaron trabajo en el ferrocarril de vía estrecha que funcionaba a lo largo de la cada vez más extensa zona de obras que avanzaba imparable hacia el este. Luego hay que considerar que entre los obreros se contaban hombres que con anterioridad habían trabajado en Cataluña, donde habían trabado contacto con las ideas anarquistas. Sin contar con que en las propias tierras oscenses el anarquismo era una ideología presente en diversos puntos desde muchos años antes del estallido de la Guerra Civil. 

-¿Qué tenían en común esos lugares sobre los que habéis realizado el estudio y la investigación?

-Básicamente dos cosas: su proximidad geográfica, que permite estudiarlos como un todo, y una extraordinaria vida socio-política, impropia en cierto modo de localidades demográficamente tan intrascendentes. 

-¿El tejido social era también, un denominador común? ¿nos lo puedes descifrar con un poco más de detenimiento?

-Sí, lo era pero con matices. En este trabajo de dos décadas de duración hemos estudiado cuatro municipios que, aun siendo bastante parecidos en lo referente a su estructura social, presentaban particularidades importantes. En Gurrea de Gállego y Almudévar primaba un latifundismo extremo, mientras que en Alcalá y Zuera la tierra estaba más repartida. Y mientras en Zuera y Gurrea de Gállego la corriente sindical prioritaria fue la socialista representada por la UGT, en Almudévar y Alcalá de Gurrea el anarcosindicalismo de la CNT barrió por completo, hasta el punto de que los socialistas apenas lograron poner en pie minúsculas agrupaciones casi testimoniales. Esto tiene su importancia, ya que como sabemos la dinámica operativa y los objetivos últimos de cada sindicato eran muy diferentes; eso podría verse con claridad a raíz de los hechos de diciembre de 1933, cuando se produjeron disturbios en toda la zona, pero de ningún modo con la virulencia que alcanzaron en Almudévar o Alcalá de Gurrea. 

-¿Cómo y de qué manera llega la II República a esta zona de los riegos del Alto Aragón? ¿cómo es recibida?

-Con alborozo; con auténtico júbilo popular y con mucha esperanza en el futuro que se abría ante el país. El sentimiento generalizado era el de que esta vez no había vuelta atrás, que por fin se había emprendido un camino que llevaría a España a una necesaria modernización y al arrinconamiento de viejas estructuras reaccionarias; especialmente de la Iglesia Católica. Por desgracia ese ambiente positivo pronto daría paso a una tensión social cada vez más acusada. 

-En el transcurso de la II República ¿qué vaivenes se van produciendo? Hay que tener en cuenta que se encuentra la eclosión anarquista en los llanos de La Violada, la insurrección anarquista de diciembre del 33 con todas sus consecuencias y la llegada del “Bienio Negro”…

-La situación comenzó a enconarse muy pronto, con la negativa de los conservadores a aceptar los cambios republicanos y con la urgencia por llevar adelante los cambios tan anhelados que se apoderó de la izquierda y los anarquistas. A unos los cambios les parecían peligrosos e inaceptables; a los otros demasiado lentos y mojigatos… En diciembre de 1933 los anarquistas se lanzaron a la sublevación armada con trágicas consecuencias, que en gran medida mediatizarían el futuro de los acontecimientos en la zona hasta el definitivo estallido de la guerra. 

-Por ejemplo, la llegada del “Bienio Negro”, ¿qué supone en el seno de estas comunidades muy activadas en las reivindicaciones sociales?

-Pues se trató de un periodo terrible por la represión desatada contra las organizaciones de izquierdas. Contra los anarquistas a raíz de la insurrección de diciembre de 1933, contra los socialistas y todos los demás después de los hechos de Asturias en octubre de 1934. Demasiado a menudo las autoridades derechistas no hicieron distingos entre unas corrientes de pensamiento y otras, y reprimieron a todo el mundo al margen de que se hubieran unido o no a las rebeliones anarquista y socialista. En especial en el pueblo de Alcalá de Gurrea la persecución desatada por la Guardia Civil fue tan abusiva que llegó a las páginas de la prensa nacional libertaria en repetidas ocasiones. 

-¿Qué supone el alzamiento y la guerra civil en esta zona porque por lo que narras se producen escarceos, matanzas, muchos miedos y demás, no?

-Como he dicho, más de 400 personas fueron asesinadas, a pesar de que la cercanía del frente facilitó que la mayor parte de las personas más comprometidas pudieran huir a zona republicana. La represión fue salvaje y alcanzó cotas que sólo se vieron en algunas comarcas de Aragón y en el sur de España, en Extremadura y Andalucía. En Alcalá se conoce la existencia de decenas de víctimas, pero sabemos que las personas asesinadas fueron muchas más de la cuantificadas porque se trataba de obreros de los Grandes Riegos procedentes de fuera del municipio cuya identidad resulta imposible de rastrear en esas circunstancias; máxime cuando centenares de sus compañeros huyeron durante las primeras semanas de la guerra. Baste decir que el 5 de octubre de 1936 se produjo en la partida alcalaína de El Pocico la que había de ser la segunda matanza más importante en términos cuantitativos llevada a cabo en la provincia de Huesca por los fascistas, con un saldo de 43 víctimas confirmadas.

-¿Cómo fue  o pasó la guerra en estos lares?

-Todo estuvo muy vinculado con la cercanía del frente, que permitió salvar muchas vidas desde el momento en que muchos de los militantes más comprometidos lograron cruzar las líneas y buscar refugio en la zona republicana. Por desgracia esa misma proximidad del enemigo “marxista” alimentó los temores de los sublevados, que llevaron a cabo una atroz matanza en los pueblos de la retaguardia. 

-¿Por qué calificas al año 1938 como “el año decisivo”?

-Bueno, claramente se trata del año en el que quedó claro que la guerra iba a ser ganada por los fascistas. Además en la primavera de ese año la ofensiva de Aragón liquidó todo rastro de poder republicano o anarquista en esta región, alejando los frentes de batalla y anulando cualquier esperanza de una posible liberación de las zonas como Alcalá y Tormos más cercanas al frente de batalla. 

-En las guerras, y más en las civiles, hay un importante componente de venganza. ¿Qué nos puedes decir? Porque los ajustes de cuentas debían de ser notables, puesto que cuanto más activismo social hay, en este caso ácrata, más puede haber de “fenómeno que alimente la venganza”… ¿Qué factores estuvieron allí bien presentes?

-Desde luego que sí. En particular, en Alcalá de Gurrea y la colonia obrera de Tormos la derecha y la Guardia Civil nunca olvidaron lo acontecido en diciembre de 1933, cuando un agente de la Benemérita murió a manos de los insurrectos ácratas y buena parte de los vecinos más acomodados de Alcalá fueron arrestados y encarcelados en las dependencias del Ayuntamiento. La venganza ya había sido una constante a lo largo del tiempo transcurrido entre esas fechas y las elecciones de febrero de 1936 que se saldaron con el triunfo del Frente Popular, pero a partir del estallido de la guerra adquirió tintes sangrientos y bárbaros. Y hay que destacar que entre sus primeras víctimas no se contaron solo activistas anarquistas muy destacados, sino también los elementos más destacados del republicanismo local -el doctor José Bielsa, el maestro Isidro Mir, etc.-, hombres que jamás habían participado ni por asomo en acto violento alguno y que fueron asesinados en circunstancias de gran crueldad. 

-¿Qué pasa cuando llega la posguerra? ¿En qué consiste en este territorio que ganasen los alzados la guerra? 

-Pues todo rastro de activismo social había desaparecido y la zona se había transformado en un páramo social. Pobreza, represión, familiares en las cárceles, niños huérfanos… Las obras estuvieron paralizadas durante bastantes años -más allá de pequeños trabajos de mantenimiento-, y bien puede decirse que la guerra retrasó en más de una década su culminación. En cuanto a la ideología anarquista, no solo desapareció, sino que ni siquiera pasó a ser un recuerdo del pasado, ya que en las décadas siguientes toda memoria de lo ocurrido antes de la guerra fue obliterada de las conversaciones y de la memoria popular.

-¿La idiosincrasia de la posguerra es la misma con los consejos de guerra que podrían calificarse de una “pantomima” para escarmentar a los que no pensaban como a los que ganaron la guerra e impusieron el ideario del franquismo?

-Eso es algo bien sabido y fuera de toda cuestión. La arbitrariedad de los consejos de guerra los convirtió en una farsa grotesca. La vida o la muerte de los reclusos pendía a menudo de un tenue hilo: de un informe más o menos negativo firmado por un cura, o por un jefe de Falange… Al menos en Alcalá y Tormos la oleada de consejos de guerra se saldó sin sentencias as muerte; es un consuelo, bien que atemperado por el hecho de que muchos de los más activos militantes habían muerto en la guerra, habían sido asesinados durante los primeros meses de la contienda o habían tenido que partir al exilio para salvar la vida. El más conocido de los líderes anarcosindicalistas del municipio, Máximo Franco Cavero, se quitó la vida en los muelles del puerto de Alicante junto con su gran amigo y compañero, el maestro Evaristo Viñuales, en un episodio bien conocido. 

-La represión podía ir desde la muerte, la prisión o a la represión económica y una cosa no quita de la otra, ¿no?;¿cómo era en la mayoría de los casos?

-En el caso de Alcalá, como ya queda dicho, no se produjeron sentencias a muerte, pero numerosas personas fueron encarceladas y muchas más multadas por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, que al igual que en el resto de los ocho mil municipios españoles no vaciló en hacer recaer los pagos de esas sanciones en viudas o hijos de hombres y mujeres que habían sido asesinados o habían muerto en la guerra. Viudas o hijos que muy a menudo vivían en condiciones de miseria por culpa de los mismos que les obligaron a pagar esas sanciones.

-¿Hay exilio, sobre todo se da en África del Norte y en ciertos lares de Sudamérica?

-Bueno, la mayoría de los exiliados se encaminaron a Francia por hallarse en Cataluña en el momento del avance fascista sobre esa región. Casi todos los vecinos de Alcalá de Gurrea y Tormos atrapados en la zona central al producirse la ruptura de la zona republicana eran hombres que formaban en las filas de la 28ª División. El final de la guerra les atrapó en lugares como Madrid o Ciudad Real. Buen número de ellos se dirigieron hacia los puertos mediterráneos en un desesperado esfuerzo por escapar. La gran mayoría de ellos no lo consiguieron y cayeron prisioneros para entrar en la perversa dinámica de las prisiones y campos de concentración franquistas. Solo un par de ellos lograron alcanzar las costas argelinas y con el tiempo, tras años de estancia en el norte de África, se trasladarían al Uruguay. Pero el grueso del exilio alcalaíno se refugió y vivió en la Francia metropolitana.

-Las consecuencias de la guerra no se quedan, solamente, en el exilio porque hay, también, gentes que hacen la guerra en el Sahara y los hay que sufren la profanación de sus tumbas para ser llevados al Valle de los Caídos… ¿Qué nos puedes comentar, Luis Antonio?

-Sí, la desgracia que el franquismo supuso para el país se tradujo en asuntos tan sórdidos como el robo de cuerpos -el robo, con todas las letras- para su traslado forzoso al Valle de los Caídos. En la zona de Almudévar se recuperaron numerosos cuerpos de soldados rebeldes, pero también se sustrajeron los restos mortales de decenas de personas asesinadas por el fascismo. Y no es ya que no se solicitara el permiso de sus familiares, es que esa posibilidad no siquiera se contempló. El caso más clamoroso en ese municipio fue la exhumación de los 43 asesinados de la matanza de El Pocico. Por una de esas penosas casualidades de la vida, una de las personas que participaron en la recuperación de los cadáveres fue un hombre que siendo niño se convirtió en uno de los dos únicos testigos que desde la lejanía pudieron contemplar el asesinato masivo que acababa de cometerse. Gracias a ello pudo constatar que el número de víctimas ascendía a 43, por el simple sistema de contar los cráneos recuperados. Algo que confirmó lo que él ya sabía desde pequeño. En cuanto a la guerra colonial librada en el Sáhara y en Ifni durante los años 1957 y 1958, sí, se dio el triste caso de que uno de los dos centenares de soldados españoles fallecidos en esa contienda fue un alcalaíno que, además, pertenecía a una familia duramente represaliada por el franquismo. Pocos años después, en 1964, el régimen celebró sus famosos “XXV años de Paz”; una farsa grotesca, pues se pasaba por alto el largo conflicto con el maquis, que costó varios millares de vidas, y esa guerra africana, en la que perdieron la vida algunos civiles y unos doscientos oficiales, suboficiales y soldados españoles. 

-Luis Antonio, ¿cómo ha sido el proceso de documentación, estudio e investigación para este libro, teniendo en cuenta que tienes aquí testigos orales que son un aporte importantísimo? Luego están los archivos, la prensa con las hemerotecas y la consultoría de los libros y demás… ¿Cómo ha sido este viaje?…

-Pues ha sido algo diferente al resto de mis trabajos publicados por una simple cuestión: comencé esta investigación en 2007 en compañía de Raúl Mateo Otal, quien colaboró conmigo en los trabajos previos sobre Zuera y Almudévar. Sin embargo, por cansancio y por cuestiones propias el trabajo quedó en suspenso -no abandonado, pero si en suspenso- y cada uno dimos prioridad a otras investigaciones que nos llevábamos entre manos. Luego los dos atravesamos por difíciles situaciones familiares y Raúl se trasladó a vivir a Francia, con lo cual, finalmente, retomé el trabajo en solitario hace ahora algo más de dos años. La mayor parte de personas entrevistadas en su día ya había fallecido, pero existía un compromiso ético con ellos, que tan generosamente nos prestaron su colaboración, y el trabajo tenía que salir sí o sí… En cuanto al resto -archivos, hemerotecas, etc.- pues la investigación ha sido similar a la ya acometido en anteriores ocasiones, aunque debo reconocer que cada día me cuesta más pasar horas y horas ante una pantalla de microfilm o en los sillones de los archivos. El tiempo no pasa en balde para nadie… 

-Amigo Luis Antonio, ¿qué has aprendido de esta investigación?, porque siempre se aprende algo y en este caso no poco…

-Esta investigación ha sido la constatación efectiva de que la historia oral puede darse por finalizada en lo referente a la Guerra Civil y la primera posguerra. Afortunadamente hay cientos y cientos de grabaciones efectuadas por numerosos investigadores, pero lo que no se grabó en su día a estas alturas puede darse por perdido, a no ser que haya quedado registrado por escrito de algún modo. La generación de la guerra ha desaparecido y en adelante quienes se aproximen al tema tendrán que hacerlo sabiendo que ya no existen testigos directos de aquellos hechos. Que ese tipo de fuentes han quedado irremisiblemente cerradas. Es tristísimo: a lo largo de más de veinte años yo he hablado literalmente con centenares de ancianos y ancianas que vivieron y sufrieron la guerra. Ver como toda esa generación se desvanece ante tus ojos quizá sea ley de vida, pero es algo muy triste, y, desde el punto de vista historiográfico, una pérdida inconmensurable. Y más en estos tiempos de repugnante revisionismo histórico que nos está tocando vivir.  

-Amigo, ¿nos puedes dar alguna pista de aquello en que estás trabajando ahora?

-Pues tengo dos trabajos listos para la publicación, pero todavía no sé cuándo verán la luz. El primero rompe completamente con todo lo que he hecho hasta ahora, pues no se trata de nada relacionado con la historia contemporánea sino de un relato de lo ocurrido en el valle de Tena entre 1634 y 1642, cuando una epidemia de posesión diabólica afectó a decenas de mujeres de diversos pueblos del valle. El tema ha sido investigado, pero desde un punto de vista, por así decirlo, científico. Yo lo que intento es hacer un relato “lineal” de los hechos asombrosos que ocurrieron en aquellos días, desde el inicio de los sucesos hasta su final. El segundo trabajo es una serie de más de 160 entrevistas que registré por todo Aragón -desde Pomer hasta Albelda y desde el valle de Gistaín a La Puebla de Valverde-, poco antes de la pandemia de Covid, entre personas que vivieron la guerra y la posguerra y que, en su inmensa mayoría, jamás habían prestado testimonio ante un investigador. Con todo ese inmenso volumen de material pretendo ofrecer un cuadro más o menos pormenorizado del modo en que se vivió el conflicto entre personas de izquierdas o de derechas, que quedaron en zona rebelde o en zona republicana, de distintos orígenes sociales y que vivieron el conflicto y sus consecuencias de modo muy diferente. Por último, también ando trabajando en la corrección y elaboración de las memorias personales de un señor de Ayerbe que luchó en las filas de la “Roja y Negra”. Así que, como veis, aún queda tajo por delante y, con un poco de suerte, volveremos a encontrarnos en las páginas de Cazarabet.

 

 

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