Cazarabet conversa con...
Luis-Antonio
Palacio Pilacés, autor de “Viento de lucha. República y Guerra Civil en Alcalá
de Gurrea y la colonia obrera de Tormos (Huesca)” (Comuniter)
Un libro de
Luis-Antonio Palacio Pilacés que es todo un estudio de investigación muy
rigurosos sobre este tiempo, dentro de la historia contemporánea, que marcó,
inevitablemente un antes y un después.
Los libros y
trabajos de investigación de este historiador zaragozano son de una garantía
sin igual; son trabajos rigurosos, minuciosos, pero que, a la vez, son volcados
con una expresividad escritora que “engancha” y esto no todos los buenos
historiadores lo saben hacer, pero creedme todos los libros de Luis Antonio
tienen estos denominadores comunes...todas sus lecturas son acertadas, unas de
agradarán más que otras, pero, de entrada, todas enganchan.
El libro,
editado, como casi todos los últimos de este autor por Comuniter forma parte de
la colección ‘Es un decir’.
Con este bagaje
Palacio Pilacés se encamina hacia la historia de la República y la Guerra Civil
en Gurrea y la colonia oscense de Tormos.
La sinopsis del
libro: Los trabajos de investigación histórica de Luis Antonio Palacio son
extremadamente rigurosos y sus resultados, en forma de libro, tienen la
extensión que necesitan. Viento de lucha. República y Guerra Civil en Alcalá
de Gurrea y la colonia obrera de Tormos (Huesca), comienza -a pesar de su
título- describiendo la transformación de la zona por la puesta en marcha,
desde el proyecto mismo, del Plan de Riegos del Alto Aragón, a principios del
siglo XX. Cambios en la vida de los habitantes de la zona y de los trabajadores
que acuden desde distintos puntos de España y de la cercana Francia, a la
llamada de los puestos de trabajo para la realización de esas infraestructuras,
que sentó las bases de un poderoso movimiento obrero de carácter
anarcosindicalista, y que modificaron las relaciones sociales en la zona de
influencia de los trabajos iniciales. El autor, como nos tiene acostumbrados,
utiliza dos elementos de investigación que sintetiza felizmente: los archivos y
los testimonios de testigos y familiares de éstos, a quienes entrevista en un
extenso trabajo de campo. El resultado es una obra que tiene el rigor de las
fuentes primarias y el calor humano de quienes vivieron los hechos, escrita con
rigor y pasión, que se lee con el interés de la historia viva.
El autor,
Luis-Antonio Palacio Pilacés: Zaragoza,1963. Licenciado en Historia
Contemporánea y diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza.
Historiador que combina la investigación en archivos y el trabajo de campo
recuperando la memoria de los protagonistas. Ha publicado trabajos sobre la
historia más reciente de la región aragonesa, en los años que se extendieron
entre la proclamación de la Segunda República española y el término de la
Segunda Guerra Mundial, en localidades como Zuera o Almudévar; también de los
exiliados aragoneses en el norte de África y de nuestros paisanos que
combatieron en el frente del Este en la División Azul o el Ejército Rojo.
También ha estudiado las consecuencias en Aragón de la conocida como «Gripe
Española» que asoló Europa al finalizar la Gran Guerra.
Entre sus obras
publicadas citaremos Entre las raíces (2003), De hombres y sueños
(2006), Rueda, rueda palomera (2008), La Nación del olvido
(2011). En Comuniter, Tal vez el día. Aragoneses en la URSS 1937-1977. El
exilio y la División Azul (2011); El horizonte infinito. Los cuatro
nacimientos de Isidoro Lahoz (2015); El llanto del chacal. Historia de
unos muchachos en la guerra de lfni (2018) y Aragón 1918. La gripe
española (2021). También ha publicado Carbón rojo y Caballos de
hielo, relacionados con la crónica negra, analizada desde criterios
sociales. Ha participado en distintos programas audiovisuales y en la
elaboración del Mapa de Fosas de la comunidad aragonesa.
Cazarabet
conversa con Luis-Antonio Palacio Pilacés:
Luis-Antonio, ¿por qué eliges para
estudiar la República y la Guerra Civil la población de Alcalá de Gurrea y la
colonia obrera de Tormos en Huesca?
-En realidad no
lo he elegido. El proyecto sobre Alcalá y Tormos estaba destinado a completar
un trabajo global sobre cuatro municipios del Bajo Gállego y la comarca
aragonesa de La Violada -Almudévar, Zuera, Gurrea de Gállego y Alcalá de
Gurrea- en los que se desarrolló una intensa vida social durante el periodo
republicano y que fueron brutalmente represaliados por los sublevados, hasta el
punto de que las víctimas del fascismo en ese conjunto de pueblos superan con
creces los 400 asesinados.
-Ampliemos
un poco de manera más pormenorizada aquello qué tienen de particular Alcalá de
Gurrea y la colonia de Tormos en Huesca para que te llamen la atención estos
lugares en tu estudio de investigación.
-Bueno, desde el
inicio de las obras de los Grandes Riegos del Alto Aragón la colonia obrera de
Tormos se convirtió en una populosa comunidad integrada por trabajadores
procedentes de buena parte de la geografía nacional. Y con la llegada de la
Segunda República, en un auténtico vivero de las ideas anarquistas de extrema
combatividad, hasta el punto de que la zona adquirió protagonismo a nivel
nacional en diversas ocasiones. Especialmente en la prensa libertaria, como
parece lógico, pero también en la prensa generalista en más de una oportunidad
debido a los sucesos que se produjeron en el lugar.
-¿Qué les supone a estos lugares la llegada de
la República? Más que nada, por favor, haznos un comentario desde el punto de
vista social. ¿Y los nuevos cambios que se querían hacer sobre el mundo de la
agricultura con la nueva ley o legislatura de Reforma Agraria?
-Como queda
dicho, una mera acumulación de obreros en una zona concreta se convirtió de
forma muy rápida en una comunidad agrupada en gran medida -porque como podréis
imaginar no todos eran anarquistas- en torno a una ideología que exigía un
elevado grado de compromiso personal. Las actividades culturales y formativas
se multiplicaron y aquella masa amorfa de trabajadores incultos se transformó
en muy poco tiempo en una comunidad motivada y liderada por militantes muy bien
preparados. En cuanto a la cuestión de la Reforma Agraria, lógicamente no
afectó tanto a la colonia obrera como al pueblo en cuyo municipio estaba
enclavada. Alcalá de Gurrea era un pueblo con una marcada desigualdad en el
reparto de la tierra, y las ideas libertarias procedentes de la cercana colonia
obrera no tardaron en arraigar entre muchos jóvenes del municipio ajenos a las
obras de los regadíos.
-El
estallido de la Guerra Civil a raíz del Golpe de Estado, ¿qué significa para
estas tierras y territorios?
-Pues a grandes
rasgos, el paso del todo a la nada… Tanto Alcalá como la colonia obrera de
Tormos quedaron en la primera retaguardia fascista, a muy pocos kilómetros de
distancia de las líneas republicanas. Pero esa escasa distancia marcó la
diferencia entre la vida y la muerte para numerosas personas y para las ideas
por las que luchaban, que se desvanecieron del municipio para nunca más volver
a verse representadas. En adelante fue como si aquellos años tan intensos en
todos los sentidos jamás hubieran ocurrido, como si todo hubiera sido un sueño
del que no quedaría el menor rastro, hasta que con el final de las obras la
propia colonia obrera se convirtió en un pueblo fantasma poblado por las
sombras de los asesinados.
-¿Lo podríamos definir como una especie
de cortocircuito para el devenir que empezaba a tomar esta zona con las
reformas de la República y sus ideas para con las tierras, el campesinado ,los
regadíos?
-Eso no fue un
simple cortocircuito; más bien hablamos de un apagón total y definitivo. Hubo
un antes y un después, y no precisamente para bien.
-En
este libro te centras mucho en la transformación agraria y social que supuso la
implantación del Plan de Riegos del Alto Aragón a principios del siglo XX con
el fondo repleto de un hervidero del activismo ácrata en la zona de los riegos
del Alto Aragón. No podía ser de otra manera, ¿verdad?
-Bueno, las cosas
bien podían haber transcurrido de otra forma, pero por una serie de
circunstancias tomaron esa dirección. Por ejemplo, muchos de los ferroviarios
despedidos a raíz de la huelga revolucionaria de agosto de 1917 buscaron
trabajo en el ferrocarril de vía estrecha que funcionaba a lo largo de la cada
vez más extensa zona de obras que avanzaba imparable hacia el este. Luego hay
que considerar que entre los obreros se contaban hombres que con anterioridad
habían trabajado en Cataluña, donde habían trabado contacto con las ideas
anarquistas. Sin contar con que en las propias tierras oscenses el anarquismo
era una ideología presente en diversos puntos desde muchos años antes del
estallido de la Guerra Civil.
-¿Qué tenían en común esos lugares sobre los que
habéis realizado el estudio y la investigación?
-Básicamente dos
cosas: su proximidad geográfica, que permite estudiarlos como un todo, y una
extraordinaria vida socio-política, impropia en cierto modo de localidades
demográficamente tan intrascendentes.
-¿El tejido social era también, un denominador
común? ¿nos lo puedes descifrar con un poco más de detenimiento?
-Sí, lo era pero con matices. En este trabajo de dos décadas de
duración hemos estudiado cuatro municipios que, aun siendo bastante parecidos
en lo referente a su estructura social, presentaban particularidades importantes.
En Gurrea de Gállego y Almudévar primaba un latifundismo extremo, mientras que
en Alcalá y Zuera la tierra estaba más repartida. Y mientras en Zuera y Gurrea
de Gállego la corriente sindical prioritaria fue la socialista representada por
la UGT, en Almudévar y Alcalá de Gurrea el anarcosindicalismo de la CNT barrió
por completo, hasta el punto de que los socialistas apenas lograron poner en
pie minúsculas agrupaciones casi testimoniales. Esto tiene su importancia, ya
que como sabemos la dinámica operativa y los objetivos últimos de cada
sindicato eran muy diferentes; eso podría verse con claridad a raíz de los
hechos de diciembre de 1933, cuando se produjeron disturbios en toda la zona,
pero de ningún modo con la virulencia que alcanzaron en Almudévar o Alcalá de
Gurrea.
-¿Cómo y de qué manera llega la II
República a esta zona de los riegos del Alto Aragón? ¿cómo es recibida?
-Con alborozo;
con auténtico júbilo popular y con mucha esperanza en el futuro que se abría
ante el país. El sentimiento generalizado era el de que esta vez no había
vuelta atrás, que por fin se había emprendido un camino que llevaría a España a
una necesaria modernización y al arrinconamiento de viejas estructuras
reaccionarias; especialmente de la Iglesia Católica. Por desgracia ese ambiente
positivo pronto daría paso a una tensión social cada vez más acusada.
-En
el transcurso de la II República ¿qué vaivenes se van produciendo? Hay que
tener en cuenta que se encuentra la eclosión anarquista en los llanos de La
Violada, la insurrección anarquista de diciembre del 33 con todas sus
consecuencias y la llegada del “Bienio Negro”…
-La situación
comenzó a enconarse muy pronto, con la negativa de los conservadores a aceptar
los cambios republicanos y con la urgencia por llevar adelante los cambios tan
anhelados que se apoderó de la izquierda y los anarquistas. A unos los cambios
les parecían peligrosos e inaceptables; a los otros demasiado lentos y
mojigatos… En diciembre de 1933 los anarquistas se lanzaron a la sublevación
armada con trágicas consecuencias, que en gran medida mediatizarían el futuro
de los acontecimientos en la zona hasta el definitivo estallido de la
guerra.
-Por
ejemplo, la llegada del “Bienio Negro”, ¿qué supone en el seno de estas
comunidades muy activadas en las reivindicaciones sociales?
-Pues se trató de
un periodo terrible por la represión desatada contra las organizaciones de
izquierdas. Contra los anarquistas a raíz de la insurrección de diciembre de
1933, contra los socialistas y todos los demás después de los hechos de
Asturias en octubre de 1934. Demasiado a menudo las autoridades derechistas no
hicieron distingos entre unas corrientes de pensamiento y otras, y reprimieron
a todo el mundo al margen de que se hubieran unido o no a las rebeliones
anarquista y socialista. En especial en el pueblo de Alcalá de Gurrea la
persecución desatada por la Guardia Civil fue tan abusiva que llegó a las
páginas de la prensa nacional libertaria en repetidas ocasiones.
-¿Qué supone el alzamiento y la guerra civil en
esta zona porque por lo que narras se producen escarceos, matanzas, muchos
miedos y demás, no?
-Como he dicho,
más de 400 personas fueron asesinadas, a pesar de que la cercanía del frente
facilitó que la mayor parte de las personas más comprometidas pudieran huir a
zona republicana. La represión fue salvaje y alcanzó cotas que sólo se vieron
en algunas comarcas de Aragón y en el sur de España, en Extremadura y
Andalucía. En Alcalá se conoce la existencia de decenas de víctimas, pero
sabemos que las personas asesinadas fueron muchas más de la cuantificadas
porque se trataba de obreros de los Grandes Riegos procedentes de fuera del
municipio cuya identidad resulta imposible de rastrear en esas circunstancias;
máxime cuando centenares de sus compañeros huyeron durante las primeras semanas
de la guerra. Baste decir que el 5 de octubre de 1936 se produjo en la partida
alcalaína de El Pocico la que había de ser la segunda
matanza más importante en términos cuantitativos llevada a cabo en la provincia
de Huesca por los fascistas, con un saldo de 43 víctimas confirmadas.
-¿Cómo fue o pasó la guerra en estos
lares?
-Todo estuvo muy
vinculado con la cercanía del frente, que permitió salvar muchas vidas desde el
momento en que muchos de los militantes más comprometidos lograron cruzar las
líneas y buscar refugio en la zona republicana. Por desgracia esa misma
proximidad del enemigo “marxista” alimentó los temores de los sublevados, que
llevaron a cabo una atroz matanza en los pueblos de la retaguardia.
-¿Por qué calificas al año 1938 como “el año
decisivo”?
-Bueno,
claramente se trata del año en el que quedó claro que la guerra iba a ser
ganada por los fascistas. Además en la primavera de
ese año la ofensiva de Aragón liquidó todo rastro de poder republicano o
anarquista en esta región, alejando los frentes de batalla y anulando cualquier
esperanza de una posible liberación de las zonas como Alcalá y Tormos más
cercanas al frente de batalla.
-En las guerras, y más en las civiles,
hay un importante componente de venganza. ¿Qué nos puedes decir? Porque los
ajustes de cuentas debían de ser notables, puesto que cuanto más activismo
social hay, en este caso ácrata, más puede haber de “fenómeno que alimente la venganza”… ¿Qué factores estuvieron allí bien presentes?
-Desde luego que
sí. En particular, en Alcalá de Gurrea y la colonia obrera de Tormos la derecha
y la Guardia Civil nunca olvidaron lo acontecido en diciembre de 1933, cuando
un agente de la Benemérita murió a manos de los insurrectos ácratas y buena
parte de los vecinos más acomodados de Alcalá fueron arrestados y encarcelados
en las dependencias del Ayuntamiento. La venganza ya había sido una constante a
lo largo del tiempo transcurrido entre esas fechas y las elecciones de febrero
de 1936 que se saldaron con el triunfo del Frente Popular, pero a partir del
estallido de la guerra adquirió tintes sangrientos y bárbaros. Y hay que
destacar que entre sus primeras víctimas no se contaron solo activistas
anarquistas muy destacados, sino también los elementos más destacados del
republicanismo local -el doctor José Bielsa, el maestro Isidro Mir, etc.-,
hombres que jamás habían participado ni por asomo en acto violento alguno y que
fueron asesinados en circunstancias de gran crueldad.
-¿Qué pasa cuando llega la posguerra? ¿En qué
consiste en este territorio que ganasen los alzados la guerra?
-Pues todo rastro
de activismo social había desaparecido y la zona se había transformado en un
páramo social. Pobreza, represión, familiares en las cárceles, niños huérfanos…
Las obras estuvieron paralizadas durante bastantes años -más allá de pequeños
trabajos de mantenimiento-, y bien puede decirse que la guerra retrasó en más
de una década su culminación. En cuanto a la ideología anarquista, no solo
desapareció, sino que ni siquiera pasó a ser un recuerdo del pasado, ya que en
las décadas siguientes toda memoria de lo ocurrido antes de la guerra fue
obliterada de las conversaciones y de la memoria popular.
-¿La idiosincrasia de la posguerra es la misma
con los consejos de guerra que podrían calificarse de una “pantomima” para
escarmentar a los que no pensaban como a los que ganaron la guerra e impusieron
el ideario del franquismo?
-Eso es algo bien
sabido y fuera de toda cuestión. La arbitrariedad de los consejos de guerra los
convirtió en una farsa grotesca. La vida o la muerte de los reclusos pendía a
menudo de un tenue hilo: de un informe más o menos negativo firmado por un
cura, o por un jefe de Falange… Al menos en Alcalá y Tormos la oleada de
consejos de guerra se saldó sin sentencias as muerte; es un consuelo, bien que
atemperado por el hecho de que muchos de los más activos militantes habían
muerto en la guerra, habían sido asesinados durante los primeros meses de la
contienda o habían tenido que partir al exilio para salvar la vida. El más
conocido de los líderes anarcosindicalistas del municipio, Máximo Franco
Cavero, se quitó la vida en los muelles del puerto de Alicante junto con su
gran amigo y compañero, el maestro Evaristo Viñuales,
en un episodio bien conocido.
-La
represión podía ir desde la muerte, la prisión o a la represión económica y una
cosa no quita de la otra, ¿no?;¿cómo era en la mayoría de los casos?
-En el caso de
Alcalá, como ya queda dicho, no se produjeron sentencias a muerte, pero
numerosas personas fueron encarceladas y muchas más multadas por el Tribunal de
Responsabilidades Políticas, que al igual que en el resto de los ocho mil
municipios españoles no vaciló en hacer recaer los pagos de esas sanciones en
viudas o hijos de hombres y mujeres que habían sido asesinados o habían muerto
en la guerra. Viudas o hijos que muy a menudo vivían en condiciones de miseria
por culpa de los mismos que les obligaron a pagar esas sanciones.
-¿Hay exilio, sobre todo se da en África
del Norte y en ciertos lares de Sudamérica?
-Bueno, la mayoría de los exiliados se
encaminaron a Francia por hallarse en Cataluña en el momento del avance
fascista sobre esa región. Casi todos los vecinos de Alcalá de Gurrea y Tormos
atrapados en la zona central al producirse la ruptura de la zona republicana
eran hombres que formaban en las filas de la 28ª División. El final de la
guerra les atrapó en lugares como Madrid o Ciudad Real. Buen número de ellos se
dirigieron hacia los puertos mediterráneos en un desesperado esfuerzo por
escapar. La gran mayoría de ellos no lo consiguieron y cayeron prisioneros para
entrar en la perversa dinámica de las prisiones y campos de concentración
franquistas. Solo un par de ellos lograron alcanzar las costas argelinas y con
el tiempo, tras años de estancia en el norte de África, se trasladarían al
Uruguay. Pero el grueso del exilio alcalaíno se refugió y vivió en la Francia
metropolitana.
-Las
consecuencias de la guerra no se quedan, solamente, en el exilio porque hay,
también, gentes que hacen la guerra en el Sahara y los hay que sufren la
profanación de sus tumbas para ser llevados al Valle de los Caídos… ¿Qué nos
puedes comentar, Luis Antonio?
-Sí, la desgracia
que el franquismo supuso para el país se tradujo en asuntos tan sórdidos como
el robo de cuerpos -el robo, con todas las letras- para su traslado forzoso al
Valle de los Caídos. En la zona de Almudévar se recuperaron numerosos cuerpos
de soldados rebeldes, pero también se sustrajeron los restos mortales de
decenas de personas asesinadas por el fascismo. Y no es ya que no se solicitara el permiso de sus familiares, es que esa
posibilidad no siquiera se contempló. El caso más clamoroso en ese municipio
fue la exhumación de los 43 asesinados de la matanza de El Pocico.
Por una de esas penosas casualidades de la vida, una de las personas que
participaron en la recuperación de los cadáveres fue un hombre que siendo niño
se convirtió en uno de los dos únicos testigos que desde la lejanía pudieron
contemplar el asesinato masivo que acababa de cometerse. Gracias a ello pudo
constatar que el número de víctimas ascendía a 43, por el simple sistema de
contar los cráneos recuperados. Algo que confirmó lo que él ya sabía desde
pequeño. En cuanto a la guerra colonial librada en el Sáhara y en Ifni durante
los años 1957 y 1958, sí, se dio el triste caso de que uno de los dos
centenares de soldados españoles fallecidos en esa contienda fue un alcalaíno
que, además, pertenecía a una familia duramente represaliada por el franquismo.
Pocos años después, en 1964, el régimen celebró sus famosos “XXV años de Paz”;
una farsa grotesca, pues se pasaba por alto el largo conflicto con el maquis,
que costó varios millares de vidas, y esa guerra africana, en la que perdieron
la vida algunos civiles y unos doscientos oficiales, suboficiales y soldados
españoles.
-Luis
Antonio, ¿cómo ha sido el proceso de documentación, estudio e investigación
para este libro, teniendo en cuenta que tienes aquí testigos orales que son un
aporte importantísimo? Luego están los archivos, la prensa con las hemerotecas
y la consultoría de los libros y demás… ¿Cómo ha sido este viaje?…
-Pues ha sido
algo diferente al resto de mis trabajos publicados por una simple cuestión:
comencé esta investigación en 2007 en compañía de Raúl Mateo Otal, quien colaboró conmigo en los trabajos previos sobre
Zuera y Almudévar. Sin embargo, por cansancio y por cuestiones propias el trabajo
quedó en suspenso -no abandonado, pero si en suspenso- y cada uno dimos
prioridad a otras investigaciones que nos llevábamos entre manos. Luego los dos
atravesamos por difíciles situaciones familiares y Raúl se trasladó a vivir a
Francia, con lo cual, finalmente, retomé el trabajo en solitario hace ahora
algo más de dos años. La mayor parte de personas entrevistadas en su día ya
había fallecido, pero existía un compromiso ético con ellos, que tan
generosamente nos prestaron su colaboración, y el trabajo tenía que salir sí o
sí… En cuanto al resto -archivos, hemerotecas, etc.- pues la investigación ha
sido similar a la ya acometido en anteriores ocasiones, aunque debo reconocer
que cada día me cuesta más pasar horas y horas ante una pantalla de microfilm o
en los sillones de los archivos. El tiempo no pasa en balde para nadie…
-Amigo
Luis Antonio, ¿qué has aprendido de esta investigación?, porque siempre se
aprende algo y en este caso no poco…
-Esta
investigación ha sido la constatación efectiva de que la historia oral puede
darse por finalizada en lo referente a la Guerra Civil y la primera posguerra.
Afortunadamente hay cientos y cientos de grabaciones efectuadas por numerosos
investigadores, pero lo que no se grabó en su día a estas alturas puede darse por
perdido, a no ser que haya quedado registrado por escrito de algún modo. La
generación de la guerra ha desaparecido y en adelante quienes se aproximen al
tema tendrán que hacerlo sabiendo que ya no existen testigos directos de
aquellos hechos. Que ese tipo de fuentes han quedado irremisiblemente cerradas.
Es tristísimo: a lo largo de más de veinte años yo he hablado literalmente con
centenares de ancianos y ancianas que vivieron y sufrieron la guerra. Ver como
toda esa generación se desvanece ante tus ojos quizá sea ley de vida, pero es
algo muy triste, y, desde el punto de vista historiográfico, una pérdida
inconmensurable. Y más en estos tiempos de repugnante revisionismo histórico
que nos está tocando vivir.
-Amigo,
¿nos puedes dar alguna pista de aquello en que estás trabajando ahora?
-Pues tengo dos
trabajos listos para la publicación, pero todavía no sé cuándo verán la luz. El
primero rompe completamente con todo lo que he hecho hasta ahora, pues no se
trata de nada relacionado con la historia contemporánea sino de un relato de lo
ocurrido en el valle de Tena entre 1634 y 1642, cuando una epidemia de posesión
diabólica afectó a decenas de mujeres de diversos pueblos del valle. El tema ha
sido investigado, pero desde un punto de vista, por así decirlo, científico. Yo
lo que intento es hacer un relato “lineal” de los hechos asombrosos que
ocurrieron en aquellos días, desde el inicio de los sucesos hasta su final. El
segundo trabajo es una serie de más de 160 entrevistas que registré por todo
Aragón -desde Pomer hasta Albelda y desde el valle de
Gistaín a La Puebla de Valverde-, poco antes de la
pandemia de Covid, entre personas que vivieron la guerra y la posguerra y que,
en su inmensa mayoría, jamás habían prestado testimonio ante un investigador.
Con todo ese inmenso volumen de material pretendo ofrecer un cuadro más o menos
pormenorizado del modo en que se vivió el conflicto entre personas de
izquierdas o de derechas, que quedaron en zona rebelde o en zona republicana,
de distintos orígenes sociales y que vivieron el conflicto y sus consecuencias
de modo muy diferente. Por último, también ando trabajando en la corrección y
elaboración de las memorias personales de un señor de Ayerbe que luchó en las
filas de la “Roja y Negra”. Así que, como veis, aún queda tajo por delante y,
con un poco de suerte, volveremos a encontrarnos en las páginas de Cazarabet.
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Cazarabet
Mas de las Matas
(Teruel)