La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa con...   Antoni Segura, autor del libro "Estados Unidos, el Islam y el nuevo orden mundial. De la crisis de los rehenes de 1979 a la primavera árabe" (Alianza Editorial)

 

 

1372248488504.jpg-Para este libro que analiza la relación entre EEUU, el Islam y el Nuevo Orden Internacional ¿Por qué partes de la crisis de los rehenes de 1979 en Irán?

-Precisamente porque como también trata de las miradas cruzadas entre Occidente (Estados Unidos en este caso) y el islam empiezo por el fiasco de Carter al intentar rescatar a los rehenes de la embajada de Teherán, lo que marcó profundamente la mirada de Washington sobre el islam y, de manera más general, su política exterior ya que era el segundo revés que recibía en pocos años (el primero fue tener que abandonar Vietnam en 1975 sin haber conseguido sus objetivos). Además muy pronto se vio que la revolución de Irán no sólo significaba la pérdida de un aliado estratégico en Oriente Medio, sino que el nuevo Irán constituía una amenaza para sus principales aliados en la región (Israel, Arabia Saudí, Kuwait…) y para el comercio del petróleo.  

-¿Y por qué te paras en la primavera árabe?

-Porque creo que es el acontecimiento más importante que ha sucedido en los últimos años en el escenario internacional. Marca, en cierta medida, un punto de no retorno, el de la pérdida del miedo a las dictaduras por parte de las poblaciones -y sobre todo de los jóvenes- árabes. Podrán fracasar, habrá involuciones, serán transiciones largas, con avances y retrocesos, pero la geopolítica del espacio mediterráneo y de Oriente Medio no volverá a ser la misma. El apoyo a dictaduras que impiden, mediante la represión, la falta de libertades y la conculcación de los derechos humanos, el asenso del islamismo es un modelo rechazado de plano por los protagonistas de las revueltas. Son revueltas por la dignidad que reclaman libertades, elecciones y democracia. El entendimiento con un islam político moderado, similar al de Turquía o el que se ha abierto paso tras las elecciones en Marruecos, Túnez y Egipto, resultará imprescindible en los próximos años o décadas.

-¿Es que has encontrado pontos de convergencia entre la crisis de los rehenes y el / los estallidos de las primaveras árabes?

-Sí, en los dos casos, la revolución iraní de 1979 y las primaveras árabes, aunque de signos diferentes, suponen una ruptura sin retorno del status quo anterior.

-Con el tiempo hemos ido sabiendo más sobre el intervencionismo de EEUU en el devenir del Irán , de su “status quo” con el régimen del Sha y de sus malas relaciones(más bien confrontaciones) con el “régimen de los ayatolas”…¿cuándo sabremos ,verdaderamente,  cómo , de qué manera y cuánto  influyeron en el devenir de este país , (me refiero a las políticas dictadas desde Washington)?

-Probablemente en las próximas décadas la desclasificación de documentación secreta aportará nuevas evidencias, pero creo que lo esencial ya es conocido.

-¿Y con el devenir de las  primaveras árabes?

-Sin duda hay muchos factores que nos son todavía desconocidos porque acaban de suceder o todavía están sucediendo, sólo hace falta ver lo que está pasando en Egipto donde a pesar de todo -y mucho más tras el golpe de Estado del pasado julio- el Ejército y sus intereses económicos y políticos siguen marcando la hoja de ruta de un cambio que, hoy por hoy, parece abortado. Pero, sin duda, el pueblo egipcio no ha dicho todavía la última palabra y la reducción de la ayuda militar norteamericana demuestra que tampoco la Casa Blanca ve muy claro que un gobierno tutelado por los militares y la ilegalización de los Hermanos Musulmanes sea la mejor solución para garantizar el cambio político.

-Punto y aparte merece el caso de Libia. Explícanos

-El régimen de Gadafi era un régimen aislado que durante décadas reprimió duramente a la escasa oposición libia y desafió los intereses occidentales. La desaparición de la URSS dejó a Gadafi huérfano de cualquier posible alianza internacional, ni tan siquiera Irán o Siria con unos regímenes chiís incompatibles con la versión suní del islam de Gadafi. Tampoco podía contar con los grupos del islamismo radical jihadista a quien Gadafi había combatido siempre. El reconocimiento de su participación en los atentados aéreos de 1988 y 1989 y la reparación económica de las víctimas no fue suficiente para su readmisión plena en el foro internacional. Tampoco, tras el 11S, su beligerancia contra Al Qaeda y el islamismo radical. Con todo, los regímenes occidentales le reían todas las gracias, especialmente los países europeos dependientes de su petróleo. Así, al estallar la revuelta en Libia, Gadafi se encontró totalmente aislado al tiempo que reaparecía la tradicional oposición entre la Tripolitania -a quien Gadafi había beneficiado- y la Cirenaica (Bengasi fue núcleo inicial de la revuelta). Finalmente la intervención de la OTAN resultó decisiva en la caída del dictador ya que el ejército libio estaba precariamente armado -desde los setenta hubo diversos intentos de complots militares por lo que Gadafi confió su suerte a unidades de élite formadas por mercenarios y desasistió al ejército libio- y una parte se puso de parte de los sublevados. Un importante efecto colateral fue el paso de las unidades de élite de Gadafi hacia los países del sur lo que, junto con las milicias de Al Qaeda en el Magreb Islámico y otros grupos radicales, han provocado una creciente inestabilidad en países como Mauritania, Malí, etc. Pero la situación en Libia no se ha normalizado. Por el contrario, a pesar de haberse celebrado elecciones y estar en proceso de redactar una constitución, la seguridad y la vida cotidiana sigue condicionada por las acciones de decenas de milicias armadas a menudo enfrentadas entre sí que controlan sus localidades o regiones de origen y por la presencia de grupos jihadistas y que no persiguen precisamente la instauración de un sistema democrático.   

-¿Cómo ves a Siria en este escenario?

-Siria está viviendo desde 2011 una guerra civil de difícil resolución. Sin duda se había de haber intervenido al principio, ahora es demasiado tarde y el país parece condenado a desangrarse en una guerra civil que podría desembocar en un estado de violencia permanente durante años. En primer lugar, Siria no tiene nada que ver con la Libia de Gadafi. A diferencia de éste Bashar al-Asad no está aislado sino que cuenta con poderosos aliados en la región, Irán, Hizbolá y, hasta que empezaron las matanzas de civiles por el régimen, Hamás, que cerró sus oficinas en Damasco y, en febrero de 2012, formalizó su ruptura con el régimen de Al-Asad a través de un discurso pronunciado por Ismail Haniyeh en El Cairo. Además ha tenido -y sigue teniendo a través de Hibolá y de otros partidos afines al régimen de Damasco- una fuerte influencia en la política del Líbano. En segundo lugar, tiene el apoyo, hasta ahora incondicional, de Rusia, que ha vetado en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cualquier resolución contra el régimen de Al-Asad. Se debe fundamentalmente a tres razones: Siria es el único aliado de la antigua URSS que conserva Rusia en Oriente Medio; en Tartus (Siria) se ubica la última base naval militar que le queda a Moscú en el Mediterráneo más allá del mar Negro; Siria es uno de los principales clientes de armas de Rusia. También tiene el apoyo, menos condicional de China, aunque es un apoyo indirecto resultado de su alianza con Irán que hasta hace poco era uno de los principales suministradores de petróleo al gigante asiático. En tercer lugar el ejército de Al-Asad es mucho más poderoso, cohesionado y moderno que el de Gadafi. Por último, Siria está en el centro del polvorín de Oriente Medio y una intervención que no diera los resultados previstos podría sumir a toda la región -empezando por el Líbano- en un proceso de desestabilización y violencia que comprometería la seguridad de Israel, que sigue ocupando los Altos del Golán sirios, y, posiblemente de un Iraq ya suficientemente golpeado por los atentados y la inestabilidad política. Sin olvidar los efectos que una situación así podría tener sobre países como Jordania, Turquía, Egipto o las monarquías petroleras del Golfo que, sin duda, se verían envueltos también, de una manera u otra, en el conflicto. Además la situación en Siria se ve también contaminada por el hecho de que la minoría alauita -una variante del chiismo- ocupa el poder desde hace más de cuatro décadas en una país mayoritariamente suní, aunque el régimen ha sabido coaptar también a los principales notables de la mayoría suní como miembros de los altos mandos del ejército o del partido único.

Por otra parte, la oposición siria se mostró, al principio de la revuelta, dividida y débil y los diversos intentos de la oposición por coordinar, mediante organismo unitarios como el Consejo Nacional Sirio (CNS) creado en Turquía en 2011, la revuelta desde el exterior fueron rápidamente desbordados por las decisiones de los mandos del Ejército Libre de Siria (ELS) en el interior, que también denota fuertes divisiones internas. Durante los más de dos años de  guerra el régimen ha seguido contando con las importaciones de armas rusas, mientras el ELS recibía ayuda militar de Qatar y de Turquía e indirecta -o logística- de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Pero paralelamente, la guerra civil ha dado una oportunidad a Al Qaeda y otros grupos jihadistas de intervenir en el conflicto supuestamente para apoyar al ELS, pero, en realidad, actuando por libre. En apoyo del régimen actúan milicianos de Hizbolá y de Irán organizados en unidades compactas y bien preparadas militarmente. En suma, se ha llegado a una situación donde la intervención militar probablemente sólo serviría para empeorar la situación de un Estado en proceso de fallida y para internacionalizar todavía más un conflicto que amenaza a toda la región. Y la no intervención podría suponer la consolidación de un régimen brutal capaz de llevar a cabo una represión sin precedentes. En definitiva, a estas alturas, ni la intervención, ni la no intervención parecen soluciones razonables, pero tampoco lo es una guerra civil que ha costado ya la muerte de más de cien mil civiles, ha ocasionado más de dos millones de refugiados y más de cuatro millones de desplazados internos, mientras el país se disuelve en distintos reinos de taifas controlados por unos u otros donde nadie garantiza no ya los derechos humanos o las libertades sino la vida aún en sus condiciones más precarias.                       

Foto-Antoni-Segura-web-390x265.jpg-¿Y al Yemen?

-Los problemas del Yemen preceden a la revuelta de 2011. La situación de Yemen iba más allá de la revuelta o del peligro de una guerra civil en un país fuertemente armado que es gran medida un estado fallido. En efecto como señalaba ese mismo año Christopher Boucek, el país «se enfrenta a una confluencia de crisis sin precedentes, cuya combinación amenaza con desbordar al asediado gobierno yemenita. Los problemas del país incluyen el terrorismo internacional, el extremismo violento, religioso y de conflictos tribales, el separatismo y el contrabando transnacional». La renuncia de Alí Abdallah Saleh a finales de 2011, la celebración de elecciones (febrero de 2012) y la victoria de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi -antigua mano derecha de Saleh- no han modificado substancialmente la situación del país que sigue siendo un estado fallido donde el gobierno no puede garantizar la seguridad, donde las fricciones tribales y los atentados están a la orden del día mientras grandes zonas del país están en manos de Al Qaeda o de otros grupos radicales y violentos. No se vislumbra una solución razonable a corto o medio plazo.  

-La situación que, en cambio, está viviendo Turquía ¿te parece más equiparable al movimiento 15-M  de indignados?

-Sin duda, lo que está sucediendo en Turquía tiene muy poco que ver con las revueltas árabes y micho con el movimiento del 15M. No se discute un sistema que, en esencia, es democrático, aunque perfectible cosa que también podría decirse de muchas democracias occidentales. Es de hecho un movimiento contra algunas de las políticas de islamización del presidente Recep Tayyid Erdogan que son contestadas por los movimientos laicos y los jóvenes de las ciudades. Como en Europa, también hay el trasfondo de los efectos provocados por la crisis económica que puede comprometer el futuro de muchos jóvenes turcos a pesar de su preparación universitaria. Es, en suma, un movimiento por la dignidad.   

-En el libro nos hablas , además, de la influencia de la extinta URRSS, de la caída del muro de Berlín, de las reformas de Gorbachoy….las herencias, todas diferentes y bien diferenciadas---diría yo--- de la Guerra Fría , de la desaparición de la URSS…de los mandatos de Boris Yelsin, Putin, las guerras con Chechenia….¿cómo ha podido influir todo este particular mapa político en el desarrollo de lo que en el libro analizas y que a mi parecer tiene a ver en que EEUU es el árbitro, más que nunca, de muchas de estas situaciones de hoy en día, teniendo en cuenta el papel importantísimo que sigue teniendo Rusia frente , y en confrontación, a las posturas que viene desde Washington?

-Sí, en cierta medida es así, pero con alguna salvedad. En efecto, la desaparición de la URSS dejó a Estados Unidos como la única gran potencia mundial, pero las guerras y las ocupaciones de Afganistán e Iraq y la crisis económica iniciada en Estados Unidos -parece que lo hemos olvidado, pero la crisis se hace visible con la quiebra de Lehman Brothers en 2008- introducen algunos matices. El primero es que EUA sigue siendo la principal potencia militar, pero en el mundo global eso no basta para mantener la hegemonía. En efecto, los nuevos conflictos armados demuestran que la superioridad militar sirve para ganar la etapa convencional de un conflicto, pero después se pierde la ocupación. El segundo es que en política económica el mundo se ha vuelto multipolar, es decir, EUA no puede substraerse a los efectos que provocan en su economía las decisiones económicas que toman otras grandes economías mundiales, ya sea la UE, China, las potencias emergentes, Japón, Rusia. Por último existen decisiones (políticas, económicas, de mercados…) que ya no son pensadas en el marco de las fronteras de los antiguos estados-nación y que nacen con una concepción global. En términos legales son las decisiones que toman las grandes multinacionales orientadas hacia un mercado global (y que a menudo provocan deslocalizaciones industriales que afectan al mercado laboral de los Estados implicados), las grandes entidades financieras, los organismos internacionales… En términos ilegales son las decisiones de mafias del narcotráfico, de las organizaciones terroristas de carácter global (Al Qaeda y otras), del comercio ilegal de armas, de los paraísos fiscales, etc. En este mundo global parece imponerse un multilateralismo difuso donde Rusia no ha dicho todavía su última palabra y donde la hegemonía de EUA va a ser mucho más difícil de mantener tal como se entendía el concepto de hegemonía hasta la desaparición de la URSS.    

-¿Puede entenderse que EEUU y sus aliados más afines en los últimos años sean la Gran Potencia frente a las posturas islamistas-- recordemos los atentados en la embajada de Kenia, el ataque al buque frente a las costas del Yemen(creo recordar), el fracaso de su intervención en Somalia( y el posterior devenir que ha tomado la situación en ese país), el 11-S y los demás actos terroristas y el legado que ha dejado Bin Laden) --son los únicos que le temen, hasta extremos psicóticos, al terrorismo islamista?

-Los atentados del 11S supusieron un fuerte choque sicológico para la opinión pública norteamericana. Lo sintetizaba sucintamente Joseph Nye (2002) poco después de los atentados: por primera vez y de un solo golpe fuimos conscientes de nuestra vulnerabilidad. Desde entonces y probablemente hasta el discurso de Barack Obama en El Cairo de junio de 2009, la opinión pública de EUA -y por extensión occidental- vivió obsesionada por la amenaza de Al Qaeda y analizó el islam a través de la lente distorsionada de Al Qaeda. En este sentido Al Qaeda triunfó ya que se reabrió un falso debate entre libertades y seguridad. En otras palabras, el movimiento conservador occidental -liderado por los neocons- prometió seguridad a cambio de reducir los espacios de libertad, lo que indirectamente contribuyó a reforzar las dictaduras que han sido cuestionadas por las revueltas árabes. Esos regímenes no tuvieron inconveniente en prestarse a los servicios más sucias que le demandaban desde Occidente -cárceles secretas, represión del islam político, eliminación de sospechosos de terrorismo y, de paso, de gran parte de la oposición democrática, etc.- y en convertirse en paladines de la libertad mientras la negaban en sus países con fragantes conculcaciones de los derechos humanos y un sistema represivo destinado a inculcar el terror entre las poblaciones de estos países. Además, la respuesta dada a los atentados del 11S -Afganistán, Iraq- contribuyeron a legitimar el discurso de Al Qaeda entre los sectores más radicalizados, aunque minoritarios, de los países musulmanes, y también entre la inmigración musulmana en Europa. Afortunadamente, hoy parece que está obsesión ha disminuido y que los análisis son más precisos. Al mismo tiempo acciones como las de WikiLeaks y otras filtraciones han puesto en evidencia la falsedad de la dicotomía entre libertades y seguridad. Hoy somos menos libres, estanos mucho más controlados y todos somos más espiados, pero es una ilusión pensar que vivimos más seguros.      

 -¿Es al Qaeda el único enemigo o lo son, aún más, las células latentes que pueden explotar en algún momento o “ los lobos solitarios” que, en los últimos tiempos, se ha dejado ver en Francia ,el pasado año o en la maratón de Boston este presente año?

-La dirección de Al Qaeda tuvo un enorme éxito en lograr sus propósitos: convertirse, a través de la red donde difunde su discurso, en un icono capaz de actuar mediante franquicias. Soy de los que creen que Al Qaeda se encuentra hoy muy debilitada por sus propias contradicciones internas (su profundo anti chiismo; la dificultad individual de dar el salto de la jihad local, que es donde se forjan los militantes jihadistas -Chechenia, Cachemir, Iraq, Yemen…-, a la jihad global que motiva mucho menos a aquellos militantes que luchan por unos objetivos territoriales; y la aplicación de un principio perverso en el islam, el del takfir, que autoriza a matar a los malos musulmanes), pero que ha conseguido que su discurso y modo de actuación sea asumido por muchos grupos radicales violentos o por «lobos solitarios». Y ha tenido además el acierto de socializar el terror mediante la reivindicación de atentados cometidos por otros grupos que seguían las consignas de la red. La amenaza terrorista radica hoy en esos grupos. No obstante Al Qaeda mantiene un presencia importante en la zona tribal pastún situada a caballo de Afganistán y Pakistán, en Yemen y en el Sahel (Al Qaeda del Magreb Islámico que es, en realidad, el antiguo Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, que procedía del Grupo Islámico Armado surgido durante la guerra civil encubierta de Argelia en la década de los noventa). También conserva una presencia decreciente en Iraq y en los últimos años está presente en Siria.       

-Teniendo en cuenta el capítulo 4 sobre los Regímenes Árabes que divide a éstos entre los aliados de Moscú(Argelia, Iraq, Libia, Siria) y los aliados de Washington( La Península Arábiga, Egipto, Marruecos, Túnez, Jordania, Líbano.). Lo primero que me viene a la mente preguntarte es: ¿no se respira un clima, todavía de guerra fría de intereses entre estos dos países?. Y lo segundo:¿hasta cuando le aguatarán los aliados a EEUU porque el devenir que están tomando las diferentes situaciones dentro de alguno de estos países me parece que puede “decantar” la balanza hacia otros lares y no tiene porqué ser, tampoco, el de Moscú?

-En efecto, no sólo en Oriente Medio y África del Norte estamos asistiendo a una especie de resurgimiento de Guerra Fría entre EUA y Rusia, aunque sin el paraguas ideológico que enfrentaba capitalismo y comunismo. Hoy es una Guerra Fría mucho más pragmática dictada por la necesidad de Putin -que basó su ascenso al poder en la reivindicación del orgullo ruso para lo que se sirvió, entre otras cosas, de la guerra de Chechenia- de no perder presencia internacional. Lo mismo por parte de unos EUA cuyo liderazgo mundial es cada vez más cuestionado por China y por las potencias emergentes y que, además, ha sido fuertemente socavado por las guerras de Afganistán e Iraq y por la crisis económica. Es una nueva guerra fría movida por intereses de presencia económica -de mercados e inversiones en suma-, de control de los recursos energéticos, de zonas geoestratégicas y de los movimientos de capitales a nivel global -lo que afecta a la deuda y al déficit de los países y prolonga la crisis-, etc. En este nuevo mundo global, donde las ideologías juegan cada vez un papel menor, China parece moverse como pez en el agua haciendo gala de un pragmatismo ausente en la diplomacia de otros países. Y claro, las antiguas alianzas y fidelidades ideológicas cuentan mucho menos que el pragmatismo con que debe encararse la nueva situación mundial. Hoy ya no hay dos sistemas antagónicamente enfrentados, sino una sola realidad: las relaciones de mercado se han impuesto a nivel mundial (incluso en China) y esta «nueva guerra fría» discurre por otros parámetros.      

134686_antonisegura1.jpg-¿No te parece que la situación de Argelia juega un papel un poco especial respecto a sus situaciones y/ relaciones respecto a otros países más cercanos a las posturas de EEUU?

- El régimen argelino del Frente de Liberación Nacional (FLN) nunca profesó una alianza incondicional con la URSS. Retóricamente sí, pero, por ejemplo, mantuvo muy buenas relaciones con la antigua potencia colonial (Francia), que incluso conservó en territorio argelino (en la región de Béchar) una base militar secreta hasta 1971 donde experimentaba con armas nucleares, químicas y biológicas a cambio de preparar a técnicos militares argelinos en su uso y fabricación. El problema de Argelia sigue siendo un ejército no dispuesto a dejar el poder en manos de los civiles, aunque formalmente se celebren elecciones. Además la guerra civil encubierta de la década de los noventa y sus decenas de miles de víctimas han dejado un poso de miedo entre la población, de ahí que no hubiera ningún conato serio de revuelta árabe en el país. No sé hasta cuando el ejército podrá mantener esta situación y se plantea toda una incógnita para la substitución de Buteflika

-La pregunta siguiente es más que obvia: lo del cuento de nunca acabar entre el conflicto palestino-israelí. ¿Cómo lo ves?.

-Las primaveras árabes podían favorecer, inicialmente, una salida al conflicto palestino-israelí en la medida que unos regímenes árabe democráticos tendrían mayor legitimidad internacional para denunciar la ocupación de los territorios palestinos. Sin embargo, el golpe de Estado de Egipto del pasado julio juega en contra de una posible solución. Por otra parte, las mismas primaveras árabes y, actualmente, la guerra civil de Siria, tendieron a oscurecer el foco sobre el conflicto palestino-israelí que ha perdido protagonismo en los medios de información internacionales. Además, el actual gobierno israelí no parece en absoluto dispuesto a encontrar una solución viable al conflicto con la formación de dos estados. Por el contrario tiende a consolidar el status quo con nuevos asentamientos que obstaculizan el poder llevar a un acuerdo. Por parte palestina, la división de poderes de facto entre Hamás (Gaza) y la Autoridad Nacional Palestina (Cisjordania) tampoco ayuda a fijar una posición política de fuerza de cara a unas improbables negociaciones, aunque formalmente estas estén en marcha. Por último, la crisis de Siria y el siempre inestable Líbano tampoco ayudan. El principal éxito de la diplomacia palestina en los últimos años ha sido el obtener para Palestina la condición de Estado observador no miembro de las Naciones Unidas en noviembre de 2012, lo que le permitirá acudir al Tribunal Internacional en caso de nuevas agresiones militares del gobierno de Israel. Pero, en el fondo, el conflicto sigue estancado y en una situación de impasse que no da muestras de poderse desbloquear en los próximos años.

-Analizas el hervidero que tú calificas de atolladero de Afganistán y la novena vida de Al Qaeda, ¿no juega aquí un papel tan importante como Afganistán, (y perdona mi posible metedura de pata), Pakistán? En resumidas cuentas, ¿por qué te fijas más en Afganistán, por el paso de los rusos?

- Sin duda, Pakistán es el ojo del huracán de mucho de lo que sucede en Afganistán con el trasfondo del tradicional enfrentamiento por Cachemira entre Islamabad y Nueva Delhi. Pakistán ha jugado siempre un doble papel desde la década de los ochenta cuando el Ejército Rojo entró en Afganistán para ayudar al régimen aliado de Kabul. Posteriormente, con la llegada de los talibanes se acentuó ese doble papel. Por una parte se mantuvo como aliado de EUA, pero, por otra, los servicios secretos pakistaníes (ISI) y una parte del ejército, daban su apoyo a los talibanes y a grupos radicales pastunes para utilizarlos en atentados en Cachemira o, incluso, en territorio hindú. No fue casual que una de las últimas ciudades en ser ocupada por la Alianza del Norte fuera Kunduz, en el norte del país. Pervez Musharraf tenía en Kunduz un grave problema que no era precisamente la presencia de los ocho mil talibanes y los combatientes árabes de la brigada 55, sino la presencia de los militares pakistaníes y agentes del ISI que los asesoraban. Tuvo que acordar con George Bush un puente aéreo que trasportó a los pakistaníes hacia su país antes de que la ciudad cayera en manos del Alianza del Norte,  porque de lo contrario se produciría una escena que no interesaba ni a Musharraf ni a Bush. Además Pakistán es un Estado en semifallida donde el gobierno es incapaz de controlar totalmente y de forma permanente las regiones tribales pastunes que hacen frontera con Afganistán desde donde operan y se refugian tanto los talibanes afganos como los talibanes pakistaníes y lo que queda de la dirección de Al Qaeda. Si a todo ello añadimos que se trata de un país que dispone de la bomba nuclear, donde una parte del ejército y del ISI parecen minados o tienes connivencia -si no es que los protegen- con grupos del islamismo radical y un país donde los atentados indiscriminados están a la orden del día -especialmente contra las mezquitas y la minoría chií- obtendremos la radiografía de un Estado que, pese la celebración regular de elecciones salpicadas también regularmente de golpes de Estado militares, parece en un acelerado proceso de descomposición.

En efecto, en el libro no dedico ningún capítulo a Pakistán porque uno de los hilos argumentales fundamentales se centraba en las dos guerras de EUA contra países islámicos desde 2001. Sin embargo, creo que se dan elementos suficientes de análisis sobre Pakistán que intentare profundizar más en próximos trabajos.        

-¿Por qué en tan poco margen de tiempo EEUU  la tomó con Iraq…?

-Bien, en realidad, no fue en tan poco margen de tiempo. De hecho, los neocons tenían clavada la espina de Iraq desde la guerra de Bush padre en 1991 cuando este se negó a ocupar el país y a no derrocar a Sadam Hussein porque no era este el mandato de la ONU. De hecho, en el gabinete de urgencia creado por George Bush tras los atentados del 11S el subsecretario de Defensa, Paul Wofowitz, que ya había ocupado el cargo durante la presidencia de Bush padre, propuso atacar Iraq, a lo que se opuso el resto del gabinete, incluido su valedor Donald Rumsfeld, alegando que el mundo no entendería que se atacara Iraq cuando los responsables intelectuales de los atentados vivían bajo la protección del régimen talibán. Es más, toda la compresión y solidaridad internacional que tendría una guerra contra Afganistán bajo una interpretación un tanto forzado al derecho a la respuesta a un ataque (el 11S) que contempla la Carta Fundacional de Naciones Unidas se perdería en caso de atacar Iraq. Se pospuso, pues, pero no se olvidó, el tema de Iraq como se comprobaría menos de dos años después.   

-¿Nos puedes analizar por qué a tu parecer estalla la primavera árabe?

 -Creo que ya he respondido en parte a esta cuestión en una pregunta anterior. La primavera árabe estalla porque gran parte de la población -en especial los jóvenes urbanos con estudios- se rebelan contra el papel que ha asignado Occidente a las dictaduras de sus países: son la garantía para frenas el ascenso del islam político a costa de negar las libertades y conculcar los derechos humanos de las poblaciones de estos países. Con anterioridad, la creciente organización de la oposición, incluidos los islamistas, y de activistas por los derechos humanos desde principios de siglo, a partir de las huelgas textiles en Egipto, de la de los fosfatos en Túnez, de las familias de los presos políticos asesinados en Libia -sobre todo la masacre de 1.200 presos en la cárcel de Abu Salim en Trípoli en el verano de 1996- prepararon el terreno. Faltaba pues sólo la chispa que encendiera la mecha: la inmolación de Mohamed Buazizi en Sidi Buziz (Túnez) el 17 de diciembre de 2010; el asesinato por la policía del internauta Jaled Said en Alejandría en junio de 2010; la detención del abogado y activista de los derechos humanos el 15 de febrero de 2011 en Bengasi. Estos tres acontecimientos fueron, en última instancia, los catalizadores de las protestas que no hubieran tenido más consecuencias sin una amplia movilización y coordinación de la oposición, gestada en los años anteriores, y de los jóvenes que manejaban las redes sociales.

-Si quieres o deseas hacer alguna aportación más para que nuestros lectores vayan poniéndose el caramelo en la boca sobre tu libro….

-Simplemente y tal como acabo el libro, la situación internacional es, hoy más que nunca en el las últimas décadas, desalentadora, pero «conviene no olvidar que el futuro no está escrito. Está todo por decidir y está en nuestras manos escribirlo». No dejemos que otros lo escriban en nuestro nombre.

 

 

 

 

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Estados Unidos, el Islam y el nuevo orden mundial. De la crisis de los rehenes de 1979 a la primavera árabe. Antoni Segura

376 páginas

22,00 euros

Alianza

 

Los años 1991 y 2001, son dos años marcados por la historia. El primero, es el año de la desaparición de la URSS, un imperio que había durado 74 años, y el del final de la Guerra Fría. El segundo, es el año de los atentado del 11-S que visualizan un nuevo tipo de conflicto y de terrorismo internacional. A partir de entonces, los viejos modelos de regulación de conflictos y de relaciones internacionales y las alianzas anteriores quedan obsoletos y ya no sirven en un mundo globalizado con nuevos actores de dimensiones y objetivos desconocidos. Los regímenes árabes también se ven afectados por los cambios. Con esta mirada, el autor ha pretendido aproximar y hacer comprensibles los cambios más importantes que se han producido en la esfera del poder mundial, de las relaciones internacionales, de los conflictos y de las relaciones de Occidente con el islam en las últimas tres décadas. “En apenas una generación, el mundo ha cambiado de tal manera que resulta difícil reconocerlo”.

 

Antoni Segura i Mas, catedrático de Historia Contemporánea y codirector del Centro de Estudios Históricos Internacionales de la Universidad de Barcelona, imparte docencia sobre Historia Contemporánea del Mundo Árabe, Mundo Actual, y Conflictos y Convergencias en el Mundo Actual. En relación con el mundo árabe-islámico ha participado y dirigido cursos en varias universidades (Autónoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Rovira i Virgili, Pompeu Fabra, Politècnica de Catalunya, Valencia, Alicante, País Vasco e Internacional Menéndez Pelayo), ha colaborado con diversas instituciones (Agencia Española de Cooperación Internacional, Institut Català de la Mediterrània, Museu d’Història de Catalunya, Fundación Ortega y Gasset, CIDOB, Fundació Solidaritat de la UB, Fundación Marcelino Botín, Intermón, Bakeaz, Fundació Alfons Comín, Fundació Ramon Trias Fargas, Món-3, Centre d’Estudis Africans), ha participado en congresos y cursos, y ha publicado diversos libros sobre el mundo árabe-islámico (El Magreb: del colonialismo al islamismo, 1994; El món àrab actual, 1997; Aproximació al món islàmic, des dels orígens fins a l’actualitat, 2000), sobre el mundo actual (Historia Económica Mundial y de España, 1993 y 1995; El mundo actual. De la segunda Guerra Mundial a nuestros días, 1995, 2.ª ed. 1998) y sobre la historia reciente de España y Cataluña (Els catalans a Espanya, 1760-1914, 1996; La reorganització autonòmica de l’Estat espanyol, 1998; Empresaris de la postguerra, 1999; Memòria de la Transició a Espanya i Catalunya, 2000), y numerosos artículos en revistas especializadas.

 

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