La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa sobre...   el libro "Rastros de rostros en un prado rojo (y negro). Las Casas Baratas de Can Tunis en la revolución social de los años treinta" (Virus) de Pere López Sánchez.

 

Blog del libro y del proyecto: http://rastrosderostros.wordpress.com/

 

Virus ha editado, desde la pluma de Pere López Sánchez un libro que se remonta a los orígenes del anarquismo en Barcelona, en una barriada popular de las que podíamos considerar “de nueva creación” a raíz de la Exposición Internacional de 1929 cuando miles de habitantes hacinados entre barracas y barracones en torno a Montjuïc, fueron expulsados para reubicarlos en las denominadas Casas Baratas de Can Tunis, y que no eran más que una especie de gueto en la cercana llanura de Casa Antúnez (de ahí lo de Can Tunis). Se trata de Rastros de rostros en un prado rojo (y negro), Las casas Baratas de Can Tunis en la revolución social de los años treinta. El libro está prologado por Tomás Ibáñez y se acerca a este movimiento que, en Barcelona,  y con los años ocupó dimensiones más que importantes y trascendentes en el devenir del movimiento social y ciudadano  y, diríamos más, ya no tan solo de Barcelona, también de más allá….

De entre los afectados había todo un mundo de gentes llegados de diferentes lugares del estado a la capital barcelonesa…..Ya en el prólogo Tomás Ibáñez nos acerca a este fenómeno, presentándonos el enorme, concienzudo, riguroso y excelente trabajo del estudiosos y geógrafo, Pere López Sánchez.

En la investigación de López Sánchez se llega a entender cómo se ahondó el germen del “abrazar al  libertarismo” desde la raíz, porque el libro, como dice en el prólogo Tomás Ibáñez, se empeña en buscar y tirar del “hilo rojo y negro” para llegar a la raíz.   Así, en Las Casas Baratas de Can Tunis, se aglutinaron una gran cantidad de pensamiento libertario que se tradujo en multitudes de afiliaciones a la CNT.

Pero llega la guerra y “el corto verano de la anarquía”, un verano que gracias a naranjeros rojos y negros hizo que el levantamiento militar no ganase ni adeptos ni fuerza en Barcelona; llegaron ,desde esas “cunas rojas y negras” ,a llenarse camiones hacia Zaragoza siguiendo las estelas de Durruti, Ortíz…y llegó el trágico verano del 37 y la pérdida de la guerra y el miedo y el terror que, más que nunca y, seguro más que en ninguna parte ,se hicieron notar en Casas Baratas de Can Tunis.

Estamos ante un libro que analiza, desde el poso, el cómo una sociedad unas gentes van asumiendo por carencias y por las credenciales que llaman a la dignidad humana del día a día….un grito que les levanta, aunque luego tengan que “casi esconderse” para volver a “renacer” y es que en el anarquismo el fenómeno, como se trasciende del prólogo, de la vida y la muerte….tiene mucho de peso..Es imprescindible, y hoy más que nunca, leer este libro por lo que atesora como movimiento de dignidad social y por lo que tiene que ver con las gentes de almas libres, casi aprisionadas en una bran ciudad…..recordando que lo de ayer, de alguna forma, tiene firmes espejos hoy y ahora.

Sobre el prologuista, Tomás Ibáñez: http://librepensamiento.org/archivos/tag/tomas-ibanez

 

Enlaces de interés:

http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/los-rostros-can-tunis-2414977

http://www.fondation-besnard.org/article.php3?id_article=1917

y breves:

http://refractions.plusloin.org/spip.php?article734
http://losdelasierra.info/spip.php?breve22

 

 

pere_lopez_03.jpg"La lucha de los trabajadores de Can Tunis no era un caso aparte"

Diagonal entrevista a Pere López Sánchez, profesor especializado en geografía social y en la historia del espacio barcelonés. Con "Rastros de rostros en un prado rojo (y negro) Las Casas Baratas de Can Tunis en la revolución social de los años treinta" (Virus, Barcelona, 2013) ha rescatado las voces y los testimonios de un barrio en su lucha por mejores condiciones de vida y por la transformación social.

Julián Vadillo

 

Pere López (Barcelona, 1956) ha recuperado la historia colectiva de un barrio, el de las Casas Baratas de Can Tunis o Prat Vermell en Barcelona. Estas casas, construidas al calor de la Exposición Interna­cional de Barcelona en 1929, fueron protagonistas del desarrollo del movimiento obrero de la capital catalana.

¿Cuándo y cómo surge la idea de hacer esta obra?

Lo del cuándo es difícil de precisar. Como idea hacía mucho tiempo que me bullía e iba buscando el tiempo que no llegaba, pues siempre por una cosa u otra encontraba excusas para aplazar el ponerme a fondo. En firme, me puse en el otoño del 2004, aunque después por esas mil circunstancias que sobrevienen también lo tuve que aparcar de vez en cuando al volcarme en otros asuntos más apremiantes. Diría que ha ido saliendo a trancas y barrancas, y que por el camino se ha ido haciendo. Viene de lejos y lo he ido haciendo poco a poco, sin prisas.

¿Explicar las razones del libro? Podría lanzar equis motivos, y lo resumiría en que tenía interés en conocer cómo la gente del montón es capaz de hacer una revolución social, y pensando que dicho acontecimiento no es cosa de un día, me preocupaba saber el itinerario que habían seguido para un día ponerse a por todas; es decir, el cuento del día d y hora h --sea la fecha que sea-- no me convence, y menos los que aluden y subrayan la manoseada espontaneidad oportunista de los nadie que se apuntan a todas cuando toca. Escoger el sitio fue una cuestión menor, quería que fuera un territorio periférico, poblado de los que “nunca han hecho historia”. Eso sí me planteé que el lugar que escarbara no me fuera lejano. Podrían haber sido las Casas Baratas de Can Tunis, también la Torrassa,… Aunque, como explico en el libro, al final escogí las Casas Baratas porque fueron en aquellos años el espacio de correrías de mi familia paterna.

El libro está elaborado a partir de muchas entrevistas. ¿Cuáles son las dificultades que has encontrado en todo el proceso?

No sé si hago bien, pero déjame introducir una previa. No me atrevería a decir que he realizado muchas entrevistas, incluso diría que empleé casi nada la grabadora, aunque la llevara en la mochila. Prefiero contentarme con reflejar que he hablado o conversado con demasiada gente, y no en una ocasión sino bastantes veces; incluso con algunos quedábamos para almorzar o tomar algo. Me insinuaron que dejara constancia de “los informantes” pero ni podría ni he querido, que han sido cientos a los que he incordiado, desde luego.

El proceso es el típico que explican de la bola de nieve pendiente abajo. En los archivos encontraba una serie de nombres y preguntaba por ellos, los buscaba. Tras esas charlas salían otros nombres y volvía a los archivos. Etcétera. Una ida y vuelta constante e inacabable. Las dificultades eran otras, aunque me presentara como fuera (mi familia había vivido en el barrio, les decía, eran los tal --el mote por el que allá todos se conocen todavía--, que no pretendía entrar en cotilleos, que tan solo quisiera recuperar el pasado de luchas sociales de quienes vivieron en aquellos años en el barrio…), sí que encontré renuencias, pocas o ningunas ganas de hablar en bastantes casos. La excusa, y es lógico pero tremendo que todavía sea así es que de aquellos años es preferible no hablar. Fueron muy castigados tras la derrota --y creo que aporto testimonios, documentos y datos, demasiado elocuentes--, de ellos no se han echado más que pestes: los más malos entre los malos, y luego algunas historias noveladas o no que del barrio se han escrito tampoco los dejaban nada bien e iban repletas de versiones, diría, y como mínimo, un tanto tergiversadas. Lo difícil fue eso, ganarse la confianza, intentar convencerles que no iría a contar otra vez lo de siempre para hundirlos aún más. Ellos están hartos y yo también, y en parte una de las razones del libro es romper con el estigma que les acosó y les acosa. Ellos lo resumían diciendo que en el barrio, cómo no, había de todo, como en todos los sitios, pero también que abundaba la gente trabajadora y luchadora y que por eso pringaron como pringaron, que no se merecen tantos insultos y esa mala fama que se ha difundido siempre de ellos.

¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de todos los testimonios?

No sabría qué decirte o resaltar. Me guardo un sinfín de anécdotas e impresiones, no todas, ni mucho menos, reflejadas en las muchas páginas de “Rastros de rostros”. Algunas de ellas simplemente por respeto a ellos, y de verdad que las hay de muy fuertes. No sé si la palabra sería humildad o sencillez. Uno de ellos, después de contarme algunas cosas, sacadas a relucir o no en el libro, me recordaba que “coincidió” con Cipriano Mera en el exilio, compartiendo trabajos con él y otros compañeros, que intercambió unas palabras con el Quico (Sabaté) antes de que atravesara la frontera en su última entrada, todo por casualidad, pura coincidencia…

En los mayores además habría ese pundonor de no soportar las barbaridades, las mentiras descabelladas, que les echaban encima. Ramón y Sebas, vegetarianos y naturistas, no entendían cómo los tildaban de sanguinarios. Encarna se sulfuraba solo recordar la de memeces (decía ella) que les endilgaron. Algo de ese dolor si que transmitían… Fue Tomás que me recordó aquello de que “llevábamos un mundo nuevo en nuestros corazones” para que nos hayan maltratado de esta manera, ayer y hoy.

Entre los hijos o nietos de los protagonistas de aquella revolución social la sorpresa ha sido que más que quedarles lejos era que no tenían apenas noción de lo que ocurrió, de la implicación de sus familiares. En ellos, a menudo, encontré las mayores barreras; sus recuerdos eran de mucha hambre, penurias, etc. y poco más. Ahora, una vez que ha empezado a circular el libro, y han visto el vídeo, parece que surgen otras voces, que muestran —algunos, claro— interés en reivindicar la dignidad, con orgullo, de sus progenitores…

¿Crees que el entorno del barrio de Can Tunis fue fundamental para la adquisición de la conciencia de clase por parte de estos protagonistas anónimos de la historia?

Aunque haya abordado lo ocurrido en aquella barriada de Can Tunis, y mucho más en concreto en el barrio de las Casas Baratas del Prat Vermell, no quisiera que se interpretara como un caso aparte. Desde luego que el análisis concreto de situaciones reales lleva a destacar ciertas singularidades, pero preferiría que se entendiera que aquel proceso revolucionario se vivió con la misma intensidad entre otros espacios con parecida composición social. Entonces, los ritmos de vida hacían que los barrios, los lugares en que se habitaba, fueran espacios de socialidad, donde se afirmaba un nosotros dado al apoyo mutuo en todo lo que les concernía como comunidad. Siendo además el estar juntos en la calle, o también en los bares, uno de los canales donde aquella cultura obrera se paría y expresaba contra la explotación y opresión que padecían. Las peculiaridades, digamos, geográficas de Can Tunis --pero insisto, también en otros barrios similares-- tenían su peso, desde luego. Casitas como cajas de cerillas o latas de sardinas, alejados y aislados del centro, carencia de equipamientos, etc, eran factores que ayudaban a que cuajara y reforzara aquel espíritu de comunidad de lucha.

Lucha por una vivienda digna, mejores condiciones de trabajo, etc. Son reivindicaciones que hoy en día sigue con total vigencia. ¿Qué nos puede legar en la actualidad la lucha de los trabajadores en las décadas de 1920 y 1930?

Su legado podría ser su constancia, aun con la toda la represión que les caía encima, en unas prácticas críticas llevadas a todos los terrenos, sin distinguir o poner prioridades entre las esferas laborales o de la producción y las territoriales o de la reproducción social. Benito Maldonado, por ejemplo, fue comisionado por el barrio en la larga huelga de alquileres, también fue portavoz en el largo conflicto de las extracciones de arenas, además, al mismo tiempo, fue dinamizador del cuadro escénico del Ateneo Cultural de Defensa Obrera y socio y pregonero de la OSO --la Organización Sanitaria Obrera--.

Y como Benito otros muchos, y ese ser muchos y arraigados en el barrio creo que sería otro signo destacable de sus luchas. Además añadiría que se cuidaron mucho de ensamblar la mejora material con la moral. De ahí que se volcaran al autoaprendizaje colectivo, que pensaran y pusieran en práctica otra idea de salud (la OSO ya disponía de una especialidad en medicina naturista y homeopatía), que en su Ateneo se prodigaran en el “teatro proletario” (la primera que representaron fue precisamente Tierra y Libertad) y en charlas que además de abordar las cuestiones más latentes (por ejemplo los negocios del agua cuando se la cortaban como represalia por su huelga de alquileres) encaraban como querían la sociedad futura.

A lo largo de la obra comprobamos la importancia de la actividad de la CNT. Una CNT enraizada en la clase obrera y que servía como vehículo de mejora de la clase obrera. Esta visión real aleja las visiones de una CNT alejada de la realidad y con pretensiones oscuras. ¿Crees que lo que caracterizó al anarcosindicalismo español en aquellos años fue el pragmatismo (entendido éste como estar en la realidad de las luchas del momento)?

Me temo que en la pregunta anterior ya he respondido en buena parte a lo que me planteas. No sé si valdría la pena matizar lo de una CNT enraizada en la clase obrera, porque me suena un poco a lo del huevo y la gallina. Como organización la CNT era la expresión de la autonomía obrera, es decir no venía o caía de afuera, surgía y se extendía desde abajo; tampoco era cosa de unos pocos buscando o pretendiendo que los más se apuntaran. No sé.

La cuestión del pragmatismo, si se entiende en el sentido de estar en las luchas del momento en aquella barriada no cabe ninguna duda. Pero al mismo tiempo también se volcaron en las huelgas insurreccionales de entonces. Congeniaron, como pudieron, el combate por las mejoras inmediatas del día a día con sus ansias de emancipación, me parece.

Recoges trazos de historias personales que hacen ver una visión de conjunto. Aquí podría entrar la disputa entre “memoria” e “historia”. ¿Has corroborado los recuerdos que te transmitían los testimonios?

Si por memoria entendemos los recuerdos de cada cual y por historia lo que es tarea de unos especialistas no sé si el dilema nos conduce a algún lugar. ¿Con qué material, o fuentes, narran la Historia los historiadores? ¿Y si la memoria fuera colectiva, compartida, no saldría otra historia, por más que se la deje o quiera dejar en minúscula?

A menudo se otorga fiabilidad a papeles, tratados como documentos, que por más resguardados que estén en los archivos fueron en su día escritos por quien fuera. Un caso extremo, pero abundante, concierne a las declaraciones extraídas bajo tortura y transcritas por un funcionario. ¿Son fiables, o depende del declarante para que el historiador les de credibilidad para avalar, por ejemplo, el terror rojo de aquellos revolucionarios? Tarradellas, otro ejemplo, dejó un texto (ahora ya publicado) en el que abordando los preliminares de los Hechos de Mayo del 37 —la crisis de abril que le precedió— abunda en las buenas relaciones y sintonía entre Companys, el cónsul ruso y Comorera, ¿qué credibilidad se le da? …
En mi caso concreto, al recoger los testimonios he intentado contrastar, hasta dónde podía, sus palabras con la documentación de la que disponía. Y se aparecía más tarde alguna otra información que distorsionaba lo que me habían expresado volvía a preguntarles. Por eso me refería a que he preferido hablar, conversar antes que entrevistar, ya que no me conformaba con lo que podían o querían recordar los “informantes”. Más de una explicación que me dieron he dejado de narrarla por faltarme elementos de corroboración.

Perseguidos por la dictadura de Primo de Rivera, maltratados en muchos momentos por las instituciones republicanas, combatientes en la Guerra Civil como revolucionarios y perseguidos hasta el exterminio por los nazis y, sobre todo, por el Franquismo. ¿Cuál es el impacto de todo esto entre los protagonistas que pudiste hablar?

Lo cierto, cosa lógica, es que no pude hablar con muchos protagonistas directos de aquellos acontecimientos revolucionarios. Si con algunos más que entonces eran críos o adolescentes, o que participaron de algún modo en la resistencia libertaria contra el Franquismo. Por lo general eran del criterio de que volverían a implicarse como lo hicieron, aunque igual, y después de las experiencias horrorosas que padecieron tras la derrota, lo harían de otro modo, comentaban que aunque después han sido tratados como asesinos se comportaron de una manera demasiado ingenua, bondadosa. De hecho, remarcaban que en el barrio las purgas no llegaron a la sangre y que en cambio después la venganza fue mucho mayor, incluso con algunos que habían mostrado clemencia. De las peripecias posteriores para sobrevivir, ya en el exilio allende las fronteras o interior, torcían el morro, preferían no hablar demasiado, y algunos expresaban abiertamente que la cacareada recuperación de la memoria histórica a ellos nos les ha llegado. Manolo Fornés, detenido con 19 años en 1949, que se pasó 16 años en los presidios tras salvarse de una primera petición de pena de muerte, todavía está reivindicando junto a otros compañeros que se reconozca su lucha activa en el movimiento libertario contra el franquismo.

¿Qué queda hoy de las luchas del Prat Vermell?

No sabría bien bien qué decirte. Con la crisis parece que se insinúa un repunte de la conflictividad, que ciertas luchas sociales se esparcen, qué menos, aunque con la que está cayendo… Anotaría que, debido a demasiadas transformaciones del entonces a ahora, igual se ha perdido la ligazón --trabazón que decían en aquellos tiempos-- entre las luchas laborales y las territoriales; que los barrios, aunque parece que se esté dando un lento y subterráneo resurgir, ya no son los espacios de socialidad que fueron antaño. Parece que hay una excesiva fijación en la crisis de la política, siendo los políticos la diana de todas las quejas. Es difícil, desde luego, reconocerse (al menos en esta parte del mundo) como proletarios, de ahí el ciudadanos todos!, aunque caer en el ciudadanismo no parece un modo de enfrentarse a la crisis ni tampoco un trampolín para volver a pensar, y hacer posible, el sueño igualitario de aquellas gentes.

Se alumbran, quizás incipientes, quizás dispersas, también alternativas muy imbricadas a lo concreto. Quizás, como entonces, juntas podemos o podremos todo… No sé.

 

 


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Rastros de rostros en un prado rojo (y negro). Las Casas Baratas de Can Tunis en la revolución social de los años treinta. Pere López Sánchez. Prólogo de Tomás Ibáñez
240 páginas
22,00 euros
Virus


Las Casas Baratas del Prat Vermell —o de Can Tunis o de Casa Antúnez o de Francisco Ferrer Guardia— fueron levantadas en 1929 porque el brillo de la Exposición Internacional de Barcelona no consentía que, por las faldas de la montaña de Montjuïc, se esparcieran «tugurios de hojalata y mal ajustada madera». Los desalojados, ya asentados en las apelotonadas casitas de aquel prado rojo, pronto se aunaron para que aquel recóndito e inhóspito rincón fuera suyo. Además, siguieron aprendiendo y peleando para, a la que pudieran, reapropiarse de la ciudad entera. En julio de 1936, junto a otros muchos como ellos, lograron que su sueño igualitario de la Revolución Social empezara a ser realidad.

Las historias de aquellas gentes, que apostaron y lucharon —un día sí y otro también— por un mundo material y moralmente mejor, se amalgaman en una narración que estira de sus voces en los recuerdos de otros y escarba entre los papeles de los archivos. Los protagonistas, muchos hombres y mujeres sin renombre que no dudaron en dar vida a la ciudad que les desdeñaba y explotaba a un mismo tiempo, lo fueron por su sentido de lo común. Su legado fue el Ateneo Cultural de Defensa Obrera, el compromiso con la Organización Sanitaria Obrera, la larga huelga de alquileres, las otras muchas luchas en la fábrica del Prat Vermell, en las Arenas, en la Alena, en la Rivière… y, luego, la entrega a las colectivizaciones: la agrícola, en abastos, en la administración popular urbana… También marcharon al frente de Aragón como milicianos y milicianas en las columnas confederales.
Tras el estruendo de aquel banquete por la vida, vino la derrota: la larga y silenciada noche negra de los vencidos entre los vencidos.

Estampida al sin futuro en tierra de nadie, suplicios carcelarios aquí y allá, pelotones de fusilamiento, campos de concentración, crematorios en los campos de exterminio nazis, castigos en los gulags... Ni aun así renegaron ni se doblegaron. Algunos prosiguieron su andadura insumisa —el maquis, la guerrilla libertaria urbana...— y se mantuvieron activos en la brega.

El barrio, después y para todos, pasó a denominarse y conocerse como las Casas Baratas de Eduardo Aunós. Con el tiempo, el manoseado imaginario urbano de los triunfadores de siempre le hizo caer encima el estigma de zona maldita, poblada de clases laboriosas que, por serlo, resultaban peligrosas; sobre todo con aquel pasado a cuestas que no se podía mentar.

Por ellos y por ellas y su mundo igualitario —mal enterrados en las fosas comunes del olvido—, procurando que no se prolonguen las secuelas de la derrota mediante la ignorancia o la denigración, se cuenta su historia para que la memoria compartida pueda seguir entre nosotros viva y activa.


Pere López Sánchez (Barcelona, 1956), Inmerso desde los años setenta en las Barcelonas rebeldes, lleva un tiempo volcado en seguir la trayectoria del pasado de luchas sociales, salpicado de proyectos y prácticas de emancipación, que marcan la historia de esta ciudad. Ha publicado los libros El centro histórico un lugar para el conflicto (1986) y Un verano con mil julios y otras estaciones (1993). También ha escrito otros textos —firmando o sin firmar—
en publicaciones de índole diversa y ha colaborado con las editoriales Alikornio, Traficantes de Sueños o Virus en varias obras de autoría colectiva.

 

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