La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa con...   Enrique Moradiellos García, autor de "El oficio de historiador. Estudiar, enseñar, investigar" (Akal).

 

2011-04-06_img_2011-04-06_23-35-06_contra.jpgEnrique Moradiellos García es un historiador de los que ya ni casi hay, ni casi quedan….Me explico: ama la historia y ama el enseñarla y el contarla y eso se agradece….acaba de reeditar con Akal un libro que es todo un tesoro para enseñantes, estudiantes y amantes de la historia, se trata de: EL OFICIO DE HISTORIADOR. Merece la pena leerlo porque, además, se puede leer de manera intermitente….es como si un día te interesa y te preguntas cosas sobre la iberización en Hispania y lo lees, lo preguntas, lo consultas  a alguien y al día siguiente aquello que te preguntas es sobre un episodio “X” de la Historia Antigua; en definitiva, los libros de historia no son como tramas novelescas de las que no te puedes perder ni una frase….y este libro es algo así, pero escrito con el cariño y el carisma de todo un historiador que ejerce el oficio.

Lo que nos dice Akal del libro:

El oficio de historiador es una guía didáctica actualizada y destinada a los estudiantes que emprenden sus estudios universitarios en las disciplinas históricas. Pretende servir como manual auxiliar para introducirse en el conocimiento y la comprensión de los conceptos básicos de la Historia y en los métodos de enseñanza, estudio y aprendizaje que son habituales en el ámbito educativo de la Universidad. En consonancia con ese objetivo didáctico fundamental, el libro se estructura en dos apartados diferentes pero conexos.

La primera parte de la obra es de naturaleza teórica y ofrece una presentación de tres aspectos esenciales de la materia: a) los rasgos característicos de la historia como ciencia humana; b) la evolución de la historiografía desde su origen en la Antigüedad hasta la actualidad; y c) las formas de enseñanza de la historia en el ámbito universitario.

La segunda parte de la obra es de naturaleza práctica y trata de orientar y ayudar a los estudiantes en la realización efectiva de las actividades, ejercicios y tareas que exige el trabajo y los estudios universitarios en este campo (búsquedas y lecturas bibliográficas, redacción de trabajos escritos, comentarios de documentos históricos variados, exposiciones orales, consultas archivísticas, recursos digitales y virtuales, confección del currículum vítae, etcétera).

Sobre el autor:

Enrique Moradiellos García (Oviedo, 1961) es en la actualidad catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Extremadura y anteriormente ejerció como profesor de dicha materia en la Universidad de Londres y en la Universidad Complutense de Madrid. Entre su producción histórica publicada destacan los siguientes libros: La perfidia de Albión: el gobierno británico y la guerra civil española (Siglo XXI de España, 1994); La España de Franco, 1939-1975. Política y sociedad (2000); Las caras de Clío. Una introducción a la historia (Siglo XXI de España, 2001); El reñidero de Europa. Las dimensiones internacionales de la guerra civil española (2001); Francisco Franco: crónica de un caudillo casi olvidado (2002); 1936. Los mitos de la guerra civil (2004); Franco frente a Churchill. España y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial (2005); Don Juan Negrín (2006); La semilla de la barbarie. Antisemitismo y Holocausto (2009); La historia contemporánea en sus documentos (2011); y La guerra de España, 1936-1939. Estudios y controversias (2012).

 

 

pasionporarturobarea.jpgCazarabet conversa con Enrique Moradiellos, autor de "El oficio de historiador".

 

-Enrique, ¿qué hay que esperar de “ser historiador” hoy en día?

-En gran medida, de un historiador actual hay que esperar que haga lo mismo que siempre pero de manera distinta, porque el mundo y sus sociedades han evolucionado. Un historiador es un mediador entre el presente en el que vive y el pasado humano del que habla, escribe y es conocedor en virtud de su preparación, sus investigaciones y su pertenencia a una tradición gremial ya más que centenaria. Un historiador es un narrador que elabora un tipo peculiar de relato que versa sobre algún aspecto de los tiempos pasados y que tiene la virtud, al menos la aspiración, de ser un relato verdadero y no inventado, y para ello moviliza pruebas y evidencias de esa condición veraz. No es poca cosa y tampoco es ahora más fácil que antes, cabría añadir.

-La definición de historiador y de historia, ¿evoluciona, amigo Enrique, con los tiempos?

-La respuesta tiene que ser afirmativa, pero con matices. La historia, como relato humano (no divino) sobre el pasado de la humanidad (o de alguna parte de ese pasado), sigue siendo por definición una narración con pretensión de veracidad y con fundamentación en pruebas y evidencias materiales que aportan esa categoría de verdad al menos provisional, tentativa y objetivada. Sus modos de fundamentación han variado mucho en estos siglos (desde el documento escrito o la declaración oral del testigo hasta la fotografía probatoria o la prueba bioquímica), al igual que sus formatos (narración cuasi-literaria, descripción cliométrica, exposición fotográfica…) y sus facetas (de la historia política o diplomática, a la historia del género o de la cultura popular). Y con esos cambios también ha variado el tipo de historiadores y sus cualidades: del generalista al erudito, del historiador político al modo tradicional al historiador antropólogo retrospectivo más vanguardista. Pero, si comparten algo que les haga ser a todos “historiadores”, es porque hay algo que compartir y que es atributo definitorio para todos ellos. De lo contrario, serían profesiones distintas y aun contradistintas.

-Porque, Enrique: ¿qué es la historia?

-Creo que la respuesta está contenida ya en mis anteriores intervenciones. Pero quizá me atreva a explayarme sobre el asunto algo más, con la debida disculpa a los potenciales lectores porque no es fácil responder a esta pregunta de modo simple y sencillo sin traicionar la complejidad del asunto. En esencia, diría que la disciplina de la Historia configurada a partir del siglo V a.C. de la mano de autores como Heródoto y sus legatarios trata de ofrecer una explicación sobre el pasado de la sociedad humana que sea racional, rigurosa, crítica, secular, probatoria y demostrativa. En otras palabras: una explicación verdadera y verificable con sus dificultades y limitaciones, pero no mítica, fantástica, arbitraria, indemostrable y ficticia. Desde luego, aclaro para todos algo evidente: la historia científico-social no puede “pre-decir” acontecimientos del futuro. En todo caso, los “post-dice”, cuando puede y tiene y pruebas disponibles. Por tanto, no puede proporcionar ejemplos de conducta infalibles y repetibles en otras circunstancias históricas posteriores. Pero, y aquí reside su practicidad social, la Historia sí permite realizar tres tareas culturales inexcusables para la humanidad civilizada y desarrollada: 1) Contribuye a la explicación de la génesis, estructura y evolución de las sociedades presentes y pretéritas; 2) Proporciona un sentido crítico de la identidad dinámica operativa de los individuos y grupos humanos; y 3) Promueve la comprensión de las distintas tradiciones y legados culturales que conforman las sociedades actuales. Y al lado de esta practicidad positiva desempeña una labor crítica fundamental respecto a otras formas de conocimiento humano: impide que se hable sobre el pasado sin tener en cuenta los resultados de la investigación empírica, so pena de hacer pura metafísica pseudo-histórica o formulaciones arbitrarias e indemostrables. En este sentido, la razón histórica impone límites críticos infranqueables a la credulidad y fantasía sobre el pasado de los hombres y sus sociedades: constituye un antídoto y un correctivo contra la ignorancia que libera y alimenta la imaginación interesada y mistificadora sobre el pasado humano.

-¿Hasta qué concepto de ciencia o qué preceptos de ésta puede o cumple la definición de “historia”?

-Partamos de la premisa de que el vocablo “ciencia” es un concepto que tiene historia y que a su sombra se han generado varias acepciones diacrónicas que no son enteramente armónicas. Así, como mínimo, cuando decimos “ciencia” tenemos que atender a estas cuatro acepciones históricamente sucesivas: 1) Ciencia como “Sabiduría” (Sapientia), con el sentido de “saber hacer” al modo de la “ciencia” del zapatero; una acepción clásica que tuvo su origen para denotar las artes prácticas, artesanales, empíricas. 2) Ciencia al modo de las “ciencias lógicas formales (Episteme), una variante que hacía referencia en primer lugar a la Geometría y la Aritmética, como primeras ciencias positivas constituidas en el mundo clásico; una acepción que remite a procesos de deducción, inducción, demostración y definición conclusiva y que aparece en aquella Grecia del siglo V a.C. (justo a la par que la Filosofía y la Historia, y no es ello baladí). 3) Ciencia al modo de las “ciencias positivas naturales”, que son ciencias del Ser material y físico, como la Mecánica clásica; una acepción que cobra forma entre los siglos XVI y XVIII de la mano de las categorías de fenómeno, prueba, experimento, teoría y explicación mediante leyes universales que es clásica de la Edad Moderna y se personifica en los nombres de Bacon, Copérnico, Galileo o Newton. 4) Finalmente, ciencia como “ciencias humanas y/o sociales”, entendidas como las “ciencias del Hacer humano y no del ser físico inanimado; una acepción que empieza a tallarse a finales del siglo XVIII y se conforma definitivamente en el siglo XIX, con los grandes avances de la lingüística, inicialmente. Va de suyo que yo entiendo que la Historia es ciencia en este último sentido y sólo en este último sentido. En otras palabras, más aristotélicas, podría decirse que al igual que el ser se dice de muchas maneras, la ciencia se predica al menos de tres formas: lógica-formal, natural o humana-social. Y nosotros sólo encajamos en la tercera acepción.

1311457708489ENRIQUE-detalledn.jpg-¿Podemos considerar a los historiadores como un “gremio”? Un gremio nacido, ¿desde qué punto y que hacia dónde viaja?

 -Por supuesto que somos, desde finales del siglo XVIII y claramente en el siglo XIX, un gremio artesanal que oficia sobre una categoría de la realidad determinada, que cuenta con convenciones, normas, procedimientos de validación y conflictos de interpretación. El proceso de constitución del gremio de historiadores es una historia fascinante y, a veces, mal contada o peor leída. En mi libro, me detengo expresamente en este punto para indicar algo tan evidente como que la expansión de la práctica historiográfica basada en la investigación archivística, tal y como la alentaba la escuela histórica germánica, fue correlativa al proceso de institucionalización y profesionalización de los estudios históricos, completando el eje pragmático que está siempre presente en la cristalización de una ciencia sirvió de plataforma para la creación de cátedras y departamentos de historia en las universidades europeas: en Alemania desde 1810, en Francia desde 1812, y en Gran Bretaña desde 1850. Un proceso que sirvió de plataforma para la creación de cátedras y departamentos de historia en las universidades europeas: en Alemania desde 1810, en Francia desde 1812, y en Gran Bretaña desde 1850. Esa tendencia a la profesionalización derivada del surgimiento de puestos de trabajo en las universidades, institutos y escuelas dio origen al gremio profesional de los historiadores, bien configurado en casi toda Europa a partir de mediados del siglo XIX.

-¿Cuál es esencialmente el trabajo de los historiadores? ¿Varías mucho en cada etapa dentro de la propia historia?

-En razón de la propia amplitud y variedad de sus materiales de estudio, análisis e interpretación, la labor efectiva de los historiadores es muy diversa y a veces harto compleja. Al margen de esa característica omnicomprensiva que supone trabajar con restos del pasado que tomamos como indicios y pistas para entender su contexto generatriz ya desaparecido, las técnicas historiográficas movilizables en esa labor son muy diferentes y variadas. No es lo mismo ser historiador de la Mesopotamia del III milenio (que requiere saber leer las tablillas de arcilla escritas en letra cuneiforme o saber descifrar el registro arqueológico correspondiente) que ser historiador del Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial (que requiere más conocimientos políticos y culturales de la Europa de entreguerras y entender la documentación escrita en alemán, inglés u otros idiomas que pudieran contener información al respecto), por no mencionar la especialización en historia económica (que exigiría una formación económica solvente para ponderar esos fenómenos en su magnitud precisa). En todo caso, con unas u otras exigencias técnicas específicas, el historiador debe disponer de un conjunto de facultades cognitivas compartidas, entre las cuales está la empatía como disposición para entender a otras gentes en otros contextos, así como la capacidad de abstracción, cotejo, discriminación, comparación o ponderación. En definitiva, tener una cultura general amplia y sólida que le permita contemplar su mundo sin anteojeras, con perspectiva y sabiendo que no adopta el punto de mira de la divinidad en el momento de la creación sino un punto de mira humano, falible y perfectible.

enrique-moradiellos-garcia.jpg-¿Cuándo surgió la necesidad de hacer historia?

 -Cuando mis alumnos y algún que otro colega me piden que explique porqué razón hay que saber algo de historia, suele argumentar algo como lo que sigue. Primero, porque ninguna sociedad puede carecer de una concepción sobre su pasado colectivo dado que sus integrantes siempre nacen a la vida social (nunca somos los únicos en llegar: ya hay otros) y a la vida temporal (nunca somos los primeros en presentarnos: ya están otros). Y ello en razón de su propia finitud individual, que les obliga a generar conciencia temporal y conciencia social por ese motivo mencionado. Segundo, porque somos siempre el fruto decantado de un tiempo pasado, como individuos y como integrantes de un grupo colectivo (dado que yo sólo pienso porque nosotros existimos: el individuo sólo se concibe en grupo). Y lo somos por naturaleza, per se, no por elección voluntaria y reversible. Todo niño sabe que sus progenitores y abuelos fueron niños a su vez en un momento anterior y recibe a su través el bagaje del idioma, las ideas, los saberes, las concepciones y los principios y valores legados por ese pasado que no experimenta en primera persona pero que es condición de posibilidad de su propia individualidad. No en vano, de ese pasado procede la forma de la lengua en la que hablamos e intentamos comunicarnos, la naturaleza de las instituciones en cuyo interior operamos y actuamos, el perfil de la cultura en la que existimos y nos socializamos, e incluso el paisaje físico rural o urbano en el que nos movemos y circulamos. En atención a esas razones, en virtud del hecho de que la historia nos rodea (como diría Borges: “es la trampa secreta de la que estamos hechos, el tiempo”) hay que estudiar un mínimo de historia porque su realidad nos envuelve individual y socialmente hasta el punto que no hay manera de concebir el presente y el futuro sin referencia al pasado. No en vano, la historia impregna nuestras vidas humanas como el oxígeno impregna nuestros cuerpos humanos. Bien es cierto que esa obligada concepción histórica puede ser satisfecha bajo formatos míticos, religiosos, legendarios o ficticios. Como ha sucedido en el registro histórico muchas veces y sigue sucediendo todavía hoy en muchas partes. Pero la Historia ofrecer una explicación que, como ya he dicho, es de otra pasta: racional, rigurosa, crítica, secular, probatoria y demostrativa. Dicho de otra manera: una historia verdadera  y no inventada, arbitraria o falaz.

-¿Qué retos tiene el historiador hoy en día?

-Pues muchos y muy diversos. Tantos como los que asedian al resto de las Humanidades, cabría decir. A este respecto, me atrevería a recomendar a los lectores una obra de un historiador, Anaclet Pons, que pone el dedo en la llaga sobre estos desafíos y retos presentes a la historia en el día de hoy. Su obra se titula El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas. Las páginas dedicadas al “efecto Google” sobre nuestra mente, al impacto de la Wikipedia sobre la formación histórica ciudadana, o a la vulnerabilidad de la documentación digital para servir como pruebas del discurso histórico, todo ello, es instructivo y en algún caso inquietante.

-Los diferentes movimientos sociales, políticos, las tendencias variadas y diversificadas….todo esto ha influido en la historiografía y lo ha hecho siempre .¿Cómo definirías esas influencias y su evolución?

- Benedetto Croce decía que toda historia es, en realidad, historia contemporánea. No quería decir, por supuesto, que hacer la biografía de Ramsés el Grande o del emperador Barbarroja fuera hacer historia contemporánea al modo de quien hace la historia de la integración de Suecia en la Unión Europea. Quería decir algo más evidente y profundo: que escribimos historia a partir de nuestra situación hoy y aquí, con nuestros conocimientos y lagunas, nuestra experiencia y valores, incluso con nuestras filias y fobias. El historiador no está en ninguna torre de marfil sino implantado en un mundo y una sociedad, con sus influjos de todo tipo (vocabulario, principios cívicos, normas jurídicas…). Pero todo esto debe estar filtrado, acotado y limitada por el conjunto de prácticas, reglas y modos operativos propios de la ciencia humana de la historia, incluyendo el principio dialógico que implica someterse a la crítica de los iguales en el gremio y de los lectores y consumidores del producto histórico. Me permito poner un ejemplo que a veces utilizo en mis clases. Supongamos que hay un historiador que estudia la actividad económica en la Inglaterra del siglo XVIII, origen y escenario del arranque del proceso de industrialización. Es significativo que, según su tiempo y sociedad, utilice uno de los siguientes términos para denotar su campo de estudio: la “organización económica de la Inglaterra del XVIII” (si es un historiador de la segunda mitad del XIX, cuando están en boga las filosofías organicistas), la “estructura económica de la Inglaterra del siglo XVIII (si es un historiador de las primeras décadas del XX, cuando está más en boga el estructuralismo), el “sistema económico de la Inglaterra del siglo XVIII" (si el historiador escribe a partir de los años cuarenta bajo el influjo de la teoría general de sistemas), o, finalmente, “el orden económico en la Inglaterra del siglo XVIII” (si escribimos ya en los últimos decenios del XX, cuando la informática y la robótica volvieron a poner en uso general la noción de “orden”: orden económico mundial, orden informativo, etc.). Sólo con esa palabra, apreciamos el tipo de pensamiento dominante que ha entrado en el vocabulario de un historiador, quizá de manera inconsciente y no reflexiva.

images7G2QUW91.jpg-Enrique ¿cómo se enseña historia hoy en día?; ¿se hace lo suficientemente bien para llegar a sentir aquel desasosiego que nos lleve a estimar esta ciencia?

-Cabría decir que hoy se enseña historia de múltiples maneras, según la formación, interés y capacidad del profesor en cuestión. Pero me gustaría mencionar aquí unas recomendaciones para la enseñanza de la historia elaboradas por un equipo europeo de historiadores a principios de este nuevo milenio. Se trata del equipo de 21 historiadores, dirigidos por el profesor Jean-Luc Lamboley (Universidad de Grenoble), que redactó y presentó el llamado Proyecto Tuning (“Sintonizando”, en inglés) para los Estudios Históricos en el año 2002 (parte a su vez del llamado Project Tuning Educational Structures in Europe: “Proyecto de Sintonización de las Estructuras Educativas en Europa”). Contiene un conjunto de observaciones y reflexiones sobre lo que debería ser el “núcleo básico” de objetivos y funciones atribuibles a los estudios históricos dentro del marco educativo superior de la Unión Europea. En esencia, según este equipo paneuropeo, la enseñanza y el aprendizaje de la Historia deberían atender a la consecución de tres grandes objetivos globales potencialmente adaptables también a la enseñanza de la historia en los niveles primario y secundario. Los sintetizo y traduzco (a mi modo y manera) porque creo que son útiles como horizontes regulativos de nuestra labor docente:

1º OBJETIVO) Adquirir una perspectiva y punto de mira racional y crítico sobre la evolución y dinámica del pasado de las sociedades humanas, para tener así una mejor base de comprensión del presente actual de las mismas y para llegar a ser un ciudadano informado y capaz de entender la complejidad de las situaciones históricas pretéritas y presentes. Una perspectiva, por tanto, reflexiva y meditada que ayude a poner en relación los acontecimientos y procesos del pasado lejano o reciente y los del presente actual, mostrando sus vinculaciones y sus conexiones a la par que sus diferencias y desajustes. En otras palabras: desarrollar el “olfato” histórico para poder calibrar el alcance de los fenómenos de nuestro tiempo, precaviéndose contra la ucronía y el anacronismo.

emoradiellos.jpg2º OBJETIVO) Proporcionar un conocimiento básico y preciso de acontecimientos, personajes, instituciones, conceptos, períodos y procesos de cambio y de continuidad históricos en una dimensión diacrónica, atenta por tanto al significado y transcendencia del devenir temporal y cronológico, así como a los aspectos geográficos y espacio-territoriales de los fenómenos históricos y a la complejidad del razonamiento discursivo multicausal y demostrativo. En resolución: adquirir un saber básico de conocimientos históricos y comprenderlos en su tiempo y lugar correspondiente, sin caer en los utopismos mistificadores y distorsionantes.

3º OBJETIVO) Transmitir la capacidad y la competencia intelectual necesarias para distinguir los instrumentos básicos del oficio del historiador, para saber apreciar críticamente el trabajo elaborado con la metodología y herramientas adecuadas en cada caso a partir de los documentos históricos primarios y originales, así como para comprender que los problemas, categorías, debates e intereses históricos varían con el paso del tiempo y con las exigencias de los diversos contextos sociales y políticos del presente. Dicho de otro modo: reconocer en el conocimiento histórico tanto sus virtudes y valores como sus debilidades e incertidumbres, en función de sus muy variadas condiciones de gestación y de fundamentación.

En definitiva, este conjunto prioritario de tres grandes objetivos (Perspectiva-Conocimientos-Capacidades) debe hacer presente a cualquier estudiante y ciudadano interesado una concepción de la Historia que subraye su calidad de disciplina intelectual y práctico-metodológica con su propia historia y condicionantes, mucho más que su hipotética naturaleza de cuerpo definitivo y cerrado de conocimientos fijos e inmutables que puede adquirirse gradualmente y pieza a pieza. Una tarea nada fácil, desde luego. Pero absolutamente imprescindible, por otra parte

-Hoy en día se habla y mucho y se enseña y mucho a cómo afrontar los estudios….enseñando técnicas de estudio y demás. Le dedicas un capítulo expresamente. ¿Nos puedes hablar de ello?

-Sinceramente creo que esa parte del libro es la más utilitaria y práctica del mismo, aquella que podría ayudar de manera más eficaz y eficiente a un estudiante de historia. Ante todo, porque supone ejercer la razón histórica en campos y planos muy diarios, cotidianos, cercanos: entender el contexto que da sentido a un texto escrito; apreciar el significado de una gráfica estadística, una imagen icónica o un mapa específico; leer un libro o artículo sacándole todo el provecho intelectual al acto de lectura profunda y meditada; elaborar un trabajo de entidad variable según patrones de actuación reglados y plenamente lógicos y comprensibles; o, en fin, acudir a un archivo para tomar contacto con el material primario que sirve de base a cualquier relato histórico con independencia de su extensión (la nota periodística, el artículo de investigación o la monografía detallada). Todas esas actividades componen el día a día de un estudiante de historia y ejercitan, en su escala y proporción, las capacidades y facultades cognitivas de un análisis histórico stricto sensu. Siempre me pareció, porque yo lo estudié así, que esos métodos y técnicas eran la plataforma perfecta para acceder al oficio y transitar sus primeras etapas.

 

 

Una nueva reedición actualizada


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El oficio de historiador. Estudiar, enseñar, investigar. Enrique Moradiellos García
480 páginas         17 x 24 cms.
22,00 euros
Akal


El oficio de historiador es una guía didáctica actualizada y destinada a los estudiantes que emprenden sus estudios universitarios en las disciplinas históricas. Pretende servir como manual auxiliar para introducirse en el conocimiento y la comprensión de los conceptos básicos de la Historia y en los métodos de enseñanza, estudio y aprendizaje que son habituales en el ámbito educativo de la Universidad. En consonancia con ese objetivo didáctico fundamental, el libro se estructura en dos apartados diferentes pero conexos.

La primera parte de la obra es de naturaleza teórica y ofrece una presentación de tres aspectos esenciales de la materia: a) los rasgos característicos de la historia como ciencia humana; b) la evolución de la historiografía desde su origen en la Antigüedad hasta la actualidad; y c) las formas de enseñanza de la historia en el ámbito universitario.

La segunda parte de la obra es de naturaleza práctica y trata de orientar y ayudar a los estudiantes en la realización efectiva de las actividades, ejercicios y tareas que exige el trabajo y los estudios universitarios en este campo (búsquedas y lecturas bibliográficas, redacción de trabajos escritos, comentarios de documentos históricos variados, exposiciones orales, consultas archivísticas, recursos digitales y virtuales, confección del currículum vítae, etcétera).

Enrique Moradiellos García (Oviedo, 1961) es en la actualidad catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Extremadura y anteriormente ejerció como profesor de dicha materia en la Universidad de Londres y en la Universidad Complutense de Madrid. Entre su producción histórica publicada destacan los siguientes libros: La perfidia de Albión: el gobierno británico y la guerra civil española (Siglo XXI de España, 1994); La España de Franco, 1939-1975. Política y sociedad (2000); Las caras de Clío. Una introducción a la historia (Siglo XXI de España, 2001); El reñidero de Europa. Las dimensiones internacionales de la guerra civil española (2001); Francisco Franco: crónica de un caudillo casi olvidado (2002); 1936. Los mitos de la guerra civil (2004); Franco frente a Churchill. España y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial (2005); Don Juan Negrín (2006); La semilla de la barbarie. Antisemitismo y Holocausto (2009); La historia contemporánea en sus documentos (2011); y La guerra de España, 1936-1939. Estudios y controversias (2012).


Índice
Introducción

I. PARTE TEÓRICA

Capítulo 1. ¿QUÉ ES LA HISTORIA?

1.1. Naturaleza y función de la ciencia
1.2. Ciencias naturales y ciencias humanas
1.3. La ciencia de la Historia
1.4. La necesidad social de una conciencia del pasado
1.5. Practicidad de la Historia científica

Bibliografía básica sobre teoría de la Historia

Capítulo 2. LA EVOLUCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA DESDE LOS ORÍGENES HASTA LA ACTUALIDAD

2.1. El origen de la historiografía en la Antigüedad
2.2. La literatura histórica en la Edad Media
2.3. El Renacimiento y la aparición de la crítica histórica
2.4. Los efectos de la Ilustración
2.5. El surgimiento de la ciencia histórica: la escuela alemana del siglo XIX
2.6. La formación del gremio profesional de historiadores
2.7. Nacionalismo e historia en el siglo XIX
2.8. El impacto del marxismo
2.9. Retos y respuestas de la ciencia histórica en los albores del siglo XX
2.10. La escuela francesa de Annales
2.11. La historiografía marxista británica
2.12. La cliometría norteamericana
2.13. Renovación y desarrollo en la historiografía reciente

Nota de orientación bibliográfica
Bibliografía básica sobre historiografía

Capítulo 3. CÓMO SE ENSEÑA Y ESTUDIA LA HISTORIA EN LA UNIVERSIDAD

3.1. La enseñanza universitaria
3.2. La clase teórica
3.3. Los apuntes de clase
3.4. Las clases prácticas
3.5. El estudio individual
3.6. El examen

Bibliografía general para el estudio de la Historia


II. PARTE PRÁCTICA

Capítulo 4. INTRODUCCIÓN A LAS TÉCNICAS DE TRABAJO UNIVERSITARIO

4.1. Técnicas de identificación y referencia bibliográficas
4.2. Formas de lectura académica y elaboración de fichas bibliográficas y fichas de lectura
4.3. Pautas básicas de comentario de textos históricos
    Ejemplos
4.4. Pautas para el comentario de documentos históricos estadísticos
    Ejemplos
4.5. Pautas para el comentario de mapas históricos
    Ejemplos
4.6. Pautas para el comentario de imágenes y documentos visuales históricos
    Ejemplos
4.7. Pautas para el comentario de organigramas y esquemas conceptuales históricos
    Ejemplo
4.8. Esquema básico para la reseña de libros de Historia
    Ejemplos
4.9. Orientaciones para la redacción de un trabajo de curso
    Ejemplos
4.10. Orientaciones para realizar exposiciones orales y presentaciones públicas
4.11. Notas para iniciar la consulta archivística
4.12. Sugerencias para el uso de Internet en los estudios históricos
4.13. Guía para la elaboración de un Currículum Vítae

Bibliografía orientativa sobre técnicas de estudio, realización de trabajos de curso, comentarios documentales y uso de archivos y bibliotecas

 

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