La
Librería de Alarifes
Desde las plumas de Emilio Benedicto Gimeno y la de José Antonio Mateos Royo ha llegado a nosotros el
libro La minería aragonesa en la Cordillera Ibérica durante los siglos XVI y
XVII un libro muy importante para construirse una idea de cómo era este sector
primario, extraer frutos de la madre tierra, en nuestra sociedad, teniendo en
cuenta lo que esta actividad dejaba, tanto por activa como por pasiva, en ella.
El sector y la actividad de la minería han sido muy importantes en el día a día
de la sociedad aragonesa y de su economía y no solo ahora o desde hace pocos
tiempos(o tiempos contemporáneos) en el siguiente libro podremos adivinar hasta
dónde se remonta esa trascendencia, cómo y de qué manera.
Lo que nos dicen desde Prensas Universitarias:
Este libro supone una aportación de gran interés a la
Historia de la minería española. Aborda un tema poco tratado por la
Historiografía como es la minería y metalurgia en Aragón durante la Edad
Moderna. Junto a la evolución de las actividades extractivas en la Cordillera
Ibérica, el análisis incluye la intervención privada e institucional en este
proceso. El estudio de los conflictos políticos y sociales por su control
valora la influencia del marco legal aragonés en estas actividades frente a la
normativa castellana que quería imponer la monarquía hispánica.
Cazarabet
conversa con José Antonio Mateos Royo y Emilio Benedicto
-José Antonio y Emilio, en estos siglos en los que habéis hurgado sobre la
actividad minera ¿Cuáles fueron los principales minerales que eran extraídos de
nuestras tierras?
-Los minerales que se buscaban eran escasos, los básicos para la
economía de la época. Los más anhelados eran los metales preciosos,
especialmente la plata, pues muchos mineros buscaban un rápido enriquecimiento,
aunque en la Cordillera Ibérica ninguno lo consiguió. Los intereses de las
instituciones públicas reales se centraron en las salinas, pues la sal era una
fuente de ingresos muy importante para la Corona al lograr imponer en Castilla
durante el siglo XVI un monopolio sobre su extracción y comercialización que quiso
extender a Aragón durante el siglo siguiente. También encontramos algunas minas
de hierro, plomo y cobre, que eran las más habituales en estas tierras. Como
curiosidad destacar la explotación de alcohol o sulfuro de plomo para vidriar
las cerámicas, muy buscado por los alfareros moriscos aragoneses, y el
aprovechamiento de los alumbres (sulfato de aluminio) y caparros (sulfato de
hierro) utilizados como mordientes en la industria textil.
-¿Cómo era el mapa minero de Aragón?
-En la Cordillera Ibérica la riqueza se concentraba especialmente en la
zona del Moncayo, en torno al barranco de la Plata de
Calcena, y en las sierras de Albarracín y Molina, con
Sierra Menera como su mejor exponente. Considerados
como los distritos mineros más productivos, encontramos en ambos minas de
hierro, cobre, plomo, alcohol y plata. Respecto a los alumbres y caparros,
aunque se empezó a buscarlos a finales de la Edad Media por estos mismos
distritos, las explotaciones acabaron instaladas en el Bajo Aragón, en el
entorno de Alcañiz. Al norte de Aragón, en el Pirineo, también encontramos
durante los siglos XVI y XVII importantes explotaciones de hierro y cobre,
especialmente en el entorno de Bielsa.
-Explotaciones de hierro, yeso, azufre (creo recordar haber estado cerca de Libros
en una de ellas), salinas….excelentes lugares en torno al patrimonio industrial
y a la historia del trabajo. Háblanos un poco de ellos y de algunos más que,
seguro, nos hemos dejado, como el del carbón que, aún hoy, siembra tanta
controversia….
-Los restos culturales vinculados a las explotaciones mineras son muy
escasos, dado que las actividades extractivas
de la época dejaron muy poca afección en el entorno. Cualquier mina que
exigiera mover grandes cantidades de tierra era abandonada, pues los rendimientos
de la explotación no permitían intensificar la mano de obra. Los principales
restos de patrimonio industrial se conservan en los procesos de transformación,
en las fundidoras de hierro y cobre, y en las explotaciones salinas. En Aragón,
aunque han desaparecido la mayor parte de los restos de estas instalaciones
metalúrgicas, quedan interesantes edificaciones en Calamocha, vinculadas a los
martinetes de cobre. El mundo de las salinas es diferente, pues muchas de las
instalaciones han sido utilizadas hasta bien entrado el siglo XX, destacando
entre otras las salinas de Ojos Negros, Valtablao,
Arcos de las Salinas o Armillas, sin olvidarnos algunas espectaculares en la
vertiente castellana, como Salinas de Almallá.
-¿Llegó a ser la actividad minera un
ingreso muy a tener en cuenta para el devenir económico de aquellos tiempos?
-No, hasta el siglo XIX la minería no generó grandes capitales ni
inversiones, ni tampoco ocupó a mucha mano de obra. En los siglos XVI y XVII la
minería y metalurgia eran una actividad complementaria para las economías
domésticas rurales, como lo podía ser la alfarería, la artesanía en general o
el sector forestal. Permitía a las familias obtener unos ingresos extras
durante el invierno, trabajando en las minas, acarreando el mineral a las
fábricas de fundición y obteniendo el carbón vegetal que se utilizaba para los
procesos de reducción. Debemos tener en cuenta que eran muy pocos los
utensilios metálicos que se utilizaban en esos siglos, por lo que la demanda
fue siempre muy escasa.
-¿En manos de quién estaba la actividad minera en aquellos tiempos?
-En nuestro libro dedicamos una especial atención a los enfrentamientos
mantenidos entre los concesionarios reales, constituidos habitualmente por
personajes muy influyentes en la corte madrileña, y los pequeños municipios
mineros. Hasta la extinción de los fueros aragoneses a principios del siglo
XVIII, pervivió en Aragón una tradición de origen medieval (posiblemente con
raíces musulmanas), que permitía a todos los vecinos ejercer la minería libre.
Cualquier persona podía ir a los criaderos de metal, abrir pequeños pozos y
extraer mineral sito dentro del término municipal. Gracias a esto, encontramos
unas actividades mineras en la que se entremezclan grandes concesiones reales en
manos de nobles y cortesanos, con pequeñas explotaciones libres protagonizadas
por los aragoneses más pobres.
-¿Y cómo se hacían unos y no otros con una concesión minera o un yacimiento?
-A partir del siglo XVI, siguiendo unas tendencias que se observan en
toda Europa, la Corona española intentó imponer en Aragón la obligatoriedad de
solicitar previamente las concesiones mineras y pagar un canon por ella,
eliminando de este modo las tradicionales concesiones libres. Esta medida
permitía a la Corona incrementar sus ingresos, pero también otorgar las minas
más productivas a personas influyentes. A través de presiones e influencias,
ciertos particulares bien situados en la Corte de Madrid accedieron a la
obtención de dichas mercedes reales. Estas decisiones políticas, como hemos
destacado en un amplio capítulo, generaron en el siglo XVII un largo conflicto
entre el municipio de Ojos Negros y el concesionario real, que obligó a
intervenir a la Corona y a todas las instituciones forales del reino.
-Supongo, por lo que he podido ir
leyendo, que las condiciones de trabajo eran… bueno, mejor cuéntanos algo tú
para que nuestros lectores de Alarifes y del Cazarabet conversa con… se hagan
una idea.
-La minería ha sido siempre un trabajo duro y penoso. En los siglos
modernos, con una baja tecnología y una escasa reglamentación laboral, nos
podemos imaginar cómo serían las condiciones de trabajo. En las minas de hierro de Sierra Menera trabajaban emigrantes vascos muy pobres, que solían
vivir en la boca de la mina, en sencillos cobertizos. Estos emigrantes apenas
se mezclaban con los locales. Trabajaban y vivían en las minas, intentando ahorrar un pequeño capital que les permitiera
regresar a sus localidades natales. Buscaban extraer la mayor cantidad de
mineral en el menor tiempo posible, imponiendo una pura rapiña abriendo
galerías carentes de diseño y seguridad. Apenas dejaban columnas o refuerzos
para sujetar los techos y algunas galerías se superponían, siguiendo sin
control las vetas del mineral. Los accidentes estaban a la orden del día.
-¿Hubo
enfrentamientos y alzamientos por parte de los trabajadores? ¿Cómo solía
terminar la cosa?
-No, en los siglos XVI y XVII las minas aragonesas tenían muy pocos
trabajadores y no estaban organizadas. En cada pozo podían trabajar hasta un
máximo de entre seis y ocho personas. Este número incluía al capataz, tres o
cuatro picadores y otras tantos sacadores. Todos cobraban “a destajo” por el
mineral extraído, por lo que era habitual que se “autoexplotasen”
y repartieran posteriormente los beneficios. Al ser muy pobres, rara vez
protestaron por sus condiciones de trabajo. Su principal aspiración era obtener
cierta cantidad de dinero en un breve plazo de tiempo, cuanto más breve mejor.
En la documentación de la época hay algunas denuncias por parte de los párrocos
de que en “las meneras” la gente apostaba su dinero
en juegos prohibidos, lo que nos indica la premura que tendrían algunos por
cambiar de oficio.
-¿Había categorías, cuáles y cómo se
subdividían los diferentes trabajos ,en torno a la minería, en aquellos siglos?
-La legislación establecía que cada pozo tenía que tener una “compañía
minera” formada por un mínimo de seis personas, más el capataz o mayoral
encargado de gestionar la explotación. Aproximadamente, la mitad de los mineros
(los picadores) se ocupaban de arrancar el mineral en el frente de la galería,
mientras que la otra mitad (los sacadores) se encargaban de conducir el mineral
a la superficie utilizando cajas de madera o cestos. Los picadores solían
cobrar algo más que los sacadores, pero la diferencia no era excesiva. Una vez
en la boca de la mina, el mineral era cargado sobre mulos y transportado por
los arrieros hasta los centros de fundición. Estos arrieros ya no formaban
parte de la compañía minera, pues se trataba de campesinos locales que
aprovechaban sus mulas para obtener unos beneficios extras.
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La minería aragonesa
en la cordillera ibérica durante los siglos XVI y XVII: evolución económica,
control político y conflicto social. Emilio Benedicto Gimeno, José Antonio Mateos Royo
299 páginas 15 x 22 cms.
15,00 euros
Prensas Universitarias de Zaragoza
Este libro supone una
aportación de gran interés a la Historia de la minería española. Aborda un tema
poco tratado por la Historiografía como es la minería y metalurgia en Aragón
durante la Edad Moderna. Junto a la evolución de las actividades extractivas en
la Cordillera Ibérica, el análisis incluye la intervención privada e
institucional en este proceso. El estudio de los conflictos políticos y
sociales por su control valora la influencia del marco legal aragonés en estas
actividades frente a la normativa castellana que quería imponer la monarquía
hispánica.
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