La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa con...   Javier Gómez Calvo, autor de "Matar, purgar, sanar. La represión franquista en Álava" (Tecnos)

 

alava (1).jpgJavier Gómez Calvo escribe un libro de investigación sobre cómo y de qué manera se llevó a cabo la represión franquista en Álava y lo hace con una editorial que apuesta, siempre, fuerte sobre esto de la historia, la Memoria Histórica, el pensamiento, el ensayo…. En este libro hay un poco de todo esto , pero un mucho de investigación y de recuperar, como escarbando, de Memoria Histórica y, la verdad, es que Javier Gómez lo hace desmenuzando  la historia de una represión que mató de primeras y creando la “doctrina del shock”;  también se ensimismó con la purga, depurando y castigando….haciendo del escarmiento otro dogma que se fundiese con el miedo de los asesinatos…para después, con el tiempo, aplicar una especie de de “cultura de la sanación2, aquello que algunos llamaron “primera justicia, después de la guerra”.

Tecnos se ha aplicado con auténtico rigor en este excelente  trabajo de Javier Gómez Calvo acercándose a la “pequeña historia local de una provincia” como un auténtico cuchillo, aportando datos de todo tipo de una zona de la que , hasta ahora, tampoco había tanta y tanta información….pero allí fue a caer Javier Gómez y con su curiosidad se fue acercando , para desmenuzar y arrancar los pedazos de esa historia que se fueron enterrando desde las matanzas hasta las justicias que sobresalieron de la guerra, pasando por las pugas. Como hablábamos con Javier si no es leyendo y releyendo los libros escritos, teniendo en cuenta, pequeños lugares geográficos será muy difícil hacerse una idea de la magnitud de una guerra y de, en este caso, del estudio de la represión franquista en general. Las “pequeñas historias2 locales, comarcales, provinciales son las que mejor nos ayudarán a recomponer el puzle enterrado de la historia de la Guerra Civil Española y de su posguerra.

Lo que dice la propia editorial, Tecnos, sobre el libro:

El fracaso del golpe militar y la incapacidad del gobierno legítimo de la República para sofocarlo en su totalidad provocaron el “choque de incapacidades” que derivó, el 18 de julio de 1936, en guerra fratricida. Sin embargo, en Álava, controlada casi de forma total por los sublevados desde el primer momento, apenas se puede hablar de enfrentamiento bélico y sí de lo que aconteció lejos del frente. Largas penas de prisión, ejecuciones, secuestros, asesinatos, depuraciones profesionales, multas y exilio acabaron de un plumazo con la experiencia democrática iniciada en abril de 1931. En este libro se atienden tanto los tiempos y las formas de represión franquista como la diferenciación entre las víctimas de aquélla. Así, matar fue la consigna franquista en retaguardia hasta finales de 1936. Del exterminio físico se pasó a purgar al ahora enemigo. Casi cuarenta años después, la dictadura murió matando, pero la transición a la democracia no se comprende sin atender a un lento, complejo y laborioso proceso en el que se comenzaron a sanar las heridas abiertas durante tantas e interminables décadas.


El recuerdo de la guerra civil y de la represión franquista en el País Vasco se encuentra ligado, irónicamente, a una suerte de desmemoria selectiva. En la mente de todos pervive la agitación política y social que envolvió la agonía del dictador y su régimen en una frenética espiral de acción-represión-acción retroalimentada por el Estado y la recién nacida ETA. Se llegó a escribir en obras de difusión internacional que “durante los largos años de dictadura franquista nunca ha dejado de ocupar (el País Vasco) un puesto de vanguardia en la lucha de los pueblos del Estado español por su liberación, a causa del alto grado de movilización obrera y popular alcanzado y de la intensa conciencia nacional y antifascista de sus gentes”. Se trata de una visión que proyecta hacia atrás lo ocurrido en los últimos años de dictadura en las provincias vascas, pero que olvida entre otras cosas que aquéllas nutrieron con millares de voluntarios las tropas de Franco en aquella reconquista de Madrid por parte de la insurgente y nueva Covadonga.

El golpe de Estado de 1936 supuso en el País Vasco el aplastamiento definitivo de la cultura cívica republicana, de los valores sociales que ésta encarnaba y el aniquilamiento físico del movimiento obrero en todas sus vertientes y derivaciones políticas y sindicales. Fueron esas las máximas de la política represiva de los golpistas para toda España y fueron también las que guiaron la aplicación de la misma en Álava, territorio explorado en este trabajo. En 1936, la provincia más meridional del País Vasco apenas superaba los 100.000 habitantes, siendo así la menos poblada de España. Políticamente, los carlistas se alzaban con victorias relativamente cómodas en todas las convocatorias electorales en un territorio en el que predominaba el pequeño propietario agrícola y en el que la presencia de la industria, escasa y aun eminentemente artesanal, prácticamente se limitaba a su capital, Vitoria.

Así las cosas, el 18 de julio de 1936 fue recibido con alborozo por la mayoría de los alaveses. Sin resistencia, la guarnición militar de Vitoria -en buena medida conspiradora- el Requeté carlista y los escasos falangistas impusieron su particular concepto de “orden” y depusieron a todas las autoridades políticas republicanas de la provincia, comenzando con rapidez las detenciones, las purgas profesionales y los crímenes. ¿Quiénes se convirtieron en objetivos? Por este orden, anarquistas, republicanos de izquierdas, socialistas y comunistas, así como todos aquellos que, sin poseer una adscripción partidaria concreta, resultaban sospechosos de haber simpatizado con formaciones republicanas de izquierdas. Por el contrario, los nacionalistas vascos, que habían conseguido un 20% de respaldo electoral en las urnas, consiguieron esquivar lo peor de la represión: muchos se integraron sin dificultad en el nuevo régimen, otros pudieron pasar desapercibidos y los más fueron multados económicamente, detenidos durante tiempo limitado o desterrados.

Con todo, la represión practicada en Álava guarda algunas diferencias notables con la ejercida en provincias tan próximas como Navarra o La Rioja. Así, en un macabro ranking nacional del terror y la muerte éstas últimas se encontrarían en el grupo de cabeza, mientras Álava lo haría a la cola. Lo cuantitativo, sin

embargo, no es interesante per se sino en cuanto que deriva de una diferencia cualitativa fundamentada en el análisis de una serie de factores que se obvian cuando se estudia la represión franquista. Por ejemplo, ¿qué papel jugó en la represión la alianza civil que nutría el bloque sublevado en un Estado en el que su soporte institucional era militar y no civil? ¿Qué papel jugaron los tiempos políticos en la aplicación de unas u otras políticas represivas? ¿De qué manera se manifiesta la oposición a la dictadura? ¿Cómo se combate a un nuevo y difuso enemigo que ya no es exactamente el de 1936? Como horizonte final, todas estas preguntas acaban remitiendo a una que subyace en el debate académico y social sobre lo que fue la política represiva franquista: ¿se puede hablar realmente de exterminio o genocidio?

La represión franquista, sostengo en este trabajo, puede dividirse en tres etapas. En una primera se persiguió con saña al adversario, deshumanizado y convertido en enemigo antipatriota. En la segunda, prolongada al menos hasta la derrota en Europa del Eje nazi-fascista, el enemigo fue reeducado en la cultura política del régimen a través de la cárcel, los campos de trabajo, las multas y, en fin, el olvido. Matar al principio, purgar después. Y, bajo el recuerdo de la sangre y la amenaza del castigo, vencedores que terminaron siendo vencidos y vencidos que no lo fueron tanto comenzaron a fraguar un lento proceso para acabar por sanar y cicatrizar las heridas abiertas en 1936.

Para la realización de este libro he utilizado principalmente fuentes de carácter militar-judicial, analizado miles de expedientes penitenciarios y vaciado todos los expedientes de depuración profesional instruidos en Álava, ya fuera en sus principales instituciones políticas -Diputación y Ayuntamiento de Vitoria- o en categorías profesionales determinadas, caso del Magisterio, los técnicos de Hacienda o los empleados de Correos. Además, me he apoyado en la práctica totalidad de los archivos municipales de la provincia para entender y comprender qué tipo de conflictividad prepolítica determinaba ciertas actitudes sociales y en qué medida esos enfrentamientos determinaban la aplicación de las políticas de castigo y eliminación física en los meses posteriores al golpe de Estado.

El autor, Javier Gómez Calvo:

Es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del país Vasco, actualmente trabaja en el Centro de Investigación y Estudios de Lisboa…siendo sus líneas de investigación la guerra civil, la dictadura franquista y la transición a la democracia, aunque, de manera especial, se ha centrado en todo aquello que tiene a ver con los mecanismos de la represión, las víctimas y el fenómeno de la violencia política. Ha publicado trabajos, muchos de ellos colectivos, en revistas y publicaciones como Historia Contemporánea, Sancho el Sabio o Historia y Política.

 

 

Cazarabet conversa con Javier Gómez Calvo

75308_1727585111742_3308603_n.jpg-Javier eres estudioso de la Guerra Civil Española, pero ¿qué te ha llevado a fijarte en la provincia de Álava para estudiar la guerra y la represión?

-Es una larga historia que voy a resumir. En 2007 el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda comenzó, por encargo de las Juntas Generales de Álava, a trabajar en un proyecto para la recuperación de los nombres de los represaliados alaveses. Yo formaba parte de aquel equipo y comencé a interesarme tanto en la riqueza de unos fondos hasta entonces no explorados como en el hecho de que el franquismo, en general, estuviera tan poco trabajado en el País Vasco.

-¿Qué te ha sido más difícil de estudiar la guerra, en sí o la represión con lo que todo ella conllevaba?

-En este trabajo he tratado de dejar de lado la guerra ya que en Álava, exceptuando el norte de la provincia, no hubo tal. Sin duda, la cara más cruel de la guerra no se vivió en sus trincheras, sino en la retaguardia. Fue eso lo que me propuse estudiar. Debo decir que, afortunadamente, gran parte de las barreras con las que los historiadores hemos topado en el pasado ya se están venciendo, como los problemas de acceso a los archivos.

-¿Por qué el escarmiento y el miedo es lo que más se utiliza en todas las guerras, pero sobretodo en las civiles?

-Hay que tener en cuenta que el 18 de julio de 1936 no comienza ninguna guerra, sino que se produce un golpe de Estado que tiene como objetivo subvertir el orden político y la legitimidad republicana. También que existen una serie de directrices, sumamente rigurosas, de cómo se debe actuar contra el adversario, ahora ya enemigo. El escarmiento y el miedo, una vez el fracaso del golpe acaba convirtiendo éste en guerra en apenas unos días, son ingredientes fundamentales para lograr los objetivos.

-Haciendo un ejercicio de síntesis: ¿cómo fue el paso de la guerra civil por Álava?

-Yo diría que, como en el resto de España, toda la población se vio implicada: unos directamente y otros de manera indirecta. Por un lado, hay que recordar el importante contingente de voluntarios alaveses que lucharon junto a los golpistas. A eso hay que añadir las consecuencias del conflicto para los contrarios políticos que estaban en terreno equivocado, ya fuera retaguardia republicana o franquista. Si se tiene en cuenta que la línea del frente estaba situada tan cerca de Vitoria, capital de la provincia y habitada por el 40% de la población alavesa, desde luego que no fue de las peor libradas.

javiergomez--575x323.JPG-¿Qué tipos de represión tuvieron lugar o se utilizaron más en Álava?...porque, supongo, que según las zonas y demás se utilizaban más un tipo de represión más que otras: teniendo en cuenta, por ejemplo, el tipo de idiosincrasia de la gente que componen un tipo de sociedad y demás…

-En Álava se da la paradoja, que en realidad no lo es tanto, de haber sido una de las provincias con menor mortalidad asociada al crimen político franquista y, sin embargo, una de las que mayor dureza punitiva sufrió en términos económicos. Se trataba de una provincia que podíamos llamar mesocrática, con una capital de provincia en la que la iniciativa empresarial brillaba por su ausencia y con un elevado número de rentistas. Buena parte de ese dinero se concentraba en manos de republicanos y nacionalistas vascos.

-¿Por qué en Álava hubo tanto control, desde un primer momento, de los sublevados…..qué caldo de cultivo había para que esto se diese?

-Hay que tener en cuenta el fuerte componente civil de la guerra, no solo en el frente sino también lejos del mismo. Toda la población, unos de forma voluntaria y los más contra su deseo, participa de aquello. Cualquier ápice de ruptura intracomunitario anterior a 1936 servía para encrespar los ánimos. La lógica macabra del terror conduce irremediablemente a la necesidad de mantener un severo control del detalle más nimio.

-Álava apenas sufrió enfrentamientos bélicos, vivió lejos del frente….pero sí vivió, desde el 18 de julio del 36, el tiempo de la represión:¿cómo fue?; ¿cómo tuvo lugar?

-En los primeros años de democracia un periódico le hizo esta misma pregunta a Macario Illera, anarquista vitoriano y testigo a su pesar de la desgracia. Él, que había huido de Vitoria en julio de 1936 para combatir con la República y que, debido a ello, fue condenado a muerte, respondió que si se comparaba con el resto de España, había sido más bien una represión débil. Yo, sin embargo, pienso que fue una represión ajustada a las necesidades de los golpistas.

-¿Cómo definirías, querido Javier el tiempo de dictadura en Álava?

-Es complicado encontrar una palabra, ya que duró casi cuarenta años. Los adjetivos usados para 1940 no son operativos en 1960 y menos aún en 1975. Si tuviera que escoger una frase, diría que fue un tiempo de silencio político y penuria social que, sin embargo, fue aprovechado para transformar la provincia en un polo de desarrollo económico e industrial.

historiador-Javier-Gomez-Calvo-Matar_EDIIMA20140604_0834_4.jpg-¿Cómo se viajó hacia la democracia, o sea: cómo fue el tiempo de  transición?

-Creo que la Transición siempre debe entenderse como un tiempo largo y no como un proceso realizado por una determinada élite política en el ocaso del franquismo. Antes de Suárez, Carrillo o Felipe González hubo muchos actores anónimos en esa película interminable que resultó la dictadura. Conocer cómo se reubican e interactúan vencedores y vencidos tras la guerra civil es fundamental para comprender el proceso de cambio político posterior. En el caso de Álava, la escasa ruptura del nivel de cohesión social interna anterior al golpe de Estado facilitó un viaje menos traumático.

-Hoy en día en que se pone tanto en entredicho  el proceso de la transición, levantándose dudas , preguntas y algo más que esto…por primera vez aquello de transición modélica ya no se tiene tan claro…tú, particularmente :¿cómo lo ves? Y ¿cómo lo ves, en particular, en el caso de Álava?

-Es obvio que lo que llamamos Transición no fue un periodo modélico. No es que lo diga yo, es que echar un vistazo a la hemeroteca es suficiente: Atocha, Montejurra o el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, sin ir más lejos. El peaje de sangre fue muy alto, es evidente. Pero, a pesar de todo esto, creo que conviene juzgar el pasado con ojos del pasado y no del presente. Muchas veces decimos esto cuando nos referimos a la guerra civil e, incomprensiblemente, lo olvidamos cuando de lo que se trata es de comprender (que no es lo mismo que asumir) la Transición.

-Las heridas de la Guerra Civil y de la represión y las purgas….¿cómo se encuentran en este momento?

-Más sanadas en unos sitios que en otros, sin duda. Lo voy a ilustrar con algún ejemplo. Hace tres años, el gobierno municipal de Granada, del PP, retiró una placa del cementerio que servía como sencillo homenaje a los allí fusilados. En contraste, unos años antes Ramón Rabanera, diputado general de Álava y miembro del PP, homenajeó al republicano Teodoro Olarte, que en 1936 ocupaba el mismo cargo que Rabanera y que, debido a ello, fue asesinado. En todo caso creo que la derecha debería ser más valiente para evitar que gestos como el del gobierno granadino se sigan repitiendo.

 

 

 

alava (1).jpg17007
Matar, purgar, sanar. La represión franquista en Álava. Javier Gómez Calvo
376 páginas
22,00 euros
Tecnos


El fracaso del golpe militar y la incapacidad del gobierno legítimo de la República para sofocarlo en su totalidad provocaron el “choque de incapacidades” que derivó, el 18 de julio de 1936, en guerra fratricida. Sin embargo, en Álava, controlada casi de forma total por los sublevados desde el primer momento, apenas se puede hablar de enfrentamiento bélico y sí de lo que aconteció lejos del frente. Largas penas de prisión, ejecuciones, secuestros, asesinatos, depuraciones profesionales, multas y exilio acabaron de un plumazo con la experiencia democrática iniciada en abril de 1931. En este libro se atienden tanto los tiempos y las formas de represión franquista como la diferenciación entre las víctimas de aquélla. Así, matar fue la consigna franquista en retaguardia hasta finales de 1936. Del exterminio físico se pasó a purgar al ahora enemigo. Casi cuarenta años después, la dictadura murió matando, pero la transición a la democracia no se comprende sin atender a un lento, complejo y laborioso proceso en el que se comenzaron a sanar las heridas abiertas durante tantas e interminables décadas.

El recuerdo de la guerra civil y de la represión franquista en el País Vasco se encuentra ligado, irónicamente, a una suerte de desmemoria selectiva. En la mente de todos pervive la agitación política y social que envolvió la agonía del dictador y su régimen en una frenética espiral de acción-represión-acción retroalimentada por el Estado y la recién nacida ETA. Se llegó a escribir en obras de difusión internacional que “durante los largos años de dictadura franquista nunca ha dejado de ocupar (el País Vasco) un puesto de vanguardia en la lucha de los pueblos del Estado español por su liberación, a causa del alto grado de movilización obrera y popular alcanzado y de la intensa conciencia nacional y antifascista de sus gentes”. Se trata de una visión que proyecta hacia atrás lo ocurrido en los últimos años de dictadura en las provincias vascas, pero que olvida entre otras cosas que aquéllas nutrieron con millares de voluntarios las tropas de Franco en aquella reconquista de Madrid por parte de la insurgente y nueva Covadonga.

El golpe de Estado de 1936 supuso en el País Vasco el aplastamiento definitivo de la cultura cívica republicana, de los valores sociales que ésta encarnaba y el aniquilamiento físico del movimiento obrero en todas sus vertientes y derivaciones políticas y sindicales. Fueron esas las máximas de la política represiva de los golpistas para toda España y fueron también las que guiaron la aplicación de la misma en Álava, territorio explorado en este trabajo. En 1936, la provincia más meridional del País Vasco apenas superaba los 100.000 habitantes, siendo así la menos poblada de España. Políticamente, los carlistas se alzaban con victorias relativamente cómodas en todas las convocatorias electorales en un territorio en el que predominaba el pequeño propietario agrícola y en el que la presencia de la industria, escasa y aun eminentemente artesanal, prácticamente se limitaba a su capital, Vitoria.

Así las cosas, el 18 de julio de 1936 fue recibido con alborozo por la mayoría de los alaveses. Sin resistencia, la guarnición militar de Vitoria -en buena medida conspiradora- el Requeté carlista y los escasos falangistas impusieron su particular concepto de “orden” y depusieron a todas las autoridades políticas republicanas de la provincia, comenzando con rapidez las detenciones, las purgas profesionales y los crímenes. ¿Quiénes se convirtieron en objetivos? Por este orden, anarquistas, republicanos de izquierdas, socialistas y comunistas, así como todos aquellos que, sin poseer una adscripción partidaria concreta, resultaban sospechosos de haber simpatizado con formaciones republicanas de izquierdas. Por el contrario, los nacionalistas vascos, que habían conseguido un 20% de respaldo electoral en las urnas, consiguieron esquivar lo peor de la represión: muchos se integraron sin dificultad en el nuevo régimen, otros pudieron pasar desapercibidos y los más fueron multados económicamente, detenidos durante tiempo limitado o desterrados.

Con todo, la represión practicada en Álava guarda algunas diferencias notables con la ejercida en provincias tan próximas como Navarra o La Rioja. Así, en un macabro ranking nacional del terror y la muerte éstas últimas se encontrarían en el grupo de cabeza, mientras Álava lo haría a la cola. Lo cuantitativo, sin

embargo, no es interesante per se sino en cuanto que deriva de una diferencia cualitativa fundamentada en el análisis de una serie de factores que se obvian cuando se estudia la represión franquista. Por ejemplo, ¿qué papel jugó en la represión la alianza civil que nutría el bloque sublevado en un Estado en el que su soporte institucional era militar y no civil? ¿Qué papel jugaron los tiempos políticos en la aplicación de unas u otras políticas represivas? ¿De qué manera se manifiesta la oposición a la dictadura? ¿Cómo se combate a un nuevo y difuso enemigo que ya no es exactamente el de 1936? Como horizonte final, todas estas preguntas acaban remitiendo a una que subyace en el debate académico y social sobre lo que fue la política represiva franquista: ¿se puede hablar realmente de exterminio o genocidio?

La represión franquista, sostengo en este trabajo, puede dividirse en tres etapas. En una primera se persiguió con saña al adversario, deshumanizado y convertido en enemigo antipatriota. En la segunda, prolongada al menos hasta la derrota en Europa del Eje nazi-fascista, el enemigo fue reeducado en la cultura política del régimen a través de la cárcel, los campos de trabajo, las multas y, en fin, el olvido. Matar al principio, purgar después. Y, bajo el recuerdo de la sangre y la amenaza del castigo, vencedores que terminaron siendo vencidos y vencidos que no lo fueron tanto comenzaron a fraguar un lento proceso para acabar por sanar y cicatrizar las heridas abiertas en 1936.

Para la realización de este libro he utilizado principalmente fuentes de carácter militar-judicial, analizado miles de expedientes penitenciarios y vaciado todos los expedientes de depuración profesional instruidos en Álava, ya fuera en sus principales instituciones políticas -Diputación y Ayuntamiento de Vitoria- o en categorías profesionales determinadas, caso del Magisterio, los técnicos de Hacienda o los empleados de Correos. Además, me he apoyado en la práctica totalidad de los archivos municipales de la provincia para entender y comprender qué tipo de conflictividad prepolítica determinaba ciertas actitudes sociales y en qué medida esos enfrentamientos determinaban la aplicación de las políticas de castigo y eliminación física en los meses posteriores al golpe de Estado.

Sin título-2.jpg

Sin título-3.jpg

Sin título-4.jpg

 

_____________________________________________________________________

LA LIBRERÍA DE CAZARABET - CASA SORO (Turismo cultural)

c/ Santa Lucía, 53

44564 - Mas de las Matas (Teruel)

Tlfs. 978849970 - 686110069

http://www.cazarabet.com/lalibreria

http://ww.cazarabet.com

libreria@cazarabet.com