La Librería de El Sueño Igualitario

Cazarabet conversa con...   Peter Anderson, coeditor de "Lidiando con el pasado. Represión y memoria de la guerra civil y el franquismo" (Comares)

 

5334330de61fb-lidiando.jpgComares, en su colección de Historia, nos vuelve a traer un estudio excelente desde la pluma, como compiladores y también investigadores, de Peter Anderson y Miguel Ángel del Arco Blanco. En el siguiente libro, éste del que vamos a hablar, Lidiando con el pasado. Represión y memoria de la Guerra Civil y el franquismo. Miguel Ángel del Arco y Peter Anderson hacen de editores, coordinadores y compiladores (aunque también aportan lo suyo, como de “cosecha propia”) de una serie de plumas especializadas  en la represión y la violencia, tanto en la zona republicana como en la zona ganada por los rebeldes. Eso en las dos primeras partes, mientras que, en la tercera parte, se emprende el tema de la represión y la resistencia de posguerra. El estudio es muy riguroso, comprimido y exigente. Dicho en dos palabras: claro y conciso.

Otra cosa es la memoria y el cómo hemos ido “como reciclando” la represión y la violencia que se desata desde aquel julio del 36 cuando los militares se alzaron contra la II República….de ahí, seguramente, el título del libro que le da mucho con el propósito: “Lidiando con el pasado….”.

Un buen libro que reúne excelentes plumas especializadas: desde la de los propios coordinadores como la de refutados hispanistas como Paul Preston, María Thomas y otros como Gutmaro Gómez, Jorge Marco, Lucía Prieto Borrego, Encarnación Barranquero, Francisco Cobo, Teresa María Ortega López....

Lo que nos dice Comares de este libro:

La noche del 29 de diciembre de 1936, en las cercanías del pequeño pueblo de Poyales del Hoyo (Ávila), los partidarios del general Franco asesinaron a tres mujeres: Virtudes de la Puente Pérez, Pilar Espinosa Carrasco y a la embarazada Valeriana Granada. Después, sus cuerpos fueron lanzados a una fosa común en el cementerio de la localidad, donde permanecieron abandonados y sin identificar durante décadas. Mientras tanto, los responsables vagaron libremente y, según se dice, uno de ellos disfrutó de tal impunidad que los vecinos le apodaron «501» por el número de víctimas que alardeaba haber matado. A comienzos de noviembre de 2002, décadas después de ser aprobada la Constitución democrática de 1978, algunos familiares de las víctimas y algunos vecinos, lograron exhumar los restos y darles un enterramiento digno. Según las informaciones periodísticas, la alcaldesa conservadora de Poyales del Hoyo en 2002, Damiana González Vadillo, era sobrina de «501» y trató de impedir que los cuerpos fuesen enterrados en el cementerio, alegando que éste carecía de espacio suficiente para los mismos.

Entre la primavera y el verano de 2011 se sucedió otro episodio en esta historia: el 22 de mayo, un nuevo alcalde conservador, Antonio Cerro, asumió el cargo. Ese mismo día, unos desconocidos profanaron la placa conmemorativa erigida en el lugar en el que los franquistas habían asesinado a las tres mujeres. Unas semanas después, el 30 de julio de 2011, el alcalde ordenó la retirada de los restos de los nichos donde habían sido depositados y dispuso que fuesen devueltos a la fosa común. Su medida provocó la respuesta de algunos vecinos y, a comienzos de agosto, estallaron protestas y enfrentamientos en el pueblo. La situación llegó a un punto crítico cuando un grupo de familiares de las víctimas y de personas afines al movimiento para la recuperación de la memoria histórica comenzaron a protestar, llevando una pancarta con la siguiente leyenda: «Somos los nietos de los obreros que no pudisteis fusilar». Entonces, algunos derechistas locales los acusaron de no ser españoles (una acusación que los franquistas también habían vertido en su momento sobre sus enemigos en la guerra civil de 1936-1939), destruyeron la pancarta e incluso alguno de ellos afirmó que «si Franco levantara la cabeza os cortaba el cuello».

Esta historia dice mucho sobre los conflictos que, en relación al pasado y a su legado, todavía atraviesan a tres generaciones de españoles. Desde el cambio de milenio, este conflicto ha alcanzado nuevas cotas debido a las actividades de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, compuesta en gran parte por los nietos de las aproximadamente 150.000 víctimas de la represión franquista. Como sucedió en Poyales del Hoyo en 2002, los miembros de la Asociación tratan de encontrar las fosas donde yacen muchos de sus familiares para, entonces, exhumar los cuerpos y dar digna sepultura a los asesinados. Entre el comienzo del siglo y septiembre de 2011, han logrado desenterrar a 5.476 víctimas. Las exhumaciones han contribuido a alimentar la polémica y el debate, propiciando la aprobación en diciembre de 2007 de la comúnmente conocida como Ley de la Memoria Histórica. En la Ley, el Estado asumía el compromiso de promover un mejor conocimiento del pasado, así como de apoyar la búsqueda de las fosas comunes y la identificación de las víctimas. Sin embargo, la disposición no contó con el apoyo de todos los partidos políticos. El diario El País incluyó en una de sus ediciones de 2011 la disconformidad de Mariano Rajoy, entonces líder del Partido Popular en la oposición, en las que afirmaba que la Ley de la Memoria Histórica no tenía ningún sentido y que, si llegaba al poder, no estaba interesado en mantenerla. Tras su victoria en las elecciones generales de noviembre de 2011, redujo la cantidad presupuestada para las actividades de recuperación del pasado y, en el presupuesto de 2013 y 2014, las partidas se redujeron a cero.


Cazarabet conversa con Peter Anderson:

Anderson_P_4908.jpg-Peter, ¿por qué crees que son tan necesarios los estudios sobre la violencia?

- En el caso de muchos países europeos podemos dividir el siglo XX en tres partes – el comienzo de la violencia, su empleo masivo y ajustar cuentas con el pasado. Puede ser el caso de Alemania y de España. En España, por ejemplo, antes de la guerra civil grupos derechistas como las juventudes de la CEDA, la JAP, desarrollaron un culto a la muerte y a la violencia. En la guerra civil, escuadrones de la muerte pusieron esas ideas en práctica y miles de españoles encontraron la muerte de forma temprana. Los franquistas negaron esos asesinatos, y durante la transición muchos españoles prefirieron no discutir las ejecuciones y sólo en el cambio de siglo existió un debate serio sobre el traumático pasado. En este debate, España va con retraso respecto a países como Alemania. Pero España difiere del caso alemán también en otras cuestiones. El régimen nazi y su interpretación del pasado fueron completamente destruidas y quedaron desacreditadas con la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial. Sin embargo, en España, el régimen franquista continuó en pie hasta los años setenta. En gran parte, las interpretaciones franquistas de la guerra civil todavía perviven en muchos grupos de la sociedad española. La idea central de estas narrativas consiste en que la Iglesia fue perseguida por la República desde 1931 y que la violencia anticlerical constituyó la culminación inevitable de sus políticas; también, esos discursos parte de la idea de que las brigadas internacionales no eran más que un grupo de inadaptados controlados por la Unión Soviética, o incluso el hecho sostenido por algunos historiadores que los fusilados tras la celebración de los consejos de guerra fueron ejecutados porque en necesariamente habían cometido algún delito de sangre. Rebatir estas afirmaciones es difícil. Repasando la prensa española de los últimos años, no es difícil encontrar historias de católicos que aseguran haber muerto tan sólo por causa de su fe, o acusaciones de miembros del Partido Popular en las que se sostiene que los brigadistas internacionales eran un grupo de asesinos o, incluso, las declaraciones del alcalde de Barralla (Galicia), que afirmó que los condenados a muerte por Franco “lo merecían”.

El reto para el historiador consiste tanto en entender estas actitudes y en someterlas a escrutinio mediante la documentación histórica. Debido a la larga duración del régimen de Franco y de sus interpretaciones históricas, para las familias que apoyaron el régimen de Franco es difícil de entender la pérdida de sus seres queridos recurriendo a un relato más complejo que explique qué sucedió realmente en la retaguardia de republicana, y no recurrir al relato oficial de la dictadura en el que tildaba a todos los republicanos de asesinos izquierdistas. En este sentido, pienso que el trabajo del historiador reside no sólo en establecer la verdad histórica, sino también cuestionar las actitudes sociales mediante una investigación original e innovadora.

Bajo mi punto de vista, Lidiando con el pasado logra hacer esto de diversas formas. En 2012 el Estado español otorgó al nieto del general Queipo de Llano con el título de marqués, primero concedido a su abuelo. Paul Preston, en su capítulo, nos descubre a un hombre que en ningún sentido podía merecer ese honor. Aparte de sus constantes proclamas animando a la violencia, 45.000 personas fueron asesinadas en el área bajo su jurisdicción sólo durante la guerra civil. Como Francisco Cobo y Teresa María Ortega muestran en su capítulo, esto incluyó a 744 mujeres sólo en la provincia de Sevilla. El libro también trata de ampliar la forma que tenemos de entender la violencia franquista. El capítulo sobre la represión en la vida cotidiana, por ejemplo, muestra como algunos de los aspectos más destacados de la cultura de los vencedores, como fueron las cruces de los caídos, ayudaron a perpetuar una cultura de la violencia en la cual los mártires del bando franquista dominaron el espacio pública con la idea de llevar a cabo una “purga” de los pecados cometidos por las “hordas rojas”. Recientemente el Vaticano ha beatificado a cientos de esos mártires, por lo que a nuestro juicio resulta necesario recordar cómo su trágica pérdida se vinculó siempre a la guerra civil y a la violencia necesaria que le siguió y que se antojaba como “justa” para vengar sus muertes.

-Las comparaciones son odiosas y si se trata de “comparar” la violencia de unos y otros…bueno, es que dimito….pero sí que podemos hablar de las diferenciaciones en las prácticas y en cómo se llevaban a cabo los “procesos “de “limpieza”, “liquidación del enemigo”…¿qué nos puedes decir al respecto?

- Una de las grandes virtudes del libro, bajo mi punto de vista, es que aborda las violencias desarrolladas en ambas retaguardias. Es cierto que dedica más espacio a la violencia franquista pero el motivo de esto reside en que durante décadas durante el franquismo se publicaron multitud de obras sobre la violencia republicana, llevando a cabo también exhumaciones de sus víctimas y honrando a sus “caídos” mientras que silenciaba o negaba la represión que llevó a cabo sobre los partidarios de la república.

Sin embargo, al mismo tiempo que avanzamos en el estudio de la violencia franquista, todavía debemos entender y explicar la violencia de la retaguardia republicana y alejarnos de una serie de tópicos extendidos por la historiografía franquista o de afrontar la reticencia de parte de la historiografía de izquierdas a hablar de ella. Lo importante es escapar al silencio, a la negación de lo ocurrido, mediante el empleo de una metodología histórica y conceptual que nos ayude a comprender el pasado, laminando los mitos y las narrativas oficiales. El capítulo de Lucía Prieto y Encarnación Barranquero sobre la violencia republicana en Málaga ofrece a mi juicio un buen ejemplo de la investigación pormenorizada y seria que nos ayuda a cuestionar mitos que hasta ahora han perdurado. Descartan la idea, por ejemplo, que los anarquistas patrimonializaron el ejercicio de la violencia en la retaguardia. También muestran que el estado republicano no se colapsó completamente en el verano de 1936, lo que implica que algunos funcionarios del aparato estatal estuvieron involucrados en los asesinatos. Resaltan, por ejemplo, la influencia del alcalde socialista de Antequera y de los miembros del comité de Ronda. También nos descubren la reconstrucción del estado y algunas restricciones que fueron impuestas en los Comités de Investigación y Vigilancia. Del mismo modo, Maria Thomas, en su brillante estudio empírico sobre la violencia anticlerical, ofrece nuevas formas de explicar los ataques al clero, yendo más allá del relato martirológico clásico. Alude así a que el ejercicio de la violencia dio lugar a una cohesión entre los autores de la misma, subrayando la forma en la que los nuevos líderes políticos locales compitieron para capitanear las medidas anticlericales como medio de reclamar la soberanía.

Pero a pesar de todas estas matizaciones y avances en el conocimiento de ambas violencias, muchas de las grandes diferencias existentes entre la violencia franquista y la republicana resaltadas por publicaciones previas quedan reafirmadas. La violencia franquista fue planeada y dirigida desde arriba y sostenida en el tiempo. Por el contrario, la violencia republicana fue consecuencia de la fragmentación de la soberanía y del colapso del orden público. Se había frenado, no obstante, a comienzos de 1937. Pero también existen algunas similitudes entre ambas represiones: las denuncias y la colaboración en la represión existieron tanto en la zona republicana como en la franquista; el miedo y los estereotipos construidos sobre el enemigo contribuyeron a exacerbar la violencia, así como la promesa de un futuro determinado. No obstante, la ideología no basculó siempre entre el blanco y el negro. En su capítulo, Jorge Marco analiza la guerrilla en los años de postguerra y revela cómo un grupo de vecinos guerrilleros (los “Hermanos Clares”), cuando el PCE intentó forzar su integración en las guerrillas del partido, llegaron a unirse a una contrapartida franquista para luchar contra la guerrilla comunista.

-¿Cómo definirías la represión de la posguerra….es que, personalmente, siempre me da la impresión de que cuando hablo de represión de la posguerra lo hago de escarmiento, de infundir miedo , muchas veces de manera gratuita…?

- El 19 de julio de 1938 Franco pronunció un discurso en el que afirmó: “Esta conducta de los enemigos de la unidad y de la grandeza de España, no desaparecerá con la guerra, antes al contrario, es en medio de la paz, en que consideran su trabajo menos peligroso y más provechosas las ocasiones de debilidad y de concupiscencia. Por ello, tiene que ser mayor nuestra vigilancia y el cuidado de la pureza de vuestro credo.” De hecho, bajo mi punto de vista, a veces es difícil distinguir entre la diferenciación que pudo hacer el franquismo entre la sociedad de la guerra y de la postguerra. La dictadura persiguió regenerar la sociedad española tanto por la eliminación como por la reeducación de los enemigos. El sistema penitenciario estudiado por Gutmaro Gómez Bravo, ofrece un buen ejemplo de esto. Desde 1938, la iglesia católica se hizo con el control de la reeducación que debían recibir los presos en las prisiones españolas, ganando una influencia enorme sobre el casi millón de reclusos que las cárceles franquistas albergaban a entre abril de 1939 y enero de 1940. El fin último era convertir a los reclusos, reeducarlos en sus conductas y en su personalidad, para que cuando retornasen a sus hogares fuesen buenos cristianos, españoles y trabajadores. Para lograr esto los capellanes de las prisiones debían supervisor y certificar el arrepentimiento de los prisioneros, para lo cual los forzaban a reconocer sus “pecados” antes de liberarlos para su nueva vida. Sin embargo, aquellos que obtuvieron la libertad condicional tuvieron que hacer frente a circunstancias de extrema dureza. Algunos historiadores afirman de 200.000 fallecidos durante la postguerra por causas relacionadas con el hambre. Mientras que aquellos que se encontraban bien conectados con el régimen o gozaban de una situación de privilegio lograron escapar a las penurias económicas o incluso obtener buenos beneficios de la situación socioeconómica en el mercado negro, los más humildes y los opositores políticos al régimen tuvieron que tratar de escapar del hambre con todas sus fuerzas. Esta situación contribuyó a que el régimen lograse el apoyo de aquellos que prosperaron, y por otro lado provocó que los más pobres se centrasen en sobrevivir en lugar de plantear una oposición abierta a la dictadura.  En este sentido, no creo que hubiese nada de gratuito en los métodos represivos del régimen, con los cuales se perseguía más la reconversión que el escarmiento. El miedo fue una de las actitudes sociales predominantes perseguidas por el régimen. Pero además, hubo otras actitudes que condicionaron las opciones políticas de los españoles entonces, como pudo ser la apatía causada por la miseria o el apoyo de aquellos que lograban réditos del funcionamiento del sistema autárquico.

-Peter en las guerras, en tiempos convulsos ¿Se puede hablar de justicia, si es que aquello que se juzga y se ajusticia, (sea por parte de quien sea) son las ideas de otra gente?

- A los partidarios de la dictadura les gustaba hablar de la “Justicia de Franco”, y como he mencionado anteriormente todavía existe mucha gente en España que considera que aquellos que fueron condenados a muerte debieron ser merecedores de esa condena. Sin embargo, la mayoría de los  historiadores que han estudiado los consejos de guerra saben que esos procedimientos judiciales no fueron más que meras farsas. Decenas de personas podían ser juzgadas en el mismo caso acusadas de diversos cargos, en procesos que no duraban más que algunos minutos. Frecuentemente, las condenas se fundamentaban en meros rumores reproducidos por los testigos o los denunciantes. La justicia de  Franco era una farsa: aunque la llamada Ley de la Memoria Histórica de 2007 condenase el sistema judicial impulsado por el franquismo, las condenas individuales de las víctimas del franquismo permanecen incólumes. Dado que en algunas provincias hasta el 10 por 100 de la población pudo ser juzgada el tema es capital, pues abarca a la criminalización de una parte enorme de la sociedad española. A pesar de esto, para los franquistas fue importante otorgar a sus procesos de una pátina de legalidad y de justicia, presentándolos como una forma de castigar a criminales y delincuentes comunes, y en ningún caso como enemigos políticos. Tal y como demuestro en mi capitulo, esto se convirtió tanto en una forma de negacionismo como en una potente arma diplomática. Líderes destacados como el británico Neville Chamberlain aceptó la justificación de Franco de que no estaba llevando a cabo una represión indiscriminada, sino restableciendo la justicia y el orden. Este hecho fue decisivo a finales de la guerra civil, cuando el Reino Unido reconoció diplomáticamente al régimen del general Franco. En lugar de condicionar el reconocimiento diplomático a cambio de salvaguardas, tolerancia o amnistía  para los vencidos, los británicos tan sólo se limitaron a repetir las explicaciones de Franco de que llevaría a cabo juicios imparciales y rectos para juzgar a los criminales. La realidad fue bien distinta: Franco y sus hombres tuvieron manga ancha para seguir reprimiendo a los partidarios de la república, sin reducir un ápice la intensidad de su castigo sobre aquellos que lucharon por los ideales republicanos.

 

 


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Lidiando con el pasado. Represión y memoria de la guerra civil y el franquismo. Peter Anderson, Miguel Ángel Arco Blanco (eds.)
253 páginas       17 x 24 cms.
20,00 euros
Comares



La noche del 29 de diciembre de 1936, en las cercanías del pequeño pueblo de Poyales del Hoyo (Ávila), los partidarios del general Franco asesinaron a tres mujeres: Virtudes de la Puente Pérez, Pilar Espinosa Carrasco y a la embarazada Valeriana Granada. Después, sus cuerpos fueron lanzados a una fosa común en el cementerio de la localidad, donde permanecieron abandonados y sin identificar durante décadas. Mientras tanto, los responsables vagaron libremente y, según se dice, uno de ellos disfrutó de tal impunidad que los vecinos le apodaron «501» por el número de víctimas que alardeaba haber matado. A comienzos de noviembre de 2002, décadas después de ser aprobada la Constitución democrática de 1978, algunos familiares de las víctimas y algunos vecinos, lograron exhumar los restos y darles un enterramiento digno. Según las informaciones periodísticas, la alcaldesa conservadora de Poyales del Hoyo en 2002, Damiana González Vadillo, era sobrina de «501» y trató de impedir que los cuerpos fuesen enterrados en el cementerio, alegando que éste carecía de espacio suficiente para los mismos.

Entre la primavera y el verano de 2011 se sucedió otro episodio en esta historia: el 22 de mayo, un nuevo alcalde conservador, Antonio Cerro, asumió el cargo. Ese mismo día, unos desconocidos profanaron la placa conmemorativa erigida en el lugar en el que los franquistas habían asesinado a las tres mujeres. Unas semanas después, el 30 de julio de 2011, el alcalde ordenó la retirada de los restos de los nichos donde habían sido depositados y dispuso que fuesen devueltos a la fosa común. Su medida provocó la respuesta de algunos vecinos y, a comienzos de agosto, estallaron protestas y enfrentamientos en el pueblo. La situación llegó a un punto crítico cuando un grupo de familiares de las víctimas y de personas afines al movimiento para la recuperación de la memoria histórica comenzaron a protestar, llevando una pancarta con la siguiente leyenda: «Somos los nietos de los obreros que no pudisteis fusilar». Entonces, algunos derechistas locales los acusaron de no ser españoles (una acusación que los franquistas también habían vertido en su momento sobre sus enemigos en la guerra civil de 1936-1939), destruyeron la pancarta e incluso alguno de ellos afirmó que «si Franco levantara la cabeza os cortaba el cuello».

Esta historia dice mucho sobre los conflictos que, en relación al pasado y a su legado, todavía atraviesan a tres generaciones de españoles. Desde el cambio de milenio, este conflicto ha alcanzado nuevas cotas debido a las actividades de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, compuesta en gran parte por los nietos de las aproximadamente 150.000 víctimas de la represión franquista. Como sucedió en Poyales del Hoyo en 2002, los miembros de la Asociación tratan de encontrar las fosas donde yacen muchos de sus familiares para, entonces, exhumar los cuerpos y dar digna sepultura a los asesinados. Entre el comienzo del siglo y septiembre de 2011, han logrado desenterrar a 5.476 víctimas. Las exhumaciones han contribuido a alimentar la polémica y el debate, propiciando la aprobación en diciembre de 2007 de la comúnmente conocida como Ley de la Memoria Histórica. En la Ley, el Estado asumía el compromiso de promover un mejor conocimiento del pasado, así como de apoyar la búsqueda de las fosas comunes y la identificación de las víctimas. Sin embargo, la disposición no contó con el apoyo de todos los partidos políticos. El diario El País incluyó en una de sus ediciones de 2011 la disconformidad de Mariano Rajoy, entonces líder del Partido Popular en la oposición, en las que afirmaba que la Ley de la Memoria Histórica no tenía ningún sentido y que, si llegaba al poder, no estaba interesado en mantenerla. Tras su victoria en las elecciones generales de noviembre de 2011, redujo la cantidad presupuestada para las actividades de recuperación del pasado y, en el presupuesto de 2013 y 2014, las partidas se redujeron a cero.


INTRODUCCIÓN: Lidiando con el oscuro pasado de España, Peter Anderson y Miguel Ángel del Arco Blanco
PRIMERA PARTE
LA VIOLENCIA EN LA ZONA REBELDE
1.        LA FORJA DE UN ASESINO: EL GENERAL QUEIPO DE LLANO, Paul Preston
2.        FRANQUISMO Y REPRESIÓN FEMENINA. REFORZAMIENTO DEL DISCURSO ANTIFEMINISTA Y ANIQUILAMIENTO DE LA EXPERIENCIA LIBERADORA, 1936-1951, Francisco Cobo Romero y Teresa María Ortega López
3.        ESCÁNDALO Y DIPLOMACIA. LA UTILIZACIÓN DE LOS CONSEJOS DE GUERRA PARA MANTENER LA REPRESIÓN FRANQUISTA DURANTE LA GUERRA CIVIL, Peter Anderson
SEGUNDA PARTE
LA VIOLENCIA EN ZONA REPUBLICANA
4.        LA VIOLENCIA POLÍTICA EN LA ZONA REPUBLICANA. REPRESIÓN Y JUSTICIA POPULAR EN UNA CIUDAD DE LA RETAGUARDIA, MÁLAGA (JULIO DE 1936-FEBRERO DE 1937), Lucía Prieto Borrego y Encarnación Barranquero Texeira
5.        "LA CIVILIZACIÓN QUE SE ESTÁ FORJANDO ENTRE EL TRONAR DE LOS CAÑONES". VIOLENCIA ANTICLERICAL Y RECONFIGURACIÓN SOCIAL (JULIO-DICIEMBRE DE 1936), María Thomas
TERCERA PARTE
REPRESIÓN Y RESISTENCIA DE POSGUERRA
6.        AMAR AL QUE SE CASTIGA. LA IGLESIA Y LA POLÍTICA PENITENCIARIA DE POSTGUERRA, Gutmaro Gomez Bravo
7.        LA LUCHA CONTINÚA: REPRESIÓN Y RESISTENCIA COTIDIANA EN LA ESPAÑA DE POSGUERRA, Miguel Ángel del Arco Blanco
8.        "LA LARGA MARCHA NOCTURNA". LA GUERRILLA ESPAÑOLA EN LA NARRATIVA EUROPEA DE LA RESISTENCIA ANTIFASCISTA (1936-1952), Jorge Marco
QUINTA PARTE
AFRONTANDO EL PASADO
9.        RECORDANDO LA GUERRA DE ESPAÑA: VIOLENCIA, CAMBIO SOCIAL E IDENTIDAD COLECTIVA DESDE 1936, Michael Richards
10.        EL CONCEPTO DE PRÁCTICA GENOCIDA Y LA CUESTIÓN DE LA IMPUNIDAD EN ESPAÑA, Antonio Míguez
SOBRE LOS AUTORES

 

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