La Librería de El Sueño Igualitario

cover-35728.jpgCazarabet conversa con...   Carme Molinero y Pere Ysàs, autores de “La Transición. Historia y relatos” (Siglo XXI)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Historia y relatos de un tiempo, tan pasado como recurrente porque quizás no sea mirada frente a frente ni afrontado, desde la pluma de Carme Molinero y Pere Ysàs, editado por Siglo XXI.

Estos dos Catedráticos de Historia Contemporánea no es la primera vez que colaboran en un libro.

Editorial Siglo XXI lo edita dentro de la  colección, Colección Hitos.

Los dos, además, están especializados en historia social y política de los tiempos de la dictadura y la transición hasta la democracia.

Aquello que nos cuenta la editorial sobre el libro:

De ser el hito fundacional de la democracia española y modelo de cambio político exportable a otras latitudes, la transición ha pasado a ser culpable de la impunidad de los crímenes del franquismo y del olvido de las víctimas de la represión, juzgada, igualmente, por haber originado una democracia defectuosa, una especie de franquismo blanqueado. Ambas visiones antagónicas de la construcción de la democracia española esconden, sin embargo, una elevada funcionalidad política.

En  La transición. Historia y relatos, Carme Molinero y Pere Ysàs argumentan que tanto los enfoques descalificadores como las apologías más o menos laudatorias no constituyen sino meras instrumentalizaciones que subestiman la característica determinante del tránsito de la dictadura franquista a la democracia parlamentaria. Todos estos relatos olvidan, voluntaria o involuntariamente, que se trató de un proceso incierto en el que nada estaba escrito de antemano, en el que sus actores y protagonistas fueron definiéndose al hilo de los acontecimientos y al albur de la dinámica correlación de fuerzas. Un libro iluminador, necesario en estos tiempos de incertidumbre, sobre la realidad más cuestionada de nuestro pasado reciente.

Los autores Carme Molinero y Pere Ysàs:

Carme Molinero es catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona y se ha especializado en la historia social y política de la dictadura franquista y del proceso de transición a la democracia. Es autora de La captación de las masas. Política y propaganda en el régimen franquista (2005), y en  colaboración con Pere Ysàs, entre otros libros, Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la España franquista (1998), La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977 (2008), Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme, 1956-1981 (2010); La cuestión catalana. Cataluña en la transición española (2014) y De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España, 1956-1982 (2017). Ha participado en más de un centenar de obras colectivas, la más reciente Las izquierdas en tiempos de transición (2016), así como en varias decenas de artículos en revistas especializadas.


Pere Ysàs es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona y se ha especializado en la historia social y política de la dictadura franquista y del proceso de transición a la democracia. Es autor de Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia (2004) y, junto a Carme Molinero, ha publicado entre otros libros Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la España franquista (1998), La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977 (2008), Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme, 1956-1981 (2010), La cuestión catalana. Cataluña en la transición española (2014); De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España, 1956-1982 (2017). Ha participado en más de un centenar de obras colectivas, la más reciente Las izquierdas en tiempos de transición (2016), así como en varias decenas de artículos en revistas especializadas.
Desde el propio sello editorial SXXI, nos explican su idiosincrasia y su “razón de ser”:

 

Desde el propio sello editorial SXXI, nos explican su idiosincrasia y su “razón de ser”:

Siglo XXI de España Editores nació en 1967, bajo la estela de Arnaldo Orfila Reynal, con una clara vocación intelectual y práctica ante las circunstancias del momento. Su prioridad era y es doble: por un lado, difundir el conocimiento, el pensamiento y elementos de crítica, y, por otro, facilitar el debate social o académico de los mismos. Esta perspectiva editorial se abrió camino entonces en el seno de una sociedad no democrática, razón por la cual los pilares de su evolución, innovadores y arriesgados pero aún válidos, son simplemente el respeto y el desarrollo del derecho a la libertad de expresión, el rigor en la calidad de ediciones accesibles a todos los bolsillos y la exigencia sistemática de trabajos e investigaciones rigurosos. Defensora tanto del pensamiento progresista más afianzado como de las visiones individuales aisladas e imprescindibles en la democracia, Siglo XXI de España Editores cuenta con un extenso y notable catálogo en el ámbito de las Ciencias humanas y sociales, cuyos títulos revelan por sí mismos el valioso acervo político, económico y social que ha publicado, y que ha logrado y sabido transmitir durante cuatro décadas en el ámbito hispanohablante.

 

 

Cazarabet conversa con Carme Molinero y Pere Ysàs:

cm.jpg-Amigos, ¿desde dónde surge la necesidad de escribir este libro, La transición .Historia y relatos?. ¿Qué es lo que os impulsó a escribirlo?

Carme Molinero (CM): -Este libro tiene su origen en proyectos de investigación anteriores que se ocupaban, a veces solo parcialmente, del cambio político en la España de los años setenta. El impulso final procede de la constatación de la distancia existente entre los relatos predominantes sobre la transición en el espacio público y lo que la historiografía ha aportado en los últimos veinticinco años. Su principal objetivo era contrastar los conocimientos acumulados por la  historiografía con los relatos más difundidos, el del éxito de una transición conducida por la elite reformista franquista y el de la democracia fracasada y origen de todos los males del presente.

-¿Cómo os habéis repartido el trabajo?

CM: -El trabajo ha sido conjunto, desde la definición de la estructura y contenidos hasta la redacción final realizada a partir de borradores elaborados por cada uno de nosotros.

-¿Qué aporta de nuevo este libro a los muchos libros y o reflexiones que se han hechos sobre este período histórico?

Pere Ysàs (PY): -Justamente ese contraste antes aludido. El libro muestra que el análisis de las cuestiones clave del proceso de cambio político hace insostenibles esos relatos. Son relatos  útiles a los actores políticos que los sostienen, sea el de la apología del papel de Juan Carlos y de los reformistas, para legitimarlos, sea el de la descalificación de lo que algunos denominan “segunda Restauración” o “régimen del 78”, para proponer una “segunda transición” o una ruptura del “candado del 78”. Pero las legítimas posiciones políticas de unos y otros no justifican la ignorancia del conocimiento histórico o su manipulación.

 -Y el libro sale, es escrito y editado en tiempos en que el proceso de la transición se está mirando en lupa. No sé, como que se están preguntando cosas sobre el mismo; sobre cómo se hizo, sobre quién la hizo y sobre quién había detrás…¿cómo os ha influenciado esto a la hora de escribir el libro, haceros preguntas , reflexiones y demás…?

CM: -El objetivo era justamente dar respuestas a las preguntas clave y apreciar cuan distantes están las respuestas de los relatos predominantes. Es decir, queríamos destacar, en primer lugar, que el cambio político se inició en un escenario de crisis de la dictadura, algo obviado en el relato centrado en las elites gobernantes. Crisis  fruto en muy buena medida, aunque no exclusivamente, de la movilización antifranquista en continuado ascenso desde los años sesenta, aunque incapaz de lograr el derrocamiento de una dictadura que conservó hasta el final un formidable aparato represivo y no desdeñables apoyos sociales. En segundo lugar, consideramos fundamental analizar el fracaso del proyecto reformista diseñado por el gobierno Arias-Fraga, igualmente en buena medida por la importante movilización popular en los primeros meses de 1976. Ese fracaso determinó un nuevo proyecto –encabezado por Suárez- que pretendía ir más lejos y más deprisa, pero que mantenía en sus primeros pasos importantes indefiniciones. Hasta que los gobernantes llegaron a la conclusión que, para estabilizar la situación política, no quedaba más opción que aceptar las condiciones de la oposición –aunque cediendo lo mínimo- para ir a unas elecciones realmente libres;  es decir, las siete condiciones formuladas en diciembre de 1976 que, fundamentalmente, exigían el reconocimiento de los partidos políticos y sindicatos, el libre ejercicio de las libertades fundamentales, la disolución del Movimiento Nacional y reglas aceptables para la celebración de los comicios. Y fue el resultado de esas elecciones lo que llevó a un proceso constituyente y a la configuración de una democracia parlamentaria, a partir de la composición de las Cortes elegidas, un proceso solo viable a partir de acuerdos muy amplios dado el equilibrio de fuerzas en el Congreso de los Diputados.

-¿Hasta qué punto era o fue considerada  “modélica” esa transición o para quién lo fue en realidad?

PY: -La consideración de “modélica” forma parte de ese relato de una democracia otorgada, sintetizado en la frase de Rodolfo Martín Villa, “la izquierda es la que enarbola la bandera de la democracia. Nosotros nos limitamos a traerla. Nada menos”. Es decir, el relato centrado en los reformistas instalados en  el gobierno que lograron en poco tiempo el establecimiento de una legalidad y unas instituciones democráticas, que abrieron la puerta a la integración española en la Comunidad Europea. Y todo ello de forma pacífica. Pero tal relato deja sin respuesta preguntas muy relevantes, ignora o minimiza el papel de los demás actores políticos y sociales, minimiza la conflictividad social  y magnifica el consenso. Por todo ello, las tentativas de “exportar” el modelo de transición española tuvieron escaso éxito.

P.-Ysas.jpg-¿Por qué  hoy y ahora, por primera vez en muchos años, se puede “cuestionar” la transición?

CM: -El relato de la transición sostenido, en primer lugar, por los reformistas, fue pronto cuestionado por una parte de la historiografía, en especial poniendo de relieve la importancia del antifranquismo en la crisis de la dictadura.

La novedad de los últimos años ha sido el surgimiento de un relato alternativo, pero  tan poco sostenible como el de los reformistas. “Cuestionar” la transición es absurdo. Se puede cuestionar un relato o se puede analizar críticamente el papel de los actores políticos, aunque no debería ignorarse la realidad socio-política del momento, pero cuestionar un proceso abierto, complejo y coral no tiene sentido ni aporta nada.

-¿Y desde qué perspectiva o desde qué diferentes perspectivas se ha abordado la transición?

CM: -En la actualidad, disponemos de una relativamente amplia bibliografía, que se ha ocupado de los aspectos más relevantes de la transición. En los últimos años han aparecido importantes estudios sobre el papel de los militares, sobre la violencia política, sobre los movimientos sociales y las formaciones políticas,  sobre el papel de los principales actores internacionales, etc. A destacar, los estudios sobre las Fuerzas Armadas que, confirmando el predominio en su seno de las actitudes contrarias al cambio hacia la democracia, y del crecimiento después de 1977 del golpismo, a su vez desmienten una “tutela militar”, cierta en otros proceso de transición, pero no en España, entre otras cosas porque el franquismo no fue, en rigor, una dictadura militar, sino una dictadura de orígenes fascistas, en la que los militares no tuvieron nunca en sus manos, corporativamente, el poder político.

-¿Qué pretendéis vosotros ofrecer con esta reflexión, estudio e investigación…?

PY: -Nos interesaba también formular y responder preguntas que, con frecuencia,  se han obviado. Por ejemplo, porqué Juan Carlos, formado por el franquismo y preparado para encabezar la “Monarquía del 18 de Julio”, que había jurado fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y a las Leyes Fundamentales, impulsó desde la Jefatura del Estado una reforma democratizadora que pronto entró en contradicción con las bases doctrinales, políticas e institucionales de la dictadura, por mucha retórica de “de la ley a la ley” que se utilizara. Y porqué una parte de la clase política franquista, que había servido fielmente a la dictadura hasta la muerte de Franco, y que no había manifestado jamás la menor crítica, ni siquiera ante decisiones que recrudecían la violencia represiva y la negación de los derechos humanos, se decidió a “traer” la democracia, o más exactamente a iniciar un proceso de democratización del régimen.

Con respecto a Juan Carlos, hemos respondido la pregunta destacando que los intereses de la institución que encabezaba fueron los que guiaron su actuación. Que la monarquía apareciera como parte de un régimen en crisis ligaba inevitablemente su  suerte a la de la dictadura; por el contrario, si se presentaba como impulsora de un cambio democratizador su futuro podía ser mucho más prometedor. Para los reformistas del franquismo, la actitud del nuevo Jefe del Estado fue determinante, como también lo fue la percepción de la profundidad de la crisis del franquismo a mitad de los años setenta y la convicción de la inviabilidad del continuismo.

Igualmente, hemos querido situar adecuadamente el papel de la oposición democrática, una oposición heterogénea que, pese al esfuerzo para preservar una mínima unidad hasta la consecución de las libertades, defendía programas muy diversos de cara al futuro. Una oposición con fortalezas, pero también con debilidades, y que tuvo que adecuar sus posiciones –como los reformistas gubernamentales debieron también hacerlo- a un proceso abierto, dinámico e incierto, en el que nada estaba decidido de antemano.

El relato de las “renuncias” y “traiciones” de la izquierda antifranquista parte de ignorar sus fuerzas reales y cuáles eran sus objetivos prioritarios e inmediatos  –la desaparición de la dictadura y el establecimiento de una democracia homologable internacionalmente- y cuáles deberían alcanzarse en un escenario político donde pudieran ejercerse libertades y derechos y, obviamente, en función del apoyo popular logrado.   

-En todos los procesos de transición hay esos Gobiernos y esos dirigentes que deben ser fácilmente llevados por el sistema que impera, ¿no?. Aquí también fue así, ¿no?

CM: -El final de dictaduras es muy diverso. Las dictaduras fascistas en la Europa de los años cuarenta desaparecieron como resultado de su derrota militar en la Segunda Guerra Mundial, lo que determinó el establecimiento de regímenes democráticos en contextos irreproducibles treinta años después. La dictadura portuguesa cayó a resultas de un golpe militar, y otras dictaduras colapsaron tras aventuras exteriores  fracasadas.

En España, el franquismo desapareció no por su derrota en un conflicto bélico internacional, ni por un golpe de estado. Los apoyos exteriores a las fuerzas democráticas fueron más bien modestos. Los EEUU, como expresó con mucha claridad el secretario de Estado Henry Kissinger, optaban por una monarquía autoritaria para el posfranquismo. El establecimiento de la democracia en España fue fruto de un proceso básicamente interior, aunque en un escenario europeo favorable, bien distinto al que se encontró la Segunda República en los años treinta, y estuvo condicionado fundamentalmente por la correlación de fuerzas, a partir de junio de 1977 por su expresión electoral.   

cm-py.jpg-¿Cuáles son los mitos de la transición española que ya no se aguantan o se desquebrajan?

PY: -Muchos. El mito del papel determinante  de Juan Carlos y de los reformistas.  El de una democracia “otorgada” desde el poder y de una sociedad pasiva. El de la transición “pacífica”, ciertamente sin una guerra civil, pero con elevados niveles de violencia política, de muy distinto signo. Y también el mito de una desmovilización inducida desde la izquierda parlamentaria, insostenible solo observando la elevada conflictividad social de todo el periodo, con, por ejemplo, 1979 como año de mayor conflictividad laboral de toda la década, o el despegue de nuevos movimientos sociales, algunos de los cuales se desarrollarían intensamente en la década siguiente.

Igualmente el mito del “consenso”, que fue fruto de una necesidad convertida después en virtud, puesto que sin acuerdos básicos entre fuerzas muy diferentes no era posible un proceso constituyente. Y el mito el de la imposibilidad de discutirlo todo, lo que queda desmentido simplemente examinado el debate constitucional, que se prolongó durante más de un año.

En fin, también, el mito de una transición “pactada”, si se entiende por tal la existencia de un acuerdo previo entre las principales fuerzas políticas sobre como pasar de la dictadura a la democracia. Contrariamente, en 1975 había tres proyectos políticos bien diferenciados –continuidad, reforma, ruptura- y antagónicos, cada uno con apoyos importantes y con limitaciones. El continuismo quedó pronto en vía muerta, aunque apareció pronto un involucionismo golpista; la reforma empezó a desnaturalizarse a partir del inicio de 1977, cuando el gobierno tuvo que aceptar que el final del proceso no sería una “reforma del régimen” sino  un “cambio de régimen”; y la ruptura se produjo por caminos distintos a los planteados por la oposición, fundamentalmente sin un gobierno provisional que condujera a las elecciones.

-¿Los consensos estuvieron directamente relacionados  con “tener que tragar mucho” o más bien con aplicar ya aquello de : “quien esté bien que no se mueva” o en una perfecta combinación de ambos?

CM: -El “consenso” operó fundamentalmente en la elaboración y aprobación de la Constitución. Y, como hemos indicado anteriormente, fue fruto de la necesidad. No era posible aprobar una Constitución sin un acuerdo básico entre fuerzas políticas muy diferentes y con un notable equilibrio en cuanto a su representación. Pero dicho consenso no fue nada fácil; contrariamente fue muy laborioso y al final quedo fuera de él en partes muy importantes Alianza Popular, que a lo largo los años ochenta se presentó a las elecciones con un programa que proponía reformar la Constitución para revertir cambios amparados en el  texto constitucional. Es cierto, como indicó hace ya tiempo Javier Pérez Royo, que operó favorablemente la existencia de lo que denomina “un modelo europeo de estado constitucional perfectamente definido”. La Constitución española de 1978, con notables influencias de la Constitución  italiana, de la Ley Fundamental alemana y de la propia Constitución española de la Segunda República, contiene ambigüedades fruto de la necesidad de acuerdo, pero, al mismo tiempo, un potencial transformador no aprovechado por las mayorías gobernantes en los años posteriores.

-La calle, a la vez, toma su sitio, pero, de alguna manera, en aquellos tiempos, como en estos, hay que desmovilizar, aunque sibilinamente, a la calle, a la protesta…¿cómo se hizo en la transición?

PY: -El de la desmovilización es un mito insostenible a la luz del análisis del proceso de cambio. La movilización social fue determinante en la crisis de la dictadura, en el fracaso del reformismo limitado del gobierno Arias-Fraga, y en la celebración de unas elecciones que, pese a sus limitaciones,  permitieron por primera vez desde 1936 la expresión de la voluntad popular. Con la consecución de derechos y libertades fundamentales, la conflictividad social se desarrolló en un nuevo marco, desapareciendo obviamente los objetivos ya alcanzados, básicamente de naturaleza política, y ocupando una mayor centralidad los objetivos sociales.

-¿La transición fue un proceso socio político mucho  más controlado de lo que nos parece?, ¿como “teledirigido”?. ¿Cómo?. Quiénes fueron los principales autores y los principales cómplices?

CM: -En el libro se desmienten las teorías conspirativas de la historia, tan atractivas pero habitualmente tan inconsistentes. Desde el atentado a Carrero Blanco, atribuido en dichas teorías a la CIA, ignorando la documentación bien conocida y muy bien analizada en estudios muy rigurosos, al supuesto papel de los EEUU de favorecer un cambio democratizador para controlarlo, cuando lo vieron con notable prevención y siempre interesados mucho más  en preservar las bases militares  que en el establecimiento de una democracia en España, pasando por los planes de unos o de otros –de la servilleta de Juan Carlos y Suárez en Segovia a la pizarra de Suresnes- absolutamente insostenibles.

 -Todas las “Historias” y todos los “relatos” en torno a la transición son parejos, tienen “puntos en común”, pero también no pocos “puntos de divergencia”, ¿verdad?; ¿cómo lo veis vosotros?

PY: -Los dos relatos principales sobre la transición objeto de crítica en nuestro libro, el apologético  y el descalificador tienen, ciertamente, puntos en común, aunque divergen en la valoración. En el primero, el establecimiento de una democracia internacionalmente homologable fue obra del rey  y de los reformistas instalados en el gobierno, que lograron con habilidad y con bajos costes su objetivo. En el segundo, se coincide en el papel fundamental de las élites gobernantes, se descalifica a la oposición –ignorando su papel real en el proceso de cambio- y se considera que la democracia establecida es el origen de casi todos los males del pasado reciente y del presente de  la sociedad española.  La funcionalidad política de ambos relatos es evidente.

A partir del análisis del proceso de cambio, nuestra conclusión es que la transición no dio lugar a una democracia modélica, pero tampoco a una continuación del franquismo con otro ropaje ni a una democracia tan imperfecta que ni sería merecedora de tal nombre. Los indudables problemas de la democracia española a cuarenta años de su configuración no son de origen genético –como el impecable procedimiento de la moción de censura acaba de mostrar-, por lo que hay que buscarlos, desde la corrupción a la desigualdad,  en las opciones, políticas, actitudes y comportamientos desarrollados ya en la democracia consolidada.

 

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