La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Carme Molinero
y Pere Ysàs, autores de “La Transición. Historia y
relatos” (Siglo XXI)
Historia y relatos de un tiempo, tan pasado
como recurrente porque quizás no sea mirada frente a frente ni afrontado, desde
la pluma de Carme Molinero y Pere Ysàs, editado por Siglo
XXI.
Estos dos Catedráticos de Historia
Contemporánea no es la primera vez que colaboran en un libro.
Editorial Siglo XXI lo edita dentro de la colección, Colección Hitos.
Los dos, además, están especializados en
historia social y política de los tiempos de la dictadura y la transición hasta
la democracia.
Aquello que nos cuenta la editorial sobre el
libro:
De ser el hito fundacional de la democracia
española y modelo de cambio político exportable a otras latitudes, la
transición ha pasado a ser culpable de la impunidad de los crímenes del
franquismo y del olvido de las víctimas de la represión, juzgada, igualmente,
por haber originado una democracia defectuosa, una especie de franquismo
blanqueado. Ambas visiones antagónicas de la construcción de la democracia
española esconden, sin embargo, una elevada funcionalidad política.
En La transición. Historia y relatos, Carme
Molinero y Pere Ysàs argumentan que tanto los
enfoques descalificadores como las apologías más o menos laudatorias no
constituyen sino meras instrumentalizaciones que subestiman la característica
determinante del tránsito de la dictadura franquista a la democracia
parlamentaria. Todos estos relatos olvidan, voluntaria o involuntariamente, que
se trató de un proceso incierto en el que nada estaba escrito de antemano, en
el que sus actores y protagonistas fueron definiéndose al hilo de los
acontecimientos y al albur de la dinámica correlación de fuerzas. Un libro
iluminador, necesario en estos tiempos de incertidumbre, sobre la realidad más
cuestionada de nuestro pasado reciente.
Los autores Carme Molinero y Pere Ysàs:
Carme Molinero es catedrática de Historia Contemporánea de la
Universidad Autónoma de Barcelona y se ha especializado en la historia social y
política de la dictadura franquista y del proceso de transición a la
democracia. Es autora de La captación de las masas. Política y propaganda en el
régimen franquista (2005), y en colaboración con Pere Ysàs,
entre otros libros, Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase
obrera y conflictividad laboral en la España franquista (1998), La anatomía del
franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977 (2008), Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme,
1956-1981 (2010); La cuestión catalana. Cataluña en la transición española
(2014) y De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España,
1956-1982 (2017). Ha participado en más de un centenar de obras colectivas, la
más reciente Las izquierdas en tiempos de transición (2016), así como en varias
decenas de artículos en revistas especializadas.
Pere Ysàs
es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de
Barcelona y se ha especializado en la historia social y política de la
dictadura franquista y del proceso de transición a la democracia. Es autor de
Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia (2004)
y, junto a Carme Molinero, ha publicado entre otros libros Productores
disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en
la España franquista (1998), La anatomía del franquismo. De la supervivencia a
la agonía, 1945-1977 (2008), Els anys
del PSUC. El partit de l’antifranquisme,
1956-1981 (2010), La cuestión catalana. Cataluña en la transición española
(2014); De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España,
1956-1982 (2017). Ha participado en más de un centenar de obras colectivas, la
más reciente Las izquierdas en tiempos de transición (2016), así como en varias
decenas de artículos en revistas especializadas.
Desde el propio sello editorial SXXI, nos explican su idiosincrasia y su “razón
de ser”:
Desde el propio sello
editorial SXXI, nos explican su idiosincrasia y su “razón de ser”:
Siglo XXI de España Editores nació en 1967,
bajo la estela de Arnaldo Orfila Reynal,
con una clara vocación intelectual y práctica ante las circunstancias del
momento. Su prioridad era y es doble: por un lado, difundir el conocimiento, el
pensamiento y elementos de crítica, y, por otro, facilitar el debate social o
académico de los mismos. Esta perspectiva editorial se abrió camino entonces en
el seno de una sociedad no democrática, razón por la cual los pilares de su
evolución, innovadores y arriesgados pero aún válidos, son simplemente el
respeto y el desarrollo del derecho a la libertad de expresión, el rigor en la
calidad de ediciones accesibles a todos los bolsillos y la exigencia
sistemática de trabajos e investigaciones rigurosos. Defensora tanto del
pensamiento progresista más afianzado como de las visiones individuales
aisladas e imprescindibles en la democracia, Siglo XXI de España Editores
cuenta con un extenso y notable catálogo en el ámbito de las Ciencias humanas y
sociales, cuyos títulos revelan por sí mismos el valioso acervo político,
económico y social que ha publicado, y que ha logrado y sabido transmitir
durante cuatro décadas en el ámbito hispanohablante.
Cazarabet conversa con Carme Molinero y Pere Ysàs:
-Amigos,
¿desde dónde surge la necesidad de escribir este libro, La transición .Historia
y relatos?. ¿Qué es lo que os impulsó a escribirlo?
Carme Molinero (CM): -Este libro tiene su
origen en proyectos de investigación anteriores que se ocupaban, a veces solo
parcialmente, del cambio político en la España de los años setenta. El impulso
final procede de la constatación de la distancia existente entre los relatos
predominantes sobre la transición en el espacio público y lo que la
historiografía ha aportado en los últimos veinticinco años. Su principal
objetivo era contrastar los conocimientos acumulados por la historiografía con los relatos más difundidos, el del éxito de una transición conducida por la
elite reformista franquista y el de la democracia fracasada y origen de todos
los males del presente.
-¿Cómo os habéis repartido el trabajo?
CM: -El trabajo ha sido conjunto, desde la
definición de la estructura y contenidos hasta la redacción final realizada a
partir de borradores elaborados por cada uno de nosotros.
-¿Qué aporta de nuevo este libro a los muchos libros y o reflexiones que se
han hechos sobre este período histórico?
Pere Ysàs (PY):
-Justamente ese contraste antes aludido. El libro muestra que el análisis de
las cuestiones clave del proceso de cambio político hace insostenibles esos
relatos. Son relatos útiles a los
actores políticos que los sostienen, sea el de la apología del papel de Juan
Carlos y de los reformistas, para legitimarlos, sea el de la descalificación de
lo que algunos denominan “segunda Restauración” o “régimen del 78”, para
proponer una “segunda transición” o una ruptura del “candado del 78”. Pero las
legítimas posiciones políticas de unos y otros no justifican la ignorancia del
conocimiento histórico o su manipulación.
-Y el libro sale, es escrito y
editado en tiempos en que el proceso de la transición se está mirando en lupa.
No sé, como que se están preguntando cosas sobre el mismo; sobre cómo se hizo,
sobre quién la hizo y sobre quién había detrás…¿cómo
os ha influenciado esto a la hora de escribir el libro, haceros preguntas ,
reflexiones y demás…?
CM: -El objetivo era justamente dar
respuestas a las preguntas clave y apreciar cuan distantes están las respuestas
de los relatos predominantes. Es decir, queríamos destacar, en primer lugar,
que el cambio político se inició en un escenario de crisis de la dictadura,
algo obviado en el relato centrado en las elites gobernantes. Crisis fruto en muy buena medida, aunque no
exclusivamente, de la movilización antifranquista en continuado ascenso desde los
años sesenta, aunque incapaz de lograr el derrocamiento de una dictadura que
conservó hasta el final un formidable aparato represivo y no desdeñables apoyos
sociales. En segundo lugar, consideramos fundamental analizar el fracaso del
proyecto reformista diseñado por el gobierno Arias-Fraga, igualmente en buena
medida por la importante movilización popular en los primeros meses de 1976.
Ese fracaso determinó un nuevo proyecto –encabezado por Suárez- que pretendía
ir más lejos y más deprisa, pero que mantenía en sus primeros pasos importantes
indefiniciones. Hasta que los gobernantes llegaron a la conclusión que, para
estabilizar la situación política, no quedaba más opción que aceptar las
condiciones de la oposición –aunque cediendo lo mínimo- para ir a unas
elecciones realmente libres; es decir,
las siete condiciones formuladas en diciembre de 1976 que, fundamentalmente,
exigían el reconocimiento de los partidos políticos y sindicatos, el libre
ejercicio de las libertades fundamentales, la disolución del Movimiento
Nacional y reglas aceptables para la celebración de los comicios. Y fue el
resultado de esas elecciones lo que llevó a un proceso constituyente y a la
configuración de una democracia parlamentaria, a partir de la composición de
las Cortes elegidas, un proceso solo viable a partir de acuerdos muy amplios
dado el equilibrio de fuerzas en el Congreso de los Diputados.
-¿Hasta qué punto era o fue considerada
“modélica” esa transición o para quién lo fue en realidad?
PY: -La consideración de “modélica” forma
parte de ese relato de una democracia otorgada, sintetizado en la frase de
Rodolfo Martín Villa, “la izquierda es la que enarbola la bandera de la
democracia. Nosotros nos limitamos a traerla. Nada menos”. Es decir, el relato
centrado en los reformistas instalados en
el gobierno que lograron en poco tiempo el establecimiento de una
legalidad y unas instituciones democráticas, que abrieron la puerta a la
integración española en la Comunidad Europea. Y todo ello de forma pacífica.
Pero tal relato deja sin respuesta preguntas muy relevantes, ignora o minimiza
el papel de los demás actores políticos y sociales, minimiza la conflictividad
social y magnifica el consenso. Por todo
ello, las tentativas de “exportar” el modelo de transición española tuvieron
escaso éxito.
-¿Por qué hoy y ahora, por primera
vez en muchos años, se puede “cuestionar” la transición?
CM: -El relato de la transición sostenido,
en primer lugar, por los reformistas, fue pronto cuestionado por una parte de
la historiografía, en especial poniendo de relieve la importancia del antifranquismo en la crisis de la dictadura.
La novedad de los últimos años ha sido el
surgimiento de un relato alternativo, pero
tan poco sostenible como el de los reformistas. “Cuestionar” la
transición es absurdo. Se puede cuestionar un relato o se puede analizar
críticamente el papel de los actores políticos, aunque no debería ignorarse la
realidad socio-política del momento, pero cuestionar un proceso abierto,
complejo y coral no tiene sentido ni aporta nada.
-¿Y desde qué perspectiva o desde qué diferentes perspectivas se ha
abordado la transición?
CM: -En la actualidad, disponemos de una
relativamente amplia bibliografía, que se ha ocupado de los aspectos más
relevantes de la transición. En los últimos años han aparecido importantes
estudios sobre el papel de los militares, sobre la violencia política, sobre
los movimientos sociales y las formaciones políticas, sobre el papel de los principales actores
internacionales, etc. A destacar, los estudios sobre las Fuerzas Armadas que,
confirmando el predominio en su seno de las actitudes contrarias al cambio
hacia la democracia, y del crecimiento después de 1977 del golpismo, a su vez
desmienten una “tutela militar”, cierta en otros proceso de transición, pero no
en España, entre otras cosas porque el franquismo no fue, en rigor, una
dictadura militar, sino una dictadura de orígenes fascistas, en la que los
militares no tuvieron nunca en sus manos, corporativamente, el poder político.
-¿Qué pretendéis vosotros ofrecer con esta reflexión, estudio e investigación…?
PY: -Nos interesaba también formular y
responder preguntas que, con frecuencia,
se han obviado. Por ejemplo, porqué Juan Carlos, formado por el
franquismo y preparado para encabezar la “Monarquía del 18 de Julio”, que había
jurado fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y a las Leyes
Fundamentales, impulsó desde la Jefatura del Estado una reforma democratizadora
que pronto entró en contradicción con las bases doctrinales, políticas e
institucionales de la dictadura, por mucha retórica de “de la ley a la ley” que
se utilizara. Y porqué una parte de la clase política franquista, que había
servido fielmente a la dictadura hasta la muerte de Franco, y que no había
manifestado jamás la menor crítica, ni siquiera ante decisiones que recrudecían
la violencia represiva y la negación de los derechos humanos, se decidió a
“traer” la democracia, o más exactamente a iniciar un proceso de
democratización del régimen.
Con respecto a Juan Carlos, hemos
respondido la pregunta destacando que los intereses de la institución que
encabezaba fueron los que guiaron su actuación. Que la monarquía apareciera
como parte de un régimen en crisis ligaba inevitablemente su suerte a la de la dictadura; por el
contrario, si se presentaba como impulsora de un cambio democratizador su
futuro podía ser mucho más prometedor. Para los reformistas del franquismo, la
actitud del nuevo Jefe del Estado fue determinante, como también lo fue la
percepción de la profundidad de la crisis del franquismo a mitad de los años setenta
y la convicción de la inviabilidad del continuismo.
Igualmente, hemos querido situar
adecuadamente el papel de la oposición democrática, una oposición heterogénea
que, pese al esfuerzo para preservar una mínima unidad hasta la consecución de
las libertades, defendía programas muy diversos de cara al futuro. Una
oposición con fortalezas, pero también con debilidades, y que tuvo que adecuar
sus posiciones –como los reformistas gubernamentales debieron también hacerlo-
a un proceso abierto, dinámico e incierto, en el que nada estaba decidido de
antemano.
El relato de las “renuncias” y
“traiciones” de la izquierda antifranquista parte de ignorar sus fuerzas reales
y cuáles eran sus objetivos prioritarios e inmediatos –la desaparición de la dictadura y el establecimiento
de una democracia homologable internacionalmente- y cuáles deberían alcanzarse
en un escenario político donde pudieran ejercerse libertades y derechos y,
obviamente, en función del apoyo popular logrado.
-En todos los procesos de transición hay esos Gobiernos y esos dirigentes
que deben ser fácilmente llevados por el sistema que impera, ¿no?. Aquí también fue así, ¿no?
CM: -El final de dictaduras es muy
diverso. Las dictaduras fascistas en la Europa de los años cuarenta
desaparecieron como resultado de su derrota militar en la Segunda Guerra
Mundial, lo que determinó el establecimiento de regímenes democráticos en
contextos irreproducibles treinta años después. La dictadura portuguesa cayó a
resultas de un golpe militar, y otras dictaduras colapsaron tras aventuras
exteriores fracasadas.
En España, el franquismo desapareció no
por su derrota en un conflicto bélico internacional, ni por un golpe de estado.
Los apoyos exteriores a las fuerzas democráticas fueron más bien modestos. Los
EEUU, como expresó con mucha claridad el secretario de Estado Henry Kissinger, optaban por una monarquía autoritaria para el
posfranquismo. El establecimiento de la democracia en España fue fruto de un
proceso básicamente interior, aunque en un escenario europeo favorable, bien
distinto al que se encontró la Segunda República en los años treinta, y estuvo
condicionado fundamentalmente por la correlación de fuerzas, a partir de junio
de 1977 por su expresión electoral.
-¿Cuáles son
los mitos de la transición española que ya no se aguantan o se desquebrajan?
PY: -Muchos. El mito del papel
determinante de Juan Carlos y de los
reformistas. El de una democracia
“otorgada” desde el poder y de una sociedad pasiva. El de la transición “pacífica”,
ciertamente sin una guerra civil, pero con elevados niveles de violencia
política, de muy distinto signo. Y también el mito de una desmovilización
inducida desde la izquierda parlamentaria, insostenible solo observando la
elevada conflictividad social de todo el periodo, con, por ejemplo, 1979 como
año de mayor conflictividad laboral de toda la década, o el despegue de nuevos
movimientos sociales, algunos de los cuales se desarrollarían intensamente en
la década siguiente.
Igualmente el mito del “consenso”, que fue
fruto de una necesidad convertida después en virtud, puesto que sin acuerdos
básicos entre fuerzas muy diferentes no era posible un proceso constituyente. Y
el mito el de la imposibilidad de discutirlo todo, lo que queda desmentido
simplemente examinado el debate constitucional, que se prolongó durante más de
un año.
En fin, también, el mito de una transición
“pactada”, si se entiende por tal la existencia de un acuerdo previo entre las
principales fuerzas políticas sobre como pasar de la dictadura a la democracia.
Contrariamente, en 1975 había tres proyectos políticos bien diferenciados
–continuidad, reforma, ruptura- y antagónicos, cada uno con apoyos importantes
y con limitaciones. El continuismo quedó pronto en vía muerta, aunque apareció
pronto un involucionismo golpista; la reforma empezó
a desnaturalizarse a partir del inicio de 1977, cuando el gobierno tuvo que
aceptar que el final del proceso no sería una “reforma del régimen” sino un “cambio de régimen”; y la ruptura se
produjo por caminos distintos a los planteados por la oposición,
fundamentalmente sin un gobierno provisional que condujera a las elecciones.
-¿Los consensos estuvieron directamente relacionados con “tener que tragar mucho” o más bien con
aplicar ya aquello de : “quien esté bien que no se mueva”
o en una perfecta combinación de ambos?
CM: -El “consenso” operó fundamentalmente
en la elaboración y aprobación de la Constitución. Y, como hemos indicado
anteriormente, fue fruto de la necesidad. No era posible aprobar una
Constitución sin un acuerdo básico entre fuerzas políticas muy diferentes y con
un notable equilibrio en cuanto a su representación. Pero dicho consenso no fue nada fácil; contrariamente fue muy laborioso y al
final quedo fuera de él en partes muy importantes Alianza Popular, que a lo
largo los años ochenta se presentó a las elecciones con un programa que
proponía reformar la Constitución para revertir cambios amparados en el texto constitucional. Es cierto, como indicó
hace ya tiempo Javier Pérez Royo, que operó favorablemente la existencia de lo
que denomina “un modelo europeo de estado constitucional perfectamente
definido”. La Constitución española de 1978, con notables influencias de la
Constitución italiana, de la Ley
Fundamental alemana y de la propia Constitución española de la Segunda
República, contiene ambigüedades fruto de la necesidad de acuerdo, pero, al
mismo tiempo, un potencial transformador no aprovechado por las mayorías
gobernantes en los años posteriores.
-La calle, a la vez, toma su sitio, pero, de alguna manera, en aquellos
tiempos, como en estos, hay que desmovilizar, aunque sibilinamente, a la calle,
a la protesta…¿cómo se hizo en la transición?
PY: -El de la desmovilización es un mito
insostenible a la luz del análisis del proceso de cambio. La movilización
social fue determinante en la crisis de la dictadura, en el fracaso del
reformismo limitado del gobierno Arias-Fraga, y en la celebración de unas
elecciones que, pese a sus limitaciones,
permitieron por primera vez desde 1936 la expresión de la voluntad
popular. Con la consecución de derechos y libertades fundamentales, la
conflictividad social se desarrolló en un nuevo marco, desapareciendo
obviamente los objetivos ya alcanzados, básicamente de naturaleza política, y
ocupando una mayor centralidad los objetivos sociales.
-¿La transición fue un proceso socio político mucho más controlado de lo que nos parece?, ¿como
“teledirigido”?. ¿Cómo?. Quiénes fueron los
principales autores y los principales cómplices?
CM: -En el libro se desmienten las teorías
conspirativas de la historia, tan atractivas pero habitualmente tan
inconsistentes. Desde el atentado a Carrero Blanco, atribuido en dichas teorías
a la CIA, ignorando la documentación bien conocida y muy bien analizada en
estudios muy rigurosos, al supuesto papel de los EEUU de favorecer un cambio
democratizador para controlarlo, cuando lo vieron con notable prevención y
siempre interesados mucho más en
preservar las bases militares que en el
establecimiento de una democracia en España, pasando por los planes de unos o
de otros –de la servilleta de Juan Carlos y Suárez en Segovia a la pizarra de Suresnes- absolutamente insostenibles.
-Todas las “Historias” y todos los
“relatos” en torno a la transición son parejos, tienen “puntos en común”, pero
también no pocos “puntos de divergencia”, ¿verdad?; ¿cómo lo veis vosotros?
PY: -Los dos relatos principales sobre la
transición objeto de crítica en nuestro libro, el apologético y el descalificador tienen, ciertamente,
puntos en común, aunque divergen en la valoración. En el primero, el
establecimiento de una democracia internacionalmente homologable fue obra del
rey y de los reformistas instalados en
el gobierno, que lograron con habilidad y con bajos costes su objetivo. En el segundo,
se coincide en el papel fundamental de las élites gobernantes, se descalifica a
la oposición –ignorando su papel real en el proceso de cambio- y se considera
que la democracia establecida es el origen de casi todos los males del pasado
reciente y del presente de la sociedad
española. La funcionalidad política de
ambos relatos es evidente.
A partir del análisis del proceso de cambio,
nuestra conclusión es que la transición no dio lugar a una democracia modélica,
pero tampoco a una continuación del franquismo con otro ropaje ni a una
democracia tan imperfecta que ni sería merecedora de tal nombre. Los indudables
problemas de la democracia española a cuarenta años de su configuración no son
de origen genético –como el impecable procedimiento de la moción de censura
acaba de mostrar-, por lo que hay que buscarlos, desde la corrupción a la
desigualdad, en las opciones, políticas,
actitudes y comportamientos desarrollados ya en la democracia consolidada.
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