La
Librería de El Sueño Igualitario
Montesinos de El Viejo Topo vuelve con otra
novela de Alfons Cervera, tributo a la memoria
histórica.
Montesinos desde su colección de Ensayo ya ha
editado al menos otros siete títulos vinculados a la historia y a la memoria:
Exiliadas. Escritoras, Guerra Civil y memoria de Josebe
Martínez; La llamada de España. Escritores extranjeros en la Guerra Civil de Niall Binns; La recuperación de la memoria de Eduardo Subirats; Memoria y Resistencia. El Maquis literario de Alfons Cervera de George Tyras;
Escribir el horror. Literatura y compo de
concentración de Javier Sánchez Zapatero; Heidegger, nazismo y política del ser
de Nicolás González Varela y La solución de la frontera de Félix Ovejero.
La sinopsis del libro:
Hoy ya no creemos en nada, nos están cocinando a
todos en la olla podrida del olvido, porque el olvido es una estrategia del
vivir -si bien algunos, por si acaso, aún mantenemos el dedo en el gatillo de
la memoria.... Lo escribe Juan Marsé -uno de los
autores más admirados por Alfons Cervera- en su
novela 'Un día volveré'. Y será ése, precisamente, el hilo con el cual se van
cosiendo los capítulos de este libro que habla de memorias y de olvidos. Este
país es un país al que le han extirpado la capacidad de recordar. El
historiador Francisco Espinosa Maestre lo dice claramente en el prólogo:
"Se engañó a la sociedad española haciéndole creer que olvido equivalía a
reconciliación, y memoria a venganza". La Transición no fue tan dulce, ni
tan tranquila, ni tan admirable como se empeña en contar la versión oficial de
una memoria que continúa partida en dos mitades. El franquismo sigue presente
en nuestro país, digan lo que digan las voces más complacen con un consenso que
cierra más que abre cualquier posibilidad de debate entre las diferentes
versiones del pasado. Las páginas de Yo no voy a olvidar porque otros quieran
proponen -con una escritura narrativa muy parecida a la de las novelas de su
autor- un acercamiento crítico a una memoria que ha arrinconado en el lado
oscuro de la historia la dignidad de la II República y de quienes la
defendieron y la siguen defendiendo a contracorriente y a contra todo. Como
escribe Georges Tyras, historiador francés de
literatura española contemporánea: "Alfons
Cervera emprende con la escritura una labor de reivindicación ética y empática
del mundo de los perdedores".
El autor, Alfons
Cervera:
Alfons Cervera (Gestalgar. La Serranía. Valencia) ha publicado las novelas
De vampiros y otros asuntos amorosos; Fragmentos de abril; Nunca conocí un
corazón tan solitario; La ciudad oscura; El domador de leones; Nos veremos en
París, seguramente; Els paradisos
artificials; La risa del idiota; L’home
mort (traducida por el propio autor al castellano);
La lentitud del espía; Esas vidas (finalista del Premio Nacional de Narrativa
2009); Tantas lágrimas han corrido desde entonces, Todo lejos y Otro mundo. Sus
cinco novelas del ciclo de la memoria (El color del crepúsculo; Maquis; La
noche inmóvil; La sombra del cielo y Aquel invierno) han sido publicadas en el
volumen Las voces fugitivas. Sus libros de poemas están reunidos en Los cuerpos
del delito. Y sus artículos periodísticos en La mirada de Karenin;
Diario de la Frontera y Gürtel & Company. Sus novelas gozan de una gran repercusión pública
y académica en Francia, Alemania y otros países europeos, así como en
EEUU.
Cazarabet
conversa con Alfons Cervera:
-Alfons ¿es tan necesario como forzoso, como decía Estellés, realizar ciertas cosas en la vida, dar la cara y
ser, manteniendo la compostura y las consecuencias de nuestra manera de ser,
pensar y hacer? En este caso hablar, escribir o trabajar contra el olvido para
honrar la memoria y tú como otros escritores has cogido esa especie de testigo:
unas veces desde la narrativa y la literatura y después ahondando más desde la
reflexión con libros como este, YO NO VOY A OLVIDAR PORQUE OTROS QUIERAN. ¿Qué
nos puedes decir al respecto?
Sobre
la necesidad: que cada cual decida lo que quiere o no quiere hacer. Para mí, lo
es. Sin ninguna duda: lo es. No sé escribir sobre nada: aquello de Faulkner:
entre la pena y la nada, me quedo con la pena. La nada es una aberración, por
lo tanto escribir sobre la nada es una aberración que detesto. Desconozco cómo
se puede escribir sin tener en cuenta lo que pasa, lo que ha pasado antes y ha
influido en lo que somos y seguramente en lo que seremos. Pero, como os digo:
ésa es mi necesidad, mi escritura frente a aquello que considero un conflicto,
la manera que tengo -al cabo- de intervenir en lo que pasa. Lo hice y lo sigo
haciendo desde la escritura de ficción, desde esas novelas (muchas ya) en que
el pasado ocupa un lugar fundamental en el presente. Y ahora me sitúo, no en el
punto de vista del ensayista (que no lo soy), sino en el de un novelista al que
a ratos invitan a dar conferencias sobre eso que se llama Memoria Histórica y a
mí me gusta llamar Memoria Democrática. Precisamente el libro que citáis es la
recopilación de esas conferencias, de algunos prólogos que hice para libros
amigos, de unos cuantos textos de homenaje a algunos amigos que
desgraciadamente -como en el caso de Rafael Chirbes-
ya no están con nosotros.
-Tú reivindicas una memoria histórica
-dices que mejor llamarla democrática- digna y lo haces empatizando
y mirando constantemente a los perdedores de una guerra que se zanjó
poniéndoles la guillotina en la memoria, mediante la dictadura, la represión y
el esparcimiento del miedo. Lo debiste sentir, ver y vivir así porque lo
reflejas muy bien desde tus reflexiones escritas y desde tu narrativa más
literaria. Eres hijo de la postguerra…
Empiezo
por el final: no, yo no soy hijo de la postguerra. Si soy hijo de algún tiempo
histórico es de la Transición. Por eso nadie me puede venir con el cuento chino
de una transición modélica. ¿Cómo puede ser modélica una transición con
seiscientos muertos, un golpe de Estado que digan lo que digan no fracasó y
sólo sirvió para encumbrar a la Monarquía en lo más alto de los servicios a la
Patria?: será a su Patria, a la de la Monarquía, a la de quienes sólo estaban
interesados en arrumbar los valores de la II República para instaurar otros que
de nuevos tenían bien poco y no eran otros que los heredados del franquismo. Lo
he dicho muchas veces: yo escribo desde el presente y en ese sentido cada cual
hace el uso del pasado que le interesa. Y lo que me interesa, como escritor y
como ciudadano, es sacar a la luz la dignidad de la derrota republicana, el
franquismo que sigue vivo en las instituciones de ahora mismo y en buena parte
de la ciudadanía, la necesidad de que la historia no se construya -aunque
hablemos de la ficción cuando escribimos novelas- desde la mentira. Porque una
cosa es inventar como hacemos los novelistas y otras que algunos novelistas
construyan sus ficciones desde la impostura y la mentira. Estoy hasta el gorro
(y disculpad el eufemismo tonto) de esa vergonzosa manera que los grandes
grupos mediáticos y editoriales (con sus escritores a sueldo) tienen de
tergiversar -con una insuficiencia no sólo ética sino intelectual que aterra-
el pasado. Todo su discurso se resume en una perversión: culpar a la II
República de todos los males que vinieron luego: la guerra, la dictadura
franquista, el dolor humano que se incrustó como una picadura de alacrán en la
piel de nuestro país tan desgraciado. Y desde ahí escribo y hablo: la razón
estaba de parte de la República -con todos sus aciertos, con todos sus
errores-, lo demás son esos cuentos chinos que pretenden seguir instituyéndose
como el único relato del conflicto, o sea: el relato de quienes ganaron la
guerra y lamentablemente -en demasiados aspectos- la siguen ganando contra la
democracia.
-Seguramente, y
relacionado con lo que dices, está el escarmiento diario en todas las esferas
de la sociedad; me refiero a que desde la escuela a los púlpitos de la Iglesia
pasando hasta por la calle; se puede decir que toda la sociedad (unos como
parte de la dictadura por comulgar con ella y otros como víctimas de la misma y
solapados por el miedo) era parte de una convivencia inducida a la ignorancia,
a la manipulación y todo aderezado por el miedo. ¿Qué nos puedes reflexionar?
Es
que todo eso que dices forma parte de esa maquinaria de devastación que fue el
franquismo. El éxito de Franco no fue sólo el exterminio físico de quienes se
oponían a su cruelísima violencia sino cómo consiguió, en los largos años de su
dictadura insoportable, vaciar la cabeza de la gente y llenarla de sus valores
repugnantes. Ahí jugó un papel fundamental el sistema educativo, la represión
que acallaba conciencias, la colaboración de esa iglesia que -paradójicamente-
sigue teniendo ahora mismo tanto o más protagonismo y poder que entonces. Ha
sido toda una violenta estrategia que a lo largo de cuarenta años -con la
complacencia de la transición que vino luego- ha convertido en ideología el
silencio y la desmemoria.
-O sea, que la ignorancia, una educación
manipulada, es la mejor arma que puede tener un Estado y más si éste es una
dictadura…
No
sé si la mejor, pero indudablemente -como te digo- una de las mejores. Por eso
no me canso de decir que el papel que han de jugar hoy los planes de enseñanza
en sus diferentes niveles son fundamentales para que
la democracia genere sus propios valores frente a esa vergonzosa pervivencia
social de los valores franquistas.
-La educación -esa que dices urdida en la
dictadura- puede enseñar, sobre todo, a tener miedo a la represión por pensar,
simplemente, de manera diferente; y en un país muy analfabeto o que venía de
ser muy analfabeto -nos situamos en la posguerra- se adivina muchas veces que
solo el hecho de pensar por sí mismo es casi un peligro para el sistema. ¿Qué
nos puedes decir?
Ése
es uno de los primeros objetivos de las tiranías: hacer pedazos la curiosidad,
la necesidad de saber, convertirnos en siervos y no en una ciudadanía crítica.
Y lo que dices: llegas a pensar que pensar te puede acarrear problemas. Así que
lo mejor es convertirte en un miembro más de la manada que asume sin rechistar los
dictados el amo. Pero lo extraño -o no tan extraño, yo qué sé a estas alturas
del desconcierto- es que eso del miedo a pensar sea una realidad ahora mismo,
cuando ya hace más de cuarenta años que se murió el dictador y llevamos más
tiempo de democracia -o como se llame esto tan raro que tenemos- que de
dictadura.
-Yo creo, amigo Alfons,
que todavía hoy vivimos bajo las consecuencias de todo esto porque no supimos o
no quisieron -porque no convino- dar un verdadero paso adelante cuando se pasó
de la dictadura a la democracia ¿Más o menos sostienes lo mismo?
Bueno,
eso mismo es lo que te decía antes sobre la transición. Durante la dictadura no
se podía hablar del pasado republicano destrozado por la tiranía franquista. Y
durante la transición no era “conveniente” hablar de ese pasado. O sea, que de
puta madre, ¿no te parece?
-En realidad, el dictador y los poderes
que creó y recreó, retroalimentándolo 40 años en el poder, lo dejaron todo
mejor atado de lo que se decía.
No
hay más que ver lo que está pasando ahora mismo para asentir a lo que dices. La
corrupción moral, ética, política… eso sólo es posible si la estructura de
Estado en que se sostienen esas canalladas está llena de franquismo. Muchas
veces lo he dicho y escrito: España es un país franquista sin franquistas.
Claro, aquí no hay un Frente Nacional como en Francia. No nos hace ninguna
falta: para eso ya tenemos al PP y esa rama juvenil de apoyo logístico que es
Ciudadanos.
-En ese "todo" que te decía
queda englobada la educación encorsetada; la transmisión de una memoria
sesgada, manipulada para imponer el silencio o la callada como respuesta; el
tratamiento de la historia como un arma más
y que nadie o casi nadie -que queda mejor para esta sociedad hipócrita
que viaja hacia la indignidad- se atreva a pensar por sí mismo porque este es
un privilegio casi reservado a privilegiados o a, me atrevería a decir, a
personas que escapan de la sociedad interpretativa teñida de hipocresía.
Lo
que se ha impuesto en el momento actual de la historia es el cinismo, el
encumbramiento de la mentira como antes te comentaba. Y ahí juegan un papel
fundamental los nuevos lenguajes. Hay que seguir enredando la madeja del
pensamiento. Y la mejor manera es coser el lenguaje con los hilos de la
confusión. Ahora -si te das cuenta- ya no se habla del tiempo de las mentiras
-que es el que vivimos en realidad- sino del tiempo de la posverdad.
La mierda endulzada por los nuevos lenguajes. Pero es la misma mierda de
siempre.
-Pero al final los poderosos son los de
siempre porque en este país siguen teniendo poder, querido amigo, las mismas
familias que ganaron la guerra y que sometieron a buena parte del resto de
conciudadanos, ¿no?
Exactamente.
Hace años un gran amigo mío y magnífico escritor, Mariano Sánchez Soler, publicó
“Ricos por la Patria”, un libro en que demostraba con pelos y señales cómo las
grandes fortunas -poderes- de la dictadura se habían enriquecido y tenían más
poder que en democracia. Pero bueno, esta es la democracia que tenemos, flojita
flojita, ¿no te parece? Por eso hemos de seguir en el
intento incansable de ensancharla, de aumentar sus dimensiones éticas, de
acercarla cada vez más a aquellos valores republicanos que un golpe de Estado
fascista y su victoria tres años después nos robaron con una impunidad que
todavía hoy ostentan los herederos de aquellos golpistas sin problemas de
ninguna clase.
25443
Yo no voy a olvidar
porque otros quieran.
Alfons Cervera
270 páginas
16.00 euros
Montesinos
“Hoy ya no creemos en nada, nos
están cocinando a todos en la olla podrida del olvido, porque el olvido es una
estrategia del vivir –si bien algunos, por si acaso, aún mantenemos el dedo en
el gatillo de la memoria...”. Lo escribe Juan Marsé
–uno de los autores más admirados por Alfons Cervera–
en su novela Un día volveré. Y será ése, precisamente, el hilo con el cual se
van cosiendo los capítulos de este libro que habla de memorias y de olvidos.
Este país es un país al que le han extirpado la capacidad de recordar. El
historiador Francisco Espinosa Maestre lo dice claramente en el prólogo: “se
engañó a la sociedad española haciéndole creer que olvido equivalía a
reconciliación, y memoria a venganza”. La Transición no fue tan dulce, ni tan
tranquila, ni tan admirable como se empeña en contar la versión oficial de una
memoria que continúa partida en dos mitades. El franquismo sigue presente en
nuestro país, digan lo que digan las voces más complacientes con un consenso
que cierra más que abre cual quier posibilidad de
debate entre las diferentes versiones del pasado. Las páginas de Yo no voy a
olvidar porque otros quieran proponen –con una escritura narrativa muy parecida
a la de las novelas de su autor– un acercamiento crítico a una memoria que ha
arrinconado en el lado oscuro de la historia la dignidad de la II República y
de quienes la defendieron y la siguen defendiendo a contracorriente y a contratodo. Como escribe Georges Tyras,
historiador francés de literatura española contemporánea: “Alfons
Cervera emprende con la escritura una labor de reivindicación ética y empática
del mundo de los perdedores”.
Alfons Cervera (Gestalgar.
La Serranía. Va len cia) ha
publicado las novelas De vampiros y otros asuntos amorosos; Fragmentos de
abril; Nunca conocí un corazón tan solitario; La ciudad oscura; El domador de
leones; Nos veremos en París, seguramente; Els paradisos artificials; La risa
del idiota; L’home mort
(traducida por el propio autor al castellano); La lentitud del espía; Esas
vidas (finalista del Premio Nacional de Narrativa 2009); Tantas lágrimas han
corrido desde entonces, Todo lejos y Otro mundo. Sus cinco novelas del ciclo de
la memoria (El color del crepúsculo; Maquis; La noche inmóvil; La sombra del
cielo y Aquel invierno) han sido publicadas en el volumen Las voces fugitivas.
Sus libros de poemas están reunidos en Los cuerpos del delito. Y sus artículos
periodísticos en La mirada de Karenin; Diario de la
Frontera y Gürtel & Company.
Sus novelas gozan de una gran repercusión pública y académica en Francia,
Alemania y otros países europeos, así como en EEUU.
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