Cazarabet conversa con... Carlos Mas Arrondo, sobre el
número 17 de “XIX y Veinte. Revista de Historia y Pensamiento Contemporáneos”
(Comuniter)
Vuelve la Revista XIX y Veinte de
Historia y Pensamiento Contemporáneos.
Llega a nuestra casa el número17 que
corresponde al otoño del 2020.
La revista empieza teniendo, esta vez,
en el apartado de Pórtico, Antropología
de andar por casa, por Carlos Mas Arrondo y
Joaquín Fernández Cacho.
En Estudios se trata El caso de José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres por Ana Sabater Royo y también,
en este mismo apartado, hay otro reportaje: María
Zambrano, la libertad ingrávida por María Jesús Picot
Castro y otro reportaje que versa sobre el carlismo y que está escritor por
Jorge Mínguez Marqués, el artículo lleva por nombre: El Carlismo y la contrarrevolución europea. Un enfoque global.
En el rincón de “Cercanías” hay dos
artículos: La gripe de 1918 en Teruel,
relatada por los cronistas de la época por Cándido Marquesán
Millán y Alcorisanos deportados a Mauthausen por José
Ramón Villanueva Herrero. XIX y Veinte tiene otro apartado siempre también muy
cercano, es el de Testimonios... aquí se ha publicado un artículo por la pluma
de Alejandro Cebolla Ladrón de Guevara bajo el título: Los hermanos Mulsa Campos, ejeanos y
socialistas.
En el “apartado” Fragmentos de esta
publicación se mira, otra vez, a la gripe del 18 con un gran artículo de Luis
Antonio Palacio Pilacés: Aragón 1918, la gripe española: Crónica de un desastre olvidado.
La revista siempre se acerca a libros
desde su “rincón” de Lecturas con dos aportaciones: La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres de
Jorge Navarro Pérez y A propósito de Un
paso adelante, cien atrás. Épila 1931-1939 desde la pluma de Jorge Cortés
Pellicer.
Entrevistamos a Carlos Mas Arrondo y queremos acercarnos a él; mejor hacerlo con sus
trabajos:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1632708
http://www.andalan.es/?tag=carlos-mas-arrondo
Cazarabet conversa con Carlos Mas Arrondo:
-Amigo, ¿qué
es lo que os llevó a investigar, a Joaquín Fernández Cacho y a ti, sobre «esa
antropología de andar por casa» en
tiempos de pandemia que tan a prueba, para bien y para mal, nos ha puesto a
todos, fundamentalmente durante el periodo de confinamiento ocasionado por la
COVID-19?
Particularmente, nosotros pertenecemos
a una entidad cultural zaragozana, Asociación
de Amigos del Andalán, dedicada durante el año académico a realizar
actividades de todo tipo. Llegado este caso, quisimos continuar con nuestras
apreciaciones conjuntas pero ahora de manera virtual. Más adelante, cuando
estas reflexiones crearon un cierto corpus, la revista XIX y Veinte se prestó a su publicación en este número 17.
La pandemia nos ha obligado a
recogernos y a aislarnos, pero los humanos somos seres sociales y sociables,
unos más que otros. Así que hemos tratado de seguir en contacto con los amigos
y vecinos en la medida en que podemos y sabemos. En realidad se trataba de
seguir pensando y de compartir dudas y reflexiones.
-Siempre me esfuerzo por encontrar aspectos
positivos, hasta en las peores circunstancias. ¿Qué ha dejado «de bien» esta
experiencia?; ¿y en qué esta pandemia, además de en lo obvio, nos ha marcado de
manera negativa? ¿Con qué lecciones hay que salir de esto para intentar ser,
siempre, mejores como seres humanos?
(…) el trabajo, más que el capital,
constituye la verdadera riqueza porque crea valor. La desestructuración del
movimiento obrero ha corrido paralela al crecimiento del liberalismo y
propiciado la minusvaloración (el menosprecio, más bien) de la fuerza de
trabajo. Los que, de manera ritual, aplaudimos a las ocho de la tarde, lo
tenemos claro: no lo hacemos a los respiradores artificiales sino a quienes los
manejan; y a las empleadas y empleados de los centros sanitarios, de los
supermercados; y a los científicos; y a los cuidadores…
La segunda certeza es que saldremos de
esto gracias a la cooperación y a la ayuda mutua. La competencia, la
privatización de los sectores públicos, los recortes en ciencia o en sanidad
van en la dirección contraria a la salvación. La solidaridad no es, por tanto,
solamente un principio ético: es una fórmula eficaz, la única posible.
La primacía del trabajo frente al
capital. El principio de la cooperación frente a la competitividad. Y la
universalidad del derecho frente a la privatización. Porque de esta salimos
todos o no sale nadie. No se trata de un grupo social frente a otro; de una
nación sin las otras… Sin una vacunación global, el virus no se detendrá. Como
demostró la revolución sanitaria posterior a la segunda guerra mundial, la
globalización de la salud es la única manera de garantizarla. Afirma con razón Innerarity que ya no existe un ‘dentro’ y un ‘fuera’ ni
incluso un ‘nosotros’ y un ‘ellos’.
Ni qué decir tiene que todo lo
anteriormente citado –y que ha quedado palmario, simplemente para quien quiera
ver y mirar- debe concretarse en las políticas supranacionales, y en las
nacionales y presupuestarias. Es aquí, no obstante, donde albergamos serias
dudas sobre la puesta en práctica de estos principios.
-¿Hasta qué punto se ha puesto al hombre
y a la mujer, y a sus relaciones, a prueba?, ¿esta pandemia y el
confinamiento subsiguiente, qué huella ha dejado en el ántropos, en el hombre y en la
mujer?, ¿qué hemos aprendido, qué se ha incorporado «como algo natural, como si
viniese de fábrica»?
Consideramos que la huella principal
que ha dejado es la conciencia de la contingencia. La vida humana se mueve
entre la incertidumbre y el azar pero es tan difícil asumir esta realidad que,
sobre todo en las sociedades desarrolladas y de control, queremos creer que
siempre habrá un servicio médico tras la enfermedad, un bombero para el
incendio declarado, un policía que evite el robo. Incluso antes del avatar,
veníamos situando la planificación y la seguridad. De repente, un virus domina
la vida, la pone en cuestión y, entonces, la maquinaria se paraliza ante un
enemigo invisible. Sucede a continuación una paralización que no solo es motriz
por el enclaustramiento sino del pensamiento ya que las palabras, el lenguaje,
denotan una radical dificultad expresiva. La des-realidad queda vinculada al
presente y corta todos los puentes con un futuro incierto. No están en juego ni
el deseo ni la voluntad ni el gusto sino el porvenir. Una sociedad acostumbrada
al espectáculo presencia, encapsulada, las calles vacías, los hospitales y las
morgues llenos. Una fantasmagoría inimaginable. El espectáculo ahora es el de nuestra
frágil condición. Haremos por olvidarlo pero la huella que va a quedar para la
Humanidad entera que lo ha vivido es imperecedera.
- Teniendo
en cuenta que sois dos los que escribís este reportaje-artículo dentro de la
revista XIX y Veinte, ¿Cómo ha sido
el proceso y la tarea de investigación que, además, tiene mucho a ver con el
proceso de documentación? ¿Qué metodología de trabajo habéis seguido? La
investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello, el
aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo, es una
tarea que requiere de minuciosidad pero que también depara mucha
gratificación… ¿qué nos puedes decir?
El método principal fue, porque viene
siendo así entre nosotros, la conversación y el resultado no podía ser otro que
una ‘escritura a cuatro manos’. Seleccionamos, para convertirlos en breves
capítulos, emociones y plataformas desde las que se vive de manera común la
actual pandemia (p. 10):
(…) Encabeza la distribución temática
el miedo, el azar enamorado y la
culpa. El primero de ellos nace de la imperiosa necesidad de explicar la
angustia que provoca un riesgo cierto de muerte; el azar porque, pese a la ficción que nos habita de que controlamos
nuestras vidas, un avatar como el actual pone en evidencia la permanente
fragilidad de la condición humana y la dificultad de que impere la causalidad
frente a la casualidad. La culpa, por
su parte, responde a esa pulsión, que bebe en nuestra tradición cultural, de
que cada hecho luctuoso debe buscar necesariamente un culpable: no hay
salvación sin reconocimiento del pecado, y este siempre está encarnado en una
persona o grupo social, al que, para conjurar el mal, hay que sacrificar en
beneficio de la comunidad. Es lo propio de todas las religiones.
Las plataformas son otras tres: cuerpo, casa y pueblo. El cuerpo es
continente y/o contenido, receptor de la infección que puede llegar a
producirse; la casa, el actual
paisaje que habitamos, el inevitable espacio del confinamiento; y el pueblo es la sociedad, remite a la
comunidad dentro de la cual vivimos, en la que estamos insertos, más allá de
los gobiernos, más allá de los estados.
Consideramos estas las principales
emociones que, de manera común, suscita la COVID y que se viven desde distintas
atalayas como el propio cuerpo, nuevamente protagonista pero en un sentido
totalmente distinto al que nos veníamos acostumbrando, la casa particular y la
casa general, que es la sociedad en la que vivimos.
Cada uno de los apartados que hemos
reseñado, concluyen con el análisis de una imagen, una pintura que pudiera servirnos
de ejemplo a lo explicado y un poema alusivo tanto a la imagen como al texto.
Vías alternativas de aproximación al contenido elegido y que refuerzan su
significación en claves distintas.
En cuanto a la pregunta que haces
acerca de la gratificación del trabajo realizado, te diré que la primera es la
propia de unos ‘diletantes profesionales’ y la segunda el retorno que hemos
vivido de algunas personas a quienes ha interesado. La publicación en la
revista, y ahora de esta entrevista en vuestra plataforma, nos permitirá que
llegue a más personas. Te jubilas de la tarea docente pero la pulsión sigue
siendo la misma: aprender mientras tratas de enseñar.
- Entre todos los apartados que acabas de
describir, ¿podrás señalar una nota común a todos ellos?
Unas
lectura trasversal de todos y cada uno de los apartados termina insistiendo en
que, si bien ha habido pestes y pandemias a lo largo de la historia, los
valores y conceptos presentados como innatos no son más que construcciones
históricas que se hacen carne y emoción en determinados contextos sociales. Hoy
no se concibe ni el cuerpo, ni la casa ni la sociedad, ni el miedo a la muerte
ni la angustia ni la culpa de igual modo que hace un siglo. Hay aspectos
comunes a la condición humana, eternos podríamos decir, pero cada una de las
épocas en las que vivimos los aprecia de modo distinto. No es lo mismo, por
ejemplo, la casa del pasado que la actual de paredes
transparentes y abierta a la red. Tampoco es la misma la concepción del
propio cuerpo o de la muerte.
- Quisiera
concretar en los miedos. ¿Sale una especie humana más atenta a ellos?; ¿de qué
miedos hablamos? El miedo suele generar, o más bien despertar, a los genios
peores… porque tendemos solamente a prestar atención al hecho de sobrevivir sin
mirar nada más, ¿cómo lo veis?
Sin embargo, el objeto de los miedos
se ha modificado: el terrorismo difuso, la catástrofe medioambiental, la
guerra, aquellos de carácter psicosocial –que no dejan de ser una
‘privatización’ del miedo-… son miedos nuevos, modificados, que se dan como una
construcción social en el marco de una sociedad determinada.
-Quizás fuese un poco el egoísmo lo que
nos movió dentro de la verdadera solidaridad que es la de empezar a consumir en
la tienda del pueblo, del barrio; La de preguntarle a los vecinos si necesitan
algo para protegerlos y que no salga; la de intentar establecer comunicaciones
mucho más fluidas en lo humano…
La cuestión es si seremos capaces de
cambiar nuestro modelo de consumo y podremos resistir las presiones de todo
tipo y mantendremos en mayor o menor medida ese consumo de cercanía que ha sido
tan importante durante los meses de confinamiento.
-En el hombre y la mujer confinados, ¿cómo ha
influido la globalización? ; o ¿ya veníamos como tan
inmersos en la globalización y en el neocapitalismo que «sin consumir» como
teníamos «como de costumbre» nos «pilló a pie cambiado»? ; ¿se ha visto, porque
nos ha estallado en la cara, que los que tenían razón eran los que recibían los
palos manifestándose contra la globalización en las cumbres del G7, G8… etc.?
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