IMG_20210224_0002.jpgCazarabet conversa con...   Carlos Mas Arrondo, sobre el número 17 de “XIX y Veinte. Revista de Historia y Pensamiento Contemporáneos” (Comuniter)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vuelve la Revista XIX y Veinte de Historia y Pensamiento Contemporáneos.

Llega a nuestra casa el número17 que corresponde al otoño del 2020.

La revista empieza teniendo, esta vez, en el apartado de Pórtico, Antropología de andar por casa, por Carlos Mas Arrondo y Joaquín Fernández Cacho.

En Estudios se trata El caso de José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres por Ana Sabater Royo y también, en este mismo apartado, hay otro reportaje: María Zambrano, la libertad ingrávida por María Jesús Picot Castro y otro reportaje que versa sobre el carlismo y que está escritor por Jorge Mínguez Marqués, el artículo lleva por nombre: El Carlismo y la contrarrevolución europea. Un enfoque global.

En el rincón de “Cercanías” hay dos artículos: La gripe de 1918 en Teruel, relatada por los cronistas de la época por Cándido Marquesán Millán y Alcorisanos deportados a Mauthausen por José Ramón Villanueva Herrero. XIX y Veinte tiene otro apartado siempre también muy cercano, es el de Testimonios... aquí se ha publicado un artículo por la pluma de Alejandro Cebolla Ladrón de Guevara bajo el título: Los hermanos Mulsa Campos, ejeanos y socialistas.

En el “apartado” Fragmentos de esta publicación se mira, otra vez, a la gripe del 18 con un gran artículo de Luis Antonio Palacio Pilacés: Aragón 1918, la gripe española: Crónica de un desastre olvidado.

La revista siempre se acerca a libros desde su “rincón” de Lecturas con dos aportaciones: La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres  de Jorge Navarro Pérez y A propósito de Un paso adelante, cien atrás. Épila 1931-1939 desde la pluma de Jorge Cortés Pellicer.

Entrevistamos a Carlos Mas Arrondo y queremos acercarnos a él; mejor hacerlo con sus trabajos:

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1632708

http://www.andalan.es/?tag=carlos-mas-arrondo

 

 

Cazarabet conversa con Carlos Mas Arrondo:

27628602_376181186178345_45.jpg-Amigo, ¿qué es lo que os llevó a investigar, a Joaquín Fernández Cacho y a ti, sobre «esa antropología de andar por casa»  en tiempos de pandemia que tan a prueba, para bien y para mal, nos ha puesto a todos, fundamentalmente durante el periodo de confinamiento ocasionado por la COVID-19?

-Afortunadamente, el cuerpo puede –en este caso, debía- confinarse pero no necesariamente la mente. Es más, a la mente le viene bien cierto quietismo para ponerse a discurrir y máxime ante una circunstancia inédita para quienes no habíamos vivido una guerra, por ejemplo. Desde la Historia se sabe hace tiempo que los periodos de crisis permiten revelar aspectos de la realidad que permanecen ocultos o que no se hacen patentes con claridad en momentos de cierta normalidad. Y es precisamente esta la que se ve interrumpida abruptamente por la pandemia.

Particularmente, nosotros pertenecemos a una entidad cultural zaragozana, Asociación de Amigos del Andalán, dedicada durante el año académico a realizar actividades de todo tipo. Llegado este caso, quisimos continuar con nuestras apreciaciones conjuntas pero ahora de manera virtual. Más adelante, cuando estas reflexiones crearon un cierto corpus, la revista XIX y Veinte se prestó a su publicación en este número 17.

La pandemia nos ha obligado a recogernos y a aislarnos, pero los humanos somos seres sociales y sociables, unos más que otros. Así que hemos tratado de seguir en contacto con los amigos y vecinos en la medida en que podemos y sabemos. En realidad se trataba de seguir pensando y de compartir dudas y reflexiones.

-Siempre me esfuerzo por encontrar aspectos positivos, hasta en las peores circunstancias. ¿Qué ha dejado «de bien» esta experiencia?; ¿y en qué esta pandemia, además de en lo obvio, nos ha marcado de manera negativa? ¿Con qué lecciones hay que salir de esto para intentar ser, siempre, mejores como seres humanos?

-Habrá que distinguir entre los aspectos que se ponen de manifiesto con la pandemia y aquellos otros que llegan a modificar verdaderamente la realidad. Estos últimos, penosamente, solo quienes detentan el poder pueden llevarlos adelante. El primer hecho «de bien» que se ha visto claramente es que (p. 9):

(…) el trabajo, más que el capital, constituye la verdadera riqueza porque crea valor. La desestructuración del movimiento obrero ha corrido paralela al crecimiento del liberalismo y propiciado la minusvaloración (el menosprecio, más bien) de la fuerza de trabajo. Los que, de manera ritual, aplaudimos a las ocho de la tarde, lo tenemos claro: no lo hacemos a los respiradores artificiales sino a quienes los manejan; y a las empleadas y empleados de los centros sanitarios, de los supermercados; y a los científicos; y a los cuidadores…

La segunda certeza es que saldremos de esto gracias a la cooperación y a la ayuda mutua. La competencia, la privatización de los sectores públicos, los recortes en ciencia o en sanidad van en la dirección contraria a la salvación. La solidaridad no es, por tanto, solamente un principio ético: es una fórmula eficaz, la única posible.

La primacía del trabajo frente al capital. El principio de la cooperación frente a la competitividad. Y la universalidad del derecho frente a la privatización. Porque de esta salimos todos o no sale nadie. No se trata de un grupo social frente a otro; de una nación sin las otras… Sin una vacunación global, el virus no se detendrá. Como demostró la revolución sanitaria posterior a la segunda guerra mundial, la globalización de la salud es la única manera de garantizarla. Afirma con razón Innerarity que ya no existe un ‘dentro’ y un ‘fuera’ ni incluso un ‘nosotros’ y un ‘ellos’.

Ni qué decir tiene que todo lo anteriormente citado –y que ha quedado palmario, simplemente para quien quiera ver y mirar- debe concretarse en las políticas supranacionales, y en las nacionales y presupuestarias. Es aquí, no obstante, donde albergamos serias dudas sobre la puesta en práctica de estos principios.

-¿Hasta qué punto se ha puesto al hombre  y a la mujer, y a sus relaciones,  a prueba?, ¿esta pandemia y el confinamiento subsiguiente, qué huella ha dejado en el ántropos, en el hombre y en la mujer?, ¿qué hemos aprendido, qué se ha incorporado «como algo natural, como si viniese de fábrica»?

-Enlazando esta pregunta con la anterior, podríamos decir que la pandemia nos ha puesto en la tesitura de priorizar nuestros valores como individuos y como sociedad. Y eso de manera consciente o no. Unos le habrán dado más valor a la vida, a la amistad, etc. No pocos, al menos al principio, se han percatado de la importancia de las relaciones personales de vecindad, familia, etc. Otros han optado por pensar que lo más importante es tomarse una cerveza en una terraza o en la barra del bar. Hay tantas respuestas, posiblemente, como individuos. Sólo hay que estar atento a lo que la gente pide.

Consideramos que la huella principal que ha dejado es la conciencia de la contingencia. La vida humana se mueve entre la incertidumbre y el azar pero es tan difícil asumir esta realidad que, sobre todo en las sociedades desarrolladas y de control, queremos creer que siempre habrá un servicio médico tras la enfermedad, un bombero para el incendio declarado, un policía que evite el robo. Incluso antes del avatar, veníamos situando la planificación y la seguridad. De repente, un virus domina la vida, la pone en cuestión y, entonces, la maquinaria se paraliza ante un enemigo invisible. Sucede a continuación una paralización que no solo es motriz por el enclaustramiento sino del pensamiento ya que las palabras, el lenguaje, denotan una radical dificultad expresiva. La des-realidad queda vinculada al presente y corta todos los puentes con un futuro incierto. No están en juego ni el deseo ni la voluntad ni el gusto sino el porvenir. Una sociedad acostumbrada al espectáculo presencia, encapsulada, las calles vacías, los hospitales y las morgues llenos. Una fantasmagoría inimaginable. El espectáculo ahora es el de nuestra frágil condición. Haremos por olvidarlo pero la huella que va a quedar para la Humanidad entera que lo ha vivido es imperecedera.

FOTO-CARLOS-MAS-copia.jpg- Teniendo en cuenta que sois dos los que escribís este reportaje-artículo dentro de la revista XIX y Veinte, ¿Cómo ha sido el proceso y la tarea de investigación que, además, tiene mucho a ver con el proceso de documentación? ¿Qué metodología de trabajo habéis seguido? La investigación, la recopilación de documentación, el contrastar todo ello, el aproximarse a testimonios más o menos directos sobre vuestro trabajo, es una tarea que requiere de minuciosidad pero que también depara mucha gratificación… ¿qué nos puedes decir?

-El motor inicial fue siempre partir de la perplejidad, del asombro, de la incredulidad. De ahí nació la curiosidad por encontrar respuestas ante preguntas que los medios de información de masas, más pegados al acontecimiento, no venían a suministrar. Indagar acerca de aquello que nos preocupaba y no veíamos publicado porque se desatendían aspectos que siempre nos han parecido fundamentales como aquellos que tienen que ver con el sentido y el significado.

El método principal fue, porque viene siendo así entre nosotros, la conversación y el resultado no podía ser otro que una ‘escritura a cuatro manos’. Seleccionamos, para convertirlos en breves capítulos, emociones y plataformas desde las que se vive de manera común la actual pandemia (p. 10):

(…) Encabeza la distribución temática el miedo, el azar enamorado y la culpa. El primero de ellos nace de la imperiosa necesidad de explicar la angustia que provoca un riesgo cierto de muerte; el azar porque, pese a la ficción que nos habita de que controlamos nuestras vidas, un avatar como el actual pone en evidencia la permanente fragilidad de la condición humana y la dificultad de que impere la causalidad frente a la casualidad. La culpa, por su parte, responde a esa pulsión, que bebe en nuestra tradición cultural, de que cada hecho luctuoso debe buscar necesariamente un culpable: no hay salvación sin reconocimiento del pecado, y este siempre está encarnado en una persona o grupo social, al que, para conjurar el mal, hay que sacrificar en beneficio de la comunidad. Es lo propio de todas las religiones.

Las plataformas son otras tres: cuerpo, casa y pueblo. El cuerpo es continente y/o contenido, receptor de la infección que puede llegar a producirse; la casa, el actual paisaje que habitamos, el inevitable espacio del confinamiento; y el pueblo es la sociedad, remite a la comunidad dentro de la cual vivimos, en la que estamos insertos, más allá de los gobiernos, más allá de los estados.

Consideramos estas las principales emociones que, de manera común, suscita la COVID y que se viven desde distintas atalayas como el propio cuerpo, nuevamente protagonista pero en un sentido totalmente distinto al que nos veníamos acostumbrando, la casa particular y la casa general, que es la sociedad en la que vivimos.

Cada uno de los apartados que hemos reseñado, concluyen con el análisis de una imagen, una pintura que pudiera servirnos de ejemplo a lo explicado y un poema alusivo tanto a la imagen como al texto. Vías alternativas de aproximación al contenido elegido y que refuerzan su significación en claves distintas.

En cuanto a la pregunta que haces acerca de la gratificación del trabajo realizado, te diré que la primera es la propia de unos ‘diletantes profesionales’ y la segunda el retorno que hemos vivido de algunas personas a quienes ha interesado. La publicación en la revista, y ahora de esta entrevista en vuestra plataforma, nos permitirá que llegue a más personas. Te jubilas de la tarea docente pero la pulsión sigue siendo la misma: aprender mientras tratas de enseñar.

- Entre todos los apartados que acabas de describir, ¿podrás señalar una nota común a todos ellos?

-Si hay una nota común, que la hay, es la de la reflexión sincera sobre la realidad que se nos imponía, el diálogo con el otro y los otros. Una reflexión crítica y en algunos casos a contracorriente, cuestionando las ideas que parecen imponerse en nuestra sociedad. Igual en esto podemos parecer un tanto antiguos. En definitiva, ha sido una oportunidad para pensar de nuevo acerca de aspectos de nuestra sociedad sobre los que ya veníamos dialogando de una u otra forma desde hace tiempo. Además, la intención era la de compartir ideas con amigos, compañeros y con todos aquellos que han tenido acceso a los textos. El comentario de la obra de arte y el poema que cierran las reflexiones constituyen una forma de relacionar diferentes acercamientos al tema. La realidad es una, somos los humanos los que la parcelamos. Queríamos insistir en esta idea y, de esta forma, también, llegar a más, por decirlo de manera un tanto cursi, sensibilidades. A unos les habrá interesado más las reflexiones iniciales, a otros el comentario artístico y a alguno el poema o los poemas seleccionados.

Unas lectura trasversal de todos y cada uno de los apartados termina insistiendo en que, si bien ha habido pestes y pandemias a lo largo de la historia, los valores y conceptos presentados como innatos no son más que construcciones históricas que se hacen carne y emoción en determinados contextos sociales. Hoy no se concibe ni el cuerpo, ni la casa ni la sociedad, ni el miedo a la muerte ni la angustia ni la culpa de igual modo que hace un siglo. Hay aspectos comunes a la condición humana, eternos podríamos decir, pero cada una de las épocas en las que vivimos los aprecia de modo distinto. No es lo mismo, por ejemplo, la casa del pasado que la actual de paredes transparentes y abierta a la red. Tampoco es la misma la concepción del propio cuerpo o de la muerte.

47478565_10210923432761614_.jpg- Quisiera concretar en los miedos. ¿Sale una especie humana más atenta a ellos?; ¿de qué miedos hablamos? El miedo suele generar, o más bien despertar, a los genios peores… porque tendemos solamente a prestar atención al hecho de sobrevivir sin mirar nada más, ¿cómo lo veis?

-Pues como se dice en el apartado correspondiente del ensayo, se trata de todos los miedos. ¿Somos más conscientes de estos miedos? No lo sabemos. A todos nos gustaría salir mejores, como personas y como sociedad, pero no lo sabemos. En realidad, según nos dicen los historiadores, en todas las situaciones de catástrofe se refuerza el individualismo y la inestabilidad. Ya ocurrió eso en la conocida peste de Atenas del 430 a.e.c., en plena guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas, y que nos cuenta Tucídides. Así lo refleja David Hernández de la Fuente en un libro reciente, El hilo de oro, que lleva por subtítulo Los clásicos en el laberinto de hoy.  Y por lo que podemos comprobar ahora, no parece que nosotros seamos muy diferentes a los atenienses del siglo V a.e.c.

Sin embargo, el objeto de los miedos se ha modificado: el terrorismo difuso, la catástrofe medioambiental, la guerra, aquellos de carácter psicosocial –que no dejan de ser una ‘privatización’ del miedo-… son miedos nuevos, modificados, que se dan como una construcción social en el marco de una sociedad determinada.

 -Quizás fuese un poco el egoísmo lo que nos movió dentro de la verdadera solidaridad que es la de empezar a consumir en la tienda del pueblo, del barrio; La de preguntarle a los vecinos si necesitan algo para protegerlos y que no salga; la de intentar establecer comunicaciones mucho más fluidas en lo humano…

-Suponemos que así es. No todos tenemos los mismos valores, ni los podemos imponer, eso sería más propio de sociedades cerradas y autoritarias. Además, cierto egoísmo es positivo. En este sentido, quizás venga a cuento recordar esa anécdota que cuenta Voltaire en su Tratado de la tolerancia, en el que un mandarín de Cantón encarceló, hasta que se pusieran de acuerdo, a un jesuita y a un dominico a causa de una disputa encendida entre ellos. Advertido el mandarín de que entonces permanecerían en la cárcel de por vida, respondió que en ese caso seguirían en la cárcel hasta que se perdonaran. Y ante la insistencia de su ayudante de que eso no ocurriría nunca, el mandarín respondió: «entonces hasta que finjan perdonarse».

La cuestión es si seremos capaces de cambiar nuestro modelo de consumo y podremos resistir las presiones de todo tipo y mantendremos en mayor o menor medida ese consumo de cercanía que ha sido tan importante durante los meses de confinamiento.

-En el hombre y la mujer confinados, ¿cómo ha influido la globalización? ; o ¿ya veníamos como tan inmersos en la globalización y en el neocapitalismo que «sin consumir» como teníamos «como de costumbre» nos «pilló a pie cambiado»? ; ¿se ha visto, porque nos ha estallado en la cara, que los que tenían razón eran los que recibían los palos manifestándose contra la globalización en las cumbres del G7, G8… etc.?

-Por lo que se sabe, es evidente que la evolución de esta epidemia hasta convertirse en pandemia ha sido provocada por el modelo de globalización que se ha impuesto. Y eso se trate de una zoonosis o no. La globalización, nos parece, es inevitable. La cuestión es que podemos favorecer y desarrollar diferentes modelos de globalización. La que se ha impuesto es la de las grandes corporaciones, sin posibilidad, en la práctica, de control alguno. No cabe duda, sin embargo, de que el pensamiento crítico continúa siendo un importante valladar. A él hemos querido recurrir.

 

 

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