La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro de Jorge de Hoyos Puente sobre el
legado de la cultura institucionalista en el exilio republicano de 1939.
Aquello que nos explica la editorial del
libro:
¡Viva la inteligencia! Es un estudio que
aborda la evolución cultural y política de los seguidores de las teorías de
Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza después de la derrota republicana de 1939. La
cultura institucionalista fue uno de los motores claves en la puesta en
marcha del programa reformista de la
Segunda República española. Con su derrota, los institucionalistas, sufrieron
una profunda crisis existencial. La mayoría de ellos se vieron obligados al
exilio. Desde el exilio, muchos trabajaron para mantener vivo el espíritu de la
Institución Libre de Enseñanza, sin perder la esperanza de poder regresar a
España. A lo largo de sus páginas estudiamos la evolución de este grupo dentro
del exilio en Estados Unidos y México, así como sus dificultades para
reintegrarse en la vida democrática
durante la Transición política. Atenderemos la evolución de sus discursos
políticos, la creación de instituciones educativas, la formación de espacios de
sociabilidad y de redes de solidaridad. También nos ocupamos de los procesos de
integración en los países de acogida así como de la influencia que allí
tuvieron los institucionalistas. Se trata de un libro en clave transnacional
que busca establecer los diferentes condicionantes vividos por este colectivo
dentro del exilio en función de los diferentes países de acogida.
El autor, Jorge de Hoyos Puente:
Es doctor en Historia por la Universidad de
Cantabria. Sus investigadores se centran en la historia cultural y política del
exilio republicano de 1939.Autor de: La utopía del regreso. Proyectos de Estado
y sueños de nación en el exilio republicano en México (2012)
; ha colaborado con la Universidad de Columbia y en El Colegio de
México. Ha sido ponente en congresos internacionales y forma parte del grupo de
investigación “Historia y Cultura Contemporánea de la Europa del Sur y América
Latina”. En la actualidad es investigador y secretario general del Centro de
Estudios de Migraciones y Exilios de la UNED.
Cazarabet
conversa con Jorge de Hoyos Puente:
-Jorge, ¿qué significa el “poso” que dejó, que todavía
rezuma desde la Institución Libre de Enseñanza, para ti, porque debe significar
mucho para dedicarle un libro a la cultura institucionista?
-Este libro aborda la
cultura institucionista en el exilio republicano en un sentido amplio, donde lo
pedagógico es solamente una parte de toda una corriente de pensamiento, una
concepción del mundo que fue muy relevante en España durante más de sesenta
años. En ese sentido, conviene aclarar que el institucionismo fue una cultura
política liberal, reformista y evolucionista que se configuró sobre la base del
krausismo, el positivismo y el evolucionismo. Como toda cultura política fue
evolucionando con el tiempo y dando lugar a diversos espacios de sociabilidad a
través de los cuales difundió su modo particular de entender el mundo. Sin
duda, la educación jugó un papel esencial en ella, ya que la educación fue
concebida por los institucionistas como el instrumento más eficaz para conseguir
una transformación integral del individuo.
-¿En qué puntos del sistema educativo ahondó más la ILE en los años en los
que pudo “campar” con libertad?
-La ILE encontró en la
Segunda República una oportunidad de llevar a cabo la materialización de su
proyecto desde las instituciones. No podemos olvidar que desde su creación, la
ILE fue una iniciativa privada con un creciente predicamento y una profunda
capacidad de influencia que fructificó en sólidas iniciativas como la Junta de
Ampliación de Estudios, El Centro de Estudios Históricos o el Instituto Escuela
por poner algunos ejemplos. Ahora bien, con la llegada de la República muchos
institucionistas creyeron que podían llevar a cabo un programa reformista que
incidiese en la mejora del país y la vida de los españoles. La apuesta decidida
por la mejora de la calidad de la educación durante el primer bienio fue sin
duda una de los logros más importantes del momento, donde el presupuesto del
Ministerio de Instrucción Pública se multiplicó exponencialmente para tratar de
paliar el retraso de España en materia de educación pública.
-La Guerra y la dictadura lo destrozó todo y de qué manera, pero ¿cómo lo
hizo con la fuerza, el miedo, el escarmiento?
-El institucionismo
entró en crisis como cultura política ya durante la República. A partir del
bienio negro y la progresiva radicalización de la sociedad española los
institucionistas quedaron fuera de juego. No podemos olvidar que su concepción
organicista y reformista del mundo encajaba mal con la visión dialéctica de
conflicto que se fue asentando en la sociedad española. Con la sublevación
militar y el inicio de la Guerra Civil la crisis de su modelo es total lo cual
va a producir una fuerte desafección y una fuerte división interna entre
aquellos que anteponen la defensa de la República y la democracia frente a los
que se consideran en posiciones más equidistantes. Aunque el libro no lo
aborda, también los hubo simpatizantes del franquismo. Y esto sorprende porque
dentro de la retórica de los rebeldes, la ILE significaba uno de los peores
males de la República. Demonizada como una “secta extranjerizante”, el
pensamiento institucionista atentaba contra los principios de la auténtica
nación española, católica y tradicionalista con una pedagogía que apostaba por
la libertad de conciencia, la formación integral del individuo para poder
ejercer libremente como ciudadano. Además, promovía la formación de una ciencia
basada en la investigación, en el pensamiento libre, en la internacionalización
y por supuesto eso iba en contra de la España eterna. De ahí la obsesión por
fusilar maestros y profesores de la ILE, por purgar la universidad y de borrar
todo símbolo.
-¿Tanto miedo y escarmiento esparció el franquismo que la educación quedó
como quebrada como de manera intemporal?
-Sin duda. El
franquismo construyó sus instituciones y su pretendida legitimidad sobre la
base de la represión. Durante años los propagandistas que injuriaban a la ILE
impusieron un relato muy negativo de su legado. No será hasta las postrimerías
del franquismo cuando comiencen a modificar sus discursos y a tratar de
entroncar con un pasado que antes desdeñaban. En el libro se puede comprobar
este caso ejemplificado con los intentos de la Universidad Internacional
Menéndez Pelayo, una creación franquista que trató de emparentarse durante el
final del franquismo con la experiencia republicana de la Universidad
Internacional de verano de Santander. Así trataban de limpiar su imagen, una
realidad que resulta incómoda aún hoy.
-La Institución Libre de Enseñanza aportó mucho y en todas y cada una de
las ramificaciones del árbol de la enseñanza. ¿Nos lo puedes reflexionar?
-A pesar de ser una
iniciativa privada la ILE consiguió alcanzar un importante eco en las clases
medias madrileñas. Del institucionismo surgieron otras iniciativas pedagógicas
capaces de transformar parcialmente algunos sectores de la sociedad. A mi
juicio su influencia más reseñable fue en la inspiración de la Junta para
Ampliación de Estudios que consiguió modificar el panorama científico español a
través de becas a investigadores para completar su formación en el extranjero a
partir de 1910. Su impulso permitió a España dar un salto cualitativo en ese
ámbito y permitió también situar a España por primera vez en el ámbito
científico internacional. Muchos de aquellos becarios fueron más tarde
importantes catedráticos de distintas disciplinas y muchos de ellos también
padecieron el exilio a consecuencia de su apuesta por la democracia y la
libertad.
-Desde el exilio, ¿cómo se fueron recomponiendo las piezas de un puzle, el
de la ILE, que quedaron como esparcidas por el golpe de Estado, la Guerra
Civil, los largos y tediosos años de dictadura?
-Los exiliados
institucionistas vivieron la derrota con especial dramatismo. Allí funcionó su
pertenencia al institucionismo como una identidad de solidaridad fuerte que
permitió establecer redes epistolares muy ricas procurando ayuda y acomodo
laboral en distintos países en unas condiciones de precariedad absoluta. Así,
unos y otros se ayudaban a encontrar trabajo y en los lugares donde fue
propicio, especialmente en México, se establecieron redes y espacios de
sociabilidad que les permitieron no solo combatir la nostalgia sino también
mantener vivos los ideales. En el caso de los institucionistas vivieron un
exilio un tanto endogámico que ayudó a reafirmar posiciones. A diferencia de
otros exiliados, los institucionistas tenían contactos en el extranjero gracias
a las relaciones que habían ido tejiendo durante años de investigación e
intercambio cultural. Esas redes fueron fundamentales en los distintos países,
en México y Estados Unidos pero también en otros lugares, para establecer
mecanismos de integración.
-¿Cuáles fueron los principales “actores” de todo esto?
-Actores hubo muchos y
muy significativos, figuras como Fernando de los Ríos y todo su entorno fueron
claves pero también otras personalidades como Federico de Onís, Gustavo Pittaluga, Cándido Bolívar, Bernardo Giner de los Ríos, la
familia Giral y un largo etc. En ese sentido hay que
comprender que los institucionistas carecían de una organización política
propia y que muchos de ellos militaban en organizaciones diferentes como el
PSOE, Izquierda Republicana o Unión Republicana, muy divididas por aquellos
años. Los había también sin carnet político, pero muy vinculados a la defensa
republicana e incluso otros, como José Castillejo, exiliado en Londres, que no
dudaban en criticar a los republicanos con una honda amargura por todo lo
perdido en España. Debemos partir de una visión amplia del institucionismo para
poder comprender las distintas actitudes que los distintos actores
desarrollaron en el exilio.
-Ya en aquellos años y desde su fundación la ILE influía en las políticas y
en las maneras de hacer política y esto siguió después a lo largo de los días y
de los tiempos. ¿En qué facetas, además de la educativa, influían más; cómo y
de qué manera?
-Durante la República
los institucionistas influyeron en una nueva concepción de la política
exterior, especialmente con América Latina, siguiendo los principios de Rafael
Altamira. Ya en el exilio su mayor aportación fue el programa político que
surgió de la Declaración de la Habana en 1943 donde trataron de establecer una
hoja de ruta sobre la que reconstruir el país. Como la mayoría de los
exiliados, los institucionistas creyeron que el destino de España estaba ligado
a la derrota de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Conseguido
esto, creían que el regreso a una España democrática sería posible pero se
equivocaron. Aquello supuso la desmoralización total y la consolidación de su
ocaso como cultura política. A partir de entonces sería lo pedagógico lo único
que quedaría en pie y a ello se dedicaron la mayoría el resto de sus vidas.
-De entrada con este título le das un buen puñetazo a aquellos que piensan,
pensaban como Millán-Astray, que la muerte está
por encima de la inteligencia, ¿no?
-El título trata de
poner en valor lo que España perdió y encontró una segunda oportunidad, al
menos vital, en otras partes del mundo. Frente a la brutalidad que se impuso en
este país existieron otras Españas en el exilio que, con sus aciertos y
errores, representaban proyectos políticos alternativos. Ahora bien, como la
mayoría de los libros de historia dedicados al exilio republicano son libros pesimistas,
en la medida en que España no supo o no pudo recuperar buena parte de esos
legados de forma plena en la Transición española, generando un notable problema
que arrastramos hasta la actualidad y es el establecimiento de un relato
democrático compartido. Hasta que el exilio republicano no esté presente en los
libros de historia del bachillerato, difícilmente vamos a poder comprender de
forma nítida que existían Españas alternativas, con discursos y tradiciones
democráticas, con visiones de Estado y nación diferentes a los impuestos por la
dictadura.
-¿En el exilio se pudo llegar a sentir más ese “poso”, ese “legado” que
dejó la cultura institucionista?
-El exilio fue un
refugio vital donde podemos rastrear el ocaso de esa cultura institucionista. A
pesar de los intentos por mantenerse viva con iniciativas como la reunión de
profesores universitarios de La Habana en 1943, los institucionistas habían
sufrido un golpe prácticamente definitivo. Con la derrota de la República todo
su ideario reformista se vino al traste, la posibilidad de sobreponerse a ese
duro golpe fue más complicada que para otros exiliados que aún tenían la
esperanza de reconquistar España. En el imaginario de los institucionistas la
dimensión de la derrota era mucho mayor en la medida en que su visión
pacifista, reformista y evolucionista había saltado por los aires. El
desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y su magnitud tampoco ayudó.
-¿México destaca más que otros países en todo este
escenario?
-El libro se acerca a
dos realidades bien diferenciadas como fueron las experiencias de los exiliados
institucionistas en Estados Unidos y en México. Fue una elección consciente a
la hora de abordar esta investigación que pretendía poner en valor cómo el país
de acogida y sus circunstancias condicionaron la vida de los exiliados y su
propia evolución vital y política. La política selectiva de recepción de
exiliados por parte de Estados Unidos favoreció la concentración de grandes
figuras del institucionismo que encontraron acomodo en prestigiosas
universidades. Aquello generó un ambiente rico intelectualmente aunque muy
condicionado por la Guerra Fría, lo que llevó a una profunda desmovilización
política de los institucionistas que quedaron confinados en campus
universitarios, muy aislados unos de los otros. En México, el exilio gozó de
una mayor permisividad y sobre todo de la posibilidad de abrir centros
educativos como el Colegio Madrid o el Instituto Luis Vives. En ellos estuvo
muy presente la pedagogía de la ILE y permitió articular en torno a ellos
espacios de sociabilidad que mantuvieron durante más tiempo viva la memoria de
la ILE, aunque con inevitables idealizaciones y contradicciones propias de todo
exilio.
-¿El legado de la cultura institucionista en el exilio republicano de 1939
nos ha podido influenciar, de alguna manera, en el presente, te hablo desde la
concepción educativa y pedagógica?
-Lamentablemente el
exilio republicano de 1939 tuvo poca influencia directa en la España de después
de la dictadura. Es cierto que hubo dirigentes políticos e intelectuales que
regresaron, es cierto que se realizaron exposiciones y congresos para
especialistas y es cierto que hemos avanzado mucho en el conocimiento académico
sobre el exilio en los últimos tiempos pero su influencia y presencia en la
España actual es escasa. Sin duda nuestra educación pública y especialmente
algunas de las leyes como la LOGSE encontraron elementos de inspiración en la
concepción educativa y pedagógica de la ILE. Ahora bien creo que podemos estar
de acuerdo en que queda mucho por hacer, aunque sin idealizaciones. El tiempo
de la ILE pasó, aunque buena parte de su pedagogía sigue vigente, los retos hoy
en día son otros. Debemos conocer y comprender el pasado para poder sacar
lecciones y construir un camino propio en ese sentido.
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¡Viva la
inteligencia! El legado de la cultura institucionista en el exilio republicano
de 1939. Jorge de
Hoyos Puente
256 páginas 13,5 x 21 cms.
18,00 euros
Biblioteca Nueva
Estudio que aborda la evolución
cultural y política de los seguidores de las teorías de Francisco Giner de los
Ríos y la ILE después de la derrota republicana de 1939.
La cultura institucionista fue uno de los motores claves en la puesta en marcha
del programa reformista de la Segunda República española. Con su derrota, los
institucionistas sufrieron una profunda crisis existencial. La mayoría de ellos
se vieron obligados al exilio. Desde el exilio, muchos trabajaron para mantener
vivo el espíritu de la ILE, sin perder la esperanza de poder regresar a España.
Jorge de Hoyos Puente
Doctor en Historia por la Universidad de Cantabria. Sus investigaciones se
centran en la historia cultural y política del exilio republicano de 1939.
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