Cazarabet conversa con... Irene Liberia Vayá, autora de “José Vidal-Beneyto”
(Institució Alfons el Magnànim)
Irene Liberia desde su tesis hecha
libro se nos acerca a la vida de este sociólogo desde una crítica y una
resistencia democrática que es de lo que mejor pude definir a este hombre que
llevó una vida a contraviento.
Lo que nos explica la Institución Alfons el Magnànim sobre el
libro:
Este libro, basado en una tesis
doctoral defendida en 2017, reconstruye el periplo vital del sociólogo José
Vidal-Beneyo (Carcaixent,
1927 - París, 2010), intelectual y hombre de acción. Se formó en derecho y
filosofía en València y Madrid, ampliando después estudios en París. Cambridge
y Heidelberg. La escuela de Frankfurt tuvo una gran influencia en su
pensamiento humanista de "resistencia crítica". Su temprano
compromiso con la democracia en España le llevó a exiliarse en París en dos
ocasiones: a raz del "contubernio" de Munich (1962) y a consecuencia de la constitución de la
Junta Democrática de España (1975). Siempre al margen de afiliaciones
partidistas, su única militancia fue la de un europeísmo exigente y un
radicalismo democrático con la sociedad civil siempre en el centro. Catedrático
de Sociología del Conocimiento de la Universidad Complutense de Madrid, ocupó
también importantes cargos y funciones en el ámbito europeo e internacional.
Fue Doctor Honoris
Causa por la Universidad de València y logró que miles de lectores
acudieran puntualmente durante décadas a la cita semanal con sus agudos
análisis en El
País, diario del que fue socio fundador.
La autora, Irene Liberia Vayá:
Es doctora en comunicación por la
Universidad de Sevilla. Previamente se licenció en Comunicación Audiovisual y
en Humanidades por la Universitat de València y desde 2012 forma parte del
grupo de investigación AdMIRA: Análisis de Medios
Imágenes y Relatos Audiovisuales en su Historia para el Cambio
Social—Universidad de Sevilla--.Entre 2014 y 2017 fue investigadora en el
proyecto “Acciones relacionadas con el legado científico-cultural del profesor
Vidal-Beneyto”—Universitat de València--.Durante este período realizó dos
estancias de investigación en el Collège des Hautes Études Européennes Miguel
Servet—París—y desarrolló su tesis doctoral sobre la figura del sociólogo
valenciano y su obra en materia de comunicación.
¿Nos acercamos un poco a José Vidal
Beneyto? http://roderic.uv.es/static/ben/index.html
https://www.eldiario.es/cv/notes_lectura/biografia-Pepin-Vidal-Beneyto-lhome-multidimensional_6_955114492.html
https://www.uv.es/uvweb/uv-noticies/es/noticias/nau-presenta-libro-postumo-del-sociologo-jose-vidal-beneyto-1285973304159/Novetat.html?id=1286027249670&plantilla=UV_Noticies/Page/TPGDetaillNews
https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20171213/433606934424/celebracion-en-paris-la-obra-postuma-del-sociologo-vidal-beneyto-en-la-nau.html
Cazarabet conversa con Irene Liberia:
-Irene, ¿qué te hizo acercarte a José Vidal-Beneyto?; ¿por
qué eliges su trayecto vital como sociólogo para acercárnoslo a nosotros?
-Empecé
a trabajar sobre Vidal-Beneyto hace ahora cinco años. Me encontraba entonces en
Sevilla, donde formaba parte –y sigo haciéndolo– de un grupo de investigación
de la Facultad de Comunicación de esa universidad (en la que había estudiado un
Máster en Comunicación y Cultura), cuando la Universitat de València lanzó un
proyecto de investigación para trabajar sobre su figura y su legado
científico-cultural. De Vidal-Beneyto conocía sobre todo sus artículos en El País. Me presenté al proyecto y me
cogieron, así que me mudé a Valencia (de donde soy y en cuya universidad me
había licenciado en Comunicación Audiovisual y en Humanidades) e inicié un apasionante
trabajo con montones de material de archivo que él y su mujer, Cécile Rougier, habían donado
unos años antes a la Universitat. Fue muy intenso y muy enriquecedor, hice dos
estancias en París, donde trabajaba codo con codo con Cécile
en el propio despacho de Vidal-Beneyto (en su casa particular) y en el Collège des Hautes Études Européennes “Miguel Servet”, que el sociólogo fundó y
dirigió hasta su fallecimiento.
Lo
que hicimos durante tres años fue crear una gran base de datos (a partir de un
extenso y profundo trabajo que Cécile ya venía
realizando desde hacía tiempo), ordenar y digitalizar gran parte de sus obras y
documentos (artículos de prensa, proyectos de investigación, textos
ensayísticos, trabajos científicos, cartas, escritos literarios, informes,
etc.), al tiempo que íbamos extrayendo ideas y dando forma a su biografía a
través de todo lo que teníamos y de nuevos materiales que iban apareciendo, así
como de testimonios de muchas personas con las que hablábamos o a las que
entrevistábamos. Por cierto, en el repositorio de la Universitat de València
hay un espacio dedicado a Vidal-Beneyto con más de mil documentos consultables online: http://roderic.uv.es/static/ben/index.html.
En medio de todo aquello surgió la posibilidad de realizar mi tesis doctoral
sobre su figura, y puesto que mi formación es en comunicación y que
Vidal-Beneyto fue un sociólogo del conocimiento, de la cultura y también de la
comunicación, con una extensísima obra periodística –él mismo se autodefinía en
su última etapa como “comunicólogo”–, decidí aprovechar la oportunidad y
centrar mi tesis en su pensamiento y producción sobre este ámbito específico
(en el que, por cierto, fue un auténtico pionero en España).
-¿Cómo era José
Vidal-Beneyto, desde su faceta de sociólogo, pensador y crítico?
-Hay
una expresión que utilizó su amigo, el sociólogo Carlos Moya, en la
presentación en Madrid de su libro póstumo, Celebración
de París. Lugares y gentes, en 2017, y que me gusta mucho porque lo define
de manera muy clara, y a mi juicio, muy acertada: Vidal-Beneyto entendía y
ejercía la sociología “como sociología crítica y ciencia de libertad”. En este
sentido, como sus maestros de la Escuela de Frankfurt, su trabajo, siempre
crítico, autocrítico y comprometido, se caracterizaba por una orientación
práctica, es decir, más allá de la reflexión teórica, había en él una
determinante voluntad de contribuir a la transformación real de la sociedad. No
en vano, fue uno de los introductores de la sociología crítica en España en un
momento en el que, como él mismo explica en su libro Memoria democrática (2007), “la enseñanza y la práctica
sociológicas eran consideradas por el poder como una amenaza para los intereses
de la clase dominante y para los valores y la propia existencia del Régimen”.
Así,
todo lo que hizo –que fue muchísimo– se situó siempre en esta línea de buscar
efectos concretos en la realidad social. Y en este sentido hay que destacar que
su afán por movilizar a personas, colectivos y organizaciones para el debate,
la participación política y la acción en torno a temas muy diversos se mantuvo
hasta el final de su vida. Buena prueba de ello son, por ejemplo, las
organizaciones y plataformas ciudadanas que impulsó en sus últimos años,
entendidas como herramientas de pedagogía y de recuperación de la memoria
democrática y colectiva, con las que perseguía de alguna forma profundizar en
la democracia y materializar su concepción de la política como participación
social (la Plataforma Ciudadana por la Moral Pública en España, 2007; la iniciativa Espacios de la insurgencia cultural,
2007; la plataforma Resistencia Crítica,
2008 y la Cooperativa de Ideas “Walter Benjamin”, 2009; pero también, previamente la asociación
Memoria Democrática, creada a finales
de los 90). En este sentido, se lamentaba de que la
democracia hubiese pasado de ser un sistema en el que lo fundamental es la
participación a un sistema que sirve para tranquilizar a la sociedad y que
impone lo dominante, ya que muchas veces las llamadas “prácticas democráticas”
no hacen más que ratificar intereses determinados, como sostenía en una
entrevista que le hicieron en 2008 con motivo del IV Premio José Couso a la Libertad de Prensa (en El Siglo de Europa) y desarrolló luego en su libro La corrupción de la democracia (2010),
lo que se ajusta perfectamente a la
realidad actual, más de diez años después de estas declaraciones.
-¿Y
como ser humano?, seguramente que has tenido la oportunidad de
"estar", leer y “sentir" lo que los que le conocieron le siguen
recordando. ¿Qué denominadores comunes, desde lo humano y más allá, le
recuerdan sus amigos y conocidos?
-Enumero a continuación algunos de los
adjetivos, expresiones y atributos que he recopilado a partir de
intervenciones, entrevistas, conversaciones, etc. mantenidas con compañeros,
amigos, y en general, allegados a Vidal-Beneyto de tiempos y ámbitos diversos
(la sociología, la política, los negocios, las relaciones personales, etc.):
independiente / libertario / extremadamente riguroso / gran conspirador (en el
sentido de la tradición romántica) / uno de los primeros europeístas españoles
/ polifacético / incansable / idealista / profundo conocimiento / ética / gran
capacidad de convencimiento / extraordinaria sensibilidad / hombre comprometido
con su tiempo y, más allá de lo político, con un proyecto de vida mejor para
los demás
/ enorme capacidad de entusiasmo / gran inventiva / empatía… Sin olvidar su
simpatía natural.
-¿Quién le
influyó desde lo humano al "ser pensador" que era José Vidal-Beneyto?
-Aunque
son muchas las teorías, líneas de pensamiento y autores que han influido de una
forma u otra en Vidal-Beneyto –que estuvo siempre y permanentemente atento a
las últimas investigaciones y publicaciones realizadas en sus distintas áreas
de interés, tanto en lo político, como en lo sociológico y mediático–, tres de
las corrientes que más le marcaron a lo largo de su dilatada trayectoria fueron
las siguientes: Por un lado, la fenomenología de Husserl, en la que se adentra
de la mano de Merleau-Ponty en París. Por otro, la Sociología Crítica de la
Escuela de Frankfurt: fue discípulo de Theodor W.
Adorno en Frankfurt en los años 50; sus planteamientos están especialmente
influidos por la teoría comunicativa y de la opinión pública de Jürgen Habermas, a quien tradujo
y conoció; y también por la perspectiva anti-academicista y anti-institucional
de Walter Benjamin, quien inspiró uno de sus últimos
proyectos: la Cooperativa de Ideas
“Walter Benjamin”). Y, por último, el pensamiento
complejo de Edgar Morin, uno de sus amigos más
cercanos desde que se conocieran en 1961 y hasta su fallecimiento, y con quien
compartió muchos proyectos intelectuales y luchas políticas (ambos se llamaban
“hermano” el uno al otro y, de hecho, Vidal-Beneyto es uno de los nombres que
protagonizan el libro-recuerdo que Morin acaba de
publicar: Les souvenirs
viennent à ma rencontre). A este respecto hay que destacar que en los
60 Morin le introdujo en el grupo de la revista Arguments, con Castoriadis, Claude Lefort, Duvignaud, etc. Todos esos intelectuales que se apartan del
comunismo tras la represión soviética en Hungría para replantear otra forma de
socialismo. Y también a través de Morin vendrán luego
los contactos con el CETSAS (Centre d’Études Transdisciplinaires, Sociologie, Anthropologie, Sémiologie): Julia
Kristeva, Roland Barthes, etc., tan influyentes en los planteamientos del
Comité Internacional de Comunicación, Conocimiento y Cultura (CKC en sus siglas
en inglés) de la AIS (Asociación Internacional de Sociología) a partir de los
70 (Comité que, por cierto, preside Vidal-Beneyto entre 1974 y 1990).
A
nivel más directo respecto a sus amigos intelectuales o aquellos compañeros que
le influyeron en distintos momentos de su vida, habría que comenzar por las
tertulias filosóficas y literarias en la segunda mitad de los años 40 en los
cafés Gaviria, Gambrinus y Gijón en Madrid. Este fue
el punto de partida, el estímulo de la reflexión: recitaban y escribían poemas,
leían, traducían y discutían a los existencialistas, a Heidegger, Horkheimer, Thomas Mann, Joyce…
En ese círculo están –entre otros– José Suárez Carreño (de quien Vidal-Beneyto
se hace muy amigo), Ignacio Aldecoa, Josefina Rodríguez, Rafael Sánchez Ferlosio, Luis Martín Santos, Carmen Martín Gaite, Manolo
Sacristán, Juan Benet, Fernando Baeza… Es el
momento en el que comienza la etapa de su crisis religiosa. Lee especialmente a
Wilhelm Dilthey, Max Scheler, Alexander Pfánder,
Jean-Paul Sartre y Jacques Maritain, y acabará cambiando
la fe por el compromiso político-social.
Posteriormente, un
punto de partida humano muy estimulante para su reflexión en torno a la forma
de organización del Estado, será, sin duda, su encuentro a partir de finales de
los 40 con el exilio republicano español en Francia. Hay que tener en cuenta la
historia familiar tan particular del sociólogo, con una madre muy religiosa y
un padre republicano de derechas, empresario de la naranja muy influyente, que
al estallar la Guerra Civil y ser perseguido por los “suyos” (los republicanos)
cambia de bando y se hace franquista. En el OPUS desde los 17 años,
Vidal-Beneyto sufrirá una crisis existencial y religiosa, como acaba de
apuntarse, siendo estudiante en Madrid, en los tiempos en los que frecuenta a
la bohemia literaria y las tertulias filosóficas de los cafés aludidos. Es
entonces, justo cuando viene de hacer esa evolución personal y abandona el
Opus, cuando se encuentra en sus primeros viajes a París con el exilio: Paco
Benet, Pepe Martínez de Ruedo Ibérico, Antonio Soriano de la Librairie Espagnole… (ya en los 50 entrará en contacto con Enrique Adroher Gironella, con quien
organizará el “contubernio” de Múnich). Todo ello le empuja a revisar lo que
proviene de la cultura familiar heredada y a comenzar su reflexión sobre lo que
ocurre en España, el sistema político, la forma de Estado, los partidos…
Otros
grandes amigos intelectuales del sociólogo, que influyeron en distintos
momentos y de diversas maneras en sus planteamientos y en su vida (y a quienes,
a su vez, él influyó), fueron, en Francia: Mario Borillo (un niño del exilio de
1939, hijo de obrero anarco-sindicalista, que de adulto se convertirá en un
ingeniero informático precursor de la reflexión sobre la aproximación formal a
las ciencias humanas), Alain Touraine, Abraham Moles,
Poulantzas... Por supuesto, sus amigos italianos: el
politólogo Alberto Spreafico (con quien comparte la
aventura de la asociación AMELA, lanzada en 1980) y otros sociólogos como Alberoni o Martinotti. En España
podríamos citar al filósofo Manuel Sacristán (a quien conoció en su juventud en
las tertulias filosófico-literarias de Madrid y que estuvo luego, como él, en
Heidelberg); al sociólogo Jesús Ibáñez y, en general, a su grupo cercano de
CEISA: Aranguren, Tierno Galván, Raúl Morodo, Carlos
Moya, los economistas José Luis Sampedro y José Manuel Naredo,
que fue uno de los primeros ecologistas
españoles junto con el sociólogo urbano Mario Gaviria; el director del
Centro de Cálculo, Ernesto García Camarero; Elías Díaz, Luis García San Miguel
y un largo etcétera. Todos ellos fueron compañeros de lucha por las libertades
y la democracia en España. Aunque tampoco podemos olvidar al núcleo fundador de
Le Monde Diplomatique:
Claude Julien en primer lugar, y luego Bernard Cassen e Ignacio Ramonet; o a los
fundadores y directores de El País (por
lo menos hasta 2007), incluyendo a los periodistas y responsables de las
secciones en las que colaboraba y con los que mantenía a veces duros debates.
-Aunque
él también ha sentado escuela, ¿no?
-Por
supuesto. Además de la influencia mutua de la que acabamos de hablar (su
círculo más cercano en CEISA, sus compañeros de AMELA y muchos otros con
quienes compartió tantos proyectos intelectuales…), hay que nombrar, por
ejemplo, a los jóvenes investigadores del CKC de AIS. Estos participaron en
varias investigaciones comparativas de gran envergadura lanzadas a nivel
internacional por Vidal-Beneyto en este marco, que implicaban a muchos países
distintos, y entre las cuales destacan trabajos pioneros sobre la producción de
la realidad a través de los telediarios y de los diarios de referencia
dominante. Por hablar solo de España, podemos citar a Gérard Imbert, Miguel de Aguilera, Begoña García
Nebreda, Alejandro Perales o Juan Menor, por
ejemplo, y sin salir del mundo de la comunicación, hay que destacar que el
sociólogo dirigió la tesis doctoral –además de a algunos de estos jóvenes
investigadores del CKC– de personalidades tan destacadas como Enrique
Bustamante, y tuvo mucha influencia en otros como Miquel de Moragas, Emili Prado o Lluís Bassets. En
otra línea también mantuvo una estrecha relación durante más de veinte años con
el actual director de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar.
-Me da, por lo que voy leyendo, que es
inseparable "lo humano" y su trayectoria como sociólogo, ¿verdad? /
¿Era antes que nada un humanista?
-Efectivamente, puede
expresarse en esos términos si se quiere. De hecho, su amplísima e
interdisciplinar formación y su decidida apuesta por una sociología humanista y
socialmente útil así lo corroboran. Siguiendo a Edgar Morin
y a la enmienda a la totalidad del pensamiento sociológico dominante que supone
su pensamiento complejo, Vidal-Beneyto también compartía la idea de que los
sociólogos debían asimilar al mismo tiempo la cultura científica y la cultura
humanista, comprometiéndose personalmente en su investigación y problematizando
críticamente lo que parece evidente, utilizando, por supuesto, datos fiables y
comprobables, pero también desarrollando un pensamiento y una escritura
personales.
A este respecto hace apenas unos días
entrevistaron a Edgar Morin en France Culture a propósito de la publicación de su libro Les souvenirs viennent à ma rencontre,
y dijo algo que me hizo pensar inmediatamente en Vidal-Beneyto. Explicó de
manera muy esclarecedora que una de las barbaries que nos acechan en la
actualidad y que es propia de nuestra civilización es la “gélida barbarie del
cálculo”. Morin se refería a que el conocimiento se
asimila cada vez más a un mero informe cuantitativo: para las clases
dirigentes, para el poder, el conocimiento acerca de los individuos se reduce a
la tasa de crecimiento, al PIB, a las encuestas de opinión... Y, aunque está
claro que debemos usar la aritmética (Vidal-Beneyto conocía las metodologías y
técnicas cuantitativas y las empleaba siempre que eran necesarias), esta nunca
podrá entender ni dar cuenta de la emoción, el amor o el odio, es decir, de
todo aquello que compone realmente nuestra naturaleza humana. Además, todo
conocimiento que aísla un objeto es un conocimiento más o menos mutilado,
recordaba Morin, de ahí su propuesta de conocimiento
complejo, que no quiere decir en ningún caso conocimiento completo ni total (al
que es imposible llegar), sino conocimiento que acepta la incertidumbre en su
seno, que sabe que no es absoluto pero que busca relacionar todo para tratar de
ver los diferentes aspectos ligados a una misma realidad.
Por lo demás, en la crítica negativa
que Vidal-Beneyto hace de la realidad a distintos niveles, se encuentra
proyectada la “sociedad buena” (o mejor, en plural: “sociedades buenas”) del
futuro que imagina y persigue (al modo de la teoría crítica frankfurtiana).
Esta se define por una convivencia ciudadana posible, libre, justa y en paz,
que remite al “mundo de la vida” habermasiano. En
este sentido, Vidal-Beneyto se muestra de acuerdo con Habermas
en la necesidad de recuperar el núcleo discursivo y comunicativo de ese mundo
de la vida frente a la colonización que se está produciendo por parte del mundo
sistémico (esto es, del espacio institucional dominado por la exigencia de
eficacia y la rentabilidad instrumental). Se trata de ampliar el horizonte de
entendimiento entre sujetos libres para caminar hacia la emancipación humana y
de concretar una serie de reglas colectivas de comportamiento que tengan como
meta el compromiso racional y la democratización integral de la sociedad a
través de la ampliación de la base de interlocutores en los procesos de toma de
decisión. En esta línea se sitúan precisamente algunas de sus últimas
iniciativas, como las plataformas ciudadanas a las que he hecho referencia
antes.
-¿Lo podríamos definir como un activista
crítico y resistente con la sociedad que le rodeaba? Hasta desde la Institució Alfons el Magnànim y la sinopsis se le define
un poco así.
-Sí,
a todos los niveles insistía constantemente en la necesidad de un mayor
protagonismo de la sociedad civil en la organización y gestión de los asuntos
públicos. En este sentido, por ejemplo, su posición durante el proceso de las
Mesas y Juntas Democráticas siempre fue por la ruptura, apostando por la
movilización de amplios sectores de la sociedad civil con la democratización
radical del Estado como meta última. De igual forma, otro ejemplo que revela
bien su postura en este sentido es su “no” a la Constitución Europea del 2004
precisamente por la falta de protagonismo de la sociedad civil, y del que da
buena cuenta este pequeño extracto de un artículo suyo publicado en El País: “una Constitución que no es ciudadanamente
constituyente está viciada de origen […] El texto que se nos somete, elaborado
y aprobado, como ya sucedió con la Constitución española, de espaldas a la
calle y secuestrándola a la sociedad civil y a la opinión pública […] responde
exclusivamente a la lógica de los Estados y a su obsesión cratológica”. Un punto importante a subrayar en el contexto
actual es que –al igual que muchos de sus amigos que lucharon durante el
franquismo por las libertades desde opciones ideológicas diversas, como es el
caso de Fernando Álvarez de Miranda– consideraba la Constitución española de
1978 como un punto de partida y no de llegada. Es decir, como algo revisable
con enmiendas para adaptarse a la evolución de la sociedad. En ningún caso una
norma inmutable.
Por
lo demás, para él, la falta de participación real de la sociedad civil (que
debería ser “lo esencial” de los sistemas democráticos según su perspectiva) es
una prueba de la disfunción de la democracia. Así, subraya que la crisis
fundamental de la política, y dentro de esta, de la democracia, tiene que ver
en parte con la idea de que hoy la política se equipara precisamente a la
democracia, es decir, que fuera de esta no cabe pensar nada. En este sentido,
la democracia habría operado una especie de clausura de las formas de organización
política o, en otras palabras, habría “pasado de ser un sistema en el que lo
fundamental es la participación a lo que es
hoy: un sistema que sirve para tranquilizar a la sociedad y que impone lo
dominante”, como expresa en otra entrevista concedida a El Siglo de Europa en 2008. La política no se hace
individualmente –insistía una y otra vez– sino con los demás, por ello, los
partidos han de permitir la permeabilización de la democracia, esto es, tiene
que convivir la estructura política actual con la participación directa de la
sociedad civil a través de los “grupos natural-sociales” (los barrios, los
grupos profesionales, colectivos de vecinos, comisiones de consumo, etc.). En
resumen, urge dejar atrás la idea de los
partidos políticos como actores exclusivos del espacio social (seguro que se
hubiera alegrado de la apertura iniciada con el 11-M y que se habría
movilizado).
-No estuvo nunca vinculado a ningún partido político, pero
reflexionemos un poco, por favor ¿sus ideales puede que se retroalimenten de
"cierto aire libertario "?
-Respondo con las propias palabras de
Vidal-Beneyto en una entrevista que su amigo, el semiólogo y catedrático de
Comunicación Audiovisual, Gérard Imbert, le hizo para la revista Telos en 2008: “[..] no estuve en ningún partido
político, tuve desde siempre una estructura de convicciones personales
radicalmente democrática, compatible con una cierta complejidad y con una
tendencia a privilegiar la autonomía absoluta del individuo, pero no
funcionando necesariamente en grupo. De ser algo, más que un anarquista, sería
un anarco-sindicalista. Es decir, no un libertario exquisito, ni tampoco un
posmoderno. Por eso cuando llega la Transición, aunque tenga relaciones en
algún sentido problemáticas con el partido comunista, no me cobijo en ninguno
de los grandes partidos. Pues no estoy convencido de poder ir con ellos hasta
el final del trayecto.”
Esta independencia total se refleja
muy bien en otra entrevista a la que ya he aludido (entrevista de Salvador
Martínez para El Siglo de Europa),
cuando afirma que es un estudioso de los medios de comunicación mucho más que
un actor, y que sus objetos de análisis y perspectivas no son habituales, entre
otras cosas, porque su ideología le impide reconocerse en ninguna posición
política de las normalmente aceptadas. Más generalmente, se definía sobre todo
como un hombre de progreso y siempre tuvo claro que, desde su salida del Opus
Dei en 1948, no pensaba cambiar “una iglesia por otra”. En definitiva, se movió
desde sus convicciones radicalmente democráticas (insistiendo una y otra vez en
la absoluta necesidad de participación
ciudadana), entre la esperanza, el desencanto y el escepticismo, convencido
siempre, como él mismo escribió pocos años antes de morir en su libro Memoria democrática (2007), de que “las cosas pueden mejorar, que
los seres humanos están hechos para la felicidad. Que eso, y no otra cosa, es
el progreso”.
-¿Su resistencia crítica se hubiese tenido que
retroalimentar sobre sus propios valores, como reconstruyendo su acción ante
"otras necesidades"?
-Si hay algo que
caracterizaba a Vidal-Beneyto era su capacidad para avanzarse a su tiempo y
detectar las urgencias y las tendencias que estaban por llegar. Es en este
sentido que quienes le conocieron y quienes le seguían le definen como un
pionero: por ejemplo, lo fue en términos de europeísmo, en el estudio
científico de la comunicación, en la introducción de la sociología crítica en
España, en la asunción del sistema global como unidad de análisis de las
ciencias sociales, en la defensa y divulgación del altermundialismo,
en el desarrollo y reforzamiento de las grandes áreas macrorregionales
para afrontar mejor la globalización… Por supuesto, hubiese continuado
comprometiéndose y movilizándose (y con él, a sus redes) contra todas las formas
de injusticia social y de violaciones de los derechos humanos que,
lamentablemente, han seguido produciéndose durante estos diez años
transcurridos desde su fallecimiento.
-Amiga Irene, ¿cómo fue documentarse y
estudiar sobre este pensador crítico y sociólogo? Lo planteas casi como una
especie de biografía que te lleva a su infancia entre naranjos; al bachiller en
los escolapios, a sus años en la universidad.
-El método biográfico
consiste, grosso modo, en tomar
individuos particulares como sujetos de estudio y, en este caso concreto, lo
que he hecho ha sido explicar el proceso vital de Vidal-Beneyto en su contexto
a partir del estudio de lo que se conoce como “documentos de vida” (notas
autobiográficas del propio sociólogo, documentos de trabajo, fotografías,
entrevistas que le realizaron, correspondencia personal y profesional, etc.),
de entrevistas a personalidades que trabajaron con él o que formaron parte de
su círculo personal y de conversaciones abiertas con personas allegadas, especialmente con su segunda esposa, Cécile Rougier-Vidal, que también
es socióloga y que fue su estrecha colaboradora durante cuarenta años.
Pero cabe subrayar
especialmente que para construir la biografía partí de un esquema vital del
propio Vidal-Beneyto que contenía los ejes centrales de su trayectoria
personal, profesional, intelectual y política. El sociólogo había tratado de
comenzar su autobiografía (que tituló Una
vida a contraviento, como se cuenta en el libro que hemos publicado) en varias
ocasiones, y para ello había ido tomando notas, apuntando nombres, recogiendo
documentación, dividiendo su vida en épocas y elementos relevantes en cada una
–con la ayuda de Cécile Rougier,
que fue posteriormente contrastando y ampliando datos–, etc. Todo ello nos sirvió de punto de partida para ordenar y
orientar lo que teníamos y llegar así al máximo de información posible. Una
información que, además, tenía el valor de proceder directamente del propio
Vidal-Beneyto y de su mirada hacia su propia vida.
Más generalmente, trabajé
tanto con el material del ‘Fondo José Vidal-Beneyto’ que existe en la
Biblioteca de Ciències Socials
‘Gregori Maians’ de la
Universitat de València (conformado a partir de una importante donación a la
que he aludido al comienzo, realizada por el sociólogo y por Cécile Rougier), como con el
archivo personal de Vidal-Beneyto situado en su casa particular de París.
Además, por supuesto, de empaparme de su obra (libros y artículos publicados,
pero también textos inéditos, entrevistas e intervenciones en medios de
comunicación, etc.) y de las innumerables conversaciones/entrevistas mantenidas
a lo largo de varios años, incluso en convivencia, con Cécile
Rougier y otras personas muy cercanas al sociólogo
durante dos estancias de investigación en París y también en encuentros más
breves en València.
En definitiva, fue –y sigue siendo,
porque un proyecto de estas características y con una figura tan poliédrica y
fascinante como la de Vidal-Beneyto, no se puede dar nunca por concluido– un
proceso apasionante.
-Y luego le vas siguiendo, ¿qué es lo que más
te sorprendió en este acercamiento a Vidal-Beneyto?
Aunque podría destacar
muchas cosas, si tengo que quedarme con algo concreto, destacaría en primer
lugar algo de lo que ya he hablado: su capacidad para adelantarse a su tiempo,
es decir, su visión amplia y compleja que le lleva a abrir caminos tanto en lo
científico, como en lo político, lo mediático y a muchos otros niveles… Y sobre
todo sus impresionantes contactos, por lo vasto y heterogéneo de la nómina de
gente con la que se relacionaba. De hecho, tanto en la tesis doctoral como en
esta biografía que acabamos de publicar en el Magnànim,
destaco especialmente su faceta de “hombre de redes”, su enorme capacidad para reunir
los recursos y sumar los apoyos necesarios para lanzar y desarrollar proyectos
múltiples e innovadores en distintas áreas al mismo tiempo. Sin olvidar su
poder de convicción y su lucidez. Su trayectoria y su forma de trabajar podrían
sintetizarse con la metáfora de la abeja que poliniza el conocimiento, tomando
y transfiriendo ideas y recursos de unos lugares a otros.
-¿Cómo fue tu metodología
de trabajo en las tareas sobre tu tesis sobre Vidal-Beneyto?
-Primero
estuve un año entero empapándome de su trabajo (y de su vida, claro) sin la
intención de centrar la tesis en él. Eso me permitió adentrarme poco a poco en
su figura sin intentar encajarla en un proyecto de investigación
preestablecido. Leía mucho (no solo todo lo concerniente a su vida y obra, sino
también a los distintos contextos socio-político-culturales que le rodearon),
hablaba mucho con gente que le conoció en momentos muy distintos y por motivos
diversos... En definitiva, fue una intensa labor de documentación que me ayudó
a entender de manera global al “personaje”.
Una
vez se me planteó la posibilidad de realizar la tesis sobre Vidal-Beneyto,
mientras seguía estudiando su legado, fui perfilando qué parte de su extensa
obra y polifacética vida quería abordar y desde qué perspectiva. No dejaba de
ser un objeto de estudio, cuando menos, “curioso”, para un programa de
doctorado en comunicación, como era el mío. Consulté tesis similares en este y
otros campos, mis directores Antonio Ariño Villarroya
(Universitat de València) e Inmaculada Gordillo Álvarez (Universidad de
Sevilla), así como otros/as profesores/as e investigadores/as a los que pedí
consejo, me ayudaron mucho a definir bien qué iba a estudiar, con qué
metodología y técnicas, etc., para no perderme en el camino. Había un material inabarcable,
tenía muchas fuentes (y especialmente una de primerísima mano que me daba
acceso a todo, Cécile Rougier)
y, como siempre pasa con todas las tesis, poco tiempo... Fueron años de trabajo
muy duro, pero también muy gratificante.
En
términos generales, el objeto de estudio era la vida y obra de Vidal-Beneyto y
su relación con la comunicación, entendida como eje fundamental de su
trayectoria vital e intelectual. Y para ello me basé en una metodología
fundamentalmente cualitativa, aunque combinada con un método a priori cuantitativo (que yo apliqué
teniendo en cuenta la perspectiva defendida por los llamados “cualitativistas”), como es el Análisis de Contenido. Más
concretamente, combiné el enfoque
biográfico (aunque pluridisciplinar, desarrollado sobre todo en el ámbito
antropológico), que dio lugar a un relato biográfico breve (que me sirvió de
base para desarrollar el libro que ahora hemos publicado), con el Análisis de
Contenido (a través del cual analicé una muestra de sus más de 500 columnas y textos
de opinión publicados en medios diversos, lo que me permitió hacer una
clasificación de temas, palabras clave, autores citados, terminología y
expresiones propias del autor, etc.) y, por último, el Análisis Crítico del
Discurso (siguiendo a Teun A. Van Dijk, Norman Fairclough y otros autores) para profundizar en el
estudio de su obra periodística y conectarla con sus trabajos científicos y
teóricos sobre el ámbito de conocimiento de la comunicación.
-¿Y cómo fue el
transformar una tesis, tu tesis, en un libro? Por cierto, la edición con la Institució Alfons el Magnànim, ¿cómo ha ido?
-Realmente
este libro solo refleja una parte de la tesis, que es la aproximación a la
biografía de Vidal-Beneyto. Como comenté antes, la tesis se dividía en dos
grandes bloques: el estudio de su vida y el de su obra (que, en realidad, como
no podía ser de otro modo, estaban completamente entrelazados). El de su obra
consistía, primero, en una parte más teórica, donde se recogían las principales
acciones que Vidal-Beneyto llevó a cabo en materia de comunicación y,
especialmente, sus aportaciones teórico-conceptuales más relevantes en este
ámbito, y por otro lado, un segundo bloque en el que analizaba su obra
periodística, siguiendo la metodología antes explicada.
Para
el libro editado por la Institució Alfons el Magnànim partí del
estudio biográfico realizado para la tesis (ese primer gran bloque al que acabo
de referirme), ampliándolo gracias a nuevo material facilitado por Cécile Rougier y a nuevos
testimonios recabados a través de entrevistas que realicé a otras personas que
coincidieron con Vidal-Beneyto o que realizaron proyectos junto a él en
momentos diversos y sobre temas heterogéneos. Todo ello había que encajarlo en
una biografía limitada que, por supuesto, no es la definitiva –y esto quiero
dejarlo muy claro–, sino simplemente una primera aproximación, ya que las
características del personaje y la gran cantidad de documentación de la que se
dispone dan para mucho más. Por otro lado, también me gustaría puntualizar que,
puesto que el origen de esta obra es una tesis doctoral, a diferencia de la
mayoría de biografías que estamos acostumbrados a leer, que suelen ser mucho
más literarias, en este caso se trata de un texto con un tono notablemente
académico.
En
lo que concierne a la Institució Alfons
el Magnànim, el trabajo ha sido muy fácil y muy
cómodo, ya que he podido estar en contacto permanente con el departamento de
publicaciones y, en concreto, con la persona encargada de la edición del libro.
Hemos ido tomando decisiones conjuntamente y todos estamos muy contentos con el
resultado.
-Amiga
Irene, ¿nos puedes explicar si estás trabajando en algo?
-Respecto
a Vidal-Beneyto, seguimos trabajando con el inmenso material del que disponemos
tanto en el ‘Fondo José Vidal-Beneyto’ de la Universitat de València como en su
archivo personal. El objetivo es, por un lado, seguir ordenando, digitalizando
y actualizando la documentación disponible online
a través del repositorio Roderic, y por otro, continuar
ampliando el fondo físico de la Biblioteca de Ciències
Socials ‘Gregori Maians’ de la Universitat de València, y habilitarlo para
que sea consultable por todas las personas interesadas.
Además,
después de la publicación en 2017 del libro inédito del sociólogo Celebración de París. Lugares y gentes (Publicacions
de la Universitat de València), estamos preparando la edición de otro libro
inédito sobre política, sociología y religión en la España de los años 60 y 70
(también con la Universitat de València), que previsiblemente se titulará Diciendo No.
Testimonio de una lucha: apuntes
de crítica y política (España, 1965-1975).
Por lo demás, dado que en este año 2020 se cumple
una década de su fallecimiento, estamos organizando diversos actos conmemorativos
que se sumarán a las presentaciones de la biografía del Magnànim.
En otro orden de cosas, por mi parte,
en el último año he estado trabajando en una investigación sobre la historia
cultural de la Universitat de València desde 1985 (año de la aprobación de los
Estatutos democráticos de la institución) hasta 2019, para conmemorar el 20
aniversario de la reapertura de su sede histórica como Centre Cultural La Nau y el 520 de la fundación de la Universitat. La
investigación se materializará también en forma de libro, editado nuevamente
por el servicio de publicaciones de la Universitat de València, y verá la luz
en la primera mitad de este año.
-¿Quién influenció a José Vidal-Beneyto? ¿Y de
qué manera?
-Ya hemos hablado al
comienzo de algunas de sus principales influencias teórico-intelectuales
(fenomenología, Escuela de Frankfurt, pensamiento complejo, etc.), que nos han
llevado a hacer referencia a algunos nombres propios (Merleau-Ponty, Habermas, Morin, el grupo de la revista Arguments y del CETSAS…). Antes
de esto, también comenté brevemente la importancia de su particular historia
personal, con un padre republicano de derechas que se vuelve franquista durante
la guerra y una madre muy creyente que le inculcó valores profundamente
cristianos, hasta el punto de que el Vidal-Beneyto niño llegó a pertenecer
fervientemente a Acción Católica cuando estaba interno en los Escolapios de
Zaragoza, y a entrar posteriormente en el Opus Dei de la mano de Ángel López
Amo. Mientras estuvo en la Obra (de los 17 a los 21 años), fue, además, una
persona bastante cercana a Escrivá de Balaguer –aunque jamás fue, como dice la
leyenda lanzada por José María Ruiz Gallardón, su secretario personal–, a quien
acompañó en varias ocasiones a Roma y con quien trató abiertamente su crisis
existencial y religiosa que, finalmente, le llevó a abandonar el Opus.
Hemos evocado, igualmente, las
tertulias filosófico-literarias de sus años de estudiante en Madrid, con José
Suárez Carreño, Luis Martín Santos, Alfonso Sastre, Ignacio Aldecoa, etc. Sus
lecturas de Dilthey, Scheler, Pfánder, Sartre, Maritain... y su
encuentro con el exilio español en París a finales de esos años 40 (Paco Benet,
Pepe Martínez, Antonio Soriano, Enrique Cruz Salido, etc.). Asimismo, en su
instalación en París a comienzos de los 50, Vidal-Beneyto descubre la red de
solidaridad valenciana que funcionaba alrededor de Les Halles y que había
nacido en parte en torno a la Casa Regional Valenciana de París. Allí se
encuentra con paisanos de Carcaixent que le dan sus primeros trabajos, y será
precisamente desde el mercado central donde comenzará sus operaciones de
importación-exportación.
Un poco
más tarde, en la capital francesa conocerá también a Enric
Adroher Gironella, con
quien trabajará intensamente para lograr la celebración de la reunión de Múnich
en el 62, haciendo de bisagra entre la AECE (Asociación Española de Cooperación
Europea) en el interior de España –hay que recordar aquí que es a través de sus
compañeros de la Facultad de Derecho en Madrid, José María Ruiz Gallardón,
Guillermo Luca de Tena, José Mario Armero, etc., como conoce a un grupo de
jóvenes que, al amparo de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, organiza
debates sobre temas europeos: Fernando Álvarez de Miranda, Íñigo Cavero, Carlos
Bru Purón, etc.)– y el
Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME) en el exterior. Sin
olvidar el papel que jugó, a petición de José María Gil Robles padre, a punto
de asumir la presidencia de la AECE, para concertar en su nombre reuniones con
líderes históricos de la izquierda, aun a sabiendas ambos que nunca jugarían en
el mismo patio.
Los
60 son los años de puesta
en marcha de los Cursos de Sociología (con Pablo Cantó) y CEISA/Escuela Crítica de Ciencias Sociales, con los compañeros ya
citados anteriormente. En los 70, previo paso por Estados Unidos –donde lanza
investigaciones con Raimundo Panikkar, Aranguren,
Alberto Moncada, María del Carmen Tapia, etc., y también se reencuentra con
Manuel Hernández Mompó, a quien había conocido a
través de Eusebio Sempere en sus tiempos de
estudiante en València–, se desarrolla todo el proceso de las Mesas y Juntas
Democráticas, momento en el que estrecha lazos con personalidades como Antonio
García Trevijano y el Partido Socialista Popular de
Tierno Galván (otros nombres importantísimos de esa época son Raúl Morodo, Rafael Calvo Serer,
Santiago Carrillo, Francisco Bobillo, Nicolás Sartorius,
Luis Otero, etc.).
El
catálogo de nombres sería mucho más largo, algunos ya han sido aludidos con anterioridad
(la gente del CKC, de AMELA, de Le Monde Diplomatique, etc.) y otros no, por ejemplo: quienes le
ayudaron en la recuperación del Colegio de España en la Ciudad Internacional
Universitaria de París; las personas con las que trabajó en Europa a nivel
institucional: Consejo de Europa, BERD, Comisión Europea, UNESCO… A este
respecto hay que destacar, por un lado, a Marcelino Oreja, que era secretario
general del Consejo de Europa cuando Vidal-Beneyto fue nombrado director
general de Educación, Cultura y Deporte, y para quien ejerció de consejero más
tarde en la Comisión Europea. Por otro lado, Federico Mayor Zaragoza es, sin
duda, una figura muy presente en la biografía del sociólogo desde que
comenzaran a colaborar en los ochenta: Vidal-Beneyto trabajó como consejero para Mayor Zaragoza cuando este era ministro de Educación y Ciencia y, más
tarde, fue su consejero principal en la UNESCO; además, había sido su mano derecha en la puesta en marcha de la
reconstrucción del Colegio de España en París…
La
lista de compañeros y amigos con los que compartió proyectos y aventuras sería
interminable (y muy
heterogénea): Jacques Leenhardt, Francisco Delich, Fernando Perrone, y
limitándonos a España, Carlos Ollero, Mario Gaviria, José Antonio Perelló, Manuel Broseta, Vicent Ventura, Rodrigo Uría, Miguel Martínez Cuadrado,
Aurelio Sahagún, Basilio Martín Patino, Jesús Fernández Santos, Bardem, Genovés, García Ochoa, Luis López Álvarez, Antonio
López Pina, el P. Jesús Aguirre, por citar unos cuantos...
-Su resistencia crítica y su querencia por la democracia en una España
bajo la dictadura le llevó dos veces al exilio; ¿cómo fueron aquellos? ¿qué supusieron para él?
-Hay dos luchas que atraviesan y definen especialmente la biografía de
Vidal-Beneyto: el europeísmo y la democracia entendida como participación
social. Ello determina su inagotable voluntad de intervención, la radicalidad
de su entrega y su obstinada vocación de ser “comunitariamente útil”, como
reflejan perfectamente las numerosas iniciativas y proyectos que emprende o
propone hasta el final de su vida, y que persiguen la profundización de la
democracia.
Por un lado, su vocación europeísta,
política y consciente, nace en sus años de estudiante en Madrid y no le
abandonará nunca, aunque se transformará con el tiempo, adaptándose a las
circunstancias de cada momento. En aquellos primeros años se comprometerá
intensamente en la causa europeísta hasta el punto de involucrarse en la lucha
clandestina, especialmente a partir de mediados de los 50, trabajando por
lograr la colaboración entre la AECE dentro del país y el Movimiento Europeo en
el exterior. Tras dos intentos fallidos, conseguirán que representantes de toda
la oposición antifranquista del interior y del exilio –con algunas excepciones,
siendo la más notable la de los comunistas– se reúnan en lo que hoy se conoce
como el “contubernio de Múnich” en 1962. Después de este acontecimiento
histórico y el consiguiente exilio al que muchos de los participantes se vieron
abocados, entre ellos el propio sociólogo (en París, donde ayudó a muchos de
sus compañeros gracias a los contactos y recursos con los que contaba en la
capital francesa desde hacía más de diez años), este no desistirá jamás de un
combate que unifica bajo la dictadura la lucha por Europa y por la democracia,
y tras ella, se centra en la profundización democrática y en la construcción de
una Europa social y ciudadana.
El segundo exilio, también en París,
vino tras emitirse contra él en enero de 1975 una orden de detención por
“asociación ilícita” por su participación en la organización de la Junta
Democrática de España (JDE). En 1974 había sido nombrado Presidente de la Junta
Democrática de Madrid-Región y en enero de 1975 participa en la segunda rueda
de prensa de la JDE, única celebrada en Madrid. Su huida a París es decisión
conjunta con sus compañeros de la JDE, tras barajar varias opciones, y una vez
allí será nombrado responsable de la Delegación Exterior (Carrillo le llamaba
el “ministro de Exteriores de la Junta”) y viajará continuamente con Rafael
Calvo Serer y Santiago Carrillo para entrevistarse
con líderes de países y organismos extranjeros con el fin de recabar apoyos.
Además, también realiza varios viajes clandestinos, al tiempo que en París
mantiene continuos encuentros y debates con sus amigos intelectuales. En
definitiva, hasta su regreso a España tras la amnistía parcial de 1976, este
segundo exilio se caracteriza por una actividad política frenética, sin dejar
de lado en ningún momento sus trabajos de investigación (no olvidemos que había
vuelto de su período como profesor visitante en Estados Unidos en 1973, donde
había puesto en marcha varias investigaciones de envergadura que continuará
durante los siguientes años).
-¿Qué concepción tenía de Europa, cómo la
pensaba y la sentía? ¿Crees que le agradaría o hasta qué punto sería crítico
con una Europa tan esclava del neoliberalismo, de los lobbies, una Europa que
vuelve la espalda a los refugiados? Pero sí que era un "europeísta",
¿no?... ¿Qué idea de Europa tenía, la de los ciudadanos antes que nada y en
todo? ¿Qué crees que pensaría ahora de esta Europa que da la espalda a los
refugiados, que se desentiende de los que intentan llegar por el Mediterráneo?
-Como ya se ha puesto de
manifiesto, Europa es uno de los ejes transversales de su vida, de hecho, su
interés y curiosidad hacia Europa despiertan cuando es tan solo un niño y su
compromiso serio con ella arranca cuando es un joven estudiante en Madrid, como
ya hemos dicho. Lejos de decaer, este compromiso se hará más fuerte y exigente con el tiempo y se manifestará de formas muy
diversas: más allá de lo político-social y de lo cultural-ciudadano, Europa
será también uno de sus objetos de estudio desde múltiples perspectivas.
De forma general, como pone de
manifiesto la biografía editada por el Magnànim, las
conexiones entre el sociólogo y Europa son muy abundantes y heterogéneas: su
sentimiento de familiaridad desde pequeño, cuando su padre viajaba por negocios
a distintos países del continente en los años 30; su lucha por una Europa
democrática desde la AECE y el Movimiento Europeo Internacional, iniciada a
finales de los 40-principios de los 50; su vida en varios países europeos
(Francia, Alemania, Inglaterra, Suiza, etc.) y sus constantes viajes por
motivos intelectuales y de negocios; su papel clave en la organización de la
Reunión de Múnich de 1962; sus puestos de responsabilidad en varias
instituciones y organizaciones europeas a partir de los años 80 (Consejo de
Europa, BERD, Comisión Europea, AEC, UNESCO, etc.); su participación en el
lanzamiento y/o desarrollo de multitud de iniciativas y organizaciones con
Europa como tema o fondo (AMELA en sus diferentes etapas, la Unión Europea de
Federalistas, la Comisión “Cultura y Comunicación”
del Movimiento Europeo Internacional, el Club Europeo de Rectores, el proyecto
de Confederación Europea dirigido por Mitterrand y Havel, la creación del
Colegio de Altos Estudios Europeos “Miguel Servet” en París con el apoyo de
Juan Antonio Cremades y de los rectores sucesivos de
la Universidad Complutense, etc.)…
Por supuesto, en concordancia con sus
valores y con las ideas que defendió durante toda su vida desde sus múltiples
campos de acción, para él, como refleja perfectamente el título de su libro
publicado en 2005, la Europa por la que había que seguir trabajando era una
Europa “política, social y ecológica”. En consecuencia, alzaba la voz contra
una realidad en la que esta quedaba reducida a puro mercado y era muy duro
contra una Unión que había traicionado su misión histórica. Criticaba fuertemente
la creencia de que no hay progreso institucional sin rentabilidad económica y
de que solo la renuncia a una Europa políticamente unida permitiría consolidar
la construcción europea. En contraposición, aseguraba que la opción económica y
la vía funcionalista estaban agotadas y reivindicaba “la hora política de la
Unión”; una Unión que debía asentarse sobre el modelo europeo de sociedad, con
la solidaridad y los derechos humanos en el centro (por supuesto, se hubiese
escandalizado ante el abandono de los refugiados y hubiese movilizado a sus
innumerables contactos para reaccionar con movimientos concretos y firmes ante
la renuncia a los valores europeos y el incumplimiento de los compromisos
internacionales que deberían guiar la acción de la UE), que tenía que ser la
“conciencia ecológica del mundo” y desarrollar una política exterior de paz e
independiente de los Estados Unidos.
En este sentido, reivindicó
incansablemente la necesidad de integración y, al mismo tiempo, de respeto a la
diversidad cultural. Si queremos tener una Europa autónoma –decía– hay que
reivindicar su dimensión cultural, y la identidad cultural europea no es otra
cosa que el conjunto de sus culturas nacionales, regionales y locales, más
aquellos elementos que todas tienen en común.
Y es que, sin identidad cultural europea (que es intrínsecamente
diversa), según defendía, no puede existir Europa como potencia económica, ni
política, ni aun militar. Una visión de alto vuelo.
Al mismo tiempo, y esto es de gran actualidad,
en una entrevista para la Revista Éxodo en 2002, señalaba cómo la extrema
derecha en Europa y en el mundo estaba ya entonces mucho más cerca del
liberalismo que del fascismo (con la empresa, y no el individuo, como gran
protagonista, y con medidas-bandera como el “antifiscalismo”
y el desmontaje de la estructura de la seguridad social), y cómo, en una
sociedad dominada por la precariedad y la incertidumbre, la inseguridad y el
miedo que siente la ciudadanía es aprovechada por esta extrema derecha para
estigmatizar a las personas inmigrantes y asentar su discurso de afirmación
nacional que justifica medidas racistas que chocan frontalmente con los valores
sobre los que se funda Europa. Frente a ello, el sociólogo trabajó
obstinadamente por una Europa de progreso, abierta y hermanada con el resto del
planeta.
Así, pese a la desilusión y el
desengaño que producía la deriva mercantilista y economicista europea en
alguien como él (que siempre defendió la
idea de Europa como respuesta al futuro de España y luchó por la integración
política de los Estados miembros en un mundo dominado por la globalización),
Vidal-Beneyto seguía apostando por más Europa como solución. Una Europa
capitaneada por su ciudadanía, capaz de empujar a las instituciones a emprender
los cambios políticos necesarios, exigiendo transparencia y más democracia en
la toma de decisiones y poniendo lo social en el centro. Y todo ello con una
meta clara en el horizonte: la construcción de una Europa unida en su
multiplicidad.
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