La Librería de El Sueño Igualitario

product_thumbnail.jpgCazarabet conversa con...   Raimundo Cuesta Fernández, autor de “La venganza de la memoria y paradojas de la historia” (Lulu.com)

 

 

 

 

Un libro de Raimundo Cuesta que hurga en el concepto de la memoria.

El historiador, Raimundo Cuesta indaga y reflexiona en el concepto, formas y maneras de entender y hacer entender el concepto pleno de “memoria”.

El 27 de abril se presentará en Zaragoza, en el marco de la Fundación Seminario Investigación para la Paz (SIP), el libro de Raimundo Cuesta, La venganza de la memoria y las paradojas de la Historia.

Lo que nos dice la editorial sobre el libro:

Este ensayo es producto de una larga trayectoria de indagaciones sobre el complejo asunto de la memoria y sus relaciones con la historia. Las primeras aportaciones escritas sobre el tema las hizo el autor en el año 2000. Raimundo Cuesta ha optado por ofrecer un resumen de su trabajo mediante una fórmula breve y sencilla de expresar, aunque no fácil de desarrollar. Metodológicamente es una combinación de la tradición genealógica nietszcheana y de la historia de los conceptos. La diversidad de temas y épocas que se abordan quedan enhebrados por un hilo argumentativo unitario.

 

 

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Cazarabet conversa con Raimundo Cuesta:

shapeimage_5.jpg-Raimundo, en este libro de ensayo y de reflexión sobre la memoria haces, además, un ejercicio sobre la propia historia de la memoria. ¿Por qué, en los últimos años, se reflexiona tanto desde la historiografía en el concepto de memoria y su historia?

-Porque existe, desde hace décadas, un fenómeno de problematización del régimen de racionalidad heredero de la Ilustración. La historiografía ha sufrido y sigue sufriendo una situación de incertidumbre a causa de la quiebra de los paradigmas científicos y explicativos deterministas (la causalidad estructural) tradicionales y, al mismo tiempo, ha habido una ola de revaloración de la memoria y del testimonio personal como fuente para el conocimiento del pasado. Precisamente el título de mi libro La venganza de la memoria y las paradojas de la historia pretende, de manera metafórica, describir ese “regreso” de la memoria y esa situación contradictoria y de crisis de la historia como disciplina narrativa del pasado. Algunas de las formas de hacer historia hoy (las historiografías postmodernas) rompen las tradicionales ataduras con el objetivismo de la ciencia histórica normal, a veces de forma chusca, pero en el fondo son un síntoma y expresan un cambio en el “régimen de verdad” que enmarca el quehacer del historiador. Tras las catástrofes homicidas masivas del siglo XX y la aceleración temporal impulsada por el capitalismo tardío, la concepción del tiempo y de la historia (como expongo en los capítulos finales de mi libro) ha variado y a esa variación ha contribuido la reaparición de la memoria. Pero mi libro aporta, creo,  una visión genealógica de lo que fue la pareja memoria/historia antes de la modernidad en Occidente y además trata de explicar lo que hoy ocurre, esto es, cómo hasta la Edad Moderna historia y memoria fueron juntas uncidas al carro de la Retórica, cómo con la modernidad la historia se desembaraza de la memoria en nombre de la ciencia y, finalmente, cómo esa separación se tiende a difuminar  en nuestro tiempo de “inflación memorial” a partir de nuevos supuestos (muy interesantes pero también ambivalentes). Tal ambivalencia estriba en que la memoria en nuestra época comporta una esperanza de crítica radical del presente, pero también de petrificación anodina de un presente sin futuro.

-En los últimos tiempos he leído, desde diferentes frentes, que la utilización del lenguaje es importantísima…por ejemplo, fruto del golpe de Estado a la República el ejército y los activos se dividieron entre nacionales y republicanos; pero en realidad todos en un principio tenían nacionalidad española…así que todos “eran nacionales”…..una cosa es que unos fuesen partidarios de la República y defensores y otros partidarios de derrocar  al gobierno del Frente Popular bajo la II República…¿Cómo los ves?

-El llamado “giro lingüístico” afectó a todas las ciencias sociales y la historiografía tampoco se vio libre del mismo admitiendo la función “productiva” (no solo representativa) del lenguaje. Desde luego, toda guerra entraña una contienda semántica. Recientemente decía Rafael Sánchez-Ferlosio (“Palabras clave, palabras ganzúa”, Babelia, El País, 23 de enero de 2016): “La palabra nos hace. No podemos percibirnos desde fuera. No existe un exterior a la lengua”. Cierto. No obstante, el borrado del sujeto o su consideración como mero operador hablante de un lenguaje ajeno a su contexto histórico y su mundo vital me parece fuera de lugar, una exageración estructuralista.

En todo caso, en mi obra, muy atenta a la historia de los conceptos, dejo un espacio para tratar el polémico y emblemático sintagma “memoria histórica”. Para algunos, tal como sucede con el agua y el aceite, memoria e historia no pueden ser mezcladas, pues aquella es frágil y caprichosa mientras que esta es sólida y rigurosa. Esta fácil dicotomía es la imagen dominante y más o menos consensual entre la corporación de los historiadores, pero el asunto dista de ser tan sencillo y las fronteras entre memoria e historia desde hace tiempo han dejado de ser precisas y fácilmente delimitables. Por mi parte, procuro salvar barreras artificiales acudiendo a la defensa de una historia con memoria. Creo haber demostrado en mi libro que la cuestión de los nexos entre memoria e historia hay que insertarla en un horizonte teórico mucho más amplio. A veces los árboles (por ejemplo, las recientes querellas sobre la onomástica de las calles madrileñas) no nos dejan percibir el bosque (la revolución conceptual y real) de lo que ha supuesto, de positivo y de negativo, la nueva presencia de la memoria en el espacio público durante las últimas décadas.

Es apropiado, pues, poner de relieve que las fronteras entre lo individual y lo colectivo, lo científico y lo no científico, hoy son más difusas que nunca. Por añadidura, la conciencia histórica de la ciudadanía no es el simple reflejo de algo que está ahí ya dado, sino que es el resultado de un proceso complejo de elaboración dentro del que la llamada postmemoria (el recuerdo indirecto de los hijos de las víctimas) juega un papel cada vez más amplio conforme nos alejamos temporalmente del pasado. Desde luego, tanto la memoria de los protagonistas como la postmemoria de sus sucesores poseen un carácter colectivo. Colectivo pero fluido, <<no natural>>, dinámico y cambiante conforme el curso del tiempo va superponiendo las capas de imágenes colectivas de varias generaciones, que responden a una delicadísima construcción hija de la economía política del recuerdo y el olvido.

En cualquier caso, tampoco parece oportuno pasar por alto que los conceptos son, al mismo tiempo, agentes performativos y espejos donde se mira la vida social. Así el sintagma “memoria histórica” no es una invención ajena al contexto de su producción y de su uso. Como es bien notorio, la historia de España en las últimas dos décadas ha estado marcada por los movimientos y debates en torno a la recuperación de la memoria histórica.

Desde luego, “memoria histórica” (término acuñado por Maurice Halbawchs frente a “memoria autobiográfico”) ha de entenderse, según creo, como el conjunto de representaciones sociales  sobre el pasado (más o menos subjetivas, más o menos directa y metódicamente producidas) que concurren, a través de múltiples mediaciones, a la formación de conciencia histórica en una determinada comunidad política. Ni más ni menos. Naturalmente, esas representaciones son hijas de la historia fraguada en una compleja interacción entre los individuos y la colectividad en la que viven. Son, pues, construcciones sociales y colectivas, pero al mismo tiempo expresan experiencias individuales y manifiestan siempre una dimensión conflictiva inexcusable.

image-4-1.jpg-Por poner otro ejemplo, también podríamos hablar de muchos términos; por ejemplo “guerra civil” es un conflicto armado que se desarrolla entre ciudadanos de una misma nacionalidad…por lo tanto la guerra de España del 36 al 39 no fue, plenamente, una “guerra civil “porque intervinieron factores humanos de otras nacionalidades: alemanes, italianos, marroquíes , que eran los principales que apoyaban a los alzados y todos los que integraron las BBII en defensa del gobierno de la II República….¿Qué nos puedes decir?

-Evidentemente la “guerra civil” es un rótulo que, en realidad, encubre un complejo haz de vectores y protagonistas colectivos. Naturalmente, los franquistas justifican su golpe militar y su represión presentándose como la única y verdadera España que lucha contra las fuerzas del mal no nacionales (comunistas y masones), mientras que los republicanos apelan a la democracia frente al fascismo y contra la nueva invasión de norteafricanos (los “moros”). Más allá de las razones y la propaganda de las fuerzas enfrentadas, lo cierto es que la historiografía más solvente insiste en el carácter multifacético del conflicto (internacional, entre otras), aunque yo creo que, en profundidad y sin excluir otras dimensiones, existe un conflicto interno de carácter clasista. Para ello basta hacer un repaso a los orígenes sociales de las víctimas de la violencia políticas en un lado y otro de los contendientes.

-Lo que nos da que pensar mucho sobre las formas de utilización del lenguaje por parte de divulgadores, profesores y docentes, escritores, investigadores, estudiosos e historiadores…parece, a veces, como una asignatura pendiente….

-Sí, todos utilizamos el lenguaje de manera espontánea y con imprecisión no calculada, lo que refleja no necesariamente falta de formación, sino más bien cómo el pensamiento hegemónico (el que domina y nos domina) se expresa a través de los sujetos hablantes. Por mi parte, en mi trabajo acudo a la aproximación proveniente de la llamada historia de los conceptos. Los conceptos nos hacen y los hacemos, son como los marcos de nuestra vida social. Así en mi libro trato la genealogía del concepto de “memoria” y el de “historia”. Mi tesis dice que, así como el concepto de historia adopta un nuevo significado desde la segunda mitad del siglo XVIII (el momento en el que surgen los conceptos clave con los que expresamos el mundo de la modernidad), “memoria” no cambia hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se carga de una nueva significación a través de sintagmas, como “memoria colectiva”, “memoria social”, “memoria histórica”, “deber de memoria”, etc.

img_540044.jpg-Un hecho histórico, amigo Raimundo, es o no es. Me explico, tiene o debería tener sus puntos intocables e inamovibles: se produjo, por ejemplo, una batalla en una fecha determinada; el bando “A” tenía y disponía de unas fuerzas y el bando “B” de otras; las estrategias; el números de bajas, ¿no? Es como una crónica periodística o lo que debería serlo, ¿no?...plenamente objetiva, sin más…

-No estoy de acuerdo con esa formulación, que me recuerda aquello de Ranke, fundador decimonónico de la historia, de “escribir la historia como realmente fue. Eso es un imposible positivista-metafísico. El pasado no es un depósito en el que pescar hechos, el pasado es una construcción histórica pero siempre mediada por el narrador. La batalla de Covadonga en el año 722, vista por las fuentes cristianas no es ni parecida a la descrita por las fuentes cristianas. Y es que, como suele decir K. Jenkins “la historia es siempre para alguien”. Un hecho “no está ahí” esperando inerte al príncipe-historiador/a que le despierte de su sueño eterno, sino que está-para nosotros en la medida que dotamos de significación al pasado.

-Y luego está la interpretación  que, desde  diferentes miradas históricas, se dé…pues que un historiador piense e intérprete que la estrategia se hizo en base a unos objetivos más que a otros o que con ella intentaban no sé qué y habrá otro historiador qué pensará, en base a sus interpretaciones otra cosa. ¿Cómo lo ves?

-La interpretación no está “luego”. La historia es interpretación, explicación y narración. La historia no es una ciencia exacta, es un “régimen de verdad”. Este régimen incluye técnicas de indagación homologadas por una comunidad profesional, pero atravesadas por perspectivas distintas. En Ideología y utopía de K. Manheim, un clásico, ya en 1929 se distinguía entre relativismo y “relacionismo”, apostando por este último. Decía el sociólogo alemán que “una vez que reconocemos que todo conocimiento histórico es conocimiento relacional y solamente puede ser formulado con referencia a la posición del observador, nos enfrentamos una vez más con discriminar lo que es verdadero y falso en tal conocimiento” (Manheim, 1973, 82). Al menos desde el cambio en el paradigma físico del espacio-tiempo de Einstein, es habitual defender una suerte de “perspectivismo” en el conocimiento. La historia no es una excepción.

shapeimage_7.jpg-Aunque otra cosa, casi diría que son “las manipulaciones” que llevados por unos intereses u otros algunos historiadores o profesionales de la divulgación han llevado a difundir desde diferentes medios, revistas o libros y que influyen, creo abusando (quizás sin darse cuenta, pero entrando en una línea roja), demasiado en el lector… ¿Qué piensas? -¿Cómo podemos y debemos protegernos de una “manipulación” o de un exceso de interpretación?

-De lo que debemos protegernos es de la historia concebida como mera propaganda. En mi libro aludo a la coincidencia temporal en España del movimiento por la recuperación de la memoria histórica y el llamado revisionismo (el intento derechista por enmendar la plana a la historia universitaria progresista). En mi libro trato de explicar cómo las sucesivas interpretaciones de la historia más traumática de España (la guerra civil, la dictadura y la transición) tienen que ver con la sucesivas representaciones que se fabrican en determinados presentes. Y esas sucesivas interpretaciones deben comparecer en el espacio público de cualquier democracia que se precie.

-Después Raimundo, por ejemplo, están las novelas históricas que ambientan tramas en escenarios y en hechos históricos y que no saliéndose demasiado de lo llamémosle “hechos puramente objetivos”….te enseñan mucho y entreteniéndote de ciertos episodios de un período “X “de la historia, por ejemplo te pongo la serie del Clan del Oso Cavernario. ¿Cómo lo ves?

-No he visto tal serie, así que no puedo opinar sobre ella. Pero en mi libro abordo la novela histórica como exponente y síntoma de la evolución del concepto “memoria histórica”.  En efecto, en un capítulo, Juegos de ficción literaria y memoria histórica, me detuve en hacer una prospección acerca del entendimiento de “memoria histórica” en el interior de algunas de las novelas de Javier Cercas, de su evolución valorativa entre Soldados de Salamina (2001) y El impostor (2014). Todo un síntoma: mientras en el primero de sus relatos se pretende saldar una deuda de olvido con los anónimos y heroicos soldados republicanos que lucharon contra el fascismo dentro y fuera de nuestras fronteras, en el segundo, tomando como tema las andanzas del compulsivo farsante Enric Marco (se había construido la imagen de víctima de los campos de concentración nazis) se lanza una auténtica requisitoria contra la “memoria histórica”, a la que se tilda, siguiendo el omnipresente magisterio del historiador Santos Juliá, de expresión “equívoca y confusísima”. Ciertamente, en 2001 estábamos en la cresta de la ola “recuperacionista”, iniciada en los años noventa del siglo anterior, en tanto que ya en 2014 el shapeimage_6.jpgreflujo había borrado de las playas de la ilusión el primer impulso hacia la rememoración, empapando los sutiles entresijos y las más sobresalientes tribunas del campo intelectual español de dudas sobre el valor terapéutico de escudriñar en la memoria de nuestro pasado más traumático. En verdad, a la altura de 2011 era apreciable un cierto declive del boom narrativo sobre la Guerra Civil,  y por esas fechas no es raro encontrar creadores de opinión dispuestos a oponerse al concepto “memoria histórica” como oxímoron inadmisible y espurio, como contradicción in terminis, en fin, como pareja infeliz a la que se exigía el divorcio de inmediato. Así pues, en España (también en otros países) personajes de alto copete intelectual, verdaderos creadores de opinión, como Gustavo Bueno, Fernando Savater, Santos Juliá, Jordi Gracia, Andrés Trapiello, por solo citar a algunos, han coaligado su prosa a favor de la disolución de un sintagma que, según ellos, confunde lo individual con lo colectivo y la ciencia (la historia) con la apariencia (la memoria).

-Y también hay muchas novelas históricas, pero que, además de ambientadas te ponen frases en boca de personajes históricos: faraones, emperadores, importantes generales, princesas, reyes, aristócratas, revolucionarios, políticos…El escritor, sea historiador o no, ¿crees que debe de seguir unas “normas básicas” para llevar a cabo este tipo de literatura…?

-La creación literaria no ha de tener normas demasiado estrictas. El oficio de historiador, sí. Pero esto no supone que le historiador sea objetivo. La subjetividad es inherente al sujeto especialmente cuando trata de la vida de otros sujetos. Otra cosa son los controles reflexivos y críticos que permiten objetivar el lugar (la perspectiva) desde el que uno habla.

-En torno a oficios como la difusión cultual, el periodismo o la historia, por poner tres ejemplos, debería existir un código deontológico bastante riguroso, ¿no? , ¿qué piensa?

 -En todas las actividades humanas existen códigos. La ética de la verdad, un imposible en la realidad, debe presidir la labor de quien escribe o habla. Eso lo llamaba Foucault, acudiendo a la palabra griega “parrusía”, el “coraje de la verdad”. La intención de ser verdaderos.

 

 

 

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La venganza de la memoria y paradojas de la historia. Raimundo Cuesta Fernández   
148 páginas          15 x 21 cms.
5 euros
Lulu.com



Este ensayo es producto de una larga trayectoria de indagaciones sobre el complejo asunto de la memoria y sus relaciones con la historia. Las primeras aportaciones escritas sobre el tema las hizo el autor en el año 2000. Raimundo Cuesta ha optado por ofrecer un resumen de su trabajo mediante una fórmula breve y sencilla de expresar, aunque no fácil de desarrollar. Metodológicamente es una combinación de la tradición genealógica nietszcheana y de la historia de los conceptos. La diversidad de temas y épocas que se abordan quedan enhebrados por un hilo argumentativo unitario.

 

ÍNDICE del libro

1. Introducción

 

2. La verdad, el lenguaje y la historia

 

3. La memoria: de potencia del alma a facultad psíquica

 

4. La memoria sierva de la Retórica en el mundo antiguo

 

5. La cristianización de las artes de la memoria

 

6. El humanismo y su ambivalente relación con la memoria

 

7. El descrédito de la artes de la memoria

 

8. El regreso de la memoria: entre el abuso, el menosprecio y el uso crítico

 

9. La memoria se hace colectiva: Maurice Halbwachs

 

10. La memoria como historia a contrapelo: Walter Benjamin

 

11. Razón crítica, una razón rememorante

 

12. Historia y memoria: las paradojas de la historiografía

 

13. Historia con memoria en la esfera pública

 

14. Juegos de ficción literaria y memoria histórica. Tres novelas ejemplares de Javier Cercas

 

15. El pasado, la historia y la memoria. Bajo el signo de la postmodernidad: las aporías de nuestro tiempo

 

Bibliografía citada

 

 

 

Este libro está disponible en http://www.lulu.com/es/ y puede adquirirse gratis como eBook (en pdf) o comprarse impreso.

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Introducción

 

“Un libro y un problema como estos no tienen prisa, y además tanto mi libro como yo somos amigos de lo lento” (Nietzsche, Aurora)

Muchos y muy disparejos suelen ser los modos que albergan las introducciones a los libros propios y ajenos. No obstante, existe ya un canon que se ha erigido en una suerte de género dentro del que se pueden hallar desde amplios resúmenes de las tesis mantenidas en el interior del texto hasta espesas alegaciones del autor pro domo sua.

Por mi parte, opto por ofrecer al lector o lectora una fórmula breve y sencilla. Una sucinta explicación de la genealogía de la obra ayuda mejor a su comprensión, por aquello de que toda verdad tiene su historia y también la de este libro tiene la suya. Mi primera reflexión escrita (Usos y abusos de la educación histórica) sobre algunos de los asuntos a los que aluden las páginas de este ensayo se remonta al año 2000. Era por aquel entonces una glosa a la célebre e intempestiva aportación de F. Nietzsche contenida en su De la utilidad y los inconvenientes de los estudios históricos para la vida (1874). Desde entonces hasta hoy se fue armando un plan de investigación sin ningún apoyo económico, institucional ni académico, que se deslizaba por la superficie de Fedicaria, la plataforma de pensamiento crítico a la que pertenezco, y que contaba con el aliento de unos pocos amigos que me empujaron a terminar una empresa quizá inicialmente demasiado ambiciosa para una sola persona. En fin, sea como fuere, el proyecto ya a la altura de 2010 adoptó el nombre que hoy tiene este libro (La venganza de la memoria y las paradojas de la historia) y desde 2012 se empezaron a redactar las primeras versiones de un texto, que hoy, sumamente menguado en su extensión y transformado en opúsculo interpretativo sin aparato crítico de notas y otras señales propias de la erudición académica, se ofrece a consideración del público.

En la idea inicial flotaba la pretensión de probar las virtualidades, metodológicamente hablando, de manejar dos estelas teóricas normalmente separadas, a saber, el planteamiento de la historia de los conceptos y la tradición genealógica que se remonta a Nietzsche. Quizá quien explore esta versión ensayística, a pesar de que tal combinación de continentes teóricos solo quede abocetada, pueda juzgar si la mezcla, dentro de mi particular crisol de pensamiento crítico, era razonable y si pudiera ser prometedora en un futuro. Desde luego, eso es lo que sostengo.

Este es un libro que posee, a pesar de la diversidad de temas y épocas que se abordan, una unidad y un hilo argumentativo racional explícito y transversal a todas ellas. No es un ensayo que se pretenda neutral y por encima de las contiendas de nuestro tiempo. Por el contrario, las ideas que se vierten en el texto no eluden el compromiso con las opciones teóricas e ideológicas que se citan o se sugieren. Es, además, un trabajo intelectual que se sabe individual sin perjuicio de que lo que pensamos y hacemos es parte de lo que podemos pensar y hacer en determinadas condiciones sociales, porque cualquier libro resocializa y devuelve a la colectividad, lo que el individuo debe al Otro, a ese inconsciente colectivo a través del que hablamos, pensamos y deseamos.

Debo el agradecimiento de una atención cualificada a parte de mis mejores amigos: Jesús Baigorri, Guillermo Castán, Javier Cortines, Óscar Ferrer, Juan Mainer y Julio Mateos. Hágase pública mi gratitud y profesión de amistad. La responsabilidad de las limitaciones de este libro es cosa mía. Ahora la lectura, queridos lectores y lectoras, es cosa vuestra.

 

Salamanca, 20 de agosto de 2015

 

 

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