Cazarabet conversa con... Humbert Roma de Asso, sobre el libro “Memorias” de Valero Chiné Bagué (autoedición)
Se trata de
las memorias de un anarco sindicalista.
Cazarabet conversa
con Humbert Roma de Asso:
-Antes de
entrar a responder este cuestionario, debo dejar claro que el libro a que
hacemos referencia –Memorias, de Valero Chiné Bagué–
es obra exclusiva del propio Valero Chiné, quien nos las dejó, pocos años
antes de morir, a familiares y compañeros. No hay, pues, ninguna investigación
o aportación mía a no ser haber cuidado de su reedición. Me limité simplemente
a añadirle la referencia que hace de él Miguel Íñiguez en su Enciclopedia
histórica del anarquismo español (Asociación Isaac Puente, Vitoria 2008). Mi
objetivo es hacer llegar las Memorias a bibliotecas, fondos documentales,
estudiosos y personas a quienes pienso que puedan interesar. En el fondo de
esta decisión personal mía hay, desde luego, mi admiración y estima por quien
fue mi suegro, y la convicción de que su trayectoria vital es una muestra más
de lo que reivindicamos como memoria de la lucha por la libertad y la justicia
social.
-Lo primero que nos preguntamos,
siempre, es ¿quién era Valero como persona, humanamente hablando?...¿cómo nos lo describirías?
-Valero, como le conocí, era una persona fiel. Con quienes depositaban en él su
confianza y con los ideales que orientaron su vida. Fiel y recta, pero no
autoritaria. Con un punto de picardía cuando era el caso. Desbordando siempre
cariño. Y siempre, siempre, al servicio de los demás con sencillez y sin
ponerse a si mismo como ejemplo.
-¿Mantuvo, mantenía sus ideas
anarcosindicalistas hasta el último día...?;¿cómo las
mostraba?
-Basta con leer sus
memorias y constatar, por otra parte, que –como dice de él Miguel Íñiguez– fue
uno de los que representaron a la CNT de Fraga en su vuelta a la legalidad
después de la muerte del dictador, para ver hasta qué punto mantuvo la
ideología que, a la edad de 18 años, le llevó a incorporarse a la columna
Durruti para luchar por la libertad.
Mostraba sus ideas en la práctica, sin afán proselitista. Ya fuese con su
militancia en la organización, que le llevó a la tortura y la cárcel en la
redada del 1946, en que cayó junto a decenas de compañeros de las minas de la
cuenca del Bajo Segre y el Bajo Cinca. Ya fuese, más adelante, con la formación
de una cooperativa de mineros para mantener su trabajo a mediados los años
sesenta y su participación en la cooperativa frutícola de Fraga o en uno de los
objetivos por los que más luchó: el Hogar del Jubilado, inaugurado poco antes
de su propia jubilación. Hay que leer sus artículos en el boletín del Hogar
–muchos de ellos de divulgación jurídica– para admirar aún más la trayectoria
de aquel muchacho analfabeto que tuvo, para acceder a la cultura, el primer
enfrentamiento con un patrono. Como explica en sus memorias –y aquí aparece una
figura destacada del anarquismo catalán y aragonés: el maestro José Alberola–,
siendo aún un chiquillo, Valero rompió con el payés que le tenía contratado
porque éste se opuso a que fuera a las clases nocturnas que daba Alberola
cuando éste hizo de maestro en Fraga.
-Humbert, ¿qué
crees que fue lo que le hizo escribir a Valero estas memorias?
-Lo explica él mismo en los inicios del libro. “Al escribir estas memorias
–dice–, sólo pretendo que mis sucesores, hijos, nietos y biznietos, si los
hubiera, sepan lo que fui durante mi larga y complicada vida, en particular en
los difíciles años de 1936 hasta 1947”. “Mucho se ha escrito de los Campos de
Concentración nazis... –dice en la introducción–. En cambio se ha escrito muy
poco de los campos de concentración que, como consecuencia de la Guerra Civil
(1936-1939), se construyeron en España. No lo escribo por odio, ni
deseos de venganza; solamente porque las generaciones actuales y las
venideras sepan lo ocurrido. Ya que el olvido del mal realizado no ha
conseguido nunca hacer progresar el bien ni tampoco secar las fuentes de la
violencia”. Y, una vez relatado todo lo vivido en la guerra, aún añade: “Mucho
se ha escrito de la guerra civil española y de la oposición que hubo contra el
franquismo en los años desde 1940 hasta 1953, pero la mayoría de los
historiadores parecen haber quedado en blanco de la clandestinidad y
movimientos de la C.N.T. dentro de sus escasas posibilidades. Tengo la
impresión de que, o no se ha investigado con afán y rigor histórico, o
deliberadamente, por motivaciones politiqueras, se han dejado de lado fechas,
hechos, actuaciones y sobre todo determinadas corrientes de pensamiento”. Y
acto seguido sigue relatando con detalle cómo fue detenido en la redada del
1946 y el tiempo de cárcel en Lleida.
-¿Cómo fue su acercamiento a la idea anarcosindicalista?
-Por lo que
se deduce de las Memorias, debieron tener una gran influencia en él José
Alberola y la Sociedad Cultural la Aurora, filial del sindicato de la CNT, que
tenia a Alberola como maestro. “Un anarco-sindicalista, muy estimado por la
clase humilde , luego despreciado por la patronal y la
clase media”, –dice de él. Y, evidentemente, su propia condición social, hijo
de campesinos sin tierra propia –“una familia muy pobre”– y jornalero él mismo
desde que pudo trabajar.
-¿Cómo le fue en la Guerra de España?
-La guerra
y la postguerra forman el grueso de sus memorias. Como decía antes, Valero, con
dieciocho años, fue a Bujaraloz a incorporarse a la
columna Durruti el 20 de agosto de 1936, justo un mes después del levantamiento
militar y la revolución social. Con ella participó en el frente de Aragón y en
la liberación de diversos pueblos (Caspe, Gelsa, Farlete...). El 12 de octubre, con efectivos de la columna,
fue trasladado a Madrid, a defender la ciudad contra los facciosos, donde vivió
la muerte de Durruti. Con la militarización de las milicias, como hicieron
otros anarquistas que se oponían a ella y no estaban en edad militar, volvió a
Fraga donde le encomendaron una responsabilidad en la cooperativa de consumo.
Vivió en este período –el 20 de marzo de 1937– un intento de la guardia de
asalto de ocupar Teléfonos y Telégrafos en Fraga, frustrado por los
anarquistas, en que él tuvo un papel destacado. Cuando, en las últimas semanas
del 1937 corrieron rumores de que iban a llamar a filas a las quintas del 38 y
el 39, “como no me gustaba acatar la disciplina militar –dice en las Memorias–,
antes de que me llamasen por la quinta, me marché voluntario a la 28 División
127 Brigada, que anteriormente había llevado el nombre de la Roja y Negra”. La
incorporación a una estructura ya militarizada, ¬aunque con mandos anarquistas
que habían sido voluntarios desde el inicio de la guerra, no fue fácil, y
Valero explica algunas anécdotas que confirman su carácter rebelde frente a las
consecuencias que comportaba la militarización. Detalla Valero con precisión su
participación en la que denomina “la peor guerra”, que él vivió en
Transmisiones. El final le atrapó en Madrid, coincidiendo con las negociaciones
de los facciosos con una delegación republicana encabezada por Julián Besteiro. Animados por lo que se decía de un compromiso por
el cual los puertos de València y Alacant serian un lugar seguro para quienes
decidieran abandonar la península y optaran por el exilio, Valero como muchos
combatientes republicanos se trasladó hasta la capital valenciana donde
pudieron comprobar que el puerto había sido cerrado a la navegación. De allí,
“como una riada humana” –dice– fueron a Alacant, a caer en manos de la División
fascista italiana Litorio, que tenía ocupado el
puerto. A partir de aquí, comenzaba para él un larguísimo periplo de represión
iniciado en el terrible campo de Albatera https://www.publico.es/politica/represion-franquista-huellas-desaparecidos-campo-concentracion-albatera.html).
-Tiempos en los que él estuvo siempre activo,
motivado en los valores del anarcosindicalismo, pero también centrado en salvar
la II República y parar los pies al franquismo y al totalitarismo fascista, ¿es
así?
-Nunca
hablamos muy a fondo de estas cuestiones, pero tengo la impresión de que su
postura era muy fiel a la mayoritaria en el anarcosindicalismo: hacer la
revolución para ganar la guerra. Pero ya digo que hablé muy poco con él sobre
estas cuestiones.
-Después le tocaron a vivir tiempos de represión, castigo y
encarcelamiento en los campos de concentración franquistas, háblanos un poco
por favor...
-De hecho
es quizás este apartado el más interesante de las Memorias, como él mismo
insiste, como testimonio de unos hechos que consideraba que habían sido
marginados por los historiadores de la guerra y la postguerra. Un período al
comienzo del cual sus padres estaban aún en Francia y “yo no recibía ayuda de
nadie” –dice–: Albatera, Porta Coeli
(cuando sus padres ya habían regresado del exilio), primer batallón de
trabajadores en Madrid, campo de concentración de Miranda de Ebro (Burgos), Rentería (Guipúzcoa)... hasta el 20 de agosto de 1940 en
que pudo volver a Fraga.
-Cómo se va reincorporando después al
día a día...
-Cuando vuelve a Fraga piensa que, para evitar el servicio militar que el
franquismo impuso a todos los que habían combatido en el ejército republicano,
le sería útil trabajar en las minas de carbón de las cuencas del Bajo Cinca y
el Bajo Segre ya que los mineros estaban exentos del servicio militar. Así fue
como se hizo minero el 2 de noviembre de 1940 en la mina Entallada, en la
Granja d’Escarp (Segrià).
Pero sus previsiones fallaron. En septiembre de 1941 le llamaron a filas. “Cuál
no sería mi desilusión –cuenta– cuando, al presentar los certificados de
minero, en el ayuntamiento de Fraga, me comunicaron que a mí no me servían
porque estaba clasificado como desafecto al Movimiento Nacional. Yo tenía que
ingresar, no en la mili sino en un batallón de trabajadores”. Su día a día
sería pues otra vez un batallón de trabajadores, en
Garrapinillos (Zaragoza). “Y estuve siete meses y
medio –dice– trabajando para construir el campo de aviación hoy llamado Las Bardenas”. “La madrugada del día 21 de septiembre de 1941,
fecha en que yo me incorporé en Huesca, fusilaron en la misma capital a un
primo hermano mío, Salvador Vidal Chiné”, precisa más adelante. El 8 de mayo de
1942 quedaba en libertad y volvía de nuevo a Fraga. El día antes de
incorporarse al batallón de trabajadores –explica– había conocido a la que
sería su esposa, Concepción Martínez Mora, con quien se casó el 20 de noviembre
de 1945. Tuvieron dos hijas y un hijo. En su esposa tuvo una compañera
extraordinaria, a quien admiré tanto o más que a él. Porque la represión para
él no había acabado aún. Al regresar a Fraga, volvió a la mina hasta acabar el
período de Servicio militar. Contra lo que había pensado de inicio –que sería
un trabajo puntual para sustituir la mili franquista–, fue minero veintiséis
años. El 3 de mayo de 1946 era detenido en la mina por la policía española. “En
total, entre la cuenca minera y la provincia de Lleida, detuvieron a 250, todos
afiliados a la C.N.T.” –explica. Y describe así el paso por la comisaría de
Lleida: “Nos hacían salir de las celdas para declarar lo que ellos querían que
declarásemos, porque muchos, desconcertados por los golpes recibidos, decían
que sí a lo que ellos mandaban”. Después de ocho días en comisaría, le
trasladaron a la cárcel de Lleida donde estuvo hasta que fue puesto en libertad
provisional. El juicio no le llegó hasta once años después, también en Lleida.
Le condenaron a nueve meses de cárcel, que ya había cumplido, por asociación
ilegal y tenencia ilícita de armas. “Era la tercera vez que me dejaban en libertad
–explica–. Comencé de nuevo a trabajar en la mina, pero como mi libertad no era
absoluta sino provisional, cada vez que había un conflicto en las minas, fuese
de la índole que fuese (reivindicación salarial o exigencia de pago de cuotas a
la Seguridad Social), ya tenía que pasar por el Cuartel de la Guardia Civil,
como si yo fuese el causante de todas las injusticias que ocurrían en la
cuenca, cuando en realidad lo eran los empresarios, que no cumplían con las
ordenanzas decretadas por el mismo Gobierno”. Sobre las minas del Bajo Cinca y
el Bajo Segre y el movimiento reivindicativo y la represión política que se
vivió en ellas es imprescindible el extraordinario trabajo de investigación de
Jacinto Bonales Cortés publicado recientemente con el titulo Memòria ofegada. Reivindicació laboral i repressió
política a Mequinensa i la conca minera (1889-1063),
editado por el Institut d’Estudis
del Baix Cinca). https://www.vilaweb.cat/noticies/memoria-ofegada/
La vida se
fue normalizando para él. Tras la experiencia cooperativa en la mina –después
de que en 1964 muriera el propietario–, que mantuvieron en funcionamiento los
mineros durante dos años, la crisis de la minería en aquellas comarcas les forzó
a cerrarla. Durante un tiempo fue trabajando de agricultor cuatro hectáreas de
regadío que había adquirido mientras estaba en la mina. Luego vino el período
del Bar Capri, en aquel tiempo uno de les mejores de
Fraga. Enterado de que se traspasaba, vendió las tierras y se convirtió en
pequeño “empresario” de hostelería. Hasta su jubilación.
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