P1160280.jpgCazarabet conversa con...   Humbert Roma de Asso, sobre el libroMemorias” de Valero Chiné Bagué (autoedición)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se trata de las memorias  de un anarco sindicalista.

Charlamos y hablamos con Humbert Roma de Asso periodista jubilado que recogió las memorias que dejó en una especie de “cajón” su familiar, en concreto su suegro,  para hacer memoria y “enseñarnos a vivir la memoria”.

Nos acercamos a Valero  Chiné Bagué y a la edición:

Fue un anarcosindicalista de Fraga en el Bajo Cinca de Aragón. Antes de morir nos dejó, a los miembros de la familia,, unas memorias  de las que se han hecho una edición a papel con el ánimo de distribuirlas entre aquellas entidades, bibliotecas o centros de estudios, así como a algunos particulares.

 

 

 

Cazarabet conversa con Humbert Roma de Asso:

DSC00318_400x400.jpg-Amigo, ¿qué es aquello que te ha hecho investigar sobre la figura, teniendo en cuenta el vínculo familiar, de Valero Chiné Bagué?
-Antes de entrar a responder este cuestionario, debo dejar claro que el libro a que hacemos referencia –Memorias, de Valero Chiné Bagué– es obra exclusiva  del propio Valero Chiné, quien nos las dejó, pocos años antes de morir, a familiares y compañeros. No hay, pues, ninguna investigación o aportación mía a no ser haber cuidado de su reedición. Me limité simplemente a añadirle la referencia que hace de él Miguel Íñiguez en su Enciclopedia histórica del anarquismo español (Asociación Isaac Puente, Vitoria 2008). Mi objetivo es hacer llegar las Memorias a bibliotecas, fondos documentales, estudiosos y personas a quienes pienso que puedan interesar. En el fondo de esta decisión personal mía hay, desde luego, mi admiración y estima por quien fue mi suegro, y la convicción de que su trayectoria vital es una muestra más de lo que reivindicamos como memoria de la lucha por la libertad y la justicia social.

-Lo primero que nos preguntamos, siempre, es ¿quién era Valero como persona, humanamente hablando?...¿cómo nos lo describirías?
-Valero, como le conocí, era una persona fiel. Con quienes depositaban en él su confianza y con los ideales que orientaron su vida. Fiel y recta, pero no autoritaria. Con un punto de picardía cuando era el caso. Desbordando siempre cariño. Y siempre, siempre, al servicio de los demás con sencillez y sin ponerse a si mismo como ejemplo.

-¿Mantuvo, mantenía sus ideas anarcosindicalistas hasta el último día...?;¿cómo las mostraba?
valerochine06.jpg-Basta con leer sus memorias y constatar, por otra parte, que –como dice de él Miguel Íñiguez– fue uno de los que representaron a la CNT de Fraga en su vuelta a la legalidad después de la muerte del dictador, para ver hasta qué punto mantuvo la ideología que, a la edad de 18 años, le llevó a incorporarse a la columna Durruti para luchar por la libertad.
Mostraba sus ideas en la práctica, sin afán proselitista. Ya fuese con su militancia en la organización, que le llevó a la tortura y la cárcel en la redada del 1946, en que cayó junto a decenas de compañeros de las minas de la cuenca del Bajo Segre y el Bajo Cinca. Ya fuese, más adelante, con la formación de una cooperativa de mineros para mantener su trabajo a mediados los años sesenta y su participación en la cooperativa frutícola de Fraga o en uno de los objetivos por los que más luchó: el Hogar del Jubilado, inaugurado poco antes de su propia jubilación. Hay que leer sus artículos en el boletín del Hogar –muchos de ellos de divulgación jurídica– para admirar aún más la trayectoria de aquel muchacho analfabeto que tuvo, para acceder a la cultura, el primer enfrentamiento con un patrono. Como explica en sus memorias –y aquí aparece una figura destacada del anarquismo catalán y aragonés: el maestro José Alberola–, siendo aún un chiquillo, Valero rompió con el payés que le tenía contratado porque éste se opuso a que fuera a las clases nocturnas que daba Alberola cuando éste hizo de maestro en Fraga.

-Humbert, ¿qué crees que fue lo que le hizo escribir a Valero estas memorias?
-Lo explica él mismo en los inicios del libro. “Al escribir estas memorias –dice–, sólo pretendo que mis sucesores, hijos, nietos y biznietos, si los hubiera, sepan lo que fui durante mi larga y complicada vida, en particular en los difíciles años de 1936 hasta 1947”. “Mucho se ha escrito de los Campos de Concentración nazis... –dice en la introducción–. En cambio se ha escrito muy poco de los campos de concentración que, como consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939), se construyeron en España. No lo escribo por odio, ni
deseos de venganza; solamente  porque las generaciones actuales y las venideras sepan lo ocurrido. Ya que el olvido del mal realizado no ha conseguido nunca hacer progresar el bien ni tampoco secar las fuentes de la violencia”. Y, una vez relatado todo lo vivido en la guerra, aún añade: “Mucho se ha escrito de la guerra civil española y de la oposición que hubo contra el franquismo en los años desde 1940 hasta 1953, pero la mayoría de los historiadores parecen haber quedado en blanco de la clandestinidad y movimientos de la C.N.T. dentro de sus escasas posibilidades. Tengo la impresión de que, o no se ha investigado con afán y rigor histórico, o deliberadamente, por motivaciones politiqueras, se han dejado de lado fechas, hechos, actuaciones y sobre todo determinadas corrientes de pensamiento”. Y acto seguido sigue relatando con detalle cómo fue detenido en la redada del 1946 y el tiempo de cárcel en Lleida.

valerochine01.jpg-¿Cómo fue su acercamiento a la idea anarcosindicalista?
-Por lo que se deduce de las Memorias, debieron tener una gran influencia en él José Alberola y la Sociedad Cultural la Aurora, filial del sindicato de la CNT, que tenia a Alberola como maestro. “Un anarco-sindicalista, muy estimado por la clase humilde , luego despreciado por la patronal y la clase media”, –dice de él. Y, evidentemente, su propia condición social, hijo de campesinos sin tierra propia –“una familia muy pobre”– y jornalero él mismo desde que pudo trabajar.

-¿Cómo le fue en la Guerra de España?
-La guerra y la postguerra forman el grueso de sus memorias. Como decía antes, Valero, con dieciocho años, fue a Bujaraloz a incorporarse a la columna Durruti el 20 de agosto de 1936, justo un mes después del levantamiento militar y la revolución social. Con ella participó en el frente de Aragón y en la liberación de diversos pueblos (Caspe, Gelsa, Farlete...). El 12 de octubre, con efectivos de la columna, fue trasladado a Madrid, a defender la ciudad contra los facciosos, donde vivió la muerte de Durruti. Con la militarización de las milicias, como hicieron otros anarquistas que se oponían a ella y no estaban en edad militar, volvió a Fraga donde le encomendaron una responsabilidad en la cooperativa de consumo. Vivió en este período –el 20 de marzo de 1937– un intento de la guardia de asalto de ocupar Teléfonos y Telégrafos en Fraga, frustrado por los anarquistas, en que él tuvo un papel destacado. Cuando, en las últimas semanas del 1937 corrieron rumores de que iban a llamar a filas a las quintas del 38 y el 39, “como no me gustaba acatar la disciplina militar –dice en las Memorias–, antes de que me llamasen por la quinta, me marché voluntario a la 28 División 127 Brigada, que anteriormente había llevado el nombre de la Roja y Negra”. La incorporación a una estructura ya militarizada, ¬aunque con mandos anarquistas que habían sido voluntarios desde el inicio de la guerra, no fue fácil, y Valero explica algunas anécdotas que confirman su carácter rebelde frente a las consecuencias que comportaba la militarización. Detalla Valero con precisión su participación en la que denomina “la peor guerra”, que él vivió en Transmisiones. El final le atrapó en Madrid, coincidiendo con las negociaciones de los facciosos con una delegación republicana encabezada por Julián Besteiro. Animados por lo que se decía de un compromiso por el cual los puertos de València y Alacant serian un lugar seguro para quienes decidieran abandonar la península y optaran por el exilio, Valero como muchos combatientes republicanos se trasladó hasta la capital valenciana donde pudieron comprobar que el puerto había sido cerrado a la navegación. De allí, “como una riada humana” –dice– fueron a Alacant, a caer en manos de la División fascista italiana Litorio, que tenía ocupado el puerto. A partir de aquí, comenzaba para él un larguísimo periplo de represión iniciado en el terrible campo de Albatera https://www.publico.es/politica/represion-franquista-huellas-desaparecidos-campo-concentracion-albatera.html).

-Tiempos en los que él estuvo siempre activo, motivado en los valores del anarcosindicalismo, pero también centrado en salvar la II República y parar los pies al franquismo y al totalitarismo fascista, ¿es así?
-Nunca hablamos muy a fondo de estas cuestiones, pero tengo la impresión de que su postura era muy fiel a la mayoritaria en el anarcosindicalismo: hacer la revolución para ganar la guerra. Pero ya digo que hablé muy poco con él sobre estas cuestiones.

valerochine02.jpg-Después le tocaron a vivir tiempos de represión, castigo y encarcelamiento en los campos de concentración franquistas, háblanos un poco por favor...
-De hecho es quizás este apartado el más interesante de las Memorias, como  él mismo insiste, como testimonio de unos hechos que consideraba que habían sido marginados por los historiadores de la guerra y la postguerra. Un período al comienzo del cual sus padres estaban aún en Francia y “yo no recibía ayuda de nadie” –dice–: Albatera, Porta Coeli (cuando sus padres ya habían regresado del exilio), primer batallón de trabajadores en Madrid, campo de concentración de Miranda de Ebro (Burgos), Rentería (Guipúzcoa)... hasta el 20 de agosto de 1940 en que pudo volver a Fraga.

-Cómo se va reincorporando después al día a día...
-Cuando vuelve a Fraga piensa que, para evitar el servicio militar que el franquismo impuso a todos los que habían combatido en el ejército republicano, le sería útil trabajar en las minas de carbón de las cuencas del Bajo Cinca y el Bajo Segre ya que los mineros estaban exentos del servicio militar. Así fue como se hizo minero el 2 de noviembre de 1940 en la mina Entallada, en la Granja d’Escarp (Segrià). Pero sus previsiones fallaron. En septiembre de 1941 le llamaron a filas. “Cuál no sería mi desilusión –cuenta– cuando, al presentar los certificados de minero, en el ayuntamiento de Fraga, me comunicaron que a mí no me servían porque estaba clasificado como desafecto al Movimiento Nacional. Yo tenía que ingresar, no en la mili sino en un batallón de trabajadores”. Su día a día sería pues otra vez un batallón de trabajadores, en
Garrapinillos (Zaragoza). “Y estuve siete meses y medio –dice– trabajando para construir el campo de aviación hoy llamado Las Bardenas”. “La madrugada del día 21 de septiembre de 1941, fecha en que yo me incorporé en Huesca, fusilaron en la misma capital a un primo hermano mío, Salvador Vidal Chiné”, precisa más adelante. El 8 de mayo de 1942 quedaba en libertad y volvía de nuevo a Fraga. El día antes de incorporarse al batallón de trabajadores –explica– había conocido a la que sería su esposa, Concepción Martínez Mora, con quien se casó el 20 de noviembre de 1945. Tuvieron dos hijas y un hijo. En su esposa tuvo una compañera extraordinaria, a quien admiré tanto o más que a él. Porque la represión para él no había acabado aún. Al regresar a Fraga, volvió a la mina hasta acabar el período de Servicio militar. Contra lo que había pensado de inicio –que sería un trabajo puntual para sustituir la mili franquista–, fue minero veintiséis años. El 3 de mayo de 1946 era detenido en la mina por la policía española. “En total, entre la cuenca minera y la provincia de Lleida, detuvieron a 250, todos afiliados a la C.N.T.” –explica. Y describe así el paso por la comisaría de Lleida: “Nos hacían salir de las celdas para declarar lo que ellos querían que declarásemos, porque muchos, desconcertados por los golpes recibidos, decían que sí a lo que ellos mandaban”. Después de ocho días en comisaría, le trasladaron a la cárcel de Lleida donde estuvo hasta que fue puesto en libertad provisional. El juicio no le llegó hasta once años después, también en Lleida. Le condenaron a nueve meses de cárcel, que ya había cumplido, por asociación ilegal y tenencia ilícita de armas. “Era la tercera vez que me dejaban en libertad –explica–. Comencé de nuevo a trabajar en la mina, pero como mi libertad no era absoluta sino provisional, cada vez que había un conflicto en las minas, fuese de la índole que fuese (reivindicación salarial o exigencia de pago de cuotas a la Seguridad Social), ya tenía que pasar por el Cuartel de la Guardia Civil, como si yo fuese el causante de todas las injusticias que ocurrían en la cuenca, cuando en realidad lo eran los empresarios, que no cumplían con las ordenanzas decretadas por el mismo Gobierno”. Sobre las minas del Bajo Cinca y el Bajo Segre y el movimiento reivindicativo y la represión política que se vivió en ellas es imprescindible el extraordinario trabajo de investigación de Jacinto Bonales Cortés publicado recientemente con el titulo Memòria ofegada. Reivindicació laboral i repressió política a Mequinensa i la conca minera (1889-1063), editado por el Institut d’Estudis del Baix Cinca).
https://www.vilaweb.cat/noticies/memoria-ofegada/
La vida se fue normalizando para él. Tras la experiencia cooperativa en la mina –después de que en 1964 muriera el propietario–, que mantuvieron en funcionamiento los mineros durante dos años, la crisis de la minería en aquellas comarcas les forzó a cerrarla. Durante un tiempo fue trabajando de agricultor cuatro hectáreas de regadío que había adquirido mientras estaba en la mina. Luego vino el período del Bar Capri, en aquel tiempo uno de les mejores de Fraga. Enterado de que se traspasaba, vendió las tierras y se convirtió en pequeño “empresario” de hostelería. Hasta su jubilación.

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