La Librería de El Sueño Igualitario

tumbamuerto.JPGCazarabet conversa con...   Álvaro Valderas, autor de “Tumbamuerto y otros relatos criminales caribeños” (Ediciones del Serbal)

 

 

 

 

 

Un relato, el de Tumbamuerto,  como tal y como principal, además de  otros más relatos, desde el género negro  y desde la pluma incisiva de Álvaro Valderas.

Lo edita Ediciones del Serbal  desde la colección La Orilla Negra, como su “novena” adquisición….

La Orilla Negra ya viene con otros títulos: Relatos de la Orilla Negra (varios autores); La sombra del Caimán (Dauno Tótono); Mala Hierba( José Luis Muñoz); Papel Picado (Rolo Díez); Cuéntame cosas que no me importe olvidar (Pablo de Aguilar); Destruyan a Anderson (Pablo Aguilar); Bala Morena (Marcos Tarre) ; En los umbrales del hades (Osvaldo Reyes) …

Lo que nos dice Ediciones del Serbal de este libro, la sinopsis:

Los extranjeros llegamos a Panamá como a otro planeta, enfrentamos su sentido lexo del tiempo, su espacio invadido a una naturaleza gugantesca que busca recuperarlo, impone su ley, devora a los débiles y a quienes se descuidad .Los grupos indígenas la dominan cuando alcanzan a comprender sus deseos.

En la sociedad, la violencia es omnipresente. Siempre hay alguien dispuesto a sacarnos de la miseria con algún negocio turbio. Muchos policías se encuentran de ambos lados: a fin de cuentas, ellos también deben mantener a su familia. ¿Y quién no ha pensado en no matar aun taxista cuando le han robado y secuestrado tantas veces en los taxis?. Solas las posturas tajantes parecen resolver problemas.

En medio de este caos maravilloso, la vida se abre camino a codazos; gracias al sexo constante se reponen todas las bajas, se olvidan las penas.

En el Caribe, cada día hay doce horas de sol y doce de sombras.

El autor, Álvaro Valderas:

Es leonés de La Bañeza y doctor en filología hispánica. Ha sido desde pinchadiscos a rector  pasando por administrador, profesor de secundaria, universitario, productor de televisión, creativo publicitario y  corrector de estilo con más de cien ediciones de autores hispanoamericanos. Ha colaborado con numerosos medios de comunicación de España y Panamá. También ha escritor libro de investigación y colaborado en libros y ediciones colectivos. Ha publicado tres libros de relatos (Libro de Cruentos, Bloody Mary y Cuentos inquietantes), además de una novela negra, El oro de Noriega.

 

 

Cazarabet conversa con Álvaro Valderas:

valderas.jpg-Álvaro, ¿desde dónde salen estos relatos de clara inspiración negra y criminal?

-De mi teclado: es maligno. Antes salían de mi pluma, ¿serán de la misma marca? Mi primer libro ya incluía cuentos policiacos, pero este tipo de criminalidad directa y desenfadada se me ha pegado del Caribe, de lo que se ve allí a diario, del compañero que llega al trabajo con un agujero de bala en la puerta del coche y que nos parezca normal.

-Bueno rompen tus narraciones un poco los estereotipos, ya que normalmente, aunque no es objetivo, se relaciona el crimen con las nieblas, el tiempo lluvioso, pero con  el Caribe, pero claro está, por desgracia, el Caribe tiene criminales….y sus crímenes. Ti que debes leer bastantes páginas de sucesos y sociedad y demás ¿Hay diferencias entre los crímenes y los criminales de aquí, por ejemplo, a los del Caribe?

-Sí, mucha. Los crímenes, en general, están muy diferenciados. Los políticos son coimeros y corruptos, con un desparpajo absoluto, porque esto es parte del juego hasta que algún partido sube al poder y mete en la cárcel a la mitad del gabinete anterior, luego pactan y se les da país por cárcel. La gente con mucho dinero hace negocios —algunos legales— con la coima por delante y pisando las leyes. Esta es la capa que roba millones.

Por otro lado, el gran imperio de la droga, tanto de la que sube de Colombia a Estados Unidos como del poquito que entra en los países intermedios, tiene su violencia muy marcada, ajustes de cuentas escandalosos (cuerpos mutilados, ejecuciones en grupo, tortura). Esta produce buena parte de los muertos.

También están las pandillas y los grupos organizados, que estiran la ley al máximo y usan, por ejemplo, a los menores de edad para los asesinatos, ya que la ley es muy suave con ellos y no los pueden retener mucho tiempo. Se mezclan con la gente de las drogas y a veces se matan entre ellos.

Y, claro, también está la criminalidad venida de la miseria, brutal porque no tiene nada que perder. Sobrevivir a la selva, a las trombas de agua, a los derrumbes, a los depredadores y a todo bicho viviente que pica o muerde y transmite enfermedades les enseña a ser duros.

En general, los turistas y la gente con un cierto nivel económico se mueven por circuitos seguros y no es frecuente que lleguen a ser atacados, salvo por los taxistas, que, en cuanto les escuchan el acento, les cobran lo que les parece.

-Pero, ¿por qué escoges como escenario al Caribe?. Bueno, vienes de allí, ¿no?—de hecho vives allí--

-Dieciséis años de un Caribe que cree que el desarrollo es parecerse a Europa o Estados Unidos, en vez de potenciar lo maravilloso y único que hay allí. Se me ocurrió que era un gran escenario, y poco reivindicado, con palmeras de diez metros, monos y cocodrilos. El frío agudiza el ingenio, civilizando los métodos, y así nacen Moriarty y los personajes de Stieg Larsson. Bajo este sol, no hace falta tanta sofisticación, las cosas son más directas: «Entramos, cogemos el dinero y nos vamos, y al que se interponga le metemos un tiro». Los ladrones de bancos, si logran escapar con los billetes, antes de tres meses están presos: los capturan al gastárselo. No hay planificación. Si la hubiera, montarían un negocio.

-En los relatos parece que los personajes, al ser más breve la narración, tengan como un protagonismo más restringido, pero no es así, _¿verdad? Es un protagonismo condensado como un aceite esencial concentrado y puro ,¿lo ves así?. Además escribir un libro de relatos o pensar como un  “contador de historias, mediante el relato” comporta que tengas que estar creando personajes, diferentes y diferenciados, todo el rato, ¿cómo te lo haces?; ¿puedes llegar a tener cierta dosis de ansiedad por no repetir, sin querer características de un personaje en otro, por no repetirte en ciertos “moldes”?

El protagonismo es muy relativo. La torre Eiffel y la estatua de la Libertad, sin hacer un solo movimiento ni pronunciar una palabra han tenido muy diferentes niveles de protagonismo en la literatura.

Hay personajes magníficos que solo están ahí, como el muerto, y a veces una mínima descripción de su ropa o de su entorno sirve para darle trasfondo y que te lo puedas creer. Me gusta mucho el microcuento, tan breve que al personaje apenas le puedes dejar que se defina en la única frase que pronuncia, o solo con el nombre. A veces, simplemente es soporte del argumento. No me preocupa que los míos se repitan porque, al cambiar el argumento, ya nunca el personaje puede repetirse, aun siendo el mismo.

En cuentos largos, me gusta describir poco y dejar intuir mucho (por el lenguaje, por las acciones, por la situación), para que, ya sea gracias a la empatía, al rechazo, al recuerdo o a la imaginación, el lector se invente su alma. A la larga, todos los libros cobran vida en la parte del lector, y cuenta tanto lo que escribes como lo que le llevas a construir.

álvaro-valderas-(5).jpg-La ambientación, la trama  es un “puro contraste” desde los personajes hasta todo lo que ellos arrastran, ¿cómo lo ves?

-He intentado que esa naturaleza selvática tan distintiva lo impregne todo, la forma de desplazarse, la forma de vivir, la aceptación de la muerte como fruto de un día cualquiera de trabajo y, especialmente, el carácter de la gente, tan diferente al español. Ya me previno un amigo en mi primer mes aquí: «No has llegado a otro país, has llegado a otro planeta».

Los contrastes caribeños son muy profundos, desde una muchacha de veintitantos años a la que le tuve que cortar el filete porque ella no sabía comer con cuchillo y tenedor, a gente con una cultura desbordante y tremendamente cosmopolita; un barrio violento y pobrísimo de la capital que da paso a la zona multimillonaria de los rascacielos; gran cantidad de autos deportivos recorriendo calles más llenas de agujeros que el rostro visible de la luna y de gente esperando el autobús (que, baratísimo, es el único medio de transporte a su alcance).

Mientras algunos evitan en helicóptero el embotellamiento de las calles (para qué desperdiciar minutos de su preciosa vida), es normal que los trabajadores tarden entre dos y tres horas en llegar de su casa al trabajo, y a la inversa, parte de ese tiempo a la intemperie, bajo este sol inclemente, o bajo un torrente de lluvia.

Yo he tenido experiencias en ambos extremos, claro. He ido de una isla a otra en un cayuco, un tronco hueco que se hunde hasta quedar a dos centímetros del agua, sin más salvavidas que mis cámaras de fotos, en un océano con olas de metro y medio que ves venir una tras otra, zona de tránsito para tiburones por debajo, y he tenido que volver en el mismo porque no había otro: una semana después, me enviaron los cataplines a casa por DHL. Y he tomado un microbús de veinte plazas con más de sesenta pasajeros, llevaba gente en el techo, el pasillo, niños en la puerta abierta, gente encima de los que íbamos sentados, y aún paró y dejó subir a cinco niños que iban a la escuela. Y, a la vez, he visto más riqueza de la que jamás vi en España (no digo que no la haya, ni mucho menos, sino que allí me invitaron y aquí no). 

Allí conviven lo más moderno de Estados Unidos y parte de lo más civilizado de la Edad de Piedra.

-Muchos utilizan y están dispuestos a utilizar la violencia para salir de la miseria y de  situaciones extremas; lo que sea  para salir de ello; pero también los hay , y las hay, que lo hacen para mantenerse en cierto “estatus privilegiado”…

-Sí, algo de eso comenté antes. El campesino pobre, acostumbrado al machete, lo usa para solucionar cualquier problema, y el pandillero que ha nacido en ese sistema en que todo es bala y adelante, ¿qué otra cosa va a pensar de la vida? Lo increíble es que el presidente explique en la televisión, sin ruborizarse, unas donaciones por parte de empresas privadas de decenas de millones a la ONG de su cuñada como un gran aporte a los niños pobres. O que los millones donados a su campaña electoral por una compañía condenada por coimas en varios países e investigada en el suyo eran una contribución legítima (no la había declarado antes porque no le había parecido que tuviera relación). Lo increíble es que un abogado investigado por la creación y mantenimiento de ¡doscientas cincuenta mil! cuentas offshore que ocultan ilícitamente patrimonio de más de cien países no encuentre que su proceder sea reprobable, y afirma que si hubieran de procesarlo, tendrían también que procesar a los demás abogados del país. Y que no lo encarcelen. Este es el gran problema: un pequeño sector de la población está acostumbrado a doblar las leyes en su beneficio y a robar a manos llenas de las arcas del Estado, pero eso no les impide citar al papa en sus discursos ni salir a la calle pidiendo justicia social con grandes pancartas de «¡Abajo la corrupción!». Me encanta cada vez que alguno de ellos me dice que tenga cuidado con los izquierdistas, porque son gente deshonesta, y que los sindicalistas lo único que hacen es quejarse y robarle a los obreros. Están inmersos en una cultura que les hace ver ese robo como algo a lo que tienen derecho, no perciben que la gente normal acaba en la cárcel por chorizarle una gallina al vecino. Ya sabes, estimado, al cielo iremos los de siempre.

álvaro-valderas-(1).jpg-Lo que enlaza con la pregunta anterior, detrás de la miseria se esconde, también, no poca codicia, avaricia… ¿qué nos puedes comentar?

-El pobre se levanta cada día con la ilusión de que alguna de sus ideas le va a acabar dando el gran negocio del millón de dólares. En el fondo, ¿qué es ser honrado? ¿Decir que no a una lavadora nueva si votas por este candidato? O, si eres más pobre aún, ¿por cuatro bolsas de comida y una caja de pañales?

Mucha gente vive en casitas brujas, hechas con láminas de zinc en cualquier prado sin dueño, con suelo de tierra, que muchas veces se vienen abajo cuando llueve. ¿Son codiciosos si llega un señor y les paga para que compren comida y una cama a cambio de cuidarle unos paquetes?

En un país en el que los políticos se embolsan cientos de millones al año, el mensaje que se envía al pueblo no es otro que: aprovecha las oportunidades, mira por lo tuyo.

-Horas de sol, horas de sombras…bueno el crimen no se aleja ni de unas horas ni de otras…..se hace sitio donde quiere y como quiere porque el ser humano no tiene barreras para extenderse o hacerse un sitio… -¿Cómo es el Caribe para “montarse una de crímenes”?

-Como han demostrado muchos, es un lugar perfecto: poco control, una policía más o menos dominable (por el miedo o el dinero, aunque a veces te topas con alguno al que no se convence de ninguna manera: bueno, pues lo matas), hay vías de comunicación muy modernas y también fronteras con poco control. Pero, que nadie se engañe: no se puede hacer ningún negocio (ni siquiera legal) en el Caribe yendo con nuestra mentalidad, hay que establecer contactos allí, aclimatarse y conseguir gente de la que te puedas fiar.

He visto muchos españoles venir con buenas ideas y «una gran experiencia», incluso en varios países, y salir de aquí con una mano delante y otra detrás. También, y son bastantes, los he visto que, al hundirse, han cometido una estafa aprovechándose de su imagen, de sus trajes caros y su oficina en una gran torre del centro, y escapar del país con lo que han podido atropar. Incluso, a alguno le han estafado en su estafa.

El Caribe es especial: o conoces muy bien dónde pisas o no te metas.

-Si tuvieses que  definir cuál es el Estado de Salud de la novela negra, cómo lo definirías en la actualidad…

-Este es un nicho en el que puede caber de todo: desde crítica social a filosofía, divertimento, experimentación, terror. Cada poco llega una moda nueva en ella, que sirve para vender autores de alguna procedencia, pero incluso sin eso la novela negra seguiría gozando de una salud a prueba de arsénico. No deja de ser una narración sobre alguien que busca la verdad.

-De tu variopinto viaje por varias profesiones, oficios, trabajos….me imagino que todos te han aportado, más o menos directamente, algo como escritor…

-Sí, por supuesto. Siempre tienes que mantener un equilibrio entre conseguir cierta destreza formal y rellenarte de escenarios sobre los cuales escribir. Mientras más gente conozcas, más posibilidades tendrás de crear personajes, basta con copiar de la memoria y quitar aquello real que lo haría inverosímil.

-Creo que hay que diferenciar entre la novela negra anglosajona, la europea, de la nórdica…

-No son, en esencia, diferentes. Tienen diferentes gustos y especializan sus escenarios y el lenguaje, poco más. Los problemas que tratan son los mismos, la sociedad que reflejan es la propia (gracias a internet y a los cien canales de televisión, casi nada de ellos nos parece muy lejano), las técnicas narrativas dependen más de la individualidad del autor que del país.  

Entiendo que, llevado por el Brexit, a los anglosajones del Reino Unido los saques de Europa, pero ¿los nórdicos han sido malotes también?

Alvaro-Valderas-Betuel-Boni.jpg-Pero en cuanto cruzamos el charco hacia centro y Sudamérica todo se desborda….los escenarios son de “otra luz” y los personajes como mucho “más abiertos”, menos reservados…Tu que habrás visto, leído y hasta trabajado algunos textos, ¿qué nos puedes comentar?

-Eso es verdad, la luz allí es diferente, y la humedad del ambiente, y el tamaño de las hojas de las plantas. Imagínate estar en verano todo el año, las chicas con gran exposición de piel y los chicos ligeros de ropa, recibiendo esa energía imparable que da el sol. El trato es muy directo, la gente va a lo que va. En general, les encanta agradar, puedes mostrar tu desacuerdo, pero, si lo haces con una sonrisa, te sonreirán y serás su amigo. Yo nunca había estrechado tantas manos como allí: cada vez que entras al bar tienes que hacer la ronda saludando a cada uno. Fíjate, aquí llamamos amigo a quien estimamos, pero allí te llaman hermano.

Esto se refleja en los libros, por supuesto, que incorporan el sexo como un elemento normal en la vida, algo cotidiano, no le ven la maldad ni los demonios que nos inculcaron los curas de antaño y que tantos pervertidos ha causado.

-En los últimos años, amigo, ha habido o se ha producido como un repunte de la  lectura en novela negra y también en las ediciones….

-Aunque el género nunca estuvo mal de ventas, sí recuerdo épocas en que la novela negra era la lectura de aquel que no se entretenía con Beckett, Faulkner o Mishima. De aquellas, mi padre la combinaba (Agatha Christie, Simenon) con el Selecciones y uno que otro libro técnico, y así leía para disfrutar, para relajarse después del trabajo. Hoy, hay mucho especialista que la estima como un género culto, lo cual seguramente sea muy bueno para el mercado, mientras dure.

-¿Qué te parece o cómo te sientes al formar parte de la Colección de la Orilla Negra de Ediciones del Serbal? ¿Cómo ha sido esta aventura?

-Eso ha sido como ponerme el calzoncillo por fuera, el mantel como capa y saltar por la ventana (mi casa es de una planta, no hay problema de huesos rotos). Me ha parecido estupendo aparecer en la nómina con escritores tan valiosos y de lo más variopinto, y ser parte de un proyecto que se está moviendo tan bien. Les doy las gracias a Noelia Riaño y a José Luis Muñoz por haberme tenido en cuenta

 

 

 

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Tumbamuerto y otros relatos criminales caribeños. Álvaro Valderas
102 páginas        15 x 22,5 cms.
12,95 euros
Ediciones del Serbal



Es una grata sorpresa y un enorme placer encontrarse con un libro que recoge un buen puñado de relatos de género criminal. Tanto por sus variadas temáticas, por una escritura más que eficiente, y por traernos un escenario —por lo menos por quien escribe esta reseña—, el de Panamá, que me ha deslumbrado por su intensidad y su colorido de historias y personajes.

 

El volumen está compuesto por ocho relatos que tratan diversas historias de carácter criminal: el problema de librarse de cadáveres de asesinados, el peso del narcotráfico en la vida cotidiana, historias de asesinos múltiples seriales… Todas estas historias nos son narradas con una economía de medios admirable, imaginamos que reforzado por las restricciones propias del relato, que es capaz de prendernos a sus historias, a sus personajes y a sus diversos escenarios con una fuerza que raramente encontramos en otros libros.

 

Sus historias tienen siempre un punto inquietante —el autor ya publicó un libro de relatos de este género—, y están llenos de una retranca y un humor negro que estimula y lubrica unas historias bastante cruentas. 

 

 

que la vida no vale nada, no es un verso

 

 

Como ya señalábamos anteriormente los temas que trata son de lo más variado, pero entonos ellos la violencia y el crimen duro son pilares de unos relatos que sorprenden por muy diversas razones. Por ejemplo en uno de ellos nos propone una reescritura de una de las más míticas películas de suspense, con unas alternativas de trama originales y potentes. En otros son más que interesantes sus finales que implican poderosos giros de guión, que por supuesto sorprenden y dejan un regusto magnífico. 

 

En general son muy importantes sus personajes y protagonistas, entre los cuales encontramos muy a menudo personas que se han encontrado inmersas, de forma más o menos inocente en situaciones extremas, y que navegarán como puedan en tan procelosas situaciones, y actuando de forma radical ante las radicales situaciones en las que se ven involucrados. Hay mucha acción, bastantes tiros y muertos, pero sobre todo hay una acción directa de los impulsos para sobrevivir, que tan extraña nos resulta en estos pagos, donde lo virtual se confunde con la sensación directa, y la violencia verbal no suele tener repercusiones de violencia física.

 

El escenario es Panamá, su interior y sus costas caribeñas, por lo cual no esperen islas paradisíacas, sino manglares, zonas pantanosas, calor extremo, y una naturaleza que bajo su exuberancia, está lleno de una vida depredadora para los vulgares humanos.

 

Y el escenario social resulta de igual forma violento y depredador. Nos encontramos en un marco social, que dirime sus conflictos de forma un tanto diferente a como pretendemos hacerlo en la presuntamente civilizada Europa. El echar mano de la fuerza física, del arma, es habitual en situaciones extremas tanto sean provocadas por codicia, por afán de poder o por ansia sexual.

 

Y aunque el escenario podría haber llenado de documentalismo y tipismo local la narración, el autor logra con una eficiente economía de medios, situar la acción en un país centroamericano tropical, pero deja gran espacio para las historias y sus personajes. Eso sí, nos deja un tanto estupefactos cuando en uno de los relatos que trata sobre un singular “todo incluido”, la música ambiental es de Joy Division, o un concierto se inicia con el celebérrimo —en España—, "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?" de los madrileños Burning. Suponemos que el hecho de que en la biografía del autor se nos hable de su experiencia como pinchadiscos y la generación a la que pertenece permite entender un hecho que nos resulta un tanto sorpresivo en un país de Centroamérica del que tenemos el cliché de la música salsera y caliente.

 

Finalmente no hemos de olvidar —y el autor no nos lo permite en estos relatos—, de que estamos en una realidad social donde la violencia es mucho más cotidiana y brutal que en nuestros lares, y donde aquello que cantaba Mercedes Sosa, de que la vida no vale nada, no es un verso, es una realidad cotidiana. Todo esto en un espléndido libro de relatos criminales, que espero puedan disfrutarlo tanto como lo ha hecho el reseñador del mismo.

 

José María Sánchez Pardo

 

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