La Librería de El Sueño Igualitario

978841653717.jpgCazarabet conversa con...   Juan Ramón Puyol, nieto de Luisa Carnés autora de “Trece cuentos (1931-1963)” (Hoja de Lata)   

 

 

 

 

 

 

 

La Editorial HOJA DE LATA nos acerca, con una edición muy mimada, a estos cuentos de esta escritora, por excelencia y excelente, encuadrada en la Generación del 27.

La crítica entendida califica a este escritora, mus “escondida” a una de las plumas que mejor sabía narrar…sus lecturas son entretenidas y excelentes desde el continente al contenido.

Lo que nos cuenta la editorial, HOJA DE LATA, sobre este libro que reúnes “esos trece cuentos”:

Tras su aclamada Tea Rooms, descubrimos ahora los cuentos de esta autora invisible, quizá la mejor narradora de su generación, en palabras de muchos. Relatos duros y emocionantes, como fue la vida de Luisa, en los que la mujer ocupa siempre un papel central: mujeres fuertes y decididas, sumisas y apocadas, madres coraje capaces de tomar como suyo al hijo ajeno, víctimas silenciosas o dignas e irreductibles.

Dividido en cuatro bloques temáticos —los relatos de la República, los de la guerra civil y la posguerra, los de temática mexicana y los de la actualidad internacional de la época— este volumen deja constancia de una autora que reclama a gritos un hueco en la historia de la literatura española.

La autora, de este excelente libro. Luisa Carnés:

(Madrid, 1905-México D.F., 1964) fue una novelista y periodista española, autora invisibilizada de la Generación del 27. Nació en el seno de una familia obrera en el madrileño barrio de Las Letras. A los once años entró a trabajar en un taller de sombrerería y en 1928 vio publicada su primera obra, Peregrinos de calvario, una colección de narraciones breves. De lo vivido en su nuevo trabajo como camarera en un salón de té saldría Tea Rooms. Mujeres obreras (1934), recibida calurosamente por la crítica, que destacó de ella su carácter innovador y su fuerza narrativa. De formación autodidacta, Carnés consiguió con esta novela una calurosa acogida por parte de la crítica y el público. Su carrera, como la de tantas otras, se vio truncada por el golpe militar del 18 de julio de 1936, que desencadenó la guerra civil.

Tras la derrota del bando republicano se exilió en México, donde murió prematuramente en el más completo de los olvidos para la historia de la literatura española. Luisa Carnés marchó al exilio con lo puesto, llevándose como único equipaje una cartera de piel que contenía su bien más preciado, sus relatos. Ochenta años después, verán por fin la luz en la antología Trece cuentos (1931-1963).

Nosotros, ya nos acercamos a esta autora y a Hoja de Lata cuando publicaron TEA ROOMS, excelente retrato de una época y de los habitantes de la misma…aconsejable e imprescindible su lectura: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/tearooms.htm

 

 

Cazarabet conversa con Juan Ramón Puyol, nieto de Luisa Carnés:

fy1Pbkj__400x400.jpg-Amigo Juan Ramón, ¿cómo recuerdas aquello que te fueron contando de tu abuela, aquellos y aquellas que la pudieron conocer más y mejor?

-El tema favorito de nuestra familia en el exilio mexicano era hablar de la vuelta a España. Muchos fines de semana mis padres organizaban una sesión para planear el viaje a retorno que incluía comer en un restaurante  chino  que había escondido en rincón del centro del D.F. -los dueños eran antiguos exiliados que habían huido de Mao- y visitar al “obrador de la vasca”, una pastelera que recibía en la cocina donde preparaba unos dulces exquisitos. Luego a casa a hablar de España. Para nuestras mentes infantiles aquel país y el retorno se convirtieron en algo mítico y mágico. He de decir que nunca oí hablar tanto y con tanta pasión de nuestra patria como en aquel ambiente del exilio republicano en México. De la abuela Luisa se hablaba poco debido al dolor que su muerte temprana había dejado en la familia.

Luego, hace unos 15 años, después de aparecer “El eslabón perdido”, se fue hablando en casa con más tranquilidad de las cosas de la abuela y mi padre fue poco a poco abriéndose a recordar cosas a pesar de la pena. Ahora resulta conmovedor verlo emocionarse con cada noticia que aparece de Luisa y todo es celebrado con ilusión.

 -Tu hermano y tú hicisteis las fotos de  los cuentos desde esa cartera de cuero que anduvo desde su vida en España, hasta el paso por la frontera, su estancia en los campos franceses, su viaje hasta México y su estancia en ese país de acogida… ¿qué sentiste mientras lo hacías?

-Fue increíble sacar de la cartera de cuero muchas de las notas, cartas y fotos de la vida de Luisa. Esa cartera que sacó de España andando -dentro de aquella caravana de republicanos que cruzaron a Francia en los últimos días de la guerra- tuvo una segunda vida en México donde la abuela sacó sus manuscritos y los recompuso en sus novelas. Luego a aquella cartera se unio otra más, donde fue coleccionando sus fotos personales. Mi padre regresó a por las cosas de su madre cuando el compañero de Luisa, el poeta Juan Rejano, murió mientras  preparaba su vuelta a España en 1976. Rejano que ejerció de abuelo nuestros durante toda nuestra infancia, también era el depositario de aquel material literario y biográfico. Fue entonces cuando vinieron a España todo ese tesoro familiar.

¡Así que aquellas carteras han vivido mucho! Todo eso es lo que estamos recuperando ahora, pasito a pasito, y con el máximo respeto y cuidado. Es un tesoro que se está recuperando y que para sorpresa y alegría de la familia interesa cada día más a la gente.

 -Respecto a esa diáspora dolorosa, ¿sabes, te cuentan  si tu abuela hablaba mucho?

-Luisa era más bien tímida y discreta. No le gustaba el protagonismo ni los focos. Era más de ponerse detrás de la cámara y tomar notas de la vida para luego contarlo en sus cuentos y novelas. Desde joven le gustaba el silencio, su rinconcito y su escritura. Después de trabajar en el taller, se encerraba en su habitación a escribir y se olvidaba del jaleo de sus cinco hermanos pequeños metiéndose en su mundo de letras. En México hacia lo mismo, tras realizar sus colaboraciones con radio, revistas y periódicos, volvía a casa a ver a su hijo Ramón y a escribir un rato, alargando la noche todo lo posible.

maxresdefault.jpg-Todas y todos los escritoras y escritores ponen mucho de autobiográfico en sus relatos, cuentos y narraciones,¿ te dan que eran así las propuestas de tu abuela?

-Sí. Totalmente. En todas sus novelas es ella la que habla. Puedes reconstruir su manera de pensar y de ver el mundo desde la joven Natacha, obrera como ella, con sus dudas vitales intensas de la edad y el descubrimiento del amor, pasando por Matilde en “Tea rooms”, hasta Cesar Alcántara -el profesor de “El eslabón perdido”- son Luisa en distintas etapas de su vida, con sus preocupaciones, temores, dudas y esperanzas. A veces aparece alguna luz al final del túnel pero son siempre narraciones donde se cuenta la travesía de un túnel.

Además, en los cuentos va dejando pequeñas pistas para los que más conocen su obra y su vida y para nosotros resulta muy emocionante encontrar estos pequeños detalles que deja aquí y allá. A veces habla de una escalera, de un portal, de un frasco de perfume, de una guitarra y sabes que está escribiendo de sus cosas. Encontrarlos es un consuelo para quienes apenas la conocimos. Entre todos la estamos reconstruyendo y haciéndola vivir de alguna manera...

 -¿Cómo fue la integración de tu abuela y familia en México?

-Al principio fue muy difícil sobrevivir con lo poco que tenían pero la acogida del Gobierno de México que dirigía Lázaro Cárdenas les abrió todas las puertas para poder empezar a trabajar en su oficio, el periodismo. Tenía cuatro o cinco colaboraciones distintas y con eso fueron saliendo adelante ella y  mi padre, que entonces era un niño de 8 años. Tenían la esperanza de que los aliados liberarían también España  tras sacar a los nazis de París y que volverían pronto del exilio.  Pero cuando los americanos firmaron con Franco los acuerdos a principios de los 50’ se dieron cuenta que la vida  en el país azteca se prolongaría muchos años y empezaron a mirar más a lo que tenían cerca, sin olvidar nunca su amado país.

La llegada masiva de exiliados a México hizo que la integración con el país fuera paulatina pues los españoles se apoyaron los unos a los otros y cada uno fue forjando sus nuevas relaciones poco a poco. Además las ayudas de gobierno facilitaron mucho el contacto, sobre todo de los intelectuales, con los agentes de la cultura mexicana, periódicos, revistas, pensadores y artistas.

DCo72ufWsAAgeQG.jpg-Ya no volvió a España, ¿cómo crees que ella vivía el exilio y cómo crees que eso lo refleja en sus escritos desde el exilio?

 -El exilio español en México fue siempre una piña. Por supuesto había rencillas entre unos y otros, pero como pasa en cualquier familia. Eso lo sé de primera mano porque lo viví. Los hijos de los exiliados, como mis padres, eran amigos de los hijos de exilados, pertenecían a las mismas organizaciones, montaban todo tipo de actividades de solidaridad con los presos en España y se veían continuamente. La abuela participaba de muchas de esas cosas y no paraba de ir de un lado para otro, pues siempre tenía cosas entre manos, un acto, un homenaje, un encuentro, una publicación y esto unido a su trabajo de periodista te da la idea de su actividad pública. Pero lo que a ella le gustaba era su rincón y su máquina de escribir. La noche se alargaba mucho  en aquel piso del barrio de La Condesa…

Una vez que tomó conciencia de que la separación de España se alargaría se enfocó en lo cercano y escribió sus series de cuentos mexicanos que son sorprendentes e impactantes. La misma mirada penetrante y tierna que tiene para las protagonistas de “Tea Rooms” la tiene con Chucho y Elsa en “La mulata”. Te lleva a la Puerta del Sol o a Puerto Vallarta con la misma maestría embrujadora de su palabra. La mexicanidad de Luisa es arrebatada como lo es su madrileñismo.

  -Desde la Editorial Hoja de Lata se han tomado la edición de una manera muy especial. Lo miman mucho, ya lo hicieron con “Tea Rooms” y se involucran escribiendo la introducción… ¿cómo es y ha sido trabajar con ellos?

 -Los editores de Hoja de Lata, Laura y Daniel, son encantadores como personas y están volcados con su editorial, sacando libro tras libro y peleándolo puerta a puerta, librería a librería. Contagian pasión y emoción por el mundo de las letras. Son como dos rockeros que hacen carretera con sus libros y autores con entusiasmo. Ellos tuvieron la idea -que fue una sorpresa- de encargar colorear la foto más conocida de la abuela, para la portada de “Trece Cuentos”. Mis padres se emocionaron mucho cuando la vieron, y parecía más viva que nunca! Nadie esperábamos el éxito tan increíble de “Tea Rooms” que sigue ganando lectores. Es un orgullo para nosotros poder estar presentes y viviéndolo todo tan de cerca. Estamos asombrados, felices y un poco desbordados.

oie_26164034JZIggEAs.jpg -La narrativa de Luisa Carnés es elegante, de esas que dice mucho con pocas palabras, sin muchos decoraciones…es además sutil y directa ¿lo ves así?

-Sí. No soy un experto, solo un lector más, pero veo que te atrapa con su lenguaje y te lleva donde quiere, esa magia de escritora que te conduce a mundos que desconoces y que te sorprende. El realismo que busca en las novelas largas se compensa con el tono más surrealista y humorístico de algunos de los cuentos. En todo caso me parece, como tú dices, elegante y directa. No molesta con digresiones eruditas, va al grano, quiere tocar el corazón de la gente. 

-Avanzada a su tiempo desde la narrativa, pero eso, seguramente es porque lo era como persona, ¿qué nos puedes decir?

-Ella era ya la nueva mujer que se anunciaba. Era independiente como persona y como mujer. Lucho por ser escritora, saliendo del taller, amó a sus compañeros sin condiciones, fue madre desde lo más profundo y su compromiso político fue sincero. Emancipada  y amorosa. Parece exagerado, pero está en su literatura. Eso es lo que cuenta mí padre, cuando le preguntas. Sus historias son su vida. 

-Componía relatos realistas, incluso hiperrealistas y en cada uno de ellos, en cada uno de estos cuentos que ando leyendo, noto, veo ,a la vez, una especie de denuncia, una reivindicación, un desasosiego que le removía por dentro. ¿Qué nos puedes comentar?

-Desde ese santuario que se había ido construyendo desde joven -la habitación silenciosa llena de libros- construía sus personajes que expresan la denuncia de la explotación de la clase obrera, la situación de la mujer, la injusticia de la guerra, etc. Su compromiso en la defensa de los débiles, los desamparados y los excluidos era su tema de fondo. La denuncia de la injusticia es el andamiaje de su literatura y de su vida. Desde niña empezó a trabajar y vio la pobreza y el sufrimiento, y aunque no sabemos porque comenzó a escribir, suponemos que fue  para esquivar la realidad de una vida de trabajo y pobreza, aunque fuera por unas horas. Encerrarse en su habitación a leer y escribir fue su liberación desde joven y nunca perdió esa pasión íntima y silenciosa. 

-Cronológicamente los cuentos se puede encuadrar en cuatro tiempos: los de la República, los de la guerra y posguerra, los de la época mexicana y los que miran y tratan “lo internacional…pero tú como lector, un lector muy especial  ¿ves alguna división más? 

-A mí me encantan esos donde encuentran escondidas esas pistas que te decía al principio. Descubrirlas es como un juego con ella a través del tiempo. Están por todas partes, no solo en los cuentos, también en las novelas y por supuesto en los reportajes que hacía para las revistas y periódicos, donde muchas veces aparece protagonizando las fotos de los reportajes. Esa sería mi selección personal y privada. Luego también me sorprenden los cuentos donde aparece el humor y los toques surrealistas que establecen un hilo a través de treinta años de producción de literaria. “En el tranvía”, “El álbum familiar” y “Aquelarre” pertenecen a ese grupo. La abuela también me hace reír...




 

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Trece cuentos (1931-1963). Luisa Carnés   
208 páginas        14,5 x 21 cms.
18.90 euros
Hoja de Lata




Primera antología de los cuentos de Luisa Carnés (1905-1964), autora de la portentosa novela Tea Rooms y autora invisible de la Generación del 27. Sus relatos se dividen en cuatro bloques: los escritos de juventud; los de la República y la guerra civil; los del exilio mexicano y los de temática de actualidad internacional. Al igual que Tea Rooms, son relatos descarnados de una escritora autodidacta que posee una capacidad asombrosa para observar lo que ocurre a su alrededor. La escasez de horizontes para la mujer española, las crueldades de la guerra y la represión de la posguerra, la nostalgia de los exiliados o la nueva realidad de México, el país que la acogió, son los temas que aborda esta autora sinsombrero, la gran narradora oculta de la Generación del 27.


Luisa Carnés Caballero (Madrid, 1905-México D.F., 1964) nació en el seno de una familia obrera en el madrileño barrio de Las Letras. A los once años entró a trabajar en un taller de sombrerería y en 1928 vio publicada su primera obra, Peregrinos de calvario, una colección de narraciones breves. De lo vivido en su nuevo trabajo como camarera en un salón de té saldría Tea Rooms. Mujeres obreras (1934), recibida calurosamente por la crítica, que destacó de ella su carácter innovador y su fuerza narrativa. Tras la derrota del bando republicano durante la guerra civil se exilió en México, donde murió prematuramente.

 

 

 

 

 

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