Cazarabet conversa con... José María
García Sánchez, autor de “Tráfico” (Ediciones del Serbal)
José María García Sánchez pone la vista y la
agudeza descriptiva en una realidad social, el tráfico de órganos.
La sinopsis del libro:
Tráfico es la peculiar historia de dos niños
(uno es un pequeño burgués enfermo de corazón; el otro, suburbial y sano) cuyas
vidas se cruzarán de manera absolutamente trágica para ellos y para todo su
entorno. Sin ser un retrato social, y menos aún una denuncia, la novela
presenta dos ambientes tan cercanos y tan distantes a la vez: el burgués,
pretencioso, falso y ambicioso, donde las apariencias lo son todo, frente al
marginal, donde sobrevivir cuesta un esfuerzo titánico en un ambiente adverso
de pobreza y violencia. Estos dos mundos forjan de manera muy distinta el
carácter de quienes viven en la parte alta de Barcelona y los que lo hacen en
los barrios marginales como La Mina. ¿Iguales? Ni al nacer, menos al vivir, ni
siquiera para morir.
El autor; José María García Sánchez: Este
autor nació en la década de los sesenta en Santa Coloma de Gramenet,
licenciándose en derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona, ejerciendo
como abogado desde ese mismo año, colaborando con diferentes despachos y
dirigiendo la firma legal García Sánchez y Plaza Gómez.
Escribe artículos en una revista de
divulgación y actualidad jurídica y, en ocasiones, hace reseñas literarias en
la web libreriodelaplata.com .
Con la novela Makoko fue finalista del Premio
Internacional de la Orilla Negra 2017
Tráfico es su tercera novela y con ella
consiguió el premio, La Orilla Negra 2018.
Cazarabet
conversa con José María García Sánchez:
-José
María, Tráfico es una historia trabada desde el tráfico de órganos, pero me da
que habla más de las desigualdades entre diferentes “grupos humanos”
que se dan cita en un tiempo…pero que convergen en poco más…
-Así es. En las sociedades modernas vivimos
ignorando a nuestros semejantes, a veces incluso los de nuestro mismo entorno
más inmediato. Y ello es especialmente notorio si hablamos de clases sociales
diferentes. Alguien que vive en los bajos fondos es poco menos que un
extraterrestre para las clases sociales acomodadas. Yo nací y viví más de
veinte años en Santa Coloma de Gramenet, y conocí gente de los barrios altos de
Barcelona que no sabían ni dónde estaba, ni les interesaba siquiera una ciudad
colindante con la capital y con ciento treinta mil habitantes.
-Las necesidades
básicas de una sociedad destapan como nada a las desigualdades humanas,
¿verdad?
-Eso es exacto. Tanto es así, que datos
objetivos como es la esperanza de vida de los diferentes grupos sociales es
abismalmente diferente entre los ricos y los pobres. En España está alrededor
de diez años de diferencia- ¿Te imaginas vivir más o menos tiempo por ser rico
o pobre? Es brutal. Y eso se debe a la diferente calidad de la asistencia
sanitaria, la alimentación y el acceso a los recursos.
-La hipocresía
también ocupa un lugar de preferencia para la indignación de cierto tipo de
lectora/or, pero sin esos ingredientes no habría
novela….La hipocresía y el no querer ver lo evidentes y que nos estalla todos
los días ya está bien presente en Makoko(la
anterior novela del autor)…
-Lo que está ocurriendo en África es una de
las crisis humanitarias más graves de la historia, pero lo vemos (o no lo
queremos ver) como algo tan normal que me parece sangrante. Cada día mueren
docenas de personas en el desierto del Sáhara, víctimas del calor o del asalto
de los bárbaros que los roban y apalean, los estafan o esclavizan. Pero eso no
tiene eco alguno, y vivimos en nuestra burbuja de felicidad artificial, viendo
series en Netflix, leyendo novelas sobre costureras y
contaminando el mundo con toneladas de plástico y humo.
-Y estos
ingredientes son bien reales…están a pie de calle de manera constante
conviviendo entre nosotros
-Por supuesto. Y vamos a peor. El auge de
ideologías de ultra derecha, nacionalismos excluyentes que promueven el odio al
diferente y el ninguneo al que disiente son factores que agravan el problema.
-Porque la
sociedad está muy, muy dividida…..hay más estratos sociales que hace 25 años,
por poner una fecha y esto es debido a que la clase media se ha querido
exterminar…
-La clase media siempre ha sido un peligro
para el poder. Personas que provienen de las clases populares, que han accedido
a la educación universitaria, a la cultura y a ciertos niveles de influencia
son un peligro para los dirigentes de casta. La tendencia es que haya ricos muy
ricos (pocos) que acaparan todos los recursos y el poder, y una masa informe de
consumidores manipulables a los que mandar. No hay espacio para clases medias
de gente con criterio propio, no sometida a la necesidad de obedecer. Al
pueblo, pan y circo (hoy trabajo precario y fútbol) para que no moleste.
-Esto
lo utilizas en tus novelas y mucho, ¿será porque has vivido, directa o
indirectamente, situaciones, no sé cómo decirlo, límite en el ámbito social y
humano tuyo?
-Lo cierto es que no soy consciente de
utilizarlo. Si lo hago es porque es lo que he vivido desde niño. Provengo de lo
que llamaríamos la escala social más baja posible, de una familia con unos
recursos escasísimos, víctima de la crisis industrial, el desempleo y la
enfermedad, que con un esfuerzo muy grande me permitieron estudiar en la
Universidad (pública, por supuesto) en un contexto de necesidad y con mucho
sacrificio. Muchos años después eso me ha servido para no olvidar de dónde
venimos, y en mis novelas intento reflejar esa parte de la sociedad que a veces
queda oculta a los ojos de muchos.
-¿El enemigo es
la desigualdad desde la base humana?
-En la desigualdad está el origen de todo el
mal que azota al mundo. Sin igualdad no hay justicia, por eso si queremos vivir
en una sociedad justa, todos los esfuerzos deben dirigirse a acabar con las
desigualdades.
-Y esa
desigualdad vendrá ocasionada por algo…el neoliberalismo en el día a día, el
voraz capitalismo deshumanizado…
-El capitalismo y el neoliberalismo necesitan
de la desigualdad para existir. Es imprescindible exprimir a los parias de la
tierra para hacerse con sus recursos naturales. Hay que maximizar los
beneficios a base de asfixiar a los productores del sector primario, explotar a
los trabajadores para que la rentabilidad se dispare. El mundo no se mueve por
criterios de justicia, sino de beneficios. Por eso soy muy pesimista en esta
cuestión, y las perspectivas no son nada halagüeñas.
-Con esta obra
ganaste el Premio Orilla Negra en la convocatoria 2018, ¿qué está suponiendo
para ti?
-De entrada me supuso una alegría inmensa, en
tanto es un premio que otorga un jurado formado por escritores y es un
reconocimiento a un trabajo de mucho tiempo. También supuso la edición de la
novela en la colección La orilla negra, rodeado de auténticos monstruos de la
literatura negra, que me hacen sentir cierto pudor. Por lo demás, me ha servido
para entrar en un círculo en el que he conocida personas muy interesantes,
libreros, editores, autores y todo tipo de profesionales del mundo de la
edición. Y siempre es un placer que me permitan formar
parte de ese mundo, que hasta ahora había visto desde fuera como lector.
-Cuando vas a
presentaciones de Tráfico---o incluso de Makoko--en centros de lectura,
bibliotecas, librerías… ¿con qué público lector sueles encontrarte? ; ¿qué es
lo que más te preguntan? Y ¿qué tipos de debate se abren sí o sí?
-Una de las cosas que más me ha llamado la
atención es la gran cantidad de público femenino que acude a las
presentaciones. Y es que el porcentaje de mujeres que leen es mucho mayor que
el de hombres. Eso dice mucho a su favor, y es una señal de que el futuro es,
sin duda, femenino. Por otro lado, encuentro a faltar gente joven en las
presentaciones, lo que me hace pensar que los libros están perdiendo la guerra
contra los medios digitales.
Lo que más me preguntan es de dónde saco la
información, si he estado en África, si he visto una intervención quirúrgica… Y
siempre les explico que para un escritor, Internet es una fuente de información
y documentación fabulosa.
Los debates que se han abierto siempre son los
que provoco con mis comentarios: siempre incido en los temas de desigualdad
(cuestión común en las dos novelas que he publicado). Concretamente con Makoko
surge alguna vez algún debate sobre el racismo, la supuesta necesidad de
proteger las fronteras, el papel de Europa en todo esto… Y con Tráfico, si de
verdad ocurren las cosas que cuento en la novela.
-¿Tus
libros los suelen leer una determinada manera de pensar, como más
sensibilizados con las desigualdades sociales?
-Estoy seguro de que es así. Para acercarse a
mis libros se ha de tener una inquietud por los temas que trato. Eso no quiere
decir que sean panfletos ideológicos. Me cuido mucho de huir del maniqueísmo y
de juzgar a nadie. Son novelas muy entretenidas, llenas de humor y de acción,
porque la primera norma que me impongo es que he de escribir una obra para
entretener al lector. Y si además compartimos determinadas sensibilidades, pues
mucho mejor.
-Me decías que
intentas no basarte en tu trabajo como abogado laboralista o que tratas que
este te invada poco, pero seguramente que lo hace porque como abogado
laboralista conoces mucho cómo es la realidad social a pie de calle y cómo van
y vienen esas desigualdades sociales… ¿qué nos puedes explicar?
-Como os explicaba antes, la base de ni
conocimiento de los estratos más bajos de la sociedad viene más de mi origen
que de mi profesión. No obstante es obvio que el trato constante con la
realidad que envuelve mi trabajo, de manera consciente o inconsciente, alimenta
la experiencia que luego traslado a mis libros.
-¿Qué lee este
escritor de novela social que inevitablemente es negra?
-Leo mucha novela negra actual, y me encantan
los clásicos americanos del género, especialmente Jim
Thomson, que me parece un revolucionario del género.
Más modernos, me gustan Mankell, Echenoz,
Gustavo Abrevaya, Guillermo Orsi…
y entre los españoles, David Llorente, González Ledesma, José Luis Muñoz y
Jerónimo García Tomás.
-¿Has pretendido
cerrar capítulos que como persona todos tenemos semi
abiertos y aportar un poco de tu particular justicia?---perdona lo pretencioso
de preguntar---
-La verdad es que no. Me parecería cobarde
cobrar venganzas o hacer justicia a través de la ficción. Tengo la suerte de
carecer de enemigos (que yo sepa) y el privilegio de disfrutar de la amistad de
muy buena gente. Si algún día he de buscar justicia, lo haré en los juzgados,
no en las librerías. Pero cómo os decía no siento la necesidad de cerrar ningún
capítulo abierto con nadie. Supongo que soy muy afortunado por ello.
-¿Te sientes
útil, desde el punto de vista de que tus narraciones nos pueden enseñar desde
“lo humano” como escritor o solo buscas entretenerte y entretener?
-Nunca me ha gustado dar lecciones morales a
nadie, y de hecho en mis novelas no hay buenos y malos. So las historias que
cuento las que pueden conmover al lector cuando le muestro una realidad que no
siempre está a la vista. Desde luego mi objetivo principal no tiene nada que
ver con las moralinas propias de la literatura del siglo XIX, sino que busca
plasmar literariamente situaciones que se dan o pueden darse en la vida real.
Si ello remueve la conciencia de alguien, mejor, pero el objetivo es entretener
y dar placer al lector. De lo contrario, no estaríamos hablando de literatura,
sino de otra cosa. Quizá algún día me atreveré con un ensayo, pero de momento
me conformo con escribir novelas.
-Amigo, ¿nos
puedes dar alguna pista sobre lo que andas trabajando ahora?
-Tengo muy adelantada una novela negra y
sarcástica sobre un ministro que pretende solucionar el déficit estructural de
las pensiones de la Seguridad Social reduciendo drásticamente el número de
pensionistas. La historia pivota sobre tres personajes principales: el
ministro, un sicario y un informático. Lo que es seguro es que no la
editará el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
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