La
Librería de El Sueño Igualitario
La Revolución Rusa de 1917 a 1922
contada por las plumas de Miguel del Rey y Carlos Canales. Editado dentro de la
colección de Edaf Editorial en Desplegables.
Se trata de una crónica edificante de
todos los sucesos que llevaron a cabo la caída del Zar y que terminaron por
encumbrar a Stalin.
Lo que nos dice
la sinopsis de esta editorial:
En el año
2017 se cumple el centenario de la Revolución Rusa, un punto de inflexión
decisivo en la historia del mundo. Es el momento en que por primera vez los
trabajadores de la madre Rusia establecieron su propio sistema de gobierno a
través de los soviets, para acabar con la opresión feudal y ayudar a sentar las
bases de un orden igualitario. Comenzó en febrero con el derrocamiento del zar,
pero la crisis del gobierno provisional moderado que se estableció, llevó al
rápido crecimiento del partido bolchevique. En octubre tomó el poder y se
inició la segunda fase de la Revolución de la mano de Lenin y Trostki. La que llevó a la guerra civil e indujo a las distintas
nacionalidades que formaban parte de la inmensa Rusia a declararse
independientes mediante complicados procesos políticos asociados a la lucha
armada. Con Stalin la URSS, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas,
el nuevo estado que había aparecido en el mapa del mundo como culminación de
todo ese proceso, inició su progreso económico, pero a un terrible coste humano
bajo una dictadura totalitaria. Al final, cuando el estalinismo se derrumbó
debido a sus propias contradicciones internas, las clases dominantes de todo el
mundo se mantuvieron profundamente hostiles al estado soviético. Quizá por eso,
la Rusia moderna, que ha convertido la --”estabilidad”—en uno de los principios
fundamentales de su gobierno, y piensa que cualquier revolución va en contra de
las bases de su filosofía política, nunca ha sabido qué hacer con la carga que
le supone el legado de 1917.
Los autores, Miguel del Rey y Carlos Canales:
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_del_Rey_Vicente
https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Canales_Torres
Cazarabet conversa con Miguel del Rey y Carlos
Canales:
-Amigos,
¿este libro está pensado con cierta filosofía en torno a “lo didáctico”?
-No exactamente. Está pensando,
como todas nuestras obras para llegar a todo el mundo. Es un ensayo que tanto
sirve para iniciarse en la historia rusa del siglo XX como profundizar en ella.
Para esto último utilizamos siempre notas y pies de fotos, generalmente
con datos muy desconocidos.
-Amigos, ¿qué aporta este nuevo
libro de estudio e investigación a la Revolución Rusa?
-Sin duda alguna, la
importancia de la guerra civil en todo el proceso de creación del Estado Soviético.
-¿Fue la Revolución Rusa, una
“revolución de revoluciones”?(estaba el antecedente de
1905, la revolución de febrero del 17 y la “puntilla del Octubre Rojo”)
-En 1905 se produjo un levantamiento
popular de las clases más desfavorecidas en busca de mejoras imprescindibles
para mantenerse con vida, en ningún momento se intentó acabar con las
instituciones. En febrero de 1917 se produjo una auténtica revolución que se
encontró de golpe con algo que realmente no estaba segura de buscar: la caída
de la monarquía y el imperio –con frecuencia se olvida al hablar de los sucesos
de febrero el tamaño del imperio ruso, sus diferencias raciales y, sobre todo,
la participación de los altos mandos del ejército en la caída de zar-. La
revolución de octubre no fue más que un golpe de estado que salió bien
destinado a acabar con un gobierno republicano de derechas, y que, como hemos
comentado en la pregunta anterior, condujo a una sangrienta guerra civil.
Todo lo demás son mitos.
-¿Desde cuándo se estaba horneando
la Revolución Rusa?, ¿cuáles fueron los principales ingredientes en el caldo de
ebullición de esta revolución?
-Desde el momento en que
las clases “ilustradas” del país –intelectuales, burgueses, militares y
aristócratas-, decidieron que querían participar en las decisiones del Estado.
Ni la revolución de febrero ni la de octubre, fueron desde abajo. Lenin o Trotski no eran trabajadores, eran intelectuales. Tampoco
eran trabajadores los presidentes de la república entre febrero y octubre. Otra
cosa muy distinta es que para lograr el triunfo de la revolución se necesitase
a los obreros –y decimos a los obreros, no a los campesinos, que no se buscó su
apoyo hasta noviembre, cuando Lenin vio que era imprescindible contar con ellos
si quería que triunfase el golpe de estado. De hecho, el primer reparto de
tierras que organizó Lenin fue para ganárselos-.
-¿Qué importancia tuvieron los
hechos de 1905 a corto, medio y largo plazo?
-En realidad,
prácticamente ninguna. Insistimos en que, a pesar de lo que se diga, si se
estudia lo sucedido con objetividad, después de 1905 no ocurrió nada.
Campesinos y obreros continuaron malviviendo, la mayoría de los intelectuales
partieron al exilio y el miedo del zar a una revuelta más profunda duró poco
–no tardó en suprimir las mejoras que había firmado-. Recordemos que pasaron 12
años –mucho tiempo-, hasta le revolución de febrero, y que esta se vio
impulsada por una guerra, la de 1914, que se complicó mucho más de lo previsto.
-A partir de esta fecha, me da que
para la dinastía zarista todo empezó a ir de mal en peor y el Zar no hizo más
que apretujarse en su palacio, su familia, sus aristócratas y estar “más ciego”
ante las auténticas necesidades del pueblo…
-Tristemente a ningún zar
le interesó nunca lo que llamaríamos hoy “clase baja”. En ese sentido Nicolás
II no fue diferente a sus predecesores. Tampoco a la clase media y a la clase
alta –pequeños propietarios de tierras,
burócratas, comerciantes y empresarios de todo tipo o aristócratas- les
interesaba demasiado lo que les ocurriera a campesinos y obreros, mano de obra
analfabeta y no especializada. En cuanto a las “auténticas necesidades del
pueblo” normalmente se confunden las necesidades de esos campesinos y obreros
–que apenas tenían para comer-, con las de una clase culta e instruida que
quería para Rusia cambios políticos como los que llevaban un siglo
produciéndose en Europa. Exactamente, desde la caída del Antiguo Régimen en
1815.
-Con un Zar que se creía como “con
derecho divino”, una divinidad, un Rey Sol y con la zarina Alejandra que
cambiaba el gobierno o a algunos de sus ministros más destacados en plena I
Guerra Mundial…
-El papel de la zarina en
los últimos años del Imperio Ruso se ha visto engrandecido por una visión
romántica de la pareja “Nicolás y Alejandra”. Mientras el zar estaba en el
frente la zarina se limitó a llevar “la vida diaria del gobierno”, otra cosa
muy distinta es que ella, que tenía otras preocupaciones -además de estar
enferma, nunca había asumido la hemofilia de su hijo Aleksei,
heredero al trono-, se dejara aconsejar por una camarilla que –recordemos-, ya
estaba allí y también asesoraba al zar.
-Y
el descontento en la calle, “in-creciendo” por la guerra que se había
convertido en toda una sangría con, además, las consecuencias sufridas por el
pueblo que cada vez sufría más las consecuencias. Digamos típicas, de la
posguerra…
-Desgraciadamente para el
zar, las consecuencias de una guerra nunca son objetivas. Cuando las guerras se
ganan, las cosas van bien, independientemente de los cadáveres que queden en el
camino. Si las guerras se pierden, los muertos son carne de cañón y las
batallas sangrías insoportables. En 1914 el ejército ruso, que aún se lamía las
heridas de su inesperada derrota en 1905 ante los japoneses, no estaba preparado para la guerra y apenas
consiguió alguna victoria. Tampoco lo estaba en 1941, acabó por vencer a base
de esfuerzo y muertos, y su lucha se convirtió en algo heroico.
-El Zar tampoco es que tuviese
mucha habilidad para saber rodearse de buenos consejeros ni políticos ni
tampoco militares y más cuando destituye a su primo para estar al mando de las
tropas en la Gran Guerra…
-Al zar, como les ha
ocurrido a muchos monarcas en la historia, no le interesaba la política. Se
mantenía en su puesto, por obligación y tradición. Sí, podemos jugar con que
vivía rodeado de lujos y todas esas cosas… pero en realidad, él no conocía otra
vida. El destino le había deparado ese papel y se limitaba a cumplirlo mientras
soñaba con llevar lo que consideraba una vida sencilla –sin responsabilidades
pero con buena calidad de vida-. Sin más. Se hizo cargo del ejército durante la
Gran Guerra –con la opinión en contra del Estado Mayor-, porque, simplemente,
pensaba que era su obligación.
-Pero quizás los peores errores
fueron los políticos y los de falta de empatía con la población no aristócrata…
-No hay errores políticos
en la vida del zar. Ni siquiera se los planteaba. La política la llevaban sus
ministros y sus ministros se movían por sus propios intereses –es imposible que
hoy esto pueda sorprenderle a alguien-. Si las cosas iban bien, los ministros
se mantenían en su puesto; si iban mal, los sustituía. Tampoco tenía relación
alguna con la población, eran sus súbditos. Ni siquiera trataba apenas con los aristócratas que no
fuera de su familia.
-Porque, lo que hoy conocemos como
“clase media” o burguesía en torno a según qué oficios era minoritario y con
poco poder decisorio…
-La burguesía existía y no
era tan minoritaria como se cree normalmente. El problema está en que estamos
acostumbrados a pensar en Rusia como San Petersburgo o Moscú, y nos olvidamos
de que el Imperio incluía, por ejemplo, lugares y gentes tan distintos como
Polonia, Finlandia, Ucrania, Bujara o Vladivostok. En
todos los lugares del Imperio existía una burocracia enorme que daba de comer a
esa clase media que estaba poco dispuesta a perder privilegios. Evidentemente,
el poder decisorio a nivel de Estado era nulo, estaba en manos del zar; pero
muchas veces eso no era demasiado importante si el burócrata, el propietario de
tierras o el industrial, podía imponer sus propias leyes en su área de
influencia.
-Convivir
con los terratenientes, el gran soporte del sistema zarista, debía ser muy
difícil…
-Es un error pensar en los
terratenientes como único soporte del sistema zarista. Generalmente
aristócratas y grandes terratenientes eran los mismos; junto a ellos existían
un sinfín de propietarios de tipo medio que habían aprovechado la pobreza de
sus vecinos a la hora del primer reparto de tierras -a finales del siglo XIX-,
y una enorme cantidad de burócratas pagados por el Estado que, en los lugares
remotos del Imperio, actuaban como auténticos caciques.
-¿La monarquía zarista era muy
diferente a la de cualquier otra casa real europea?;
-Insistimos en que la
monarquía zarista mantenía el Antiguo Régimen, anterior a la Revolución
Francesa de 1789. Ni había evolucionado ni quería hacerlo. En 1917 el resto de
las monarquías eran teóricamente parlamentarias desde 1815.
-Al menos, sí lo eran las
políticas que se reflejaban socialmente hablando; parecía una sociedad muy
vertical, estratificada, sacada de la época medieval…
-No era medieval. Era como hemos dicho, una
sociedad del Antiguo Régimen. Es fácil
determinar en que se basaba el Antiguo Régimen mediante tres puntos muy
conocidos:-Monarquía absoluta. En el caso ruso, ningún zar estuvo nunca
dispuesto a ceder ni un ápice de su poder, que emanaba directamente del poder
divino.-Sistema económico en transición del feudalismo al capitalismo. En 1917,
Rusia intentaba poco a poco convertirse en un estado capitalista.-Burguesía que
no consigue acceder al papel de clase dominante que desempeñan otros estamentos
privilegiados que sí cuentan con el apoyo de la monarquía. Desde la última
década del siglo XIX, el verdadero problema de la sociedad rusa.
-Llevas cinco novelas todas con ese estilo tan
trepidante, divertido, ¿eres o te consideras novelista más de personajes
que “de escenarios”?
-Además de nuestras obras por
separado, hemos publicado juntos a lo largo de los años 35 ensayos históricos.
Siempre hemos intentado entretener y darle un toque personal a nuestros libros,
sin alejarnos en ningún momento de los hechos rigurosos o las opiniones
objetivas.
25853
Tormenta roja. La revolución
rusa 1917-1922.
Miguel del Rey, Carlos Canales
320 páginas
25.00 euros
Edaf
En el año 2017 se cumple el
centenario de la Revolución Rusa, un punto de inflexión decisivo en la historia
del mundo. Es el momento en que por primera vez los trabajadores de la madre
Rusia establecieron su propio sistema de gobierno a través de los soviets, para
acabar con la opresión feudal y ayudar a sentar las bases de un orden
igualitario.
Comenzó en febrero con el derrocamiento del zar, pero la crisis del gobierno
provisional moderado que se estableció, llevó al rápido crecimiento del partido
bolchevique. En octubre tomó el poder y se inició la segunda fase de la
Revolución de la mano de Lenin y Trostki. La que
llevó a la guerra civil e indujo a las distintas nacionalidades que formaban
parte de la inmensa Rusia a declararse independientes mediante complicados
procesos políticos asociados a la lucha armada.
Con Stalin la URSS, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el nuevo
estado que había aparecido en el mapa del mundo como culminación de todo ese
proceso, inició su progreso económico, pero a un terrible coste humano bajo una
dictadura totalitaria. Al final, cuando el estalinismo se derrumbó debido a sus
propias contradicciones internas, las clases dominantes de todo el mundo se
mantuvieron profundamente hostiles al estado soviético.
Quizá por eso, la Rusia moderna, que ha convertido la «estabilidad» en uno de
los principios fundamentales de su gobierno, y piensa que cualquier revolución
va en contra de las bases de su filosofía política, nunca ha sabido qué hacer
con la carga que le supone el legado de 1917.
Carlos Canales Torres es abogado y escritor. Colaborador durante 13 años
del programa La Rosa de los Vientos de Onda Cero. Como especialista en
historia ha escrito decenas de artículos y libros.
Miguel del Rey es escritor y ha sido director de la revista Ristre
en su segunda etapa. Como autor especializado en historia militar ha publicado
decenas de libros y artículos.
Juntos han publicado entre otras obras Naves Negras, La Gran Guerra, Los
años de España en México, En tierra extraña, Esclavos y la trilogía
dedicada a la armada española formada por Las reglas del viento, Naves
Mancas, IX Premio Algaba; De madera y acero, Los halcones del mar.
Son también autores de la colección de éxito Trazos de la Historia, con títulos
como Polvo y Terror que versan sobre la Segunda Guerra Mundial.
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