La Librería de El Sueño Igualitario

978844143752.JPGCazarabet conversa con...   Miguel del Rey y Carlos Canales, autores de “Tormenta roja. La revolución rusa 1917-1922” (Edaf)

 

 

 

 

 

 

La Revolución Rusa de 1917 a 1922 contada por las plumas de Miguel del Rey y Carlos Canales. Editado dentro de la colección de Edaf Editorial en Desplegables.

Se trata de una crónica edificante de todos los sucesos que llevaron a cabo la caída del Zar y que terminaron por encumbrar a Stalin.

Lo que nos dice la sinopsis de esta editorial:

En el año 2017 se cumple el centenario de la Revolución Rusa, un punto de inflexión decisivo en la historia del mundo. Es el momento en que por primera vez los trabajadores de la madre Rusia establecieron su propio sistema de gobierno a través de los soviets, para acabar con la opresión feudal y ayudar a sentar las bases de un orden igualitario. Comenzó en febrero con el derrocamiento del zar, pero la crisis del gobierno provisional moderado que se estableció, llevó al rápido crecimiento del partido bolchevique. En octubre tomó el poder y se inició la segunda fase de la Revolución de la mano de Lenin y Trostki. La que llevó a la guerra civil e indujo a las distintas nacionalidades que formaban parte de la inmensa Rusia a declararse independientes mediante complicados procesos políticos asociados a la lucha armada. Con Stalin la URSS, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el nuevo estado que había aparecido en el mapa del mundo como culminación de todo ese proceso, inició su progreso económico, pero a un terrible coste humano bajo una dictadura totalitaria. Al final, cuando el estalinismo se derrumbó debido a sus propias contradicciones internas, las clases dominantes de todo el mundo se mantuvieron profundamente hostiles al estado soviético. Quizá por eso, la Rusia moderna, que ha convertido la --”estabilidad”—en uno de los principios fundamentales de su gobierno, y piensa que cualquier revolución va en contra de las bases de su filosofía política, nunca ha sabido qué hacer con la carga que le supone el legado de 1917.

Los autores, Miguel del Rey y Carlos Canales:

https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_del_Rey_Vicente

https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Canales_Torres

 

 

Cazarabet conversa con Miguel del Rey y Carlos Canales:

maxresdefault-(1).jpghqdefault-(1).jpg-Amigos, ¿este libro está pensado con cierta filosofía en torno a “lo didáctico”?

-No exactamente. Está pensando, como todas nuestras obras para llegar a todo el mundo. Es un ensayo que tanto sirve para iniciarse en la historia rusa del siglo XX como profundizar en ella. Para esto último utilizamos siempre notas y pies de fotos, generalmente con  datos muy desconocidos.

-Amigos, ¿qué aporta este nuevo libro de estudio e investigación a la Revolución Rusa?

-Sin duda alguna, la importancia de la guerra civil en todo el proceso de creación del Estado Soviético.

-¿Fue la Revolución Rusa, una “revolución de revoluciones”?(estaba el antecedente de 1905, la revolución de febrero del 17 y la “puntilla del Octubre Rojo”)

-En 1905 se produjo un levantamiento popular de las clases más desfavorecidas en busca de mejoras imprescindibles para mantenerse con vida, en ningún momento se intentó acabar con las instituciones. En febrero de 1917 se produjo una auténtica revolución que se encontró de golpe con algo que realmente no estaba segura de buscar: la caída de la monarquía y el imperio –con frecuencia se olvida al hablar de los sucesos de febrero el tamaño del imperio ruso, sus diferencias raciales y, sobre todo, la participación de los altos mandos del ejército en la caída de zar-. La revolución de octubre no fue más que un golpe de estado que salió bien destinado a acabar con un gobierno republicano de derechas, y que, como hemos comentado en la pregunta anterior, condujo a una sangrienta guerra civil.

Todo lo demás son mitos. 

canales1.jpg-¿Desde cuándo se estaba horneando la Revolución Rusa?, ¿cuáles fueron los principales ingredientes en el caldo de ebullición de esta revolución?

-Desde el momento en que las clases “ilustradas” del país –intelectuales, burgueses, militares y aristócratas-, decidieron que querían participar en las decisiones del Estado. Ni la revolución de febrero ni la de octubre, fueron desde abajo. Lenin o Trotski no eran trabajadores, eran intelectuales. Tampoco eran trabajadores los presidentes de la república entre febrero y octubre. Otra cosa muy distinta es que para lograr el triunfo de la revolución se necesitase a los obreros –y decimos a los obreros, no a los campesinos, que no se buscó su apoyo hasta noviembre, cuando Lenin vio que era imprescindible contar con ellos si quería que triunfase el golpe de estado. De hecho, el primer reparto de tierras que organizó Lenin fue para ganárselos-.  

-¿Qué importancia tuvieron los hechos de 1905 a corto, medio y largo plazo?

-En realidad, prácticamente ninguna. Insistimos en que, a pesar de lo que se diga, si se estudia lo sucedido con objetividad, después de 1905 no ocurrió nada. Campesinos y obreros continuaron malviviendo, la mayoría de los intelectuales partieron al exilio y el miedo del zar a una revuelta más profunda duró poco –no tardó en suprimir las mejoras que había firmado-. Recordemos que pasaron 12 años –mucho tiempo-, hasta le revolución de febrero, y que esta se vio impulsada por una guerra, la de 1914, que se complicó mucho más de lo previsto.

-A partir de esta fecha, me da que para la dinastía zarista todo empezó a ir de mal en peor y el Zar no hizo más que apretujarse en su palacio, su familia, sus aristócratas y estar “más ciego” ante las auténticas necesidades del pueblo…

-Tristemente a ningún zar le interesó nunca lo que llamaríamos hoy “clase baja”. En ese sentido Nicolás II no fue diferente a sus predecesores. Tampoco a la clase media y a la clase alta  –pequeños propietarios de tierras, burócratas, comerciantes y empresarios de todo tipo o aristócratas- les interesaba demasiado lo que les ocurriera a campesinos y obreros, mano de obra analfabeta y no especializada. En cuanto a las “auténticas necesidades del pueblo” normalmente se confunden las necesidades de esos campesinos y obreros –que apenas tenían para comer-, con las de una clase culta e instruida que quería para Rusia cambios políticos como los que llevaban un siglo produciéndose en Europa. Exactamente, desde la caída del Antiguo Régimen en 1815.     

-Con un Zar que se creía como “con derecho divino”, una divinidad, un Rey Sol y con la zarina Alejandra que cambiaba el gobierno o a algunos de sus ministros más destacados en plena I Guerra Mundial…

-El papel de la zarina en los últimos años del Imperio Ruso se ha visto engrandecido por una visión romántica de la pareja “Nicolás y Alejandra”. Mientras el zar estaba en el frente la zarina se limitó a llevar “la vida diaria del gobierno”, otra cosa muy distinta es que ella, que tenía otras preocupaciones -además de estar enferma, nunca había asumido la hemofilia de su hijo Aleksei, heredero al trono-, se dejara aconsejar por una camarilla que –recordemos-, ya estaba allí y también asesoraba al zar.

canales-rey56001.jpg-Y el descontento en la calle, “in-creciendo” por la guerra que se había convertido en toda una sangría con, además, las consecuencias sufridas por el pueblo que cada vez sufría más las consecuencias. Digamos típicas, de la posguerra…

-Desgraciadamente para el zar, las consecuencias de una guerra nunca son objetivas. Cuando las guerras se ganan, las cosas van bien, independientemente de los cadáveres que queden en el camino. Si las guerras se pierden, los muertos son carne de cañón y las batallas sangrías insoportables. En 1914 el ejército ruso, que aún se lamía las heridas de su inesperada derrota en 1905 ante los japoneses,  no estaba preparado para la guerra y apenas consiguió alguna victoria. Tampoco lo estaba en 1941, acabó por vencer a base de esfuerzo y muertos, y su lucha se convirtió en algo heroico.

-El Zar tampoco es que tuviese mucha habilidad para saber rodearse de buenos consejeros ni políticos ni tampoco militares y más cuando destituye a su primo para estar al mando de las tropas en la Gran Guerra…

-Al zar, como les ha ocurrido a muchos monarcas en la historia, no le interesaba la política. Se mantenía en su puesto, por obligación y tradición. Sí, podemos jugar con que vivía rodeado de lujos y todas esas cosas… pero en realidad, él no conocía otra vida. El destino le había deparado ese papel y se limitaba a cumplirlo mientras soñaba con llevar lo que consideraba una vida sencilla –sin responsabilidades pero con buena calidad de vida-. Sin más. Se hizo cargo del ejército durante la Gran Guerra –con la opinión en contra del Estado Mayor-, porque, simplemente, pensaba que era su obligación.

-Pero quizás los peores errores fueron los políticos y los de falta de empatía con la población no aristócrata…

-No hay errores políticos en la vida del zar. Ni siquiera se los planteaba. La política la llevaban sus ministros y sus ministros se movían por sus propios intereses –es imposible que hoy esto pueda sorprenderle a alguien-. Si las cosas iban bien, los ministros se mantenían en su puesto; si iban mal, los sustituía. Tampoco tenía relación alguna con la población, eran sus súbditos. Ni siquiera  trataba apenas con los aristócratas que no fuera de su familia.

-Porque, lo que hoy conocemos como “clase media” o burguesía en torno a según qué oficios era minoritario y con poco poder decisorio…

-La burguesía existía y no era tan minoritaria como se cree normalmente. El problema está en que estamos acostumbrados a pensar en Rusia como San Petersburgo o Moscú, y nos olvidamos de que el Imperio incluía, por ejemplo, lugares y gentes tan distintos como Polonia, Finlandia, Ucrania, Bujara o Vladivostok. En todos los lugares del Imperio existía una burocracia enorme que daba de comer a esa clase media que estaba poco dispuesta a perder privilegios. Evidentemente, el poder decisorio a nivel de Estado era nulo, estaba en manos del zar; pero muchas veces eso no era demasiado importante si el burócrata, el propietario de tierras o el industrial, podía imponer sus propias leyes en su área de influencia.

maxresdefault.jpg-Convivir con los terratenientes, el gran soporte del sistema zarista, debía ser muy difícil…

-Es un error pensar en los terratenientes como único soporte del sistema zarista. Generalmente aristócratas y grandes terratenientes eran los mismos; junto a ellos existían un sinfín de propietarios de tipo medio que habían aprovechado la pobreza de sus vecinos a la hora del primer reparto de tierras -a finales del siglo XIX-, y una enorme cantidad de burócratas pagados por el Estado que, en los lugares remotos del Imperio, actuaban como auténticos caciques.  

-¿La monarquía zarista era muy diferente a la de cualquier otra casa real europea?;

-Insistimos en que la monarquía zarista mantenía el Antiguo Régimen, anterior a la Revolución Francesa de 1789. Ni había evolucionado ni quería hacerlo. En 1917 el resto de las monarquías eran teóricamente parlamentarias desde 1815.

-Al menos,  sí lo eran las políticas que se reflejaban socialmente hablando; parecía una sociedad muy vertical, estratificada, sacada de la época medieval…

-No era medieval. Era como hemos dicho, una sociedad del Antiguo Régimen.  Es fácil determinar en que se basaba el Antiguo Régimen mediante tres puntos muy conocidos:-Monarquía absoluta. En el caso ruso, ningún zar estuvo nunca dispuesto a ceder ni un ápice de su poder, que emanaba directamente del poder divino.-Sistema económico en transición del feudalismo al capitalismo. En 1917, Rusia intentaba poco a poco convertirse en un estado capitalista.-Burguesía que no consigue acceder al papel de clase dominante que desempeñan otros estamentos privilegiados que sí cuentan con el apoyo de la monarquía. Desde la última década del siglo XIX, el verdadero problema de la sociedad rusa.

-Llevas cinco novelas todas con ese estilo tan trepidante, divertido, ¿eres o te consideras  novelista más de personajes que “de escenarios”?

-Además de nuestras obras por separado, hemos publicado juntos a lo largo de los años 35 ensayos históricos. Siempre hemos intentado entretener y darle un toque personal a nuestros libros, sin alejarnos en ningún momento de los hechos rigurosos o las opiniones objetivas.

 

 

 

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Tormenta roja. La revolución rusa 1917-1922. Miguel del Rey, Carlos Canales   
320 páginas
25.00 euros
Edaf


En el año 2017 se cumple el centenario de la Revolución Rusa, un punto de inflexión decisivo en la historia del mundo. Es el momento en que por primera vez los trabajadores de la madre Rusia establecieron su propio sistema de gobierno a través de los soviets, para acabar con la opresión feudal y ayudar a sentar las bases de un orden igualitario.

Comenzó en febrero con el derrocamiento del zar, pero la crisis del gobierno provisional moderado que se estableció, llevó al rápido crecimiento del partido bolchevique. En octubre tomó el poder y se inició la segunda fase de la Revolución de la mano de Lenin y Trostki. La que llevó a la guerra civil e indujo a las distintas nacionalidades que formaban parte de la inmensa Rusia a declararse independientes mediante complicados procesos políticos asociados a la lucha armada.

Con Stalin la URSS, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el nuevo estado que había aparecido en el mapa del mundo como culminación de todo ese proceso, inició su progreso económico, pero a un terrible coste humano bajo una dictadura totalitaria. Al final, cuando el estalinismo se derrumbó debido a sus propias contradicciones internas, las clases dominantes de todo el mundo se mantuvieron profundamente hostiles al estado soviético.

Quizá por eso, la Rusia moderna, que ha convertido la «estabilidad» en uno de los principios fundamentales de su gobierno, y piensa que cualquier revolución va en contra de las bases de su filosofía política, nunca ha sabido qué hacer con la carga que le supone el legado de 1917.


Carlos Canales Torres
es abogado y escritor. Colaborador durante 13 años del programa La Rosa de los Vientos de Onda Cero. Como especialista en historia ha escrito decenas de artículos y libros.

Miguel del Rey
es escritor y ha sido director de la revista Ristre en su segunda etapa. Como autor especializado en historia militar ha publicado decenas de libros y artículos.

Juntos han publicado entre otras obras Naves Negras, La Gran Guerra, Los años de España en México, En tierra extraña, Esclavos y la trilogía dedicada a la armada española formada por Las reglas del viento, Naves Mancas, IX Premio Algaba; De madera y acero, Los halcones del mar. Son también autores de la colección de éxito Trazos de la Historia, con títulos como Polvo y Terror que versan sobre la Segunda Guerra Mundial.

 

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