La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Juako Escaso, autor de "Todo que ganar" (La Oveja
Roja)
Una
novela reivindicativa, valiente y descarada desde La Oveja Roja.
Aquello
que nos dice y nos explica la editorial:
De Vitoria a Madrid, del 76 a hoy... una novela para
recuperar la conflictividad obrera sangrientamente segada el 3 de marzo del 76
en Vitoria.
«A la memoria de las huelgas de Vitoria-Gasteiz de
1976 y de las víctimas de la represión pasada y presente.»
Dedicatoria del autor
Vitoria, 1976 - Madrid, 2014. Casas okupas,
capitalismo desenfrenado y resistencias tan cotidianas como reprimidas. Eso es
hoy. Y ayer: movimiento obrero, sindicalismo autónomo y vorágine de protestas
ante un régimen dictatorial en transición. Un hilo: filial; una hija intentando
saber más sobre la existencia y el final de su propia madre. Una constante:
tricornios, uniformes y violencia amparada por el Estado. Y una fecha clave:
Vitoria, el 3 de marzo de 1976. Una fecha llena de sangre; una matanza. 5
muertos y 130 heridos tras la intervención de la Policía Armada ante una
iglesia durante una jornada de huelga.
Juako Escaso sostiene dos hilos para una novela que
mira allá donde el poder no querría que mirásemos, a las resistencias y luchas
de nuestra falseada transición y de nuestro engañoso presente. Y mirar ahí
evidencia también la represión de los aparatos del Estado, marido de
conveniencia del capital: la capa de hormigón y sangre vertida para controlar
el movimiento obrero autónomo de los 70 y la violencia cotidiana ejercida sin
escándalo contra los sujetos hoy de la resistencia. Dos hilos que se unen y
tocan para recordar que nuestra única posibilidad es la lucha y que nada que
perder es todo que ganar.
La
editorial, un proyecto comprometido:
La Oveja
Roja es un proyecto nacido de azares, encuentros y desencuentros.
La Oveja
Roja somos muchos y al mismo tiempo, muy pocos. A nadie se le escapa que en el
seno de nuestra sociedad siguen existiendo enormes muros de silencio. Si nos
quedamos tan solo con lo transmitido por los periodistas de la gran prensa, con
lo interpretado por esos corresponsales que viven en los mejores barrios de las
más caras ciudades, y con lo escogido y traducido por los grandes grupos de
edición, apenas conseguiremos asir una mínima parte de lo que viven y piensan
nuestros compañeros de viaje. Los puentes tejidos entre nuestras gentes parecen
beneficiar siempre a los mismos. Los más poderosos, quizás; los más
influyentes, sí; los «responsables», bien; pero ellos no son todos. Cualquier
obra sin grandes pretensiones «comerciales» será excluida de todo circuito
«comercial». Cualquier pensamiento crítico quedará por fuerza al margen.
Así que
tras mucho pensarlo emprendimos el camino. No ha sido fácil, pero nuestras peripecias
dieron sus primeros frutos; La Oveja Roja llegó a su primer puerto. Tres
libros. Luego dos más. Y así sucede desde entonces. Poco a poco y sólo con la
fuerza de nuestro trabajo y la ayuda de quienes encontramos por el camino y
quienes estuvieron a nuestro lado. Queríamos dar la voz a quienes merecen ser
escuchados. Queríamos apoyar la difusión de los análisis críticos que tanto
necesitamos para construir un mundo con el que queramos soñar. Queríamos
resistir y nos pusimos a crear. http://www.laovejaroja.es/principal.htm
Un
escritor en mayúscula. Autodidacta en todo, también en la vida:
Juako Escaso (Madrid, 1979) es,
entre muchas otras cosas, poeta y novelista.
De su educación formal poco podemos contar: la abandonó a consciencia para
buscar trabajo e intentar aprender algo de la extinta Escuela de Letras y de la
Escuela de Cine y Audiovisual. Con ese bagaje y con una dilatada experiencia
vital en entornos okupas y autogestionarios llevó sus luchas también al ámbito
de lo cultural.
En el ámbito audiovisual trabajó como redactor y guionista de varias
productoras, llegando incluso a fundar la suya propia y a dirigir el
documental Mañana podría estar muerto (2012). En lo literario,
su primera novela, Incierto amanecer (Hermida
Eds., 2010), tuvo el dudoso honor de ser seleccionada entre las finalistas al
Premio Planeta 2010 y Premio Círculo de Lectores 2011. En 2012 apareció su
primer poemario, Mañana sin amo (La Oveja Roja).
Cazarabet conversa con Juako
Ascaso
-Juako , se trata ésta de una novela ambientada entre la
clase obrera y, también cómo no, la lucha obrera desde Gasteiz y reflejada
en otros lugares… en los años 70, pero incluso más allá porque cuando la
empiezas a leer ya reconoces conductas, comportamientos, reivindicaciones,
abusos de poder que igualmente se dan al cabo de casi cuarenta años. ¡Qué poco
ha avanzado el compromiso con el trabajador!. Coméntanos. ¿Podríamos decir que
incluso, llevados por la inercia inoperante de muchos sindicalistas, la
lucha obrera perdió fuelle?; ¿O es casi un delito llamar “lucha obrera” a lo
que se ha llevado a cabo durante años…?
-El planteamiento de la narración sobre dos personajes en dos épocas distintas
parte precisamente de la intención de mostrar esas similitudes entre el pasado
y el presente, lo poco que hemos avanzado en ciertos ámbitos a pesar del
maquillaje llevado a cabo desde el discurso oficial y desde eso que llaman
“opinión pública”.
Sí ha habido lucha obrera durante los últimos 40 años, por supuesto. No todo
han sido luchas ejemplares, claro, pero sí ha habido varios experiencias de
dignidad y espíritu combativo. El problema es que la lucha obrera está o ha
estado sobrevalorada, idealizada en cierto modo. Durante años ha habido una
tendencia a considerar lo obrero como sinónimo de revolucionario y esta no es,
ni de lejos, la realidad. Entonces y ahora, el movimiento obrero ha sido
reformista en sus planteamientos y aspiraciones, a excepción de una minoría
comprometida con la ruptura del modelo social, político y laboral.
-Es
que ya en aquellos años la lucha obrera luchaba contra el capitalismo que se
iba neo liberalizando justo después de la dictadura franquista y en plena
transición… ¿Qué nos puedes decir?
-Sin duda, el movimiento obrero se enfrentaba a un capitalismo que ya empezaba
a mostrar su nueva cara. Fue el comienzo de la devaluación de la fuerza de
trabajo como tal, sustituida por la tecnología. En España, además, coincidía
con la muerte de Franco (que no del franquismo) y la necesidad por parte del
Capital y el Estado de reciclar una imagen demasiado relacionada con la
dictadura. Europa y su gran mercado tomaban ya forma de la mano de un modelo de
negocio basado en el consumismo. Tocaba reciclar el “viejo régimen” en otro más
moderno, basado en derechos y deberes, libertades incluidas, pero controlado y
dosificado en función de los intereses de la clase dominante. El Capital
siempre ha sabido adaptarse y en los años setenta dio un ejemplo de ello
apoyando la transición hacia la democracia. El movimiento obrero de Vitoria
sufrió tal grado de represión precisamente porque el poder no podía correr el
riesgo de que triunfase y se extendiera el ejemplo del movimiento asambleario y
autogestionario.
-Según voy
leyendo en este libro tuyo, pero también otros libros: novela, de
testimonio, de investigación, etc…diría que la
transición fue una especie de período controlado y bajo la mirada del poder ,
de otros países y de muchos intereses….de los intereses de siempre: de los
mismos que ya lo ostentaban en la dictadura y así sigue siendo….el poder del
Estado lo tienen los banqueros, los intereses de los grandes empresarios , corporaciones
y demás….bajo el beneplácito de algún que otro país que bien le fue y le ha ido
con la dictadura, con una transición domesticada y unos gobiernos que nunca se
han querido hacer de mal querer…Varias preguntas Juako:
¿Qué protagonismo debería haber tenido , y quizás no tuvo, esa parte de la
población contestataria y que no se deja chantajear así como así?; ¿Qué
protagonismo tuvo y todavía retiene , la lucha y el movimiento obrero de los
70, y que es todo un ejemplo a mirarse?
-Los setenta fueron años duros, aún te podían llevar ante un tribunal militar
acusado de sedición por participar en algo como lo de Vitoria; es comprensible
que mucha gente, a pesar de la actitud contestataria y de intuir lo que se
cocía en los despachos de la política institucional, se mostrara prudente. Hubo
quienes pagaron un alto precio por su rebeldía. Es innegable, además, que el
capitalismo supo vender muy bien la idea de progreso y prosperidad; de hecho,
muchas personas que procedían del sindicalismo y de las ideologías socialistas
se subieron a ese carro sin demasiados escrúpulos, pisoteando incluso las ideas
que habían defendido hasta entonces; otros, lo hicieron por pura inercia o ante
la incapacidad de articular una alternativa. Sin embargo, y, a pesar de todo,
también se crearon focos de lucha y resistencia que fueron ejemplo y lo siguen
siendo. Vitoria es posiblemente el más emblemático por la dureza de la
represión y por la fuerza de la organización obrera, pero recordemos que
simultáneamente las movilizaciones tuvieron lugar en muchos puntos del Estado;
en el cinturón industrial de Madrid, por ejemplo, había entonces 300.000
obreros movilizados y también duramente reprimidos. En mi opinión, si algo
persiste de aquellas luchas que pueda servirnos de referencia hoy es, sin duda,
la solidaridad. Las huelgas de entonces eran muy largas y podían resultar
dramáticas para las familias, pero se llevaban adelante gracias a las cajas de
resistencia, el apoyo mutuo y la unión de las personas.
-Yo
digo que “reconozco” momentos y situaciones, pero, me pregunto ¿De veras es así
(tú amigo Juako lo has sentido, también así?, ¿Cómo
lo ves tú como escritor y relator de situaciones lo de remontarte hasta las
protestas obreras de los 70?
-Para mí lo interesante de aquellos años es que tenían una gran potencialidad
de cambio, es decir, que una vez muerto Franco y sin un rumbo todavía
claramente definido, seguramente existía la sensación de que “todo era
posible”. Las ideologías todavía tenían mucha fuerza, y también la clase
obrera, al menos como sujeto histórico capaz de llevar adelante la anhelada
revolución. Incluso la lucha armada tenía amplio respaldo entre la izquierda.
Lo que a mí me gustaría, y por lo que he escrito esta novela, es creer que el
futuro nos brindará otra oportunidad como esa, que habrá un nuevo despertar de
conciencias y un nuevo empuje orientado a crear una sociedad justa e
igualitaria. Buscar en el pasado los ejemplos que nos sirvan de inspiración es
un ejercicio alentador y necesario.
-Y
sobre los personajes que vas dibujando: ¿qué nos puedes decir porque ese
descontento, ese desaliento, ese desencanto está ahí latente casi, casi como
una especie de lapa que ya no nos ha dejado…?
-Si te refieres al desaliento que ha vivido la izquierda radical o
revolucionaria durante los últimos cuarenta años estoy de acuerdo, siempre ha
estado ahí. Pero lo que hay ahora, creo, es otro tipo de descontento, menos
ligado a la ideología y más a la pura frustración de las personas, tal vez de
manera inconsciente, ante una sociedad que deshumaniza la vida y nos confina a
una existencia de producción y consumo.
-El
escarmiento que sufrió todo movimiento implicado con el obrerismo, todo
pensamiento de izquierdas y republicano, toda mente abierta,
librepensadora….fue tan bestia que nos ha llevado a una especie de
“conformismo” o de “ande yo caliente que se ría la gente…”?
-Puede que esto no guste, pero creo que el conformismo es muy de izquierdas, al
menos a partir de los años 60. La liquidación del maquis rural y urbano, la
eliminación de la izquierda revolucionaria (en cárceles, paredones y exilios) y
el proceso de “transacción” democrática ciertamente dieron lugar a una
izquierda “light”, institucionalista, reformista y pactista que se materializó
en la victoria electoral del PSOE a principios de los 80, después de la
renuncia al marxismo y la persecución del asamblearismo y la autogestión. La
socialdemocracia resultante (Partido Comunista incluido) degeneró
progresivamente hasta confluir con el liberalismo y la concepción capitalista
de la sociedad. Poco queda ya de aquella solidaridad obrera.
-La
represión se puede llevar a cabo de muchas maneras: la más directa podríamos
decir que es la que llevan a cabo la policía o la Guardia Civil, (en el caso
que analizamos de Gasteiz) y que es la que lleva a muchos manifestantes a caer
heridos cuando no algo peor, pero hay otros muchos tipos de represión en el
caso de que nos fijemos en las maneras de llevarla a cabo de forma indirecta:
la que te realizan en el trabajo, las coacciones, las amenazas de que:” si
llevas a cabo esta queja o reivindicación, te quedas sin trabajo…” ; la de los
propios compañeros que no comparten las maneras de ver las cosas o el tipo de
quejarse y de reivindicar…
-Capitalismo es represión, sin duda. Es más, diría que democracia también es
sinónimo de represión. Violencia obscena y brutal como la desatada en Gasteiz,
o violencia de baja intensidad como la que se lleva a cabo mediante la
escolarización obligatoria, la criminalización de la disidencia o la
manipulación mediática. Todo forma parte de la estrategia represiva del Estado
capitalista. Hoy, posiblemente, la situación sea más grave incluso que la de
hace cuarenta años, pues es mayor el nivel de desmovilización, sumisión y
colonización de las conciencias.
-Al
final se trata de luchar, luchar y no conformarse ni bajar los
brazos….haciéndolo todo con dignidad y sin dejar de apretar el acelerador del
obrerismo…¿Cómo lo ves?; ¿Es la paciencia y la perseverancia nuestra mejor
arma?
-Ya he dicho antes que no creo en el obrerismo. Es una posición personal que en
la novela se refleja claramente a través de las reflexiones de las
protagonistas. Para mí la opción no debería ser la lucha por el empleo -aunque
entiendo que la defensa del puesto de trabajo es necesaria para mucha gente-,
ni tampoco por la gestión de los medios de producción. Creo que es necesario
repensar los conceptos de trabajo, productividad, tiempo libre, economía, etc... No es muy distinto dejarme explotar por un sueldo
que explotarme yo mismo para bien de mi empresa, que es hacia dónde vamos hoy.
El problema es que mientras estemos en un sistema capitalista tenemos que jugar
con sus reglas. Y la opción de “salirse del sistema” no es real hoy día por
mucho que haya quien la pregone como una panacea. Yo he tratado de hacerlo
durante años, conozco bien la precariedad y las dificultades que eso supone. Y
aunque hay iniciativas interesantes, son aún muy marginales. Al final, lo que
queda es aguantar el chaparrón con la mayor dignidad posible y sin
martirizarse, siendo conscientes de que hay que aportar ideas nuevas y de que
quizá no vivamos el cambio de paradigma. Y todo esto, claro, sin perder la
esperanza, pues, como decía Rosa Luxemburg, “no hay
nada más impredecible que una revolución una hora antes de que estalle”.
-Y
si hablamos de lucha. ¿De qué manera se deben utilizar nuestras herramientas de
lucha….qué diferencias deben haber respecto a los años 70?
-Hoy no luchamos por el puesto de trabajo como se hacía en los años 70,
claramente. Ahora lo que tenemos son mini-jobs,
disolución de convenios, contratos únicos, despido libre, etc. ... A ninguna persona joven se le
ocurre, por ejemplo, pensar hoy en su pensión de jubilación, puesto que
probablemente eso ni siquiera existirá dentro de unos años. La intención del
capitalismo es destruir lo poco que queda de los derechos laborales y favorecer
una necesidad y una competencia tan brutales que hagan imposible la
solidaridad. Ahí está seguramente uno de los territorios de lucha que quedan,
que no es otro que el de la dignidad y el apoyo mutuo. Otra estrategia es
articular modelos de trabajo colaborativos, aunque ya he dicho que esto es muy
vulnerable ante la persecución del capitalismo y su legalidad. En cuanto a
herramientas de acción directa, la cosa está difícil. Lo estamos viendo
actualmente con las leyes mordaza, la reforma laboral, la ley de tasas
judiciales, etc. La autodefensa es necesaria (al menos como desahogo), pero
debe hacerse ver y oír para no sucumbir bajo la presión de los medios de
desinformación y la “opinión pública”. Yo no sé cuál es la estrategia a seguir
a partir de ahora. La apuesta por ganar las instituciones no me convence en
absoluto, pero tampoco veo alternativas. Mi apuesta, hoy por hoy, sería
fomentar el éxodo urbano, favorecer las economías locales autogestionarias
organizadas en red y derribar valores como el consumismo y la productividad. Es
muy complicado crear algo nuevo...
-Juako, esta novela esconde mucho trabajo, diría yo, de
documentación ¿Cómo fue? ¿Y la metodología de trabajo?
-El proceso de documentación y de escritura fue largo, de unos tres años o así.
Y diría que es lo más reconfortante de todo, puesto que está repleto de
vivencias, esfuerzo, personas interesantes, etc. Para esta novela hice una
primera visita a Vitoria y recopilé libros, documentales e informes. Más tarde,
ya con la trama de la novela esbozada y algunos capítulos escritos, pasé allí
un mes investigando y entrevistándome con diferentes personas que vivieron
aquellos hechos. Esto fue lo más enriquecedor. Estar en el escenario de la
acción y respirar el ambiente te aporta una comprensión profunda de las cosas.
Yo soy escritor “de campo”, me gusta conocer de primera mano aquello sobre lo
que escribo, en la medida de las posibilidades, claro. Después dediqué casi un
año a escribir y corregir hasta que tuve el primer borrador, que era mucho más
largo que el libro actual... Es un trabajo laborioso y que requiere mucha
constancia y motivación, puesto que a veces se hace un poco cuesta arriba y se
puede llegar a perder la visión e incluso el sentido de las cosas. Me ayudó
mucho el apoyo de mi gente y también la precariedad laboral, ya que al estar en
paro le pude dedicar muchas horas a escribir.
-Amigo,
sostienes que dadas las circunstancias de abuso a la que es sometida la
ciudadanía obrera, hay que seguir en el empeño de la lucha porque “no hay nada
que perder…todo que ganar”…supongo que este pensamiento se puede enmarcar,
tanto en los años 70 como hoy y ahora…Aunque los tiempos cambian y las
comparaciones son odiosas:¿qué lectura, comparativa, nos puedes hacer de hace
unos años, respecto a ahora?
-“Todo que ganar” es una referencia al espíritu de aquella lucha vivida en
Gasteiz y, por extensión, a todas las luchas de corte asambleario y
autogestionario. Uno de los lemas de entonces fue “de poder a poder”, es decir,
que llegado un punto la lucha no se establecía ya en término laborales sino
políticos. Era un pulso entre la legalidad institucional y la legitimidad
obrera. Fue un momento convulso, en el que las conquistas laborales y políticas
se percibían como posibilidades reales. En lo relativo a la actualidad, la
expresión “todo que ganar” hay que leerla como “nada que perder”. La democracia
capitalista ha creado una sociedad en la que apenas podemos respirar, en la que
ser libre es comprarse un coche, hablar por whatsapp
o hacer turismo dos veces al año. Nos repiten una y otra vez que este es el
mejor de los mundos, que la felicidad está en nuestras manos y que renegar de
esto es ser un inadaptado, un loco o incluso una amenaza. Lo peor es que la
mayoría lo cree o finge hacerlo. Nos han colonizado hasta las mismas entrañas.
De hecho, en materia de derechos y libertades estamos casi en el punto de
partida de hace cuarenta años. ¿Qué es lo que nos hace seguir dando vueltas en
la rueda?
-Novelas
como la tuya, ¿deberían ocupar un lugar de preferencia, como un subgénero ,
porque aborda el tema social, de la lucha y la protesta y el “retrato y dibujo”
de situaciones, circunstancias y personajes bien especiales porque , a muchos,
ya de entrada se les atragantan y eso ya es positivo…¿Qué piensas al respecto?;
¿Crees que el género de novela puede y debe actuar como otra punta de lanza
contra el abuso del poder….?
-Ya lo dije en otra entrevista: la novela debería ser un revulsivo social. Como
escritor, no concibo la creación sin una relación directa con el momento
histórico y sin una voluntad de cuestionamiento y de crítica. Hay personas a
las que eso les molesta porque se han creído el cuento de que “el arte” es algo
puro y etéreo que discurre al margen de los acontecimientos sociales y
políticos. Esa es la versión del poder, por supuesto. Para mí la visión crítica
es tan importante como la calidad narrativa y creo que son perfectamente
compatibles. Hoy, más que nunca, es importante posicionarse.
-Ya
por último Juako…cuando la gente se echa a la calle
con la protesta como en Gasteiz y el gobierno sofoca la protesta como lo hizo
sin, después, hacerse justicia con las víctimas, automáticamente se abre otro frente
de lucha, el de pedir casi gritando, justicia….porque en esa lucha, jamás,
habrá nada que perder ¿no?
-Esa lucha es la más importante de todas. La actuación de los sucesivos
gobiernos en este aspecto ha sido lamentable, negando a las víctimas el reconocimiento
de su dolor e incluso tratándoles de terroristas. Es importante que se cumplan
las tres exigencias que se hacen desde la Asociación de Víctimas del 3 de
Marzo: verdad, justicia y reparación. Esclarecer lo que ocurrió, cómo ocurrió y
por qué ocurrió es fundamental para preservar la memoria colectiva de las
luchas. De lo contrario, estaremos condenados a repetir la historia. Esa es
otra de las razones por las que decidí escribir esta novela.
19547
Todo
que ganar. Juako
Escaso Higuera
416 páginas
13,5 x 21,5 cms.
19,00 euros
La Oveja Roja
De Vitoria a Madrid, del 76 a hoy... una novela para recuperar la
conflictividad obrera sangrientamente segada el 3 de marzo del 76 en Vitoria.
Vitoria, 1976 - Madrid, 2014. Casas okupas, capitalismo desenfrenado y
resistencias tan cotidianas como reprimidas. Eso es hoy. Y ayer: movimiento
obrero, sindicalismo autónomo y vorágine de protestas ante un régimen
dictatorial en transición. Un hilo: filial; una hija intentando saber más sobre
la existencia y el final de su propia madre. Una constante: tricornios,
uniformes y violencia amparada por el Estado. Y una fecha clave: Vitoria, el 3
de marzo de 1976. Una fecha llena de sangre; una matanza. 5 muertos y 130
heridos tras la intervención de la Policía Armada ante una iglesia durante una
jornada de huelga.
Juako Escaso sostiene dos hilos para una novela que
mira allá donde el poder no querría que mirásemos, a las resistencias y luchas
de nuestra falseada transición y de nuestro engañoso presente. Y mirar ahí
evidencia también la represión de los aparatos del Estado, marido de
conveniencia del capital: la capa de hormigón y sangre vertida para controlar
el movimiento obrero autónomo de los 70 y la violencia cotidiana ejercida sin
escándalo contra los sujetos hoy de la resistencia. Dos hilos que se unen y
tocan para recordar que nuestra única posibilidad es la lucha y que nada que
perder es todo que ganar.
Juako Escaso (Madrid, 1979) es, entre muchas
otras cosas, poeta y novelista.
De su educación formal poco podemos contar: la abandonó a consciencia para
buscar trabajo e intentar aprender algo de la extinta Escuela de Letras y de la
Escuela de Cine y Audiovisual. Con ese bagaje y con una dilatada experiencia
vital en entornos okupas y autogestionarios llevó sus luchas también al ámbito
de lo cultural.
En el ámbito audiovisual trabajó como redactor y guionista de varias
productoras, llegando incluso a fundar la suya propia y a dirigir el documental
Mañana podría estar muerto (2012). En lo literario, su primera novela, Incierto
amanecer (Hermida Eds., 2010), tuvo el dudoso honor
de ser seleccionada entre las finalistas al Premio Planeta 2010 y Premio
Círculo de Lectores 2011. En 2012 apareció su primer poemario, Mañana sin amo
(La Oveja Roja).
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