Cazarabet conversa con... Francisco Javier Aguirre, autor de “Tierra
de silencios. Memorial turolense”
(Dobleuve)
Dobleuve edita un conjunto de relatos
testimoniales o memorialísticos vividos y muy
sentidos desde la pluma de Francisco Javier Aguirre.
Un libro pensado para Teruel y sus gentes:, según explican los propios editores: “Un libro plenamente integrado en la
provincia de Teruel, tanto por su temática como por la personalidad de sus
realizadores. El autor, Francisco Javier Aguirre residió una década en Teruel
(1978-1988) y ha mantenido una constante relación con la ciudad y la provincia
a muchos niveles: profesionales, académicos, literarios y personales”
El prólogo
viene desde la pluma de Javier Sierra y el epílogo de Antón Castro. También el
ilustrador del libro es turolense, de Villarquemado,
el joven artista Nairo Hernández Úbeda.
Un libro
dedicado a dos aragoneses de pro: “El libro en su conjunto está dedicado a José
Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente, turolense de adopción el uno y de
naturaleza el otro, dos personalidades imprescindibles en la historia reciente
de Aragón. Con ellos mantuvo el autor, en el primer caso, y mantiene, en el
segundo, una estrecha relación”.
El libro nos viene prologado por Javier Sierra
con el epílogo de Antón Castro.
Lo que nos dice la sinopsis del libro: Los doce relatos del libro son, por una
parte, una geografía literaria de la provincia y, por otra, un homenaje
personal y colectivo a sus moradores. Desde el primero, ‘Reencuentro’, que
tiene su epicentro en Alcañiz, hasta el último, ‘Música’, que se ubica en la
capital, la vena literaria del autor irriga con diferentes estilos la práctica
totalidad del territorio. Hay tragedia en ‘Cenizas a la hoguera’ y en ‘Polvo
enamorado’, ironía festiva en ‘Museo minero’, intriga, esoterismo y análisis
psicológico en ‘Fuego en la sien’ y en ‘Misterios de la mente’, erotismo difuso
en ‘El resplandor’, así como discreta comicidad y elaborado costumbrismo en
otros textos. Con referencias más o menos directas a todas las comarcas, el libro
resulta de una gran amenidad, compaginada con cierto espíritu reivindicativo y
analítico sobre el futuro que nos aguarda
Cada uno de los
relatos está dedicado a personas singulares, en su mayor parte fallecidas, con
quienes el autor mantuvo intensa relación en vida. Un par de relatos se dedican
a colectivos relacionados con el tema, en concreto a los campaneros y a los
mineros fuera ya de función. Los relatos ofrecen una temática variada, una
escritura pulcra, con algunos ribetes cómicos y otros trágicos a tenor del
argumento desarrollado, siempre destilando un acendrado amor por esta provincia
y sus gentes.
Cazarabet
conversa con Francisco Javier Aguirre:
-Amigo Javier, ¿qué es lo que pretendías trasladándonos este
libro, editado por Editorial Dobleuve, Tierra de silencios, Memorial turolense?
- Ha sido la voluntad de
contribuir, una vez más, al conocimiento y difusión de Teruel y riqueza
cultural. Se trata de un libro plenamente turolense, desde el editor e impresor
hasta el ilustrador, un joven artista de Villarquemado.
También el prologuista, el prestigioso escritor turolense Javier Sierra, así
como el epiloguista, el querido y
admirado Antón Castro, tan vinculado a la provincia, han contribuido
a que esta pequeña aportación, dedicada a personas, en su mayoría
fallecidas, con quienes mantuve muy buena relación, me haya servido para
expresar esos sentimientos que a veces permanecen a la espera de poderse
manifestar. Oportunidad que me han concedido a los hermanos Perruca al editar este libro.
-¿Dibujas con palabras,
retratas con descripciones lo que sentiste y sientes a tu paso por tierras
turolenses?
-Como se dice en la
contracubierta, remedando las palabras del gran José
Antonio Labordeta, quien ha vivido intensamente en
Teruel, aunque haya tenido que partir luego por razones varias,
siempre retorna por un motivo u otro. Yo llegué voluntariamente a
Teruel lleno de gozo, buscando un contraste con Madrid, donde había vivido 13
años, y también salí de Teruel un decenio después, lleno de gozo, por
razones familiares, entre otras, pero sabiendo que en Teruel quedaba una gran
parte de mi corazón, tomada la expresión en todos los sentidos. Por
supuesto, seguí trabajando por la provincia en diferentes
iniciativas, que sería largo enumerar. Y sigo en ello, la mayor parte
de las veces en silencio, sin relieve especial, pero imbuido siempre por esa
magia que la ciudad y la provincia ejercen sobre mí.
-Y lo haces mediante una
especie de reflexiones/relatos que se trasladan por Teruel…
-En esta ocasión ha tocado así. En anteriores, lo hice de forma
más académica, como por ejemplo al publicar en 2003 Puertas abiertas, el patrimonio monumental revitalizado, o la Guía de Teruel y provincia en 2007, o
desarrollando la investigación en el archivo de la Comunidad de Teruel, ubicado
en Mosqueruela, que conseguí ordenar, catalogar y microfilmar, tras 25 años de
trabajo, apoyado por un pequeño núcleo de investigadores, aunque de todo
ello no se habla en los relatos que componen el libro.
- ¿Son tus memorias
reflexivas sobre lo que te evocan tus pasos seguidos por tierras
turolenses?
- En las historias que se recogen en el libro Tierra de silencios. Memorial turolense hay
aportaciones claramente personales, pero otras proceden de informaciones que he
ido recogiendo a lo largo del tiempo. Han sido centenares los viajes
realizados a la capital y por la provincia a lo largo de más de 40 años.
-Teruel, ¿qué es para ti, qué significa?, ¿qué es lo que te
impregna de esta tierra cada vez que cierras los ojos?
-En la capital y en
algunos pueblos hay personas que para mí resultan inolvidables. Gran parte de
ellas han fallecido ya. Por citar un solo ejemplo, me referiré a Vicente
Casanova y su esposa María Luisa, en Valdealgorfa,
padres de nuestro gran historiador Julián Casanova, catedrático de
historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza, y más apreciado
fuera que dentro de Aragón, aunque haya recibido este año el ‘Premio de las
Letras Aragonesas’. Pero hay muchas más personas, aún vivas,
a las que no se cita, al menos de forma directa. Evidentemente, no
puedo obviar a los dos dedicatorios generales del libro, José
Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente, que no necesitan
presentación.
-Aunque veo que
algunos relatos, como Fuego
en la sien, son mucho más largos que otros… ¿cómo lo has
logrado encajar todo?; ¿por qué?
-He intentado que el libro sea variado en cuanto a su
temática y diverso en cuanto a su extensión. Fuego en la sien es prácticamente una novela corta porque
intervienen muchos personajes y la historia se extiende desde los años 50
del siglo pasado hasta nuestros días. Otros relatos son fogonazos
narrativos de apenas una jornada, como El resplandor o el dedicado al museo minero de
Escucha. He tratado, sin embargo, de que exista una atmósfera común,
un ambiente que unifique los argumentos, a pesar de las diferencias
cronológicas y temáticas.
-La edición es muy, muy
cuidada… desde la portada y las ilustraciones hasta la tipografía,
el papel… ¿Cómo ha sido colaborar con unos y otros? ¿Cómo es
trabajar con Dobleuve Ediciones?
-Estoy muy contento de la edición realizada porque los
hermanos Perruca han mimado el libro, lo
cual es un regalo para el autor. Fui hace casi medio siglo editor en Madrid, en
la empresa Espasa-Calpe, y desde entonces sé valorar la calidad
de los profesionales del libro. Esta colección de relatos, por las
características apuntadas, debía aparecer en Teruel y estoy muy satisfecho de
que así haya sido. El trato con los editores ha resultado
extraordinariamente cordial y eficaz.
-Amigo Javier, para cada
uno de estos relatos ¿te documentabas… has llegado a investigar, o no
todos lo han precisado?; a veces, la documentación está en una
conversación con un vecino, “cuatro preguntas aquí y tres allá”… ¿qué nos
puedes decir?
-No he necesitado realizar una investigación concreta en casi
ningún caso. A lo largo de 40 años he ido conociendo ambientes,
personas, y lugares… viviendo situaciones y observando comportamientos,
por lo que me ha resultado bastante fácil transferirlos a la palabra
elaborada que es el eje de toda
literatura. Reconozco que al principio, con mi primer libro
turolense, Los duendes del Matarraña, de 1991, que ya ha alcanzado la
cuarta edición, y hasta la quinta, al ser traducido al catalán, sí que utilicé
fuentes informativas, conversaciones con la gente de los pueblos y otros
elementos procedentes de la tierra que quería describir, esa majestuosa comarca
del norte de la provincia.
-¿Cómo trabajas, cómo es tu metodología de trabajo?
-Escribo prácticamente todos los días, aunque no siempre
sobre temas de ficción, porque colaboro con algunos diarios aragoneses, y con
varias revistas de tipo cultural. En cuanto a la literatura creativa propiamente
dicha, guardo infinidad de textos inéditos que, por una u otra razón, no han
salido a la luz. Escribo para respirar anímicamente, nunca me he planteado un
horizonte de fama literaria conseguida a cualquier precio y mucho menos una
perspectiva económica en relación con los libros. Conocí de
cerca al mundo editorial a su máximo nivel, como he dicho,
y renuncié a los condicionamientos que los llamados autores de
primera línea han de soportar. De forma que he escrito lo que he querido en
cada caso, desde libros absolutamente familiares, como el presente, o Los peregrinos de Valdejalón,
dedicado a mis amigos de esa comarca, hasta otros de ambiente
surrealista, pasando por la narración erótica, el tremendismo, el relato
infantil o el género autobiográfico.
-Eres riojano, eres de
“tierra adentro”, quizás con “querencia” hacia este río de ríos
como es el Ebro. ¿Es así?, ¿te ha influido esto?
-Evidentemente, el eje vertebrador del territorio es el río
Ebro, en su tramo intermedio, aunque lo sentimos nuestro desde su nacimiento
hasta su desembocadura. Tenemos una querida amiga en Tortosa que nos considera
‘parientes por parte de río’. En una próxima novela de carácter
apocalíptico, vinculada al deterioro ambiental que estamos padeciendo, el
río Ebro es el eje conductor, el que provoca la catástrofe que sobreviene a
marchas forzadas. Se trata de un libro sobre el que he trabajado durante
bastante tiempo, declaradamente futurista, puesto que la acción sucede en 2050,
momento en el que todo nuestro territorio habrá sufrido cambios muy
sustanciales.
-¿Es este río de ríos
con sus afluentes un punto de convergencia en tus relatos, paseos, experiencias
y reflexiones en torno a tierra turolenses?
-La provincia de Teruel, desde el punto de vista hidrográfico,
está dividida en varios sectores. La capital y su entorno pertenecen a la
Confederación Hidrográfica del Júcar, mientras que el resto de la provincia lo
hace a la del Ebro. En esta colección de relatos que comentamos no tienen
especial relieve las corrientes de agua, cosa que sí ocurre en el ya mencionado
Los duendes del Matarraña, donde
todos tienen un personaje oculto que es siempre el mismo: el
agua.
-Amigo Javier,
estas tierras turolenses, a ti, en particular, ¿qué te han aportado?
-Teruel me aportó, en primer lugar, una calma personal que era
imposible en Madrid. Pude dedicar tiempo y atención a mi familia, algo muy
importante siempre. También me permitió poner en marcha bastantes
iniciativas culturales, no solo durante mis 10 años de residencia en la
capital, sino con posterioridad, en diferentes lugares de la
provincia. Puedo decir que desde el punto de vista
profesional, fue una etapa muy completa, muy satisfactoria. También he
ido conociendo a gente que ha sido definitiva y definitoria en mi vida. Solo
quiero recordar a quienes lo han hecho de forma positiva. Además de las
personas nombradas, podría citar a varias más.
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