71JYLIozGkL.jpgCazarabet conversa con...   Miguel Ángel Ortega, autor de “¿Sosteni... qué? Sosteniblidad (o el reto de transformar la mente humana)” (Mandala)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Editorial Mandala edita este libro que explica claramente qué es y qué comporta la sostenibilidad desde la pluma del especialista Miguel Ángel Ortega.

Lo hace el autor preguntándose sobre el reto de transformar la mente humana.

Lo que nos dice la sinopsis de este libro:

"El mismo título de esta obra es toda una declaración de principios: de qué tipo de sostenibilidad hablamos si queremos seguir aumentando nuestra prosperidad material. ¿Es sostenible que los 7.600 millones de humanos podamos elevar nuestro nivel de vida sin enfermar irreversiblemente nuestro planeta? El autor, economista y ecologista activo como presidente y fundador de la Asociación Reforesta, demuestra con gran cantidad de datos y un razonamiento impecable la imposibilidad de finalizar el siglo XXI mejor que lo empezamos, si no cambiamos radicalmente nuestra forma de pensar y de actuar. Y no es solo una cuestión de sensibilidad ambiental o de ética natural. Se trata de sobrevivir o desaparecer. Lo auténticamente innovador y pionero de esta obra es haber introducido en el análisis del cambio climático, la deforestación, la contaminación atmosférica y alimentaria, el desenfreno consumista y un largo etcétera, la necesidad de una transformación interior radical. Elevar nuestro nivel de conciencia nos abre la posibilidad de cerrar un ciclo histórico de 300.000 años, basado en la competitividad y el conflicto, e inaugurar una nueva etapa en la evolución de nuestra especie, marcada por la cooperación y el compartir. No es buenismo ilusorio. Tras plantear los interrogantes imprescindibles, esta obra propone alternativas y acciones concretas. A cada cual, la responsabilidad de pasar a la acción."

 

El autor, Miguel Ángel Ortega: comenzó su andadura ecologista a los 13 años recogiendo firmas contra la matanza de bebés foca. En su adolescencia y temprana juventud mantuvo un intenso activismo en defensa de la naturaleza. Poco antes de licenciarse en Ciencias Económicas fundó Reforesta, ONG dedicada a la educación ambiental y la protección del entorno natural, que todos los años planta miles de árboles y realiza actividades medioambientales en las que participan cientos de personas.

La experiencia de la paternidad acentuó aún más su necesidad de entender el origen de los problemas humanos y de atisbar su solución. Este libro, fruto de décadas de investigación y acción, es el resultado de ese empeño.

El autor dedicará un 25% de sus ingresos por este libro a un proyecto de la Asociación Reforesta para la recuperación de un espacio afectado por la desertificación en la Comunidad de Madrid. Escanea el código para obtener más información.
www.reforesta.es

 

 

 

Cazarabet conversa con Miguel Ángel Ortega:

VETLABKGMVC6NAJ5Z73FWPJWUM.jpg-Amigo Miguel Ángel, ¿qué es aquello que te ha hecho investigar sobre   la sostenibilidad? O preguntado de otra forma ¿qué te ha llevado a escribir este libro?

-He escrito el libro para contar mi interpretación de la Vida y de nuestras vidas, como seres humanos y como seres conflictivos que somos. ¿Por qué tanto conflicto? Queremos resolver la emergencia ecológica con los mismos esquemas mentales que nos han traído a ella. Y no solo a ella, sino al resto de crisis humanas. La emergencia ecológica es la crisis en la que confluyen todas las demás. La primera crisis causada por nosotros que amenaza la supervivencia de nuestra especie y que, por tanto, debería marcar un punto de inflexión y hacernos entender que debemos cerrar un ciclo de miles de años basado en la competencia entre los seres humanos e iniciar otro basado en la búsqueda del bien común. Si no lo hacemos no saldremos airosos del siglo XXI.

-Cuéntanos ¿cómo te han influenciado los años integrado en diferentes ONGs para con la divulgación, “la denuncia” mediante los libros…?

-He constatado las limitaciones de la divulgación y de la denuncia aunque, sin duda, hay que continuar la tarea.  Siempre va a ser más fácil conseguir adhesiones entre los integrantes de un colectivo si una agresión ambiental, como pueden ser el ruido o la contaminación originados por un vertedero o una mina les está afectando directamente, que si la agresión ambiental daña a un espacio natural, a una especie de fauna o flora o incluso a personas de otro colectivo. El egoísmo y la comodidad son obstáculos enormes en la búsqueda del bien común. ONG muy potentes, como Greenpeace u otras en otros ámbitos, llevan décadas denunciando injusticias y excesos. Se han conseguido cosas, por supuesto, pero la emergencia ecológica, acompañada ahora por la COVID, amenaza con revertir lo conseguido. La salud de la Tierra no hace más que empeorar. Si nuestra educación hubiese sido más holística, gran parte de las denuncias y una parte de las acciones divulgativas no serían necesarias. Pero la educación ha ido y va por otros derroteros y ello hace que la estructura mental promedio no esté preparada aún para entender holísticamente y establecer adecuadamente las relaciones de causalidad. A veces siento que nuestro futuro no está en nuestras manos, porque el subconsciente tiene mucho peso en nuestras decisiones y actos. Por ello, sinceramente, cada vez me conformo con menos. 

-Como persona esa experiencia te hace y te moldea, supongo, de manera más que significativa, ¿verdad?

-¡Por supuesto! Precisamente por lo que he contado en la respuesta anterior, ahora voy más ligero de equipaje. No soy tan ambicioso. Soy más realista. Y también más comprensivo. Ya no veo tanta mala intención como veía hace veinte o treinta años. Ahora lo que veo es, sobre todo, confusión e ignorancia no intencionadas. Sé que todos podemos estar confundidos en algo o tener un mal día y ser maleducados y, sin embargo, rebosar de humanidad. Sé que las personas tenemos un gran potencial para lo bueno y que, más a menudo de lo que parece, lo malo es resultado, precisamente, de nuestra humanidad, de nuestras limitaciones, más que de las malas intenciones. Mi tendencia a adherirme a causas difíciles, casi perdidas, me ha llevado a buscar respuestas. Y por ello sé que ha habido y hay diferentes sistemas de valores conviviendo en cada momento de la Historia. Cosas que hoy nos parecen aberrantes, incluyendo atentados contra los derechos humanos, hace siglos la mayoría las aceptaba con naturalidad. Y esas personas que las aceptaban eran nuestros antepasados, tan capaces de amar como lo somos cualquiera de nosotros, capaces también de hacer un gran gesto en favor de un prójimo concreto y cercano e incluso de sacrificarse por causas abstractas. La historia de la humanidad está llena de contradicciones, de miserias y de grandezas. Y esa historia la hacemos cada uno de nosotros. Debemos observarla como un largo camino de crecimiento del nivel de conciencia y empatía, un camino en el que, a pesar de todo, estamos avanzando porque damos más pasos adelante que atrás. Todo este aprendizaje le hace a uno más tolerante y comprensivo.

-Comenzaste muy joven en el activismo… fruto de tantos años de experiencia, ¿qué nos puedes reflexionar en torno a “ese activismo”; cómo lo ves en perspectiva?

-Desde muy joven me empeñé en contribuir a cambiar el mundo. Por eso con 13 años entré en los clubes de linces de ADENA, la actual WWF. Con 16 estuve también colaborando con ONG pacifistas. Me declaré objetor de conciencia. Ciertamente, no pensé que mi propósito iba a ser tan difícil de alcanzar. Mi militancia en las ONG me ha ayudado a comprender mejor la naturaleza humana. No me queda nada de ingenuidad. El progreso es muy lento. Ya no aspiro a tener un papel protagonista en la aventura de cambiar el mundo. Me he dado cuenta de que ese propósito no era más que el reflejo de mi ego. La fruta solo cae del árbol cuando está madura o cuando la tira una tempestad. La tempestad se está acercando y hará su trabajo. Las personas solo cambiamos cuando experimentamos una crisis que hace tambalearse nuestros cimientos. Otro tanto les ocurre a las sociedades que, al fin y al cabo, están integradas por personas. Estos cambios son tan lentos, y podemos confiar tan poco en la acción de los gobiernos, que solo nos queda nuestro compromiso personal. Esos pequeños cambios positivos que cada mujer y cada hombre podemos hacer en nuestras vidas cotidianas son los únicos que realmente tienen capacidad de sumar para guiar la conciencia humana hacia cotas más elevadas. Tal como cito en el libro, cada cual ha de cuidar de su metro cuadrado. Se lo escuché a un monje zen y se me quedó grabado.

-Es muy fácil hablar ahora como con todo, pero ¿qué cambiarías si pudieses y qué nunca cambiarías?

-No cambiaría nada. Me habría gustado haber sabido con 20 años lo que sé ahora que tengo casi 52. ¡Y a quién no! Pero cada cual necesita su particular proceso de aprendizaje. Y por eso cada cual tiene una biografía distinta, que además viene en parte condicionada por la cuna. El presente está determinado por muchas causas que hicieron su juego en el pasado. Cambiar cualquier cosa sería un jaleo, porque habría que tocar cada una de esas causas, que a su vez tienen otras causas, y muchas de ellas ni siquiera están en nuestras vidas, sino que están en las de nuestros antepasados.

-Se diría que se veía venir que de la forma en que convivimos con el mundo…éste dejaría de ser sostenible, verdad? ¿qué nos puedes comentar?

-Efectivamente, se viene advirtiendo desde hace décadas. ¿Por qué no hemos reaccionado? La respuesta a esta pregunta es lo que he investigado. Para ello he leído sobre ecología, economía, filosofía, psicología, neurociencia, genética, historia, espiritualidad… Y he llegado a la que creo que es la única conclusión posible, la misma a la que llegaron algunos seres humanos hace miles de años: la existencia es mental; es un juego de información. La máquina biológica que procesa esa información es el cerebro. La realidad es mucho más rica y compleja de lo que capta nuestro cerebro; lo que hacemos es una simple traducción de esa realidad. Pero la estamos traduciendo mal. De ahí nuestras crisis, de ahí nuestro sufrimiento, y de ahí la emergencia ecológica. Gran parte de ese sufrimiento es evitable si aprendemos a manejar nuestro cerebro, especialmente nuestras emociones, porque el ser humano es un animal emocional. Eso se traduciría en mayor bienestar personal y colectivo.

-¿A quién va destinado el libro…quién crees que pueda interesarse o con quién pensabas mientras lo escribías? ¿Pensabas en un tipo de lector o lectora en especial a la hora de escribir este libro… va destinado a un perfil en especial?

-A medida que escribía el libro me daba cuenta de su principal problema: una parte del mismo son datos ambientales, sociales y económicos, y eso aleja a muchas personas. Como además esos datos están sobre todo al principio, desaniman proseguir con la lectura. La parte que más ayuda a entender y que creo que puede enganchar más por su intención humanista y la cercanía entre los temas abordados y nuestro día a día está en las páginas centrales. A pesar de este hándicap de partida, creo que el libro puede ser interesante para quien quiera conocer las causas últimas de la emergencia ecológica y para toda persona que se haga preguntas sobre la vida, esas preguntas que han acompañado a la humanidad desde el primer día y que parece que ahora, cuando más necesarias son, menos personas se las hacen. 

-¿De qué forma explicas sobre la sostenibilidad; cómo la abordas, desde qué miradas y perspectivas?

-Fundamentalmente, desde una perspectiva óntica. Explico la emergencia ecológica, la madre de todas las crisis, en la que confluyen todas las demás, como el punto al que teníamos que llegar sí o sí debido a nuestro desorden existencial.

-Divides el libro en 4 partes… en la primera das a conocer, como bien dices, “el lío en el que estamos metidos….lío que es más que un nudo gordiano, ¿no?; ¿qué principales cosas debemos conocer o saber de entrada para afrontar “este lío”…?

-En esa primera parte expongo el deterioro de salud de la Tierra y cómo ese deterioro lleva a más deterioro, porque existe una retroalimentación. Expongo también las perspectivas de los diferentes sectores económicos y resumo la forma en que tanto las élites como la ciudadanía afrontamos esta situación. Advierto de lo mismo que otros activistas y académicos: que las soluciones que estamos ensayando tienen muchas posibilidades de fallar y de que, si fallan, no dará tiempo a poner en marcha un plan B. Esas soluciones se resumen en la estrategia de “cambiar lo mínimo y esperar a ver qué pasa”.

Dentro de 30 años habrá 2000 millones de personas más en nuestro planeta. Un planeta que pierde habitabilidad por la crisis ambiental. Sin embargo, como es justo y comprensible, las personas que viven en países emergentes y en vías de desarrollo consumen más y más a medida que mejora su situación económica. Se apuesta todo a la ganancia de eficiencia y a planteamientos correctos, como las energías renovables y la economía circular. Pero esto no va a ser suficiente porque la historia demuestra que las ganancias de eficiencia a menudo resultan en un aumento de la producción total. Es lo que se conoce como “efecto rebote”. Las energías renovables y otras industrias avanzadas dependen de minerales estratégicos, escasos y mal distribuidos. La caída de la producción agrícola en amplias áreas del planeta como consecuencia del calentamiento global y la consiguiente merma en la disponibilidad de agua y alimentos forzarán la migración. Todo esto acarreará tensiones geopolíticas que pueden hacer que, salvo que demos un giro de 180º a nuestras prioridades, lo peor del calentamiento global no sean sus efectos directos, sino los indirectos, es decir, nuestra reacción ante los mismos. Dentro de esas reacciones posibles está la guerra. El gasto militar no deja de crecer año tras año. Eso es síntoma de que nuestros dirigentes no descartan el uso de la fuerza para solucionar conflictos.

maxresdefault.jpg-Luego, en la segunda parte afrontas el reto de hacernos entender bien la situación, conociéndola para que cambiemos y en eso se sobreentiende que tiene que haber una concienciación porque sin ella no habría voluntad para el cambio…

-Sí, comienzo esa segunda parte aclarando el que, en mi opinión, es nuestro “Pecado Original”, que arrastramos generación tras generación: tener un cerebro muy capaz y no haber aprendido a utilizarlo.

Explico que seguimos aplicando en nuestra sociedad las dos leyes fundamentales de la naturaleza: la del más fuerte y la del máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo. Eso es un error. En la naturaleza funciona, pero en nuestra especie no porque, evidentemente, es distinta de las demás.

La forma en que vemos el mundo es la proyección de cómo funciona nuestro cerebro, el cual podría haber aprendido a funcionar de otro modo. Podemos estar muy convencidos de que las cosas son como las entendemos y, sin embargo, resultar que la realidad se aparta mucho de nuestra interpretación. Una educación que nos hiciera ser más conscientes de las limitaciones de nuestro cerebro nos facilitaría ser más humildes, menos intransigentes y más abiertos de mente. También nos ayudaría a desapegarnos del consumismo y de absurdas rutinas perjudiciales para el medio ambiente que, sin embargo, nos parecen esenciales en nuestra vida, así como a conocer cuáles son las pulsiones de fondo que nos mueven.

En esta parte entro en materias como el origen de nuestros comportamientos violentos, el peso del inconsciente y la influencia de la genética y de la epigenética.  Estas cuestiones son definitorias de nuestra naturaleza y esenciales para nuestro autoconocimiento y para superar los vacíos, miedos, dependencias y apegos que alimentan el consumismo y el conflicto.

Se complementa con ellas la investigación sobre el desarrollo moral y sobre la evolución de la conciencia, que apuntan a que en las etapas más avanzadas del potencial humano el modo de percibir el Yo facilita la superación del conflicto y la construcción de la paz. Fomentar la reflexión sobre estos temas podría darnos una perspectiva amplia desde la que ver a nuestra estirpe siguiendo un camino que le lleva hacia la adquisición de nuevas capacidades, pero no a través de la biotecnología o, al menos, no solo a través de ella, sino mediante el despliegue de su potencial natural, que es el que le conecta con su origen, con el Ser.

-En la tercera parte explicas el fuerte potencial de cambio que tenemos y retenemos nosotros, pero ¿nos lo creemos?, ¿sabemos cómo llevar a cabo ese convencimiento de que hay que cambiar?, ¿o falla el propio convencimiento?

-Ese enorme potencial de cambio pasa por sentirnos más conectados con el Todo al que pertenecemos. Para ello es necesario practicar la introspección, estar en contacto con la naturaleza, aprender a gestionar nuestras emociones y a resolver conflictos. Debemos entrar en un círculo virtuoso dando prioridad al bien común para crear un entorno favorable al desarrollo de nuestro potencial.

En general, no sabemos que llevamos ese potencial, porque una buena parte de nuestra vida la vivimos en “modo lucha”. Nos falta ese tiempo para la calma y la introspección. Cuando la mente se aquieta estamos más lúcidos y positivos. Pero estamos en la sociedad del ruido, tanto exterior como mental. Nuestro cerebro no deja de procesar información. Como ha demostrado la ciencia, la mayor parte de esa información se procesa de modo inconsciente, y se puede activar en cualquier momento dando lugar a cosas buenas o malas, como prejuicios y todo tipo de barreras mentales.

No somos libres, ya que esa información almacenada de modo inconsciente condiciona nuestro comportamiento. Lo saben bien quienes se dedican a la publicidad, al marketing político o a hacer algoritmos para captar nuestra atención en internet. Ganamos libre albedrío a medida que la consciencia le come terreno al subconsciente. De esto llevan hablando sabios de diferentes culturas desde hace miles de años. Y ahora la ciencia lo está ratificando. Nos hace falta un “golpe de conciencia”, como cuando a un niño alterado le repites las cosas, sigue a lo suyo de un lado para otro y le tienes que poner las manos en los hombros para pararle, hacer que te mire, asegurarte de que te escucha, decirle algo y hacer que te lo repita para cerciorarte de que ha entendido y lo va a retener.

En esta parte hablo de la naturaleza de la Información como razón última de todo, subyacente a la materia y a la energía. Expongo experiencias reales de Deep Mind, que es la división de inteligencia artificial de Google, así como otras del Pentágono, Facebook o Neuralink, la empresa de Elon Musk. Recojo opiniones de científicos como Seth Lloyd, del Instituto de Tecnología de Massachusetts. Mi intención es unirme a quienes advierten de que la información crea por si sola más información si se le da el soporte adecuado, sea éste artificial o biológico; e incluso existe la probabilidad de que la inteligencia artificial llegue a adquirir conciencia. Por ello debemos ser conscientes de la necesidad de que la investigación en biotecnología esté democráticamente supervisada ya que, de lo contrario, vamos a añadir un problema más, puesto que aparecerán castas de seres humanos mejorados que podrán abusar de quienes no tengan dinero para pagar su propia mejora y la de sus descendientes.

Como contrapunto positivo a estos riesgos y como alternativa a algunas de las concepciones y creencias que forman nuestra actual cosmovisión (que la tenemos, aunque no seamos conscientes de ella) planteo postulados amparados por el conocimiento científico, que considero que deberíamos asumir para ser capaces de transformarnos nosotros y poder transformar nuestro mundo.

-¿Por qué no cambiamos…por pura comodidad, por egoísmo o se aplica aquello de:”ande yo caliente…”?

-Para superar la emergencia ecológica hacen falta dos tipos de reacción. Una de ellas es cognitiva, meramente racional. Consiste en darnos cuenta de que, aunque llevemos una vida muy fácil y hoy no lo sintamos, el deterioro de la salud de la Tierra terminará poniendo en peligro nuestra propia salud; de hecho, ya lo está haciendo. Puede provocar, y está provocando, pérdida de vidas humanas. Y a lo largo de este siglo podría causar millones de muertes, tanto por catástrofes naturales como por guerras.

Sin embargo, es posible que la toma de conciencia de esta situación lleve a la parálisis y a evadir la realidad actuando como si el problema no existiera. Es un panorama demasiado abrumador. La mayoría de nosotros obtenemos nuestro bienestar económico participando de un modelo de producción y consumo que es destructivo. Lograr parar esta enorme inercia económica y cambiar el rumbo es tremendamente difícil, ya que el desafío es global, y en la respuesta deben implicarse todos los países, especialmente los más grandes y ricos. Es un contexto que desborda al ciudadano medio.

Por otra parte, el mensaje proambiental es incómodo, ya que nos dice que tenemos que cambiar nuestros hábitos. Y eso es algo que cuesta mucho. Por tanto, este mensaje queda arrinconado entre los otros muchos que recibimos y que le ganan en “amabilidad”. Aquí, desde luego, sí que entra en juego la comodidad. A ello le acompaña también el consumismo y el gusto por el lujo y la buena vida, cuando ésta se entiende como disfrutar de un elevado poder adquisitivo que da acceso a una amplia y buena vivienda, a un gran coche, a viajar mucho en avión, a renovar constantemente el fondo de armario o a comprar mucho de muchas cosas.

Ante ese contexto, a nivel personal solo cabe la respuesta ética y empática. Ética en el sentido de comprometerse con el cambio de la propia conducta para hacerla más sostenible, sin esperar a que los demás muevan ficha. E incluso comprometerse a desempeñar algún grado de activismo social. Sin embargo, la experiencia me dice que muchas personas consideran absurdo asumir esfuerzos o sacrificios que no son obligatorios. Para ellas vale el “o lo hacemos todos, o yo no lo hago”.

La respuesta empática parece tener que ver con el grado de desarrollo psicológico de la persona. El nivel de empatía que necesitamos y al que podemos aspirar es muy elevado, ya que no se dirige a personas concretas que conozcamos, sino al conjunto de la humanidad, presente y futura, y también a la Vida en sí, a la Vida en la Tierra. Nuestro potencial incluye capacidades que pueden desplegarse menos o más, o no llegar a desplegarse. Entre ellas está la empatía, inhibida en los psicópatas y tremendamente desarrollada en algunas personas. Investigaciones sobre el desarrollo social y psicológico han llegado a la conclusión de que, si el contexto es adecuado, la empatía se despliega de modo natural, como si estuviéramos programados para vivir empáticamente, siendo capaces de apreciar más a los demás seres humanos y al conjunto de seres sintientes. La persona empática está más a gusto y conectada a la Vida, o al Todo. Tiene menos vacío que llenar y es menos consumista. Según algunos estudios que cito en el libro, a su vez citados por Jeremy Rifkin en su libro “La civilización empática”, el apego al consumo está relacionado con un determinado tipo de educación y de carencias afectivas. En definitiva, quien tiene más vacío que llenar es más propenso a consumir más y a darle más importancia a la posición social.

-La cuarta parte ya se adentra en la transición….¿en esta parte con qué principales escollos nos encontraremos?

-Aquí nos encontramos con un modelo económico diseñado a la medida de quienes más tienen, los cuales se ocupan de que el statu quo se mantenga. El Mercado ha avanzado tanto desde los años 80 que ha dejado inermes a los Estados. Se han desmontado todo tipo de barreras económicas, de modo que el fraude y la elusión fiscal son enormes y se especula con todo, hasta con los alimentos. La sensación de inseguridad económica es dominante en el mundo, aunque haya algunas naciones en las que, en general, su población esté muy bien dotada. Es complicado involucrar en problemas que se perciben distantes a personas que no tienen asegurada la comida del día siguiente, e incluso a quienes sí la tienen, pero viven, como decía antes, en “modo lucha”, porque su vida es un constante sprint para atender todas sus responsabilidades. Debemos entender que la crispación, el malestar y la pobreza frenan la transición ecológica.

El gasto militar está desbocado, si bien son un puñado de países, entre los que destaca con mucho EE.UU, quienes lo efectúan. Sin embargo, no estamos siendo capaces de financiar la transición ecológica.

La propia forma en que medimos el PIB refleja nuestros valores. Es absurdo. Por ejemplo, la actividad económica dirigida a arreglar o paliar el impacto ambiental (como descontaminar suelos, depurar aguas residuales o restaurar un espacio afectado por la minería) computa positivamente a efectos de PIB. Es decir, si estropeamos pero dedicamos algo de dinero a intentar arreglar el estropicio (aunque nunca nada vuelva a ser como era), ¡nos consideramos más ricos! Los gestores de carteras de valores están muy bien pagados. La sociedad (o sea, nosotros) acepta que sea así porque salvan carteras de valores. Médicos, enfermeros o bomberos salvan vidas, pero hemos determinado que su trabajo no vale lo mismo que el de un bróker y, por tanto, cobran menos. El PIB podría crecer si cambiáramos la valoración que hacemos de los distintos bienes y servicios, dando menos valor a lo material. Porque no podemos mantener el incremento que la ONU prevé en la extracción de materiales. O cambiamos de indicador, o cambiamos el modo de valorarlo, porque el crecimiento del PIB no debe seguir vinculado al crecimiento del consumo de recursos físicos.

entrevista-miguel-angel-ortega_1_780x462.jpeg-¿Podemos optar a un mundo, una convivencia con el planeta y con todos sus habitantes que sea verdaderamente sostenible?

-Por supuesto que sí, siempre y cuando compitamos menos y compartamos más, sustituyamos el énfasis en la competencia por el énfasis en la cooperación y la búsqueda del bien común.

-Háblanos de la documentación, estudio y demás tareas llevadas a cabo para que este trabajo tan divulgativo como reivindicativo y educativo vea la luz…

-El libro es el resultado de las vivencias y reflexiones de años.

Comencé a practicar meditación en 2006. Esto añadió una capa más a mi equipaje de intereses. Creo que fue crucial, ya que acentuó mi afán de saber más sobre la naturaleza humana, porque en la meditación uno se percibe a sí mismo de otro modo, y eso acrecentó mi curiosidad.

Creo que la tendencia a hacerme preguntas un tanto existenciales, la experiencia de la meditación, haber estudiado economía y seguir interesado en esta materia, mi pasión por la naturaleza, mi afición por la historia, así como la experiencia en mi activismo social y, por supuesto, en el resto de ámbitos de la vida, tenían que llevar necesariamente a esta forma de ver el mundo que he plasmado en el libro.

-¿Y cómo trabajas?.Háblanos de la metodología de trabajo, por favor…

-He escrito a ratos libres. Me ha costado muchísimo sacar tiempo para escribir, porque mi trabajo me exige muchas horas y tampoco he querido desatender a mi entorno familiar ni a mis amigos. El tiempo que he sacado en los fines de semana se lo he quitado, lamentablemente, al disfrute de la naturaleza, ya que he dejado de salir al campo bastantes fines de semana para poder avanzar con el libro.

En realidad, la idea de escribir el libro nació en 2015. Ese año redacté las primeras páginas. No pude proseguir porque la crisis económica anterior había dejado muy malparada a Reforesta, la ONG que fundé. Tuvimos que reinventarnos y aprovechar los buenos años que siguieron a la crisis. No retomé el libro hasta que pude ampliar la plantilla de la ONG y descargarme un poco del trabajo. Pero lo que sí hice desde 2015 fue ir guardando páginas de internet y referencias que me sirvieran de fuente de información para el libro.

-¿Nos puedes avanzar, amigo, un poco aquello en lo que estás trabajando en estos momentos…?

-Mi trabajo continúa siendo la dirección de Reforesta. Además, intento sacar tiempo para difundir el libro. Lo edité en diciembre de 2019. No pude dedicarme a su promoción ni ese mes ni los dos siguientes, porque estábamos en plena temporada de reforestación y no tenía tiempo. Y en marzo llegó la COVID y se paró todo. Es realmente ahora cuando me estoy dedicando a la promoción, aunque sin posibilidad de realizar presentaciones presenciales y con todas las limitaciones derivadas de la pandemia. Por ello, os agradezco mucho la oportunidad de hablar de él en vuestra revista.

 

 

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