La
Librería de Cazarabet
El escritor, de
cuna moscovita, aunque itinerante durante su vida por diversos países de
Latinoamérica, aporta esta valiosísima novela negra, pero preñada de una
frescura y de considerarse desenvuelta y
vivaz; además de ser muy actual en el fondo de la trama.
Esta novela
también se encuentra encuadrada en la colección La Orilla Negra de Ediciones
del Serbal.
Lo que nos dice
la editorial del libro:
Marco Buitrago
es un periodista free-lance que sobrevive escribiendo artículos de difusión
científica, hasta que su reportaje sobre el proyecto internacional de genoma
humano pone en su camino a la anciana Marie Alida Karwecki, quien cambiará el rumbo de su existencia.
Contratado por la mujer, abandona Chile para partir tras las huellas de Sofía Bethelnahu Karwecki, desaparecida
hace décadas. Su periplo lo llevará de Nueva York a Kassel,
de Santiago a Honduras, de Nicaragua a Belice. En una época de fuertes
convulsiones en el subcontinente, su búsqueda no escapará al fuego cruzado
entre las guerrillas centroamericanas, los grupos paramilitares y la solapada
intervención norteamericana. Con un estilo cargado de humor negro, La sonrisa
del caimán es un thriller político-policial que echa mano al lenguaje del cómic
y del cine para construir un relato que se burla de los serios y los
incrédulos, de los cínicos y de los aterrados.
El autor, Dauno
Tótoro Taulis:
Nació en Moscú y ha vivido en
numerosos países de América Latina, siendo Chile su lugar actual de residencia.
De sus experiencias como director de documentales y reportero en diversas zonas
de conflicto, surgen los paisajes y personajes que pueblan su obra. Premio
Latino-americano de Periodismo José Martí en 1995, es autor de los libros de
crónica periodística y ensayo Camino Verde; EXLN, el ejército que salió de a selva (Planeta México, 1994); Zapatistas (Liberarte,
Buenos Aires, 1995); La cofradía blindada, la blindada, y Ser de izquierda
(ambos en Cuarto Propio, Chile, 2003 y 2005); Los hombres que daban de beber a
las mariposas (junto a la Compañía Teatrocinema y el
ilustrador Abel Elizondo, 2014); y la trilogía de novelas La sonrisa del
caimán, Los tiempos de la caimaguana y El caparazón
de Ukucma (de próxima aparición en la colección La
orilla negra).
Cazarabet
conversa con Dauno
Tótoro:
-Dauno,
esta obra es novela negra, pero tiene mucho de thriller con muchos tintes
políticos y de eso eres todo un experto en no-ficción. Será, pues, cierto aquello
de que la realidad siempre supera a la ficción…
-Mi impresión es que existe una delgada membrana o una línea que vibra
entre la ficción y la realidad. Así, la ficción está siempre nutriéndose de la
otra y el autor o autora echa mano necesariamente (aunque no siempre de modo
consciente) de aquello que lo motiva en ambos lados de dicha membrana. En el
caso del género del que hablamos, la delgada línea se traza entre la novela
negra y el periodismo gonzo.
Pienso, por ejemplo, en la novela inspirada o marcada por la crónica policial,
por la crónica roja. Quien escribe esa historia recorta y colecciona notas del
periódico acerca de crímenes, asesinos, procesos investigativos. En mi caso,
muy probablemente producto de mi experiencia como reportero en zonas de
conflicto y por mi formación como biólogo, los recortes tienen que ver con
proyectos biotecnológicos, con guerras y asesinatos motivados por intereses
corporativos. Las fuentes de inspiración a las que me refiero (la de la crónica
policial, la de la experiencia de guerra y la de las conspiraciones
corporativas) hablan todas de crimen, de muertos, de misterios por desentrañar,
de criminales que desenmascarar. Que los investigadores (policías, periodistas)
logren su cometido, no está garantizado. Eso mismo sucede, la mayor parte de
las veces, en la no-ficción.
-Le imprimes tanto en la trama, como
en el desarrollo y en los personajes mucha realidad. Es como una fotografía de
un tiempo, de sus protagonistas…Claro que tú lo conoces mucho por tu oficio.
Coméntanos, por favor.
-Puede que eso que dices se deba a una deformación profesional. Siempre
me pareció que la crónica requiere del escenario. Que mientras más nítido quede
éste (y el personaje) en la descripción de los hechos, más se zambulle el
lector en lo que se está narrando. Lo mismo me sucede a la hora de aventurarme
en la ficción. Los paisajes, la selva, la montaña, los desiertos, son
protagonistas fundamentales del relato. Me cuesta más con las ciudades, y soy
consciente que muy pocos episodios de mis novelas ocurren en ellas (a
diferencia de buena parte de las historias de novela negra que he leído).
También hay algo de influencia de mi recorrido
audiovisual (guiones de ficción y documentales), pues la imagen cinematográfica
suele anteceder a la letra escrita por algunos minutos; es decir, mientras
avanzo, primero “veo” la escena o la secuencia, y luego intento describirla con
palabras.
-El protagonista es un periodista
como vencido, derrotado y venido a menos , pero que, de repente recobra un poco
el pulso cogiendo un encargo que no es propiamente el de un periodista, pero
que le remueve por dentro, es un idealista, como un perseguidor de “causas
perdidas” ¿Qué nos puedes comentar?
-Cada vez que he regresado a casa después de trabajar en alguna zona de
conflicto, o que he vislumbrado el poder de quienes operan desde bases
militares, laboratorios o edificios corporativos, me embarga eso que dices: la
sensación de derrota. Difícil es, entonces, que a la hora de insertar a un
personaje de ficción en sitios, situaciones y ambientes en que el mal está exacerbado, no sobrevenga la
misma sensación de derrota en un sujeto vencido y venido a menos, a quien,
además, se le va muriendo todo el mundo a su alrededor, mientras él sobrevive
inexplicablemente, como una cucaracha. Pero, entonces, ¿qué lo motiva? ¿Por qué
acepta ese llamado a la aventura si está claro que el resultado será
aplastante? Creo profundamente en el reflejo condicionado, en que muchas veces
uno actúa propulsado por fuerzas interiores incontrolables, por una especie de
programación previa. El protagonista de La
Sonrisa del Caimán, como luego en Los
Tiempos de la Caimaguana y en El Caparazón de Ukucma,
está lejos de ser un idealista (aunque quizás lo haya sido mucho antes),
descree de la utopía, pero responde a los llamados de un modo más bien
fatalista y hasta las últimas consecuencias. Es como cuando uno, en versión
reportero, se interna en una zona en la que disparan de aquí para allá y de
allá para acá y todo se cae irremediablemente a pedazos pero, en vez de salir
de ahí y mandar todo al carajo, avanza.
-También un periodista que, como tal,
había perdido cierto “feeling” y que se había
acomodado en la realización de artículos que no le suponían esfuerzos ni
posicionarse que está como oxidado, pero que va recobrando cierta vitalidad,
aunque a costa de perder no pocas piezas tanto de esa “comodidad” como de su
hermetismo y es que vivía en una “bola de cristal” en la que veía, pero no sentía…
-Es un asunto común entre los personajes de novela negra que, tras el
frenesí y los golpes, una vez concluido el caso (para bien o para mal), caigan
o se entreguen a un marasmo más bien pasivo. Los hemos visto sumergirse en
litros de whisky, o frecuentar antros de mala muerte, o dedicarse a la
jardinería, o perderse en alguna isla remota. Marco Buitrago
se encierra, observa, se abotaga con alcohol, pone en pausa sus sentidos y, de
vez en cuando, para poder mantener el ritmo de su autismo, escribe algún
articulillo de viajes o de divulgación científica. Hasta que se activa ese
llamado que nunca entiende de dónde viene ni por qué va destinado a él y que,
irremediablemente, gatilla su programación previa. Hay ahí un misterio que se
va develando conforme se avanza en la trilogía de la que La Sonrisa del Caimán es la primera entrega. Vamos entendiendo cuál
es la esencia del personaje, aquella que él jamás sospecha, hasta que comienza
a intuirla con espanto.
-Es una novela que despoja todas
nuestras hipocresías porque hace que, mirando la memoria de lo que pasó hace
muchísimos años desde que se encubriese a asesinos, hasta que se les
diera una nueva vida con comodidades e inmunidades a cambio de sus
conocimientos, por no hablar de la Ruta de las Ratas, la complicidad del
Vaticano, de diversos Servicios Secretos, gobiernos y, por tanto, ciudadanos…
¿Hasta qué punto estos últimos, nosotros, somos como “cómplices”?
-Un poco antes, en esta misma conversación, contaba acerca de lo que uno
colecciona, los recortes de prensa. En las paredes de mi cuarto que hace de
estudio hay un enredo de notas conectadas con hilos de colores. Una cierta
paranoia me lleva a conectar una que titula “A la caza del tesoro visigodo que
los nazis se llevaron”, con otra que dice “Un robot y el piloto de Hiroshima”,
las que a su vez se enlazan con “El deshielo del Ártico devela el fósil más
antiguo” y “Bayer confirma la compra de Monsanto”. Supongo que la “complicidad”
de todos nosotros muchas veces es involuntaria, constitutiva de nuestra condición
de consumidores, zombies
o borregos, y que se nos ha entrenado para no ver la relación entre un tema y
el otro. Pero, insisto, bien puede que sea simple y llanamente paranoia. Lo que
sí tengo claro es que el encubrimiento de asesinatos, criminales, usurpación de
saberes ancestrales, robo de territorios, hurto de los códigos básicos de la
vida (por parte de los estados, las iglesias, las fraternidades, las
corporaciones, los ejércitos y las agencias de inteligencia), no es algo que
haya sucedido “hace muchísimos años”, ni tampoco se trata de una práctica
superada. Ahí está, todos los días, en cada página del periódico, en cada nota
de la tele, en cada semilla que nos echamos a la boca.
-Es una novela muy reivindicativa
desde la trama hasta el propio individuo que se va creciendo. ¿Qué nos puedes
reivindicar?
-No, no… nada más alejado de mi voluntad que intentar reivindicar algo.
Ya lo hizo mi generación durante la dictadura y el resultado ha sido la
consolidación de aquello que nos asqueaba… y a nosotros y a otras generaciones
anteriores solo un “buenas noches, gracias por su intento, no siga
participando”. Pero lo que sí creo es que cuando leo hoy que (repito) Bayer ha
comprado Monsanto, que hay sólo 4 corporaciones mutagenéticas
a cargo de la seguridad alimentaria del planeta, que hay ejércitos privados que
protegen los intereses de dichas corporaciones, que hay oficinas de aduana en
los puertos de Sudamérica que controlan el cumplimiento del registro de
patentes de los granos que se exportan, que cuando un campesino siembra
especies por las cuales no ha pagado derecho de propiedad es encarcelado, que
cuando entre los científicos rescatados desde Europa al término de la guerra en
el 45 viajaron a América no sólo los expertos en cohetes sino también aquellos
que manoseaban el ADN de sus víctimas, que en mi propio país hay un enclave
nazi llamado Colonia Dignidad en el que se experimentó hasta muy recientemente
con niños recién nacidos y en el que muchos detenidos desaparecidos fueron
conejillos de indias, etcétera, reivindicar
no es la palabra. ¿Cuál es entonces? Ni idea. Por ahora sólo amarro hilos de
colores que van de un recorte al otro y luego me surgen historias.
-¿Qué piensas del actual estado de
salud de la novela negra?; ¿piensas que, por fin, se está haciendo justicia con
este género?
-Leí
en “Mágicos y Lógicos”, de André Maurois, que lo maravilloso toma, en cada
época, una forma que sea compatible con las creencias y los monstruos del momento.
Considero que, en su base, la novela negra carga de forma furibunda contra
quienes, con sus fabricaciones monstruosas, con sus maquinarias infernales,
buscan someter y desprestigiar al ser humano ante su propia inteligencia. Ya
sea en casos puntuales, particulares, como en términos amplios y generales. Es
como si la novela se conviertiera, en cada época, en una respuesta, una acción
de resistencia ante los conflictos de esa época. Los “héroes negros”, que en un
comienzo moraban exclusivamente en revistas y folletines como la serie Black Mask, eran hombres duros,
desencantados, cínicos. Sus profesiones eran las de policías de bajo rango,
detectives privados desempleados, periodistas de crónica roja; de habla ruda y
grosera, de cráneos y quijadas inastillables e hígados inmunes a las más
imposibles borracheras. Torpes de palabra, rápidos de gatillo y enemigos de sus
jefes, de los oficiales corruptos, de los senadores asesinos y de los
millonarios inmorales. Eran y siguen siendo héroes tanto adorables como
reconocibles por el gran público que, a su vez, se volvía y se vuelve cada vez
más cínico, más desencantado. Creo que nos viene bien entonces el concepto de
Maurois: si no hay dioses, ni musas o ninfas; si no hay encantadores, ni hadas,
ni Nibelungos o Walhallas; si la ley, la justicia, las disciplinas científicas
han sido secuestradas y los descubrimientos demonizados, entonces por lo menos
habrá hombres y mujeres rudos para tiempos rudos; hombres cínicos para un mundo
cínico; héroes buenos, de los mejores; héroes de nuestros tiempos. Si de algo
sabemos por estas orillas, las de ambos lados, es de crímenes, de crímenes
horrendos, algunos en el callejón oscuro a la vuelta de la esquina, otros
masivos, todos aterradores. No es extraño constatar que muchos autores de
novela policial, en Latinoamérica, han ejercido o ejercen el periodismo de
investigación y que los temas en los que se han ganado la vida como periodistas
tienen que ver con la denuncia de las atrocidades de dictaduras, gobiernos
corruptos, militares sangrientos, empresarios inescrupulosos. Pero la novela
negra tiene la virtud de desplazarse por crímenes de diversa estofa, desde los
pasionales a los genocidas. La salud de la novela negra, supongo, mejora en
relación directamente proporcional al aumento de los males y de las pasiones
criminales de nuestra época. Que se reivindique o no al género como “literatura
de la buena” tendrá que ver con cuánto de nuestro mundo actual podamos
registrar convincentemente para que lo entiendan los lectores de mañana.
-¿Cómo te sientes con que La sonrisa
del Caimán forme parte de esta colección, La Orilla Negra de Ediciones del
Serbal?
-Cuando era más joven (aunque aún lo intento), lanzaba piedras planas a
ras del agua para contar cuántas veces rebotaban éstas antes de hundirse. Acá
se le llama “hacer patitos”; no sé cómo le dirán ustedes.
El caso es que en una ocasión logré hacer 21 “patitos” y la felicidad me duró
todo el verano. Ahora el guijarro ha llegado hasta la “otra orilla” y la
sonrisa de caimán no me la despinta nadie. Ediciones del Serbal ha permitido
que la tensión superficial del agua del océano garantice el viaje. Es una
alegría inmensa, a la vez que una curiosidad que me carcome. Que se entere el
periodista acabado y venido a menos de Marcos Buitrago
que se encuentra rodeado de héroes singulares y habitando una casa que es un
lujo.
-Amigo, ¿en qué estás trabajando en
la actualidad, nos puedes dar alguna pista?
-Bueno, un poco de todo. Terminando los
últimos asuntos en que se ha visto envuelto Marcos Buitrago
en esta tercera parte de la trilogía para La Orilla Negra, que se llama El Caparazón de Ukucma;
en las pruebas de imprenta de un libro de investigación periodística acerca de
la fatal autonomía de las fuerzas armadas en Chile, que sale pronto por
Planeta; también algo encerrado, observando,
recortando periódicos, poniendo en pausa los sentidos y, de vez en cuando, para
poder mantener el ritmo de mi autismo, escribiendo algún articulillo de viajes
o de divulgación científica. Y como por fin se acerca el verano austral,
ejercitando el brazo y el hombro derechos para mejorar la técnica de los
“patitos”.
24169
La sonrisa del caimán. Dauno Tótoro Taulis
302 páginas 15 x 22,5 cms.
21.95 euros
Ediciones del Serbal
Marco Buitrago
es un periodista free-lance que sobrevive escribiendo artículos de difusión
científica, hasta que su reportaje sobre el proyecto internacional de genoma
humano pone en su camino a la anciana Marie Alida Karwecki, quien cambiará el rumbo de su existencia.
Contratado por la mujer, abandona Chile para partir tras las huellas de Sofía Bethelnahu Karwecki, desaparecida
hace décadas. Su periplo lo llevará de Nueva York a Kassel,
de Santiago a Honduras, de Nicaragua a Belice. En una época de fuertes
convulsiones en el subcontinente, su búsqueda no escapará al fuego cruzado
entre las guerrillas centroamericanas, los grupos paramilitares y la solapada
intervención norteamericana. Con un estilo cargado de humor negro, La sonrisa
del caimán es un thriller político-policial que echa mano al lenguaje del cómic
y del cine para construir un relato que se burla de los serios y los incrédulos,
de los cínicos y de los aterrados.
Dauno Tótoro Taulis
Nació en Moscú y ha vivido en numerosos países de América Latina, siendo Chile
su lugar actual de residencia. De sus experiencias como director de
documentales y reportero en diversas zonas de conflicto, surgen los paisajes y
personajes que pueblan su obra. Premio Latino-americano de Periodismo José
Martí en 1995, es autor de los libros de crónica periodística y ensayo Camino
Verde; EXLN, el ejército que salió de la selva (Planeta México, 1994); Zapatistas
(Liberarte, Buenos Aires, 1995); La cofradía blindada, la blindada, y Ser de
izquierda (ambos en Cuarto Propio, Chile, 2003 y 2005); Los hombres que daban
de beber a las mariposas (junto a la Compañía Teatrocinema
y el ilustrador Abel Elizondo, 2014); y la trilogía de novelas La sonrisa del
caimán, Los tiempos de la caimaguana y El caparazón
de Ukucma (de próxima aparición en la colección La
orilla negra).
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