cover-51074.jpgCazarabet conversa con...   Francisco J. Leira Castiñeira, autor de “Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar” (Siglo XXI)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Francisco J. Leira Castiñeira escribe, investiga y reflexiona sobre el reclutamiento forzoso, la experiencia de guerra y la desmovilización….

El libro ha conseguido el Premio Miguel Artola en Investigación Contemporánea….

La sinopsis del libro:

El golpe de Estado de julio de 1936 partió España en dos, configurando un tablero de terror, miseria y muerte que daría fin a la República y sustento a la dictadura. En el territorio sublevado, los soldados de Franco a menudo no eran adeptos convencidos, sino meros peones obligados a luchar por el devenir de una España en la que el único elemento de cohesión iba a ser el miedo. Francisco J. Leira desvela cómo el Ejército sublevado se formó mediante levas forzosas y desmitifica la historia, una y otra vez repetida, de que media España se alzó contra la República por cuestiones ideológicas o políticas. Soldados de Franco es el relato de cómo el dictador situó al país ante un terrible dilema: convertirse en verdugos o morir.

El autor, Francisco J. Leira Castiñeira:

Es doctor en Historia por la Universidade de Santiago de Compostela con la tesis La socialización de los soldados del ejército sublevado (1936- 1945). Su papel en la consolidación del Régimen franquista (2018) dirigida por Aurora Artiaga, Andrés Domínguez Almansa y Lourenzo Fernández Prieto que mereció el Premio Miguel Artola para tesis doctorales en Historia Contemporánea, prestigioso galardón que convoca anualmente la Asociación de Historia Contemporánea en colaboración con el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Máster en Historia Contemporánea por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster en Ciencias Documentales por la Universidade da Coruña, ha sido visiting fellow en la University College Dublin - Center War Studies.

Entre otros reconocimientos, el autor ha recibido asimismo el Premio en Ciencias Sociales Juana de Vega, así como una mención honorífica en el concurso de ensayo George Watt de la ALBA-VALB de Nueva York, ambos por avances de esta investigación en 2012.

 

 

 

Cazarabet conversa con Francisco J. Leira Castiñeira:

48098279_10213245275702646_.jpg-Hola Francisco, ¿nos puedes explicar qué te motivó a escribir este ensayo en el que te centras en los reclutamientos forzosos por parte de los sublevados franquistas en los territorios “conquistados”  desde primera hora? ;¿cómo les fue a estos?

-Hola, en primer lugar, muchas gracias por la entrevista, sois un proyecto muy interesante y para mi es un honor. Es necesario lo que hacéis, pues cuidáis los libros y la historia con mucho mimo. En tiempos en los que la cultura cae en el ostracismo más absoluto y que precisamente en un momento de crisis se vuelve más necesaria, proyectos como el vuestro se hacen más que necesarios. En primer lugar, decir que este libro forma parte de mi tesis de doctoramiento, que defendí a finales del año 2018. Tuve la particularidad de que me la han dirigido tres excelentes historiadores, que me aportaron aspectos diferentes, como fueron el rigor, a veces excesivo (gracias a Aurora Artiaga); la imaginación y la creatividad, pues la historia es un proceso intelectual en el que los investigadores tenemos que interpretar, a través de fuentes, un pasado que no vimos (Andrés Domínguez Almansa); y ser capaz de hacer nuevas preguntas al pasado y que ese pasado nos diga cosas sobre el presente sin caer en partidismos estúpidos (Lourenzo Fernández Prieto). Es gracias a ellos, por lo que la tesis y este libro tiene las cosas buenas que puede ofrecer, lo negativo es solo atribuible a mí. Pero, también debe mucho de la ayuda y el magisterio de otros historiadores como Emilio Grandío, Xosé Manoel Núñez Seixas, Miguel Cabo o Antonio Miguez del Departamento de Historia contemporánea e de América de la Universidade de Santiago, así como del Grupo de Investigación Histagra y del Proyecto Interuniversitario Nomes e Voces. Creo que de algún modo, detrás de todo este aprendizaje se encuentra el dado por un “mestre de mestres” como es Ramón Villares. Me gusta pensar, que formo parte de esa escuela historiográfica que se asentó en Galicia, que está representada sobre todo en el Grupo Histagra y que tiene como base el estudio social, el estudio de las personas, como principal objetivo para entender el pasado.  El interés surge en el 2011 cuando estaba realizando el Máster en Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago de Compostela. Estaba buscando un tema de investigación para mi trabajo final de máster. Charlando con mi director, Lourenzo Fernández Prieto, nos dimos cuenta de que no se conocía nada de los combatientes de la guerra civil. Un aspecto que ya había remarcado Núñez Seixas en su libro ¡Fuera el invasor! (2006, Marcial Pons) y decidimos recoger el guante y decidir indagar sobre este colectivo, del que había mucha memoria, pero no había Historia. Así que decidimos ponernos manos a la obra y realizar un primer acercamiento. Por cercanía de fuentes, de posibles testimonios, porque existía un estupendo conocimiento historiográfico sobre la sociedad gallega de preguerra, gracias a trabajos como los de Ramón Villares, Lourenzo Fernández, Andrés Domínguez, Emilio Grandío, Miguel Cabo o Dionisio Pereira; sobre la represión con Julio Prada, Antonio Miguez, María Jesús Souto o Emilio Grandío; o, sobre las actitudes sociales durante la guerra, con Ana Cabana o Daniel Lanero; decidimos que lo más normal era centrarse en el caso gallego y en concreto en el ejército sublevado. De esta forma, al estudiar a los combatientes del ejército de Franco, también se pretendía estudiar la consolidación social de la dictadura, puesto que la guerra es el acto fundacional y legitimador del franquismo. Así, que el interés con el que se inició esta investigación era averiguar las consecuencias sociales de la participación en la guerra civil como soldado de Franco. Es decir, aportar una nueva perspectiva sobre la consolidación de la dictadura, con el estudio de un colectivo del que no había apenas trabajos. Realmente es que existía un profundo desconocimiento de quienes conformaron el ejército sublevado cuando comencé la investigación. ¿Quiénes eran aquellos soldados? Cuando empecé aún no se había publicado la tesis de James Matthews, Reclutant Warriors, que fue tan importante para el estudio social de la guerra y de sus combatientes en España, por lo que era caminar por un terreno inexplorado, que por un lado, era muy atractivo y, por el otro, daba vértigo por el desconocimiento a la hora de buscar fuentes documentales. Por eso, en un primer momento, me tuve que empapar lo que pude, teniendo en cuenta que era un trabajo final de máster, de lo escrito fuera de nuestras fronteras sobre las Guerras Mundiales. También de las excelentes investigaciones que había arrojado algo de luz sobre el tema, como las de Javier Arostegui y Javier Ugarte sobre el carlismo, Núñez Seixas sobre la propaganda y Michael Seidman. Pero yo quería estudiara la gente corriente. Fue cuando me di cuenta (después de meses en el archivo y de entrevista orales a excombatientes, en el que estaba perdido y no sabía cómo enfocar la investigación porque no encontraba documentación) que la mayoría de ejército sublevado se formó a través de la recluta forzosa. Esos reclutados eran los que me interesaron estudiar a mí, no a los voluntarios que ya tienen historiadores que les han prestado y prestan atención como Aurora Artiaga, José Antonio Parejo y otros. Esto dio lugar a un trabajo final de máster que ganó el Premio en Ciencias Sociales Juana de Vega 2012 y una parte del mismo una mención honorífica en el concurso de ensayo histórico George Watt de la ALBA de Nueva York. Se publicó con el nombre de La consolidación social del franquismo. La influencia de la guerra en los soldados de Franco (USC, 2014). Coincidió con la publicación del citado Reclutant Warriors (OUP, 2012), Los excombatientes de Franco (PUZ, 2014) de Ángel Alcalde, y luego los avances en las investigaciones de Miguel Alonso, que acaba de publicar un libro colectivo maravilloso, o David Alegre y su La batalla de Teruel (La esfera, 2018). Fue a partir de este momento cuando la investigación empezó a tener forma y empecé a matizar muchas de las cosas que pensaba en n principio. Eso se lo debo a David Alegre y a Miguel Alonso, gracias a ellos aprendí mucho, maticé muchas cosas, mejoré otras. Su amistad y haber trabajado varios años juntos a ellos, y a otros como Félix Gil Feito, en el proyecto de la Revista Universitaria de Historia Militar fue muy importante para mí. Realmente, el papel que tengo el este trabajo no es testimonial, pero casi. Debe mucho a mucha gente, empezando por mis directores a quienes volví locos con mis idas y venidas, pasando por toda la gente que cite y muchos otros que me olvidaré. Javier Rodrigo, Óscar Rodríguez Barreira, Claudio Hernández, Mercedes Peñalba, Pilar Mera, Israel Sanmartín, Ángel Alcalde, José Luis Ledesma, muchos y muchas. El objetivo que siempre estuvo detrás era el de entender la naturaleza humana. Ver cómo se comporta una persona en un contexto de extrema violencia y que consecuencias sociopolíticas puede tener posteriormente. En este caso, me centré en los soldados porque me interesa la guerra civil, pero pienso que será la gran incógnita que intentaré responder y que nunca tendrá una respuesta absoluta, si sigo investigando y dedicándome a esto.  Cosa que es difícil, dada la situación económica y el escaso interés que hay en España en la investigación en ciencias sociales y humanas. Por ejemplo, yo realicé la tesis sin ningún tipo de contrato de investigación, trabajaba de otras cosas y el tiempo libre se lo dedicaba a ella: archivero, bibliotecario, autónomo, etc. A esta experiencia pienso que también le debo mucho de lo bueno que puede haber en la tesis, porque me enseñó a ver la sociedad con otros ojos, a aplicar mi propia experiencia en lo que estaba estudiando. Después de presentar la tesis, gané el Premio Miguel Artola de la Asociación de Historia Contemporánea y del Centro de Estudios Político y Constitucionales del Ministerio de Presidencia, y de ahí salió la publicación de este libro (Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar, Siglo XXI, 2020), tengo que agradecer mucho a Tomás Rodríguez Torredellas y Alejandro Rodríguez que me ayudaron y dieron forma al libro.   Aunque lo que pretendía estudiar cuando empecé no ha cambiado, tengo que reconocer que yo sí. Poco queda de aquel chico que escribió aquel trabajo final de máster y espero que me pase lo mismo con este libro, que evolucione y todo aquello que he escrito deje de gustarme.  Que conste que ya está pasando, si pudiera cambiaría muchas cosas...

48926408_10213313691653002_.jpg-¿Haces una radiografía de la composición del ejército franquista en el que demuestras que no todos eran acérrimos defensores de lo que querían, pensaban y pretendían los cabecillas militares como Franco, Mola, Sanjurjo, Queipo, Millán Astray?. Coméntanos un poco el resultado, por favor…

-Como os comentaba, sobre el ejército sublevado existía mucha memoria y poca Historia. Por un lado, estaba ese discurso público del pasado que defendió el franquismo y también el antifranquismo: eran fascistas, falangistas, militares africanistas, carlistas, monárquicos y conservadores, que bajo el palio de la Iglesia, para unos “salvaron a España” del comunismo o perpetraron las mayores atrocidades. Por otro lado, está la imagen de “mi abuelo (o mi padre) fue a la guerra con los nacionales porque le tocó aquí”. Ambas son ciertas, pero no deja de ser solo memoria. Cuando entramos en un análisis histórico podemos encontrar las contradicciones y las tensiones sociales, el ambiente político, el proceso de politización de la sociedad, como se fue avanzando hacia la modernidad en el periodo previo, como se tejieron redes de solidaridad entre la gente y como el golpe de Estado sepultó todo eso. En medio, como se comportaron las personas. Hago una radiografía, como afirmáis en la pregunta, pero de las clases de tropa. Es decir, de los sargentos, cabos y soldados, que fueron reclutados a través del sistema de servicio militar que ya existía en España. No cambió mucho durante la guerra, con alguna salvedad. Para conocer como fue el reclutamiento en España hasta el 1912 hay que leer el libro de Fernando Puell, a mi me sirvió mucho para entender este proceso y adentrarme en la lectura del Boletín de la Junta de Defensa Nacional que era donde se publicaban los decretos de movilización y se cambiaron aspectos que antes no existían. Por ejemplo, la creación de Centros de Movilización y Reserva, que se introdujeron para reclutar a los que ya habían hecho el servicio militar y para enviar a los prisioneros que, en palabras de James Matthews, iban a “reciclar” porque serían enviados a una unidad sublevada. La particularidad que tiene este proceso de reclutamiento, es que por primera vez el servicio militar se convierte en obligatorio para toda la sociedad, ya no había exenciones, pagos, cuotas, nada. Todos tenían que ser movilizados de manera forzosa para ir a una guerra que no provocaron. Esto termina generando un trauma difícil de superar para muchos de estos conscriptos.  En mi trabajo no me centro tanto en la jerarquía militar. Eso requeriría otra tesis. Pero hay que decir, que a pesar de la ayuda fascista desde la organización del golpe de Estado, se desconocía qué régimen se iba a instaurar, si es que se iba a modificar. Las primeras órdenes militares se hacen con vivas a la república y en la propaganda, como demostró Núñez Seixas, sucedió lo mismo. El ejército sublevado, y su pensamiento fue modificando su discurso y sus medidas, tanto en el frente como en retaguardia, durante el transcurso de la guerra. Por eso, es fundamental estudiarla. Desde el plano social, no se sostiene lo que decía la propaganda, no todos pensaban igual. Es una obviedad, y muchos pensaran que para que el viaje si se iba a decir esto, pero el problema es que no se dijo y en la historiografía, el enfrentamiento franquismo antifranquismo, siguió presente incluso cuando este ya estaba en teoría superado. Este colectivo, que fue el mayoritario durante aquellos años, porque la mayoría hizo la guerra en uno u otro bando, fue obviado y era más sencillo que fuesen lo que en su día dijo la propaganda que eran. Aquí es donde creo que tiene interés este libro, en complejizar el pasado. Pues afirmando que hubo anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos moderados, republicanos progresistas, conservadores, fascistas, tradicionalistas y, una gran cantidad de apolíticos o de personas con una identidad política voluble y cambiante, en la misma trinchera, cambia parte de lo que conocemos sobre la guerra. Es difícil, de asumir que esta gente compartiese rancho o lo que es peor, pelotones de fusilamiento. Complejiza y desheroiza la guerra y todo lo que le rodea. También obliga a repensar otros procesos sociales y políticos. Esto se puede, aplicar a ambos bandos, con diferencias en el proceso reclutador, el de control y el de coerción. En ningún caso se quiere blanquear el pasado de este colectivo, pero tampoco decir que fueron más malos de lo que fueron. De algún modo, fueron víctimas y verdugos, personas corrientes que se tuvieron que adaptar a un contexto de extrema violencia. Simplificando, esa radiografía de la que hablamos sobre el ejército sublevado no era más que un espejo de la sociedad de la que salieron, de la sociedad de los años 30. Intentar averiguar qué consecuencias sociales y políticas tuvo su experiencia, fue el siguiente peldaño al que tuve que subir.

-¿Qué aporta de diferente y diferencial este ensayo tuyo…?

-Bufff… Eso no creo que tenga que ser yo quien lo diga. Sería pretencioso por mi parte, porque hay muchas investigaciones terminadas y en curso de un gran nivel. No sabría qué responder. Quizá explicar pormenorizadamente el proceso de reclutamiento, a veces a través de estudios de caso en el que se ve como se trasladaba a los individuos a las cajas de recluta; el funcionamiento coercitivo que creó el ejército sublevado para tener controlada a su tropa; mostrar las diferentes respuestas al reclutamiento y a la vida en el frente; dar una interpretación a la experiencia de guerra de esos soldados; dar a conocer nuevas fuentes documentales como por ejemplo los administrativos de los archivos intermedios militares, los juicios abiertos en los regimientos militares, algunos expedientes como el de “la Tercera España” , etc. Pienso que hay varios aspectos novedosos, otros que no lo son tanto y, intenté, dar una interpretación a actitudes y comportamiento sociales en un contexto de guerra. Utilizando una frase de Ramón Villares que usó en una presentación de un libro suyo, refiriéndose al que acababa de publicar, mi ensayo “ya no me pertenece a mí, sino al lector”. Creo que quien quiera perder su tiempo, en el peor y en el mejor de los sentidos, con la lectura de este libro, es quien tiene que responder a esta pregunta y también, ver si la interpretación de los hechos del pasado que realizo, “son correctos” (entre comillas) o podrían ser otros. De este modo, el libro no quiere mostrar una realidad absoluta, lo remarco en la introducción, sino una interpretación e intento mostrar toda la información posible para que de su lectura se pueda extraer otras interpretaciones. Por lo tanto, dejo que esto lo responda el lector/a.

-¿Hasta qué punto era de forzoso este reclutamiento ,del día  a la noche ,en una zona que, de golpe, se veía sometida a las fuerzas alzadas..?

-No había término medio, eran forzosos o su familia sería perseguida. Esto es así, si una persona era llamada a filas y no se presentaba su familia era atosigada hasta saber donde se encontraba y si tenía un hermano era sustituido por el presunto “desertor”. Ya lo remarcó Michael Seidman, aproximadamente, un 80% de la tropa eran soldados de recluta y no milicias de voluntarios (un poco más elevado para el caso de la VIII Región Militar, que es en la que se centra el ensayo). Lo que queda por determinar es el grado de aceptación e incluso adhesión a esta movilización, que como en todas las guerras, existió. Un grupo, difícil de determinar en términos cuantitativos, vio con buenos ojos su movilización. Hay que tener en cuenta que la idea de la masculinidad estaba muy vinculada con la violencia y junto con la idea de la guerra como aventura pudo hacer que mucha gente no le “importase”, con matices, su movilización forzosa independientemente de su ideología si es que tenía una definida. Luego los había convencidos de que con un golpe de Estado había que derrocar el Frente Popular.  Sin embargo, planteo que el grueso de la sociedad, por muy viciado que estuviera el ambiente político, no quería una guerra. No hay una inevitabilidad de la contienda armada, eso es un constructo de la propaganda bélica. Si comienza es porque hay un golpe de Estado. Otros autores, como Rafael Cruz, ya han afirmado que la violencia y la discusión parlamentaria no era más virulenta que en Francia, por ejemplo. Además, esa visión negativa que existe de la República es por lo que ocurría en la capital o en ciudades como Barcelona. En Galicia, la conflictividad social existe, pero no es suficiente como para que no fuese controlada con las herramientas políticas de las que disponía la República. Luego, siguiendo con el tema de lo “forzosos” que pudieron ser o no los soldados de Franco, hay que decir que hubo un número, que tampoco se puede afirmar con rotundidad el número concreto, de individuos que se presentaron voluntarios. Algunos convencidos, pero otros para salvarse de la represión. Mucha gente se enroló en las filas del ejército sublevado, para salvar la vida. Es algo que muestra el punto de histeria colectiva y violencia que se produjo en julio y agosto, pues lo que suele ocurrir en todas las guerras es que los individuos eviten, como también sucedió, ser soldados para salvar la vida, aquí sucede lo contrario en muchas ocasiones.

5f13248642bd6..0-47-1024-73.jpg-¿Qué hubiese sido del ejército sublevado sino hubiese sido por los reclutamientos forzosos, por esas levas de refuerzo, pero forzadas….?

-Es difícil de saber. Es hacer historia ficción. Lo que pienso es que la organización de un ejército de recluta desde la temprana fecha del 8 de agosto de 1936, proporcionó una ventaja fundamental a los golpistas. A pesar de que la fuerza la tenía el Estado constituido, la República, el cierto descontrol y no ser capaces de organizarse hasta que se crea el Ejército Popular de la República, dio ventaja a los sublevados. En ese momento, no solo tenía un engranaje que funcionaba y del que habían solucionado los posibles problemas que tuvo en las primeras llamadas a filas, sino que creó una maquinaria de control coercitivo fundamental. De esta forma, las posibilidades que tenía un individuo de ir en contra del ejército sublevado en el que estaba integrado, era más bajas. A los oficiales, en tiempos de guerra no les importaba que pensasen o en qué partido militasen los combatientes mientras disparasen al “enemigo”, aunque luego tenían todo perfectamente controlado y sabían quien hizo y era quien. Para simplificar, la recluta se hizo porque no se concebía otra forma de crear un ejército. Las milicias voluntarias no eran suficientes y en todas las guerras en las que participaron los generales sublevados, se nutrieron de la leva. No hicieron más que lo que sabían hacer. Además, descontando ciertas fuerzas de choque, que fueron fundamentales en términos militares como los regulares, a las tropas moras, la legión, no había un ejército profesional (ni siquiera estos lo eran en el sentido actual), por lo que la única salida, según su manera de entender la guerra, era a través de la recluta forzosa. Que digo que es forzosa, porque lo era, pero el mecanismo administrativo era el que ya existía en la República, que era el servicio militar obligatorio, ahora extendido, como dije antes, a todos los individuos sin excepción. Para entender la forma de pensar del ejército hay libros fundamentales de Gabriel Cardona, Fernando Puell, Geoffrey Jensen o Juan Carlos Losada.

-Eran forzados esos soldados a incorporarse al ejército sublevado, pero ¿hasta qué punto pudo haber alguna especie de resistencia o eso no cabía…?.¿Había alguna especie de “vía de escape” para los que no querían luchar contra sus ideas?

-Sí, obviamente siempre hay vías de escape, de resistencia. Estas siempre están delimitadas por las posibilidades que tenían los individuos de hacerlas. La huida al monte, la automutilación o esconderse en zulos realizados en casa fueron las principales respuesta de repulsa al reclutamiento. Pero claro, esto era más fácil de hacerlo en lugares del rural, que por ejemplo en Ferrol donde estaba el poder militar. En el frente, ocurrió lo mismo. Estar en primera línea hizo más fácil que pudiesen desertar a campo republicano por ejemplo. Pero no a todos los enviaban a una unidad del frente, ni a todos los soldados los ponían en guardias en las que pudiesen desertar, como era por la noche, o a vigilar lugares estratégicos. Además de la deserción, dejarse hacer prisionero fue otra de las medida de oposición, así podían desertar, como demostró Pedro Corral. Pero también hubo casos de gente que quiso atentar contra Franco y soldados que pasaban información a los republicanos como espías. Por lo demás, otras “vías de escape” son las que llamó James C. Scott para sus estudios sobre el mundo rural como “arma de los débiles”: crear rumores, meterse con los oficiales, hacer corrillos que algún excombatiente denominó como “radio macuto”, no disparar, retrasarse en la incorporación a filas cuando había un permiso o días de descanso o incluso cosas tan inofensivas para el devenir de la guerra como querer que ganasen batallas el ejército republicano, son algunos ejemplo. Lo mismo ocurría al otro lado de la trinchera. Es la gran tragedia de una guerra civil y que pretendo mostrar en este ensayo, no sé si lo conseguí. Hubo mecanismos de escape, que iban desde la resistencia más activa a la oposición más banal. Otra por ejemplo, era escribir cartas a retaguardia con mensajes escritos en el interior de los sobres para que pasase la censura.  Lo que sí quiero remarcar, es que hubo dos motivaciones detrás de estas “vías de escape”. La ideológica, por ejemplo la deserción, y la que se puede llamar como oposición o cansancio hacia la violencia, como lo que comenté de los rumores falsos, los corrillos o celebrar una victoria del “enemigo”. De este último caso, el más conocido quizá sea la celebración por la derrota italiana en Guadalajara. No podemos reducir todo lo que ha sucedido en la historia, desde  la perspectiva social, a la ideología. Sería caer en un grave error. Ninguna persona vive las 24 horas pensando en términos ideológicos. Existen otros motivos de más peso y en la guerra se pueden observar: la supervivencia, el miedo, el cansancio físico o mental, o la incertidumbre, tienen un mayor peso en mi opinión. Pero como en todo, es debatible y existe un interesante debate internacional y que se está introduciendo en España sobre por qué luchaban los combatientes. Este ensayo defiende que hay que desideologizar todas y cada una de las actitudes de los soldados.

EdMxiXVXYAE_6op.jpg-large.jpg-Obviamente ese reclutamiento forzoso hizo que la balanza de la suerte en el campo de batalla se inclinase también del lado franquista, ¿no?, al margen de las ayudas de Alemania, Italia….; pero hasta qué punto influyó esa inyección del reclutamiento forzoso….

-Como dije antes, fue fundamental porque el ejército sublevado ya había creado y mejorado su engranaje administrativo para formar progresivamente un ejército cada vez más poderoso. Hay que tener en cuenta de que la movilización se hizo de manera escalonada y cuando se tomaba una ciudad se realizaba el envío a filas de todos los mozos útiles de las quinta llamadas a filas. La República se organizó más tarde y eso para mí tuvo su relevancia. Hay algo que no se dice, pero antes de ir al frente, los reclutas son entrenados, la experiencia que tuvieron los sublevados, no solo en África sino en la misma Guerra Civil, hizo que la instrucción se mejorase con los decretos de movilización y que los soldados fuesen más “preparados” que los de la República. Tampoco mucho más preparados, pero si algo más. Eso en un campo de batalla es determinante.

-¿Cómo se trataba y se instruía a levas –futuras tropas—de las cuales no se estaba seguro de cómo respondería porque ideológicamente no compartían todas las premisas que los alzados sí compartieron desde un primer momento…..?

-A todas se les trataba igual. Cuando eran llamados a filas quedaban encuadrados en una institución total, como las denominó Erving Goffman. Allí todo estaba controlado, hasta había que pedir permiso para ir al servicio. Esto provocó que se rompiesen las redes de solidaridad previas a la guerra y se creasen otras, y que las normas sociales preexistentes se esfumasen, que no olvidasen. Pero en el ejército la forma de relacionarse cambió la vida de esta gente. Valores como la jerarquía y la disciplina pasaron a primer plano, y luego había una sensación de vigilancia y miedo al castigo por la maquinaria coercitiva que crearon. Provocaban que en los soldados existiese ese sentimiento, pues de esta forma se aseguraban que no realizasen, la mayor parte de las veces, actos subversivos.  La instrucción se basaba en esos ideales: jerarquía, obediencia, disciplina y miedo. El contexto de extrema violencia hacía el resto. No se puede olvidar el escenario en el que ocurre todo esto, no es como si se crease un ejército en tiempo de paz para preparar la guerra, como hizo Alemania. Aquí desde el principio hubo asesinados, barricadas, luchas armadas, eso también es conveniente introducirlo en esta ecuación. Muchas veces no había que decir mucho, pues como decían los propios excombatientes en las entrevistas que realicé era “morir o matar”, esa sensación es más poderosa que cualquier tipo de adoctrinamiento o entrenamiento.

-¿Si no se alistaban con Franco corrían peligro de muerte o hasta qué punto?; ¿qué otras represalias podían establecerse sobre su persona, directamente y sobre la familia, bienes…?

-Sí, como comenté antes, eran perseguidas y acosadas. Podía ser sustituido el soldado desertor, huido, díscolo, por un hermano en edad militar. También había requisas y se intentaba señalar a esa familia como se hizo con las de los represaliados. Las requisas y represión económica era otra vía, esto lo estudió muy bien Julio Prada. Luego hay que remarcar, que para los soldados el castigo era más duro en retaguardia que en el frente. Por ejemplo, si un soldado era cogido en el frente, podía tener la indulgencia del oficial al mando porque la situación era distinta. Un castigo como la muerte podía acarrear problemas con sus compañeros. En retaguardia no había tanta clemencia, se le abría un expediente judicial o se le asesinaba a sangre fría. También ocurría en el frente. Dependía mucho del caso y del oficial de la unidad. En una guerra no hay leyes en muchas ocasiones.

-Otra cosa era dejar a la familia atrás… ¿siempre era como un “as” que podían manejar a modo de amenaza según cómo se comportase el soldado reclutado de manera forzosa?

-Exactamente. El miedo porque a la familia no le pasase nada estaba siempre presente. Del mismo modo, que evitar que un hermano fuese movilizado en caso de que estuviesen más en el frente. La cabeza del soldado, estaba en salvar su vida y la de sus familiares. Esto provoca un trauma difícil de superar y una sensación de tener que estar siempre alerta. Hay muchos testimonios orales, de combatientes que no desertaron porque un compañero les recordaba que podía pasarle a la familia. Esto lleva consigo una mayor complejidad de las relaciones humanas en guerra y de estas con el ejército.

Nuevos-reclutas-del-bando-r.jpg-Amigo Francisco, ¿nos puedes hacer un retrato de los reclutados de manera forzosa; qué perfil y características solían presentar?

-Siendo simple: era el reflejo de la sociedad de aquel tiempo, social, económica, educativa, cultural y política. Por ambos bandos. Eran ejércitos heterogéneos social, político y culturalmente. Por lo que fueron personas corrientes que se tuvieron que adaptar a un contexto de extrema violencia.

-Seguramente estaban sometidos a una vigilancia especial dentro de las tropas franquistas, ¿verdad?

-Como dije antes, el ejército sublevado creó y fue mejorando con el paso del tiempo, una maquinaria coercitiva, de vigilancia y castigo. Se creó una policía militar, había personal del servicio de información (del Servicio d Información y Policía Militar) de incognito en cada unidad. Además crearon, con la ayuda de los gobernadores civiles y militares, alcaldes y la guardia civil, ficheros en los que aparece un pequeño informe sobre la militancia política si tuvo y que hizo desde el golpe de estado hasta que fue llamado a filasTodo esto se perfecciona con la creación del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) que sustituye al Servicio de Información Militar y al Servicio de Información Naval. Estaba al mando de un militar africanista, el teniente coronel José Ungría. Había estudiado en escuelas militares extranjeras y quería modernizar esa parte del ejército. A partir de finales de 1937, cuando se termina el frente de Asturias, es cuando se crea el SIPM y el control sobre los soldados va en aumento hasta llegar a su culmen coincidiendo con la creación del primer gobierno franquista. Se crean cuerpos de vigilancia, unidades de castigo, hacen participes del castigo a otros compañeros a toda la unidad y, lo que es más importante, se impone en la tropa la sensación de estar vigilados. Es algo relevante estos dos últimos puntos. La sensación de estar vigilado provoca una paralización de cualquier acto que no sea el ordenado por los oficiales o lo que se comentó anteriormente como actos de resistencia de baja intensidad. Hacer participes a todos los combatientes de los castigos a sus compañeros y a los prisioneros, los culpabilizaba y provocaba un extraño sentimiento de pertenencia al grupo, al ejército sublevado, a través de la vergüenza de haber perpetrado actos de violencia. Muchas de las medidas no eran nuevas, sino que ya se habían aplicado en las campañas de África.

-¿Y cómo se los trataba a los soldados sometidos de manera forzosa bajo orden y mando franquista?

-Se les trataba igual que a otros soldados. No había diferencia. La forma de recluta, forzosa, es solo un procedimiento para crear el ejército. En el frente, todo han estado sometidos a la misma vigilancia y posibles castigos, pero también a recibir medallas, contraprestaciones, permisos, la misma comida, enseres, etc. Quizá no está muy presente en el texto, pero la jerarquía militar sublevada también quiso atraerse el favor de la tropa con contrapartidas como las que cité, y otras que aún quedan por estudiar.

-¿Hay zonas dentro de la geografía del Estado Español que sufrieron más de este reclutamiento forzoso?

-Galicia, posiblemente sea el caso más paradigmático en todos los sentidos. No hubo frente de guerra, por lo que régimen naciente y que iba mutando a medida que avanzaba la guerra tuvo en este territorio la posibilidad de establecer un banco de pruebas. En lo que se refiere al reclutamiento, empezaron el 8 de agosto de 1936 y terminó en enero de 1939. Tuvo unas características distintas a otros territorios por esas particularidades.

-Qué pocas veces, si miramos el conjunto de la historiografía en torno a la Guerra Civil, se vuelve la mirada analítica del o la historiadora ante el conjunto del los soldados, ¿por qué crees?

-Porque era más cómodo mantener los discursos creados por los poderes fácticos de ambos bandos. Para el franquismo, como ya dijo Paloma Aguilar, la guerra era su acto fundacional y fuente de legitimación, por lo que los soldados se convirtieron en “héroes de la nueva España” y en “Caídos por Dios y por España”. Desde el plano propagandístico se les elevó a los altares para convertirlos en la imagen de la España de la dictadura y no interesaba entrar en mayores complejidades, a pesar de que luego el acceso a puestos de trabajo no fuese igual para todos los excombatientes. Para el discurso antifranquista, era más cómodo mantener la dicotomía entre “ellos” y “nosotros” y no entrar en mayores disquisiciones. Así que a nivel histórico, no interesó a nadie estudiar a este colectivo. Todos querían convertir a los suyos en héroes y a los otros en villanos.  A nivel historiográfico hay que contar que llevamos 40 años de retraso con el resto de Europa. Aun así no tenemos nada que envidiar a la historiografía extranjera pero si es cierto, que se llegó tarde a tratar algunos temas y a adoptar algunas teorías. Los primeros trabajos serios sobre la guerra estuvieron muy influenciados por esa lucha de franquismo vs antifranquismo, como ya señaló en su día Antonio Cazorla en un excelente estado de la cuestión publicado en Historia y Política. Este problema no cambia hasta el cambio de siglo, con excepciones de la generación anterior en la que hay grandes investigaciones. Pero el interés estaba en otros aspectos, en estudiar lo que no se conocía: los perdedores. Cuando se conoció a las víctimas, se estudió social y culturalmente, se analizó y se iniciaron debates sobre la tipología de la violencia de aquel tiempo con autores como Antonio Miguez, Javier Rodrigo, José Luis Ledesma, Gutmaro Gómez Bravo o Jorge Marco. Posteriormente se empezó a estudiar lo que en principio, pero no en realidad, ya se conocía más: los vencedores. Primero los aspectos culturales y simbólicos como la naturaleza política del régimen, el debate sobre si es un régimen fascista y que características tenía (Ismael Saz, Ferrán Gallego) y posteriormente la sociedad y como fue capaz de consolidarse el régimen (Carme Molinero, Pere Ysás, Antonio Cazorla, Miguel Ángel del Arco, Óscar Rodríguez Barreira) y luego las personas e instituciones, como la Sección Femenina (Ángela Cenarro), los poderes políticos, las gente corriente (Ana Cabana, Claudio Hernández). Finalmente, le tocó el turno a quienes hicieron la guerra. Sin embargo, a pesar de llevar 40 años de retraso, reitero que la historiografía española está al nivel de cualquiera, y en el tema que nos ocupa, el debate está empezando a desarrollarse pero es muy rico, con historiadores como Germán Ruiz, Ángel Alcalde, David Alegre, Miguel Alonso, Aurora Artiaga, José Antonio Parejo, Javier Rodrigo, González Calleja, Francisco Cobo, James Matthews, etc.

-¿Y cómo ha sido acercarse tan minuciosamente a los soldados reclutados forzosamente porque el hecho de ir a la guerra de manera forzosa es deliberadamente muy diferente y diferencial, ¿verdad?;¿en qué condiciones vivían o vivieron la guerra?

-Hay una novela basada en la experiencia de la Primera Guerra Mundial de su autor que se llama El miedo de Gabriel Chevalier. Cuando se encontraba en un hospital militar, las enfermeras que esperaban que le contasen historias heroicas sobre la guerra, le preguntaron al protagonista y este respondió, no recuerdo como las palabras exactas pero algo así: Anduve largas marchas, dormí al aire libre, tuve piojo y pase miedo, mucho miedo. Si tengo que decir como he vivido esta experiencia se resume con la palabra miedo. Creo que esta escena de la novela refleja la experiencia de guerra. No hay nada heroico en los conflictos armados. Eso son constructos del discurso retórico. La realidad, es que viven en condiciones infrahumanas, y las vivencias de violencia provocan un trauma y un cansancio físico y mental que resulta muy difícil de superar. Lo que genera es un rechazo a la violencia, en líneas generales. Pero la experiencia de un reclutado forzoso es la misma que la de un voluntario. Lo único que cambia es la forma en la que codifican su experiencia. Pero también un forzoso puede sentirse orgulloso de lo que hizo y convertirse en sustento social de la dictadura. Como dije, hablamos de personas, y siempre es difícil establecer reglas inmutables e inamovibles. Es interpretar a través de una documentación consultada, de entrevistas, de memorias escritas y de otro tipo de información. Pero el debate está servido y espero que llegue quien me contradiga y proponga otra visión, pues eso beneficiará a todos/as, pues conoceremos mejor, sin conocer, y podremos empezar a entender aquellas vivencias. Pero, ¿Cómo vivieron la guerra? Con incredulidad, con un sentimiento de supervivencia que mantuvieron durante toda su vida, con incertidumbre y miedo. Muchas veces, estos sentimientos tan humanos generan actos increíblemente hermosos, pero también profundamente violentos y desgarradores. Los historiadores debemos mostrar ese pasado pero sin juzgarlo y menos con ojos actuales.

-En su ideas políticas…(no me agrada lo que argumentan algunas generaciones posteriores :”mi padre o mi abuelo es que no tenían ideas políticas…”--todos tenemos nuestra manera de pensar y nuestras ideas políticas y es que parece que nos avergoncemos---) cómo volvieron esos reclutados forzosos que marcharon contrariados con lo que iban a defender?

-Todos tenemos ideas políticas, entendido en un sentido amplio. En lo que se refiere a las personas ideologizadas iban contrariadas, porque iban a traicionar lo que pensaban. Pero no era algo muy distinto de lo que pensaba un apolítico. Luego hay que entender, que mucha gente tiene una identidad política voluble y cambiante. No siempre es la misma. La sensación fue la misma, pues se parte de la base de que una parte importante no quería ir a la guerra.

-Nos puedes hablar del proceso de documentación para llevar a cabo este ensayo de investigación:¿cómo ha sido…¿cómo te las has arreglado?;¿cómo ha sido esa tarea? ¿y cómo ha sido tu metodología de trabajo?

-Complicado. Al principio no sabía por dónde empezar. Con el tiempo fui entendiendo el funcionamiento del ejército y la búsqueda de documentación archivística fue más sencilla. Los ejércitos son jerárquicos y cada nivel está mandado por un Estado Mayor que tienen 4 secciones que se dedican a temas distintos. Una vez sabido esto, pues me centré en los que tenía que ver con espionaje y contra espionaje y personal, que son los que más información podían dar para este tipo de información. Empecé con el archivo intermedio de la Región Militar Noroeste, continué con el Archivo General de Ávila, que tiene toda la información sobre la guerra civil, luego Guadalajara y Segovia para las hojas de servicio y el Cuerpo de Mutilados; el General Militar de Madrid; el eclesiástico de Madrid. Luego consulté los archivos judiciales militares como el de la Región IV. La serie documental de los juicios abiertos en los regimientos con estado mayor en Galicia, como el Zamora 29, Mérida 35 o Zaragoza 30. Luego la documentación de esos regimientos como sus diarios de campaña. Me centré en algunos aspectos en el VIII Región Militar, pero no solo. A mayores consulté los archivos civiles como el General de la Administración, para la posguerra, los provinciales gallegos y varios locales. También eclesiásticos como el de la orden franciscana de Santiago. Archivos fotográficos, y alguno personal. Luego los fondos que tiene el proyecto nomesevoces.net, que se centraron en estudiar la represión franquista, pero tiene documentación sobre la guerra en general. También consulté las memorias y diarios de guerra escritos por combatientes o excombatientes y que han sido publicados. Son varios y gracias a la labor de autores que me precedieron muchos los pude conocer. Otros se publicaron mientras hacía la tesis y me fueron de gran ayuda.  Finalmente, entrevistas orales. He consultado 105 para la tesis. Sobre unas 40 las realicé yo entre 2010 y 2011, ya debían ser los pocos excombatientes que quedaban vivos. Fueron momentos muy especiales y que significaron mucho para mí. Cambió mi perspectiva de la historia, de lo que estudiaba y de lo que quería mostrar con este libro. Me acuerdo de cada una de ellas y de sus protagonistas, no tengo ni que volver a escucharlas de lo que me marcaron. Luego consulté las realizadas por un proyecto universitario que se desarrolló en el Departamento de Historia Contemporánea y de América de la Universidade de Santiago que se llama Historga. Es un proyecto con más de 1000 entrevista sobre diversos temas y que empezó en la década de los 80 con Isaura Varela, Marc Wounters y Xurxo Pantaleón. Finalmente las que consulté realizadas por el proyecto nomes e voces. Las entrevistas realizadas por mi tenían una metodología de historia de vida, para ir buceando en los recuerdos del entrevistado desde la infancia a la actualidad. Es una conversación guiada en la que el entrevistado tiene que sentirse cómodo. Es una fuente muy interesante, muy importante, pero difícil de hacer. Reconozco que mis primeras entrevistas fueron un desastre, pero me sirvieron para aprender. Lo mismo puedo decir de mis dos o tres meses yendo diariamente al archivo militar de Ferrol sin saber qué hacer. Es un proceso de aprendizaje lento, pero muy emocionante, pues abrir un legajo y no saber que te vas a encontrar, que vas a leer, es muy bonito. En función de ese documento, todo puede cambiar o puede ayudar a reforzar tu hipótesis. Yo tengo que reconocer que tuve que cambiar mi hipótesis varias veces, las fuentes me iban diciendo una cosa distinta y esta las unía con lo que leía y habían trabajado otros historiadores o como dije hablaba con compañeros como Miguel Alonso y David Alegre, y todo cambiaba. Creo que ese proceso intelectual es lo más bonito de una tesis. Ser capaz de reconocer que te equivocabas cuando planteaste la investigación, e ir cambiando en función de lo que te dicen las fuentes, lo considero fundamental. También es cierto, que en función de las preguntas que le hagas al pasado, vas a consultar una u otra documentación, creo que en ese proceso de preguntar al pasado para obtener más preguntas que respuestas, y siempre mantener el rigor a lo que ves en las fuentes, teniendo en cuenta que interpretas algo que no has visto, es la base para hacer un buen trabajo. Para eso hay que ir con la mente siempre abierta, dispuesto al debate, dispuesto a que tus colegas de profesión te contradigan y aprender de ellos.

-¿Qué ha supuesto para ti el alzarte con el Premio en Historia Contemporánea, Miguel Artola?

-Un honor. Por un lado, por quienes dan el premio, que es la Asociación de Historia Contemporánea y el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales del Ministerio de Presidencia. Luego por quienes lo ganaron antes que yo, verme en ese listado es un honor que no creo que merezca. Pienso que mi investigación no está al nivel de las que me predecedieron. Finalmente, es un honor tener el apellido de un historiador como Miguel Artola en mi curriculum. Un historiador de ese calibre, con esa voluntad de renovar el conocimiento, es admirable, un espejo en el que mirarse. Aprovecho para dar el pésame a familiares y amigos por su fallecimiento este año. También quiero remarcar que mi investigación no es mejor ni peor, solo ha ganado un premio. Hay muchas que conozco que no lo han ganado que me encantaría poder haber escrito yo. Es un honor ganar el premio, obtener reconocimiento, pero no puedes creer que eso sea un cheque en blanco que va a dar más veracidad a lo que diga. Tengo que seguir creciendo, aprendiendo, tanto de mis antecesores como de quienes vendrán detrás de mí.

-Amigo, ¿estás trabajando en algo en concreto en estos momentos?… ¿nos puedes dar alguna pista y/o avanzar algo?

-Si, por suerte tengo un contrato posdoctoral. La idea es estudiar la posguerra a través de este colectivo. Analizar cómo fue la vuelta a casa desde el plano social y como afectó la convivencia con la violencia como soldados durante la guerra cuando esta ya había terminado. Por decirlo de alguna manera, es la segunda parte de “Soldados de Franco”.

 

 

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