La
Librería de El Sueño Igualitario
El título
se encuentra dentro de la colección de historia de Comares.
Un
excelente ensayo desde la firma de Juan Sisinio Pérez
Garzón.
Lo que
nos dice la editorial Comares:
¿Quién pesa más en la historia? ¿Un rey, un
cardenal, un general o los miles de mujeres y hombres que hacen funcionar la
sociedad día a día?¿A quiénes les debemos las libertades y los derechos?¿A los
grandes hombres o a las miles de personas anónimas que han luchado por su
conquista?
Las respuestas no están ni en los tercios de
Flandes ni en los héroes de la patria ni en los despachos de esos supuestos
grandes estadistas. Por eso, los protagonistas de este libro son cuantas
mujeres y hombres de a pie se han movilizado para mejorar su vida, para cambiar
lo que pensaban que era injusto. Con frecuencia desde posiciones utópicas.
Ellos son quienes han empujado la historia, aunque en el camino se comprueba
que ni todos han pensado igual ni se han movido con los mismos intereses y
afanes. Por eso surgen los conflictos, protestas y movimientos sociales, sobre
todo contra quienes detentan los privilegios y poderes. Es justo lo que se
explica en este libro, no la historia de las clases dirigentes sino la historia
de quienes se han resistido a las distintas formas de poder y de quienes han
luchado por construir una sociedad mejor. Porque las libertades y derechos se los debemos a muchos miles de personas, no a las figuras
de relumbrón. Ahora bien, esas conquistas no son irreversibles. Avanzar en
libertad, democracia y justicia para todos requiere crecientes compromisos de
solidaridad. El camino de la historia, por tanto, sigue abierto.
El autor, Juan Sisinio
Pérez Garzón:
Para saber de este historiador podemos ir al
siguiente enlace: http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Sisinio_P%C3%A9rez_Garz%C3%B3n
Juan Sisinio, como
articulista:
http://elpais.com/autor/juan_sisinio_perez_garzon/a/
Articulista en revistas especializadas:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=118507
Cazarabet
conversa con Juan Sisinio Pérez Garzón:
-Desde que hubo aquello que podemos conocer o reconocer como “regencia
del poder” ya sea porque un individuo o comunidad tuviese algún instrumento o
demás (el fuego, por ejemplo) o porque tengan como un carácter más dominante
con el resto…puede que todo derive en un “abuso del poder” y, desde ese preciso
momento , nace la desigualdad, la concienciación y conocimiento de la misma ,
la solidaridad y la cooperación y, finalmente, la reivindicación y el
movimiento social. …Vamos por partes:¿cómo fue la respuesta de esta
contestación social entre una sociedad nómada y una sociedad que, poco a poco,
se fue asentando…porque la preponderancia y prepotencia, así como el abuso del
poder ya estuvo presente entre nómadas y sociedades que iban asentándose…?
-Hay
muchas cuestiones que aclarar para dar una respuesta clara a tales preguntas.
Sería delimitar por qué existe la violencia y la intolerancia en las sociedades
humanas, desde los primeros grupos de los sapiens hasta el presente. Es asunto
muy debatido por todas las ciencias sociales y también por la biología,
neurología, etc. Pero junto a la violencia, que se constata en los datos que
aporta la arqueología del Paleolítico, también se constata otro factor: la
cooperación social. El sapiens es un animal social y la cooperación es la clave
de su supervivencia y de su reproducción. Además, el sapiens experimentó en un
determinado momento una mutación, parece genética, lo que se ha llamado
revolución cognitiva, que le permitió pensar y comunicarse con un lenguaje
distinto al que existe en los demás animales, un lenguaje capaz de producir un
número infinito de frases con un número limitado de sonidos para explicar la
complejidad de la realidad. Este otro factor, el del lenguaje, permitió que la
cooperación social fuese acumulativa y que además esa cooperación se
argumentase con mitos culturales.
El hecho
es que durante miles de años, hasta las revoluciones agrícolas, la población
humana de todo el planeta se calcula que no iba más allá de los ocho o millones
que vivían en grupos de no más de 150 personas. Vivían vagando de un lugar a
otro como cazadores-recolectores, eran nómadas. Su principal actividad era la
recolección. Aunque vivían en formas que hoy podríamos catalogar de comunas,
sin jerarquías, sin acumular riquezas, no hay que idealizar aquella etapa
porque también albergó en su seno momentos de violencia. Es cierto que los
restos arqueológicos de esa violencia son débiles pero no hay que obviarlos.
Lo cierto
es que todo cambió hace unos diez mil años con las revoluciones agrícolas que
tuvieron lugar en varios lugares del planeta (Oriente Próximo, China, América
Central…). Domesticaron las plantas que hoy comemos y los animales. Comenzó una
transformación del mundo que nadie imaginaba. Si antes de la revolución
agrícola no había más de ocho millones de recolectores-cazadores nómadas, en
8.000 años la población del planeta se incrementó hasta unos 250 millones de
agricultores. La agricultura supuso la aparición por el control del futuro:
había que prever y planificar provisiones para las comunidades asentadas en
torno a la economía agraria. Eso fue la base del surgimiento de élites que
organizaron los excedentes de alimentos y desde ese momento surgieron las
desigualdades en el seno de las comunidades campesinas. El proceso fue lento y
complejo hasta dar como resultado la organización de élites políticas,
religiosas y militares que controlaban territorios agrícolas, garantizaban la
subsistencia de sus congéneres y además desencadenaban guerras con las
comunidades vecinas para ampliar sus espacios de riqueza y, por tanto, de
poder.
Se
inventaron religiones y lealtades políticas que daban fundamento a los vínculos
de cooperación imprescindibles para sostener los nuevos poderes de esas élites.
Así se justificaron y se sostuvieron imperios, imponiendo en nombre de poderes
sobrenaturales una cooperación que ya no era tal sino una explotación y
opresión. Comenzó una etapa histórica de imperios y estados agrícolas que llega
hasta el siglo XIX de nuestra era, con sistemas de esclavitud y luego de
servidumbres feudales que se basaban siempre en una inmensa mayoría de gentes
que labraban los campos y sostenían a minorías políticas, religiosas, militares
y culturales que eran los que hacían realmente la historia.
-¿Cuándo lo que conocéis como bandolerismo…el ir
contra el poder y su abuso, yendo a por el botín ,fue el arma que se fue
imponiendo y hasta cuándo se fue utilizando más como protesta frente al poder?
-El
bandolerismo se produjo como fenómeno social permanente en todas las sociedades
agrarias, en todas las culturas, y persistió hasta el siglo XIX. Eran
cuadrillas de campesinos que se formaban por varias causas, según la época: por
excedente demográfico, por huir de la miseria, por no someterse a la
explotación, por escapar de los alistamientos forzosos para perder sus vidas en
guerras, etc. En sí mismo, todo grupo de bandoleros expresa una oposición a las
normas establecidas por el poder. Siempre es una forma de protesta, eso sí, de
protesta sin una meta de cambio político o social, sólo como salida en grupo de
quienes no soportan las condiciones de dominio existentes. Esto se comprueba
desde los bandoleros medievales y de la época moderna hasta los más famosos del
siglo XIX. El bandolerismo desaparece conforme emergen las economías
industriales y el desarrollo de las ciudades, aunque entonces surgen otros
fenómenos de bandas urbanas que ya responden a otros condicionantes y se
expresan con otra tipología.
-El sector del campesinado siempre ha sido un denominador común en todas
las épocas y en todas las protestas contra el poder. ¿Por qué es un sector tan
sensible al abuso….quizás porque depende de muchos…?
-Las
protestas y revueltas de campesinos han marcado diez mil años de historia de la
humanidad, también en la Península Ibérica, porque han sido la inmensa mayoría
de la población sobre cuyo trabajo se ha levantado el poder de las minorías que
han marcado el rumbo de cada sociedad, desde los faraones hasta Napoleón. No
son mi más ni menos sensibles que los demás, han sido la masa de trabajadores
que ha producido y generado la riqueza de las sociedades durante diez mil años.
Todo eso cambió con la revolución industrial, y entonces los movimientos
sociales ya no fueron predominantemente campesinos sino de proletarios
industriales, sin que por eso dejasen los campesinos de seguir luchando por
mejorar sus condiciones de vida.
-¿Cuándo la religión, cualquiera de ellas, entra a
ser ingrediente de este “complot” contra el poder?; Supongo que, más o menos,
desde que, a la vez, juega también a ser parte del poder…? ( de esta manera las
religiones no acaban de “perder” nunca)
-Las
religiones albergan en su seno, prácticamente todas, un componente de resignación
ante el poder pero también otro factor de protesta, porque raro es que las
religiones no prediquen ciertos niveles de justicia entre todos sus fieles. Esa
exigencia de justicia, en ciertas coyunturas, permite que haya fieles que las
interpreten contra el poder, que las enarbolen para criticar a los poderes para
exigirles que cumplan con los deberes que les marca la religión. Eso se
manifiesta en determinadas coyunturas, y tienen más o menos fuerza social,
según el nivel de implicación de la religión con el poder político y económico.
En todo caso, es cierto que el factor de resignación y aceptación de la
desigualdad que existe en cada religión es el que al final se impone y es el
que más se propaga y predica desde las jerarquías religiosas, en general muy en
sintonía con las jerarquías económicas y políticas.
.-Cuando pienso en “abuso del poder” me acuerdo
inmediatamente, casi como un resorte a manera de regla de tres simple de los
abusos en las Épocas y Tiempos Feudales, del vasallaje, del feudalismo, del
poder señorial y de “sus derechos” frente al desmantelamiento del pueblo… ¿Es
una de las Etapas más lacerantes en pérdida de los valores sociales por las que
ha atravesado la humanidad…?
-Es
difícil medir la crueldad de la explotación social en cada época. Como también
es casi imposible medir unos valores sociales en términos absolutos. Lo cierto
es que fueron las revoluciones liberales las que lanzaron a la palestra de la
historia la tríada conceptual de “libertad, igualdad y fraternidad”, y desde el
siglo XIX comenzó un proceso de concienciación diferente de tal forma que esos
tres conceptos siguen siendo los que nos guían en una constante aspiración a
llenarlos de contenidos.
-En la Edad Moderna arrancan las “revueltas” de los
Comuneros….vamos a ver, toda comparación es ingrata, pero ¿podemos comprender a
aquellas revueltas mirándonos en algunas revueltas contemporáneas y
reivindicaciones como las que se levantaron
por la presente crisis, los movimientos en las plazas, las mareas, los
indignados…?
-No se
pueden comparar. Son sociedades tan distintas que es imposible encontrar
similitudes más que superficiales. Sí, hay en la superficie semejanzas: la
gente se organiza, protesta, resiste, reivindica. Eso es igual en los
Comuneros, en las huelgas de los obreros del siglo XIX, en el movimiento
catalanista y en el 15-M… Pero los contenidos de las reivindicaciones, los
actores de los movimientos, las metas, los poderes a los que se enfrentan son
totalmente distintos, no tienen nada que ver las reivindicaciones de los
Comuneros con las del 15-M, como el 15-M tampoco tiene nada que ver con el
movimiento soberanista catalán, aunque los dos compartan un contexto de crisis
económica.
- Otra lucha contra el poder es la que se levantó
en las colonias. El país invasor imponía su propio arbitraje y a cambio de nada
porque si volvemos la vista atrás…el colonialismo no ha dejado nada bueno: les
usurpamos sus bienes naturales, realizamos matanzas, les dejamos muchas
enfermedades, les empezamos a aniquilar como sociedad, pueblo, como
cultura….nunca teníamos demasiado. Teníamos una “aspiradora” donde debíamos
tener corazón y nos encontramos con muchos alzamientos…al final la justicia
apuntaló la dignidad a unos pueblo haciendo que, nosotros, casi la perdiésemos,
¿qué nos puedes comentar?
-Creo que
deberíamos dejar de hablar de “nosotros”, como si hubiésemos sido nosotros, los
españoles de hoy, los colonizadores que expoliaron América. Es cierto que
fueron los antepasados de quienes hoy vivimos como españoles, pero ¿existe un
cordón umbilical entre Hernán Cortés y los españoles de hoy? Es un detalle
relevante, pero vamos mejor a la cuestión de la conquista y expolio de América,
que es más compleja de lo que parece. En síntesis, fue la corona de Castilla la
que, con sus habitantes, conquistó y explotó un continente entero. Y los
indígenas americanos se sublevaron desde el primer día, abundaron las revueltas
y hasta la lucha armada contra los colonizadores. Obviamente esa conquista y
expolio no se hicieron con el corazón, ninguna conquista e imperio se crean con
el corazón ni se ponen límites en el expolio. Además echaron mano de la
importación de esclavos africanos para reforzar la explotación de tierras y
minas. También los esclavos se sublevaron desde el primer día, desde 1521 nada
menos. Y surgieron los poblados de “cimarrones”, que eran los esclavos que se
escapaban y vivían en libertad. Esos cimarrones fueron luego decisivos en las
guerras de las independencias contra España en el primer tercio del siglo XIX. Ahora
bien, la clase de conquistadores y sus herederos los criollos, en mestizaje con
las clases indígenas, dio paso a nuevos poderes que fueron los que tomaron las
riendas del continente en esas guerras de las independencias que se consideran
terminadas en 1824. El sistema de explotación cambió pero persistió en lo
básico la marginación de las poblaciones indias y la discriminación de las
castas de gentes con orígenes africanos. Eso ha marcado toda la historia del
continente
-¿Cuando aparece el capitalismo el abuso del poder en qué se ve
condicionado… y desde qué nuevas perspectivas empieza a apretar las tuercas?
-Como
escribieron dos jóvenes revolucionarios allá por 1848, Marx y Engels, con una fórmula genial, “todo lo sólido se
desvanece” bajo el empuje del capitalismo. Es un modo de producción que tiene
como característica básica disolver tradiciones, transformar los espacios y
criterios de vida y convertir la innovación científica y tecnológica en un
factor imprescindible para el incremento de la riqueza de una sociedad. Con
semejantes marcos, las formas de explotación del capitalismo han sido tan
cambiantes como el propio sistema económico capitalista. Si, por ejemplo, el
feudalismo agrario del siglo X europeo era bastante similar al del siglo XVII, sin embargo el capitalismo industrial de la
Europa del siglo XIX no se parece en nada al capitalismo de las sociedades de
servicios de la Europa del siglo XXI. Lógicamente las dinámicas de protesta y
las formas de organización también cambian, pues la clase obrera del siglo XIX
hoy se encuentra convertida en una amplia mayoría de trabajadores muy
estratificados en cualificaciones profesionales, en niveles de vida y en
referentes culturales. En este sentido, la novedad histórica que conlleva el
capitalismo es que hace de las masas el sujeto activo y omnipresente de toda
sociedad. Es una afirmación que hay que desglosar, pero esto ya sería escribir
casi un libro sobre los cambios en las estructuras sociales de las masas
trabajadoras…
-Hasta que los movimientos obreros llegan a la
calle y empiezan a sentirse, a saberse y a diferenciarse y toman partido,
aunque sean diferentes…la contestación frente y contra el poder fue
evolucionando, pero poco a poco…el movimiento obrero, aunque desde diferentes
perspectivas, fue llegando y calando…¿cómo lo podemos y lo debemos leer?
-Justo es
lo que comentaba antes. Los cambios han sido drásticos. Quizás se podrían
simplificar en tres fases. En la primera, durante el siglo XIX, coexistieron
forma de lucha social propias de los sistemas precapitalistas
(motines de subsistencias, revueltas contra los impuestos, resistencias
violentas a los abusos de poder, etc.) con nuevas formas de organización como
las sociedades de socorros mutuos, el recurso a la huelga, la manifestación
reivindicativa y el recurso al voto, en concreto a los republicanos en el caso
español porque su partido era el que mejor atendía las demandas de
trabajadores, campesinos y una amplia menestralía urbana siempre al borde de la
pobreza. En el siglo XX, siguiendo con el caso español, con el desarrollo de la
sociedad industrial y al auge de los derechos políticos y sociales son los
sindicatos los protagonistas de los movimientos de reivindicación social, junto
con los partidos que, o bien se definen como específicamente obreros, o se
dirigen de modo prioritario al pueblo trabajador. La dictadura de Franco supuso
una etapa de excepcionalidad en el devenir europeo. LA transición a la
democracia y el desarrollo posterior de la sociedad coincidieron con el tránsito
de una sociedad industrial a una sociedad de servicios, lo que también ha
supuesto la emergencia de lo que se llama “nuevos movimientos sociales”, porque
junto a las exigencias planteadas por los sindicatos, que siguen siendo
decisivas, han surgido otras reivindicaciones entre las que destacan la
igualdad de las mujeres (el feminismo), la armonía con la naturaleza (el
ecologismo), el pacifismo, la defensa de las diferencias culturales, las
demandas nacionalistas, etc.
-Aparece el liberalismo; esa corriente política y
económica que no quiere hacerse de mal querer por nadie, pero que da la
impresión que : “Es la que, constantemente,
tira la piedra y esconde la mano”. ¿Cómo la respuesta se ve “dibujada”
en la esfera social?
-El
liberalismo está muy denostado. Creo justo recolocar el liberalismo como la
ideología que en las décadas finales del siglo XVIII y principios del XIX
alumbró las revoluciones de las que somos deudores, la americana, la inglesa y
la española de las Cortes de Cádiz. Antes comentaba que lanzaron a la escena de
la historia tres ideas para organizar la sociedad: la libertad, la igualdad y
la fraternidad. Y eso no se ha superado, al contrario, está por cumplir.
Además, del liberalismo surge precisamente el socialismo, el pensamiento que hace
hincapié en la igualdad porque la libertad sin igualdades básicas no existe; y
también surge el anarquismo, que sería la máxima expresión de los afanes del
individuo sin cortapisas de ningún poder. Quiero decir que el liberalismo no es
un señor que está maniobrando desde fuera para ver cómo nos manipula y engaña…
El liberalismo es plural y desde el siglo XIX hubo liberales famosos como John
Stuart Mill que se acercó a la socialdemocracia y
defendió la igualdad de las mujeres, hasta los neoliberales de hoy que reducen
la libertad económica al juego ciego de los mercados. Este neoliberalismo es el
que obviamente hoy es objeto de críticas por su insensibilidad social. No
obstante, incluso los más acérrimos defensores de esos mercados convertidos en
dogma para todo, tienen que aceptar que las conquistas sociales no se pueden
barrer de un plumazo pues, en tal caso, en una democracia no ganarían nunca las
elecciones. De este modo, hasta por egoísmo aceptan ciertas conquistas
sociales. Por ejemplo, en estos últimos cuatro años de recortes y austeridad,
el gobierno del PP prácticamente no ha tocado las pensiones, porque son más de
nueve millones de votantes.
-Hablamos de movimiento social y debemos hacerlo,
ahora, también de sindicalismo: ¿fueron desde demasiado pronto antes, estas
fuerzas sindicalistas, más rivales que nada contra el poder?
-Los
sindicatos han sido la fórmula más eficaz que han desarrollado los trabajadores
en la conquista de sus derechos sociales. El éxito alcanzado es indudable, han
logrado que prácticamente todas las fuerzas sociales y, por tanto, los Estados
hagan suyo el programa social. Ahora bien, todo movimiento de masas exige
organización y esta organización, para ser eficaz, requiere estructuras
permanentes que llamamos burocracia, pero que hasta ahora nadie ha descubierto
una alternativa organizativa que no derive en una estructura burocratizada.
Además, militar en los sindicatos de trabajadores en un sistema democrático ya
no es heroico, como ocurría contra Franco. Por eso, ahora los vemos como
instituciones que surgieron contra el poder y que ahora parecen parte de los
aparatos de poder. No son rivales del Estado, son parte de la sociedad, que es
distinto, y negocian con el Estado o se enfrenta con los distintos gobiernos
del Estado, en función de las necesidades y posibilidades en una aspiración
constante a mejorar el bienestar de los trabajadores. A eso se une que hay
otras formas de reivindicación que no son las institucionales y por eso los
sindicatos pueden resultar acartonados ante ciertas novedades. Esto ya sería
hablar más bien de los retos del sindicalismo en las nuevas sociedades de
servicios, por un lado, y en sistemas de democracia que cada vez es más
reflexiva y exigente.
-Bueno, es que partiendo desde la base muchas de
las “consignas anarquistas”, por ejemplo, son casi irreconciliables con las
“consignas socialistas” ¿Cómo lo ves?
-A
primera vista parecen irreconciliables. En el fondo, son compatibles. Tienen
las mima raíz y comparten las metas: liberar a la sociedad de todo tipo de
explotación, que nadie viva a costa del sin vivir de otros. A partir de esas
premisas, las diferencias están desde el siglo XIX en las tácticas, si la huelga
laboral o la huelga revolucionaria, si el voto a un partido obrero o la
abstención de participar en la democracia… Esa disputa fue muy importante en el
primer tercio del siglo XX en España. Parece que hoy no hay datos suficientes
para afirmar que el anarquismo tenga fuerza para convertirse en alternativa
social. En todo caso, los historiadores no somos profetas, quizás pudiera
ocurrir, aunque no se barruntan procesos que puedan conducir a una hegemonía
del anarquismo…
-¿Cambia todo o casi todo con la entrada en la
movilización social de la clase media y de sectores más dados a leer, reunirse,
debatir, ir a ateneos…no sé como más centrados en la formación…?
-Ahí está
la novedad de lo que llamamos sociedad postindustrial o de servicios. Hay ante
todo una cuestión imprecisa, la de acotar lo que es clase media, pues en ese
concepto se incluyen muchos sectores de asalariados que también podríamos
catalogar como clase trabajadora, y punto. Prácticamente todas las clases
medias profesionales (sobre todo de sectores como la sanidad y educación) son
de hecho nuevas clases asalariadas, no son obreros de mono azul en una fábrica,
pero sí que son los nuevos asalariados de la era del capitalismo de cuello
blanco. A eso se suma que por primera vez en la historia, toda la sociedad,
como conjunto, en el caso de Europa, y de España en concreto, está con un nivel
educativo inédito, no hay analfabetos y cada generación el nivel educativo sube
y sube, y hay mejores médicos, mejores ingenieros, mejores maestros, mejores fontaneros
y hasta mejores futbolistas (mejor alimentados y mejor entrenados). Obviamente
la capacidad de reflexión y la masa crítica en la sociedad se ha incrementado
de forma exponencial con relación a las anteriores décadas. Por eso surgen
nuevas demandas de organización y participación democrática, nuevas exigencias
como ciudadanos consumidores, mejores controles de los poderes, nuevos cauces
de intervención en la vida pública, etc.
-¿Cómo fue y se fue desarrollando esta lucha y tensión social durante la
Guerra Civil?
-Sobre la
guerra civil se han escrito casi cien mil libros. Es difícil que en pocas
líneas pueda sintetizar aquella tragedia. Ante todo, hay que subrayar que la
República no iba encaminada a una guerra. Al contrario, podía haber evolucionado
perfectamente como otras democracias europeas. Fue la sublevación militar
arropada por los intereses de unos grupos latifundistas y de sectores
reaccionarios la que fracasó parcialmente en su intento de derrocar el gobierno
votado democráticamente en febrero de 1936. Al fracasar, se escindió el
territorio en dos partes, el que quedó en manos de los sublevados, y el que
logró seguir fiel a la República. El apoyo de Hitler y de Mussolini fue
decisivo para que los sublevados avanzaran militarmente. Por eso hubo guerra
civil. De lo contrario, los sublevados no habrían resistido mucho tiempo. Ahora
bien, a la vez que se desencadenada la guerra, se desencadenaron las
represiones del “verano caliente del 36”. Estalló sin duda, una lucha de clases
de forma abierta y sin miramientos, sobre todo en las respectivas retaguardias.
No fueron acciones militares sino fusilamientos de militantes que en la zona
sublevada casi fue el genocidio premeditado de los obreros que habían destacado
en la defensa de sus derechos, sobre todo en Andalucía. También hubo
fusilamientos en la zona republicana como represalias contra aquellos a los que
se les consideraba partidarios de la sublevación. Al final, el triunfo de los
sublevados supuso la persistencia de un sistema dictatorial que ideológicamente
estuvo desde el principio contra la clase obrera y que trató de domesticarla
con la fórmula del sindicato vertical. Pero esto ya es otra historia.
.-Nuevos tiempos y nuevas tendencias dentro del
mundo de la lucha contra el poder: aparecen los antimilitaristas, los
ecologistas, los pacifistas, las feministas….¿Es el tiempo de que muchas de
estas “tendencias” lleguen al poder influyéndolo más desde el propio pueblo…?
-En gran
medida, esas nuevas tendencias ya son parte del poder, aunque cueste
reconocerlo. Por ejemplo, el feminismo logró institucionalizarse desde 1984 con
el PSOE. Cierto que queda mucho camino por recorrer, pero sin duda las
instituciones del Estado ya están imbuidas de fuertes dosis de defensa de la
igualdad de las mujeres, a pesar de fallos o quiebras coyunturales. Eso mismo
ha pasado con el ecologismo, que ya lo han hecho suyo casi, casi todo los
partidos políticos. El antimilitarismo fue fuerte cuando concentró su meta en
la objeción de conciencia, pero cuando logró su objetivo de anular el servicio
militar obligatorio, perdió fuelle y hoy el pacifismo está disgregado, aunque
conserva su peso como valor transversal en numerosas organizaciones. Esos
logros son ya historia y los movimientos sociales han cumplido un papel
insoslayable. La propia red de ONG’s existente es
otro dato de la fuerza que tienen los movimientos de solidaridad. En este
sentido, las democracias tienen una virtud, que en su propia dinámica de ganar
electores, resulta que las nuevas demandas y los nuevos movimientos rápidamente
pueden ser integrados como parte de los programas electorales… Por ejemplo, la
lucha contra los desahucios en España ha logrado pasar de la calle a los
ayuntamientos, pero seguro que pasará a todos los partidos en las próximas elecciones,
porque nadie dirá que es legítimo dejar a alguien sin vivienda…
-Antes ya he mencionado al movimiento indignado,
aquí conocido como el 15M, ¿Cómo has visto y has sentido su latido cuando, poco
a poco, les han ido quitando protagonismo a los sindicatos más potentes y más
tradicionales…? ¿Es este movimiento, con su asambleísmo, como “toque
diferencial” lo que le ha hecho ir más allá?
-El 15-M
fue un aldabonazo incuestionable que sacudió la pereza o la inercia de una
sociedad que llevaba instalada en la burbuja económica una larga década. Por
eso, sin la crisis económica, esas asambleas del 15-M no habrían tenido la
afluencia de gentes de todas las clases y edades. Los efectos inmediatos de ese
movimiento se notaron en los partidos, en la sociedad en general, pues todo el
mundo consideró necesario replantearse muchos aspectos sobre todo de la
organización política y económica. Ahora bien, habrá que esperar para constatar
si esos efectos son solo coyunturales y se diluyen conforme se sale de la crisis
económica o si aportarán novedades que persistan. El asambleísmo parece que no
persiste: dentro de la formación política más directamente vinculada con el
15-M, la de Podemos, ya se constata que las nuevas vías de debate y
participación no están muy lejos de las más clásicas de los partidos
tradicionales. El impulso renovador que se podía derivar del 15-M podría ser muy importante pero ¿se quedará
solo en el rejuvenecimiento de las caras de los partidos políticos? ¿se
lograrán consensos para un proceso constituyente como se reclama desde ciertos
sectores? En fin, es una realidad que no ha finalizado, por eso es difícil
lanzar afirmaciones claras en este momento…
20148
Contra el poder.
Conflictos y movimientos sociales en la historia de España. De la prehistoria
al tiempo reciente.
Juan Sisinio Pérez Garzón
352 páginas 17 x 24 cms.
24,00 euros
Comares
Este libro se ha escrito
pensando ante todo en que pueda ser útil a los jóvenes que cursan diversos
grados universitarios de humanidades y ciencias sociales y, por supuesto, que
resulte de fácil comprensión para cuantas personas tienen interés por saber quiénes
protagonizan la historia en cada momento. Bertolt
Brecht lo explicó con claridad poética en los versos de Preguntas de un obrero
ante un libro: «En los libros figuran los nombres de los reyes/ ¿Arrastraron
los reyes los grandes bloques de piedra? El joven Alejandro conquistó la India/
¿Él solo? Felipe II lloró al hundirse/ su flota ¿No lloró nadie más? Un gran
hombre cada diez años/ ¿Quién paga sus gastos?/Una pregunta para cada
historia».
En efecto, una pregunta para cada época y para cada sociedad. Por eso en este
libro no se encuentran ni los reyes ni las personalidades y líderes que dominan
en muchas obras de historia, y no hablemos ya de las miles de novelas
históricas que se han apoderado de la divulgación del pasado entre el gran
público. En este libro se han buscado respuestas en los sujetos, anónimos o no,
léase personas (mujeres y hombres), que han desarrollado con sus intereses y
afanes, sus ambiciones e ideas, sus esperanzas y temores una continua lucha por
cambiar y mejorar, con frecuencia desde posiciones no poco utópicas. Bien es
cierto que estas motivaciones nunca han sido ni lineales ni homogéneas, porque
los intereses contrapuestos y las visiones encontradas del mundo han
desencadenado movimientos sociales, conflictos entre grupos y clases y
protestas constantes contra quienes han detentado el poder y, en su caso, han
frenado los cambios. Porque la historia es la ciencia social que estudia los
cambios que nos han traído a este presente y que nos condicionan para construir
el futuro.
Ahora bien, llegados a este punto, quizás los expertos reclamen que se les
expongan los anclajes teóricos sobre los que se ha encarrilado el libro.
Existen, por supuesto, y los lectores más especializados podrán advertirlos y
captarlos en los sucesivos capítulos. Además podrán refutarlos con diversos
argumentos, también matizarlos o ratificarlos con mejores elaboraciones en cada
caso. Ahora bien, esbozar esos marcos teóricos obligaría a una apretada
síntesis del pensamiento político sobre los factores de movilización social por
lo menos desde Karl Marx hasta Slavoj Zizek y Thomas Piketty,
cabalgando sobre Émile Durkheim
y Max Weber, Charles Tilly y James C. Scott o Simone de Beauvoir y Judith
Butler. Se opta por citar en la bibliografía del final del libro un abanico de
obras suficiente para adentrarse en las distintas teorías sobre el cambio
social, la dinámica de los movimientos sociales y las tipologías de la
protesta.
En ese apartado de bibliografía también se relacionan los libros que permitirán
ampliar los contenidos y cuestiones que se tratan en este libro. En especial es
de justicia hacer referencia a la obra que Manuel Pérez Ledesma hace 25 años
publicó bajo el título de Estabilidad y conflicto social. España, de los iberos
al 14-D.
También a la más reciente Historia de España dirigida por los profesores J.
Fontana y R. Villares. En todo caso, no son referencias bibliográficas
exhaustivas, se incluyen los libros que puedan permitir al joven estudiante o
al lector no especialista profundizar en cada etapa histórica; además esos
libros, a su vez, hacen cadena con otras muchas obras que aparecen citadas en
sus páginas.
En todo caso, quizás convenga recordar en esta explicación introductoria que el
concepto de «movimiento social» se fraguó como instrumento de análisis en los
procesos revolucionarios de la Europa de 1848 para precisar las exigencias de
las clases trabajadoras, exigencias en bastantes casos en contra del orden
social implantado por los correspondientes grupos dominantes desde el Estado
liberal. Se trataba de diferenciarlos de los «movimientos políticos» porque
desarrollaban acciones encaminadas a lograr objetivos que se catalogaron como
«sociales». Tales análisis surgieron en el pensamiento radical democrático y
socialista del momento al que le preocupaban las nuevas desigualdades e
injusticias producidas por la revolución industrial y la expansión del
capitalismo. Las calificaron como la «cuestión social». Apareció de este modo
el apelativo de «social» para calificar cuanto se relacionaba con las
desigualdades que afectaban a los grupos de personas que cargaban con la parte
del trabajo y nuevas condiciones de vida de la industrialización y de las
distintas formas de implantación del capitalismo.
INTRODUCCIÓN. UNA HISTORIA DESDE ABAJO
PRIMERA PARTE: DE LA COOPERACIÓN A LA DESIGUALDAD: ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LOS
CONFLICTOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES (DE LA PREHISTORIA AL SIGLO XVIII)
CAPÍTULO 1. DEL PALEOLÍTICO AL NEOLÍTICO: LA CREACIÓN DEL EXCEDENTE Y DE LOS
ESTADOS
El Paleolítico: cazadores y recolectores comunitarios
La revolución agrícola y las desigualdades sociales
Guerras, imperios y luchas de clases
CAPÍTULO 2. LA EDAD ANTIGUA: DEL BANDOLERISMO PRERROMANO A LA HEREJÍA
PRISCILIANA
Luchas por el botín y resistencias contra los romanos
Revueltas campesinas
La religión, factor de disidencia colectiva
CAPÍTULO 3. LA EDAD MEDIA: MOVIMIENTOS ANTISEÑORIALES, REVUELTAS FISCALES Y
CONFLICTOS RELIGIOSOS
Las desigualdades en Al-Andalus: etnias, religión y
tributos
Movimientos antifeudales en los reinos cristianos
Los burgos contra los señores: Sahagún y Santiago en el siglo XII
Crisis en la Baja Edad Media: de los irmandiños a los
payeses de remensa
Conflictos religiosos: herejes, mudéjares y antijudaísmo
CAPÍTULO 4. LA EDAD MODERNA: LUCHAS SOCIALES Y MOVIMIENTOS IDENTITARIOS EN EL
IMPERIO HISPÁNICO
Comuneros y agermanados: mesocracias urbanas y campesinos
Limpieza étnica: rebelión y expulsión de los moriscos
Resistencias anticoloniales y combates por la libertad
Los comuneros en las ciudades americanas
Levantamientos contra la coerción feudal
Entre alteraciones y motines: del siglo XVI al XVIII
SEGUNDA PARTE: DE 1808 A 1978. POR LA LIBERTAD Y LA IGUALDAD: MOVILIZACIONES
SOCIALES EN LA ERA DEL CAPITALISMO
LA ETAPA DE 1808 A 1890: LAS LUCHAS POR LA LIBERTAD
CAPÍTULO 5. LA REVOLUCIÓN ANTIFEUDAL ENTRE 1808 Y 1839
De ilustrados a liberales. El protagonismo de las élites
Guerrilleros y milicianos: los ciudadanos en armas
La contrarrevolución. Los significados del carlismo
CAPÍTULO 6. LA IMPUGNACIÓN SOCIAL DEL LIBERALISMO, 1839-1890
Las prácticas de movilización campesina
Motines contra las quintas y los consumos
La forja del movimiento obrero
El mito movilizador de la República federal
LA ETAPA DE 1890 A1978. OBREROS, MUJERES Y CLASES MEDIAS: LOS CAMINOS HACIA EL
ESTADO SOCIAL
CAPÍTULO 7. SINDICALISMOS DE CLASE: ENTRE LA DEMOCRACIA Y LA REVOLUCIÓN
La identidad obrera: repertorios y tácticas
Socialistas y anarquistas, rivales contra el capital
Respuestas y reacciones al sindicalismo de clase
CAPÍTULO 8. MOVILIZACIONES DE CLASES MEDIAS Y POPULARES
En nombre de la nación: las ambigüedades del regeneracionismo
El radicalismo anticlerical
Los movimientos nacionalistas
El feminismo de mujeres ilustradas y de mujeres obreras
CAPÍTULO 9. GUERRA CIVIL Y DICTADURA: IDENTIDADES MANIQUEAS
¿Todos en lucha? Los actores sociales en guerra
Represión y resistencia: dinámicas de movilización
CAPÍTULO 10. CONTRA LA DICTADURA Y POR UN ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO
El retorno del movimiento obrero, brecha tectónica en la dictadura
Vecinos, estudiantes, curas, nacionalistas
Explicación para concluir el capítulo
TERCERA PARTE: 1978-2015. LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA ESPAÑA
DEMOCRÁTICA Y POSTINDUSTRIAL
Rasgos básicos de las nuevas realidades españolas
CAPÍTULO 11. FEMINISMO, PACIFISMO Y ECOLOGISMO: INSTITUCIONALIZACIÓN Y ÉTICAS
ALTERNATIVAS
De la subordinación patriarcal a la democracia paritaria
Cohesión de la identidad ecologista y fragmentación organizativa
Las formas del pacifismo
CAPÍTULO 12. ENTRE LAS MOVILIZACIONES TRANSNACIONALES Y LA INDIGNACIÓN SOCIAL
Recursos y paradojas del activismo global
Minorías sexuales y deconstrucción de identidades
Combates recurrentes y dinámicas de indignación
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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