La
Librería de Cazarabet
La editorial aragonesa, zaragozana para ser
más concretos, Los Libros del Gato Negro nos acerca, otra vez, a un poemario
pletórico desde la pluma de Carmen Arduña.
Una poesía que desgrana feminidad por cada uno
de sus poemas, por cada uno de los poros…
Otra vez, Los Libros del gato Negro, apuesta
por la poesía y lo hace acercándose a la poesía aragonesa que, a menudo, ha
sido ignorada…tan cerca, tan lejos…
Cazarabet
conversa con Carmen Arduña:
-Carmen, ¿por qué cultivas la poesía?
-Escribo poesía como una forma de compensar y armonizar mi
habitual trabajo de ensayo histórico y político; me da una libertad que estos,
por supuesto, no me permiten y me sirve para equilibrar no poco las necesarias
emociones; para a través del ritmo y la rima de la poesía (que las dos cosas
es) encontrar un escenario de libertad expresiva.
-¿Qué entiendes tú por poesía…por escribir poesía, por
escribir aquello que bulle en ti y expresarlo mediante la poesía, la estrofa
con el soneto como herramienta? Por cierto, ¿por qué el soneto?
Puede parecer contradictorio si se tiene en cuenta que en los dos
últimos libros de poesía que he escrito y después de tres anteriores en verso
libre, he utilizado el soneto como vehículo expresivo. Pero no es así al menos
para mí: la estrofa no embrida más que la forma, que no es poco, pero
finalmente todo lo que se escribe busca la expresión libre de lo que se siente
y se quiere expresar que en el caso del soneto además te ofrece toda la
armónica musicalidad de sus endecasílabos: es palabra sobre música, es como un
pentagrama sobre el que no hay notas musicales sino palabras.
Palabras que expresan sentimientos, vivencias, bagaje literario y
cinematográfico, la geografía de nuestros sueños, deseos y experiencias
cercanas a lo que se ha vivido no necesariamente en primera persona sino
sintiendo la vida en torno y alrededor de una misma. Todo ello convierte a los
sonetos en un mundo cercano no solo para mí que los he escrito sino para quien
los lee y paladea como si de un trozo de vida se tratara.
-Me decían un día que un poeta, bueno hablábamos y
reflexionábamos que un /a poeta no tiene trabajo de documentación e
investigación…bueno, pero tendrá otro tipo de trabajo o reflexión interior
antes de ponerse ante el papel en blanco… Además, difiero, yo creo que hay
poetas que, centrados en un tema, sí que investigan sí que
deben documentarse. ¿Qué nos puedes explicar? ¿Qué piensas? ¿Qué sueles
leer?
Mi poesía recoge el quehacer poético lo que se ha leído, en mi
caso suele ser narrativa, aparte ensayo histórico, mientras suelo dejar para
los momentos íntimos del día o mejor de la noche la lectura de poesía. Y este
quehacer literario impone como toda creación metodología, rigor y constancia; solo
una palabra te puede fluir de repente; la composición poética, como toda
composición, exige trabajo, búsqueda, más trabajo y dedicación responsable a lo
que se escribe en endecasílabos para llegar a los lectores y reivindicar la
poesía como un arma necesaria y cargada de futuro.
-Amiga Carmen, ¿en la poesía te gusta experimentar,
aunque sea con la estructura del soneto, y no ceñirte a cánones establecidos?
El esfuerzo creativo es todavía mayor si como en el caso de mi
último libro, "Silencio frío", el planteamiento es escribir una
historia, la ruptura amorosa, utilizando como soporte expresivo el bellísimo
soneto. Y en una vuelta de planteamiento y objetivo se decide que el
protagonista de la misma no sea un personaje femenino sino un hombre. A cambio,
me he podido sumergir en situaciones y registros semánticos mucho más cercanos
a la vida actual, a la realidad más compartida, entendible y cercana al lector
porque sin huir de lo íntimo que inevitablemente se trasluce, hay un
distanciamiento que paradójicamente aproxima la creación poética al lector. Esa
búsqueda convierte esos más de cien sonetos en un trabajo de ruptura y
acercamiento al mismo tiempo y en ese reto que convierte en personal y ajeno al
mismo tiempo lo escrito, creo que radica el rasgo experimental de este
Poemario.
-Amiga Carmen, ¿en qué estás trabajando en la
actualidad, nos puedes dar alguna pista?
Después de la presentación de Silencio
frío sigo pensando en la poesía y el soneto como un mundo al que me siento
voluntariamente encadenada en el sentido más liberador de esa dependencia
creativa. No hay una idea determinada todavía, pero llegará espero en poco
tiempo.
-¿Cómo ha sido trabajar con Los libros del Gato Negro?
Trabajar y publicar con Los libros del gato negro me ha dejado un
magnífico sabor de boca. Ha sido una grata experiencia en la que ha habido los
niveles de entendimiento, comprensión, calidad de trabajo y complicidad
necesaria para volver, sin haberme ido nunca, a esta Editorial cuando mi
quehacer poético quiera ver su luz editorial.
25184
Silencio
frío.
Carmen Arduña
136 páginas
15,00 euros
Los Libros del Gato Negro
Carmen Arduña publica en Los Libros del
Gato Negro su poemario “Silencio frío”. Componen la obra ciento un sonetos de
metro clásico y rima consonante. El tema de estas composiciones es el
desamor, de suerte que la obra podría llamarse con el nerudiano título de “Cien
sonetos de amor”.
El protagonista, el narrador lírico de la obra es un hombre que se
adivina maduro, y que sufre, con serenidad y lucidez, las penas del amor recién
terminado. Se suceden en los poemas las metáforas alusivas al dolor, como
esa contenida en el primer cuarteto: “Mi insoldable abismo”. En efecto,
conforme avanza la obra observamos que la aflicción del protagonista no tiene
soldadura posible, es de un hierro frío y desgarrado, pero, precisamente por
ello, paciente.
Las partes en que se divide la obra marcan las fases del desamor.
La primera parte, “Entrada”, nos refiere el dolor primero, el del abandono por
parte del ser amado, y en este sentido son quizá los más dolientes. La segunda
parte, “Medio juego”, la más larga, viene bien precedida por una cita del
novelista Carlos Castán, procedente de su última
novela, “La mala luz”, según la cual lo contrario del amor no es el odio sino
el asco, y los poetas de esta parte reflejan más bien el vacío que deja el
amor, los recuerdos que se borran, la ausencia del ser amado y, tal vez, cierta
lejanía de aquello que fue esencial, aunque a menudo vuelva el dolor de antaño
a resurgir con toda fuerza.
Carmen Arduña sigue recurriendo en esta
segunda parte a la metáfora, recurso que emplea con gran visibilidad, pues no
son las suyas ni filosóficas ni abstractas en modo alguno, sino metáforas de
carne y hueso que se palpan con la imaginación. La tercera parte, “Final”,
alcanza la trascendencia de lo pasado, del recuerdo ya más tranquilo de la
angustia pasada y de la perdida que se vislumbra en la lejanía.
El poema ciento uno funciona a modo de epílogo, pues ahora es la
mujer poetizada en los cien anteriores quien toma la palabra y le pide a su
compañero que no la sienta “dogal, cadena o brida, ni un deseo escondido”, a la
vez que le desvela que nunca fue su dueño, “porque de ser así, se moriría”.
Final este que parece simbolizar la imposibilidad de sujetar, la dificultad de
perpetuar el amor.
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