Cazarabet conversa con... Nieves Vázquez
Recio, autora de “La sangre de las mujeres” (Renacimiento)
Nieves
Vázquez Recio escribe para Renacimiento, desde su colección de narrativa
Espuela de Plata, un libro que te dejará memoria y huella como lectora y
lector…por lo que tiene de diferente desde el continente, lo que se pretende, y
el contenido, cómo se cuenta…
Un libro un
tanto complejo, hasta quizás “un tanto duro”, pero inmensamente necesario desde
la dignificación de una memoria aferrada a las mujeres y que debe de
dignificarla.
Leer este
libro es un ejercicio de dignidad y de fortuna, mucha fortuna.
La sinopsis
del libro:
La sangre de las mujeres es el intento de
reconstrucción de un mundo, arrancado de la posguerra española en un lugar del
Sur. La novela, concebida como un puzle de relatos, proyecta una nueva mirada
hacia ese duro ayer, tejiendo un vívido fresco de sus humildes protagonistas a
través de los recuerdos de la narradora, dulcificados por la visión infantil.
Es también una historia de aprendizaje, pero, sobre todo, es el retrato de las
mujeres que sobrevivieron o sucumbieron a una doble violencia, la de un tiempo
de silencio y penurias, y la impuesta a su género. Sus páginas, que mezclan la
realidad y el misterio, el drama y la sonrisa, constituyen un verdadero
ejercicio de memoria literaria y de ficción.
La autora
de este excelente libro: Nieves Vázquez Recio nació en Cádiz
en 1965. Ha publicado tres libros de relatos, El día de la ballena (2006), El
cielo asusta (2009) y La velocidad literaria (2011). Este último obtuvo el Premio Tiflos
de Cuentos en 2011. También es autora de la novela Experimentos sobre el vacío
(2011), finalista de los premios Carolina Coronado y Jaén de Novela en 2010, y
de la miscelánea poética Tierras raras (2019). Su obra ha sido traducida a
otros idiomas, y aparece en diversas antologías y revistas. Doctora en
Filología Hispánica y Master of Arts
por la Universidad de Villanova (Estados Unidos), es
profesora de Literatura Española en la Universidad de Cádiz.
Cazarabet conversa con Nieves Vázquez Recio:
-Hola, amiga Nieves, ¿cómo definirías esta obra de narrativa que me da
que es un conjunto de relatos que son parte, a la vez, de una unidad única? Una
especie de gran muñeca rusa, llena de sorpresas...
Hola,
quizás como una novela en relatos, en el sentido de que, como dices, es un
conjunto de relatos estrechamente relacionados entre sí, que conforman un
relato mayor, recorrido por los mismos personajes y con una ambientación común,
y donde, como en un puzle, cada pieza cobra más significado en el todo. Hay
historias que funcionan de forma muy independiente, pues de hecho nacieron como
textos exentos, y hay otras que actúan más de argamasa de ese friso de la
posguerra que he intentado construir. Por otro lado, quería que la obra, aunque
participara de la sensación de extensión y de inmersión que provoca la lectura
novelesca, bebiera del relato en cuanto a la economía de medios, a la unicidad
narrativa de cada parte, y a la mirada fragmentada, porque me parece que ese
simulado ejercicio de memoria que se plantea al comienzo funciona más por
escenas, por destellos o flashes que por una escritura continuada.
-El libro está
compuesto de, no sé cómo definirlo, como pensamientos sueltos y deliberadamente
cosidos y puestos en tu orden…
No, no del
todo. Sí ocurre así en el comienzo, pues
la historia se abre con un hoy desde el que la narradora, a partir de una
noticia escuchada por la radio, empieza a divagar sobre ella misma, sobre lo
que escucha, y empieza a plantearse la necesidad de recordar. El carácter de
este comienzo lo hacía necesariamente digresivo, pero luego los relatos, por sí
mismos y en el todo, tienen un hilo narrativo fuerte, están bastante atados a
una narración, una narración que, no obstante, se abre al pensamiento interior
de los personajes de forma introspectiva y el pensamiento, ya se sabe, funciona
libremente.
-Pero ese orden
¿puede ser cambiado por la lectora o lector?; ¿podemos como experimentar con La sangre de las mujeres?
Una novela
que publiqué en 2011 y que se llama
Experimentos sobre el vacío se proponía claramente eso que tú llamas
“experimentación”, entendida como la búsqueda no complaciente de un modo de
contar. La sangre de las mujeres vuelve a ser una obra no
excesivamente complaciente porque exige del lector o lectora que salte de una
casilla a otra, pero esta obra no es Rayuela,
quiero decir, se puede leer un capítulo-relato antes que otro, pero el todo
tiene un orden lógico, porque, entre otras cosas, la obra es una historia de
aprendizaje, de crecimiento, lo que se llamaría un Bildungsroman, y en todo
aprendizaje se da el paso del no saber a saber, como en todo crecimiento cada
nuevo centímetro nace de otro anterior, y eso exige una linealidad narrativa,
una progresión desde el inicio hasta el final.
-Te has “pasado”, como escritora, de los
relatos cerrados, como tal… a una obra como más abierta, detrás de cada
invitación narrativa… ¿cómo ha sido la evolución en todo esto?
El relato,
como quiera que pueda definirse —no me voy a meter ahora en ese jardín—, está
marcado por la brevedad. Se han escrito y se seguirán escribiendo. En lo que a
mí respecta, después de mi primer libro de relatos, El día de la ballena (2006), compuesto por historias absolutamente
independientes, nacidas en momentos muy distantes, empecé a preferir la
construcción de mundos de relatos, historias individuales pero unidas de alguna
forma, violentado así un poco el principio de autosuficiencia; sentí que solo
de ese modo cobraba sentido un libro de relatos, un poco como sucede en el arte
contemporáneo. Pienso en la fotografía, por ejemplo, ya no vale tanto una buena
fotografía como un proyecto que unifique las distintas imágenes. Ocurre ya
vagamente en mi segundo libro, El cielo
asusta (2009), y muy fuertemente en La
velocidad literaria, que obtuvo el premio Tiflos
de cuentos en 2011, planteada como un homenaje ficticio a un personaje
ficticio, donde cada cuento está supuestamente escrito por un autor diferente y
donde el tema común es la literatura. En realidad, no es nada nuevo, las
colecciones medievales de cuentos ya usaban un marco narrativo unificador. En este
nuevo libro, La sangre de las mujeres,
voy un paso más allá, como tú dices, de apertura, pues el relato se abre de
forma híbrida hacia la novela y violenta aún más su autosuficiencia.
-En estos libros las y los protagonistas son personas cargadas de una
humildad indiscutible, ¿verdad?
Sí,
absolutamente, mi intención era mostrar la vida de las gentes más humildes en
la cruda posguerra española en una ciudad del Sur, escenas de ese viejo país
desde dentro, que es donde lo vivió mi familia, buscando una profundidad
introspectiva, y con una atención especial a la situación de las mujeres. Y
cuando digo humildes, hablo de mis abuelos, que uno era un carpintero
analfabeto y otro, un talabartero sin formación escolar; y de mis abuelas, una,
sirvienta desde muy niña. Y de mis padres, que no pudieron estudiar y pasaron
una infancia de hambre.
-¿Qué importancia
tiene, en la manutención de la trama, los recuerdos?
Mucha y en
dos sentidos: por un lado, como
estrategia narrativa, pues la historia se plantea, de hecho, como una
retrospectiva, un ejercicio de memoria que se impone la narradora al comienzo,
de forma que todos los relatos son recuerdos; por otro lado, por los materiales
sobre los que se cimienta la obra, que son la ficción y, sobre todo, la
memoria; una memoria diferida, pues no es la mía, sino la de mis padres, sobre
todo la de mi madre, y de otras gentes. Esta obra no nace de un trabajo de
investigación —salvando las necesarias comprobaciones—, sino de escucha.
Pertenezco a una generación, la de los nacidos en los sesenta, que quizás somos
los últimos depositarios de los recuerdos de aquellos que vivieron la Guerra
Civil y la posguerra, recuerdos que se perderán con nosotros. Yo quería rescatar
las voces de esos mayores, mis mayores, todos esos detalles cotidianos vividos
por los más humildes, detalles a veces olvidados por los libros de Historia. La
posguerra sigue siendo un terreno por explorar desde el punto de vista
literario, al menos un terreno que merece revisitarse, ahora que media cierta
distancia. Otra cuestión, más filosófica, es que, a pesar de lo dicho, en la
memoria también actúa la ficción, al recordar, reinventamos, pero, como digo,
este ya es otro asunto.
-Entre éstos la infancia y la mirada desde la infancia tiene un “color
narrativo” excelente, ¿no?; aún en los recuerdos como “más tristes” se nota que
te has divertido mucho…
Como ya he
dicho, esos recuerdos tan tristes no son míos porque yo no viví aquellos
tiempos, sobre todo son de mi madre, que tiene una gracia natural para contar;
ella vivió esa dura experiencia siendo muy niña (nació en 1940) y me la
relataba tal como lo vivió en su niñez. Y es que, en cualquier caso, la
infancia es un paraíso en sí misma, los niños son capaces de jugar sobre los
escombros (lo vimos en Iraq, lo seguimos viendo hoy, lamentablemente, en Gaza,
en los lugares más terribles del planeta, pues todo eso sigue ocurriendo en el fondo), la fuerza y la imaginación
infantiles son increíbles armas de resistencia y de transformación del horror y
a mí me interesaba esa mirada infantil para hacer, no una escritura patética,
sino “berlangiana”, que transmitiera la desgracia al
menos con media sonrisa. Y sí, me he divertido mucho haciendo jugar a mis niñas
protagonistas sobre las escombreras.
-“Esa infancia”,
¿todo lo allana?
Sí, lo
acabo de explicar. Además, la mirada infantil te ofrece un punto de vista muy
interesante para contar; nada se entiende por completo, a los niños les faltan
las claves, todo es un misterio que se completa con la imaginación y esa, en el
fondo, es la receta de un buen cuento. Eso mismo pensaron, por otra parte,
algunos escritores, maestros que me han precedido en el relato de la posguerra,
Juan Marsé o Ana María Matute, ellos la vivieron, yo
la revisito.
-Amiga, ¿cómo ha
sido trabajar con Renacimiento y en la colección de Espuela de Plata?
Una
experiencia con muy buenos profesionales. Estoy muy contenta de que el libro
forme parte de un sello editorial que se ha ganado el reconocimiento de los
lectores y estudiosos de la buena literatura, una editorial especialmente
preocupada, dentro de la narrativa, por la memoria y el rescate de la
literatura de la guerra y la posguerra; aunque mi obra no haya nacido en ese
tiempo, creo que, de algún modo, pertenece, como hija o nieta, a esa familia
que ahora la arropa. Muchas gracias.
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