La Librería de El Sueño Igualitario

colapso.jpgCazarabet conversa con...   Octavio Alberola, autor de “Revolución o colapso. Entre el azar y la necesidad” (Queimada)

 

 

 

 

 

 

 

Octavio Alberola, publica este nuevo libro con Queimada Ediciones.

Lo que nos explica la editorial sobre el libro:

El siglo XX ha sido el siglo de las revoluciones que cambiaron la geografía y la faz del mundo, pero el instrumento político que fueron se ha vuelto inutilizable. La propia palabra "revolución" ha quedado en desuso. Ya no se sueña más con el 'gran día' y ya no hay otra agenda para el mundo que la del capitalismo predador globalizado... ¿Qué hacer? ¿Resignarnos a esta regresión? ¿Renunciar a pensar en la emancipación o, al contrario, hacer sonar la llamada a la rebelión y reinventar la revolución?.

Octavio Alberola Surinyac: https://ca.wikipedia.org/wiki/Octavio_Alberola_Suri%C3%B1ach

El libro cuenta con dos prólogos. Uno de Carlos Taibo a la edición española y el otro  de Tomás Ibañez.

El de Carlos Taibo:

Recuperando la Memoria y reflexionando sobre la Revolución es el libro que Queimada Ediciones en su nueva etapa con el Colectivo Burbuja nos invita a su lectura. El autor Octavio Alberola conocidos por muchas y desconocidos por otros, fue uno de los responsables de las acciones más audaces de CNT en los años 60 y 70.

Son muchas, muchísimas, las percepciones que me acercan a lo que defiende Octavio Alberola en las páginas de este libro. Una de ellas, la primera, es el designio de otorgar un relieve mucho mayor a la conducta de las gentes que a la doctrina que abrazan. “Cumplir rituales y ponerse nombres diferentes a los comunes, leer libros de autores anarquistas, asistir de manera rutinaria a las reuniones y mítines anarquistas, y pretenderse anarquista no es la prueba de serlo”, afirma con inapelable razón su autor.

Una segunda la configura la búsqueda de la heterodoxia frente a los dogmas y las verdades reveladas, una búsqueda que Alberola asumió –conviene subrayarlo- antes de 1968 y que se hizo valer ante todo de la mano de la acción, como lo demuestra su actitud durante los largos años de exilio, y de cárcel, frente a la “tranquilidad militante” –reproduzco las palabras de Alberola- de una parte del propio movimiento libertario.

En un plano próximo, y en tercer lugar, varios de los textos incluidos en estas páginas revelan la urgencia de combinar con sabiduría la memoria y el presente, sin arrinconar ni la una ni el otro.

Daré un salto, el cuarto, e identificaré una voluntad expresa de apertura, no sectaria, a otras corrientes de pensamiento y acción. Detrás de esa apertura es fácil identificar el deseo de encontrar fórmulas que nos permitan huir de la integración en el sistema y de repensar al tiempo lo que significa una violencia revolucionaria que se antoja inevitable, siquiera sólo sea como mecanismo vital de autodefensa, en un escenario como el del colapso que se avecina.

Me permito agregar, en un quinto y último escalón, que aprecio en este libro, y en la vida toda de Octavio Alberola, el firme propósito de formular las preguntas importantes, y de rehuir, de resultas, las nimias, siempre desde la conciencia de las limitaciones ingentes de lo que hacemos y, a menudo, de su falta de atractivo.

Y es que salta a la vista que lo que llevamos dentro de la cabeza suele trabar nuestro deseo de emanciparnos y, con él, nuestro talento para hacerlo.

Creo que Octavio Alberola no me desmentirá si me permito afirmar, por añadidura, que, para él como para mí, es harto frecuente que los anarquistas más cabales sean, acaso, aquellos que no saben que lo son. Muchas veces me he enfrentado, al respecto, con una pregunta que mal que bien planteaba las enormes limitaciones que, en la historia, y sobre el papel, ha exhibido la aplicación de la propuesta libertaria.

El preguntante aducía, al cabo, que ésta sólo había despuntado en momentos muy precisos y durante períodos muy breves: los soviets en las revoluciones rusas del XX, los consejos obreros en Alemania, en Italia o en Hungría, las colectivizaciones durante la guerra civil española… Siempre he respondido que creía firmemente que no es así: la mayor parte de las sociedades humanas, durante la mayor parte del tiempo que han cubierto, se ha articulado desde el horizonte de la autoorganización, de la autogestión, de la democracia y la acción directas, y del apoyo mutuo. Y ello hasta el punto de que, con un poco de provocación, me atreveré a afirmar que lo que resulta excepcional es el mundo del capital, del Estado y del patriarcado.

Desde esta perspectiva, anarquistas ha habido muchos, y a buen seguro que los seguirá habiendo en el futuro, sin necesidad de haber leído a Bakunin, a Kropotkin y a Malatesta. En las páginas finales de este libro hay un argumento que, por razones obvias, me resulta singularmente atractivo y pertinente. Me refiero a la crítica, urgentísima, del progreso y de sus aditamentos tecnocientíficos, también la del consumo y las ilusiones que lo acompañan, una crítica ejercida desde una conciencia precisa: la de la necesidad acuciante de desmercantilizar todas las relaciones. En la trastienda despunta la conciencia de que el capitalismo global camina a marchas forzadas hacia un colapso que en buena ley debería obligarnos a pulsar los frenos de emergencia de los que hablaba Walter Benjamin.

He sostenido muchas veces que si la propuesta libertaria se justifica históricamente por sí sola, cada momento aporta en su provecho unos u otros estímulos adicionales. Y el del colapso se me antoja singularmente serio y concluyente. Creo firmemente que, si la razón acompaña en algún grado a la especie humana, la única respuesta convincente frente a aquél llega de la mano, precisamente, de la defensa de la auto organización, la democracia directa y la solidaridad.

Aunque es probable que una sociedad de corte libertario intente abrirse paso, espontánea e inercialmente, en la era poscolapsista, malo sería que, sobre la base de esa certeza, renunciásemos a las luchas de hoy, que unas veces asumen la forma de un esfuerzo de autogestión y socialización de lo público, y otras la de la creación de espacios autónomos autogestionados, desmercantilizados y, ojalá, despatriarcalizados. En un intento de fundir lo viejo con lo nuevo, hace no mucho le respondí a un periodista que, a mi entender, los libertarios teníamos que buscar la confluencia con quienes creen en la autogestión, y la practican, y con quienes, al tiempo, son conscientes de los retos que se derivan del colapso que se aproxima. Octavio Alberola me parece, en este orden de cosas, y acabo, un muy buen nexo ente generaciones.

El legítimo interés que le ha otorgado de siempre al debate de ideas no puede ocultar, sin embargo, el atractivo de su peripecia personal, con paradas tan relevantes como las que nos hablan de la lucha antifranquista, de la “democracia” y sus miserias, de la quiebra del mito soviético, de la farsa de la globalización y, claro, del colapso que viene.

Con un ojo, en todo momento, en España y otro –no lo olvidemos- en América latina. Esa peripecia personal resulta tan sugerente que por momentos el relato autobiográfico que se incluye en estas páginas me ha sabido a poco. Quede, en cualquier caso, el ejemplo de Octavio Alberola en lo que respecta a la voluntad, nunca doblegada, de repensar la anarquía en confrontación con el capital y el Estado.

Carlos Taibo, noviembre de 2016

El de Tomás Ibañez.

En la confluencia de la idea y de la acción

Situados en el preciso punto donde se funden la vida y el pensamiento, los elementos biográficos y las reflexiones teóricas se entrelazan pues con naturalidad para hacernos sentir, casi más allá de las palabras, lo que ha constituido uno de los elementos básicos de la trayectoria de Alberola: la negativa a escindir el decir y el hacer. Como resulta que la reivindicación del carácter indisociable de la idea y de la acción , donde cada uno de los dos componentes nutre el otro sin solución de continuidad, forma parte de los elementos que definen de forma más genuina de la especificidad del anarquismo, eso nos indica ya cual es la innegable autenticidad anarquista del compromiso vital de Alberola.
 
Obviamente, esa autenticidad anarquista no lo inmuniza contra los errores respecto de las prácticas ni contra los fallos en la teoría, y si lo resalto aquí no es por falta de prudencia en el elogio, ni por ausencia de espíritu crítico. Más de cincuenta años han transcurrido desde que conocí a Octavio, apodado “Juan” o “Juan el largo” en la clandestinidad requerida por aquellos tiempos, y debo admitir que, como muchos de los jóvenes libertarios españoles, quedé fuertemente impactado por la inteligencia y la determinación que emanaban de su persona y que le otorgaban un innegable carisma. Fue, en buena medida, su impulso el que hizo que la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias) viviese un periodo de extraordinaria intensidad, imprimiendo un nuevo empuje a la acción directa contra el franquismo y reactualizando la presencia del anarquismo en la escena política. Al participar en esa aventura durante varios años, me unía a Octavio un sentimiento de complicidad tanto más intenso cuanto que compartíamos un mismo rechazo de las formas dogmáticas y enquistadas del anarquismo.
 
Tomás Ibáñez, verano de 2016

El autor del presente ensayo de pensamiento y reflexión, Octavio Alberola:

Octavio Alberola nace en Alaior, Islas Baleares, en 1928. En 1939 llega a México con sus padres. Comienza su militancia anarquista en las Juventudes Libertarias y en la CNT española en México.

En 1948 es detenido por la policía política durante un mes. De 1956 a 1959 colabora en México con los grupos de exilados cubanos que luchan contra la dictadura de Batista.

En 1962 forma parte de la organización clandestina “Defensa Interior” constituido por el Movimiento Libertario Español con posterioridad al congreso de la CNT de 1961.

En 1968 es detenido en Bélgica y queda en arresto domiciliario hasta ser detenido en Francia en 1974 en relación con el secuestro del Director del   de Bilbao por los GARI.

En 1998 participa en la creación del “Grupo por la revisión del proceso Granado-Delgado” para exigir la anulación de las sentencias franquistas.

En 2004 participa a la creación de los “Grupos de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba”, GALSIC, y a otras iniciativas libertarias en Europa.

Actualmente es uno de los animadores de la Universidad Popular de Perpiñán.

Enlaces muy, muy edificantes:

http://kaosenlared.net/revolucion-o-colapso-de-octavio-alberola/

http://www.portaloaca.com/opinion/12879-resena-de-revolucion-o-colapso-octavio-alberola-reflexiones-de-un-hombre-de-accion.html

 

 

Cazarabet conversa con Octavio Alberola:

Octavio_Ariane.jpg-Amigo el concepto de revolución cambia con los tiempos o más bien se va adaptando?; lo que parece lógico que no es lo mismo la Revolución Rusa, las revoluciones, que tumbaron al zarismo y auparon al partido bolchevique que las revoluciones más cercanas a nuestros días, aunque tengan muchísimos puntos de confluencia.

-Lo lógico es que los conceptos cambien con los tiempos al disponer de resultados de experiencias que los validan o invalidan y, por consiguiente, de nuevos conocimientos para concebirlos. En el caso del concepto de “revolución”, lo que ha cambiado hoy es la creencia –casi religiosa- en una revolución redentora, capaz de hacer emerger mágicamente el “hombre nuevo” de un golpe…. 

-También es lógico pensar que si el devenir de ciertos acontecimientos no sufren, de vez en cuando, una aceleración, se llega al colapso. ¿Cómo nos lo puedes reflexionar?

-Es posible pensarlo; pero todo depende del sentido en que va esa “aceleración”. En todo caso, la experiencia nos enseña que es necesario salir del statu quo para evitar el colapso al que nos lleva hoy el sistema capitalista; pero también que la aceleración que se impone debe  evitar ser un calco de las aceleraciones pasadas y debe innovar para que el progreso sea sostenible...

-Amigo, la gente creo que en algunas cosas vemos, vivimos algunas revoluciones, sean del tipo que sean, por ejemplo estamos en casi una constante revolución tecnológica, pero por qué nos cuesta tanto acercarnos , subirnos o realizar esas revoluciones sociales, humanos que nos harían mejor humanos a nosotros y a la sociedad?

-Nos cuesta, porque el desarrollo tecnológico, que tú llamas “revolución tecnológica”, ha hecho posible un progreso material que ha permitido acceder –a una gran parte de la humanidad- al consumismo capitalista. Un consumismo que el movimiento obrero no cesó de reivindicar y potenciar al cantonarse en lo cuantitativo y olvidar lo cualitativo… 

-Veo mucha necesidad de revoluciones, pero me cuenta un poco más asumir o entender, así de primeras, lo del término azar. ¿Qué nos puedes decir?

-Lo que puedo decir es que la revolución, el cambio social al que aspirábamos cuantos deseábamos y luchábamos por un mundo sin dominación ni explotación, no está programado en la historia, que no tiene fijada una fecha, aunque sea permanentemente una necesidad, tanto por razones de justicia como ecológicas.

-Muchos prejuicios en torno a las revoluciones y a los revolucionarios, ¿no?, ¿por qué? -Además, es que después de estos prejuicios siempre queda algo. Mira es como tirar un cubo de agua, siempre queda.o una mentira repetida hasta el hartazgo, siempre siembra algo, la duda. ¿Qué nos puedes comentar?

-Sí, hasta ahora se ha evitado cuestionar al “revolucionario” porque eso implicaba e implica cuestionarnos a nosotros mismos, reconocer que si el mundo va como va es porque somos –de una u otra manera- cómplices en que así sea... Es más cómodo buscar excusas exteriores que asumir nuestra incoherencia ideológica y existencial.

alberola.jpg-A menudo de la idea a la acción hay una fina y delgada línea roja, ¿qué nos puedes comentar?

-La “línea roja” es la excusa, la dialéctica para  justificar” el no ser coherentes con lo que decimos o pretendemos ser… Con la “líneas rojas” justificamos todas nuestras claudicaciones y el quedarnos en la retórica para paliar nuestra inacción…  

-De todas manaras, ¿las revoluciones hay que readaptarlas según los tiempos, las circunstancias y las gentes, el material humano?

-No, no creo que sea cuestión de readaptar las revoluciones… Al contrario, pienso que somos nosotros los que debemos readaptarnos a una vida en la que prime el instinto y la conciencia, para ser capaces de percibir los peligros que nos acechan y evitarlos. 

-Porque, abandonar la revolución, la lucha diaria es, no sé cómo te lo diría, lo último, ¿no?

-Se trata de abandonar una idea de “revolución” -que no ha funcionado ni para transformar el mundo de la injusticia ni para evitar el ecocidio- no de abandonar la lucha diaria por un mundo mejor...  Se trata de no persistir en los “cambios” que no cambian nada y de encontrar modos más eficaces para conseguir cambios reales, verdaderos…

 -Las revoluciones, ¿cuándo son más entendidas por una tercera persona o por el común de esas terceras personas?, me refiero a que en tiempos de dictadura puede que se entiendan más que en tiempos de democracia, aunque se trate de democracias muy, pero que muy disfrazadas por el capitalismo, el neoliberalismo

-Sí, son muchos los que dicen “con Franco se luchaba más…” Pero no hay que olvidar que el objetivo de las dictaduras es mantener el statu quo capitalista, inclusive el de la “dictadura del proletariado” lo fue… No olvidar que la dictadura más perfecta –como ya lo dijo Agustín García Calvo- es la “democracia”, porque mantiene el statu quo capitalista  con un mínimo de violencia…

-Sería volverle la espalda al ideario, a la idea si no pretendemos ir intentando hacer la revolución y desde el día a día, sería como una traición al resto de ciudadanos y de esos muchos cabos sueltos que deja la desigualdad, la injusticia, la falta de fraternidad. ¿Lo ves así?, ¿qué nos puedes decir? 

-De eso se trata, de no volverle la espalda al ideario y que es en la “democracia” que se impone hacer la revolución “desde el día a día”, para no traicionar “al resto de ciudadanos” y a nosotros mismos, denunciando “la desigualdad, la injusticia” y creando vínculos de fraternidad y espacios de horizontalidad que reduzcan cada vez más la territorialidad autoritaria. 

-Diría, amigo, desde la humildad y la ignorancia que el ideario anarquista, aún con sus flecos, discusiones y demás. Es la idea que más ha mantenido la coherencia, el rumbo, aún en los perores momentos de persecución desde muchas direccionesaún ahora lo es y diría que a este ideario se lo mira con el temor típico desde la insuficiencia, la impotencia, el saber que puede que sean menos y que sean peores..No sé si me explico--¿Qué crees?

-Efectivamente, el ideario anarquista es –con sus perfecciones e imperfecciones- el ideario más coherente y realista propuesto hasta el día de hoy para una convivencia humana armónica y justa. Sería difícil encontrar alguien que lo niegue; pero sería muy necio negar que la sociedad actual está aún muy lejos de ser una sociedad anarquista. No obstante, sería también muy necio no reconocer que las reivindicaciones sociales más actuales en el mundo son de justicia y horizontalidad, y que el camino se hace caminando…   

octavio_alberola.jpg-Porque, es verdad, ahora y ya, o hay revolución o esta sociedad se colapsa y desde lo mejor y más sensible, lo humano. ¿Lo diagnosticas así?

-No soy yo quien lo diagnostica… Afortunadamente, son, somos  muchísimos en el mundo los que advertimos de la inminencia de ese colapso si la humanidad persiste en funcionar según los cánones del sistema capitalista. Y no solo se denuncia desde instancias ideológicas sino también desde las universidades y desde todos los ámbitos de la investigación científica.    

-Pero es que el colapso, de alguna manera, ya está aquí con esa dependencia muchas veces injustificada de las tecnologías; ostras, amigo, es que hoy en día a mucha gente les preocupa más que su móvil que el estado del río que pasa por su pueblo o del estado, en general, de la salud del planeta

-Así es; pero las mentalidades están cambiando muy rápidamente, por ser de más en más evidentes los desastres producidos en la naturaleza por el desarrollo industrial y tecnológico, justificado y sustentado por el consumismo capitalista. Claro que ese cambio de mentalidad es aún insuficiente para revertir definitivamente el curso de la historia; pero esa concienciación será de más en más decisiva si la potenciamos.

-Porque la revolución, por ejemplo, respecto a esto último de la salud ambiental debe ser más que inmediata, considerando además, que

-Sí, el cambio en nuestros modos de vivir y en el sentido mismo de la vida es de una urgencia cada vez mayor para preservar nuestra propia salud. Yo también pienso que el dilema para la humanidad es revolución social y ecológica o colapso.

 

 

 

colapso.jpg25447   
Revolución o colapso. Entre el azar y la necesidad. Octavio Alberola   
160 páginas         21 x 15 cms.
12.00 euros
Queimada



El siglo XX ha sido el siglo de las revoluciones que cambiaron la geografía y la faz del mundo, pero el instrumento político que fueron se ha vuelto inutilizable. La propia palabra "revolución" ha quedado en desuso. Ya no se sueña más con el 'gran día' y ya no hay otra agenda para el mundo que la del capitalismo predador globalizado... ¿Qué hacer? ¿Resignarnos a esta regresión? ¿Renunciar a pensar en la emancipación o, al contrario, hacer sonar la llamada a la rebelión y reinventar la revolución?



Prólogos de Carlos Taibo y Tomás Ibáñez

 

Recuperando la Memoria y reflexionando sobre la Revolución es el libro que Queimada Edicones en su nueva etapa con el Colectivo Burbuja nos invita a su lectura. El autor Octavio Alberola conocidos por muchas y desconocidos por otros, fue uno de los responsables de las acciones más audaces de CNT en los años 60 y 70.

 

Son muchas, muchísimas, las percepciones que me acercan a lo que defiende Octavio Alberola en las páginas de este libro. Una de ellas, la primera, es el designio de otorgar un relieve mucho mayor a la conducta de las gentes que a la doctrina que abrazan. “Cumplir rituales y ponerse nombres diferentes a los comunes, leer libros de autores anarquistas, asistir de manera rutinaria a las reuniones y mítines anarquistas, y pretenderse anarquista no es la prueba de serlo”, afirma con inapelable razón su autor.

 

Una segunda la configura la búsqueda de la heterodoxia frente a los dogmas y las verdades reveladas, una búsqueda que Alberola asumió –conviene subrayarlo- antes de 1968 y que se hizo valer ante todo de la mano de la acción, como lo demuestra su actitud durante los largos años de exilio, y de cárcel, frente a la “tranquilidad militante” –reproduzco las palabras de Alberola- de una parte del propio movimiento libertario.

 

En un plano próximo, y en tercer lugar, varios de los textos incluidos en estas páginas revelan la urgencia de combinar con sabiduría la memoria y el presente, sin arrinconar ni la una ni el otro.

 

Daré un salto, el cuarto, e identificaré una voluntad expresa de apertura, no sectaria, a otras corrientes de pensamiento y acción. Detrás de esa apertura es fácil identificar el deseo de encontrar fórmulas que nos permitan huir de la integración en el sistema y de repensar al tiempo lo que significa una violencia revolucionaria que se antoja inevitable, siquiera sólo sea como mecanismo vital de autodefensa, en un escenario como el del colapso que se avecina.

 

Me permito agregar, en un quinto y último escalón, que aprecio en este libro, y en la vida toda de Octavio Alberola, el firme propósito de formular las preguntas importantes, y de rehuir, de resultas, las nimias, siempre desde la conciencia de las limitaciones ingentes de lo que hacemos y, a menudo, de su falta de atractivo.

 

Y es que salta a la vista que lo que llevamos dentro de la cabeza suele trabar nuestro deseo de emanciparnos y, con él, nuestro talento para hacerlo.

 

Creo que Octavio Alberola no me desmentirá si me permito afirmar, por añadidura, que, para él como para mí, es harto frecuente que los anarquistas más cabales sean, acaso, aquellos que no saben que lo son. Muchas veces me he enfrentado, al respecto, con una pregunta que mal que bien planteaba las enormes limitaciones que, en la historia, y sobre el papel, ha exhibido la aplicación de la propuesta libertaria.

 

El preguntante aducía, al cabo, que ésta sólo había despuntado en momentos muy precisos y durante períodos muy breves: los soviets en las revoluciones rusas del XX, los consejos obreros en Alemania, en Italia o en Hungría, las colectivizaciones durante la guerra civil española… Siempre he respondido que creía firmemente que no es así: la mayor parte de las sociedades humanas, durante la mayor parte del tiempo que han cubierto, se ha articulado desde el horizonte de la autoorganización, de la autogestión, de la democracia y la acción directas, y del apoyo mutuo. Y ello hasta el punto de que, con un poco de provocación, me atreveré a afirmar que lo que resulta excepcional es el mundo del capital, del Estado y del patriarcado.

 

Desde esta perspectiva, anarquistas ha habido muchos, y a buen seguro que los seguirá habiendo en el futuro, sin necesidad de haber leído a Bakunin, a Kropotkin y a Malatesta. En las páginas finales de este libro hay un argumento que, por razones obvias, me resulta singularmente atractivo y pertinente. Me refiero a la crítica, urgentísima, del progreso y de sus aditamentos tecnocientíficos, también la del consumo y las ilusiones que lo acompañan, una crítica ejercida desde una conciencia precisa: la de la necesidad acuciante de desmercantilizar todas las relaciones. En la trastienda despunta la conciencia de que el capitalismo global camina a marchas forzadas hacia un colapso que en buena ley debería obligarnos a pulsar los frenos de emergencia de los que hablaba Walter Benjamin.

 

He sostenido muchas veces que si la propuesta libertaria se justifica históricamente por sí sola, cada momento aporta en su provecho unos u otros estímulos adicionales. Y el del colapso se me antoja singularmente serio y concluyente. Creo firmemente que, si la razón acompaña en algún grado a la especie humana, la única respuesta convincente frente a aquél llega de la mano, precisamente, de la defensa de la autoorganización, la democracia directa y la solidaridad.

 

Aunque es probable que una sociedad de corte libertario intente abrirse paso, espontánea e inercialmente, en la era poscolapsista, malo sería que, sobre la base de esa certeza, renunciásemos a las luchas de hoy, que unas veces asumen la forma de un esfuerzo de autogestión y socialización de lo público, y otras la de la creación de espacios autónomos autogestionados, desmercantilizados y, ojalá, despatriarcalizados. En un intento de fundir lo viejo con lo nuevo, hace no mucho le respondí a un periodista que, a mi entender, los libertarios teníamos que buscar la confluencia con quienes creen en la autogestión, y la practican, y con quienes, al tiempo, son conscientes de los retos que se derivan del colapso que se aproxima. Octavio Alberola me parece, en este orden de cosas, y acabo, un muy buen nexo ente generaciones.

 

El legítimo interés que le ha otorgado de siempre al debate de ideas no puede ocultar, sin embargo, el atractivo de su peripecia personal, con paradas tan relevantes como las que nos hablan de la lucha antifranquista, de la “democracia” y sus miserias, de la quiebra del mito soviético, de la farsa de la globalización y, claro, del colapso que viene.

 

Con un ojo, en todo momento, en España y otro –no lo olvidemos- en América latina. Esa peripecia personal resulta tan sugerente que por momentos el relato autobiográfico que se incluye en estas páginas me ha sabido a poco. Quede, en cualquier caso, el ejemplo de Octavio Alberola en lo que respecta a la voluntad, nunca doblegada, de repensar la anarquía en confrontación con el capital y el Estado.

 

Carlos Taibo, noviembre de 2016

 

 

 

 

En la confluencia de la idea y de la acción

 

Situados en el preciso punto donde se funden la vida y el pensamiento, los elementos biográficos y las reflexiones teóricas se entrelazan pues con naturalidad para hacernos sentir, casi más allá de las palabras, lo que ha constituido uno de los elementos básicos de la trayectoria de Alberola: la negativa a escindir el decir y el hacer. Como resulta que la reivindicación del carácter indisociable de la idea y de la acción , donde cada uno de los dos componentes nutre el otro sin solución de continuidad, forma parte de los elementos que definen de forma más genuina de la especificidad del anarquismo, eso nos indica ya cual es la innegable autenticidad anarquista del compromiso vital de Alberola.
 
Obviamente, esa autenticidad anarquista no lo inmuniza contra los errores respecto de las prácticas ni contra los fallos en la teoría, y si lo resalto aquí no es por falta de prudencia en el elogio, ni por ausencia de espíritu crítico. Más de cincuenta años han transcurrido desde que conocí a Octavio, apodado “Juan” o “Juan el largo” en la clandestinidad requerida por aquellos tiempos, y debo admitir que, como muchos de los jóvenes libertarios españoles, quedé fuertemente impactado por la inteligencia y la determinación que emanaban de su persona y que le otorgaban un innegable carisma. Fue, en buena medida, su impulso el que hizo que la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias) viviese un periodo de extraordinaria intensidad, imprimiendo un nuevo empuje a la acción directa contra el franquismo y reactualizando la presencia del anarquismo en la escena política. Al participar en esa aventura durante varios años, me unía a Octavio un sentimiento de complicidad tanto más intenso cuanto que compartíamos un mismo rechazo de las formas dogmáticas y enquistadas del anarquismo.
 
Tomás Ibáñez, verano de 2016
 

 

Octavio Alberola nace en Alaior, Islas Baleares, en 1928. En 1939 llega a México con sus padres. Comienza su militancia anarquista en las Juventudes Libertarias y en la CNT española en México.

En 1948 es detenido por la policía política durante un mes. De 1956 a 1959 colabora en México con los grupos de exilados cubanos que luchan contra la dictadura de Batista.

En 1962 forma parte de la organización clandestina “Defensa Interior” constituido por el Movimiento Libertario Español con posterioridad al congreso de la CNT de 1961.

En 1968 es detenido en Bélgica y queda en arresto domiciliario hasta ser detenido en Francia en 1974 en relación con el secuestro del Director del   de Bilbao por los GARI.

En 1998 participa en la creación del “Grupo por la revisión del proceso Granado-Delgado” para exigir la anulación de las sentencias franquistas.

En 2004 participa a la creación de los “Grupos de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba”, GALSIC, y a otras iniciativas libertarias en
Europa.

Actualmente es uno de los animadores de la Universidad Popular de Perpiñán.

 

 

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