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9788498796179.jpgCazarabet conversa con...   Paula Casal, coautora de “Un reparto más justo del planeta” (Trotta)

 

 

 

 

Un libro valiente  de Paula Casal, Thomas Pogge y Hillel Steiner para la Editorial Trotta.

En el libro ya no se trata de querer salvar al planeta, de convencer por el ecologismo y desde el ecologismo que también…el libro honda, aún más, en una palabra que lo dice todo :la justicia con el planeta, nuestra casa.la casa de todos y de todas…

En el libro los tres autores entran a debate sobre la pobreza en el planeta (yo diría que, entre líneas, se  puede leer y reflexionar más allá de la pobreza material) ,de las relaciones internacionales y , por ende, de la geopolítica.

Un libro de obligada lectura para los que gustan de ver las “jugadas” en el tablero político, pero no solo de verlas, también de reflexionadas….

Lo que nos dice la editorial:

La pobreza mundial y el cambio climático son los dos mayores retos a los que hoy de enfrenta la humanidad. ¿Y si ambos problemas pudiesen resolverse con un pequeño impuesto? 

Los recursos naturales están distribuidos de forma muy desigual y arbitraria por el mundo. Ni siquiera las catástrofes naturales ni los peligros derivados del cambio climático afectan a todos por igual, lo cual hace más difícil que se alcancen acuerdos para reducirlo. Ya se siga una corriente filosófica orientada a reducir el sufrimiento o, en el otro extremo, una tradición centrada en los derechos básicos del individuo, unas desigualdades tan arbitrarias, perjudiciales y crecientes resultan injustificables. Pero ¿qué se puede hacer?
 
Desde distintas perspectivas filosóficas tres autores proponen introducir un impuesto o tasa sobre aquellos recursos naturales que unos usan más o tienen en mayor cantidad, y distribuir lo recaudado a escala global para reducir la desigualdad inicial e impedir que el cambio climático la incremente. Pero esta idea general no solo puede justificarse de modo distinto, sino que puede tomar formas muy diversas. Por ejemplo, ¿sobre qué debería recaer esta tasa? ¿Sobre las actividades más contaminantes? ¿Sobre los combustibles fósiles? ¿Sobre todos los recursos naturales de un país? También hay que decidir no solo la cuantía de un impuesto factible, sino si será igual para todos o más elevado para los que contaminen más. Y, por supuesto, hay que discutir también qué hacer con lo recaudado: ¿debería distribuirse a todos los ciudadanos del mundo, ricos y pobres por igual, en forma de una especie de renta básica incondicional? ¿O deberíamos intentar ayudar primero a quienes estén en una situación más desesperada? Además, ¿debería lo recaudado distribuirse en metálico, electrónicamente, quizá aprovechando la expansión de la telefonía móvil? ¿O es mejor invertir los fondos en bienes públicos, mejoras medioambientales, tecnología verde, investigación médica, educación o acceso a la planificación familiar?  

«En este siglo XXI que es el Siglo de la Gran Prueba, cuando se agudizan y entrelazan las múltiples crisis que conforman una verdadera crisis civilizatoria y nos hallamos más allá de los límites del crecimiento, el trabajo teórico de altura con el que Casal, Pogge y Steiner interrogan las dimensiones de una verdadera justicia internacional merece la máxima atención» (Jorge Riechmann, Universidad Autónoma de Madrid)

«Líderes filosóficos de tres naciones discuten lúcidamente medidas específicas para lograr una mayor justicia global: ¡esto sí que es filosofía política de vanguardia!»   
(Henry Shue, Oxford University, autor de Basic Rights).

«Un libro original, ambicioso y bien escrito» (Jesús Mosterín, CSIC, Madrid)

«¿Y si un modesto impuesto sobre ciertos recursos naturales pudiese mitigar tanto el cambio climático como la pobreza mundial? Tres de los filósofos que más nos hacen pensar hoy contestan esta pregunta en un volumen lúcido, accesible, indispensable e interesantísimo» (Andrew Williams, ICREA - Universidad Pompeu Fabra)

A través del prólogo de Roberto Gargarella:

PENSAR LA JUSTICIA GLOBAL

Roberto Gargarella

El nuevo siglo ha venido de la mano de nuevas crisis económicas y políticas que -al estilo de las crisis recurrentes, propias de este mundo globalizado- han atravesado fronteras y continentes, mares y océanos. El Estado social retrocede; el desempleo crece; los más ancianos quedan desatendidos; los jóvenes no encuentran su lugar; la pobreza se extiende; la vida pública se degrada. Tales situaciones han generado, como era de prever, una profunda conmoción social, expresada en cientos de miles de personas que salen a la calle en señal de protesta: pueblos puestos en pie, aquí y allá, en Occidente tanto como en Oriente, en contra de las injusticias reinantes.

Las protestas sociales locales e internacionales que se han desatado en los últimos tiempos en las regiones más distantes balbucean el lenguaje de la disconformidad: disconformidad con las promesas que se incumplen luego de cada elección; disconformidad con un orden político que declama inclusión pero que mantiene el poder encerrado entre los puños de pocos; disconformidad hacia un esquema económico que prometía curar las heridas sociales abiertas, pero que permite que el sistema se siga desangrando por las heridas del desempleo, la explotación y la marginalidad en aumento.

No se trata, sin embargo, del infeliz azar de que estemos gobernados, a nivel local o global, por dirigentes arrogantes y corruptos. El mal puede ser cierto pero las causas, en todo caso, resultan menos personales, menos relacionadas con cuestiones de carácter. Lo que está en juego son cuestiones estructurales, que alcanzan a las reglas e instituciones dominantes, y a los principios que las organizan. La cerrazón de nuestros sistemas institucionales, y la distancia que tales formas de organización generan, entre nosotros y nuestros representantes -quienquiera que sean-, resulta agraviante. Esa impermeabilidad, esa distancia, explican en buena medida la falta de comprensión que nuestras autoridades muestran, ante las demandas sociales a las que se enfrentan. En lugar de tomar las quejas y demandas como su principal e indispensable materia prima, nuestras clases dirigentes tienden a situarse frente a las manifestaciones y protestas como si afrontaran un grave peligro, como si se tratara de fuegos que deben ser apagados de inmediato.

 

Más allá del prólogo:

Los recursos naturales están distribuidos de forma muy desigual y arbitraria por el mundo. Ni siquiera las catástrofes naturales ni los peligros derivados del cambio climático afectan a todos por igual, lo cual hace más difícil que se alcancen acuerdos para reducirlo. Ya se siga una corriente filosófica orientada a reducir el sufrimiento o, en el otro extremo, una tradición centrada en los derechos básicos del individuo, unas desigualdades tan arbitrarias, perjudiciales y crecientes resultan injustificables. Pero ¿qué se puede hacer?
 
Desde distintas perspectivas filosóficas tres autores proponen introducir un impuesto o tasa sobre aquellos recursos naturales que unos usan más o tienen en mayor cantidad, y distribuir lo recaudado a escala global para reducir la desigualdad inicial e impedir que el cambio climático la incremente. Pero esta idea general no solo puede justificarse de modo distinto, sino que puede tomar formas muy diversas. Por ejemplo, ¿sobre qué debería recaer esta tasa? ¿Sobre las actividades más contaminantes? ¿Sobre los combustibles fósiles? ¿Sobre todos los recursos naturales de un país? También hay que decidir no solo la cuantía de un impuesto factible, sino si será igual para todos o más elevado para los que contaminen más. Y, por supuesto, hay que discutir también qué hacer con lo recaudado: ¿debería distribuirse a todos los ciudadanos del mundo, ricos y pobres por igual, en forma de una especie de renta básica incondicional? ¿O deberíamos intentar ayudar primero a quienes estén en una situación más desesperada? Además, ¿debería lo recaudado distribuirse en metálico, electrónicamente, quizá aprovechando la expansión de la telefonía móvil? ¿O es mejor invertir los fondos en bienes públicos, mejoras medioambientales, tecnología verde, investigación médica, educación o acceso a la planificación familiar?
 
Hillel Steiner, Thomas Pogge y Paula Casal debaten estas y otras cuestiones, alcanzando conclusiones sólidas. La pobreza mundial y el cambio climático son los dos mayores retos a los que hoy se enfrenta la humanidad. ¿Y si ambos problemas pudiesen resolverse con un pequeño impuesto?
 
Los autores son miembros de Academics Stand Against Poverty (
ASAP)
 
«En este siglo XXI que es el Siglo de la Gran Prueba, cuando se agudizan y entrelazan las múltiples crisis que conforman una verdadera crisis civilizatoria y nos hallamos más allá de los límites del crecimiento, el trabajo teórico de altura con el que Casal, Pogge y Steiner interrogan las dimensiones de una verdadera justicia internacional merece la máxima atención» (Jorge Riechmann, Universidad Autónoma de Madrid).

Los autores de este valioso ensayo de investigación que pone los puntos, todo, sobre las “íes”:

Paula Casal

https://www.upf.edu/filosofiadeldret/es/w2persones/professors/casal.html

Thomas Pogge

https://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Pogge

Hillel Steiner

https://translate.google.es/translate?hl=es&sl=en&u=https://en.wikipedia.org/wiki/Hillel_Steiner&prev=search

Los colaboradores:

Roberto Gargarella

https://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Gargarella

Nicolás Brando

Manuel Gil Fernández; redactor y traductor de la revista de Mètode , publicación de difusión  científica de la Universidad de València.

http://metode.cat/es/

 

 

Cazarabet conversa con Paula Casal:

Paula_Casal_Portrait_Photo.jpg-Paula, ¿cómo ha sido compartir este libro con Thomas Pogge y Hillel Steiner?

-Pues, la verdad, lo que más trabajo me ha dado ha sido la traducción. La prosa de Steiner, en particular, y todo el vocabulario libertario es muy difícil de verter al castellano.

-Seguro que has aprendido y mucho, aún con algunas discrepancias, de estos dos pensadores que reflexionan sobre la geopolítica, la sociología y cómo podemos y debemos dejar el planeta ¿Qué nos puedes comentar al respecto?

-Me pregunto si me harían esta pregunta si yo fuese un hombre extranjero. La que lleva toda la vida en el movimiento ecologista, leyendo sobre fiscalidad verde y la que publica sobre esto, soy yo. Steiner es un gran filósofo abstracto, ajeno a la  geopolítica y la sociología. Pogge, en cambio, hace un trabajo muy cercano a los datos empíricos (por ejemplo, ahora trabaja sobre paraísos fiscales) pero justo la fiscalidad verde no es lo suyo. Su propuesta tenía otro origen: demostrar que el orden institucional coercitivo mundial daña al mundo pobre porque les impone algo mucho peor de lo que podría imponerle. ¿Cómo qué? le preguntaron. Como el mismo orden más un pequeño impuesto sobre los recursos naturales. El daño mucho más directo que causa el cambio climático a los pobres solo lo incorporó a última hora. Pero esto es justamente la idea del libro. Steiner buscando la justicia libertaria, Pogge, intentando reformar a Rawls, y yo desde la ecología, llegamos casi, casi a un acuerdo.  De Pogge aprendí sobre Rawls y Kant, de Steiner sobre la historia y las variantes del libertarianismo; de fiscalidad verde, he aprendido de los economistas.

-Y ¿qué percibiste que ellos hayan podido aprender de ti?

-No lo sé. Steiner ha estado buscando formas de eliminar las implicaciones más chocantes del libertarismo y el discutir tanto la destrucción ecológica puede que le haga buscar una forma de poder argumentar, dentro del libertarismo, a favor de la fiscalidad verde. Creo que Pogge ahora entiende mejor su propia propuesta.

-En cada tema, reflexión a tratar y demás, hacéis una introducción, una exposición y una conclusión. Es fenomenal y esto mejora mucho la lectura y la comprensión; aunque el libro está hecho y pensado, también, para incentivar la reflexión. ¿No es así?

-Sí, claro.

-No vendría mal la lectura a muchos politólogos, sociólogos, periodistas, economistas, analistas, me refiero a que hay mucha gente que llena los platós de las tertulias que les iría muy, muy bien y libros como estos son necesarios y , casi, obligatorios.

-¡Completamente de acuerdo!.

-Los recursos naturales del planeta están mal repartidos, ¿no?; ¿por qué?

-No todas las partes del mundo, ni las de un país son igual de buenas. Unos tienen ríos navegables, valles fértiles, puertos naturales, recursos minerales, fuentes de energía, buen clima; otros tienen fundamentalmente rocas y desiertos. Los que ocuparon los mejores lugares, se desarrollaron antes y organizaron las reglas del juego mundial a su gusto. Hay que cambiarlas y repartir los recursos un poco mejor.

-Porque la solución para un país muy pobre no está en la caridad (aunque en momentos puntuales la ayuda humanitaria sea fundamental). Lo verdaderamente fundamental es “apostar” por ese país hacer que ese país reconozca qué puede aportar y ayudarle a hacerlo…

-Y en darle la parte que le corresponde.

-Y claro, la solidaridad se demuestra en no inmiscuirse y también en, no hacer de esos países lugares de explotación o convertirlos, por ejemplo, en los basureros del planeta…

--Por supuesto. No quitarle las materias primas y no mandarle los residuos nucleares y otros productos de desecho.

 -No habrá un reparto más justo del planeta con el Tratado del Libre Comercio encima de la mesa, ¿no?

-No

maxresdefault.jpg-Desde los gobiernos, desde los legisladores, gestores no se deberían ni amparar ni dar apoyo  a estas desigualdades, ¿no?; pero se sigue haciendo ¿Por qué?

-Por lo de siempre: los que tienen el poder para cambiar las cosas no tienen interés en cambiarlas  y los que tienen interés en cambiarlas no tienen el poder para hacerlo.

-Hablar del futuro, de un planeta más justo, con un reparto más equitativo de los recursos que son de todos y de todas. ¿Es hablar del  respeto por la salud del planeta, del medio ambiente y, a la vez, luchando en contra de este cambio climático? Coméntanos, por favor.

-Pondré un ejemplo que me parece especialmente claro. Un cuarto de los países del mundo no tienen salida al mar lo cual supone una importante barrera, no solo para su desarrollo, sino también para su independencia política. No pueden arriesgarse a enfadar a sus vecinos, porque si lo hacen no pueden salir. Sus vecinos los tienen sitiados y los controlan. A veces también dependen de la ayuda exterior con lo que aun pierden más control. Les dicen que firmen tratados de libre comercio, pero como no tienen salida al mar, no pueden comerciar. Todo lo que importan les sale muy caro. Están entre los más pobres de la tierra y sus perspectivas de futuro son negras. Pero ¿qué ocurriría si hubiera un reparto un poquito, sólo un poquito, más justo del planeta? Primero recibirían la parte que les toca por la explotación de los recursos que son de todos pero ellos no pueden explotar, como el mar. Segundo, o bien los países costeros les deberían una compensación por haberles quitados toda la costa, o bien les tendrían que dar un corredor de unos metros de ancho. Los vecinos apenas notarían la pérdida de unos metros y ellos podrían poner un tren a la costa para llevar todas sus mercancías y un carril bici para ir y venir distancias más cortas, entre las estaciones del tren. En unos años su futuro podría dejar de ser negro. Es decir, no hace falta un reparto radical. Con que el reparto fuese solo un poquito menos injusto que el actual, podrían salvarse millones de vidas.

 

 

 

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Un reparto más justo del planeta. Paula Casal, Thomas Pogge, Hilleil Steiner. Prólogo de Roberto Gargarella   
136 páginas        14,5 x 23 cms.
14.00 euros
Trotta



Los recursos naturales están distribuidos de forma muy desigual y arbitraria por el mundo. Ni siquiera las catástrofes naturales ni los peligros derivados del cambio climático afectan a todos por igual, lo cual hace más difícil que se alcancen acuerdos para reducirlo. Ya se siga una corriente filosófica orientada a reducir el sufrimiento o, en el otro extremo, una tradición centrada en los derechos básicos del individuo, unas desigualdades tan arbitrarias, perjudiciales y crecientes resultan injustificables. Pero ¿qué se puede hacer?
 
Desde distintas perspectivas filosóficas tres autores proponen introducir un impuesto o tasa sobre aquellos recursos naturales que unos usan más o tienen en mayor cantidad, y distribuir lo recaudado a escala global para reducir la desigualdad inicial e impedir que el cambio climático la incremente. Pero esta idea general no solo puede justificarse de modo distinto, sino que puede tomar formas muy diversas. Por ejemplo, ¿sobre qué debería recaer esta tasa? ¿Sobre las actividades más contaminantes? ¿Sobre los combustibles fósiles? ¿Sobre todos los recursos naturales de un país? También hay que decidir no solo la cuantía de un impuesto factible, sino si será igual para todos o más elevado para los que contaminen más. Y, por supuesto, hay que discutir también qué hacer con lo recaudado: ¿debería distribuirse a todos los ciudadanos del mundo, ricos y pobres por igual, en forma de una especie de renta básica incondicional? ¿O deberíamos intentar ayudar primero a quienes estén en una situación más desesperada? Además, ¿debería lo recaudado distribuirse en metálico, electrónicamente, quizá aprovechando la expansión de la telefonía móvil? ¿O es mejor invertir los fondos en bienes públicos, mejoras medioambientales, tecnología verde, investigación médica, educación o acceso a la planificación familiar?
 
Hillel Steiner, Thomas Pogge y Paula Casal debaten estas y otras cuestiones, alcanzando conclusiones sólidas. La pobreza mundial y el cambio climático son los dos mayores retos a los que hoy se enfrenta la humanidad. ¿Y si ambos problemas pudiesen resolverse con un pequeño impuesto?
 
Los autores son miembros de Academics Stand Against Poverty (ASAP)
 
«En este siglo XXI que es el Siglo de la Gran Prueba, cuando se agudizan y entrelazan las múltiples crisis que conforman una verdadera crisis civilizatoria y nos hallamos más allá de los límites del crecimiento, el trabajo teórico de altura con el que Casal, Pogge y Steiner interrogan las dimensiones de una verdadera justicia internacional merece la máxima atención» (Jorge Riechmann, Universidad Autónoma de Madrid)

Índice:  http://www.trotta.es/static/pdf/Indice.pdf


Paula Casal
ICREA Professor of Moral and Political Philosophy en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, editora asociada de Politics, Philosophy and Economics, editora de Law, Ethics and Philosophy, presidente de Academics Stand Against Poverty-España y del Proyecto Gran Simio-España. Antes era profesora en las universidades británicas de Reading, (2004-08), y Keele (1996-2004), Junior Research Fellow y Fellow en el Centro de Ética de Harvard (1999-2001), Hoover Fellow en La Universidad de Lovaina (2001-02), y Leverhulme Research Fellow en Oxford (2002-03). Publica en revistas como Ethics, Economics and Philosophy, Hypatia, Journal of Medical Ethics, Journal of Moral Philosophy, Journal of Political Philosophy, Political Studies y Utilitas sobre justicia social y global, multiculturalismo, genero, otras especies, evolucionismo y la distinción entre mejora y terapia.

Thomas Pogge
Leitner Professor of Philosophy and International Affairs y fundador y director del Global Justice Program en Yale.
También tiene puestos a tiempo parcial en el King's College de Londres, y en las universidades de Oslo y Central Lancashire. Pogge es miembro de la Academia Noruega de las Ciencias y Presidente de Academics Stand Against Poverty (ASAP), una red internacional dedicada a potenciar el impacto de investigadores, profesores y alumnos sobre la pobreza. También preside Incentives for Global Health, un equipo dedicado a desarrollar una alternativa complementaria al régimen de patentes actual que mejore el acceso de los pobres del mundo a los avances médicos. Sus publicaciones más recientes incluyen Politics as Usual (Polity 2010), World Poverty and Human Rights (Polity 2008), John Rawls: His Life and Theory of Justice (Oxford 2007), y Freedom from Poverty as a Human Right (Oxford & UNESCO 2007).

Hillel Steiner
Emeritus Professor of Political Philosophy en la Universidad de Manchester y Miembro de la Academia Británica.
Es autor de An Essay on Rights (1994) y co-autor de A Debate Over Rights: Philosophical Enquiries (con Matthew Kramer y Nigel Simmonds, 1998). Ha co-editado Freedom and Trade (con Geraint Parry, 1998), The Origins of Left-Libertarianism: An Anthology of Historical Writings, y Left-Libertarianism and Its Critics: The Contemporary Debate (con Peter Vallentyne, 2000), y Freedom: A Philosophical Anthology (con Ian Carter y Matthew Kramer,2007). Su investigación actual se centra en el concepto de ‘el precio justo’, y su aplicación de los principios libertarios a las desigualdades genéticas y globales.

 

 

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