La Librería de Cazarabet Indignado

Sin-título-1.jpgCazarabet conversa con...   Carles Ramió, autor de “La renovación de la función pública. Estrategias para frenar la corrupción política en España” (La Catarata)

 

 

 

 

Un libro sobre la lacra que carcome  a la democracia de este país, la corrupción entre la clase política.

Un libro de Carles Ramió que muestra estrategias para frenar la corrupción política en España.

En tres capítulos, más una introducción el autor nos adentra en el mundo de la corrupción política, en el nudo y en los desenlaces para  poner sobre la mesa todo un abanico de propuestas para regenerar la escena política e institucional

El autor, con todo lo que ha caído y está cayendo, concluye que la situación tiene arreglo.

Lo que nos dice Los Libros de La Catarata:

El objetivo de este libro es presentar un conjunto de propuestas para la regeneración del sistema político e institucional que puedan contribuir a frenar la dinámica de corrupción en la que se ha sumido el país durante las tres últimas décadas. Pero previamente este ensayo realiza un trepidante análisis, con múltiples ejemplos, de las diversas prácticas corruptas impulsadas por políticos y empresarios con la colaboración, entre activa y pasiva, de los sindicatos, los medios de comunicación y de amplios sectores sociales. Una de las conclusiones es que las instituciones y los empleados públicos no han querido participar de la cultura de la corrupción y esto supone una magnífica palanca de cambio para que las propuestas presentadas en el libro puedan tener un impacto rápido y positivo y atajar en un porcentaje muy elevado de las dinámicas de corrupción acontecidas hasta ahora. Estas son las tareas que tenemos por delante para frenar, de una vez por todas, el saqueo público.

Sobre el autor, Carles Ramió:

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Pompeu Fabra, institución de la que ha sido vicerrector y decano. Ha sido director de la Escuela de Administración Pública de Cataluña y presidente del Consorcio de Evaluación de Políticas Públicas (Ivàlua). Es autor de diecinueve libros y más de ciento cincuenta artículos y capítulos de libro de carácter científico. Ha impartido cursos y conferencias en numerosas universidades e instituciones nacionales e internacionales entre las que destacan Harvard y el MIT.

 

 

Cazarabet conversa con  Carles Ramió:

renovacion-(3).jpg-Bien, amigo, sí la corrupción siempre ha estado ahí, pero no por eso…debamos de “conformarnos”…

-Sin duda no hay que conformarse. Justo al contrario la intención del libro es dejar constancia que hay mecanismos para situar a la corrupción en un plano bastante residual. La mitad del libro hace un diagnóstico del fenómeno de la corrupción pero la otra mitad del libro presenta un conjunto de propuestas no tanto para erradicarla del todo pero si para dejarla en una posición marginal y dejar de lado las actuales dinámicas de corrupción sistémicas y sistemáticas.

-Quizás si ante el mínimo movimiento se hubiese llamado la atención y dado “los toques pertinentes” nunca se hubiese llegado a la situación que hoy tenemos entre pies y que estalla cada día en un aso, al menos, nuevo…

-Es totalmente cierto que en España durante los últimos treinta años han fallado muchos correctores de la corrupción y los que yo denomino anclajes institucionales para frenar o evitar la corrupción. Es obvio que los máximos protagonistas de la corrupción han sido los partidos políticos, algunos políticos que han actuado por su cuenta y riesgo y las empresas contratistas de las administraciones públicas. Pero han fallado los sindicatos que no han denunciado los casos de corrupción que han observado sin ningún tipo de dudas. Han fallado los medios de comunicación que han estado ausentes del debate (caso de Cataluña) o han participado en el mismo como hooligans de determinadas formaciones políticas perdiendo con ello credibilidad. Han fallado los controles internos (interventores, etc.) y los controles externos (Tribunal de Cuentas, fiscalía, judicatura, etc.).

-El ciudadano normal o corriente, sea cual sea su rol en la sociedad ante un caso de corrupción deberá asumir que debe de dar un paso adelante y denunciar..

-Claro que debe denunciar. De todos modos, es muy difícil que un ciudadano corriente se encuentre de narices con un caso de corrupción. Puede intuirlo por informaciones difusas pero difícilmente tendrá las pruebas para denunciar con fundamento. Lo usual es que sean los empleados públicos o responsables de empresas contratistas los que puedan observar casos de corrupción. El problema aquí es que un empleado público que detecte un caso de corrupción no puede, en la práctica, denunciarlo. Solo algunos pocos lo han hecho y han sufrido acoso por parte de la justicia ya que en España no existe la figura del delator y no existe ningún tipo de protección por estos denunciantes. Denunciar un caso de corrupción por parte de un empleado público implica que tiene que litigar con todo el aparato jurídico de las propias administraciones, en manos de los titulares políticos, que le acusan de utilizar información confidencial. Un denunciante empleado público es cesado de sus responsabilidades y marginado en su Administración. Y es marginado de por vida ya que cuando cambian las tornas políticas y entra un nuevo equipo de gobierno lo perciben como un “chivato” y un desleal. A los empleados públicos se les puede exigir que sean éticos, neutrales y que cumplan las normas. Pero jamás se les puede exigir que sean héroes y mucho menos que sean mártires. Nuestro sistema institucional obliga que los denunciantes sean mártires. Igual les podría ocurrir a los empresarios denunciantes.

-Pero ¿cómo y de qué manera, teniendo en cuenta que la justicia está algo más que atascada?

-Siempre se ha afirmado que una justicia lenta no puede hacer realmente justicia.  La corrupción se ha beneficiado al máximo de la lentitud exasperante de la justicia. No es problema de los jueces sino precisamente el problema es la falta de jueces, de fiscales, de inspectores de hacienda, de policías especializados en delitos económicos… En todos estos efectivos España posee menos de la mitad que los países más avanzados de nuestro entorno. Parece evidente que a los partidos políticos que nos han gobernado les ha parecido bien y oportuna esta falta de fortaleza de los perseguidores y justicieros de la corrupción. Es obvio que para un potencial denunciante la lentitud de la justicia y algunas injustificadas garantías son un aliciente más para no denunciar.

-Aunque voy a hacerte una reflexión muchos de nosotros, según en qué hayamos trabajado ya hemos visto muchas cosas que nos han levantado muchas sospechas… ¿Cuándo pasar a la acción? Porque yo como ciudadana responsable no puedo ir con sospechas a depositar una denuncia, debo ir con pruebas, con hechos y, si puede ser, no sola…

-Reitero que pasar a la acción es presentar una denuncia a la Justicia. Pero como se ha visto en las respuestas anteriores esto se ha hecho muy difícil para los ciudadanos. Pero pasar a la acción es también utilizar las redes sociales, exponer las sospechas, hacer preguntas, contactar con los medios de comunicación, etc. Hay que hacer cualquier cosa salvo estar inertes. En todo caso lo difícil es que un ciudadano posea más que sospechas y obtenga algún tipo de indicio. Las sospechas son difusas y muchas veces injustas. No hay que confundir fundadas sospechas con rumores más o menos interesados.

-¿Por qué se corrompe la gente, el sistema político y con ello casi que todo un país viva encima de una especie de barca a la deriva?

-La corrupción es un fenómeno humano, es un fenómeno universal. Los españoles somos tan corruptos (o tan poco) como los suecos o los latinoamericanos. Los suecos (políticos, empresarios y ciudadanos) son menos corruptos en la práctica que nosotros porque poseen unos correctores institucionales que arrinconan al máximo la corrupción. Esta es la clave del éxito y del fracaso tal y como dice el libro de economía de moda de Acemoglu y Robinson (2015) Por qué fracasan los países (Ediciones Deusto). La clave estriba en el refinamiento de los diseños institucionales. En España han fallado estos resortes y han facilitado la corrupción política, empresarial y también la corrupción social. España es socialmente bastante corrupta pero ello se debe a que no ha sido perseguida de forma contundente (por ejemplo con el impago del IVA y de otros impuestos), cuando se persiguen cambian las pautas sociales y, al final, la sociedad se autorregula y ya no es tan corrupta.

Me gusta poner aquí el símil de la disciplina en el tránsito. Hace dos décadas la gente era bastante laxa en temas de conducción, por ejemplo no era problema ir un poco bebido y conducir. Pero hace años que las autoridades persiguen con dureza estos comportamientos y ahora es la propia sociedad que ve con muy malos ojos cuando alguien quiere conducir cuando ha bebido (y muchas veces lo impiden). Lo mismo sucedería con la corrupción si se persiguiera a todos los niveles, empezando por las élites políticas y económicas. Si no se persigue entonces facilita lo que para mí es una gran impostura socia: “para que voy a pagar yo mis impuestos si los políticos roban y quedan impunes.”

renovacion-(2).jpg-Las causas son las mismas aquí, en España, que, por ejemplo en cualquier otro país de la Europa más acomodada…

-En efecto, el fenómeno de la corrupción en España es bastante parecido a los países más avanzados de nuestro entorno. Se trata de una corrupción política, derivada de problemas de financiación de los partidos políticos y del punto de encuentro entre los políticos en el gobierno con las empresas contratistas. Lo que sucede en España sucede también fuera. En mi estudio me impresionó la agudeza del fenómeno de la corrupción en Europa. A mí, por ejemplo, ya no me sorprendieron los casos de Volkswagen o del Deutsche Bank. La Unión Europea mediante el eurobarómetro lo mide todo y en los indicadores de corrupción las medias en Europa oscilaban entre el 40 y el 60% de casos de corrupción en las grandes empresas y en los contratos de la Administración pública. En España, por la falta de disciplina institucional y de relajación política y social está en estos indicadores entre 20 y 30 puntos por encima de la media de la Unión Europea. Europa está muy mal pero España mucho peor.

-El paso más allá ¿qué es? ¿la mafia a pie de calle?

-A tanto no hemos llegado, afortunadamente. Por ejemplo, todavía no hay documentado ningún asesinato derivado de los casos de corrupción. Me consta que amenazas de muerte las ha habido pero no han llegado a implementarse. En Italia, Japón o América Latina sí que ha sucedido.

-¿Cómo se puede solucionar esto?. ¿Qué medidas hay que tomar, ya y de manera urgente?

-En mi libro hay una panoplia de medidas desde políticas, institucionales, sociales, etc.

Un exhaustivo elenco de medidas se propone de un modo sistemático y justificado normativamente. Se trata de veinticinco proposiciones que se emplazan para el discernimiento del lector: (1) Cambio de la Ley Electoral por otra más proporcional; (2) Mejora de la financiación pública de los partidos políticos, reduciendo las aportaciones privadas; (3) Transparencia y rendición de cuentas total de los partidos políticos y de los sindicatos como si fueran administraciones públicas; (4) Incremento de las retribuciones de los políticos que ocupan cargos institucionales; (5) Supresión de gastos protocolarios y establecimiento de un sistema riguroso de vigilancia; (6) Creación de comisiones de supervisión de los cargos políticos; (7) Relevo de los máximos líderes políticos de los partidos tradicionales y reconocimiento público de sus casos de corrupción; (8) Incremento de recursos para fortalecer al poder legislativo; (9) Despolitización de los órganos superiores del poder judicial; (10) Mejoras procesales y aumento de recursos en la persecución de la corrupción; (11) Diseño de una agencia pública independiente de vigilancia y control de todas las contrataciones del sector público; (12) Publicación de las agendas públicas y privadas de los cargos públicos; (13) Creación de una agencia independiente de defensa de los consumidores de servicios universales de interés general; (14) Información clara y transparente de los gastos públicos; (15) Evaluación efectiva de las políticas públicas; (16) Puesta en vigor de contabilidad analítica para cálculo y comunicación de costes reales de las diferentes actividades y servicios públicos; (17) Dotación de sistemas de información que permitan cruzar bases de datos; (18) Publicitación los sistemas internos de información a los ciudadanos y los intermediarios sociales (open data): (19) Uso institucional del big data para dotar de más inteligencia prospectiva y calidad de gestión a la administración pública; (20) Asegurar la independencia profesional de los agentes públicos relacionados con la corrupción; (21) Incremento del volumen de empleados públicos hasta alcanzar la media de la Unión Europea en jueces, fiscales, inspectores de Hacienda y policías especializados en corrupción; (22) Establecimiento de sistemas de protección de la figura del delator; (23) Mejores tecnológicas de mecanismos de control internos y externos sin exceso de burocracia; (24) Mecanismos institucionales y administrativos que aseguren el acceso de personal a las instituciones públicas bajo los principios de igualdad, capacidad y mérito; (25) Regulación de la dirección pública profesional para garantizar la calidad de los nombramientos de estos directivos y su protección frente a ceses partidistas o arbitrarios.

-¿Y a medio plazo?

-Más de la mitad de las medidas se podrían aplicar no a medio plazo sino a muy corto plazo (unos pocos meses).

Carles-Ramio-Universitat-Pompeu-Fabra_EDIIMA20150323_0043_5.jpg-Hablamos mucho de Comisiones y de Secretarias de Estado Anticorrupción, pero menos o con la boca pequeña de transparencia y quizás en esta práctica estuviese parte de la prevención. Porque, presumo que en la prevención (como si se tratase de un tema de salud) está buena parte de “la cura”.

-Lo de crear una Secretaria de Estado Anticorrupción no me parece una buena idea. Hay que hacer ya lo que he propuesto en el último apartado y dejarse de crear más burocracia y más cargos.

En efecto hace falta más transparencia, rendición de cuentas y evaluación: los especialistas en gestión pública se equivocaron cuando nos afirmaban que la mejor vía para lograr la legitimidad social de nuestras administraciones públicas era por la vía de prestar mejores servicios públicos de manera más eficiente. Resulta que durante los últimos años, hemos logrado prestar mejores servicios pero esta legitimidad sigue sin producirse y cada vez hay más desencuentro entre nuestras instituciones y la sociedad (el caso de España es espectacular en este sentido y representa una pésima lección sobre la que hay que aprender).  A mi entender la legitimidad social de las administraciones públicas solo se logra si somos transparentes a la hora de tomar decisiones y  de gastar el dinero público y, además, si prestamos servicios de calidad y de forma eficiente. Eficacia y eficiencia sin transparencia no logran por si mismas la legitimación social.  A pesar que la mayoría de los países de la región poseen leyes de transparencia una cosa son las leyes y otra la práctica real. Seguimos ocultando a la ciudadanía como tomamos las decisiones y como gestionamos. Operamos las administraciones públicas como sociedades secretas. ¿Qué pueden observar los ciudadanos del sistema público? La respuesta es que los ciudadanos solo perciben las entradas y las salidas del sistema público pero no lo que se hace dentro del mismo. Pueden ver las entradas o insumos: votos que se convierten en presidentes y en equipos de gobierno y los ingentes recursos económicos que acceden a las arcas públicas procedentes de los impuestos directos e indirectos. Y también pueden percibir las salidas o resultados: gran variedad de servicios públicos cada vez más afinados, de calidad y eficientes. Pero a la hora de gestionar el sistema ponemos una enorme y opaca cortina para que no nos vean. Y claro si nos ocultamos cuando gestionamos, los ciudadanos consideran que tenemos motivos profundos para hacerlo y sospechan que tenemos prácticas clientelares generalizadas (que es cierto en términos generales) y que la corrupción es la norma predominante (que no es cierto de forma global aunque sí que existe todavía en exceso).  Por transparencia no hay que entender webs específicas para ello ni una mayor divulgación sobre lo que se hace, que a veces está excesivamente emparentado con el marketing institucional. Por transparencia hay que entender proporcionar información clara sobre cómo se toman las decisiones y cuáles son sus motivaciones. Y, especialmente, al ciudadano le preocupa el destino de hasta el último peso, sol o dólar  de dinero público. Y para que el ciudadano sepa el destino exacto de los recursos económicos públicos de nada sirve la publicidad de los presupuestos, que siempre han sido públicos pero que son incomprensibles, incluso con ojos de experto, y de nada sirve detallar el nivel de ejecución del presupuesto en cada momento ya que es una información sobre algo que no es entendible y, por lo tanto, prescindible. El ciudadano quiere saber temas de detalle que le generan curiosidad y que es una forma intuitiva de hacer control cívico por la vía del muestreo. Quieren saber, por ejemplo, lo que se ha gastado un organismo público en la retribución de un ponente, en  una copa de vino de honor o en una comida institucional. Es curioso pero en los países con tradición en la rendición de cuentas han desaparecido un conjunto de convenciones que en nuestro contexto nos parecen legítimas (agasajos, comidas de trabajo, etc.) que no tienen nada de disfuncional pero que son rechazadas por una parte importante de la ciudadanía. Si esto sucede con estas inofensivas convenciones es fácilmente imaginable como una estricta rendición de cuentas económica desmontaría la mayoría de las prácticas corruptas que asolan a nuestras instituciones. Y para redondear este ámbito también es necesaria la evaluación de las políticas públicas de forma totalmente transparente. En los países latinos nos encanta hablar de evaluación pero llevarlo a la práctica de forma aislada, no constante ni estructural. Todo son pruebas piloto bajo el benemérito objetivo de instaurar de forma incremental la denominada cultura de la evaluación. Evaluar de forma sistemática y estructural es difícil y, a día de hoy, solo lo han logrado algunos pocos países entre los más desarrollados. El resto evalúan mucho pero no todas las políticas y siempre. Alcanzar la cultura de la evaluación es una utopía en la que, en mi opinión, no hay que perder más tiempo. Solo se evaluarán de verdad las políticas públicas si hay una obligación legal y política (y por lo tanto una obligación institucional). Para ello es imprescindible que las leyes obliguen de oficio a destinar una parte razonable del presupuesto a la evaluación de cualquier política o iniciativa pública. Además, el poder legislativo debe tener una institución propia especializada en evaluar (obviamente por muestreo) las políticas públicas del gobierno. Si el gobierno sabe que puede ser objeto de escrutinio por parte del Parlamento, el Presidente va a poseer una oficina de evaluación de las políticas públicas impulsadas por su gobierno. Y, finalmente, las distintas instancias administrativas ya se van a encargar de evaluar previamente sus iniciativas para poder estar en perfecto estado de revista ante futuros análisis del Presidente y del Parlamento. Se trata de aprovechar, ni más ni menos, unos de los principios que funcionan mejor en la Administración pública: la jerarquía, a la que hay que añadir el cumplimiento de las reglas formales.

-Estos días de verdadero “tablero de ajedrez” se está hablando mucho del contenido, pero, por desgracia y a mi parecer, muy poco de los contenidos y de las conversaciones de partidos para ver quién será el que, de alguna manera, lleve las riendas de un nuevo Estado… Así, por ejemplo, cuando hay alguna propuesta todos, partidarios y detractores, a veces sin leerlas se tiran encima de las mismas para encumbrarlas o despedazarlas, pero al margen de eso… Mira, la formación Podemos ha señalado que proponía una Secretaría de Estado para luchar contra la corrupción, con el ex juez Yllanes en ella. Bien, creo que es necesario que desde el ejecutivo se activen políticas contra la corrupción y se esté impasible frente a la misma, aunque lo que hay que hacer, ya y urgentemente, es dar y proporcionar todos los  medios a la policía, investigadores, y a la judicatura…para que actúen con efectividad, pero también con premura frente a esta carcoma… ¿Qué nos puedes comentar cuándo se ataca, por ejemplo , a esta formación aduciendo que los políticos no pueden establecer “decálogos de lucha” contra la corrupción política?; pero me pregunto: ¿bien alguien y desde el ejecutivo tendrá que concretar ciertas políticas que se establezcan y que vayan marcando camino?

-(creo que ya la he contestado)

-Otra cosa es que las diferentes formaciones establezcan y pongan sobre la mesa y a la práctica códigos éticos que se vean reflejados mucho más allá: con la limitación de cargos, de sueldos, lo de las puertas giratorias, etc

-En efecto yo dedico bastantes páginas de mi libro ha hablar de lo que yo denomino corrupción de baja intensidad derivada de los bajos sueldos de algunos cargos políticos, tema que cuesta que entiendan los ciudadanos y que es objeto de demagogia constante. También dedico bastante espacio a las potenciales incompatibilidades y a las puertas giratorias. Este último es un problema muy grave y escandaloso pero que hay que saber parametrizar y regular muy bien ya que no podemos dejar sin futuro profesional a nuestros políticos pero, en cambio, hay que impedir situaciones muy descaradas que han sucedido últimamente. En todo caso merece una reflexión amplia, serena y rigurosa ya que es un tema muy proceloso.

 

 

 

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La renovación de la función pública. Estrategias para frenar la corrupción política en España. Carles Ramió   
192 páginas        13,5 x 21 cms.
16.50 euros
La Catarata



El objetivo de este libro es presentar un conjunto de propuestas para la regeneración del sistema político e institucional que puedan contribuir a frenar la dinámica de corrupción en la que se ha sumido el país durante las tres últimas décadas. Pero previamente este ensayo realiza un trepidante análisis, con múltiples ejemplos, de las diversas prácticas corruptas impulsadas por políticos y empresarios con la colaboración, entre activa y pasiva, de los sindicatos, los medios de comunicación y de amplios sectores sociales. Una de las conclusiones es que las instituciones y los empleados públicos no han querido participar de la cultura de la corrupción y esto supone una magnífica palanca de cambio para que las propuestas presentadas en el libro puedan tener un impacto rápido y positivo y atajar en un porcentaje muy elevado de las dinámicas de corrupción acontecidas hasta ahora. Estas son las tareas que tenemos por delante para frenar, de una vez por todas, el saqueo público.

Carles Ramió
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Pompeu Fabra, institución de la que ha sido vicerrector y decano. Ha sido director de la Escuela de Administración Pública de Cataluña y presidente del Consorcio de Evaluación de Políticas Públicas (Ivàlua). Es autor de diecinueve libros y más de ciento cincuenta artículos y capítulos de libro de carácter científico. Ha impartido cursos y conferencias en numerosas universidades e instituciones nacionales e internacionales entre las que destacan Harvard y el MIT.

 

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