9788484655718.jpgCazarabet conversa con...   Gonzalo Broto Noguerol, autor de “Piedra y escarcha” (Mira)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Broto Noguerol escribe una historia, con una narrativa muy cuidada, para la colección Sueños de Tinta de Mira Editores.

Lo que nos dice Mira editores del libro y cómo comienza el libro: Mi vida está marcada por tres inviernos: aquel de mi infancia en el que fallecieron mis padres; aquel segundo al cumplir los dieciocho y mudarme al piso en el casco viejo de la ciudad; y este último, cuando abandoné la urbe para trasladarme a un pueblo en los confines del Pirineo a comenzar mi vida laboral, una vida que, lejos de llenarme de tedio y rutina, como esperaba, me lanzó de bruces contra el miedo y la muerte.

Así comienza Jaime Heredia la confesión extensa y pormenorizada de las tres semanas que transcurren desde su llegada a este pueblo sin nombre, al que había sido destinado como profesor de Lengua y Literatura tras licenciarse en la Universidad, hasta que las circunstancias —la mayoría accidentales, cuando no engañosas— lo expulsan del mismo bajo la acusación de unos crímenes que jura no haber cometido.

A modo de diario, Jaime, joven novato e introvertido, referirá cuanto aconteció durante esos veinticuatro días, desde el inicio de su breve estancia, lleno de dudas y sin expectativas, hasta, viéndose injustamente condenado, su irremediable partida. Su relato narra con despegada neutralidad lo que vio y lo que ignoró, lo que sospechó y lo que imaginó, lo que desconoció y quizá, también, lo que ocultó, dotando a su testimonio de una candidez y una honestidad faltas de afecto y de impostación y ofreciendo al lector una visión enteramente subjetiva de los hechos, desde la primera hasta la última víctima.

Suya es la única voz que escuchamos a lo largo de la novela, pues incluso las voces ajenas son tamizadas y transcritas por él, con lo que el relato se convierte en un ejercicio de individualidad e introspección absolutas, ante el cual el lector debe posicionarse y tomar la decisión más ardua de todas: si creerlo o no.

Así como Graeme Macrae Burnet en su novela Un plan sangriento, falso true crime, «juega a su antojo con los límites de la ficción y cuestiona la validez de los relatos», Gonzalo Broto maneja con extraordinaria destreza narrativa temas como la «construcción» de la verdad, el derecho a mantenerse al margen, la apología de la mentira o la autojustificación personal para vertebrar Pueblo y escarcha, una novela/confesión ambientada entre montañas, bordas, huertas yermas y calles nevadas que ofrecen «refugio y escondite, libertad, encierro y condena a todos sus habitantes».

El autor Gonzalo Broto Noguerol:

Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y ha trabajado como profesor de Lengua y Literatura españolas en diversos países del sudeste de Asia, entre ellos, Singapur, Malasia y Tailandia, donde reside en la actualidad. Desde 2013 es profesor en la Escuela Internacional Suiza de Bangkok. En 2011 publicó en formato digital la novela El hijo del faro, y, en 2012, su micro relato Nuestra alma fue seleccionado para la colección Porciones creativas. Pueblo y escarcha es su primera novela publicada en papel. Al margen de la literatura, también ha realizado estudios de escritura de guion y dirección cinematográfica, y ha escrito y dirigido dos cortometrajes, Clean (2011) y Sunday (2012).

 

 

 

Cazarabet conversa con Gonzalo Broto Noguerol:

Gonzalo-Broto-1.jpg-Amigo, ¿qué te ha llevado a escribir esta obra narrativa?

-El proceso de gestación de la novela fue un tanto accidental y accidentado. En aquel momento yo me encontraba trabajando en la planificación de otra novela, y durante el proceso de documentación de la misma comencé a esbozar algunas historias alternativas para construir y asentar la atmósfera y el contexto previo de la historia que me proponía explicar, pero esas notas provisionales fueron adquiriendo una proporción mayor hasta que me quedó claro que requerían un tratamiento autónomo, y ahí fue cuando decidí concentrarme exclusivamente en ellas y descartar (o posponer) la historia original que me llevó hasta ellas.

-¿Qué es para ti la narración?

-La narración es una necesidad intrínseca del ser humano desde la prehistoria, podríamos decir que se trata casi de un acto reflejo; la narración adquiere ropajes muy diversos, la literatura escrita es solo uno de ellos. En mi caso, la narración ha sido, de forma más o menos prevalente, parte de mi vida desde la infancia, en forma de relatos orales, escritos, colectivos... La narración es una forma de comunicación y de autoconstrucción.

-En tus creaciones ¿qué papel quieres darles a los personajes?, ¿prioritario frente a la trama y al escenario?

-Cada texto sigue unos patrones diferentes que dependen de muchos factores, en algunos predominan los personajes, en otros el argumento, en otros, elementos como la atmósfera o el lenguaje. En el caso de “Pueblo y escarcha”, y como el mismo título indica, el protagonista de la obra es el ambiente, el pueblo, y el personaje narrador a través de quien conocemos los hechos, funciona a modo de testigo, de lente u objetivo del entorno que lo rodea. En última instancia, sin Jaime no habría narración, y sin el pueblo no habría argumento, así que es una relación de interdependencia.

-Amigo, en esta novela se miran tres inviernos que marcaron a la principal voz narrativa, al principal personaje, pero le marcan porque los recuerda en demasía  y ese recuerdo lo hace más susceptible hacia esa estación y lo que sucedía en él lo hace a él también más propenso a vivir con excesiva sensibilidad ese tiempo, ¿no? Es como si todo se retroalimentase, ¿verdad?

-En cierto sentido, sí. Jaime Heredia, el protagonista de la obra, sintetiza al principio de la narración su vida en tres inviernos, todos los cuales supusieron un punto de inflexión en el devenir de su biografía (no siempre de forma negativa o involuntaria, como en el primer caso). Desde esa óptica, el invierno (también presente en el título en la palabra “escarcha”) se convierte en un ‘leitmotiv’ a lo largo de toda la obra, que sirve tanto para anticipar el paisaje físico que va a predominar en la novela como, más importante todavía, el mundo interior del protagonista. El invierno funciona casi como una amenaza o un laberinto del que el protagonista trata de escapar constantemente (mezcla de pesadillas del pasado y del presente).

-¿Hasta dónde puede llevar esa retroalimentación? 

-Uno de los símbolos más claros y significativos del invierno en la novela es la estufa de butano, que persigue al protagonista a lo largo de su vida (aparece de forma más o menos trascendental en los tres inviernos a que aludía anteriormente); se puede entender esta estufa como un ‘demonio’ personal, una manifestación de un estado de ánimo frágil y temeroso que condiciona muchas de las sensibilidades, miedos y rasgos de la personalidad de Jaime, lo cual concluye al final con la última aparición de la estufa, que sirve como apertura y cierre del relato.

-¿Qué papel tienen aquí los personajes?

-En la novela hay muy pocos personajes destacados, el principal de los cuales es Jaime, que posee la única voz narradora de la obra. Toda la novela es una confesión en primera persona de los acontecimientos, tamizados por su voz; la obra es “su” relato, con todo lo que esto conlleva de verosimilitud, ambigüedad e incluso ficción, y el lector debe tomar partido y concederle el beneplácito de su confianza o retirárselo según considere oportuno.

En cuanto a los otros personajes, todos ellos presentados y filtrados por el punto de vista de Jaime, funcionan principalmente como catalizadores externos que ayudan a Jaime a crecer, a desarrollarse y a encontrar su propósito en el pueblo y en su vida, sin poseer una individualidad o un desarrollo comparables a los del narrador.

-En una narrativa parece que el papel de la trama siempre es el eje a veces es un personaje en la trama– sobre el que gira todo lo demás –hasta la paciencia, satisfacciones e insatisfacciones del escritor o escritora–, pero a veces ¿la ósmosis entre personajes y trama es tan fuerte que interaccionan de alguna manera?

-Cuando comencé a trabajar en la novela, el primer aspecto que perfilé fue la trama; los personajes vinieron después (en primer lugar los cuatro muchachos envueltos en los acontecimientos de forma directa, y por último Jaime que, a pesar de haber acabado siendo el eje vertebrador de toda la historia, fue el último eslabón que inserté en la cadena narrativa). Una vez todas las piezas estuvieron claras, es cierto que se produjo una interdependencia absoluta entre el protagonista y la trama, y el desarrollo de la misma no podría ya explicarse sin la voz narrativa de Jaime en primera persona, uno y otra engarzados de forma indisoluble.

-¿Cuál y cómo es el papel que le otorgas al escenario en el que se pasean los personajes y se desarrolla la trama? ¿El escenario, aquí, más que un lugar o lugares es el invierno como tal?

-Como he mencionado antes, el invierno posee en la obra tanto una dimensión externa (puesto que determina desde los colores y luces hasta las rutinas diarias y todos los detalles del día a día) como interna, pues describe el estado anímica del narrador, no sólo en el presente sino enlazándolo irremediablemente con su pasado, el frío convertido en una metáfora de la gelidez y la misantropía de Jaime.

-Tu trabajo en diferentes lugares como docente y profesor, ¿te ha ayudado a la hora de escribir este libro? ¿Cómo y de qué manera?

-El narrador de “Pueblo y escarcha” es también profesor de secundaria, al igual que yo, de modo que compartir profesión me ha ayudado a conocer y comprender desde dentro los entresijos de una escuela, su funcionamiento y sus dinámicas, aunque debo admitir que enfoqué el trabajo de Jaime más desde mi experiencia como alumno durante los años 90, que desde mi experiencia docente en la última década.

-¿Las víctimas en esta obra narrativa  son algo más que víctimas, quizás por el tratamiento que se les da o quizás, también, por la dimensión que tienen y retienen ellas?

-Cada víctima en la obra sirve dos propósitos principales: por un lado, aumentar la desconfianza de los vecinos, sembrar un estado colectivo de duda y zozobra, y, por otro (y de forma más determinante) empujar a Jaime en su camino de autoconstrucción, quien en un principio perseguirá un aislamiento acérrimo pero poco a poco se verá en la necesidad de implicarse, tomar partido, involucrarse, con las funestas consecuencias que esto tendrá, a la postre, sobre él.

Las víctimas son los desencadenantes de que Jaime cambie, mute, madure y se perfile psicológicamente y, aunque no cuentan con voz propia (sus diálogos no dejan de ser producto de la imaginación del narrador) sirven también para definir cómo es el pueblo en el que viven, cuáles sus tabús e hipocresías. Desde un punto de vista puramente estructural, también son importantes para dotar a la obra de mayor variedad, dinamismo y contraste.

-Mientras, la voz narrativa va como por libre, como una ave rapaz que mirara y contase, ¿lo ves así?

-Sin duda. La voz de Jaime es independiente y autárquica, tanto por voluntad propia (él rehúye las interacciones sociales, no sigue las convenciones a que se pliegan los demás, vive según sus propios códigos) como por su función en la obra: él es el narrador en primera persona, y toda la obra es producto de su voz, consciente y voluntaria de lo que dice y lo que calla, de lo que revela y lo que oculta, de lo que destapa y lo que enmascara. Todo el relato es una construcción narrativa deliberada e intencional y, desde este punto de vista, se puede decir que Jaime es un ave rapaz sobrevolando por toda la novela y eligiendo con cuidado y paciencia qué presas acechar y cuáles ignorar.

Gonzalo-Broto-2.jpg-Amigo, ¿la escarcha, entre otras cosas, puede ser la metáfora de la frialdad, nuestra frialdad que, en un ambiente de pueblo, es algo más que frío, es escarcha cínica, pero que ya se encamina a la maldad?

-Hasta cierto punto sí. Jaime sufre la desconfianza y las sospechas del pueblo, y él lo menciona varias veces a lo largo de la obra, pero es siempre una crítica despersonalizada y colectiva, nunca individual (de hecho, apenas hay ningún vecino con nombre y apellido en toda la novela): el pueblo, como ente abstracto que aglutina costumbres y hábitos ancestrales, es un lugar hermético y reacio al cambio, y un forastero siempre supone, desde este prisma, un riesgo, una amenaza de disrupción. De todas formas, no es tanto maldad lo que caracteriza la actitud general del pueblo hacia Jaime o hacia las víctimas, como, y esta es la clave, la actitud de mirar hacia otra parte y encerrarse en uno mismo para evitar tener que hacerse preguntas incómodas o arribar a respuestas acaso comprometedoras. Esta actitud de no querer involucrarse, incluso cuando ello significa que haya víctimas inocentes, es lo que más hiere a Jaime (quien, no lo olvidemos, comienza su andadura en el pueblo con una actitud análoga, aunque poco a poco se va despojando de ella y adquiriendo una personalidad mucho más proactiva e implicada).

-¿Por qué planteas la trama de una manera tan intensa, tan solo tres semanas?

-En cuanto tuve claro que quería estructurar la obra como un diario, se me planteó el dilema sobre cómo enfocarlo: podía, por una lado, escribir un diario discontinuo y fragmentario, que solo recogiese los momentos más significativos, con elipsis y omisión de días y datos, para que la acción pudiese abarcar un período temporal más largo y quizá disponer de espacio suficiente para desarrollar más los personajes, pero este idea no me convencía, especialmente porque el diario debía ser, en esencia, una ‘confesión’ ante un juez para tratar de demostrar su inocencia, por lo que la necesidad de un relato pormenorizado, fidedigno y detallado se impuso a cualquier otra consideración, de modo que opté por condensar la narración lo máximo posible para que el texto no se hiciera repetitivo o innecesariamente prolongado.

-¿Planteas un nudo en la trama y desenlazas casi sin mirar, como deshaciendo algo aparentemente sencillo, pero que no lo es? ¿Quieres dar esa sensación de que nada es tan eternamente ruin ni lleno de bonanza?

-La palabra que mejor resume mi propósito al escribir la novela es ‘verosimilitud’. Nunca me había enfrentado a este género con anterioridad, así que mi objetivo era construir una trama cerrada, lógica, coherente, sin lagunas, incongruencias ni giros repentinos e irrelevantes, cuyo único propósito es crear una tensión que muchas veces no va a tener ningún desarrollo o continuidad. Hilvané la historia como un ovillo de lana, todo tenía un sentido, toda la trama era sencilla, razonable, y a partir de ahí lo más difícil era cómo armar la estructura narrativa en torno a ella para que su simplicidad no se tradujese en aburrimiento, para que su sencillez se vistiese con un atavía narrativo interesante. Así que es acertado decir que comencé por el nudo de la obra, la historia de los cuatro muchachos, y a partir de ahí el resto se erigió como sillares alrededor del núcleo para darle cuerpo y vida narrativa.

-Amigo,¿ este libro ha tenido proceso de investigación, de búsqueda de datos, de contrastar?

-La novela se ambienta en los primeros años 90 en un pueblo innominado del Pirineo aragonés. Esa fue la época que yo viví, también en un ambiente semejante, de forma que gran parte de la documentación consistió en rebuscar en la memoria (no solo la mía, que no suele ser muy fiable en los viajes al pasado, sino en la de mis compañeros y conocidos de aquella época, cuyas rememoraciones y datos me fueron de gran utilidad).

También fue necesario recabar información sobre temas más exactos como precios de los más diversos productos cotidianos (alimentos, menús o tabaco), horarios de autobuses, sistema educativo, horario y currículo escolar de aquellos años, manuales de enseñanza...

Aunque el pueblo en que se desarrolla la trama no tiene nombre, es en gran parte una “reconstrucción” idealizada y nostálgica del pueblo de mi infancia, aunque me he tomado muchas libertades para alterarlo y adaptarlo a mis necesidades narrativas.

-¿Cómo ha sido la metodología de trabajo, cómo trabajas lo que vas investigando, lo que escribes por primera vez?

-Siempre escribo en cuatro fases, y “Pueblo y escarcha” no ha sido una excepción: en la primera, mientras voy documentándome, tomo notas y realizo esbozos de personajes y tramas, de escenas concretas, lugares y escenarios; en una segunda fase, y sin tener todavía un esbozo íntegro de la obra, escribo un borrador a mano de la obra completa, desde el principio al final. Este manuscrito sirve entonces como punto de referencia y, en una tercera etapa, lo mecanografío, poniendo un énfasis especial en este caso en la redacción, para finalmente llegar al proceso más largo y laborioso de todos, la relectura, la corrección, los innumerables (grandes y pequeños) cambios para pulir el texto hasta su publicación. Los últimos cambios se producen el día antes de ser enviado a la imprenta.

Por otro lado, y como mencionaba al principio, “Pueblo y escarcha” nació de forma accidental como producto de la documentación que estaba llevando a cabo para otra novela, por lo que en un principio consistía únicamente de notas y bocetos inconclusos y deslavazados, sin ningún engranaje ni conexión, por lo que el proceso de escritura fue, en muchos casos, un ejercicio de construcción de puentes entre las diferentes ideas que había ido esbozando, lo cual, a pesar de suponer un ejercicio creativo fructífero, también resultó agotador.

-¿Y cómo ha sido trabajar con Mira?

-Vivo a diez mil kilómetros de España, por lo cual era esencial que la comunicación entre Mira y yo, que en ningún caso podía producirse en persona, fuese lo más cercana y fluida posible y, en este sentido, no podría estar más satisfecho. A pesar del cambio horario y de la distancia, la comunicación entre nosotros ha sido constante y afectuosa desde el principio, siempre guiada por la profesionalidad y la honestidad. Siendo mi primera experiencia editorial, me he sentido en todo momento arropado y alentado por ellos, por todo lo cual les estoy muy agradecido.

 

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

c/ Santa Lucía, 53

44564 - Mas de las Matas (Teruel)

Tlfs. 978849970 - 686110069

http://www.cazarabet.com

libreria@cazarabet.com