Cazarabet conversa con... Paco Gómez
Escribano, autor de “Prohibido fijar cárteles” (Milenio)
Paco Gómez Escribano, con este libro dentro de
la colección Marrojo de Editorial Milenio, demuestra
un dominio del saber qué es lo que va aconteciendo a pie de calle, allí donde
nosotros no vemos nada…. él ve trama, personajes más que complejos, complicados
y retrata situaciones y escenarios de manera magistral.
Este libro, también editado por Milenio forma
parte de la colección Marrojo.
La sinopsis del libro: El Lejía vuelve al
barrio después de estar media vida en distintos destinos internacionales con su
unidad en la Legión. En el bar del Chino se encuentra
con el Tijeras, uno de sus antiguos amigos. A ellos se une el Pipo, otro
antiguo amigo al que han soltado de la cárcel porque tiene una enfermedad
terminal. Los tres tienen un turbio pasado de drogas y delincuencia que han
dejado atrás. Ya solo quieren beber y estar tranquilos, pero la vida no es como
se desea, sino como viene. Desde hace un tiempo en el barrio se ha instalado
una pequeña mafia rumana que presta dinero con usura y trafica con drogas. Su
líder, el Ruso, no tiene ningún tipo de código ético o
moral, y termina por cruzarse en el camino de los tres amigos que, aunque ya
están de vuelta de todo, sí que conservan unos códigos muy propios del barrio.
En la guerra que se va a desatar cada uno jugará sus cartas, pero el juego no
va a terminar como esperan el uno y los otros.
El autor, Paco Gómez Escribano:
Es Ingeniero Técnico Industrial en la rama de
Electrónica. Ha publicado siete novelas: El círculo alquímico (2011) y Al
otro lado (2012), ambas con la editorial Ledoria;
Yonqui (2014, edit. Erein), Lumpen
(2015, edit. Pan de Letras), escrita a cuatro manos con Luis Gutiérrez Maluenda, Manguis (2016,
Premio Novelpol, edit. Erein),
#MadridPrisión (2017, edit. Black & Noir) y Cuando gritan los muertos (2018, edit. Alrevés). Con Yonqui entra de lleno en el género
negro. Junto a Lumpen, Manguis, #MadridPrisión y Cuando gritan los muertos, las
novelas comprenden un viaje físico y literario por distintas épocas del barrio
del propio autor, Canillejas, situado al este de
Madrid. Actualmente imparte clases de Formación Profesional en un instituto
público de Madrid.
Cazarabet
conversa con Paco Gómez Escribano:
-Amigo Paco, ¿desde dónde surge esta
novela, tan dentro del género negro, «Prohibido fijar carteles»?
-Nace como todas mis novelas, surge de mis
vivencias en mi barrio. Cada cierto tiempo se me ocurre una idea y le voy dando
vueltas, desarrollándola en mi cabeza. Cuando ya tengo una idea clara, una
trama y unos personajes, empiezo a escribir. No todas las ideas acaban en
novelas. Es difícil, a priori, saber qué idea va a germinar y cuál no.
-¿Las historias de retornos a los
lugares que dejamos atrás en busca de «cierta tranquilidad» suelen destapar no
pocos fantasmas y nos acaban redescubriendo como personas?
-Se puede decir así, sí. Sobre todo, esos
retornos que pensábamos que habíamos dejado atrás y a los que no pensábamos
volver. A veces la reentrada en ese pasado puede resultar traumática y por
supuesto va a despertar a los antiguos fantasmas y a veces a algunos nuevos. En
estas condiciones es cuando más se pone a prueba a las personas y a sus
cualidades. Por tanto, sí, se puede decir que en cualquier condición extrema es
donde se pone a prueba a la persona.
-Los reencuentros, aunque «se
agradecen» -al menos en un primer momento-, entre antiguos amigos o familiares,
no dejan de esconder las mismas cosas por las que uno o una a veces deja su
tierra atrás… ¿cómo lo ves? Escapar, a veces, ¿para qué?
-Cuando alguien huye dejando atrás su marco
geográfico y social es porque no se encuentra a gusto. A veces, un cambio de
aires, sale bien. En otras ocasiones es un auténtico desastre. En el caso del
Lejía, huyó para dejar atrás el barrio. Más tarde descubrió que lo que
pretendía era huir de sí mismo, algo que, obviamente, no se puede.
-Las ausencias, dejar la tierra
atrás, dejar que el tiempo y los años se interpongan… Muchas veces no
vienen a solucionar nada o casi nada, aunque lo pretendamos. ¿Suele ser siempre
así?
-No siempre. Hay personas que encuentran su
forma de vida lejos de su hogar. Que se lo pregunten a todos los jóvenes que
han tenido que emigrar al extranjero por culpa de la crisis. Muchos han
aprendido el idioma, han encontrado trabajo estable e incluso se han casado y
han formado una familia. Otros han vuelto. El que funcione o no, depende de
muchos factores. Como para todo, hay que tener suerte. Pero creo que el que
funcione o no, depende de la motivación de cada uno.
-Esta es una historia un tanto claustrofóbica,
¿no? ¿Quisiste crear esta atmósfera para la lectora o lector?
-En este caso la atmósfera se fue creando por
sí sola a través de la acción. La atmósfera se crea principalmente porque la
mayoría de los capítulos trascurren en el bar, entre cuatro paredes, acotados
por unas circunstancias muy concretas y por unos personajes secundarios también
muy concretos. Y esto sí lo hice con toda la intención.
-Claustrofobia en el escenario, en
esos lugares entre los que habitan el Lejía, el Tijeras y el Pipo, pero también
en la trama en la que se ven inmersos y que parece que les esperase.
-Efectivamente. Los tres amigos vuelven a
juntarse en el barrio con la simple y tranquila esperanza de pasar la vida de
forma tranquila, tomando cervezas en el bar. Pero lo que constituye el
detonante de la novela les viene sin que ellos hagan prácticamente nada. Su
realidad es muy distinta a la realidad de las personas normales. Son perdedores
desde mucho antes de nacer y, por tanto, tienen imán para los líos.
-Porque su vida, la del Lejía y sus dos
compañeros en el barrio había llegado casi al límite, ¿no? Y poco a poco la
situación, aunque cambiada por una nueva situación social en su no deja de ser
más de lo mismo: siempre ha habido «matones»; siempre ha estado la mafia.
Quizás si convives con ella lo que cambia es la perspectiva desde donde se
mire, sin más.
-Efectivamente, las vidas del Lejía el Tijeras
y el Pipo, cada una a su manera han llegado a un límite, están de vuelta de
todo. Y claro, por haber convivido con toda clase de gentuza, su perspectiva
sobre esa mafia que se ha instalado en el barrio es distinta a la de la gente
común. Nadie se metería en líos con los mafiosos. Sin embargo, ellos se
enfrentan con los matones sin pensárselo mucho, porque no tienen nada que
perder.
-Y ahora están estos tres en una
dinámica más tranquila -cuando por sus venas se habían metido de todo-, pero la
edad y los avatares vividos les piden una calma que no encuentran porque se les
cruza por el camino esa mafia rumana con “el Ruso” a la cabeza. No hay descanso
ni respiro. Otra vez esa sensación claustrofóbica, ¿no?
-Es la eterna rutina del perdedor, caer para
volver a levantarse, y así hasta la próxima. Es su dinámica, su ciclo de vida.
-Ellos tienen una especie de normas no
oficiales, pero sí oficiosas, que ven que no se respetan, que son pisoteadas,
que ni se consideran. Creo que es esto lo que más “les desmonta su tranquila
rutina” a los tres amigos y muy concretamente al Lejía, ¿no?
-Es verdad. El barrio tiene sus códigos no
escritos. Y esos códigos hay que respetarlos, seas quien seas, y si no has de
atenerte a las consecuencias. El Ruso los subestima,
pese a que llega a reconocer que «tienen cojones» e incluso les ofrece trabajo.
Ellos no quieren trabajo. Lo que quieren es que las cosas vuelvan a su sitio.
Pero no toleran la traición.
-Y es que hasta “los menos
buenos” tienen su ética y su moral, ¿es esto lo que quieres mostrar?
-Tienen, como ya he dicho antes, sus códigos.
Yo no me atrevería a decir que es un código ético y moral. Son unas normas muy
sencillas y muy interiorizadas entre la gente del barrio.
-Los personajes y ese choque de “su código no
escrito” en contraste con lo que se encuentran, ¿es lo que más te interesa
reflejar?
-De hecho, es el detonante de la novela,
simplemente es eso. Lo que pretendo mostrar es toda esa atmósfera de barrio
periférico de Madrid que se fue desarrollando a partir de la fuerte inmigración
del campo a la ciudad. Los personajes de la novela son la segunda generación,
maltratada por el paro, la miseria y la heroína.
-Esa violencia que envuelve al relato todo el
tiempo, ese miedo que se siente y se presente que está tan presente desde un
primer momento, ¿es una manera de atrapar al lector o lectora?
-Bueno, creo que lo que engancha es la
historia, la forma de contarla y el vocabulario empleado, propio de mi barrio. El narrador en primera persona aporta intensidad
y hay ritmo. Tampoco es una historia de terror, así que no creo que el miedo
sea el hilo conductor, pero es solo mi opinión.
-Hay muchos más protagonistas de los que
pensamos, ¿verdad? Gente que quizás tienen muchas carencias afectivas y muchos
otros problemas que pueden propiciar conductas violentas. ¿Qué nos puedes
decir?
-Claro, la novela está plagada de personajes
como los que describes. No hay más que darse una vuelta por el bar del Chino. La violencia siempre es una respuesta ante la
violencia que ellos mismos han experimentado en sus propias carnes. Violencia
del Sistema, primero contra sus padres, y después contra ellos mismos.
-¿Es la novela negra uno de los mejores
instrumentos para mostrar y demostrar de qué está hecha la sociedad?
-Sin duda alguna. Desde su nacimiento al
principio de los años veinte en Estados Unidos la novela negra se ha
consolidado como la mejor herramienta de denuncia del Sistema, porque indaga
sobre la corrupción de la Administración y se sumerge en los bajos fondos para
retratar las bajas pasiones del ser humano que genera la injusticia.
-La novela negra, además está como
«menos vigilada» por el «Gran Hermano» y por los diferentes poderes fácticos.
Poderes que, a la vez, dejan que la sociedad se degrade ¿alimentando a personas
-ciudadanas y ciudadanos- que atiborrados por el consumismo están siguiendo la
cuerda como corderos?
-La novela negra no tiene unas tiradas tan
grandes como para que el Gobierno se preocupe, de ahí que no haya apenas
«vigilancia». Otra cosa son las novelas de misterio, más mayoritarias entre el
público. Pero si es novela negra y publicada con editoriales independientes «no
hay peligro de que la gente se conciencie y salga a la calle a protestar».
Tampoco hay peligro de que haya una revolución por leer novela negra. El
Sistema tiene todo atado y bien atado y nos controla, como dices, a través del
consumismo, las nuevas tecnologías, etc.
-¿Nos puedes dar alguna pista de lo que estás
trabajando en la actualidad?
-Actualmente estoy corrigiendo un manuscrito
que se publicará en el segundo trimestre de 2020. Va de un atraco y sus
consecuencias.
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