Cazarabet conversa con... José Ardillo, autor de “Primera
y última tierra” (La Vihuela)
Una novela de la
Guerra Española que edita La Vihuela Ediciones.
Con trazo y traza,
serena y, a la vez, decidida José Ardillo.
La pluma de este escritor
y ensayista es bien conocida en cierto tipo de prensa…más bien libertaria y antidesarrollista tanto en el Estado Español como en
Francia….además, fue uno de los editores de la publicación Los amigos de Ludd.
También es autor de
Las ilusiones renovables, un ensayo y de tres novelas: El salario gigante de
Pepitas de Calabaza, La repoblación de Ediciones de El Salmón y Buenos días,
Sísifo.
Colabora en
diversas revistas del medio ácrata y antidesarrollista
como Argelaga (cofundada por Miguel Amorós), Raíces,
Cul de Sac
(donde escriben Juanma Agulles y Javier Rodríguez
Hidalgo) Ekintza
Zuzena o Invierno..
Otras publicaciones
suyas son: Ensayos sobre la libertad en un planeta frágil y Los primeros
navegantes, relatos.
El autor ejerce de
periodista o de cronista que narra muy desde “lo literario”.
Lo que nos cuenta
el libro:
Salió a los campos y se acercó a la orilla del
río. Todo le resultó extrañamente silencioso. Se engañaba. En el álamo blanco,
centenario, que tan bien conocía, se habían refugiado multitud de pájaros que a
aquella hora de la tarde entremezclaban sus cantos creando una desigual
sinfonía. Pero él no podía percatarse, empezaba a oscurecer. Se había encerrado
en su conciencia. Viajaba solo en ese tren hacia la noche que se echaba sobre
los campos. Era el comienzo del verano de 1936. Así comienza poco más o menos
esta novela que habla de un tiempo de guerra y de revolución en la España de
1936. A medio camino entre la ficción histórica y el relato de aventuras, y
frente a la ya muy abundante literatura escrita sobre la cuestión, Primera y
última tierra intenta recorrer caminos poco explorados.
El autor, José Ardillo:
José Ardillo es uno de
los pseudónimos de José Antonio García (Madrid, 1969). Fue uno de los editores
del boletín Los Amigos de Ludd y se encargó de la redacción del libro Las ilusiones renovables (Muturreko, 2007). Es autor de la novela El salario del gigante (Pepitas de
Calabaza, 2011). Ha publicado también un conjunto de textos en el folleto La respuesta del anarquismo a la ciencia
(CMR, 2011) y en los últimos años ha colaborado en publicaciones como Raíces, Cul de Sac, Ekintza Zuzena
o Invierno.
Cazarabet
conversa con José Ardillo:
-Amigo,
¿qué te ha llevado a escribir esta obra narrativa con “ese poso”
de ensayo?, porque es una narrativa que te hace pensar y articularte tus
propias ideas o más bien sobre lo que harías en cada momento e instante si
fueses el personaje... -¿Qué te motivó a escribir esta novela narrativa?
-Bueno, ya se sabe, las fronteras entre la
narración y la exposición de ciertas ideas son siempre tenues. Creo que mi
deseo de narrar esta historia nació a medida que maduraban en mí ciertas ideas,
quiero decir que no puedo separar estas ideas de la forma en que se encarnan en
el relato. Los personajes que pueblan la novela tienen su vida propia, me
parece, o deberían tenerla. El lector tiene que entrar en el juego que se le
propone pero el juego, claro, tiene que estar bien llevado. Ese era el desafío…
-¿Por
qué una novela, de narrativa, en la que al tiempo de una guerra se vive o se
intenta vivir con la revolución?; porque, amigo, ¿la guerra convivió con la
revolución?, ¿cómo y de qué manera? No es novela histórica, ¿no? sino más bien
una narrativa que tira de un marco histórico determinado para contar muy a tu
manera lo que crees que queda como al margen de..., como querer contar “otra
versión”, “otra verdad”... ¿qué nos puedes decir?
-Esa es la cuestión que nos obsesionará siempre.
¿Cómo entender que un periodo tan oscuro y sangriento de nuestra historia fuera
para mucha gente un momento de esperanza? La historia contemporánea nos provee
de algunos ejemplos de esta clase. La calamitosa guerra franco-prusiana dio
lugar a la explosión libertaria de la Comuna de París, la Alemania nacionalista
y militarizada de 1914, en el momento de su debacle, produjo la revolución de
los Consejos obreros. Hay un momento en la historia en que se abre un vacío
porque los Poderes se derrumban y entonces los sectores más radicalizados de la
sociedad intentan abrir una vía hacia la revolución. En mi novela intento
mostrar cómo pueden imbricarse estos dos elementos heterogéneos, la guerra y la
revolución. Pero no me olvido de que, al fin y al cabo, una revolución puede
ser un acto de liberación pero también un momento de violencia y represalia.
-¿Por
qué eliges como telón de fondo a la Guerra Civil y a la Revolución Social?
-Digamos que, por un lado, hay una especie de
fuerza irresistible que arrastra a los personajes. Pero lo que cuenta,
justamente, es cómo cada uno de ellos intenta resistir a esa fuerza. Cada
decisión, cada elección, cada gesto cuenta y cada cual se enfrenta a su manera
a la indignidad. Todo ello dejará su impronta en el espíritu colectivo.
-Muchas
decisiones se tuvieron que tomar por parte de todas y de todos...a ello, a esto
de tomar muchas decisiones, arrastras a todos tus personajes, ¿no?; ¿por qué?
-¿La vida es eso, una toma constante de decisiones?
-Supongo que sí, pero también es importante eso
que llamamos « indecisión ». Ese momento de duda, de vacilamiento. Ante situaciones tan desgarradoras como
pueden ser las producidas por una guerra civil, estamos obligados a no juzgar
demasiado duramente estos momentos de « indecisión ».
-Es
una novela de ficción con toques de aventura, pero en la que se viaja en un
hilo conductor histórico que es o no es...¿por qué y
de qué manera lo eliges así; te has sentido cómodo?;¿el hilo conductor
histórico no te condiciona mucho respecto a la trama de ficción?
-Justamente, el hilo histórico está ahí, como
trasfondo y como escenario irreductible pero la trama supone un cierto desafío
a la corriente histórica. Es, sin duda, una ficción, pero una ficción que juega
con los posibles destinos y desarrollos. Un encadenamiento de situaciones y
personajes que permite otra lectura imaginaria del pasado. Pero la imaginación
no deja nada indemne, no es un juego sin consecuencias. O como lo decía Félix
de Azúa en su novela Mansura :
« La imaginación es la hermana eterna de la memoria mortal ; es el
recuerdo de lo que nunca sucedió, porque nada sucede como es debido ». Es
decir, que la imaginación constituye una especie de moral resistente, nos
recuerda que la historia pudo recorrer otros caminos.
-¿Qué
es para ti , amigo, la narración? ;¿O
más bien vienes desde un periodismo que gusta de contar narrando?
-Esa es una cuestión inmensa… Narrar puede
consistir en crear mundos posibles que nos sirvan para desafiar esa supuesta
solidez inquebrantable de la realidad de « cada día ».
-En tus creaciones, ¿qué papel quieres darles a los
personajes…? ¿prioritario frente a la trama y al
escenario? —porque aquí la trama te viene como dada e impuesta—
-Como ya dije antes, a mí me gustaría que los
personajes pudieran vivir de la manera más independiente posible de los
designios de su autor. O, por decirlo de otra manera, que estén fundidos en la
trama pero al mismo tiempo intentando siempre escapar de ella. La paradoja del
personaje es que debe ser una especie de marioneta dotada de autonomía.
-Amigo,
¿cómo te documentaste e investigaste para esta obra de narración?; cuéntanos
por favor porque suele ser una tarea ardua, pero, a la vez, bonita porque
compensa y mucho...
-La documentación fue un proceso lento que me
ocupó hasta el fin de la escritura del manuscrito. Utilicé desde de fuentes documentales
más standard -ciertos libros, ciertas publicaciones
de la época- hasta historias locales y mis propias visitas a algunos lugares
donde se desarrolla la acción. A veces me aburría leyendo los discursos de
Manuel Azaña, por ejemplo, pero todo esto me servía para impregnarme del
espíritu de la época. Lo que lamento es que exista tan poca documentación
accesible sobre las colectividades en el plano local. Los testimonios con un
cierto grado de exactitud y rigor son escasos.
-Y,
después, ¿cómo es tu metodología de trabajo?
Hmm…
tal vez hablar de metodología es apuntar demasiado alto. De manera más modesta,
siempre que voy a escribir una historia ya la he trabajado mucho anteriormente
dentro de mi cabeza. Después hay la construcción del guión, del esqueleto del
libro, que es el momento más delicado, es ahí cuando hay que resolver los
problemas de bulto. Si el guión está más o menos correctamente cimentado, el
trabajo de construcción del relato puede ser fluido. Luego, claro, siempre hay
sorpresas. Es el misterio de la escritura.
-Amigo
tu vinculación a la sensibilidad y al ideario ácrata, ¿cómo te ha condicionado
a la hora de contar esta historia que aún andando sobre la Guerra Civil,
también quiere acercarnos al ideal de la revolución social…? -Ya no cabe aquel
debate de Guerra o Revolución... ¿verdad? o sí—tú
dirás--, ¿hay demasiado trasfondo ¿verdad? como para pensar solamente en esa
disyuntiva, ¿no?
-Me gustaría que mis simpatías ácratas no
hubieran, o no del todo, condicionado de manera unívoca la historia que narro.
Hoy ya no podemos discutir simplemente sobre la disyuntiva entre guerra y
revolución, no solo porque dicha disyuntiva sea anacrónica, sino porque debemos
analizar despiadadamente los medios y objetivos revolucionarios en general. Me
gustaría pensar que el movimiento libertario actual está maduro para emprender
esta tarea.
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Cazarabet
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