Cazarabet conversa con... Yolanda Pérez Carrasco, autora de “Patrimonio confiscado. La incautación y el éxodo de colecciones
de arte privadas en Barcelona durante la Guerra Civil (1936-1939)” (Base)
Desde la Editorial Base nos llega un ensayo de
investigación muy minucioso y esmerado, el que se acerca la incautación y al
éxodo de colecciones de arte privadas en la Barcelona durante la Guerra Civil,
1936-1939.
La historiadora en arte Yolanda Pérez Carrasco
se muestra pletórica en este ensayo de investigación…un libro que merece mucho
la pena porque en él veremos o podremos entrever qué es lo que hay en los
procesos de incautación…en este caso en los llevados a cabo por las fuerzas
franquistas…
Vamos a ver qué nos cuenta la sinopsis de este
libro:
Entre los meses de julio y octubre de 1936, la
Consejería de Cultura de la Generalitat de Cataluña confiscó centenares de obras
de arte y objetos artísticos de toda índole, pertenecientes a adineradas
familias de la alta sociedad barcelonesa. Así se inició un peligroso éxodo de
pinturas, esculturas, mobiliarios, vestidos y joyas, que fueron transportados a
distintos depósitos de salvamento incluso más allá de nuestras fronteras. La
exhumación de documentación original y de material gráfico de notable valor,
nos descubre las historias que esconden grandes colecciones de arte gravemente
amenazadas por la sinrazón de la Guerra Civil española, siendo confiscadas por
el bando republicano y evacuadas por caminos de ceniza.
La autora, Yolanda Pérez Carrasco…
Yolanda Pérez Carrasco (Barcelona, 1983).
Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona (2016). Su área de
investigación está centrada en el mundo del coleccionismo artístico de los
siglos xix y xx, con
especial atención a aquellas colecciones intervenidas en conflictos históricos,
tales como la Guerra Civil española, tema central de su tesis doctoral. Sobre
estos temas la autora ha realizado colaboraciones en distintas publicaciones y
participado en seminarios y congresos. Entre otros trabajos, ha coeditado el
libro Perspectivas y reflexiones sobre el coleccionismo de Archer
Milton Huntington (1870-1955) (2015) y Agentes y comercio de arte. Nuevas
fronteras (2016). Más recientemente ha realizado publicaciones colectivas en el
MNAC: Col-leccionistes que han fet
museus (2017) y II Congreso Nacional de Patrimonio
cultural, Guerra Civil y Posguerra (Instituto del Patrimonio Cultural de
España).
Cazarabet conversa con Yolanda Pérez Carrasco:
-Yolanda, amiga, nos puedes explicar cuál es la génesis de
este libro; qué te llevó a escribirlo; el por qué…-Quizás sea tu amor por las artes, por la historia del arte
-Mi libro nace de mi curiosidad y
una propuesta inusitada. Al acabar mi licenciatura de Historia del Arte en la
Universidad de Barcelona, ya estaba en contacto con grupos de investigación
referentes al coleccionismo y me interesaba el tema de las colecciones de arte
y los coleccionistas. Poco a poco, empecé a descubrir que detrás de aquellos
inventarios de cuadros, tapices y esculturas existían historias y eso despertó
muchísimo mi curiosidad. Empecé a querer mirar el mundo del coleccionismo desde
otro punto de vista y aquí llegó la propuesta. Cuando estaba a punto de acabar
el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte (Universidad de
Barcelona), una profesora de la casa, la Dra. Socias, con la que ya había hecho
algunas investigaciones y fue mi mentora en todos mis años de estudio, me hizo
una propuesta. Me explicó que existía una caja con documentación variada y
fechada durante la Guerra Civil y me dijo: ves a mirar, a ver qué encuentras.
Eran listados con números, listados larguísimos de números… Y aquí empezó todo.
Eran los listados de camiones que realizaron el éxodo de centenares de obras de
arte desde Barcelona hasta el norte de Cataluña y más allá de la frontera
durante el conflicto. Mi curiosidad por la historia de las colecciones encontró
en hilo conductor en una caja de documentación de la Guerra Civil Española. Un
hecho histórico que además, siempre me ha llamado la atención, mi abuelo me
contaba muchas veces historias de la Guerra.
-Los conflictos y más que nada aquellos que derivan con
violencia, cierto caos, idas y venidas, operaciones de protección…son “momentos” o “episodios” dentro de la historia como más propicios para los robos, las
confiscaciones, los atropellos hacia el arte público y privado, ¿es así?
-Sí, desgraciadamente el arte, el
patrimonio, son siempre víctima en los conflictos bélicos. Ya sea por creencias
religiosas distintas, representaciones de poder o por oportunidades económicas
bajo mano. Las obras de arte son siempre víctimas silenciosas en los
conflictos. En la Barcelona de principios de la Guerra Civil, hubo una gran
violencia iconoclasta difícil de controlar. Las grandes colecciones privadas de
arte de la ciudad poseían destacadas piezas de arte medieval y renacentista,
obviamente de carácter religioso. El peligro era doble: era arte religioso y a
la vez de personalidades de la alta sociedad. El riesgo de perderlas, quemarlas
o robarlas era inmenso, de aquí la rápida actuación de la Generalitat
republicana en el verano de 1936. Además de estos ataques iconoclastas, estaba
la crudeza del conflicto y los bombardeos de los nacionales, un peligro
absoluto para el patrimonio de todos.
-Pero tú en el libro que te edita Ediciones Base te centras
en las incautaciones y en el éxodo de colecciones de arte privadas en Barcelona
durante los años 1936-1939, años en los que se da la Guerra ¿por qué te centras
en el patrimonio artístico privado?.
-Mi interés por el coleccionismo ya
venía de unos años atrás, es un tema que me interesa desde el inicio de mis
estudios. Cuando encontré los primeros documentos, mientras intentaba encajar
en la historia aquellas listas de números y matrículas de camiones, enseguida
localicé documentos con nombres y direcciones de domicilios de famosos
coleccionistas privados de arte que vivían en Barcelona. Rápidamente descubrí
que a los coleccionistas privados también les habían rescatado las obras de
arte, al igual que a muchas iglesias, monasterios, instituciones públicas y
museos. También descubrí que nadie lo había estudiado y que tenía un volumen de
documentación enorme, muy desordenado, pero enorme, así que empecé mi tesis
doctoral.
-¿Cuándo las obras y/o colecciones de arte pudieron correr a
tu parecer más peligro?; ¿eran los bombardeos la única amenaza? ; Háblanos de
las otras amenazas…
-Los bombardeos fueron desde luego
una inmensa amenaza, pero las colecciones de arte privadas en la ciudad de
Barcelona fueron muy vulnerables al inicio del conflicto. El caos de los
primeros meses y los grupos radicales iconoclastas eran una gran amenaza, como
ya he comentado. La actuación debía ser rápida, puesto que las residencias de
algunos de estos coleccionistas barceloneses eran auténticos museos, con
centenares de obras de arte de primer nivel. Aquí se unían ambas problemáticas:
obras de arte religioso de mucho valor en residencias de la alta sociedad.
Debían ser protegidas de inmediato.
-Hablamos del libro: ¿Hay más estudios precedentes centrados
en el Patrimonio de todas y todos, el público…?-Y
dentro del Patrimonio Privado, en este libro, te da por mirar, de
manera particular y diferenciada a las incautaciones…Por favor, amiga, háblanos un poco de cómo les fue a las
colecciones de arte privadas con las incautaciones…
-Hay que decir que en los últimos
años el tema del patrimonio artístico durante la Guerra Civil está viviendo su
punto más álgido. Grupos de investigación I+D, conferencias, congresos,…
Estamos avanzando mucho en una problemática que había sido estudiada desde un
punto de vista más general hasta el momento. En los últimos años somos muchos
los historiadores e historiadoras del arte que estamos centrándonos en momentos
o hechos concretos que acontecieron. Por ello, me he centrado en mi
investigación en un punto concreto de la historia, la confiscación de las
colecciones privadas de arte en Barcelona durante la Guerra Civil. Las
confiscaciones fueron muy rápidas y sumamente eficaces en la mayoría de los
casos, aunque hubo pérdidas por supuesto. La Generalitat organizó todo durante
los primeros meses, empezaron por dictar decretos de cada domicilio que
incautaban, fijaban los carteles en la puerta para que nadie entrara, era
propiedad de la Generalitat. Las incautaciones empezaron realizando registros,
numeraban cada pieza, la pintaban con un numerito rojo y le hacían una ficha
para saber qué era y de dónde lo habían cogido. Así lo iban trasladando todo a
los museos que habían habilitado en pocos días como depósitos de salvamento de
obras de arte.
-¿Quién y de qué manera se encargaron de llevarlas a
cabo?-¿Incautando arte se incauta algo más…?. Me
refiero a que no deja de ser un “golpe moral” para el incautado que se debe quedar con el
sentimiento de que se le está arrebatando algo…
-Se encargó la Generalitat,
departamento de Cultura y Museos, hicieron Comité de salvamento. Los mismos
funcionarios y muchos voluntarios que se la jugaron literalmente para recoger y
poner a salvo las obras de arte. El hecho de la incautación es conflictivo,
quiero decir, hubieron familias que pidieron a la Generalitat que fueran a
buscar sus colecciones, como los Rocamora, ya que eran conscientes que no
podían mantenerlas a salvo ellos solos. Otros lo intentaron por ellos mismos y
tuvieron problemas, como los Güell y hubo otras familias que tuvieron que marcharse
tan rápido que sus colecciones se quedaron encerradas en sus residencias, como
los Muntadas. A estos últimos nadie les pidió permiso ni opinión para entrar en
sus residencias y confiscar su colección, fue bajo decreto legal sí y gracias a
eso la salvaron de la destrucción o el expolio, pero la familia se vio
despojada de todo su patrimonio artístico sin saber dónde lo llevaban o qué
hacía con él y por supuesto, sin saber si lo volverían a recuperar algún día.
-Pero, Yolanda, también hablas del patrimonio artístico
privado que marcha al éxodo y exilio…corriendo un
gran riesgo y miedo por el bienestar de la obra…es que
muchos éxodos y exilios, en sí, eran un riesgo para los propios exiliados y si
a eso le sumamos el ser poseedor de una obra valiosa en todos los sentidos…
-Es muy peligroso y debe ser
tremendamente doloroso. Me imagino a miles de personas cruzando los Pirineos en
pleno invierno, el final de la Guerra acorraló a los exiliados y también al
patrimonio artístico. Empezaron nuevas expediciones de obras de arte hacia
depósitos de salvamento cerca de la frontera, la ofensiva era cruel y se
vivieron momentos de tensión atroces. Una parte del patrimonio catalán, junto
con todo lo procedente de Madrid y alrededores, colecciones espectaculares, las
colecciones reales, las mismísimas obras de arte del Museo del Prado, todo
arrinconado como los republicanos. Fue tremendamente peligroso, podríamos no
tener nada de eso hoy en las paredes de nuestros museos.
-¿Cómo se planificaban los éxodos de las obras de arte?..(Lo
mismo que antes, perdona, pero miedo da de pensar qué suerte podrían correr
cuadros, esculturas por aquellos caminos con el miedo a ser destruidas…).
-Todo estaba documentado, es decir,
cada pieza llevaba su número pintado (hoy en día, se pueden ver en las obras de
muchos museos) y se realizaban listados de todo aquello que transportaba cada
camión, de donde salía y a donde se dirigía. Después se realizaban inventarios
de cada depósito, donde se ubicaban las obras de arte. Del depósito de salvamento
más grande de Cataluña, situado en la población gironina
Olot, la Iglesia de Sant
Esteve, se conserva un dibujo de la planta de la iglesia. Lo hicieron
diferenciando las zonas donde ubicaban las obras: los cuadros, las esculturas,
las cajas con piezas arqueológicas, vestidos, colecciones de cerámica, plata,
porcelanas, un sinfín de objetos artísticos debidamente distribuidos según su
tipología y tamaño. Hasta los ábsides de las iglesias de Boí
y Taüll entre otros, que hoy se pueden ver en el
Museo Nacional de Cataluña, fueron trasladados.
Tuvieron mucho cuidado y rigor,
pero si es cierto que he podido observar, que tal y como avanzaba el conflicto,
todo era más complejo, los inventarios más ilegibles y desordenados, más
lagunas documentales, más caos… Totalmente lógico, cada vez era más peligroso
para todos.
-Amiga,¿ hubo y cómo se confeccionó un inventario
de obras de arte privadas confiscadas?. En aquellos
años era más sensible de conocerse o ser sabido quién era coleccionista y qué
tenía; quién tenía qué?..(Cuidado no digo que ahora no
lo sea, pero me da que entonces me da que era un poco más sensible
esta información de datos)
-En la Barcelona de la segunda
mitad del siglo XIX y principios del XX, muchos de los coleccionistas de arte
eran sumamente conocidos por la sociedad. Eran los dueños de grandes empresas o
pertenecían al mundo de la política, con destacadas residencias y familias que
aparecían fotografiadas en las revistas de la época, junto a sus colecciones.
Además de su reconocimiento social, eran coleccionistas con una riqueza
intelectual y una cultura sumamente elevada. Sus colecciones eran muy conocidas
y reconocidas por las autoridades republicanas, funcionarios y directores de
museos, como Joaquim Folch Torres, que eran
conocedores y estudiosos de las colecciones privadas de la ciudad. Hasta
investigadores americanos venían a visitar estos auténticos museos. Todos
pertenecían al mismo círculo intelectual.
-Además, creo que cabe destacar, la sutil o no tan
sutil, diferencia entre un propietario y un coleccionista, ¿no?;
¿qué nos puedes decir?...así, de primeras, te diría que el
propietario o la propietaria son o se encuentran como más ligados
desde “el gusto” a la obra de arte…mientras
que para el o la coleccionista, una obra es una pieza
más, valorando más “al conjunto”. ¿Qué nos puedes decir?
-Una cosa es ser propietario, por
ejemplo en 1936 algunas de las colecciones que cito en el libro había visto
fallecer a su creador y estaban en manos de sus herederos, la mayoría en manos
de las viudas e hijas, otro problema en aquella época. Pero el coleccionista
real, mima cada pieza, la adquiere por una razón concreta y tiene sentido en su
vida y en su colección. El Sr. Matías Muntadas, creador de la magnífica
colección Muntadas, escribió un inventario muy completo de cada pieza de su
colección, anotaba hasta donde estaba colocada en su residencia. Además, las
limpiaba y restauraba con mimo. Era un auténtico coleccionista, enamorado de cada
pieza de su colección.
-Pero también hubo políticas proteccionistas, desde la
Generalitat, hacia el Patrimonio Artístico…abrazando
a las colecciones y obras privadas, no?...¿Respondieron
los diferentes distritos…cómo?.
-Lo primero que hicieron fue hacer
un listado de las colecciones privadas y de edificios pertenecientes a la
Iglesia, en los que más interés tenían, para protegerlas y de ahí empezaron las
incautaciones. Yo hablo sobre todo de la ciudad de Barcelona, pero esto se
realizó en todas las ciudades y poblaciones de Cataluña y del resto de España,
por supuesto. Las instituciones republicanas hicieron una fuerte campaña de
protección del patrimonio y fueron muy rápidas en ver en peligro que corría
todo nuestro patrimonio tanto el público como el privado. Por supuesto,
referente al privado también fueron rápidos en ver su beneficio, engrosaban sus
museos públicos, esto no lo podemos olvidar tampoco.
-¿Se establecieron recogidas y lugares de depósito donde
pasar “el invierno de la guerra” las
obras de arte?, ¿cómo se hizo?
-Como ya he comentado un poco,
primero incautaron en los domicilios y transportaron todo lo que consideraba
digno para ser salvado (no lo salvaban absolutamente todo, era imposible),
además de todas las obras de arte que funcionarios y voluntarios recogían o la
misma gente llevaba a la Generalitat. Primero fueron a los depósitos
habilitados en la ciudad de Barcelona, pero hacia octubre de 1936, vieron que
el conflicto acrecentaba y decidieron empezar los primeros traslados. Así iniciaron
el éxodo de miles de obras de arte hacia Olot
(Gerona). Con el trascurrir de los meses y los peligros del conflicto
acechando, se volvían a cargar los camiones y se empezaba otra vez a llevar
obras hasta la frontera. En el último aliento republicano, muchas de estas
obras llegaron hasta Ginebra con todo el fondo artístico del Museo del Prado.
Otras estaban en París, con motivo de una exposición que ya les había liberado
de tener grandes obras del patrimonio medieval fuera de España.
-Me imagino que debieron de haber personas “remisas” a desprenderse de obras, colecciones… ¿Cómo se les aseguraba que aquello lo recuperarían?—parece una pregunta un tanto ingenua, pero es lo que
comentamos…estamos seguros que la gente se lo preguntaba y que se
preocupaba por ello…
-No se aseguró, ya que no tenían
ninguna certeza. Las colecciones privadas quedaron fragmentadas, envueltas en
la vorágine de un éxodo intermitente y peligroso. Algunas colecciones, como las
colecciones de Antonio Rocamora quedaron más aplegadas en el mismo depósito,
sólo vivieron dos traslados. Pero hay colecciones como la Amatller, la Cambó,
la Muntadas… ¡Que vivieron hasta cuatro expediciones! Hablamos de colecciones
muy grandes, con piezas de alto valor, que viajaron mucho y sus coleccionistas
no sabían dónde estaban, no tenían noticias y mucho menos la certeza de que se
las devolverían. Los Muntadas, por ejemplo, en los meses finales del conflicto,
ya tenían un colaborador investigando por los depósitos de salvamento buscando
las piezas de su colección. Lo primero que hicieron los coleccionistas al
acabar el conflicto, fue reclamarlas, tardaron meses en recuperarlas, algunos
incluso años.
-Háblanos de esos depósitos a los que iban a parar
colecciones y obras sueltas desde “lo
privado”… ¿Cómo eran las instalaciones?, ¿cómo eran depositadas?, ¿en
qué condiciones, qué cuidados recibían?
-El depósito de salvamento más
grande en Cataluña fue el de Olot, la iglesia de Sant Esteve, a la que le quitaron los bancos, la vaciaron
por completo y montaron una estructura metálica en la nave central para colocar
varias filas de cuadros. En las capillas laterales, más estructuras para poner
cuadros y estanterías para objetos artísticos. En el crucero las cajas de las
colecciones de indumentaria, arqueología, joyería, plata, objetos litúrgicos y
en los brazos y ábside obras de gran tamaño como los ábsides del Museo de Arte
de Cataluña. Los bienes públicos y los privados eran tratados todos por igual,
puesto que ya eran todos públicos. Ya estaban dentro de los museos de la
Republica. La Generalitat tenía hasta una sección de catalogación y
restauración en Olot, para reparar los desperfectos
de algunas obras sufridos en los traslados, arreglar marcos, etc. Los depósitos
del norte, cerca de la frontera, ya eran mucho más pequeños y las obras
estuvieron poco, fueron más de paso.
-Te centras en algunas colecciones conocidas o con “mucho nombre” Rocamora, Muntadas… ¿Cómo les fue?-¿A los coleccionistas “por vocación” se les debería de recordar más dentro del contexto histórico…?-Amiga, nos puedes hablar de las personas que estaban detrás
de las obras privadas y de las colecciones; no sé hacernos como un perfil
genérico de ellas….características comunes. ¿Se trasladaba esto en lo que
tenían en posesión?
-Matías Muntadas falleció en 1927,
era un reconocido industrial textil a cargo de la empresa La España Industrial
y un coleccionista reconocido, que buscaba piezas por toda la Península y
Francia. Era muy dedicado a su colección y como ya he comentado, trataba con
mimo sus piezas creando un auténtico museo en su domicilio. Como él, otro
similares, el chocolatero Antoni Amatller era un ilustre estudioso, viajero y
sublime coleccionista de objetos y obras de arte, su colección de vidrio
antiguo es una de las más importantes del mundo (se la incautaron durante la
Guerra Civil, ya se pueden imaginar cómo acabaron algunos de sus vidrios, es
increíble todos los que se salvaron y hoy se pueden contemplar en la que fue su
casa, en Paseo de Gracia, Barcelona). Así muchos nombres, por ejemplo, Manuel
Rocamora, estudioso de su colección de vestidos, trajes, zapatos y objetos de
indumentaria. Importantísima colección que él estudió, catalogó e incluso donó
posteriormente a la ciudad de Barcelona. Destacada también la colección de una mujer,
una de las pocas que había, aunque ya había fallecido en 1936. María Concepción
Regordosa, coleccionista de indumentaria regional
española, abanicos y joyería antigua, con piezas de alta calidad. Por suerte,
sus joyas no las fundieron para la causa republicana.
Creo que sus figuras y
personalidades sí se trasladaban a sus colecciones. Majestuosos hombres de
negocios, como Muntadas, con majestuosas colecciones, arte medieval el más
preciado en la época. Espíritus viajeros, como Antoni Amatller, en busca de
piezas de otras épocas y otros mundos. Damas de la alta sociedad, como María
Concepción interesadas en el coleccionismo de
indumentaria regional y la joyería antigua. El más curioso para mí, la afición
de Manuel Rocamora por la indumentaria: empezó coleccionando piezas de
arqueología, pero a la que se rompieron un par vio que eso no iba a ningún
sitio. Su madre guardaba cada temporada la pieza de vestuario que más le había
gustado, inspirador para un joven con ganas de coleccionar. Adquirió, catalogó
y estudió miles de vestidos, trajes, zapatos, abanicos, calcetines, pañuelos…
-Yolanda, los procesos de investigación y estudio son muy
trabajosos, pero a la vez como nos aportan tanto…ya que
es una tarea que da muchas satisfacciones .¿Qué nos
puedes contar del mismo?-Amiga, ¿qué metodología de trabajo has llevado a cabo…no sé cómo y de qué manera te lo has hecho para poner orden a
toda esta precisa información que ibas recabando fruto de tus investigaciones ,
estudios…visitas, lecturas, idas y venidas…?. ¿Nos puedes dar alguna pista de lo que estás trabajando
ahora?
-La investigación que he realizado,
de la que es fruto mi tesis doctoral y posteriormente este libro, me llevó
cinco años. Cuatro de investigación y uno prácticamente de redacción. Han sido
muchísimas horas de consulta en archivos, tanto presenciales como online. Los
dos pilares fundamentales han sido el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el
Archivo Nacional de Cataluña. Relacionar los listados de número de los camiones
en el primer archivo con las fichas de identificación de cada pieza en el
segundo fue lo más costoso. He tenido que revisar decenas de veces las miles de
fichas de incautación de las colecciones, buscar nombres, direcciones, comparar
inventarios, cotejar fechas... Un gran puzle que he intentado encajar lo mejor
posible, para dar así a conocer una historia y mostrar toda esta magnífica
documentación. Que, además, sé que ya está dando frutos y nuevas líneas de
investigación, ya que hay nuevos historiadores que están basando sus estudios
en estos documentos.
Todo el trabajo está basado en
documentación original, de primera mano, incluso mucha inédita, que es con lo
que más he disfrutado. Una tarde, de las tantas tardes en los archivos, en qué
descubrí en una fotografía de julio-agosto de 1936, que las obras de la
colección Muntadas estaban apiladas en la pared del fondo de un gran salón del
Museo de Arte de Cataluña, el que fue su primer depósito de salvamento. Tener
en mis manos las fichas de confiscación de cada pieza de esas grandes
colecciones, fichas escritas en julio de 1936. Esa sensación de tener la
historia en tus manos es lo que más me gusta.
Con esta investigación he querido
abrir una puerta, una vía de investigación que tiene muchas más líneas por
descubrir. Queda mucho por investigar, descubrir y escribir sobre el patrimonio
artístico y las colecciones, tanto públicas como privadas, durante la Guerra
Civil y después de la Guerra Civil. Temas espinosos también, estos también se
deben estudiar.
En estos momentos, estoy colaborando
en el equipo de trabajo del proyecto de investigación I+D “Investigación
histórica y representación digital accesible. El patrimonio artístico durante
la guerra y la posguerra” (Universidad Complutense de Madrid). Aportando
información para la base de datos sobre las obras confiscadas y salvadas,
exiliadas o destruidas en Cataluña. Es un tema complejo que requiere tiempo y
dedicación. Mi objetivo sigue siendo el inicial, mostrar que las colecciones y
las obras de arte tienen una historia, viven una historia.
¡Gracias!
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Cazarabet
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