Cazarabet conversa con... Paco Oliver, autor de “Paco el de La Columna. Cartas a Amalia” (Alfar)
Ediciones ALFAR de Sevilla edita una
exquisita crónica novelada desde la pluma de Paco Oliver que tiene al género epistolar
en parte importante del atractivo y de la atracción….
El género epistolar dentro de la narrativa siempre es un valor seguro para
los que estiman de las crónicas, más que nada de las testimoniales y directas.
La
sinopsis del libro: Paco el de La Columna no es solo
un nombre al que acompaña un apodo contundente, es una figura extraviada en la
memoria de la sociedad donde creció y progresó hasta desaparecer. Es la voz
huida y silenciada en el tiempo; la letra urgente escrita en pedazos de papel
que han de soportar un catálogo apresurado de recomendaciones, instrucciones y
sentimientos. La mano que espera Amalia cada noche cuando se retira a leer una
y otra vez sus cartas.
Este libro, escrito (e investigado) magistralmente
por Paco Oliver, recuperar su figura, su trabajo, sus viajes, su vida, en
definitiva, es de justicia y una forma de reparar desasosiego y desconsuelo.
“Las primeras horas de partida se hacen eternas y la noche
infinita. Es muy difícil mantener la calma cuando sabes que la muerte puede
estar detrás de cualquier esquina; tras una roca, a campo abierto o en una
palabra traicionera. Paco coge de su bolsillo el último de los sobres pequeños
que llevaba; lo abre en canal y lo parte por la mitad. Demasiadas palabras,
instrucciones, advertencias, consejos para tan escaso papel. Letras que se
imponen a la emoción y que desafían el equilibrio para entrar todas juntas,
abigarradas en un espacio para el que no estaban concebidas”.
El autor de esta crónica novelada rastrea la vida de Paco el de la
Columna y sus últimas horas antes de desaparecer. Se respira la vida del
protagonista, la de Jerez de los Caballeros y la de tantos hombres y mujeres
que vieron truncado su futuro como resultado de la violencia, el fanatismo y la
pérdida del respeto mutuo entre seres humanos. Investigación, conversaciones,
registros documentales, fotografías, testimonios producen una extraña forma de
saber qué pudo haber pasado. Pero nada comparable a las turbadoras y últimas
cartas de Paco a Amalia, su mujer.
El autor, Paco Oliver:
Reportajes, crónicas, artículos, guiones forman parte
de su día a día a lo largo de su trayectoria, que ha ido compaginado con la
escritura de relatos de ficción.
Paco
el de La Columna. Cartas a Amalia es su
primera publicación en un género que mezcla la novela con la crónica
periodística y el relato documental.
Un trabajo en el que confluyen su pasión por
escribir, la curiosidad de la que quedó prendido siendo muy joven, el
compromiso por rescatar la memoria enterrada en el olvido y el amor a la
familia.
También le podemos conocer
un poco mejor con su blog: https://cogelaluna.wordpress.com/page/2/
Cazarabet conversa con Paco
Oliver:
-Paco, ¿desde dónde sale este libro de género
epistolar dentro de la crónica novelada?
-Las últimas cartas de Paco a Amalia
constituyen el punto de partida de una crónica de historias que no fueron
contadas, o al menos no lo suficientemente conocidas. Que la crónica que se
narra en este libro sea novelada es fruto de la necesidad ante lo desconocido y
lo que se ocultó durante décadas para que se desvaneciera en la memoria y el
recuerdo colectivo.
-Porque narrar
como una crónica periodística y documental tiene como muchos diferenciales, ¿no? ; ¿lo ves
así?
-Sí, porque te obliga a ser muy
riguroso con lo que se cuenta, con el contexto y las personas que aparecen en
las historias que se cuentan. Conocer, confirmar, comprender… Contar. Soy
periodista y no puedo abstraerme de estos principios esenciales, aunque esta
profesión hoy esté vendida y devaluada. Pero este libro va más allá de la
crónica o de la profesión, aunque bebe
de ellas.
-Pero es una
crónica muy, muy testimonial, ¿eso atenaza un poco la libertad narrativa o,
mirándolo de otra manera te hace trabajar como mejor?
-Nada me hubiera gustado más que
inventar un personaje que se introdujera entre las páginas para ser mis ojos y
oídos en aquellas escenas o momentos que nunca podremos documentar, pero eso no
era posible porque no hablamos de ficción sino de realidad. Porque no son
personajes inventados, sino hombres, mujeres, niños y niñas reales. Eso me obliga a escribir con el “freno de mano”
echado.
-Combinar
géneros, ¿qué te ha supuesto?
-Una dificultad añadida a lo que en sí
es el trabajo de documentación e investigación. Pero me ha gustado la
experiencia. Quería contar lo que se pudiera documentar, pero también
reconstruir una historia, la de Paco el de La Columna, su entorno y la de otros
tantos que desaparecieron. Para hacerlo no tenía más opción que novelar, pero
no para reescribir una historia, sino para dar forma y color a situaciones que,
fueran o no tal como se describen, no traicionaran la verdad ni la esencia de
lo que se cuenta. Que Paco el de La Columna visitara en sus viajes a Sevilla
tal o cual establecimiento pudo ser o no, pero lo cierto es que esos viajes
existieron y fueron importantes en su vida y en su profesión.
-Utilizas
las cartas de Paco a Amalia como nexo, como cadena de comunicación como mensaje
que nos engancha... Amalia espera a Paco, pero nosotros, de alguna manera,
también... ¿Qué tiene el género o subgénero epistolar que lo hace tan atractivo
y, a la vez, tan utilizado?
-Las cartas representan el grito (en silencio) más desgarrador; una despedida, camuflada de
consejos, instrucciones, advertencias. Me impresionó antes que el fondo, la
forma. Palabras atropelladas escritas en un pequeño sobre abierto, aprovechando
todos los espacios. Cansancio, miedo… Hacer el ejercicio mental de lo que
siente un hombre que escribe escondido, al que lo acechan cazadores de hombres,
y al mismo tiempo ponerse en la piel de una mujer que espera noticias, y que
mientras lee lo que lee no sabe si su marido vive o no, y así desde la última
carta durante décadas.
En este caso, a diferencia con el
género epistolar, el protagonista es real, no ficticio, y lo realmente
atractivo por su valor es que lo que escribe en esos trozos de papel son inquietudes,
incertidumbres, miedo, desesperación, cansancio real, sensaciones que he podido
recuperar para situarlas en un contexto.
-Al ser
testimonial es como si acompañases a Paco en sus últimas vivencias, ésas que
quiere compartir con Amalia, ¿verdad?; Amalia, también referente como el centro
de todo y parte del hilo conductor que hace que Paco siga escribiendo como un
ejercicio vital....
-Una vez que comienzo a unir los
puntos dispersos que puedo ir encontrando a lo largo de los años de
documentación y búsqueda, trato de ser
un testigo de las escenas que imagino pudieron desarrollarse. Ciertamente
acompaño a Francisco Jiménez León, Paco el de La Columna, en esos últimos
momentos hasta que nunca más se supo de él.
Amalia es esencial, tan protagonista si
se puede hablar de protagonismos como Paco, pues ella representa a las cientos
de miles de familias que quedaron en la miseria y que hubieron de levantarse,
llorar en silencio y a escondidas por miedo a las represalias. “Las cartas a
Amalia también son las cartas a Elisa, a Rita, a Matilde, a Pura, a Remedios, a
María, a tantas y tantas mujeres, hombres, niñas y niños cuya esperanza quedó
prendida de aquellas misivas rotas”.
-Y está Paco, ése
que lleva un apodo que le acompaña con un peso descomunal:”el de la Columna” y
que es el centro donde convergen y desde donde se envían muchas coordenadas,
¿verdad?;
-Paco el de La
Columna. Cartas a Amalia es un
homenaje a mi familia, a mi abuela, a mis tías, pero especialmente a mi madre,
que no pudo llegar a leer el libro. Pero lo que empezó siendo fruto del interés
y de la curiosidad por conocer, se convirtió en algo muy superior, que
trasciende de mi entorno más cercano y se hace universal. Esas son las
coordenadas que me trasmitió Paco el de La Columna, pues su búsqueda me llevó a
encontrarlo no solo a él (no físicamente) sino a muchas personas que vivieron
en su tiempo y en su entorno y que fueron borradas de la historia como
consecuencia de la barbarie provocada por quienes asaltaron España para
“salvarla”, o mejor secuestrarla.
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