La Librería de El Sueño Igualitario

cubiertalibroPABLOCORRAL.jpgCazarabet conversa con...   Pablo Corral Broto, autor de “Protesta y ciudadanía. Conflictos ambientales durante el franquismo en Zaragoza (1939-1979)” (Rolde de Estudios Aragoneses)

 

 

 

 

Pablo Corral Broto ha escrito un excelente trabajo sobre la protesta, en torno a lo ambiental, en los años de la dictadura y durante  los primeros tiempos de la transición.

Un libro que toma el pulso de la protesta ciudadana, pero que deja entrever muchas de las cosas que, hoy y ahora, son consecuencia, para bien o para mal, de aquellos días

Imprescindible libro para entender el hoy y ahora de los problemas ambientales con los que tenemos que luchar y hacer frente y casi una “hoja de ruta” que nos indica cómo podemos ir asumiendo nuevas reivindicaciones y luchas por conseguir una convivencia con el medio ambiente.

Rolde de Estudios Aragoneses avala este excelente trabajo, repleto de compromiso y de protesta, de otros tiempos que, en alguna manera, se asemejan a los presentes y lo hace desde la colección “Aragón contemporáneo”. Esto es lo que nos cuenta sobre el libro:

Rolde de Estudios Aragoneses edita una historia de los conflictos ambientales en la Zaragoza del franquismo y la transición a la democracia.

Protesta y ciudadanía, de Pablo Corral, cede el protagonismo a las voces contra la contaminación, los riesgos ambientales y al «saqueo» de recursos que acompañaron la aceleración del ritmo de industrialización y urbanización.

El historiador Pablo Corral Broto adapta a la realidad de Zaragoza una parte fundamental de su tesis doctoral, dedicada a Aragón, y defendida en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. El origen académico del trabajo no eclipsa un amplio tratamiento divulgativo, respaldado por abundante información gráfica, intentando acercar a la ciudadanía un episodio importantísimo de su historia reciente.

El protagonismo de la reivindicación vecinal en esos años de demanda de mejoras cotidianas, de denuncia, junto a la emergencia de diferentes actores sociales e interpelaciones a las libertades robadas durante el franquismo…  es piedra angular del trabajo.

¿De dónde viene el afán por las presas, los trasvases, las centrales nucleares y el desarrollo del sector eléctrico sin rendir cuentas a la ciudadanía? ¿Por qué esa obsesión por urbanizar hasta el infinito en España? Todas esas cuestiones habría que buscarlas, en su esencia, en la dictadura de Franco, y este libro se propone trasladarlas a una Zaragoza en desordenado crecimiento. La población actuó contra los problemas de contaminación ambiental, los riesgos ambientales y el «saqueo» de recursos con la aceleración de la industrialización y la urbanización. A pesar de ejecutarse a golpe de represión, no todo el mundo permaneció en silencio. Gracias a vecinos, científicos, asociaciones…, los conflictos ambientales estallaron a finales del franquismo. Las incipientes y nuevas culturas ambientales que exigirían un control democrático del medio ambiente comenzaron a resurgir de las cenizas de lo más oscuro del país. Los zaragozanos y aragoneses comenzaban entonces a adelantarse a la historia en el terreno ambiental


Cazarabet conversa con Pablo Corral Broto:

pablo.jpg-Pablo, por favor, coméntanos el por qué de este libro: de escoger ese tiempo de protesta, me refiero a la horquilla temporal entre 1939-1979…

-Escogí esta horquilla leyendo a Ortiz Heras, en un artículo que, allá por 2004, criticaba la cronología del franquismo. Tras ir a los archivos, se me impuso esta cronología porque, tras la guerra civil, los franquistas ocuparon todas las instituciones en 1939 y no salen de todas ellas hasta 1979, eso se “huele” en la documentación. Hoy sabemos que el franquismo continúa sin “franquistas”… desde la amnistía de 1977 ¡son todos oficialmente “demócratas”!

-Fueron tiempos de protesta que tu además diriges en tu estudio e investigación no tanto en lo político---aunque la política lo dirige todo—como en lo social en consonancia en lo que eran los conflictos ambientales en los años del franquismo y, también, en los primeros del postfranquismo. Era, mejor dicho, fue un tiempo difícil en todos los campos de la protesta, pero puede que a mucha gente ni se encontrase, ni casi viese el problema ambiental porque bastante tuviese, sobre todo en los primeros años del franquismo, con sobrevivir. ¿Cómo lo ves?, ¿Qué nos puedes reflexionar?

-La posguerra española borró casi cualquier margen de maniobra de protesta popular, no hay casi ni una sola huella ecológica que nos haga pensar en una forma de resistir y de quejarse, sabemos que en períodos de hambrunas y catástrofes sobrevivir es la prioridad. Quizás Catalunya, con incursiones anarquistas sea la excepción. Y el Maquis, claro, era vida o muerte. Los conceptos de “protesta” y “social” en los años cuarenta están por demostrar. Sin embargo, hay que seguir estudiando otras regiones españolas. En Aragón, las protestas ambientales, dentro y “medio” dentro de la legalidad del régimen, no aparecen hasta 1950.

-Y aún después, cualquiera le discute a la dictadura sus posicionamientos que iban por aquellos años muy alejados del respeto por lo ambiental y por nuestra convivencia con él al menos por parte del poder, las empresas que querían o pretendían hacerse paso casi a hachazos.

-Cualquiera no, pero algunos terratenientes no se quedaron callados contra las industrias contaminantes. Es más, arrastraron tras de sí a “humildes labradores”, así es como en Tarazona acabaron con una celulosa en apenas 20 años. Eso fue poco a poco “minando” el orden ambiental del régimen franquista, su idea de industrializarlo todo, de invadir hasta la última gota de agua de los ríos con bellos tonos “ocres y tintados”… En nuestro Aragón querido, tanto fue así que se llegó a que, entre 1962-1967 en Mequinenza, se enfrentaran los afectados por la inundación forzada no sólo a la ENHER, sino a la Guardia Civil franquista que venía a disolver las primeras manifestaciones ilegales. Claro esto fue en Mequinenza, donde los mineros habían levantado el mentón como en Asturias y ahora el pueblo se veía inundado, minas y todo… Hay que leer Camí de Sirga, de Jesús Moncada, el Zola o Flaubert aragonés, para entender todo esto.

-Puede que sea porque no entendamos que nuestra salud y nuestro bienestar, hoy como ayer, debe depender de un punto de vista holístico e integral. ¿Qué piensas?

-Una empresa echa humo, ese humo quema la alfalfa, esa alfalfa quemada nutre a las vacas, las vacas dan leche y los niños la consumen. Esto que no es más que una contaminación incrustada en la cadena trófica para un ecólogo, es la cadena lógica y racional de los vecinos de Avenida Cataluña (Zaragoza) en torno a 1960 o 1970, no recuerdo bien. Eso demuestra que cualquier ser humano puede imaginar que el humo es malo, pero tras respirarlo y toser se sabe, se experimenta que lo es, aparece una innata razón ambiental. Esa razón ambiental es popular y es científica, es profana y es experta. ¡Es posible en cualquiera! Cuando ves humo, peces muertos, cosechas quemadas y a niños y ancianos tener enfermedades respiratorias, los conceptos como “holístico” o “integral” sólo ayudan a traducir a otro lenguaje humano una realidad y una experiencia vital de donde emana este saber más elemental, lo que yo englobé en formas de razonamiento ambiental. El razonamiento ambiental popular es vivenciado y material. Los conceptos e ideal lógicas son abstracciones del lenguaje. Respirar humo, vivir sin ver un sólo árbol ni el cielo, esto no es lenguaje, quizás por eso defiendo el materialismo en la historia ambiental, sin que ello signifique que debamos ser negligentes con el lenguaje y las palabras, lo contrario. Pero la historia social del medio ambiente debe partir del daño material que tradujeron las personas y sociedades que estudiamos. No sólo de élites o aventajados letrados.

andalan.jpg-De todas formas hubo protestas y movilizaciones ciudadanas de personas que veían más allá del miedo y del plato de garbanzos (con todos los respectos) y que miraban al futuro en más de una dimensión. Cuéntanos un poco en las génesis de estas protestas, de su desarrollo y evolución.

-Creo que cuando en los años sesenta la gente empieza a “soltarse la melena” o “perder el miedo” (proceso inacabado, a mi entender) es porque ya están tan hartas. Si me permitís, es como las españolas contra Gallardón, cuando él quería meterlas en un pasado podrido y gris de natalidad y de vírgenes santísimas. Muchos lustros de dictadura cansan y matan lentamente, en los sesenta y setenta hay gente, de edades y estatus diversos, que dicen “ya basta”. Lo interesante de este libro, de describir cómo se podía protestar contra la contaminación, o contra un pantano, o contra una nuclear, un trasvase o una pista de esquí y, que, honestamente, creo que es el primero de historia ambiental del (anti)franquismo, es ver cuándo esa actitud aparece, se colectiviza, se socializa y se expande como la espuma de los vertidos de las plantas celulosas en los ríos Queiles, Gállego y Ebro. Y lo hacen corriendo tras la Guardia Civil o, ¡dando sus datos personales!, con quejas manuscritas dirigidas a su excelencia y a sus secuaces, los gobernadores civiles.

-Incorporas este estudio e investigación a Aragón. Coméntanos las razones, el por qué.

-¿Por qué un historiador como yo iba a estudiar algo que ni le va, ni le viene? Mi país y mi pasado es Aragón. He vivido desde la infancia la historia de los desplazamientos forzados por embalses, la necesidad de volver a la naturaleza del Pirineo en las vacaciones y el mal sabor y olor del agua y del aire de Zaragoza cuando allí me fui a estudiar. La infancia es la edad donde uno comienza a sentir la injusticia y, obviamente, la justicia humana y comprensiva. Hoy seguramente estudiaría lo que vivo en Saboya, en los Alpes, o lo que viví en los barrios populares de Porte d'Aubertvilliers en París… Pero es que, además, Aragón es el país donde más historias se han forjado como determinantes para la Historia de España, no sé por qué, pero siento que esa tierra natal mía, mejor dicho sus gentes, siempre se adelantan a la historia… pero sin sacar mucho beneficio de ello: las colectividades y la nueva cultura del agua hunden su huella en pasados y sociedades anteriores muy interesantes, pues el tiempo deja su huella en el espacio y viceversa, si no no haría historia ambiental.

-Cuando nos encontramos con libros como el presente nos preguntamos por el proceso y el trabajo de documentación e investigación:¿cómo ha sido y cuánto tiempo te ha llevado?

-Ha sido tan duro que sé que bajo ningún concepto lo volvería a hacer. Hoy le digo a mis alumnas y alumnos que se busquen un empleo, y que investiguen cuando tengan su seguridad alimentaria y su autonomía cubiertas. Porque si no eres un esclavo y cumples órdenes. ¡Así no se puede inventar, ni pensar! El tiempo es lo de menos. El mío me costó casi una década, o sin casi, pues ha dependido de condiciones económicas muy desfavorables. Lo que podría haber hecho en 3 años quedándome en Aragón, se extendió a 7 teniendo que emigrar a Francia. Emigrar a Francia me ayudó a ser más exigente y a ser más metódico y planificado. La desigualdad es más eficaz para crear que cualquier think tank, te obliga a descubrir “el” método y a respetarlo para poder llegar al final sin caerte por el camino. Los economistas, o microeconomistas, saben que cualquier madre de Costa de Marfil es mejor matemática que e chorizo de Rodrigo Rato. La pobreza y la injusticia es lo más ingenioso que he visto en mi vida. Este trabajo nace en un contexto de investigación precaria y luego de exilio económico. Estando en Francia, tuve que darme cuenta que debía concentrarme sobre Aragón, y olvidarme del think big, de toda España, descubrí, cosa que intuía, que había que ir a todos los archivos locales donde hubiese pruebas de conflictos ambientales y, a la vez, encontrar en los archivos nacionales que esto que pasaba en Aragón no era una excepción. La clave de esto estuvo en un archivo regional, capaz de relacionarme constantemente con lo local y lo nacional. Junto con Sescún Marías pudimos sentarnos a pensar como el Gobernador Civil franquista, y pasamos mucho tiempo en ese archivo con un archivista que escuchaba Radio Clásica. Allí se hilvanó una tesis doctoral y las historias que publico. Ese pensar desde el sitio de un gobernador ha sido la clave, porque era él quien decidía lo que pasaba y lo que no, hacia arriba y hacia abajo. Si Trillo-Figueroa padre no hubiera enviado a la Policía a multar a la Industrial Química de Zaragoza, a apaciguar a base de tocineras o a amonestar a los que tiraban basuras contra la fábrica no habría podido descubrir hasta qué punto lo que leía en Andalán y lo que sabía por los libros de Mario Gaviria, Biescas Ferrer o Mariano Hormigón era una realidad. Ese es nuestro oficio, encontrar pruebas documentales que permitan repetir libros y verdades que ya se pensaban en su momento. Hacer historia es saber decir: tenían razón, sí, lo sabían, eso pasó, así fue, para bien, y para mal. Punto.

-Hay que tener para ello, también para ponerle orden a todo ello, una metodología de trabajo bastante estricta. ¿Cómo te lo has hecho?

-Si os lo digo, el oficio de historiador desaparecería y cualquiera sería historiadora o historiador, me quedaría sin trabajo, es como la receta del refresco de hoja de coca… ¡Pues os lo voy a decir! Hay que imaginar la situación, la realidad, hasta la cara de la persona que está detrás de cualquier fuente, de archivo, de hemeroteca (revistas), de libros, de entrevistas, de vídeos, de cintas de casetes, de cuadros, de lo que sea, y… de manera intuitiva o, si uno domina las bases de datos, imaginar o establecer relaciones y así, de forma racional, se multiplican las fuentes capaces de darnos una seguridad contrastiva de un hecho que establecemos como real, y que hay que demostrar. Una fuente lleva siempre a otra. Esto no debe pararse. El historiador que lo hace manipula, o desconoce. Hay que intentar abarcar el máximo y saber determinar cuando ya la historia no va a cambiar y se repetirá. Personalmente me ayudó mucho digitalizar las fuentes, fotografiarlas, para poderlas leer muchas veces. También hacer tablas que permitan búsquedas, Sescún Marias y Geneviève Massard están detrás de toda la metodología que seguí. Yo inventé un archivo de historia ambiental con todo eso, porque soy consciente de que no fui capaz de leer todo lo que el pasado da de sí. Y porque sé que he de someterme a la crítica de otras personas del oficio. No inventamos solos nunca. La historia es abierta. Y como ciencia abierta se puede y debe abrir dando a conocer sus códigos y sus fuentes. La historia sólo puede ser como una licencia creative commons. Hoy si alguien va al REA (Rolde de Estudios Aragoneses) y pregunta por el AHAA (Archivo de historia ambiental de Aragón) puede ver que mi código es de fuente abierta y hacer sus propias preguntas al pasado. Y demostrar si me equivoqué o si di en lo cierto. Hasta que esto no sea posible, la historia no será un saber plural y universal, pluriversal, sino pura propiedad privada. Hay que luchar contra esa patrimonialización, el botín no es de uno sólo. Para ello hay que deshacer, o destruir las academias, tal y como las conocemos. Porque si el fin es permitir que se reproduzca el experimento y, hoy por hoy, no podemos reproducir muchos experimentos de historiadores españoles, esto no es ciencia, ni historia. Son ventas de libros, o certificados de la agencia de investigación de turno, o puntos para el concurso oposición, pero no es hacer historia a conciencia. Sólo podemos comprarlos o copiarlos, pero no reproducirlos. Nos aleja de la ciencia, de la historia, y se asemeja más a un producto comercial.

deiba (1).jpg-Volvamos un poco más al libro como tal: ¿Cómo convivió el medio ambiente y su estado de salud con la posguerra?; ¿y con el desarrollismo?

-La posguerra es lo que más desconozco, y agradezco que insistas. Los silencios en los archivos son enigmas a resolver. Roger Tur le dijo al gobernador de Zaragoza en 1947 que no podía quedarse sin agua su fábrica de regalices, por mucho que fuese necesaria para regar campos o para beber, y que además se lo iba a decir al ministerio central y a los clientes de sus productos, los consumidores americanos, para que no parase esta fábrica ni las divisas que traía de USA en momentos de crisis económica. Esto, demuestra cómo la seguridad alimenticia nunca estuvo garantizada durante la posguerra, a esa misma conclusión se llega desde la historia ambiental. Volvemos a demostrar lo que ya se ha demostrado desde la historia social, política, agraria y económica. Sin embargo, me gustaría seguir investigando más en Madrid o Barcelona, o Huelva, Valencia, Sagunto, Asturias o el País Vasco. Hay un historiador que analiza el Madrid cautivo y otro que va a presentar sus resultados de su tesis sobre el medio ambiente y la posguerra. Hay que seguir a Santiago Gorostiza y a Alejandro Pérez-Olivares si se quiere pensar la historia de la posguerra en términos ambientales. Es necesario. Yo he podido explicar más cosas sobre el desarrollismo. ¿Por qué? Por el agua. Como decía un personaje de una película de Icíar Bollaín: “el agua es la vida”. En Aragón el agua atrajo para producir electricidad y para suministrar en agua a las industrias siguientes: a Aluminio de Galicia, a las celulosas aragonesas y navarras (muy importantes cuando no había otras fibras que las vegetales, pensemos que el lago Baikal lo contaminó Khrouchtchev con este tipo de industrias de fibras en 1954), a Monsanto, a Pechiney, a Ugine-Khulman (por cierto, por ahora vivo a unos kilómetros de Ugine, la ciudad de esta empresa que tanto contaminó en Monzón con su filial Hidro-Nitro) y además estas necesitaban energía y para eso EIASA, ENHER, ENDESA, ENCASO, etc. y las minas de Teruel, Utrillas y Mequinenza se brindaron a explotar esta tierra y a producir, mediante la electrólisis (agua más energía) o mediante procesos mecánicos, químicos, hidráulicos o de combustión productos siderometalúrgicos, químicos, pastas vegetales, energía, etc. El desarrollismo alteró los equilibrios ambientales anteriores, las personas tuvieron que emigrar, los capitales tampoco se quedaron en Aragón y sólo quedó la contaminación y los desastres ecológicos. También el desarrollismo atacó el estado de salud de la población, es más, se debía no considerar la salud de nadie si se quería aumentar el rendimiento económico de todas estas industrias. Todo lo demás era “antieconómico”, algo así como decir subhumano, bárbaro o indígena en el siglo XVI. Por eso se dijo después que lo que estaba pasando era una “colonización interior”. El desarrollismo es el viejo colonialismo, desde su raíz, Colón, en una época más moderna y con un capitalismo más avanzado. Pero se resume a intercambiar oro por espejos, los espejos ahora eran la modernidad industrial, el televisor y el seiscientos, pero no dejaba de ser algo superfluo y sin valor material, puro fetiche. A cambio se llevaron el oro blanco, el agua, esencial para la vida en la tierra, pera las sociedades de montaña y agrarias. Destruían un modelo de sociedad porque no generaba rentas similares. Las encomiendas de antaño, las haciendas de los caciques de antaño, ahora debían ser las represas, las chimeneas y los humos de las industrias. Todo esto con préstamos del FMI y del BM, claro, pues Franco, como sabía Fuentes Quintana, quien era un economista prometedor del régimen, no hizo más que negociar deuda a cambio de aplicar desarrollismo, especular, corromper y destruir el medio ambiente de los pueblos. No hemos cambiado mucho en cuestiones económicas me parece...

-Te hacía las preguntas anteriores porque... la cultura ambiental en el franquismo ¿cómo fue?; ¿cómo se fue gestando y cómo fue evolucionando?; ¿Se fue como conjugando con algunas ideologías que vivían en la clandestinidad?

-De un “vecino que pide justicia” al “todos unidos en asamblea” hay toda una transformación colectiva. Cuando la institución externa ataca, una empresa, un ministerio, un interés externo vamos, los afectados siempre se organizan. Siempre. Si pueden actúan, piensan colectivamente la mejor estrategia. Si no pueden, se rinden y se van. Emigran. O se callan, pero ¿este silencio es definitivo? Creo demostrar que en Aragón no lo fue, hubo una transformación, silencios y derrotas y resistencias y victorias. Por ejemplo, no tenemos ni una sola central nuclear de las que querían plantar alrededor del Ebro. De Tudela, Escatrón, Sastago, Chalamera y Ascó, sólo pudieron instalar la de Ascó. Pero esta victoria vino tras años de resistencia y de creación de una cultura ambiental “defensiva”, si se quiere, contra la contaminación industrial y contra los grandes embalses realizados. Esta transformación se debió tanto a la continuidad del daño ambiental, como a la politización de personas que no estaban comprometidas con acabar con el régimen. Algo así como un 15M, donde hay una sociedad que no puede soportar las cargas de los gobernantes y donde no todos saben que esas cargas son consecuencias de unas ideologías de dominación y de explotación muy viejas. Ese cambio cultural se dio, como se da en el 15M, actuando, todos unidos en esos fines, en esa voluntad de transformación. Aunque no todos tenían esa voluntad trabajada, algunos tenían años de reflexión, y por qué no decirlo, años de aislamiento reflexivo, mientras que otros querían simplemente acabar con la injusticia. Tuvieron que pensar sobre la marcha, y eso siempre produce cambios y transformaciones en las culturas políticas del lugar. La cultura ambiental del franquismo pasó del: desarrolla mientras puedas, al vosotros los que queréis trasvasar mano de obra, agua y capitales. La clandestinidad dejo así de tener que esconderse y se vio desbordada. En Aragón la sumisión ambiental siempre parece ir compensada con resistencias ambientales posteriores, al menos para el franquismo. ¡Estoy deseando llegar a los años ochenta!

deiba.jpg-Aragón es muy particular porque es una amplia región que tiene aglutinaciones de población en torno a algunos lugares y el resto es como un amplio vacío; de esa despoblación se encargó el régimen de aprovecharse para implantar medidas nada en consonancia con “lo natural”, me refiero, por ejemplo, a los enormes y numerosos embalses con los que se ha castigado a esta región (pongo un ejemplo)

-Como decía, los calificaron de “antieconómicos” y arrasaron con todos, y con todo. Crearon vacíos pues rompieron los canales naturales de comunicación y de intercambio que eran los ríos y las vías de comunicación. Los “desiertos” o baldíos de montaña los inventó Franco, con ayuda inestimable del abogado primero y juez después Bolea Foradada, ese “gran” franquista. Cuando vacías un territorio, lo sumerges e impides que la sociedad local sobreviva, ese territorio ya no es natural. Es algo creado e inventado para la producción. Lo natural para el ser humano es algo de talla humana, y eso lo sabían las sociedades agrarias y de montaña que se vieron agredidas. Sus dificultades hoy serían otras, como sabe la antropología.

-Pero aquella despoblación o parte de ella, también se planificó o se fomentó, ¿no?

-Todos los movimientos de población son consecuencias políticas de formas de gobierno autoritarias. La despoblación, y la repoblación, es el resultado de expulsiones y traslados calculados de personas desde un lugar determinado. Lo saben los medievalistas, los modernistas y los que hacemos historia ambienta. José María Cuesta, quien fue mi coordinador Erasmus en Toulouse lo demostró mejor que yo en Aragón. Se calculó y se cifró, su libro lo edito el REA-CEDDAR también.

El cambio de esa vida a pasar a residir en una metrópoli como Zaragoza, Barcelona, París o Toulouse es brutal. Estamos ante un fenómeno de destrucción de sociedades nativas, locales, mucho más equilibradas con el medio ambiente que sólo necesitaban servicios como médicos, maestros y producción eléctrica a pequeña escala. Comparemos la presa de La Fortunada, célebre con la Bolsa de Bielsa, con la de Mediano y El Grado. Eso fue un etnocidio planificado. Hay que nombrarlo, historiarlo y escribirlo. Es nuestro deber como historiadores. Las sociedades humanas que desaparecen se llevan consigo formas de manejo tradicional mucho más adaptadas a la naturaleza, léanse a González de Molina, Enric Tello y sus equipos de historia ambiental. Y con ese proceso de abandono de sociedades “adaptadas” al medio se crea especulación urbana, barrios maltrechos, masificaciones periféricas, ¡las injusticias ambientales son interdependientes! El desarrollismo es otra manera más de colonizar todo lo que existe. Por eso hay que demostrar estas conexiones. Y los barrios de Zaragoza se dieron cuenta ya en los años setenta. Por eso no sólo protestaron en Zaragoza contra la contaminación industrial o la falta de espacios verdes, sino también contra el trasvase, las nucleares, los grandes embalses… Es lo que el libro que ahora sale demuestra en Aragón. “Colonizar” la naturaleza de estos pueblos de montaña y de secano, conllevaba un proceso parejo de “colonizar” la ciudad franquista. Hasta el punto de que los vecinos se inventaron el “derecho al medio ambiente”, porque no podían decidir nada sobre su naturaleza urbana. Eso pasó, se segregó, creando injusticias y repartiéndolas de forma desequilibrada, dentro de un crecimiento desmedido de la ciudad industrial, o industriosa. Mientras algunos hicieron riquezas, claro.

-Y la despoblación termina incidiendo en el medio ambiente como las aglutinaciones lo hacen, también, alrededor de unos pocos núcleos

-Claro, incide en el medio ambiente que se abandona y en el que se coloniza. Ese medio ambiente quedó sin personas que lo necesitasen cotidianamente para vivir. Se dejó en manos de saqueadores, estaciones de esquí, empresas de electricidad, industrias químicas arrasadoras, monterías de caza y holdings por el estilo. Esos despoblados tampoco tuvieron un destino mejor, pues se concentraron en lugares insalubres y contaminados, en las periferias de las metrópolis del desarrollismo.

nuclear.jpg-Creo, con mi ignorancia, que una cosa y otra son perjudiciales para la integridad y la convivencia de lo humano con lo ambiental, ¿no?

-Pues sí, eso crea infelicidad y apatía. No se quiere lo que se desconoce y no se cuida lo que no se puede controlar como antes. No hay desplazados felices, ni amontonados contentos. Todo ello influye en una sociedad, la destruye. El Franquismo destruyó unas sociedades que no querían morir y creó algo que no quería crecer, ese fue su plan. Todo a la fuerza y contrario a la voluntad de todos, incluso, de algunos franquistas mismos que se dieron cuenta de las barbaridades que suponía la industrialización del espacio rural, urbano y de montaña.

-En las luchas y reivindicaciones obreras y sociales habían demandas ambientales, de convivencia con lo ambiental, pero ¿crees que “se utilizó” la “causa ambiental” para poder argumentar una protesta que iba más allá y se era, también, muy política?

-Al día siguiente de las elecciones de junio de 1977, se observa que sí, que el medio ambiente había sido una excusa para llegar al sillón. Deiba, Coacinca y los que luchaban contra la central nuclear de Ascó así se lo echaron en cara a los partidos de izquierda, concretamente a los elegidos de parlamentos varios. Hasta diciembre de 1976 creo que no. El desencanto creo que viene por esos “abandonos” políticos. Muchas personas se dieron cuenta de que no todos los que habían luchado contra el embalse de Campo, o por el traslado de la Industrial Química, iban a dejar de luchar. Eso hay que estudiarlo y documentarlo. Por ejemplo, pasó así con Comisiones Obreras y con el PSOE o el PCE. Estos sindicatos y partidos políticos eran utilitaristas, en el sentido más próximo al de Stuart Mill, por interés se hicieron ambientales. Acabarían siendo colaboradores del desarrollismo y las fuentes de las críticas en los 80 y 90, pero a esas décadas aún no he llegado. Ahora vamos a llegar y esperamos hacerles las mismas preguntas que a las fuentes del franquismo. Mi hipótesis es que el “franquismo ambiental” mutó, pero las formas quedan incrustadas.

-Aragón tiene, aún hoy, quizás más que nunca muchas cuentas pendientes con la convivencia medioambiental, ¿qué nos puedes comentar?

-Que esas cuentas pendientes no las tiene el pueblo, sino las compañías y los políticos que se beneficiaron. Por eso es necesaria una historia ambiental que no dependa ni de esas empresas ni de los sistemas políticos que les han dejado matar a tanta gente. Porque hay muertos, enfermos y muchas más cosas que se pueden calcular. Espero que un futuro se puedan sentar en algún tribunal popular y se les haga el mismo juicio que aún no hemos podido hacer a los sublevados franquistas. Sueño con el día con que las expropiaciones forzosas cambien de bando, y se expropie lo que robaron a Endesa, o a Monsanto (o a Bayer si le compra su parte de responsabilidad), a Hidro-Nitro, etc. y paguen así por el daño ambiental que causaron. En términos de justicia económica y ambiental, la historia aún tiene mucho que decir. No soy ingenuo, pues sé que ese sueño no lo verán las generaciones que vieron cómo destruían sus casas, como en Mequinenza. Pero las generaciones venideras sí que sabrán que eso fue algo abominable, algo propio de los horrores occidentales del siglo XX, y que para ponerle fin la mentira nunca basta. La sociedad “ambiental” la inventaron los que sufrieron esas injusticias y los que las vivieron directa o indirectamente, eso va de generación en generación, es genético. Hay que reconocer daños, transformar y reconocer errores, no podemos seguir produciendo energía así, ni allí. Es posible darle la vuelta a todo esto y volver a sociedades conscientes de sus límites. Esto llevará tiempo… pero ya es posible pensarlo. Esas ideas nacieron en los años setenta en Aragón y nos van siguiendo de cerca...

3176086297_c3874bbc77_o.jpg-Parece que se trata, a veces, o es lo que me parece de desmembrar algunas zonas rurales hasta llevarlas a la despoblación o al borde de ellas para luego como habrá poca ciudadanía “armada” para la protesta hacer con este territorio casi, casi lo que place a los gobernantes a merced de grandes intereses, lobbies, empresas. ¿Qué nos puedes comentar?

-Que hay que repoblar para resistir. Tenemos que poder volver. Mira, somos 2 millones y medio de exiliados forzosos. Sólo necesitamos una renta básica y volveremos a esos grandes vacíos de la historia. Después de emigrar, uno puede vivir donde sea. Solo hay que hacerlo de forma colectiva. Si hay zonas despobladas, solo hay que poblarlas. Pero no basta con plantarse, como en “Amanece que no es poco”, hay que apropiarse de lo que nos rodea. Pero para eso hay que expropiar a los ladrones, echarlos a las buenas o a las malas. En ello tenemos que invertir nuestras fuerzas, en recuperar lo que es nuestro, nuestra tierra, aunque no lo veamos nosotros, que lo vean las generaciones futuras. Pues sí. Hay que pensar en la juventud y en las generaciones que merecen algo mejor que lo que hemos vivido nosotros. Por eso somos mamíferos con memoria y con historia. De esa generosidad vendrá la repoblación transformadora del mundo. Quitaremos cemento para poner huertos. ¡Y encima no nos faltará la luz! Ahora, la luz tiene que ser de todos para poder crear. La luz es un derecho universal. Si no, que le pregunten a Velázquez… (por algo hice Humanidades). Salud.

 

 

 

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Protesta y ciudadanía. Conflictos ambientales durante el franquismo en Zaragoza (1939-1979). Pablo Corral Broto
312 páginas        15 x 21 cms.
21,00 euros
Rolde de Estudios Aragoneses



Rolde de Estudios Aragoneses edita una historia de los conflictos ambientales en la Zaragoza del franquismo y la transición a la democracia.

Protesta y ciudadanía, de Pablo Corral, cede el protagonismo a las voces contra la contaminación, los riesgos ambientales y al «saqueo» de recursos que acompañaron la aceleración del ritmo de industrialización y urbanización.

El historiador Pablo Corral Broto adapta a la realidad de Zaragoza una parte fundamental de su tesis doctoral, dedicada a Aragón, y defendida en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. El origen académico del trabajo no eclipsa un amplio tratamiento divulgativo, respaldado por abundante información gráfica, intentando acercar a la ciudadanía un episodio importantísimo de su historia reciente.

El protagonismo de la reivindicación vecinal en esos años de demanda de mejoras cotidianas, de denuncia, junto a la emergencia de diferentes actores sociales e interpelaciones a las libertades robadas durante el franquismo…  es piedra angular del trabajo.

¿De dónde viene el afán por las presas, los trasvases, las centrales nucleares y el desarrollo del sector eléctrico sin rendir cuentas a la ciudadanía? ¿Por qué esa obsesión por urbanizar hasta el infinito en España? Todas esas cuestiones habría que buscarlas, en su esencia, en la dictadura de Franco, y este libro se propone trasladarlas a una Zaragoza en desordenado crecimiento. La población actuó contra los problemas de contaminación ambiental, los riesgos ambientales y el «saqueo» de recursos con la aceleración de la industrialización y la urbanización. A pesar de ejecutarse a golpe de represión, no todo el mundo permaneció en silencio. Gracias a vecinos, científicos, asociaciones…, los conflictos ambientales estallaron a finales del franquismo. Las incipientes y nuevas culturas ambientales que exigirían un control democrático del medio ambiente comenzaron a resurgir de las cenizas de lo más oscuro del país. Los zaragozanos y aragoneses comenzaban entonces a adelantarse a la historia en el terreno ambiental.

 

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