Cazarabet conversa con... Carlos Domènech, autor de “Nueve
cuentos chinos y uno de Cortázar” (Mira)
Mira Editores nos
atrapará, a nosotros ya lo ha hecho, con la narrativa de Carlos Domènech.
Una narrativa con
cierta dosis de “práctica irónica” y un poco de cinismo, al gusto…
Este conjunto de cuentos
de ficción, quizás no tanto, se suma a la colección Sueños de Tinta.
La sinopsis del
libro:
El título no
engaña. Nueve cuentos hay. Aunque no transcurran en China sí tienen casi todos
alguna relación con el legendario Barrio Chino barcelonés. Y qué decir del
inspirado en Aladino y de otros tan increíbles que podrían optar a la
peyorativa consideración de chinos precisamente por su inverosimilitud. Y el
cuento de Cortázar también está, con homenaje, plagio y secuela, todo en uno.
Eso no se puede negar. A los amantes de la unidad temática y del hilo conductor
no les defraudará. Se distinguen dos constantes en, prácticamente, todos los
cuentos: Barcelona y la marginación. La Barcelona que aparece casi siempre es
la del Raval cuando aún se conocía como Barrio Chino, la de las últimas décadas
del siglo XX. Una Barcelona que no había aprendido a maquillarse. Aunque ya era
vieja no pretendía ser joven. Una Barcelona que no enamoraba a primera vista
como ahora, pero que se te quedaba dentro como un antiguo amor o un resfriado
mal curado. El otro eje vertebrador también tiene muchas caras, aunque el tema
sea siempre el mismo. La marginación vestida de prostitución, de homosexualidad
reprimida, de vejez relegada, de piel oscura, de pobreza, de adicciones, de
ignorancia, de machismo... y otra vez vestida de mujer. La marginación, por
desgracia, no pasa nunca de moda. No aparece aquí como lección del día ni
caballo de batalla en la tertulia.
El autor, Carlos
Domènech:
Es evidente que
este libro no se ha escrito solo y que su autor no es ningún chino ni, mucho
menos, Cortázar, que Dios tenga en su gloria.
El responsable,
nacido en Barcelona en 1959, es una joven promesa que responde, como persona
bien educada, al nombre de Carlos Domènech Armadàs.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, ha dedicado
su vida laboral a impartir clases de lengua y literatura castellana como
profesor de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Felizmente jubilado, inicia
con estos relatos cortos su andadura como escritor novel (de momento, con uve),
teniendo ya en preparación una novela de género fantástico cuyos personajes
pugnan por asomar la cabeza entre páginas recién impresas.
Cazarabet conversa
con Carlos Domènech:
-Amigo, ¿qué te ha llevado a escribir esta obra
narrativa que es el conjunto de ocho cuentos que tienen como centro geográfico
el barrio chino de Barcelona y al que se le suma otro relato o cuento desde un
homenaje o un juego con Cortázar?
-No ha habido un
plan previo. Cada cuento es independiente y surge casi espontáneamente de ideas
o motivos que aparecen de pronto como las nubes. Algunas de estas nubes se
reflejan en las lagunas de la memoria y se produce el milagro. ¡Zas!. ¿Serán verdaderos recuerdos o todo es inventado? Claro
que si son lagunas de la memoria… Vamos, que la literatura ya sabes cómo es.
-¿Qué
es para ti la narración porque aquí te nos estrenas, desde este libro que te
edita Mira Editores, con narraciones cortas que se adentran en el barrio Chino
de Barcelona y en la imaginación divergente de Cortázar?
-La narración es
una manera de vagar ordenada. Me gusta pasear con las piernas, cada día lo
hago. Pero también con la imaginación porque me permite ir más lejos en el
espacio y en el tiempo. Tengo que acotar los lugares y épocas por los que paseo
para no perderme.
-En
tus creaciones ¿qué papel quieres darles a los personajes porque parece muy
importante, prioritario frente a la trama y al escenario?
-Los personajes son
lo más parecido a las personas, por eso tienen prioridad absoluta. Merecen todo
mi respeto (aunque a algunos no los trague). Si sus acciones son coherentes o
no, si merecen aplauso o reproche, para eso está el lector, que lo pondrá en su
sitio. Los escenarios importan en función de las vivencias y su capacidad de
guardar y evocar emociones.
-Es
la Barcelona que sí, como bien dice la sinopsis, viaja a las profundidades del
barrio chino para luego volver a la médula de lo que, verdaderamente, somos,
las personas que la habitaron y que caminaron como seres marginales
enriqueciendo y dejándose enriquecer, a la vez, por la misma Barcelona como
escenario, ¿qué nos puedes decir?
-No voy a decir
(como Flaubert de su Mme.) que Barcelona soy yo, pero desde luego que mi
subjetividad es la única luz que permite ver sus formas no es ninguna
exageración. Los paisajes literarios a mi entender son siempre virtuales, ni la
descripción detallada del escritor más puntillosamente realista se acerca a la
realidad verdadera. Tal vez al escritor no le interesa tanto la verdadera
realidad como lo que siente, lo que sueña o lo que cree vivir.
-Pero
Carlos, ¿cuál y cómo es el papel que le otorgas al escenario, a esta Barcelona
menos espectacular, en el que se pasean los personajes y se desarrolla la trama?
-A mí de joven me
gustaba ramblear. No había internet y no se
podía navegar en la red. Por eso, solo o acompañado iba Ramblas arriba, Ramblas
abajo y me empapaba de las caras, de las miradas, de las risas, de los colores
de los vestidos, de los retazos de las conversaciones. El Barrio Chino, el
Gótico, el Paseo de Gracia y el Ensanche, Montjuic, el Tibidabo… eran otras páginas web interesantes. Si
tuviera que escribir una guía de la ciudad de aquellos años, aparecería un
epígrafe de todos esos lugares con su correspondiente explicación. Pero el
Barrio Chino no saldría. Yo no he escrito ninguna guía turística, aunque el
personaje de la morocha Jimenes (tal vez por ser extranjera) esté tan fascinada
por Gaudí y nos señale sus famosas huellas por toda la ciudad.
-Amigo, en realidad ¿qué pretendías al
sumergirnos en este ejercicio narrativo, compuesto de varios cuentos…por qué
recurres al cuento?
-El cuento no es el
hermano “cortito” de la novela. Algunos son mucho más inteligentes que las
trilogías o tetralogías más espesas. Cualquier historia que valga la pena
escuchar, puede desarrollarse en diez páginas.
Si pasa de cien, el que la cuenta es un pesado. Las grandes novelas (por
su extensión e importancia) explican siempre muchas historias, mejor o peor
hilvanadas con reflexiones, descripciones y otras transiciones. Claro que esto
es una opinión. No he intentado hacer un fresco representativo de un sector
marginal de la sociedad en la Barcelona de la transición. Si lo pareciera sería
una casualidad, que se justificaría fácilmente porque el autor se ha movido
entre esas coordenadas en su juventud. El cuento (si es fantástico, mejor)
facilita centrarse en lo esencial y prescindir de dar demasiadas explicaciones.
-Se
nota que te lo has pasado muy bien escribiendo, creando e imaginando esta
historia, ¿no?
-Se nota porque es
verdad. Espero que los lectores se lo pasen igual de bien.
-Y
volvemos con el escenario, Barcelona, ¿cómo incide aquí…entre la trama de
tramas y los personajes?
-Los personajes de
los cuentos se han comportado como los vecinos de un bloque de pisos en la gran
ciudad. Cada uno en su casa y poco o ningún trato en la escalera. Es cierto que
comparten un mismo edificio, pero, aunque desde fuera puedan parecer afines,
cada cuento es un mundo. La única relación, un poco forzada, entre cuentos se
da entre los dos primeros. Me gustaba la idea de establecer un paralelismo
entre ambos basado en las oposiciones viejo/joven. Si en el primer cuento el
viejo representa un pasado tergiversado por la memoria y el joven un futuro
incierto, en el segundo es el viejo el que sueña un futuro imposible al final
de su vida y el joven el que se engaña a sí mismo atribuyéndose unos
sentimientos que nunca ha tenido.
-Punto
y aparte, tiene y retiene, el cuento de Cortázar…se nota que estás enamorado
del autor de Rayuela que era un escritor dentro de sus propias narrativas; que
escribía por placer y más allá de él, ¿qué nos puedes decir?
-Cortázar me enseñó
hace mucho tiempo que se puede ser un artista comprometido, un pensador
profundo, un escritor original y todo un personaje sin ser un plasta. Un
ejemplo a seguir. Da muchas veces la impresión de que no se toma cosas tan
importantes como la vida o la literatura muy en serio y sin embargo desearías
llevar sombrero para descubrirte al leer sus obras y las historias que de él se
cuentan.
-El
relatista y/o cuentista se muestra, siempre, de
manera diferente ante cada planteamiento cuentista…te metes en cada cuento como
un personaje o como una farola dentro del Barrio Chino para transmitir o
retransmitirnos, como si fueses un narrador, lo que allí acontece o, más bien, aconteció...
-¿Cómo
ha sido, Carlos, trabajar con Mira Editores?
Ha sido un placer.
Me gustaría destacar la sensibilidad y profesionalidad de Berta Sariñena y
expresarle mi más sincero agradecimiento. Sin ella este proyecto no hubiera
llegado nunca a feliz término.
-Este
trabajo, ¿te ha abierto la mente y la curiosidad a indagar más sobre algunos de
los aspectos tratados en el mismo?; ¿nos puedes hablar de trabajos en los que
estás sumergido ahora?
-Mi proyecto más
ambicioso consiste en finalizar una novela que podría escribir Eduardo Mendoza
si le diera por parodiar a Tolkien. Como las comparaciones son odiosas, me
corregiré diciendo que son las aventuras de un mago, un enano pelirrojo, una blemia, una hamadríade, un fauno, seis ondinas adolescentes,
un duende amarillo transexual, un dragón taxista y una pareja de yayo-flautas
entre una tierra de ficción indeterminada que funciona como un mundo paralelo
al nuestro y… no adivinarías nunca qué ciudad catalana de la costa
mediterránea.
-Amigo,
¿nos puedes hablar del proceso de documentación, búsqueda de fuentes, lectura
de libro y demás que hay detrás de este libro, si es que la hay porque, me da,
que la mayor parte de la documentación surge, aquí, de la observación?
-Efectivamente, de
la observación y de la bibliografía andante en que se va convirtiendo uno con
los años.
-
¿Y cómo ha sido el día a día de trabajo, tu metodología de trabajo para
construir este libro de narrativa compuesto por nueve o cuentos chinos, pero
que no vienen de la China y otro que se mete en la médula del mejor, o de los
mejores—depende de gustos—cuentista de la literatura?
-Te contestaré con
un fragmento que forma parte de la presentación del libro:
Mi amigo Agustín
siempre me dice que vaya apuntando temas, motivos, que componga una estructura
y que me siente en el escritorio al menos cuatro horas diarias porque esa es la
manera de avanzar en este negocio de la escritura. Pero yo confieso que no sé
hacer eso, que me aburre. Les contaré un secreto. A mí me viene una musa tres o
cuatro veces por semana a echar unas horas, se sienta a mi lado y me va
dictando. Cuando se encalla, ella misma se sirve una copa de vino tinto o se
hace un gin-tonic para recuperar la inspiración. Me la recomendaron porque
había trabajado con Thomas Pynchon y Ernest Hemingway. También le gustan mucho
los mojitos. Ahora con esto del covid-19 se ha vuelto más informal y viene
cuando le da la gana. Yo querría asegurarla y hacerla fija, porque tengo muchos
proyectos y no me va a dar tiempo. Pero no la deja el sindicato. Las musas se
ven obligadas por convenio a llevar una vida bohemia y disipada, sujetas a
contratos discontinuos y prácticamente sin derechos. A veces se desahoga
explicándome la discriminación a la que están sometidas. En cambio, los musos, se han integrado perfectamente al mundo capitalista
moderno. Hasta se han cambiado el nombre añadiéndose una e: museos. Con esto
quiero decir que yo soy más de musas que de musos.
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