Cazarabet conversa con...   Marta Aponte Alsina, autora de “La muerte feliz de William Carlos Williams” (Candaya)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La narrativa inquisitiva por “lo fresca, natural, realista”, pero sutil, cuidada y cercana de la mano de la puertorriqueña Marta Aponte Alsina nos llega de una manera que nos transportará a la vida de la pintora Raquel Helena Hoheb… una de las pintoras puertorriqueñas más importantes del siglo XIX y que, además, fue la madre de otro artista… este de las letras y palabras compuestas como poemas, William Carlos Williams…

Según el propio Williams su madre le influyó, sobre todo desde su imaginación

Además, el libro es un viaje, como una “road movie”, por el mundo y la historia de las migraciones caribeñas…

Lo que nos dice la sinopsis: La muerte feliz de William Carlos Williams es una novela sobre la enigmática Raquel Helena Hoheb, tal vez una de las pintoras más importantes del siglo XIX latinoamericano y madre del poeta William Carlos Williams, que la definió como una mujer de imaginación irreprimible. Su vida ejemplifica muy bien la rica historia de las migraciones caribeñas: de Mayagüez, Puerto Rico, al París de la Exposición Universal, y de ahí a Rutherford, New Jersey, donde vivió durante más de medio siglo el conflicto entre el papel de mujer de familia y su vocación artística.

Marta Aponte Alsina, una de las autoras más destacadas de la literatura puertorriqueña, sigue una ruta inversa a la escritura de una biografía: le da voz al silencio, se atreve a remendar vacíos y añade desvíos a la obra del autor de Paterson, para descubrir, finalmente, que todas las biografías están conectadas y que todos los pasados se proyectan sobre nuestras vidas.

La autora, un aire fresco, lleno de dignificación creativa que llega a lo humano, Marta Aponte Alsina: nació́ en Cayey, Puerto Rico, en 1945. Ha publicado las novelas Angélica furiosa (1994), El cuarto rey mago (1996), Vampiresas (2004), Sexto sueño (2007, Premio Nacional de Novela del Pen Club de Puerto Rico), El fantasma de las cosas (2009), Sobre mi cadáver (2012) y Mr. Green (2013); los libros de relatos La casa de la loca (2001) y Fúgate (2005); y los ensayos Somos islas (2015) y PR3 Aguirre (2018) entre muchos otros.

Ha sido editora de numerosos libros y revistas, como la antología Narraciones puertorriqueñas publicada por Fundación Biblioteca Ayacucho. En 2014, el Programa de Estudios de Mujer y Género de la Universidad de Puerto Rico le otorgó la cátedra Nilita Vientós Gastón. Cristina Rivera Garza la incluyó en una selección de 12 autoras imprescindibles de América Latina, publicada en la revista Publisher’s  Weekly en 2018. 

Leed la excelente escritura de esta autora puertorriqueña, pero no dejad, también de acompañaros, si queréis, de aquello de “saber más”:

https://es.wikipedia.org/wiki/William_Carlos_Williams

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Marta Aponte Alsina:

-Marta, La muerte feliz de William Carlos Williams es un relato de vidas, encuentros   de gentes, de personas que se escuchan, que viven y conviven para luego irse o venirse…una especie de biografía de biografías ¿verdad?, como una vida que esconde vidas y viceversa…como relatos a modo de matriuskas, ¿qué nos puedes decir?

-Sí se trata de una urdimbre de historias, aunque la imagen de la matriuska sugiere espacios cerrados, y quizás la novela se relaciona mejor con la imagen de una red compuesta de redes, de modo que abarca espacios abiertos: los espacios de las culturas caribeñas, de la migración, de personajes que parecen muy distantes de los rumbos históricos de nuestras islas, pero que formaron parte de las experiencias de los personajes y así llegan a figurar en el texto de la novela.

-¿Qué incentivo literario y estético hay detrás de La muerte feliz de William Carlos Williams porque tu literatura tiene mucho de estética y hasta de poética?

-Me conmovió la lectura de Yes Mrs. Williams, el libro que William Carlos le dedicó a las memorias de su madre. Y vale insistir en los caminos asombrosos de los migrantes, porque en ese libro, publicado en 1959, encontré información desconocida para mí acerca de la vida social en Mayagüez en la primera mitad del siglo XIX. Mayagüez es una ciudad de Puerto Rico, donde nació Raquel Helene Rosa Hoheb Hurrard, la madre de Williams. Fue alucinante esa devolución de unas memorias escritas en inglés, compiladas por un poeta del canon estadounidense. Solo ese dato merece una detenida reflexión sobre el tiempo, sobre la memoria, sobre las experiencias que trascienden fronteras políticas y órdenes lineales.

-Es un relato de una vida que llega al final y de las contradicciones de quien la cuida y eso es una constante que cualquier persona, de cierta edad, ya toca, ya ve, huele, oye y palpa en el día a día…

-Y puede ser angustiosa esa relación entre madres e hijos, pero si se tiene la suerte de vivir para contarla también provoca un conmovedor entendimiento de la importancia de las vidas mínimas, sobre todo en tiempos como los que vivimos, cuando tanto del rumbo de nuestras vidas lo deciden intereses ajenos a los nuestros: guerras, destrucción ambiental, encierros.

-Tienes, no sé si en tus genes literarios o en los que da el vivir en otras latitudes e inmersa en otras culturas que entienden la vida de otra manera—porque la vida es de muchas maneras y todas válidas---…pues tienes una creatividad imaginaria que sabe manejar un lenguaje lleno de luz y color, a la suerte que un tanto poético, con el manejo coral de personajes, ¿cómo lo logras, cómo lo consigues… es tu estilo y bien no puedes conseguir escribir de otra manera porque cuando se tiene un estilo con una personalidad firme y fuerte no hay manera de volver atrás…?

-Creo que siempre se puede leer críticamente lo escrito, porque los textos cambian con el tiempo. Y esa cierta distancia y el proceso mismo de ir escribiendo imprime en nuestra conciencia una capacidad de reflexión que va abriendo nuevas perspectivas. Ahora estoy ocupada con un proyecto que es la segunda parte de mi libro más reciente, PR 3 Aguirre. Se trata de explorar las conexiones culturales entre el archipiélago de Puerto Rico y las islas del Caribe oriental. Son libros hechos de investigación de archivo y de entrevistas. Una escritura más concisa y sugerente, tal vez.

-¿Bebes de cierto realismo que se roza con el realismo mágico y fantástico que es tan de América del Sur incluso para adentrarte en esta especie de propuesta literaria que se adentra en  la biografía?

-Bueno, el realismo mágico tipo Carpentier, García Márquez, los vanguardistas brasileños, pero también un poco Italo Calvino con sus relatos de ciencia ficción, y la hermosa levedad de El barón rampante, fueron lecturas muy felices en mi adolescencia. Me parece que tienen en común la escritura airosa, feliz, llena de humor y exageraciones característica de los cuentos tradicionales. La vida desde aquellos años ha estado llena de horrores, provocados por las guerras desastrosas del capitalismo rapaz. El mundo no se representa igual. Pero creo que la belleza es un arma poderosa, y que a fin de cuentas en literatura todo es invención. Se puede imaginar un mundo mejor, imaginar la libertad que no tenemos, las confederaciones de afectos que quizás solo en la literatura caben, pero que desde la literatura pueden ser influyentes en la vida política y social. Desde luego no hablo de fantasías tipo Disney, sino de los relatos auténticos de los pueblos.

-Los y las artistas tienen una manera de vivir especial porque creo que necesitan reivindicar en parte que “su arte”, independientemente del que desarrollen, que se es útil e imprescindible para la vida y la sociedad…que forman parte de los imprescindibles, ¿qué piensas?

-Soy una autora muy solitaria. No formo parte de círculos literarios, y en mi país, como en todas partes, menos en los países más ricos, son escasos los incentivos para escribir. Sí pienso que la literatura es una de las invenciones humanas para el registro de la vida, de la experiencia. Ese registro no es tanto imprescindible como inevitable.

-Y si son artistas o creadoras que tienen que compaginar “el ser madres”, “el ejercer como madres” … entramos en una especie de espiral al que no siempre se le hace justicia… ¿cómo lo ves?

-La situación de la mujer desde el comienzo de la acumulación de capitales, y propiedades y las guerras inevitables ha sido la raíz de la más profunda injusticia. Tener hijas o hijos es ya una situación de enorme responsabilidad. Escribir también lo es, y responde a una vocación fuerte. Los sacrificios de una u otra situación son muy dolorosos.

-¿Estaba en parte Raquel “atrapada” en esto?; ¿viajaba e iba como las abejas alimentándose de aquí y de allá?

-Sí, porque además suya fue la suerte de la migrante, y si esa migrante, además, depende del orden establecido por un marido jefe de familia, y si se encuentra en un ambiente cultural que no la refleja, solo le queda expresar su dolor, quejarse, y legarle al hijo sensible ese dolor.

-¿Este libro quiere rendirle como homenaje, remirando y repasando la vida de Raquel Hoheb…?, ¿por qué siempre se la describe como “la madre de William Carlos Williams?

-No sé. La cultura académica estadounidense se nutre de otras culturas, siempre que pueda “americanizarlas”, es decir, entenderlas como parte de una olla de identidades o “melting pot”, cuando no de guerras entre identidades que reclaman sus diferencias, territorios y “agencias”. La criatura “exótica” que no puede reducirse a unos moldes no es visible. Más bien incomoda. Una de las obsesiones del mismo William Carlos era precisamente la identidad, lo esencial de la experiencia estadounidense, tema central de su libro In the American Grain. Su madre mestiza racial y culturalmente, espiritista, artista, afrancesada, era una figura difícil de asimilar.

-¿Qué te llamó la atención de Raquel Hoheb?, me refiero desde su vertiente artística  a la humana…

-Que es una puertorriqueña desconocida, aunque su vida transcurre en contacto con figuras centrales de la cultura europea y latinoamericana. Desde los pintores académicos del XIX hasta los vanguardistas del siglo XX, desde Ezra Pound hasta los visitantes del hijo: Duchamp, Man Ray y otras y otros. Quizás si se hubiera tratado de un hombre, digamos de un hombre cubano, no sería una figura marginada de los registros de las culturas. Quien estudie la vida de Marx, por ejemplo, sabe que tuvo un yerno cubano. Los cubanos erigen panteones culturales. Puerto Rico ha sufrido la fuerza aplastante de un imperialismo totalitario que propicia la desmemoria.

-¿Cómo  “la lees”, “la conoces” como madre…cómo crees que “la conoce, la vive y la convive” William Carlos Williams?

-En la novela hay rastros de esos modos de convivencia. No los inventé todos. Los repliqué y los amplié. Raquel y su hijo dejaron huellas en cartas, y el libro Yes Mrs. Williams, así como la autobiografía del poeta, recoge el tono conflictivo de esas relaciones.

-¿Un Williams que tenía como, no sé, vocación de cuidador…fue médico pediatra…pero un médico pediatra que escribía poesía que veía al mundo y a la vida desde unos anteojos de poeta o era un poeta que se enfundó la bata de médico?

-Impresionan la vitalidad de Williams y su empeño en demostrar con su propio cuerpo, en la vida propia, que la poesía está en todas partes, que la conciencia poética, que la sensibilidad y la fuerza de la mejor poesía se encuentran en las voces vulgares y en la miseria y la alegría humanas. No se trata, en su poética de un ejercicio puramente mental. Sino de una especie de órgano que también se asocia con eso que antes se identificaba con la mirada intuitiva del médico de familia.

-Hay amor, pero también un poco de resentimiento, ¿no?... no sé es algo que percibo entre Williams y Raquel…las relaciones entre padres e hijos son mucho más complejas de lo que parece, ¿verdad?

-Desde luego que son complejas, siempre.

-Esta novela biográfica o de seguimiento de Raquel Hoheb le va detrás…así recorremos contigo los lugares que ella visita, que ve, siente…donde está y , de alguna manera, le impacta desde el Caribe cálido, sofocante, húmedo hasta la Europa de un París que la recibe para retroalimentarse o para aterrizar “al Nuevo Mundo de un Nueva York” que la acoge como artista…Así nos encontramos con un relato que nos enseña cómo es de importante el escenario en el que se mueve ella, la artista y la mujer que es Raquel Hoheb….

-Sí, eso intenté hacer. Expresar los choques entre la sensibilidad de la migrante y los mundos dispares de su trayectoria. Intenté que la subjetividad del personaje se adentrara en las descripciones. Todo está visto a través de ese lente: París, Puerto Plata, Nueva York, Rutherford. Los juicios sobre esos lugares no son necesariamente los de la narradora, están tamizados por la sensibilidad del personaje, aunque la novela no esté escrita en primera persona.

-Para tomarle el pulso a tres culturas, tres maneras diferentes de vivir la cultura y el arte, tres maneras de sentir, en definitiva, la humanidad, ¿qué nos puedes decir?

-Esa es la realidad compleja de las culturas migrantes. En estados Unidos las guerras culturales tienen que ver quizás con esas resistencias que no se asimilan a una cultura homogénea. Y cada grupo exige un reconocimiento, un espacio social, un acceso al poder político. Nunca se produjo aquello de la fusión de culturas ni se ha cumplido para todos el “sueño americano”. Pero, además, esa complejidad cultural es muy propia del Caribe entendido como el espacio insular y las costas de Tierra Firme; la enorme riqueza cultural de pueblos despojados, empobrecidos.

-El peso para bien y para mal de todas las relaciones que le confluyen a Raquel Hoheb le influyen, pero ¿cómo y de qué manera?

-Fue una mujer consciente de su suerte y de su valor propio, capaz de una fuerza arrolladora, en conflicto con el hijo y su familia. La grand dame.

-Y a ti, amiga, ¿quién te ha influido a la hora de escribir La muerte feliz de William Carlos Williams? Porque estoy segura que quien más te ha influido ha sido, además de la propia Raquel el propio William Carlos Williams…

-Desde luego, pero llego a él por conducto de su madre. Para documentar la novela leí prácticamente toda su obra, o buena parte de ella, incluso la obra en prosa. Y su poética, ese lente afinado con el detalle que suele pasar inadvertido en la monotonía cotidiana, es muy afín a mis valores.

-¿Porque dónde entronca el poeta que era Williams con la pasión desmedida y tan polifacética de Raquel Hoheb?

-La cita inicial de mi novela se refiere a la madre como una criatura desposeída, pero dotada de una imaginación poderosa. Esa facultad de la madre se relaciona con la poética del hijo. Para el hijo poeta la imaginación es como una máquina generadora y reveladora de las cosas…

-Por cierto, el proceso de documentación e investigación debió de llevar su tiempo, trabajo, minuciosidad… -¿Y cómo trabajas, cuál es tu metodología de trabajo?

-Leo lo que encuentro sobre los temas que me interesan, que suelen ser inabarcables, veo cine, camino, sobre todo, por los alrededores del pueblo donde me tocó vivir. Una vida solitaria, acompañada por mi esposo Paco Vélez Quiñones y tres perras viejas, y un perro casi tan viejo como ellas, además de árboles, flores, montañas y paseos por la costa cercana.

-Es un libro muy, muy humano frente a las artes que nos pueden engrandecer humanamente hablando, pero que también puede hacerse un nudo de aquello que las ramas no nos dejan ver el bosque

-Sí, hay cierta complejidad en la escritura de algunas secciones, acaso más experimentales. Pero la continuidad del hilo narrativo está en el día de la despedida de la madre, cuando el hijo la ingresa en la residencia para ancianos.

-Esta novela, ¿te ha abierto la mente para próximas propuestas literarias…?

-Después de esa novela he publicado PR 3 Aguirre, un libro extenso sobre el sur de la isla, y un libro de relatos. Ahora quisiera continuar la ruta de PR 3 Aguirre y extenderla hacia una exploración cultural de las islas cercanas a Puerto Rico.

-Amiga Marta ¿cómo ves la salud de la literatura puertorriqueña?

-Veo que se escribe y publica mucho, que hay libros considerables y autores jóvenes de gran calidad, como por ejemplo Carlos Fonseca, puertorriqueño costarricense, Luis Othoniel Rosa, Vanessa Vilches Norat, Glendalys Marrero, Ana María Fuster, Ana Marina Rúa y otras y otros. Cuesta mucho escribir en circunstancias donde es difícil la vida, dada la ruina económica del país y el estado colonial opresor, pero esa misma carencia de libertad colectiva estimula el deseo de la huella.

-¿Nos puedes hablar un poco de tu proyecto literario, me refiero a ese que mira a tu isla, a una carretera al Sur que bien puede ser una especie de cicatriz amenazante…?

-Ese proyecto que cristalizó en un libro extenso PR 3 Aguirre, se extenderá en mi próximo libro hacia la documentación de los migrantes que desde hace cientos de años han viajado entre las islas caribeñas. Rutas flexibles, pero constantes y con frecuencia olvidadas, inadvertidas, secretas. Un trabajo arduo y gustoso.

 

 

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