Cazarabet conversa con... Enrique Andrés Ruiz, autor de “Los montes antiguos” (Periférica)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Enrique Andrés Ruiz escribe para Periférica una narración exquisita de regresos al hogar, quizás también al origen…

La narrativa de Enrique Andrés Ruiz obedece a su médula como poeta y a su “buen gusto” por lo bello…

Lo que nos dice la sinopsis desde Periférica:

El narrador de Los montes antiguos regresa a la casa familiar, en Soria, tras la muerte de su padre. Allí ha de hacerse cargo de una tierra que, lejos ya de la idealización de otros tiempos, reclama ahora el cuidado de los árboles, el desbroce de la maleza, los preparativos para combatir el fuego. En sus sucesivas estancias en este territorio de límites imprecisos, entre el campo y la pequeña ciudad de provincias, descifrará "un ritmo que no se acompasa sino a sí mismo", el de una naturaleza que se sabe "lejos de la guerra de los argumentos". Pero, también, desvelará una callada e insidiosa conciencia de la Historia: la de aquellos hombres y mujeres olvidados (paisanos y forasteros, fugitivos, hombres de palabra, gentes de oficio pegado a la tierra, muchachas fabuladoras, visionarios del pasado, soñadores de la revolución…) por los que pasaron una república y una guerra civil, las migraciones de la supervivencia…, y la vida, en resumen, en sus aspectos más tenues y reveladores.

Con su bellísima prosa, impregnada de la viveza del habla popular, y una singular cadencia de pensamiento, entre la novela y el ensayo más intuitivo, Los montes antiguos es una ambiciosa indagación contra cualquier naturalismo ingenuo o nostalgia edulcorada. Contra el mito de un país edénico, pero también contra la desmemoria. Una suerte de geórgica virgiliana moderna atravesada por la contingencia que compara en el fiel de la balanza, con una misma sospecha, naturaleza e historia.

El autor, Enrique Andrés Ruíz: Enrique Andrés Ruiz (Soria, 1961) es un excepcional poeta y ensayista cuya faceta de crítico de arte y cultura (con un especial talento para desmontar la propaganda de nuestro tiempo), lo ha convertido en una rara avis en el panorama literario español. Es autor, entre otros poemarios, de Con los vencejos (2004), El perro de las huertas (2013) y Los verdaderos domingos de la vida (2017). Sus escritos sobre arte han sido reunidos en libros como Vida de la pintura (2001) o Santa Lucía y los bueyes (2008), y entre sus ensayos de crítica cultural se encuentran La tristeza del mundo. Sobre la experiencia política de leer (2010) y La carroña. Ensayo sobre lo que se pierde (2017), así como Las dos hermanas. Antología de la poesía española e hispanoamericana del siglo XX sobre pintura (2011). Se ha ocupado del estudio y edición de la obra de otros creadores, como Julio Mesanza, Julio Garcés, Luys Santa Marina, José Gutiérrez-Solana o José de Almada Negreiros. Asimismo, ha comisariado numerosas exposiciones de arte contemporáneo, entre ellas las dedicadas a Ramón Gaya o Juan Manuel Díaz-Caneja en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid. Colabora asiduamente en Babelia, el suplemento cultural del diario El País.

Los montes antiguos, libro en metamorfosis desde hace más de diez años, alcanza ahora su definitiva hechura de novela.

 

 

 

Cazarabet conversa con Enrique Andrés Ruiz:

-Enrique, ¿qué te ha llevado a escribir esta obra narrativa en la que, creo aventurarme, aunque sea de prosa se nota que tu mundo ha sido, siempre, la poética, ¿verdad?

 

-La verdad es que se comienza a escribir con una sensación muy borrosa que no es todavía una pretensión. En el caso concreto de este libro, siempre hubo, como empujándome por detrás, un deseo de salvación, de refugio para un mundo a pique del olvido. Hoy creo reconocer en ese deseo lo más parecido a una intención. Luego están otras cosas, el afán de idealizar, por ejemplo, que es un correlato de otro deseo, el de un mundo más hermoso, más alto, más brillante. En la novela los datos de la realidad histórica están continuamente mezclados con esos otros datos que no lo son, que no son datos reales, sino creaciones de la imaginación.

 

-En esta obra narrativa “vuelves” a un pueblo y tratas de buscar como “la esencia del lugar” … más bien se encuentra con un mar de desidealizaciones, desmitificaciones de un lugar que fue y no es porque no puede ser o porque…

 

-Bueno, hay que decir que no soy yo el que vuelve. Hay un personaje que, en efecto, vuelve a un lugar entre la ciudad y el campo, un lugar que desde la distancia había sido idealizado y recreado, y allí comprueba que la realidad y la historia se le resisten. Que la realidad y la historia son duras, ásperas, que no tienen nada que ver con eso que hoy se llama "naturaleza", por ejemplo. Que afirman su resistencia frente a nuestros deseos y frente a las creaciones de la imaginación que son obra de ese deseo, o que al menos están espoleadas por él. En el corazón del hombre habitan deseos infinitos.

 

-¿Cómo es escribir un libro que se va transformando, reinventando a sí mismo conviviendo con tu evolución como escritor…? ¿y cómo resulta ese libro?

 

-Pues, sí, esto es curioso. Supongo que lo dices en parte por la larga duración de esa escritura, y por otras por las continuas revisiones que ha tenido la novela. En principio fue una especie de cajón de historias, algo que estaba más pautado por el modelo del Decamerón o de Las mil y una noches, que por un relato lineal. Luego, y en gran medida con la colaboración de las chicas de Periférica, grandes profesionales, que han hecho un trabajo ejemplar, se fue transformando en algo más parecido a un relato. Adelgazó. Se fue perfilando en límites más concretos y definidos. Pero pasa una cosa más importante. Y es que no somos los mismos. Yo cambio de parecer con cierta frecuencia, no me reconozco en el que era cuando pensaba tal y cual, me resulto lejano a mí mismo. Este es el asunto de la identidad, que también tiene que ver con esta novela. No somos los mismos y la identidad individual es también una creación, al fin y al cabo. Por mi parte, diría que soy todo lo contrario a alguien de una pieza.

 

 

-Quizás porque los lugares son lo que son mientras están habitados por quien están habitados---una determinada gente y no otra---y en un tiempo y no en otro…- Claro, volver al cabo de un tiempo y pretender que aquello siga allí tal como lo dejamos, puede que sea pedirle demasiado a todo….

 

-Sí, pero hay otra cosa más llamativa aún. Y es la nostalgia de lo que no hemos vivido. Casi todas las historias del libro, las que no son completamente inventadas, proceden de historias oídas, no vividas, y oídas además de relatos fragmentarios, entrecortados, como se contaban antes las historias en las familias, un poco a calladas. De manera que no puedo decir exactamente que la nostalgia haya inspirado Los montes antiguos. Su antigüedad, por decirlo así, es mucho más remota que mi vida, más ajena, más extraña a mi vida que cualquier recuerdo personal. Decía Emmanuel Levinas en una frase que siempre me acompaña que tenemos nostalgia de un lugar en el que no nacimos, de uno del que no tenemos recuerdos.

 

-También está el hecho de la muerte del padre, el habitante de la casa, el ser, ¿cómo diría?, como más apegado a la tierra….

 

-Sí, la muerte del padre es como el detonante que abre la espita de las narraciones, como el hecho fundacional que desencadena el juego de la imaginación y en parte de la memoria. Es parte de la tierra, es quien, además, sabe de la realidad de la tierra y su aspereza, lo que ella demanda.

 

-¿Qué es para ti la narración, amigo, viniendo como vienes , más que nada, de la poética?.- ¿Escribes prosa poética?

 

-No, no me gusta eso que se llama prosa poética, que hace suponer una especie de caída o de abandono lírico. Lo cual no quiere decir que la prosa no sea capaz de recoger los latidos de la imaginación y de los afectos. La poesía que me gusta, por lo demás, es bastante narrativa. En España también pasa una cosa, como decía Unamuno, y es que si has escrito poesía, por ejemplo, ya sólo puedes ser, decía él "además" novelista, o al revés. En el mundo anglosajón la mayoría de los poetas ha escrito novelas. Lo que creo es que lo específicamente poético es un trato carnal con las palabras, un gusto por su materialidad, por su tacto, por su poder sensorial, y esto puede intervenir en la prosa, claro.

 

-En tus creaciones ¿qué papel quieres darles a los personajes…prioritario frente a la trama y al escenario?; bueno, aquí, el escenario de escenarios que es ese pueblo soriano entre soles inquebrantables, fríos insolventes, con alma propia es un personaje más… que no te pierde de vista en ningún momento…

 

-En los géneros literarios antiguos, aquellos a los que se refería Aristóteles en la Poética, los personajes principales eran los héroes. Y estos, a diferencia de los otros personajes secundarios, tenían un destino, y era ese avance hacia su destino lo que hacía caminar a la acción. Los otros, los secundarios, sólo tenían carácter (por eso se dice que los actores están "caracterizados"). Un carácter no cambia. El personaje conducido por un destino, sí. Esto lo estudió muy bien Walter Benjamin en páginas que le gustaban mucho a Ferlosio. Bueno, pues todos los personajes de Los montes antiguos son seres modernos, o sea, no son protagonistas de ninguna historia épica o gloriosa, aunque todos en alguna medida quisieron serlo. Sus historias todas son historias truncas, fracasadas, como las de los seres de carne y hueso de la historia, no como los refulgentes e inmortales de la poesía y la leyenda.

 

-¿De qué se da cuenta el “nuevo habitante” de esta nueva tierra…?, bueno se va dando cuenta poco a poco…

 

-Pues se da cuenta de todo esto, de la caducidad, de la aspereza de la realidad, de la mentira de la imaginación y la poesía que, sin embargo, reflejan una verdad: la del infinito deseo de nuestro corazón. Un deseo de perduración y de hermosura, de que nada pase del todo, de que nada muera.

 

-Descubre o redescubre los rincones de esta tierra que se deshilacha entre lo habitado, pero ¿qué encuentra dentro de él mismo más frustración que añoranza y olvido?

 

-Todo lo que encuentra en realidad en él mismo. El resultado es su narración. El narrador es un personaje de esta novela, uno de los principales. Y el tono de sus historias y descripciones. Y el deseo de salvación y el de invención, son suyos.

 

-También se da cuenta de lo que es, entre sus habitantes… del paso, espeso y pesado de la historia…entre gentes que si se han quedado han luchado entre el olvido y que, si han vuelto o han llegado, lo hacen desde una “especie de ignorancia” … ¿qué nos puedes comentar?

 

-Historia era, también para Aristóteles, lo que no era poesía. Con este último nombre se refería a las historias perdurables de los seres perdurables, de los héroes y sus destinos de gloria. En la historia, es decir, en el tiempo vivimos los demás, los seres de carne y hueso, pasajeros y fracasados todos. A la poesía se aspira, a la historia se la sufre. El gran modelo de nuestra literatura, don Quijote es alguien que vive en la historia y ahí sufre los trastazos y las bofetadas, pero él querría vivir en la leyenda, como los héroes de los que ha leído sus peripecias.

 

-Entre los primeros, los llamados paisanos, hay gentes tan variopintas como pegadas a la tierra de una manera casi innata…

 

-Sí, claro, esto antes era más frecuente, gente que apenas se desplazaba del lugar en el que comía y trabajaba, rezaba y moría. Y luego en la novela también hay todo lo contrario, gente que deambula permanentemente, hay por ejemplo un representante comercial de la casa Nestlé que lleva toda la vida de aquí para allá, pero además con su imaginación y a la vista de las estampas y los cromos de esos lugares parecen haber viajado por todo el mundo.

 

-Lo mejor es sentarse y escucharlos ,porque vivieron tiempos de cambios, de incertidumbres, de desengaños, de carencias, de sueños; muchos de ellos trucados, de frustraciones, gentes que vieron caer una dictadura y llegar una república…que vivieron una guerra…el hambre, el dolor de las pérdidas y los tiempos en los que mucha gente, demasiada, hacía la maletas para “buscar un mañana mejor” ; tiempos en que los que se quedaban eran supervivientes, quizás guardando ese calificativo como un incentivo para estar por encima de los que vuelven…quizás para recordárselo…

 

-Todo eso es la historia. La historia y sus ruedas de hierro bajo las que mueren los hombres. Contra ella, está el infinito del deseo que alberga nuestro corazón, siempre activo y siempre frustrado.

 

-En conclusión, que el retorno, al final, no tiene nada o casi nada de romántico, ¿verdad?, pero ese camino es lo que lo hace más que atractivo…y el camino del que retorna, creo, empieza, justamente al llegar al lugar… Llegar al lugar y sentir que todo el paisaje, incluido el movimiento de los árboles movidos por el viento, te miran, te observan, te vigilan…-Y eso sin entrar en los ojos humanos, allí, acechadores, guardianes, escrutadores, inmisericordes…

 

-Sí, es un poco eso. El que llega se siente observado, no por nada ni por nadie en especial, sino por un ámbito que en el fondo le es extraño, un ámbito que sólo conoce en la distancia, del que un día se alejó y al que ya no podrá regresar, en realidad, nunca, porque cobra con conciencia de lo irreversible. Exagerando mucho, se puede decir que se puede ser tuareg, pero no se puede volver a ser tuareg, hay en ello una falsificación, un fraude.

 

-Se nota que te lo has pasado muy bien escribiendo y creando esta historia, ¿no?

 

-No tengo una idea particularmente gozosa de la escritura. Pasarlo bien no es exacto. Lo he pasado bien y mal. En la escritura hay mucha incertidumbre, mucho esfuerzo físico (el mental se supone).

 

-Este trabajo, ¿te ha abierto la mente y la curiosidad a indagar más sobre algunos de los aspectos tratados en el mismo?; ¿nos puedes hablar de trabajos, sean narrativos o poéticos, en los que estás sumergido ahora?

 

-Sí, estoy escribiendo otra novela, pero de esto es mejor no decir nada, porque hasta que una novela no es leída, en realidad no existe.

 

 

_____________________________________________________________________

Cazarabet

c/ Santa Lucía, 53

44564 - Mas de las Matas (Teruel)

Tlfs. 978849970 - 686110069

http://www.cazarabet.com

libreria@cazarabet.com