La Librería de El Sueño Igualitario

_visd_0001JPG0AZOV.jpgCazarabet conversa con...   Alejandro Tiana Ferrer, autor de “Las Misiones Pedagógicas. Educación popular en la Segunda República” (La Catarata)

 

 

 

 

 

 

 

Este libro, de editorial La Catarata,  nos trasporta a la apasionante vida de cómo se impartía la educación popular en la Segunda República.

Una Segunda República que quería o pretendía llegar a todos y a todas, a cada ciudadano y ciudadana de este país que, en aquellos años, retenía mucha importancia en lo rural.

El autor es Alejandro Tiana que ya ha colaborado con  La catarata con otros libros:

Alejandro Tiana Ferrer es catedrático de Teoría e Historia de la Educación y actual rector de la UNED. Ha investigado y publicado sobre la historia de los sistemas educativos contemporáneos, política y legislación educativa, educación comparada y evaluación de la educación. Ha ocupado diversos cargos en la UNED y otros organismos, así como en el Ministerio de Educación y Ciencia, entre ellos secretario general de Educación (2004-2008).

Libros, entre otros, en los que ha colaborado y participado también para La Catarata:

II Informe sobre la Desigualdad en España 2015

Informe sobre el estado de la cultura en España 2016. La cultura como motor del cambio.

Informe sobre la Democracia en España 2015.

No paramos, un poco más en las sinopsis de estos dos libros, también suyos:

La lectura

Una aproximación a la lectura, a través de diversas miradas que se complementan, sobre su importancia, su actualidad y su futuro inmediato, de la mano de narradores, pensadores y profesionales del mundo del libro. En palabras del coordinador, Antonio Basante Reyes, “leer es mucho más que el dominio de una destreza básica para la comunicación o el aprendizaje. Mucho más que la conquista de una habilidad, fundamental, por otra parte, en la actual sociedad de la información en que vivimos. Leer es, sobre todo, una forma de entender e interpelar a la vida. Un pacto permanente con la curiosidad por conocer y sentir. Una mirada inquieta, inquisitiva e independiente con todo cuanto nos rodea”.

Autores: Antonio Basanta ReyesRogelio Blanco MartínezMaría Antonia CarratoMilagros del CorralAntonio Mª ÁvilaFernando ValverdeEnrique Gil CalvoAlejandro Tiana FerrerJuan MataGustavo Martín GarzoLuis Mateo Díez, Emilio Lledó, Francisco Jarauta, Darío VillanuevaJosé Antonio Millán y Daniel Cassany.

Luis Gómez Llorente: educación pública y socialismo. (que escribió con Manuel de la Rocha y Antonio García Santesmases)

Lo cierto es que el saber ha sido un instrumento de dominación a través de los siglos. Las clases dominantes, los grupos privilegiados en cada sociedad han retenido como patrimonio privado las formas de sabiduría más sofisticadas según el nivel de cada tiempo. El muro de la riqueza y el muro de la sabiduría han sido los baluartes seculares para preservar el recinto de los privilegiados.”

“La enseñanza, sistema para la transmisión de los saberes, […] se cuidó a lo largo de los tiempos que estuviera controlada por las fuerzas sociales dominantes, y utilizando la enseñanza como un instrumento más de dominación, se aseguró que sirviera como eficaz mecanismo reproductor de un determinado modelo de organización social, con su respectivo aparato ideológico legitimador.”

“Hemos visto cómo hasta el presente el saber ha sido un instrumento de dominación social. Cómo el sistema de enseñanza se adecuaba sobre todo a la reproducción de las desigualdades y consecuentemente a la reproducción de los estratos dominantes. Pues bien, un punto nuclear del pensamiento socialista sobre la educación, es transformar la escuela en sistema de nivelación social, en impedir que el privilegio económico se perpetúe a través de la enseñanza.”

Luis Gómez Llorente, Alternativa socialista a la enseñanza (1979)

 

 

Cazarabet conversa con Alejandro Tiana:

fotonoticia_20170406190939_.jpg-Amigo Alejandro que la educación llegase a todos y a todas era uno de los objetivos, sino el que más de las Misiones Pedagógicas, ¿no?

-En realidad, se puede decir que era un objetivo prioritario de la República española. No en vano se la ha denominado “la República de los educadores”. Rodolfo Llopis, que fue Director general de Primera Enseñanza y promotor de la reforma educativa en el primer bienio republicano, decía en el prólogo de su libro La revolución en la escuela: “¡Ya tenemos República! ¡Ahora hay que hacer la Revolución! […y…] la revolución que aspira a perdurar acaba refugiándose en la Pedagogía […] ha de ser obra de los educadores”. Ese era el propósito que inspiraba a las autoridades republicanas. Y no resulta extraño que, siendo las misiones pedagógicas una de las iniciativas más tempranas de la República, participasen de ese mismo espíritu y se integrasen plenamente en esa tarea educadora. Puede decirse que todos marchaban en la misma dirección, aunque cada cual aplicase sus propios instrumentos.

-Porque hasta ese momento, ¿cómo era la educación en algunos rincones del Estado Español?

-Creo que hay dos calificativos que la pueden caracterizar: deficitaria y desigual. Los ciudadanos de algunas localidades tenían a su alcance una buena educación, mientras que otros ni siquiera podían aspirar a ella. Pero, tomada en conjunto, bien puede decirse que era una educación muy insuficiente. Casi la mitad de los niños y niñas  en edad de obligatoriedad escolar no disponían de plaza o iban unos pocos años a la escuela. Faltaban unas 27.000 escuelas primarias, que la República se propuso crear. Faltaban maestros y los que había no estaban bien pagados ni siempre bien formados, además de tener poco apoyo. Y si los ayuntamientos de ciudades como Madrid o Barcelona habían puesto en marcha iniciativas muy meritorias, la España rural estaba prácticamente abandonada, salvo destacadas excepciones. Los artículos de Luis Bello en El Sol, que luego recopiló en sus Viajes por las escuelas de España, dan fe de esa situación. Así se explica que el censo de 1930 arrojase un 42,3% de población analfabeta, cifra que aún era mayor en las zonas rurales.

-La situación, es de suponer era diferente en los pueblos, aldeas que en las ciudades…pero precariedad, ausentismo y niños y niñas que, por desgracia debían abandonar los estudios para ponerse a trabajar los había tanto en el ambiente rural como en la ciudad. Claro si te acercan el incentivo educo-cultural puede que te avengas más en “quedarte” un tiempo más en la escuela, ¿no?

-Obviamente, es así. En 1931 había en torno a 1.800.000 niños y niñas escolarizados y 1.700.000 que no lo estaban. Las cifras dicen mucho. Por ejemplo, aunque la obligatoriedad escolar abarcaba desde los 6 hasta los 12 años de edad, era una práctica habitual que asistiesen a la escuela unos pocos años, para aprender a leer y escribir, y luego la dejasen. Unos entraban a trabajar (era legal desde los diez años de edad) y otros, sobre todo las niñas, ayudaban en casa en vez de ir a la escuela. Si la escuela no ofrecía un aliciente especial, como era el caso, se abandonaba antes. Y eso ha continuado sucediendo durante muchos años. Incluso en estos últimos tiempos, la posibilidad de trabajar a partir de los 16 años en puestos poco cualificados incentivó el abandono de los estudios  en muchos jóvenes, sobre todo varones.

-¿Cómo era la España que se encontraron los misioneros?

-La España rural que visitaron se caracterizaba sobre todo por su aislamiento. No se puede decir que todos los pueblos que visitaron fueran pobres, aunque algunos de ellos llegaron a conmocionarles. El campo estaba cambiando y se estaba modernizando, sobre todo en algunas regiones. Pero, aun así, su mundo, su cultura, estaban muy lejos de lo imperante en las ciudades. Aquellos campesinos se sorprendían cuando veían el cine, muchos de ellos por primera vez en su vida, o cuando escuchaban música de discos en un gramófono. En las sugerentes imágenes que nos han legado se les puede ver desplazándose a lomos de caballería, pues había lugares a los que no podían acceder en camionetas o vehículos de motor. Esa sensación de aislamiento es repetida una y otra vez en las memorias que nos dejaron los misioneros y a través de las cuales conocemos muchas cosas de su experiencia.

-Uno de los objetivos de la II República era que la gente se educase más y mejor; crear espíritu de inquietud, de curiosidad, de amor por lo desconocido…

-Por supuesto. Ya lo he comentado más arriba. Las misiones se insertaron en una doble voluntad republicana: educar al pueblo y conquistar al campo para la República. Como decía también Llopis: “los pueblos pequeños […] permanecieron impasibles, aferrados a la tradición. Había que sacudir la modorra de esa España rural. Había que conquistarla para la República”. Para ello, había que acercar la ciudad al campo, con objeto de alegrarle, humanizarle y civilizarlo. En eso consistió el programa político-pedagógico de las misiones.

-Las Misiones Pedagógicas, de esta manera, tenían mucho que ver con la Institución Libre de Enseñanza…

-Sí, desde luego. No en vano el presidente del Patronato de Misiones Pedagógicas fue Manuel Bartolomé Cossío, un gran educador y sucesor de Francisco Giner de los Ríos al frente de la ILE. Los dos venían reclamando desde finales del siglo XIX una mayor atención educativa al medio rural, reclamando que se les prestase la atención de la que carecían. Y no cabe duda de que las ideas de la ILE estaban detrás del modelo pedagógico que desarrollaron las misiones.

Alejandro-Tiana-Tiching.png-¿Hereda algo, aunque sabemos que no es lo mismo, pero recoge algo del racionalismo, de esa rama pedagógica que fomentó Ferrer i Guardia?

-En realidad, la paternidad de la iniciativa es diferente. Pero es cierto que el racionalismo de Ferrer forma parte de un conjunto de pedagogías basadas en la libertad y en la racionalidad, rasgos que también comparte la ILE. En cierto sentido, se puede decir que ambas concepciones educativas plantean un desafío a la pedagogía oficial del momento, pero la ferrerista es más radical y rompedora.

-Hablemos ahora del proyecto en sí: cuéntanos, un poco, sus raíces; cómo fue su nacimiento y cómo se logra poner en marcha. Supongo que aquí la implicación, el compromiso y la solidaridad debieron de conjugarse a la perfección…

-La primera misión pedagógica se puso en marcha en diciembre de 1931, poco más de medio año después de la proclamación de la República. Es un tiempo muy breve, dado que hubo que empezar de cero. Pero el Patronato de Misiones Pedagógicas, formado por personas muy comprometidas con el proyecto, entre las que estaban Cossío, Llopis, los hermanos Domingo y Francisco Barnés, Luis Álvarez Santullano, Antonio Machado, Pedro Salinas, Luis Bello o Andrés Llorca, entre otros, desarrolló una gran actividad y consiguió iniciar pronto sus actividades, pues hay que recordar que solo habían sido nombrados en agosto. El presupuesto con el que contaban era reducido, lo que hizo que la mayor parte de los trabajos se hiciesen gratuitamente, de manera generosa. Hubo muy pocos misioneros que cobraron por su tarea, fueron una excepción. La casi totalidad de ellos se implicaron por el atractivo que tenía la iniciativa y por su compromiso personal. Así, no debe sorprender que hubiese muchos estudiantes jóvenes que se sumasen al proyecto. Por ejemplo, la Federación Escolar Universitaria (FUE) tuvo una participación destacada. De lo que no cabe duda es que el proyecto estaba muy maduro en la mente de Cossío y su círculo cercano, lo que permitió darle forma pronto. En 1932 las misiones ya actuaban con regularidad.

-Pero sin hacer de las misiones algo muy recreativo no hubiésemos conseguido nada…y aquí tocó saber también hacer bailar en poco trozo a la lectura con el “saber divertirse y entretenerse”. Explícanos.

-Efectivamente, lo novedoso de la experiencia era su componente de “escuela recreativa”, como había escrito Cossío en un mensaje que los misioneros leían a su llegada a los pueblos que visitaban. En ese mismo mensaje, que describe a la perfección sus intenciones, se habla de que son una “escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo […] donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no sea necesario hacer novillos”. Y afirma que “quisiéramos alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y divierten los cómicos y titiriteros”. Esas expresiones, “escuela recreativa”, “escuela ambulante”, “divertiros”, “titiriteros”, reflejan magníficamente el ambiente que reinaba en las misiones. Y el hecho de centrar su actividades en la música, el arte, el cine, el teatro, los títeres, ayudaba a hacerlos atractivos, como nos narran los propios misioneros. Y de paso, aunque en dosis menores, les enseñaban el Himno de Riego, el entonces himno republicano, les explicaban la Constitución de 1931 y sus derechos; en suma, hacían también una tarea de formación ciudadana, que algunas autoridades y personas con poder recibieron muy mal. Esa es precisamente su peculiaridad, que entendieron la tarea educativa en un sentido muy amplio y poco formal, convencidos como estaban de que había que hacer disfrutar al pueblo campesino de los bienes de la cultura que les habían estado vedados. Era una expresión del movimiento de “vuelta al pueblo” que llevaron a cabo diversos sectores intelectuales y artísticos en los años treinta.

-Nuestros primeros y primeras misioneros y misioneras, aquellas primeras expediciones, cargadas de ilusión, cómo eran…

-Aunque las misiones fueron muy variadas, el modelo tipo era el de un grupo de seis a ocho misioneros, que visitaban unas cinco o seis localidades cercanas, a partir de una cabecera de la misión, durante una semana. En ese tiempo desarrollaban todas sus actividades con sesiones a veces públicas y a veces más reducidas, dedicaban tiempo a trabajar con los escolares, daban conferencias, realizaban audiciones, proyecciones, exposiciones o representaciones y convivían con los campesinos. Los misioneros eran una pieza clave en ese proyecto. Juan Ramón Jiménez, describiendo su tarea, les llamó “los marineros del entusiasmo”, una bonita imagen para lo que representaron. Entre ellos se contaron muchos maestros, más de ochenta. Además, participaron siete directores de grupos escolares, quince profesores de Escuelas Normales del magisterio, once profesores de instituto, siete de universidad y unos cincuenta inspectores de primera enseñanza. Entre sus nombres destacan algunos ilustres, como Alejandro Casona, Herminio Almendros, María Zambrano, María y Matilde Moliner, Pablo de Andrés Cobo, aunque fueron muchos más los anónimos o escasamente conocidos. Hubo también artistas, escritores y músicos que participaron en las misiones, como Eduardo Martínez Torner, José Val del Omar, Ramón Gaya, Juan Bonafé, Eduardo Vicente, Rafael Dieste, Luis Cernuda, Agapito Marazuela, por no citar sino a algunos bien conocidos. Todos ellos, juntos con los estudiantes del Instituto-Escuela que formaron el Coro y el Teatro del Pueblo y otros muchos fueron el alma de las misiones. En total, conocemos los nombres de unos 700 misioneros, lo que es una cifra considerable, sobre todo teniendo en cuenta que no cobraban por su trabajo.

image.jpg-Pero a las aldeas y pueblos no llegaba solamente la lectura, llegaba el cine, el arte, el teatro…

-La verdad es que la República demostró un gran interés por fomentar la lectura (y no solo por alfabetizar, pese a la urgencia de esa tarea). Con esa intención, enviaron paquetes de cien libros seleccionados (Machado y Salinas participaron en la selección), junto con útiles para forrarlos y conservarlos mejor, así como cuadernos de registro y boletos de préstamo, a 5.522 localidades, lo que supuso un esfuerzo material, económico y logístico considerable para la época. Pero, como dices, además de enviar o llevar libros a las aldeas, llevaron discos y gramófonos, proyectores de cine y dispositivas, reproducciones de cuadros de pintores españoles del Museo del Prado y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Teatro y Coro del Pueblo, el Retablo de Fantoches y otros recursos educativos y culturales. Dejaron en los pueblos un gran número de reproducciones de grabados, discos y libros. Y se llevaron el cariño de aquellas gentes, muestras de su folklore, lecciones aprendidas y experiencias vitales. En total, nos constan 188 misiones, que visitaron unas 900 localidades. Además, hay que sumar los lugares en que actuó el Teatro y el Coro, el Servicio de Música y el Museo Circulante, así como los que recibieron su lote de libros de la Biblioteca de Misiones. Según los datos que hemos podido recopilar, las Misiones actuaron en unas 7.000 localidades, lo que es una cifra considerable. Fue un trabajo muy meritorio.

-Además algunas escuelas rurales “rejuvenecieron” con la visita de las Misiones Pedagógicas .Coméntanos, por favor

-En efecto, las misiones tuvieron una triple misión: llevar el arte y la cultura a las aldeas, desarrollar una educación ciudadana y vitalizar la escuela rural. Esta última tarea fue la menos atendida, al menos en términos directos, si bien hay que tener en cuenta que el Ministerio de Instrucción Pública tenía otros canales para desarrollarla. Pero, pese a lo limitado de su acción, realizaron diversos cursos para maestros, con objeto de difundir los nuevos métodos que algunos conocían tan bien debido a sus viajes a las escuelas modernas de otros países. Además, en los lugares que visitaron trabajaron con los maestros y sus estudiantes. Y en algún lugar, como en Sanabria, ayudaron a renovar los locales escolares y a crear un comedor escolar. Aunque este tipo de actuación no fue la central de la tarea misionera, no se debe despreciar, pues encajaba perfectamente con una de las intenciones más queridas de las autoridades republicanas. 

Es cierto que el entorno no fue fácil, que las dificultades crecieron tras el cambio de gobierno de 1933, que los presupuestos fueron cicateros, que recibieron ataques de varias personalidades destacadas de la derecha e incluso de algunas de la izquierda, pero aun así los misioneros no cejaron en su empeño. No es extraño que Pablo de Andrés Cobo, en una carta escrita en 1956 a Alejandro Casona, le escribiera: “¡Qué hermosa nuestra España de aquellos días, tan triste siempre! […] No conozco empresa alguna ni ningún tiempo más noble, amigo mío”. Ese era el sentimiento que les generó la experiencia.

 

 

 

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Las Misiones Pedagógicas. Educación popular en la Segunda República. Alejandro Tiana Ferrer
208 páginas       13,5 x 21 cms.
17,00 euros
La Catarata



“Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el Gobierno de la República, que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo aprenden, y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros. Y nosotros quisiéramos alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y divierten los cómicos y titiriteros.”

Así se presentaban los jóvenes integrantes de las misiones pedagógicas que desde 1931 visitaron más de mil pueblos cargados con películas, libros, discos, cuadros, títeres y otros artilugios. Estas palabras reflejan el carácter lúdico, la intención educativa y, sobre todo, la labor de transformación social que hacen de las misiones pedagógicas una de las experiencias más admiradas de la historia de la educación en España.


Alejandro Tiana Ferrer es catedrático de Teoría e Historia de la Educación y actual rector de la UNED. Ha investigado y publicado sobre la historia de los sistemas educativos contemporáneos, política y legislación educativa, educación comparada y evaluación de la educación. Ha ocupado diversos cargos en la UNED y otros organismos, así como en el Ministerio de Educación y Ciencia, entre ellos secretario general de Educación (2004-2008).

 

 

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