La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... José Ángel
Fernández López, autor de “La aventura
rusa. Voluntarios mirandeses en la División Azul” (autoedición)
UNA INVESTIGACIÓN
DE JOSÉ ÁNGEL FERNÁNDEZ LÓPEZ SOBRE LOS VOLUNTARIOS MIRANDESES EN LA DIVISIÓN
AZUL.
José
Ángel Fernández López ha sido colaborador del Instituto Municipal de la
Historia, habiendo obtenido diversos premios literarios, escribiendo cuentos y
relatos o narraciones breves; su primer libro de investigación Historia del
Campo de Concentración de Miranda de Ebro 1937-1947, publicado en el 2003,
suscitó y todavía suscita gran expectación, tanto dentro del Estado Español
como fuera.
Ahora ha
centrado su investigación rigurosa y su estudio en los mirandeses que tuvieron
que marchar, voluntarios o no, con la División Azul. Un libro rigurosa,
localista, pero que es el reflejo de lo que fue, en sí, la División Azul. El
libro, recoge los testimonios de casi un centenar de mirandeses que estuvieron
en la División Azul, mirandeses que no todos nacieron en Miranda del Ebro, pero
que sí estaban relacionados, más o menos directamente.
Entre los
45.000 voluntarios que marcharon a Rusia, entre expediciones y batallones,
fueron militares, falangistas, estudiantes, obreros, soldados de reemplazo,
excombatientes republicanos y algunos aventureros.
La
División Azul que luchó en el frente Ruso estuvo en activo durante dos años y
medio.
Cazarabet conversa
con José Ángel Fernández:
-José
Ángel, ¿qué te hizo escribir esta investigación y estudio en torno a los
mirandeses que “se enrolaron” en la División Azul?
Durante
la elaboración de mi anterior libro (Historia del campo de concentración de
Miranda de Ebro), localicé prisioneros que al recobrar la libertad se apuntaron
a la División Azul. Me sorprendió que hubieran dado ese paso, pero tras conocer
los motivos que les llevaron a hacerlo, se entiende por qué lo hicieron dadas
sus circunstancias.
-¿No todos fueron voluntarios, ¿no?
Del
centenar que yo tengo registrados, se puede afirmar que todos fueron
“voluntarios”, aunque muchos de ellos, se apuntaron presionados por los propios
oficiales durante su estancia en los cuarteles, coaccionándolos para que dieran
“un paso al frente”.
-¿Cuántos
“voluntarios” vinculados a Miranda de Ebro fueron con la División Azul a ayudar
al ejército de Hitler a “conquistar” la URSS?
En el
libro aparecen ciento cuatro. No todos nacidos en esta ciudad, pero como bien
dices, vinculados a ella: ya fuera al partir o a su regreso. Probablemente,
alguno más llegó a haber, pero no he tenido conocimiento de su estancia en
Rusia.
-¿Cómo ha sido el
proceso de documentación para poder escribir este libro? Me imagino que arduo y
costoso, ¿no?
Si
quieres que el libro tenga rigor histórico es necesario documentarte. Para
ello, he tenido que visitar en numerosas ocasiones el Archivo General Militar
de Ávila en donde se encuentran depositados los expedientes personales de los
divisionarios. La aportación que te dan las fuentes orales, ha sido
complementada con la búsqueda de noticias en periódicos y revistas de aquellos
años. Han sido muchas horas invertidas en trabajo de hemeroteca...
-¿Y las entrevistas,
cómo fueron, cómo se desarrollaron?
La
mayoría de ellos ya habían fallecido, por lo que tuve que recurrir a familiares
cercanos: viudas, hijos, sobrinos... y amigos o compañeros de trabajo, ya que
éstos recordaban algunas de las anécdotas que “machaconamente” les habían
contado cientos de veces... La mayoría de ellos se prestaron a ayudarme.
¿Qué perfil social
solían tener la mayoría de los que integraron la División Azul?¿Y, en concreto, los mirandeses?
En las
primeras expediciones que partieron para Alemania en julio de 1941, sí
abundaron los voluntarios con ideología falangista, pero, según avanzaba la
guerra y comprobaron que las tropas rusas cada vez estaban mejor pertrechadas y
comenzaban a recuperar el territorio perdido y los fallecidos entre las tropas
españolas empezaban a ser numerosos (cerca de 5.000 cayeron en tierras rusas),
y los voluntarios comenzaban a escasear, entonces tuvieron que recurrir a
buscar voluntarios en los cuarteles. Hay que tener en cuenta que se había
salido de una guerra civil y la postguerra estaba siendo extremadamente dura: había
paro y mucha hambre, por lo que alistándose en la División Azul buscaban
mitigar entre sus familiares la penuria de aquellos difíciles años. Es
necesario conocer que al inscribirse se les abonaba 1.000 pesetas de las de
entonces, percibiendo además un 30% del salario que cobraban los soldados de la
Legión, dinero que era entregado a un familiar designado en España. Como vemos,
era una cantidad muy importante para aquellos años.
-Desde Miranda de
Ebro, ¿qué porcentaje fue más con la División Azul: falangistas, militares,
estudiantes, obreros, soldados de reemplazo, gentes que tenían que “pagar” por
haber sido leales a la República, más o menos directamente, aventureros?
Predominaron
los obreros junto con los soldados de reemplazo. También hubo republicanos, y
fue un modo de “lavar” su pasado de cara al nuevo régimen. Y como en todas las
guerras, no faltaron los aventureros, personas sin ideales que buscaban
encontrar “la gloria” y lo que hallaron muchos de ellos fue la muerte...
-Hubo diez fallecidos
mirandeses: ¿qué nos puedes decir de ellos, de sus perfiles y de cómo los
recuerdan sus familias?
Pues con
mucha pena para la mayoría de las familias. Eran muy jóvenes (tenían entre 18 y
28 años, el de mayor edad), y murieron en una guerra que no era la suya....
-De los que
sobrevivieron: ¿qué impresiones, las más recurrentes te han contado?
Algunos
volvieron desengañados. A su regreso, esperaban encontrar un recibimiento que
fue muy diferente al que tuvieron al partir. Aún así, muchos de ellos pudieron ingresar
en la Administración, en empresas públicas (como Renfe), valiéndose de su cupo
como ex combatientes de la División Azul.
-¿Cómo volvieron de
aquella guerra desgarradora?; ¿Cómo fue el viaje de regreso, cuando Franco
ordena la retirada?
Se hizo
de forma escalonada, a pesar que hubo militares que no aceptaron de buen grado
la retirada de la División Azul y el retorno a España y se apuntaron a la
Legión Azul (Legión Española de Voluntarios), unidad que se creó para seguir
combatiendo junto a los alemanes. Fueron 2.100 hombres agrupados en tres
Banderas.
-¿Cómo era el día a
día, según los testimonios que hayas podido rescatar, de los integrantes de la
División Azul?
Durante
su estancia en la retaguardia, fueron los mejores momentos de camaradería.
Cuando entraron en combate la cosa cambió y lo peor de todo fue, cómo
comprobaron que cada día caían compañeros y amigos que no iban a poder regresar
con ellos a España. ¿Qué les iban a decir a sus padres, hermanos, novias,
etcétera? Eso fue lo más duro que tuvieron que afrontar a su regreso.
-No
te he preguntado por el viaje de ida, me imagino que iban pletóricos porque
debían “creer” bastante en la fuerza del ejército alemán que fue presa de la
estrategia (de caer en una ratonera, la del propio territorio e idiosincrasia
del este geográfica y climatológicamente hablando), pero no tanto de su
potencial…
Ellos
pensaban que una vez tras “el bautismo de fuego”, iban a presentarse en Moscú
en apenas un mes. No fue así, y el “general invierno” (la extrema climatología
rusa), les hizo conocer la cruda realidad de la guerra.
-Una vez, allí, ¿qué
misiones iban desempeñando?; en cuanto a los mirandeses, qué experiencias bien
particulares llevaron a cabo…
Hubo de
todo. A destacar el grupo de zapadores que tuvieron encomendada la construcción
de trincheras, puentes, además de labores de vigilancia e incursiones en
territorio enemigo. Hubo otros, que su labor fue muy diferente según la unidad
en la estuvieron destinados. Como destacable se puede mencionar al sargento
David Mínguez Carcedo, que destinado en la
Comandancia General, primero fue escolta del general Esteban-Infantes y después
su chófer. Tras su regreso a España, prestó sus servicios como conductor
oficial del general Francisco Franco.
-Explícanos,
un poco, lo de “las Hermandades”…
Fue tras la repatriación de los prisioneros que regresaron
en el buque “Semíramis”
(abril de 1954), cuando en el año 1955 se crearon las Hermandades de
Ex-combatientes de la División Azul. En todas las capitales de provincia y en
algunas poblaciones importantes (como Miranda de Ebro) tuvieron su Hermandad.
En cierto modo, al asociarse, los ex divisionarios buscaban que sus años de
lucha en Rusia no quedara en el olvido y sirviera de homenaje y recuerdo a los
cinco mil compañeros caídos.
-¿Nos
puedes adelantar si ya estás trabajando en algo?
Estoy inmerso en un nuevo trabajo que, sin abandonar el tema
de la “Memoria Histórica”, está relacionado con nuestro pasado más cercano...
Adjuntamos una referencia de uno de los Conversa muy
relacionado con este libro que esperemos os guste y nos sirva para incrementar
nuestras inquietudes, curiosidades y demás. Se trata de Tal vez el día de Luis
Antonio Palacio Pilacés que edita Editorial Comuniter, http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/palacio.htm
23816
La aventura rusa. Voluntarios mirandeses en la División Azul. José Ángel Fernández López
328 páginas 17 x 24 cms.
17.00 euros
José Ángel Fernández López
Rescatan
en un libro la historia de 75 mirandeses de la División Azul
Nueve
de ellos murieron en la campaña de Rusia y otros regresaron con categoría de
excombatientes, lo que les facilitó encontrar un empleo o elevar su rango en el
Ejército
El 25 de junio de 1941, el ministro de Interior y Gobernación, y además
presidente de la Junta Política de la Falange, Ramón Serrano Súñer, pronunció estas palabras: «Camaradas. No es hora de
discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia
condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra Guerra Civil. Culpable de
la muerte de José Antonio y de la de tantos camaradas y tantos soldados».
Poco después, y en un gesto que los historiadores han interpretado además como
la devolución del apoyo prestado por Adolf Hitler a Franco en la Guerra Civil,
se crea la División Azul. Un cuerpo de voluntarios -al menos al principio- que
viajaron miles de kilómetros para luchar al lado de los militares de la
Alemania nazi contra los rusos. En total, se calcula que hubo unos 45.000
divisionarios hasta 1943, cuando Franco retira este apoyo ante las presiones
internacionales y la deriva hacia la derrota alemana.
Muchos no regresaron, murieron en el campo de batalla; otros regresaron
mutilados y heridos; y los hubo también que cayeron prisioneros. Entre todos,
también decenas de mirandeses. Personas de la ciudad que participaron de esta
guerra dentro de otra guerra. Historia que el escritor e investigador local
José Ángel Fernández López ha recopilado para el libro La aventura rusa:
mirandeses voluntarios en la División Azul, que editará en breve.
Tras meses y meses de trabajo en la elaboración de su anterior trabajo
histórico, Historia del Campo de Concentración de Miranda de Ebro: 1937-1947,
entendió que detrás de algunos testimonios de prisioneros se escondían otras
historias vinculadas a la División Azul. «Me encontré un personaje que me llamó
mucho la atención. Estuvo en el bando nacional, fue condecorado, después fue
declarado prófugo porque le para el servicio militar y no se enteró, le
llevaron al campo de concentración, recobró la libertad pero el mandaron a
fortificaciones a Pamplona, y cuando convocaron voluntarios para Rusia se
apuntó», narra el escritor.
Un material con el que empezar y que enseguida enganchó con más testimonio de
expresos del campo que también lucharon en Rusia. Así, sumando, ha logrado
contabilizar 75 mirandeses que lucieron el emblema de la división militar
creada por Franco para combatir el comunismo junto a los alemanes. «Son nacidos
y residentes en Miranda, porque por motivos laborales como la Renfe o la Fefasa vino mucha gente a vivir aquí», explica Fernández.
Para elaborar el trabajo histórico, y teniendo en cuenta que muchos de esos
hombres que estuvieron entre el 41 y el 43 en Rusia ya han fallecido, aunque
con varios aún vivos ha podido hablar, se ha apoyado también en testimonios de
familiares y archivos, además de abundante documentación gráfica. «Los hay que
reniegan de haber estado en Rusia, y otros al revés; y las familias, en general
me han ofrecido testimonios y vivencias, aunque alguno no quieren saber nada»,
comenta.
Desde el análisis y estudio objetivo de estas historias, Fernández explica que
la procedencia de los mirandeses que estuvieron en este cuerpo militar es muy
variada. «Tras las palabras de Serrano Súñer el
clamor llegó a toda España, y a Miranda también, y hubo falangistas, jóvenes
entre 18 y 22 años que por tradición familiar fueron los primeros que se
apuntaron al banderín de enganche, que aquí estaba en la Jefatura de Falange,
en el chalé Fatrás, donde hoy está el parque»,
cuenta. Otros viajaron a apuntarse a Burgos, pero el cupo estaba lleno, y
tuvieron que alistarse en Vitoria, aún con plazas en zapadores.
por el dinero. Pero a los falangistas se sumaron otros
que, sin tener relación con la Falange, encontraron en la División Azul
un evidente atractivo económico en una España casi en ruina. «Solo por firmar
la inscripción te daban 1.000 pesetas, mucho dinero en 1941, y el sueldo era el
de un soldado de la Legión más el 30%», relata Fernández. Además, los casados
tenía un incentivo de 9 pesetas por hijo menor que se abonaba a la esposa, y al
que tenía trabajo fijo, la empresa tenía que seguir abonando el sueldo a la
familia y le reservaba el empleo.
Incluso los hubo que en un acto de chulería ante los compañeros -y
probablemente ebrios- se alistaban, o los «llamados aventureros para los que ir
al frente ruso era todo un reto».
Pero la euforia inicial, «pensaban que iban a entrar en Moscú en cuatro días»,
se diluyó. «Empezaron los caídos, y los falangistas se echaban atrás; en los
nuevos banderines de enganche de enero del 42 ya no era tan masiva la
inscripción, y para los relevos, al no haber voluntarios, se echa mano de
los cuarteles validándoles la estancia en la División para la mili, que contaba
el doble», explica el escritor.
Y de ahí se pasa a reclutar en los campos de concentración, como el de Miranda.
«Muchos eran republicanos, pero que se apuntan voluntarios para tratar de
limpiar su pasado», relata Fernández. Un ejemplo lo aclara: «Una persona a
quien la guerra sorprendió en el bando republicano, al recobrar la libertad,
cada 15 día tenía que presentarse en el cuartel, no le daban trabajo por ser
rojo, así que se apuntó, y al volver de Rusia ya no era rojo, era un
excombatiente, le había servicio para limpiar su pasado; antes el jornal se lo
pagan a 8 pesetas mientras que el volver por ser excombatiente era 12 pesetas».
También los hubo que siendo comunistas se apuntaron con la firme idea de
pasarse al enemigo, y así lo hicieron.
De los 75 mirandeses que Fernández ha contabilizado, nueve murieron. El primero,
según los datos del escritor, José Mariano Tobalina
Aguado, hijo de Enrique Tobalina, alcalde de Miranda
en el 37, el segundo David Gallego Tetamanzi, y así
hasta 9 vecinos. Otros regresaron heridos. «Me han contado de todo; un hijo que
me dice que su padre nunca quería hablar de la División Azul, otro que había
vuelto desengañado del frente, otro mutilado y con secuelas de guerra, algunos
murieron al poco de regresar, y en algunos casos cayeron hasta en la
indigencia».
Y los hubo para los que la participación en la guerra en Rusia les sirvió para
elevar su grado militar, regresando a Miranda con galones. «Hay condecorados,
como Francisco Pirón, con la Cruz de Hierro de primera y segunda clase, y dos
veces como muy distinguido por el alto mando alemán por una actuación valerosa
en el frente; otros, como Francisco Olalla, que marchó de sargento y llegó a
coronel; o Abel Barahona, que fue de capitán y llegó a general de división»,
explica Fernández. Además, al volver del frente ruso, los divisionarios entraban
con facilidad en la Policía, en Correos, en la Renfe o la Fefasa.
«Eran excombatientes con privilegios», resume el escritor.
Una ‘aventura’ rusa que en cifras globales supuso la muerte de 5.000
divisionarios, el regreso de 8.700 como heridos, de 2.000 mutilados y la
captura de al menos 400. Una Aventura rusa: mirandeses voluntarios en la
División Azul con la que José Ángel Fernández quiere poner en valor esta parte
de la historia. «Sé que no va a dejar indiferente a nadie, algunos pensarán que
es fascista y otros que es para criticar la División Azul, pero hay en este
grupo de mirandeses de todo, hubo falangistas, aventureros, gente que buscaba
trabajo y dinero, y gente con pasado republicano que se fue para lavar su
imagen», resume.
Diario de Burgos
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