Cazarabet conversa con... Alejandra Oliden, socia de Dona Llum, sobre
el libro “Mirades a la violencia obstétrica” (Pol·len)
Pol·len Edicions edita este
libro, valiente y necesario, dentro de la colección, D-Fracciones. Lo escribe y
coedita el colectivo Dona Llum, www.donallum.org. El
libro está editado y escrito algunos artículos y reflexiones en castellano y
otras en catalán.
Es un compendio de artículos coeditado
con la asociación Dona Llum, en el que diversas autoras reflexionan
sobre la Violencia Obstétrica desde distintos campos de saberes y proximidades.
El libro ha mantenido la lengua original en el que fueron escritos los
artículos por lo que encontraréis artículos en castellano y en catalan. Dona Llum trabaja por una
atención digna y respetuosa durante el proceso de embarazo, parto y postparto.
La sinopsis del libro este editado por
Pol·len:“Mientras que la Sociedad Española de
Ginecología y Obstetricia (SEGO) niega —bajo el nombre de la evidencia y la
ciencia— la existencia de prácticas violentas en el proceso de embarazo, parto
y crianza, un grupo de mujeres ha reunido sus pensamientos, reflexiones y
relatos en un libro sobre Violencia Obstétrica. Ellas narran los miedos, las
agresiones, los abusos, los terrores, los riesgos, las contaminaciones y las
desigualdades. Relatan, también, la posibilidad de transformación, del valor
del asociacionismo y de la educación (…)” (extracto del prólogo de Serena Brigidi)
¿Nos leemos el prólogo que nos
facilita Pol·len?
Prólogo Las palabras previas a los
discursos sobre Violencia Obstétrica
Serena Brigidi
Departament Ciències Socials i Benestar. Facultat de Ciències de la Salut i Benestar. Universitat de
Vic.
Mientras que la SEGO niega -bajo el nombre de
la evidencia y la ciencia- la existencia de prácticas violentas en el proceso
de embarazo, parto y crianza, un grupo de mujeres ha reunido sus pensamientos,
reflexiones y relatos en un libro sobre Violencia Obstétrica. Ellas narran los
miedos, las agresiones, los abusos, los terrores, los riesgos, las
contaminaciones y las desigualdades. Relatan, también, la posibilidad de
transformación, del valor del asociacionismo y de la educación. Estos escritos
son una evidencia de estas presencias en el mundo como agentes de cambios. Así
que, frente a un comunicado estéril, poco contextualizado, tenemos una labor
que recuerda a las/los investigadoras/es que su principal trabajo consiste en
el cuestionamiento crítico para poder trasformar una situación, mejorar y
denunciar las violencias que vivimos en las sociedades. Antes de destacar las
publicaciones con impacto, los sexenios y las líneas de investigación, la
aportación más valiosa que podemos garantizar a la Ciencia consiste en la
capacidad de escuchar a estas otras voces y formar un múltiple-conocimiento,
eso sí, con impacto; un dialogo feminista que garantiza trasformación e integra
tanto situaciones subjetivas como subalternas. Recordar que la Universidad no
está aislada como contexto ajeno a la violencia debido a que la recibimos, la
padecemos, la encarnamos y la enseñamos. Es decir, generamos violencias a
diversos niveles y estructuras. Así que estas voces que relatan -desde
distintos campos de saberes y proximidades- las violencias que padecen nuestros
cuerpos, nos recuerdan cómo es importante parar para observar, para interrogar
e interrogarnos, para escucharnos y escuchar a las personas que cada día
experimentan formas de violencias. También nos permiten observar las
resistencias que ejercen dichas mujeres y que éstas agencias son las que nos
proporcionan posibilidades para engendrar trasformaciones.
Ahora bien, el valor de este libro
consiste, en primer lugar y en perfecta conciencia feminista, en que las
autoras se expresan en sus lenguas maternas sin censuras editoriales -catalán y
español-. Destacamos el hecho de que no hay un único estilo en los escritos,
ellas recurren tanto a elementos más vivenciales y biográficos que aportan experiencias
laborales o maternales, como a estructuras más definidas y ordenadas por las
pautas académicas de citaciones y referencias bibliográficas. El presente libro
consiste en un espacio abierto de intervenciones, reflexiones y preocupaciones
por el estado de la salud de las mujeres a nivel local y global, sobre todo,
por su salud y derechos sexuales-reproductivos. La finalidad de este texto es
dejar un testimonio de distintas mujeres y un hombre, de profesiones distintas
-psicoterapeutas, abogadas, fisioterapeutas, ingenieras, estudiantes, matronas
y madres- que se han encontrado para narrarnos sus realidades, para argumentar
sus inquietudes y dejar una palabra escrita, humilde, sincera, “desde dentro”
estas vivencias que, tan a menudo, el mundo científico trivializa, cuantifica
en datos áridos, olvidándose de las presencias de quién lo vive y allí
construye su sabiduría, conciencia y lucha. Efectivamente, a lo largo del texto
se hace incidencia en el reconocimiento de la violencia a nivel corporal y
emotivo, en las estrategias para enfrentarse a ellas, a la necesidad de tener
una educación comunitaria en género, que incluya y profundice el proceso de
salud, enfermedad y atención de las mujeres y sus hijas/os. Miramos brevemente
cada capítulo. Alejandra Oliden en Violencia
Obstétrica: una epidemia global nos introduce al tema de la violencia ejercida
en los partos analizando las elevadas tasas de medicalización, intervencionismo
y maltrato en la atención al embarazo y parto. En el capítulo Altres formes de violència entorn l’embaràs, part i lactància Carmen Catalán
visibiliza las condiciones de trabajo, la exposición a contaminantes químicos,
biológicos y físicos, y los riesgos psico-sociales
para la salud de las mujeres, con una atención especial a las gestantes para
hacer hincapié en las actividades de prevención y propuestas. En la misma
línea, en el capítulo de Laura Tey Estragués, Aquest tiquet no conté bisfenol a, però ningú li
ho prohibeix, se observan
los intereses de los otros frente a la salud de las mujeres y de las futuras
generaciones y acaba también con la propuesta de consultar la página web de
TEDX para familiarizarnos con los destructores endocrinos. Sucesivamente,
tenemos dos aportaciones vivenciales. La primera de Míriam
Nicodemus Escribano que escribe desde un conocimiento
situado Violència obstètrica
contra els cossos de les
dones, des d’una mirada autoetnográfica.
Ella empieza el capitulo declarando: “Jo he patit violència obstetrica (…)” y
relata su aborto, embarazos, revisiones y partos, pero también sus capacidades
de agencias desde el reconocimiento y la aceptación del cuerpo. La segunda,
intitulada Archivo de la etiqueta: violencia etno-obstétrica
antigitana de Silvia Agüero Fernández analiza
conceptos como esterilizaciones, hipersexualización y
exotismo de las mujeres Gitanas y cómo estos procesos han producido y aumentado
la violencia obstétrica en dicho colectivo.
Isabel
Barios Ibars y David Ferragut
observan el parto a través del cine, especificadamente en tres géneros: la comedia
familiar, el terror y el documental para observar el imaginario colectivo sobre
el parto.
En Educación Popular y Violencia
Obstétrica: Un encuentro en la Perspectiva de Género, Pía Rodríguez-Garrido
trabaja para que las mujeres gestantes se transformen en agentes activos de
cambio social. Ella, recuperando la tradición de la educación popular Centro y
Sur Americana se plantea la importancia de la participación colectiva y
comprometida, así como la articulación de activistas y movimientos sociales
para erradicar la Violencia Obstétrica. En la misma línea activista, el capítulo
de la abogada Marta Busquets Gallego Una aproximación desde la experiencia
asociativa
en DONA LLUM
observa las estructuras y procesos de la Violencia Obstétrica a partir de su
comparativa con las estructuras y procesos de la violencia de género, desde una
perspectiva experiencial asociativa con Dona Llum.
A niveles más específicos, las
siguientes aportaciones tienen que ver con el trauma y proceden de los ámbitos
de la psicología perinatal, el acompañamiento al duelo y la fisioterapia del
suelo pélvico. Las secuelas emotivas en el parto han sido analizadas por Iliana París García, en el capítulo Las Heridas Invisibilizadas de la Violencia Obstétrica: El
Trastorno de Estrés Post-traumático como consecuencia del Parto. En
él, la psicóloga perinatal subraya como la posibilidad de que muchas mujeres
puedan desarrollar un Trastorno de Estrés Post-traumático, como consecuencia de
un parto violento, requiere una intervención urgente. Otro tema fundamental es
la muerte gestacional y como esta se relaciona con la
Violencia Obstétrica. M.Àngels Claramunt
observa en su escrito cómo la formación de profesionales de la salud en el
acompañamiento al duelo, así como el implemento de la guía de atención a la muerte
gestacional-perinatal, solucionaría esta situación de
violencia padecida por las madres y sus familias. Finalmente el tema del suelo
pélvico y sus traumas se trabaja con Ascensión Gómez. En este capítulo se hace
referencia a diversas prácticas que se realizan de forma rutinaria en los
partos y a cómo afectan y pueden generar lesiones perineales en las mujeres.
Cazarabet conversa con Alejandra
Oliden, socia de Dona Llum Associació Catalana per un Part Respectat:
-¿Nos
explicáis el por qué de este libro?; ¿qué es lo que os hizo escribir sobre la violencia
obstétrica?
Nos dimos cuenta de que en la web de
la Dona Llum tenemos colgados muchos relatos con
historias de violencia obstétrica, pero estos testimonios son aún demasiado
invisibles en la literatura y divulgación académica. Entonces pensamos en hacer
un llamado a todas las profesionales que se dedican desde hace tiempo a
visibilizar esta violencia. Nuestro objetivo era tener una publicación, desde
una asociación que representa a las mujeres usuarias, reuniendo diferentes
miradas sobre el mismo tema.
-¿Cómo deberíamos entender qué es la violencia obstétrica?
Hablamos
de actitudes de maltrato y falta de respeto entorno a la vida reproductiva de las
mujeres. Es fruto del modelo biomédico imperante, el cual patologiza
los procesos saludables y fisiológicos de la mujer. La ejercen tanto
profesionales como instituciones, de manera consciente o inconscientemente y
puede ser voluntaria o involuntaria, como todas las violencias.
-Una
violencia que, a menudo pasa como desapercibida,
¿verdad? o pasaba, porque cada vez esto sí que parece que se da menos porque
todas y todos somos un poco más conscientes..
Está profundamente
silenciada en nuestra sociedad y por supuesto sigue pasando más de lo que se
reconoce. Es un fenómeno bien particular, se considera que si tu bebé está
vivo, todo lo demás no importa. No importa que te ninguneen, te obliguen a
procedimientos ya obsoletos, que te digan que no respiras bien y por eso tu
bebé se puede morir, que te separen del bebé sin explicaciones, que te hagan
episiotomías sin consentimiento y al suturar le digan a tu marido que se la
dejan bonita. En un momento de alta vulnerabilidad, no importa que entren seis
personas en la sala sin presentarse y empiecen a hacer cosas que ni sabes,
mientras estás inmovilizada, boca arriba, piernas abiertas con tus genitales
expuestos, te sujeten entre varios desconocidos y te digan “haz lo que te decimos”. No importa que hayas vivido como una
pesadilla el momento más sagrado de tu vida, porque
“tu bebé está a salvo, y menos mal que había un hospital para atenderte”. Esta
extrema normalización de la violencia obstétrica muestra que está arraigada en
las relaciones interpersonales y en las estructuras hospitalarias. Es
multifactorial.
-Una violencia que nunca se da solamente en el
momento del parto…también antes y después..
Totalmente, algunas
mujeres nos explican que al presentar su plan de parto, sus voluntades para ese
día, aún muchos profesionales no reconocen ese documento: “Aquí no se hacen
planes de parto” o te dicen “el plan de parto lo hago yo”. Este tipo de comentarios dicen mucho
de cómo es el estilo de quien nos atiende.
O incluso antes, desde que te quedas
embarazada y comienzan todas las pruebas que se plantean como obligatorias, sin
dar explicaciones de beneficios ni riesgos que algunas conllevan, sin toda la
información para ser tú quien decide sobre tu embarazo y parto. El seguimiento
de la gestación se convierte en una carrera de obstáculos en la que se te trata
como a una enferma en un proceso peligroso. En vez llevar una vida dentro, eres
un artefacto que pueda activarse en cualquier momento.
-Y
una violencia que, además no termina ni empieza solamente “en lo físico”, va
más allá, siempre se nos hiere con lo psíquico… ¿cómo lo ves?
Por supuesto, la
violencia puede ser verbal cuando se utiliza un lenguaje malsonante, áspero y culpabilizador,
con regaños y expresiones faciales que incomodan. Es lo último que necesita una
mujer gestante, de parto o puérpara. Es muy
frecuente, a veces creen que no se les nota, que las usuarias no les ven, ¡como
si fuéramos más tontas o ellos más importantes! Se coacciona, se amenaza, se
estigmatiza y se discrimina si no estás en su línea de pensamiento.
El acompañamiento emocional, el tacto
y el cuidado de la intimidad son básicos para que la mujer se sienta segura. Se
necesita dar apoyo íntegro y crear confianza para que todo vaya bien!! Es una cuestión de seguridad y salud.
-La hay antes y,
desgraciadamente, la hay después, ¿qué nos puedes decir?
Por ejemplo, en planta a
veces es un desastre. No hay consenso entre turnos, te marean con sus opiniones
sobre lactancia o curas. Sólo que entren en la habitación a voces, te traten
como a una niña pequeña, ninguneen absolutamente tu dolor…. “Esta chica es una figaflor!!”. Ciertas conversaciones entre el personal…
siguen creyendo que algunas no nos damos cuenta.
Las salas de reanimación
post-cesárea son un agujero de morbilidad. ¿Cómo puede ser que todavía no se
abran salas específicas para reunir a la familia? En ese momento se necesitan! Algunas mujeres
pasan horas solas, sin explicaciones y separadas de sus bebés, bajo los efectos
de anestesias y otras drogas. Esta separación violenta… desencadena múltiples
dificultades en la lactancia, el vínculo y el postparto para la recuperación
del bebé, la madre y a veces la convivencia familiar.
Sabemos que hay gente
trabajando duro para que lleguen los cambios a pesar de que un sector resulta
inamovible.
-¿Quiénes son los responsables
de ello…?
Como mencionamos antes,
es multifactorial. El poder obstétrico está profundamente arraigado en una
estructura sanitaria muy compleja. Se da a nivel interpersonal en la relación
con el personal sanitario, en el trato que venimos explicando. Pero muchas
veces lo que hay por detrás es un sistema gigante de gestión hospitalaria y
protocolos que se implementan como si fueran leyes sobre nosotras. En España, a pesar de que hasta las Naciones
Unidas mencionan la Violencia Obstétrica, incluyéndose nuestro país, la SEGO
(Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) lanza comunicados negándola en
rotundo y amenazando a aquellos que osen utilizar este término.
-Las madres son las primeras que
sufren esa violencia obstétrica, pero, me da, que también la sufren todo su
entorno…sobretodo el más inmediato y el implicado en la crianza…
Cuando se sufre un
episodio de violencia obstétrica, la relación de pareja puede verse afectada,
ya sea por propio sentimiento de malestar o la confrontación que provoca negar
la violencia sufrida. El padre, sufre y se angustia al ver sufrir a la madre y
queda un dolor por la impotencia de no haber hecho, de no haber sabido parar,
de haber aceptado ciertos comportamientos. Afecta a las personas cercanas en la
medida en la que ven sufrir a la madre y los sueños rotos tras esa experiencia.
-Y ya no te digo nada de los recién nacidos…
Sí, una vez te pones en
el lugar del bebé, es bastante dramático. Lo que decíamos de las plantas de
hospital, marean a las criaturas de aquí para allá, pasan por todas las manos
como si no importase porque “cumplen con su trabajo”.
Durante la gestación…
que si es demasiado pequeño, demasiado grande… ¡Riesgos por aquí y por allá!
Desde luego, no nos dejan nacer con tranquilidad, respetando nuestro ritmo, en
el nacimiento se achucha a los bebés con medicamentos que provocan sufrimiento
fetal… nacen con poco reflejo de succión o con distress
respiratorio porque era muy pronto para programar el parto o se les ha
agobiado, y se encuentran además separados de su madre. Si un bebé no la huele
o no la oye… no existe! Y es lo único que conoce…
Y el cordón umbilical,
esencial en la adaptación al espacio extrauterino… aún no se ha entendido que
hay que esperar a que deje de latir…. se siguen cortando al minuto!
-Parte
de la solución está en la educación de todas y para todas…de todos y para
todos…
Debemos entender que el
cuerpo de la mujer está preparado para gestar y parir, es un estado por el que
pasaremos la mayoría, a veces más de una vez, a lo largo de su vida.
Desde la
institucionalización de los nacimientos, éstos han dejado de formar parte de la
vida cotidiana, siendo un momento cumbre en la vida de todas y todos. Es un
tema que involucra a toda la sociedad, no es sólo un problema de una
parturienta en el hospital.
Hemos dejado de ver a
las criaturas nacer, no vemos partos normales ni los profesionales se han
formado atendiendo partos fisiológicos, sino aprendiendo a “hacer” partos: medicalizar, instrumentalizar o cesárea. Hay que devolver a
las comadronas su lugar, ellas tienen las competencias del seguimiento, de
atender partos y detectar complicaciones. Es necesario un cambio en la
formación de las matronas.
Desde la infancia, en
casa y en las escuelas, se debería explicar bien cómo nacemos, a través de la
vagina, con una placenta y un cordón que nos une a nuestra mamá que nos cuida y
nos amamanta, en un proceso familiar, íntimo y cálido. Es un evento que
pertenece a la sexualidad y hay mucho tabú alrededor.
-Muchísimas mujeres han sido
víctimas de esa violencia obstétrica, pero pocas son las que lo saben, las que
cobran consciencia….
En muchos casos, se
convierte en culpa por no haber sido capaces de parir o proteger a su bebé,
cuando en realidad no se les ha proporcionado el contexto y los cuidados
necesarios. Durante los partos se obstaculiza el proceso al interrumpir su
fisiología, puede haber iatrogenia, cuando la misma intervención provoca
complicaciones. Seguimos pensando que los médicos saben todo, por eso han estudiado
y se admite que saben más lo que sentimos que nosotras mismas. Se asume una
posición jerárquica inferior que se nos impone y la realidad biológica es que
las mujeres deben ser las protagonistas de su parto, tomar las decisiones
plenamente informadas y favoreciendo sus voluntades.
-Los y las personas
profesionales de la salud que cometen esos actos de violencia obstétrica son
del todo conscientes o hasta qué punto de esa violencia obstétrica? ; ¿y de sus consecuencias, más o
menos directas…más o menos inmediatas.
Hay de todo y en su
mayoría no se tiene en cuenta. En muchos casos no está integrada la Ley de
Autonomía del Paciente, por lo que hacen y deshacen sobre ti, sin pleno
consentimiento. Es difícil asumir que se está siendo violento y reconocer la
cantidad de errores cometidos previamente, son muchos años de violencia
obstétrica. De hecho, está estudiado como al presenciar situaciones violentas
como profesional, tú mismo las silencias, reviertes y actúas del mismo modo
para sobreponerte a las impresiones violentas interiorizadas.
-¿La violencia obstétrica está
institucionalizada y como “en protocolo”…?
Sí, es la
estandarización del nacimiento, algo imposible en un evento único en la vida
del ser humano. Somos pruebas y diagnósticos que se clasifican en sistemas
informáticos. Procesos sujetos a presupuestos, horarios laborales y tecnología
moderna. A pesar de que en los planes de salud se desarrollan guías de práctica
clínica, pasan años hasta que se revisan, cuando se actualizan siguen
resultando ambiguas. No hay un seguimiento de cómo los hospitales las
implementan y se siguen utilizando protocolos obsoletos porque “aquí se ha
hecho toda la vida así” y no se hace el esfuerzo de revisar la literatura
científica. Cuesta mucho. Podríamos decir mucho sobre el sector privado, no sé cómo
se puede hacer con ellos cuando ni siquiera ofrecen datos, son herméticos y
poderosos. Un problema.
-Cabe decir que el entorno
social, la familia y los amigos hasta la educación que hemos recibido se vuelve
contra la mujer ejerciendo “presión” y a la vez violencia soterrada, pero
violencia al fin y al cabo…
Familiares, amigos,
pareja… A veces somos el reflejo de sus propias heridas, son difíciles de
reconocer e inconscientemente te devuelven comentarios que normalizan la
violencia que has vivido.
Algo que nos preocupa
también es cierta silenciación que hay en ramas del
feminismo respecto a la violencia obstétrica. Me explico, parece también que al
ser madres, querer parir y ensalzar la importancia de la crianza para nuestra
sociedad, se nos excluye o no apoya cuando somos víctimas de esta violencia.
Tiene que ver con este arraigo tan profundo.
-Eso, también parte de “esa
manía” de tratar a los pacientes como números y como “enfermedades con ese
número”… la mayoría no parten de aquello de:”no hay enfermedades, hay
pacientes…”..¿Qué nos puedes explicar?
Como consecuencia de
este modelo biomédico, pasamos a ser un número en una estandarización de cuidados.
El proceso de gestación y parto requiere que esté muy personalizado para
respetar la fisiología de cada mujer. Cada embarazo, parto y cada mujer son
diferentes, cada sexualidad y cada familia también.
Hay que comprender que
una mujer embarazada es salud y no enfermedad. No somos protocolos, tampoco
números de un box, es un proceso biológico y psicológico que no permite
estandarizarse.
-Amigas, ¿cómo podemos
erradicar esa “violencia obstétrica” o cómo debemos erradicarla porque nos
concierne a todas y a todos y de una vez…?
Para empezar,
difundir y denunciar situaciones
así. Que se oiga hablar de ello cada vez
más, para que un día deje de escucharse porque ya se ha erradicado. Ese es el
objetivo de la asociación Dona Llum,
desaparecer. Y cómo bien dices, nos
concierne a todas y todos.
Debemos devolver el
parto a las familias. Las mujeres deben saber que tienen poder de decisión por
ley. Se trata de una cuestión no sólo de evidencia científica, sino de derechos
humanos. Hay que hablar de ello para rasgar los velos que no nos permiten ver
el maravilloso poder, éste sí del bueno, que es ser portadoras de vida.
-¿Cuáles son los ejemplos más
fragantes de violencia obstétrica y cuáles son sus consecuencias?
A parte de los que ya
hemos expuesto, podemos hablar de episiotomías sin consentimiento, incluso
habiendo pedido que no te corten, sin indicación médica real (no nos sirve para
que salga más rápido) como una forma de mutilación genital, que a más de una ha
dejado sentada sobre un flotador, con el suelo pélvico dañado, recuperaciones
larguísima, infecciones o la vida sexual fastidiada por años. No os podéis
imaginar.
La otra es desear un
parto acompañado con respeto a la fisiología y llegar al hospital que te pongan
la epidural a la primera junto con una perfusión de oxitocina,
sin explicarte ni preguntarte, cuando tú habías pedido que no. Como si no
existieras ni importaras. Esos partos pueden acabar siendo experiencias muy
desagradables con lactancias muy desafiantes. Que te impongan una única
posición de parto que va contra natura…. y si no haces caso y te quejas,
molestas y comienzan los problemas. Esto son estándares insuficientes de
atención al parto y es violencia. Se trata de derechos humanos, de dignidad,
integridad y seguridad.
Mencionando un caso reciente, en el de
Oviedo queda plasmada parte de la problemática. Se intervino judicialmente para
que la policía se llevase de su casa, a la fuerza, a una mujer de parto para
inducción en el hospital, alegando riesgo fetal pero sin indicación médica real.
Quería dar a luz en su hogar, estaba acompañada de una comadrona cualificada a
la que se desacreditó, y sólo era cuestión de tiempo, cariño y apoyo. Acabó en
cesárea de urgencia y todo el pack del postparto traumático, bajo la tensión de
una orden judicial y por ¡las fuerzas de seguridad del Estado!
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