La Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Miguel Ángel Buil, coordinador de la edición del libro “Memorias de un
gato” (Renacimiento) de Diego San José
La
colección de la Biblioteca de la Memoria de Editorial Renacimiento nos acerca a
un libro escrito por Diego San José en la que el gato sirve como sujeto
metafórico, y no tan metafórico ya que es el apelativo al madrileño muy
madrileño, mostrándose como “esa senda
que camina apacible” por un mundo tormentoso, lleno de trampas y baches y que
pueden ser, de un momento a otro, en algo trágico. Hay muchas personas que
admiran a los gatos y que “se esconden” detrás de su sutileza, ligereza,
perseverancia, paciencia…son listos, pacientes, tranquilos, aman la libertad
hasta la médula….así se sentían, aún con la dictadura detrás del cogote, muchos
de nuestros protagonistas.
Las
memorias que nos escribe Diego San José, un “buen gato” como se les conoce a
los madrileños fetén,
son una buena y bella muestra de ello…
Coordina la
edición de este libro, guardando cuidado de la edición, Miguel Ángel Buil.
Lo que nos
explica la editorial del libro, la sinopsis desde Renacimiento:
Inéditas
memorias del que fuera popular escritor madrileño perteneciente a la promoción
de "El cuento semanal".
La dictadura franquista, su consecuente falta de libertades y la férrea
censura, visible e invisible, existente impidió que estas memorias de un
«gato». Itinerario de una vida apacible que pudo ser trágica fueran publicadas
en el momento en que fueron redactadas, a lo largo de los años cincuenta del
siglo pasado, como hubiera sido el deseo de su autor. Estas páginas
memorialistas, que ahora ven la luz por primera vez, son un ameno testimonio de
época, la que comprende los últimos años del siglo XIX hasta casi la proclamación de la Segunda
República, en donde se narran gran cantidad de anécdotas y sucedidos y aparecen
retratados conocidos personajes del mundo político, intelectual y artístico,
cuya amistad frecuentó un inquieto Diego San José, «mixtificador
literario muy hábil», como le describiera Federico Carlos Sainz de Robles, de
vida apacible, amigo de sus amigos, querido hasta en sus peores trances
vitales, que le llevaron a las puertas de la muerte. Estas Memorias vienen a
sumarse a otras de autores coetáneos suyos en esa rica y fecunda «Edad de
Plata» literaria. Diego San José (Madrid, 1884-Redondela, Pontevedra, 1962).
Escritor y periodista, sus colaboraciones se pueden leer en infinidad de
medios.
En
Renacimiento Editorial, tiene otros libros editados como De cárcel en cárcel,
un libro necesario y mítico de la Memoria que fue editado en 2016 por
Renacimiento Ediciones. Nosotros mantuvimos una entrevista con el encargado de
guardar cuidado en la edición, Juan Antonio Ríos Carratalà
y aquí lo dejamos.- http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/decarcelencarcel.htm
Cazarabet conversa
con Miguel Ángel Buil:
-Estas memorias tienen muchas particularidades que las hacen
diferentes a las de cualesquiera otras memorias de otros escritores, cronistas
culturales, apasionados de todo el abanico en que se abre la literatura, ¿qué
nos puedes decir?
-No es frecuente
que en los tiempos que corren aparezcan memorias inéditas. Hay que agradecer,
no me voy a cansar de repetirlo, que la familia, pasados más de cincuenta años
desde el fallecimiento del escritor, haya conservado los originales manuscritos
a máquina, que no a mano. Estas memorias van a interesar a todos aquellos
lectores que se quieran adentrar en ese fecundo período intelectual en el que
se desarrollan, desde los años en que Diego San José ve la luz en Madrid en el
último tercio del siglo XIX hasta poco antes de la proclamación de la Segunda
República.
La sinceridad es
una virtud que, por diferentes causas, no prolifera en este tipo de textos.
Recordemos un caso paradigmático, el de Galdós, quien guardó su propia historia
bajo siete llaves y en sus incompletas Memorias
de un desmemoriado confirmó su desmemoria... ¡Con la cantidad de
informaciones que hubiera podido aportar si se hubiera sincerado! Las de
Cansinos-Assens, por citar otro ejemplo, son muy
divertidas, pero contienen errores que hay que achacar a la edad en la que
fueron escritas, años después de sucedidos los infinitos hechos que narra.
Incidiendo en la sinceridad de Diego San José, su amigo Mario Albar, en
una carta de finales de los años
cincuenta, felicita al escritor por animarse a escribirlas a la vez que le
alaba al decirle que hace falta mucho valor para confesarse en público.
-Porque nuestro protagonista era amante de los libros y de mirarlos y
escribir sobre ellos y sus impresiones y sobre la cultura de su estimado
Madrid...
-Diego San José,
gran lector, era una persona muy culta. De hecho, para documentarse a la hora
de escribir en ese estilo arcaizante en el que destacó y cobró fama antes de la
Guerra Civil, que luego abandonaría, tenía que acudir inevitablemente a sus
queridos clásicos, sin olvidarnos de los libros de historia. La mayoría de sus
novelas están ambientadas en Madrid. ¡Ay si las paredes del Ateneo y de la
Biblioteca Nacional, donde tantas horas pasó, pudieran hablar...! Hay un libro,
que no es novela, que no es ficción, sobre su estimado Madrid, publicado en
esos años que él mismo calificara de “quietud forzada”, que me gusta
especialmente. Se trata de Estampas
nuevas del Madrid viejo (1947), con fotografías de Alfonso, y que tiene una
curiosidad, al menos para mí. Se trata de un romántico paseo nocturno por los
lugares de leyenda y tradición, comenzado en el ramoniano
café “Pombo” en compañía de los dos Alfonsos, el
padre y el hijo, los geniales fotógrafos. La idea, es cierto, no era nueva,
pues unos años antes Julián María Otero, con la excusa de una visita a la
ciudad de Segovia de unos amigos, publica Itinerario
sentimental de la ciudad de Segovia. O sea un paseo por sus calles en una noche
de luna. Ofrecido a los viajeros que la visiten para mostrarles una muy
señalada ruta (1915).
-Además, le gustaba contar lo que pasaba... le gustaba el periodismo
en mayúsculas, contar historias...
-Él mismo cuenta en
un capítulo sus “pinitos periodísticos”. Sus primeros versos, que tuvieron
forma de romance, fueron publicados en la revista Madrid Cómico. Su segunda colaboración en prensa fue en Vida Galante, revista picaresca que, desde
Barcelona, dirigía el escritor Eduardo Zamacois. Por cierto, fue a mi
bisabuelo, Gregorio Pueyo, el librero y editor de los
modernistas, que además administraba diferentes revistas, a quien se tuvo que
dirigir para cobrar. No voy a desvelar lo que allí le sucedió... Sólo comentaré
que, además del dinero, recibió del librero y editor un consejo en relación a
si debía escribir en prosa o verso... Gregorio Pueyo
le editaría en 1912 el libro de versos Hidalgos
y plebeyos.
Sus crónicas,
cuentos y opiniones se pudieron leer en los diarios y revistas más importantes
de la época: El Globo, Madrid Cómico, los lunes de El Imparcial, El Liberal, La Mañana, La Noche, La Esfera, Blanco y Negro,
Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, Por Esos
Mundos, etc., etc. El listado de los mismos sería interminable y es un
trabajo pendiente de realizar, trabajo de monje medieval sentado en su
escritorio, el compilar en un libro su obra periodística, ingente, pues el
plumífero escritor se daba sin tregua a las cuartillas –sus artículos tratan
temáticas tan variadas que es imposible en estas líneas siquiera hacer una
aproximación.
-Hasta sus memorias, sus memorias propias, son una crónica de ello.
Escribe contándonos lo que acontece a su alrededor y estando allí como
protagonista.
-No hay más que
fijarse en el índice onomástico del que se acompaña la edición para comprobar
la cantidad enorme de personas con las que tuvo trato, desde actores y actrices
hasta escritores, políticos, empresarios, etc., y es que Diego San José igual
escribía obras de teatro (algunas de ellas serían representadas con notable
éxito) que dejaba volar su imaginación hacia el mundo desaparecido de sus
queridos clásicos, en donde salían siempre a relucir las virtudes y los
defectos del ser humano, cuya universalidad y atemporalidad son incontestables.
Frecuentador de
innumerables tertulias, me gustaría destacar su asistencia a la del “Gato
Negro”, que tenía lugar junto al teatro de la Comedia, cuyo vestíbulo
comunicaba con él. En el apéndice gráfico de que se acompaña el libro aparece
una inédita fotografía de la misma a toda página, en blanco y negro, no podía
ser de otra manera, en la que se puede ver a Diego San José, acompañado, entre
otros escritores, de Alberto Ghiraldo, Andrés González-Blanco, Pedro Mata, Guillermo
Hernández Mir, José Más o Carlos Fernández Cuenca.
Asistía también a
la tertulia lírica que el músico Reveriano Soutullo frecuentaba en la Maison
Dorée o, gracias a los buenos oficios del también escritor
Fernando Mora, que hizo de introductor, la que en su propia casa mantenía
Joaquín Dicenta (padre).
Todo ese ambiente
favoreció, sin ninguna duda, su enriquecimiento como persona y como escritor.
-En una edad que si no fue la de Oro porque de Siglo de Oro solamente
hay uno... sí que la podemos definir como Era o Edad de Plata, ¿es así?
-Sobre la Edad de
Plata, tan rica, culturalmente hablando, que abarca, en términos generales,
desde los años últimos del siglo XIX hasta la Guerra Civil, sobre la vida
literaria del período, decía Sáinz de Robles, que “no
puede explicarse como si tuviera raíces, frondas y frutos propios, porque si
frutos y frondas son de cada tiempo, las raíces exceden de un tiempo concreto y
meten en cada época literaria prerrogativas e influencias vigentes para todas
las épocas”. Sáinz de Robles fue pionero en valorar a
un amplio número de escritores, reivindicando su obra creativa, frente a los
espadas mayores cuyos nombres están en la boca de todos: Azorín, Baroja,
Unamuno, etc. Muchos de ellos, aunque no todos, por supuesto, formaron parte de
la que él mismo denominó “promoción de El
Cuento Semanal”, por el nombre de una colección de novela corta, pionera en
España, en la que su fundador, Eduardo Zamacois, hoy tan olvidado, mostró otra
de sus innumerables facetas: la de visionario.
Es mejor el término
Edad de Plata que el de un segundo Siglo de Oro, y no fue Juan Carlos Mainer el que lo creó pero sí el que lo popularizó, a raíz
de la publicación de su ya clásico ensayo con idéntico título.
-¿Cómo era la interrelación con el resto de escritores, cronistas,
periodistas, poetas, creadores, dramaturgos...?
-Se podría decir,
resumiendo, que hubo de todo. Un ejemplo de armonía fraternal sería la amistad
que tuvo con Daniel Fortea, Enrique Reoyo, Manuel Albar, Reveriano Soutullo o el malogrado Andrés González-Blanco, escritor
fallecido tempranamente. En relación a este último, Diego San José y en un
momento determinado y en un café le lleva a un aparte y le lee de corrido una
obra que acaba de finalizar para que le dé su opinión. Un segundo ejemplo: Con
el que fuera su futuro cuñado, el músico Reveriano Soutullo, compone al alimón sin tregua, apremiados por el
tiempo, una obra para un concurso cuyo plazo de presentación vencía en días que,
finalmente, ganarían. Ejemplos de desencuentros tampoco faltan en el libro,
donde se narra con detalle el incidente que Diego San José tuvo con Luciano de Taxonera quien, sin conocerle personalmente, publica un
libelo en el que es directamente insultado, por no mencionar la opinión que le
merece César González-Ruano, quien en sus Memorias Mi medio siglo se confiesa a medias le tilda de “pobre diablo” y
“enano que tenía una cara arrugadita de mono”. ¡Cómo no se iba a defender Diego
San José ante insultos y descalificativos extra-literarios de tal calibre...!
Pero, en términos generales, se puede afirmar que Diego San José, cuyos libros
la crítica valoró muy positivamente, era una persona querida y respetada, muy
amigo de sus amigos pero intransigente con los que le querían hacer daño, lo
que es lógico y normal.
-Esta propia Memorias de un gato
vivió muchas vicisitudes, casi aventuras
rocambolescas, antes de que hayan visto la luz, aunque en la portada no esté el
gato... ni ninguna estampa que nos ponga situados en Madrid...
-Gracias al archivo
familiar, abundante en correo epistolar, afortunadamente conservado, se han
podido reconstruir las gestiones realizadas por el escritor con el que, en un
principio, tendría que haber sido su editor, Miguel-Ruiz Castillo, y su
editorial, Biblioteca Nueva, pero, tras sus excusas, retardando la salida del
libro, se adivinan las presiones exteriores, que consiguieron su objetivo de
que el libro no se publicara. No había sido suficiente el castigo que, por su
republicanismo, había recibido años antes. Recordemos que Diego San José,
recién finalizada la Guerra Civil, había sido detenido, procesado, condenado a
muerte, pena que le fue conmutada, y, tras pasar por muchas cárceles,
indultado. Lo contó magistralmente en su libro De cárcel en cárcel, recientemente reeditado por Renacimiento.
Ahora bien, no escasean en esos años de la posguerra artículos publicados en
diferentes medios periodísticos, si bien bajo seudónimo, para esquivar la
omnipresente censura.
En cuanto a la portada
del libro, efectivamente, no está el gato de Robledano,
como hubiera sido el deseo del escritor. Ahora bien, sirva de consuelo que ese
delicioso dibujo aparece a toda página y en color en el apéndice gráfico que
contiene el libro. En fin, criterios de edición llevaron a que en su lugar
fuera colocada una fotografía inédita de Diego San
José apoyado en la puerta de una de las tantas iglesias de Madrid, acaso la de
San Andrés. Pensemos, de otra parte, que lo usual en libros de este género es
que aparezca una fotografía del biografiado. No hay que darle más vueltas.
-Renacimiento está rescatando, de una manera sublime, muchos títulos
desconocidos, inéditos... desgraciadamente de autores que han sido,
desgraciadamente y sin hacer nada de justicia, en el olvido, ¿qué nos puedes
explicar?
-No me cansaré de encomiar la labor realizada por
Abelardo Linares, alma mater de
Renacimiento. Él no es amigo de ponerse laureles y mucho menos de que otras
personas se los pongan desde fuera, pero es de justicia reconocer, una vez más,
la importante labor cultural que, desde hace años, viene llevando a cabo desde
Sevilla, y eso en este país en el que vivimos tiene gran importancia. Muchos
títulos agotados, inencontrables o sólo conseguibles
en librerías de lance, están rescatándose en su ya clásica “Biblioteca de
Rescate” o, como es el caso de estas Memorias
de un gato..., en su “Biblioteca de la Memoria”, colección esta última de
la que ya se han publicado más de cincuenta títulos.
-¿Qué ha hecho que “se caiga en el pozo del
olvido” o preguntado de otra forma: ¿qué causas puede haber detrás de muchos
cronistas del siglo pasado o incluso de finales del XIX para que hayan acabado
en el pozo del olvido?
-Es evidente que
los gustos literarios cambian, como cambian las modas. No ha sido sólo la obra
de Diego San José la que ha caído en el pozo del olvido, sino que le han
acompañado otros muchos. Fue Sáinz de Robles –es
obligado volver a citarle– quien creó, con mayor o menor acierto en lo que a
sus apreciaciones se refiere, el calificativo de “raros y olvidados”. Es una
denominación que puede servir para saber de qué y de quiénes estamos hablando
pero sólo para eso. Puedo entender que por ser raros hayan llegado a ser
olvidados, pero yo me pregunto: ¿por qué raros...? ¿raros por su estilo, raros
por su vestimenta y modos de vivir, raros por ser diferentes, raros por ser
unos “banderilleros”, en relación a esos “toreros” consagrados a los que antes
me referí...? De cualquiera de las maneras eran unos creadores magníficos, unos
segundones de prestigio, si bien su obra no siempre iba en consonancia con el
éxito que merecían. Había mucha competencia y unos niveles extraordinarios de
calidad.
En los últimos
años, la profesora Ángela Ena ha creado el acertado
marbete “La otra Edad de Plata” y es aquí donde se puede incluir a Diego San
José, cuyo estilo, cuya manía clásica, contestando a la pregunta, no encaja con
las tendencias literarias actuales. Me gustaría también mencionar al grupo de
investigación “Temas y Géneros de la Literatura Española en la Edad de Plata”
(TEGEP), de la Universidad Complutense de Madrid, que, constituido por
estudiosos de la época, desde su creación en 2007 viene desarrollando una labor
de dinamización y valorización y cuyos estudios y publicaciones abarcan un amplio
abanico de temas y géneros característicos del período, que incluye a
escritores, cineastas, ilustradores, editores, etc., etc.
-El apelativo madrileño de “gato” le califica también de, a nuestro
parecer, por esa audacia al “captar” y contar las historias, así como al
sumergirse en todo el proceso, ¿lo ves también así?
-Sí, está bien
traída esa apreciación. Audacia no le faltaba, desde luego. Ahora bien, él, que
era un enamorado de las leyendas, hechos y sucedidos históricos de Madrid, su
fuente de inspiración, que había nacido en el Madrid castizo, quiso que ese
calificativo de “gato” y no otro constase precisamente en el título. Pensemos
en el largo proceso de elaboración de las Memorias. Comenzadas en el Hospital
Provincial de Madrid en 1939, fueron finalizadas en su villa pontevedresa de
adopción, Redondela, en los años cincuenta. Madrid lo
llevó siempre en su corazón.
-Esa manera de contar las cosas, tan cercana... tan como si las
vieras... no somos muy “atinados”, pero casi te diríamos que la sombra de Don
Benito Pérez Galdós es muy alargada...
-El propio Diego
San José, en Gente de ayer. Retablillo
literario de los comienzos del siglo (1952), cuenta que su iniciación en el
campo novelesco fue la de los Episodios
Nacionales, de Pérez Galdós, y que “con tan grato entretenimiento nació su
amor a la historia”. Mantuvo amistad con él, visitándole en su chalet, ya
desaparecido, de la calle Hilarión Eslava. No es de extrañar, pues, que, entre
su amplia producción novelística, ¡más de cien títulos!, que incluye novelas,
cuentos y narraciones, haya influencias galdosianas.
-¿En otra época a esta pluma se le hubiese hecho como “más justicia”?
-Diego San José era muy conocido en el Madrid de antes de
la Guerra Civil. Parece ser que recibía cartas en su domicilio con la sola
indicación de su nombre y apellidos. Tras sus trabajosos comienzos, terminó
publicando libros con asiduidad y sus colaboraciones en prensa se cuentan por
centenares, si no por miles. La Guerra Civil y las
penalidades que sufrió con posterioridad le alejaron inevitablemente de Madrid
y ya nada volvió a ser lo mismo. La injusticia, entonces, se hizo patente. Han
pasado más de cincuenta años desde su muerte y su familia y seguidores no le
olvidamos. Este último libro, de cuya salida hay que felicitarse, es una buena
prueba de ello. ¡Ojalá sean muchos los que se animen a bucear entre sus
páginas! El entretenimiento lo tienen garantizado.
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