La Librería de El Sueño Igualitario
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Cazarabet conversa con...   José Peris Ferrer, autor de “Mateo el anarquista” (Círculo Rojo)

 

 

 

 

 

 

La historia de un anarquista que sobrevivió a la guerra, a un campo de concentración y, aún así se mantuvo fiel al ideal anarquista y fue un resistente.

Es una historia de numerosas solidaridades, pero también de hirientes traiciones.

Un libro escrito por un hombre que nació en la postguerra y que escuchando los relatos, las historias alrededor del fuego o en la sobremesa familiar o en compañía de amigos se prometió no perder la memoria y guardarles un sitio en la suya que algún día volcaría para compartirla con todos nosotros.

Lo que nos dice la sinopsis del libro:

Tras la guerra civil, Mateo, un anarquista preso en un campo de concentración logra salir de aquel inferno tras ser avalado por alguien desconocido. Fiel a sus ideales, no dudará en unirse a la resistencia encontrando a cada paso numerosos compañeros, algunos de los cuales le ayudarán y otros le traicionarán o intentarán engañarle. Siempre con el objetivo de liberar a su patria del opresor, Mateo encadena un sinfín de aventuras en las que también conocerá el amor, las desgracias que éste proporciona y, por supuesto, también la gran felicidad que supone ser amado por alguien.
En esta obra el autor plasma en la vida de Mateo multitud de anécdotas reales ocurridas en tiempos de posguerra, describiendo además muchos lugares, parajes, ciudades y pueblos que por aquel
entonces eran muy diferentes de cómo los conocemos ahora. El lector no tardará en empatizar con el personaje y vivir en su imaginación las experiencias que aquí se relatan.

El autor, José Peris Ferrer:

José Peris Ferrer nació en Silla (Valencia) en el año 1942 y por tal circunstancia conoció y sufrió los rigores de la posguerra como tantos otros, sobre todo los que tuvieron la desgracia de ser hijos de aquellos que lucharon en el bando perdedor. Su infancia transcurrió entre las severidades de la necesidad más extrema, con padres que no sabían siquiera leer y por tal motivo le inculcaron la exigencia de lo que por aquel entonces llamaban “aprender cuatro letras”. Ya adolescente pronto tuvo que dejar la escuela y por lo tanto olvidar la idea de continuar con estudios superiores, aunque eso no apagó su deseo de seguir leyendo y aprendiendo por su propia cuenta, durante los descansos que los duros trabajos le permitían. En esas tareas, todas agrícolas, pudo compartir momentos con personas que, como su padre, hicieron y perdieron la guerra del lado republicano, gente que luchó junto al general Enrique Lister en la brigada de su mismo nombre, o los que lo hicieron a las órdenes del no menos conocido Valentín González “El Campesino”, hombre de un valor legendario. Oyendo esos relatos se prometió a sí mismo que algún día escribiría un libro basándose en
las historias que esos hombres le contaron y que casi nunca coinciden con el relato oficial de aquella batalla.
Siempre ha sentido cierta admiración y a la vez curiosidad del por qué hombres que habían perdido una guerra y teniendo posibilidades de rehacer su vida, se echaban al monte para continuar una lucha en la cual las posibilidades de triunfo eran prácticamente nulas.
Esta novela es un recordatorio de aquellos patriotas guerrilleros o maquis que jamás renunciaron a sus ideales y por los cuales arriesgaron y en muchísimos casos dieron su vida.

 

 

Cazarabet conversa con José Peris Ferrer:

jose-peris-120x107.jpg-José, háblanos un poco de esa necesidad, casi imperiosa de trasladarnos y contarnos aquello que a ti también te sobrevivieron o preguntado de otra manera, ¿cuál es el punto de inflexión o la motivación que te lleva a cabo el escribir esta historia?

-Siempre he pensado que hay poca literatura sobre los casos particulares, sobre gente que sufrió mucho… y en concreto la gente que me relataba sus casos cuando yo trabajaba con ellos.

-Una historia, dicha sea de paso, que es una historia de historias y de pequeños relatos…-Cuéntanos, ¿por qué hay tantos prejuicios, tristemente aún permanentes, sobre las personas vinculadas al ideal anarquista y que todos se apresuran a arrinconar como violentos, radicales, “mata curas” y “quema Iglesias”?

-Porque realmente el anarquismo no les solucionó en ningún caso la vida diaria. El anarquismo en principio triunfó –según opiniones- en cooperativas y comunas, pero el problema lo tenían en su propia doctrina ya que se regían por un sistema asambleario, es decir, no había jefes, todos mandaban por igual y se hacía lo que la opinión mayoritaria de la asamblea decidía. Cuando llegaron al gobierno, junto con los socialistas hubo muchísimos problemas de dirección… no es lo mismo gobernar una cooperativa que una nación. Además, previamente a la guerra civil, en todas las manifestaciones había pistolerismo, pero tanto de un lado como del otro, y esto les envalentonó y comenzaron con la quema de iglesias, etc. Esto culminó con la clausura, por parte del parlamento, de la academia de infantería que dirigía Franco, dejando en la calle a los más de 800 oficiales que -naturalmente- se unieron al bando de Franco cuando estalló la guerra. Todo ello, sumado al asesinato de José Calvo Sotelo por parte de la guardia de asalto hizo que se conociera la vena más sangrienta del anarquismo y la que, posteriormente, fue la más conocida.

-Después de la victoria de los alzados, de los rebeldes contra la II República, me refiero a la victoria pasada por las armas vino la represión, el esparcimiento del escarmiento, del miedo y tú fuiste testigo directo, al fin y al cabo, naciste en plena postguerra. ¿Qué nos puedes reflexionar?

-Mi reflexión es que, como en toda revolución, el bando ganador es el que hace la justicia. Normalmente, en un porcentaje muy elevado más bien habría que llamarla “injusticia”, porque además de los archivos que recopilaron, también vinieron la multitud de chivatazos de la gente que no simpatizaba con la república, contando que sus vecinos eran enemigos, consiguiendo así que se les castigara. La represión fue total y sistemática.

-¿Qué era lo más duro de aquellos años de postguerra y escarmiento? ¿Cómo se vive, pero sobretodo cómo se sobrevive a ello?

-Lo más duro fue el hambre y la necesidad. Hay que tener muy en cuenta que mucha gente, niños y jóvenes, tenían a sus padres en la cárcel y tenían que ingeniárselas para sobrevivir. La falta de asistencia sanitaria hizo que muchos niños no resistieran las enfermedades. Las madres no producían leche materna con la que dar de mamar a sus bebés, de hecho, la mía, que por suerte sí tenía, me amamantó a mí ¡¡¡y a otros tres hijos de vecinas!!!

-Amigo, ¿Cuántos Mateos ha ido dejando la historia?

-Muchísimos… y el de mi libro sobrevivió de puro milagro. A pesar de que es un personaje de ficción, las cárceles estaban llenas de gente como él.

-Comienzas esta historia con Mateo en el campo de concentración de Lo Arenales en Cáceres, campos destinados a sacar de cada uno de sus presos hasta la última gota de sudor, a exprimirle en su vida desde el esfuerzo y el trabajo físico, sin mirar por la salud de ellos, por las condiciones de trabajo y de alimentación, por no hablar de los malos tratos…los que sobrevivieron debieron quedar presos de estas situaciones vividas y nunca cicatrizadas, ¿qué nos puedes comentar?

-Curiosamente los prisioneros hablaban muy poco de todo lo que allí padecían, hablaban más de las circunstancias que les habían llevado hasta allí. Es decir, no culpaban a sus captores, sino a los dirigentes y las acciones que les habían hecho acabar en esos funestos sitios.

-Seguramente que también conociste a personas que vivieron estos campos de concentración, de prisioneros o de trabajo, ¿qué nos puedes comentar? Muchos no hablaron de ello nunca o hasta pasados muchos años, ¿verdad?

-Sí, y he conocido personas que de tantas palizas los han dejado tan inválidos que después no han podido trabajar a causa de las secuelas físicas. Frecuentemente, si por ejemplo mandaban a tres personas a hacer una faena, si no podían, en vez de mandar a más gente a ayudar lo que hacían era quitar a uno, o sea, aún hacían más difícil la labor. Era casi castigar por diversión. Las personas que sobrevivieron en esos campos de concentración eran vidas destruidas moral y físicamente. Además, trataban de no hablar de ello, más que nada por borrarlo de su mente, por anular esas malas experiencias.

- ¿Cómo ves, amigo, al movimiento de Recuperación de la Memoria Histórica en un país donde se inhabilita a los jueces que quieren indagar en el franquismo o se han puesto muchas trabas para las personas que quieren buscar a sus familiares en fosas comunes, cunetas…? O donde Franco y Primo de Rivera siguen estando enterrados recibiendo un ramo de rosas todos los días sobre su tumba. Inconcebible, ¿no?

-No me parece bien glorificar a esas personas que causaron este dolor. En los días que estamos me parece bien que quiten sus nombres de las calles, aunque, por otra parte, acciones como éstas o como desenterrar fosas comunes no soluciona ya nada, de hecho, puede que ni siquiera queden tantos hijos de ejecutados como se cree, a quien devolverles el cuerpo de sus padres para hacer un entierro digno. Además, siendo justos, deberían de levantarse no solo las fosas creadas por un bando, sino de ambos, y creo que ya no es el momento.

-¿Piensas que algo se hizo mal, muy mal o insuficiente en el período de la transición cuando se hubiese tenido que preparar el terreno para que el país se hubiese asentado en una democracia respetuosa y que hubiese puesto a todos en su sitio?

-Pues pienso que se hizo relativamente bien porque se aunaron criterios de ambos bandos. El partido comunista, recordemos, estuvo en la transición. Además, se consiguió una amnistía total por parte de todos, que permitió volver a España a muchos exiliados. Por supuesto, como en todo, se podía haber hecho más, pero creo que fue un buen comienzo.

-¿Cómo ha sido la acogida de Mateo el anarquista?

-Relativamente buena, el día de la presentación en el salón de plenos del ayuntamiento vino muchísima gente, estaba lleno. Ahora es un goteo de ventas y de comentarios, pero la intención de dejar plasmadas y transmitidas estas historias está conseguida.

-Cuando se publican esta especie de “testimonios” casi todos los que lo escriben me explican, me comentan que se les aproxima mucha gente contándoles testimonios más o menos directos. ¿Te ha pasado a ti?, ¿nos puedes contar algo?

-Sí, tras el libro muchísima gente se me ha acercado a contarme historias de sus familiares, padres, tíos, etc. que lo pasaron muy mal. Nunca se escribirán suficientes libros para explicar todas esas historias de dolor.

-Desarrollar la historia de Mateo y su deambular por la vida, sobre todo después que sale del campo de concentración, ¿ha supuesto mucha tarea de documentación?

-Realmente sí, aunque hoy en día es más sencillo que antes, el hecho de documentar los personajes, los barrios, ciudades y pueblos exige buscar mucho, tanto en internet como en multitud de libros que he ido recopilando. Es difícil relatar una historia en un lugar en el que no has estado y encima en un escenario cincuenta años anterior.

-Porque Mateo no se conforma con la sumisión, no quiere ni pretende rendirse y más que nunca o con un fervor renovado recoge las ideas y el ideal para luchar, sobretodo, por la libertad, ¿qué nos puedes decir?

-Mateo defendía sus ideales a capa y espada, aquellos que, como él, no aceptaron la derrota, tuvieron que resarcirse haciendo pequeños actos “terroristas” como hacer explotar transformadores eléctricos o descarrilar trenes y, los que no se atrevían a tanto, imprimían y difundían propaganda antifascista.

-Alguien desconocido lo avala para que salga del campo de concentración, pero no sabe quién es, debía ser una sensación muy rara, ¿no? ¿Cómo les puedes contar a nuestros lectores que esto le afecta a nuestro protagonista Mateo?

-Mateo no se atrevía ni a preguntar quién le había avalado, ¡¡¡ pensaba que se habían equivocado de persona!!! y salió a toda prisa de aquel infierno. Después, ya con más calma, empezó a preguntarse quién podría haber sido y, casualmente, se reencuentra con él ya más adelante. Ahí está la gota de misterio que puse en la historia.

-El protagonista, Mateo, escoge la vía de la resistencia, pero muchos otros cogieron el camino de la resignación o de “cierta resignación”, aunque su pensamiento fuese resistente, pero querían volver a su pueblo, con su familia, con las amistades y empezar a vivir en cierta paz---digo cierta--…debieron ser la gran mayoría, pero estaban heridos por dentro y lo estuvieron muchos años. ¿Cómo se curan esas heridas si es que pueden curarse?, ¿el hablar de ello, el contar lo que les pasó o incluso el escribirlo puede ejercer de ejercicio de catarsis, como de curación?

-Empiezas a pensar que la lucha ya no tiene interés debido a la falta de resultados palpables y acabas aceptando la realidad, a desear una vida más tranquila y más cercana a los tuyos, a no esconderte. El hecho de escribirlo, de sacar afuera todas tus inquietudes te desahoga, te tranquiliza el espíritu. Haber honrado, en la medida que he podido, a esas personas que me han contado esa parte tan amarga de su vida hace que me sienta liberado, satisfecho y feliz por haber dado trascendencia a la vida de una gente que sufrió unos hechos que esperamos que no se repitan nunca.

 

 

 

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Mateo el anarquista. José Peris Ferrer   
316 páginas        15 x 21 cms.
12.00 euros
Círculo Rojo



Tras la guerra civil, Mateo, un anarquista preso en un campo de concentración logra salir de aquel inferno tras ser avalado por alguien desconocido. Fiel a sus ideales, no dudará en unirse a la resistencia encontrando a cada paso numerosos compañeros, algunos de los cuales le ayudarán y otros le traicionarán o intentarán engañarle.
Siempre con el objetivo de liberar a su patria del opresor, Mateo encadena un sinfín de aventuras en las que también conocerá el amor, las desgracias que éste proporciona y, por supuesto, también la gran felicidad que supone ser amado por alguien.
En esta obra el autor plasma en la vida de Mateo multitud de anécdotas reales ocurridas en tiempos de posguerra, describiendo además muchos lugares, parajes, ciudades y pueblos que por aquel entonces eran muy diferentes de cómo los conocemos ahora. El lector no tardará en empatizar con el personaje y vivir en su imaginación las experiencias que aquí se relatan.

José Peris Ferrer nació en Silla (Valencia) en el año 1942 y por tal circunstancia conoció y sufrió los rigores de la posguerra como tantos otros, sobre todo los que tuvieron la desgracia de ser hijos de aquellos que lucharon en el bando perdedor. Su infancia transcurrió entre las severidades de la necesidad más extrema, con padres que no sabían siquiera leer y por tal motivo le inculcaron la exigencia de lo que por aquel entonces llamaban “aprender cuatro letras”. Ya adolescente pronto tuvo que dejar la escuela y por lo tanto olvidar la idea de continuar con estudios superiores, aunque eso no apagó su deseo de seguir leyendo y aprendiendo por su propia cuenta, durante los descansos que los duros trabajos le permitían. En esas tareas, todas agrícolas, pudo compartir momentos con personas que, como su padre, hicieron y perdieron la guerra del lado republicano, gente que luchó junto al general Enrique Lister en la brigada de su mismo nombre, o los que lo hicieron a las órdenes del no menos conocido Valentín González “El Campesino”, hombre de un valor legendario. Oyendo esos relatos se prometió a sí mismo que algún día escribiría un libro basándose en las historias que esos hombres le contaron y que casi nunca coinciden con el relato ofcial de aquella batalla.
Siempre ha sentido cierta admiración y a la vez curiosidad del por qué hombres que habían perdido una guerra y teniendo posibilidades de rehacer su vida, se echaban al monte para continuar una lucha en la cual las posibilidades de triunfo eran prácticamente nulas.
Esta novela es un recordatorio de aquellos patriotas guerrilleros o maquis que jamás renunciaron a sus ideales y por los cuales arriesgaron y en muchísimos casos dieron su vida.

 

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