La Librería de El Sueño Igualitario

81t7Mg3U7PL.jpgCazarabet conversa con...   Manuel Lacarta, autor de “Reducto. Al sur del norte” (Queimada)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Queimada edita dos  libros de poesía, desde la pluma de Manuel Lacarta.

Lo que nos dice Queimada sobre estos dos cuadernos de poesía, desde la pluma de Manuel Lacarta, Reducto y Al Sur del Norte. Lo reedita Queimada dentro de la colección Algo más que palabras.

Otras colecciones de Queimada son: Fuera de quicio; Nuestra memoria; La casa roja y la citada,  Más que palabras.

Reeditamos desde Queimada dos de los primeros libros de poesía escritos por Manuel Lacarta. Poco podemos decir de la importancia de estos primeros escritos de juventud, rebelde y, además, muy independiente. Dejaremos que sea él mismo quien nos explique su visión:

"No es difícil entender Reducto. Hace cuarenta años que se publicó por primera vez, y es libro que no envejece; treinta y cinco, Al sur del norte. Uno y otro nos traían ya un autor ageneracional y que va por libre, sin marcar paso en el desfile; tampoco hoy. En Reducto y en Al sur del norte hay literatura, indudablemente de la mejor; pero, además, al término de su lectura, se nos hace palpable una ineludible necesidad, sin duda muy concreta: hay que abrir ventanas y respirar, respirar, profundamente respirar. Reducto mira tanto hacia afuera como a las vísceras, el interior. Es "lugar" idóneo para estar ahí, encontrarse, buscar refugio; pero también, punto de lanza, flecha, dardo certero, disparo: ¡pum pum!, de revólver. No cabe sólo resistir. Todo cuanto tiene de cómodo, de apartado, dejarse ir, abandono; lo posee también de rabia, de acusación, no poder ser, aunque debiera. Junto con él, los poemas de Al sur del norte son más letanía, salmo, canción, versículo a lo Walt Whitman, Neruda, León Felipe; pero, ¡ojo!, en Al sur del norte tampoco cabe la inocencia: Aquí ya no quedan gorriones/ pues nacieron alambradas altas / y girasoles de espino/ se nos fueron muriendo /muy calladamente las acacias".

Estatua del general a caballo/ librando su batalla/ contra las palomas/ Estatua del general señalando/ con la espada al norte,/ clavando las espuelas/ en la bestia humana/ que relincha./ Se te va a gastar el bronce/ de tanto defender la plaza./ ¿Es que acaso no comprendes/ que ya no queda guerra/ ni frentes ni banderas ni batallas,/ que sólo estás luchando/ con tu soberbia contra las palomas?/ La lluvia del otoño te lame/ día a día la coraza/ y los niños que juegan/ quieren arrancarte el brazo/ que señala al norte./¡Qué importante estar en retirada/y servir de nido a los pájaros! / ¡Qué importante ser un soldado / y guardar la paz en esta plaza /  donde ya no atruenan los cañones!.

El autor, Manuel Lacarta: ha publicado libros de poesía, narrativa, novela y ensayo. Como poeta es autor de Reducto (1977), Encarcelado en el silencio (1978)), Al sur del norte (1982), Estar sin estancia (1983), 34 posiciones para amar a Bambi (1988), que fue “Premio Ámbito Literario de Poesía”, El tipo del espejo (2010), Otoño en el jardín de Pancho Villa (2011), reconocido con el “Premio de la Crítica de Madrid” al mejor libro de poesía aparecido en 2011, El rojo de sus labios (2013), Margot en la Plaza de Castilla (2013), Verano (2015), Alumbrado público (2016) y La soledad de Mickey Mouse (2017). En narrativa, de Cuentos de media página (1983) y Cuentos de Madrid (2008). En novela, de Dame tus manos (2010) y Yo, Lope de Aguirre, rebelde hasta la muerte (2014). Su obra de ensayo comprende los libros Madrid y sus literaturas. De la generación del 98 a la posguerra (1986), Felipe II. La idea de Europa (1986), Cervantes. Simbología de lo universal (1988), Diccionario del Quijote (1996), Diccionario del Siglo de Oro (1996), Felipe II. La intimidad del rey Prudente (1997), Carlos V (1998), Lope de Aguirre. El loco del Amazonas (1998), Madrid y sus literaturas. Del modernismo y la generación del 98 a nuestros días (2002), Madrid (2003), Felipe III (2003), Cervantes. Biografía razonada (2005), La Casa de Austria y la monarquía de Madrid (2006), Diccionario del Renacimiento (2006) y La poesía del exilio interior y otros ensayos (2017).

 

 

Cazarabet conversa con Manuel Lacarta:

IMG_7696.jpg-Manuel, ¿qué te ha llevado a reeditar con Queimada juntos dos de tus libros de poemas muy anteriores, Reducto y Al sur del norte?

-Reducto y Al sur del norte se publicaron por primera vez en 1977 y 1982 respectivamente, en Ediciones de la Torre; luego, en 2011, formaron parte de Otoño en el jardín de Pancho Villa, mi poesía, a la fecha, “completa incompleta”. En 2017, era el cuarenta cumpleaños de Reducto y había que sacarlo al patio de vecinos, ponerle a soplar las velas de una tarta de chocolate con velas. Resultaba además que era un libro surgido en la misma época que la editorial Queimada, en el inmediato posfranquismo. En los finales de los 70, en Madrid, recuerdo las librerías Panorama -muy ligada a Queimada-, Alberti…; las editoriales De la Torre, Libertarias, Moebius, Nuevo Sendero. En todo se notaba esa urgencia de abrir ventanas y respirar, y eso era Reducto: abrir ventanas ¡y respirar! Ahora bien, coincidencias y similitudes o no con el día a día actual, yo no veo que mi poesía de hace cuarenta años haya envejecido ni un ápice. Lo digo con orgullo: lo que escribí entonces, lo suscribo ahora; no enmiendo nada. ¿Vale, pues? Por eso, Queimada y yo volvemos a Reducto. Al sur del norte.

-Para ti la poesía es como una especie de instrumento con el que, además de pensar, reivindica tu razón de ser como escritor…

-Nunca entendí la poesía como un instrumento. La literatura es ¡literatura!; no otra cosa. Se puede escribir mejor, ser más sincero, caer en contradicciones o no. Ciertamente que detrás de mi poesía estoy yo, el tipo que escribe, y que lo que yo veo, toco, oigo… transciende a lo que yo escribo. Eso se nota -y mucho- en estos dos libros juntos, pero, cómo no, lo mismo en los posteriores. Dicho esto, mi poesía no es “social “ni mi poesía es -aún menos- la poesía de los “novísimos” de aquellos 70, y el desarraigo con respecto al hecho generacional me ha costado, valga decirlo, algunos lagrimones.

-¿Es el género con el cual te sientes más a gusto?

-Sí, por lo general. Pero, el poema es un espacio muy abierto, y yo, últimamente he escrito tres poemarios en prosa: El rojo de sus labios (2013), Verano (2015) y Alumbrado público (2016), que ahora la editorial Lastura acaba de juntar en uno, Prosas. Los he ido alternando con la poesía en verso de libros como Margot en la Plaza de Castilla (2013) o La soledad de Mickey Mouse (2017).

-Calificas tu poesía como “ageneracional” … sí, la verdad es que igual puede entenderse leyéndola hace cuatro décadas que en estos momentos… poco ha avanzado la sociedad o iguales son las injusticias a las que somos sometidos. ¿Sigue siendo el capitalismo atroz nuestro más directo “enemigo”? ¿Lo ves así? ¿Por qué?

-Bueno, bueno. Vayamos por partes. En literatura, la idea de lo generacional es un invento muy a lo Azorín y a lo Ortega y Gasset que hizo fortuna. Luego, en los años 40, 50 y hasta 60 -con un fuerte marchamo seudo falangista- se hablaba de joven literatura en todas partes hasta el empacho, el hartazón; mandaba eso de la “juventud”. Para aclarar lo que yo pienso, baste ver como Lope de Vega es un poeta joven, vital, “fresco”, siempre; y Gabriel y Galán resulta un vate “infumable”. ¿No? Si un poema no se impone per se como algo vivo, perdurable, no creo en su interés. Segundo asunto.  La sociedad avanza y retrocede de modo pendular, y es una lección básica de la Historia. Desde luego, no es aceptable que a Pablo Hasel se le pretenda meter entre rejas por cantar, que a los emigrantes se les cierren las fronteras de Europa por tierra y mar o que un jubilado -muchos, muchos jubilados- perciba una pensión de mierda. Dudo de si la etiqueta “capitalismo” es todavía oportuna para referirnos a una realidad chocante, aunque desde luego la desigualdad y la concentración del poder en unos pocos persisten y no pienso que al Estado y a sus leyes se les pueda combatir con las armas y las leyes mismas del Estado.

-¿Qué puntos en común tienen estos dos poemarios: Reducto y Al sur del norte?; y ¿qué puntos de divergencia y/o divergencias destacarías?

-Son libros que no se estorban. Quizás en Reducto subyace un algo de “manual de instrucciones”, algo así como “yo os estoy contando de qué me quiero escapar y para qué”, “os propongo vivir sin tanto bienestar-malestar”. Aunque haya -y hay- otras lecturas. En su libro Literatura y exilio interior (1980), el profesor Paul Ilie escribía: “Los poetas jóvenes parece que no tengan otro vocabulario que el de encarcelamiento y escisión. Una pareja de enamorados en Reducto de Manuel Lacarta son conducidos a una fortaleza sin barrotes ni alambres de espino, expresando su amor en términos del mundo de sus padres y de sus abuelos: “Nuestro reducto no tiene fronteras”, el último ideal contra la realidad: “Las murallas de las ciudades cercan/ con su altura nuestra libertad…/En todas partes nos persiguen”. Dotado con una herencia de acoso y obstrucción, de una cultura separada de sí misma, Lacarta no posee otro leguaje que el del prisionero y el emigrado y se siente impulsado a insistir tan tardíamente como en 1977 en que “ya no habrá más mordazas”. Sigo insistiendo que en Reducto yo pedía aire fresco, abrir ventanas. Pero, volvamos a la pregunta. Al sur del norte son quince poemas largos, con mucho de letanía, salmo o versículo; se aleja de ese tono algo elegiaco y a primera vista “panfletario” de los ocho poemas de Reducto. Ojo que escribo panfleto entre comillas. Entre uno y otro libro, cabe verse si acaso un ligero desplazamiento del ojo que observa la realidad -lo de adentro y lo de afuera-, aunque el escritor es él, el mismo; no renuncia a nada. Y sigo siendo el mismo aun hoy; no renuncio a nada.

Manuel-Lacarta.jpg-¿Por qué nos enfrentamos a los mismos fantasmas? ¿Estamos narcotizados como sociedad?

-No hemos sabido madurar, envejecer; tampoco, cambiar las cosas, dejar sitio. Nos hemos mantenido en el modelo piramidal sin ser capaces de algo tan simple -y tan complejo- como darle, ¡Zas!, la vuelta a la pirámide. ¿Cómo consentimos que los menos mande en los que somos más? ¿Cómo consentimos la desigualdad extrema, tan extrema? Sí, vivimos en un mundo indiferente y la idea de Europa que se nos ha impuesto es mercantil, ese todo tiene un precio. Simplemente monetarista.

-¿Tus poemas son una especie de desahogo o tienen más que ver con la reivindicación, la lucha llevada a cabo mediante las letras y los poemas?

-No sé muy bien. Volvemos a lo que ya comentamos antes. Yo soy social, cívico y malgré lui muy individualista, aunque mi poesía no es siempre “social”, “cívica”. En esa pugna entre compromiso o no, yo he tenido una postura muy transversal. Creo que la tarea del escritor es escribir bien, hacerlo con dignidad y sé, asimismo, que el escritor no debe tampoco guardar silencio, callar.

-Tu expresión creativa como escritor va más allá de la poesía. Eres ensayista, novelista. Un narrador incondicional que hace uso de las letras y encuentra en estas todos los instrumentos que necesitas para luchar por las causas que, a tu parecer, merecen la pena. Pregunto.

-Vale. Me parece una pregunta voluntariosa, aunque ingenua. Una de mis dos únicas novelas, Yo, Lope de Aguirre rebelde hasta la muerte (2014), sí es abiertamente beligerante o lo es mi último libro de ensayo, La poesía española del exilio interior y otros ensayos (2017), por ejemplo. En otros libros, creo que puede más la literatura que mi compromiso humano. Aunque siempre hay que ser sutiles. A mi amiga Lidia López de Miguel le pirria este poema en prosa de Verano (2015), el primero del libro:

“Esta uña vieja sobre la uña nueva está a punto de caer del dedo.

“Apenas nada la sujeta, y sigue ahí. La uña vieja pegada a la uña nueva”.

No olvidemos que escribir poesía es otra forma de decir.

-Tus poemas, tu poesía tiene un trasfondo rítmico…como de seguir el compás. ¿Es por tu faceta de músico?

-No concibo el poema si no es como una forma musical. En él -y cito a José Hierro- la palabra canta y dice. Sí quiero precisar que yo estudié música, pero jamás he ejercido como tal.

31ilgIIXyPL.jpg-Un músico que es también escritor seguramente que tiene los vasos comunicantes y una especie de osmosis constante, ¿no?

-Sólo escritor. Y sí, le debo mucho en mi literatura al hecho de haber estudiado música. Pero, cuando estudié Filosofía y Letras, aprendí de la Geografía a ver el paisaje; a mis años de visitar exposiciones y hacer crítica de Arte, ese mostrar simplemente las cosas de una forma plástica. Creo que hay que aprender e incorporar, con humildad.

-Pero eso no se consigue si “no te abres” para con los demás componentes sociales, ¿verdad?

-Verdad. No se puede ser ni estar aislados. Yo, si lo observáis, hago una literatura muy centrada siempre en lo cotidiano, a pie de calle. Parto de lo magnífico, maravilloso, desgarrador, etc., que despierta lo próximo, lo doméstico y no jerárquico.

-¿Cómo ha sido, amigo, trabajar con Queimada y con el Colectivo Burbuja?

-Me he encontrado entre gentes afines a mí. Social y sentimentalmente. De Queimada, yo conocí a los que iniciaron Queimada en el 77 o el 78, y, antes a la pareja -chico y chica- de la librería Panorama, ambos fallecidos. Reeditar Reducto. Al sur del norte aquí era algo natural y familiar. Tan sencillo, pues.

-¿Para ti qué es la poesía? ¿Es el género literario que te hace sentirte más como de cerca con todo y con todos?

-¿Me arriesgo a decir una estupidez, una jilipollez? La poesía es un estado de gracia. Dicho, ojo, desde la perspectiva de que la Literatura es una de las pocas cosas en las que creo. No creo mucho en eso de los géneros literarios; son concertinas, corsés puestos como una valla a la literatura. Pero, en el fondo, sí: con la poesía me siento un poco cerca. Ver a través de la posible bondad de la poesía, leer el mundo desde esa forma…

-Actualmente, amigo Manuel, ¿en qué andas trabajando; nos puedes dar alguna pista?

-Quiero terminar de ordenar Biografía, del que he publicado en revistas algunos pocos poemas sueltos. 

-¿Qué no puede la poesía?... creo que es una de las “armas literarias” que lo puede todo; casi todo ¿no?

-Pues, ¡no! Nos encontramos en un estado de resistencia, estamos jodidos y pasivos. Hay que volver a la literatura, la música, escuchar a los pardales cantar. Hay que volver a los postres caseros, la cerveza artesana, las chicas que no usan sujetador de copa y a los calzoncillos largos contra el frío del inverno. Tenemos que aprender a besarnos y a dar patadas al balón por el puro gusto de dar patadas a un balón. Sobre todo, ¡qué no nos engañen!: el agua y el cielo y los terrones de la tierra del suelo son nuestros, son de todos. Como la palabra, nuestra y de nadie.

 

 

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