La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro que desgrana la historiografía sobre
la Segunda República española desde el cuidado en la edición de Eduardo
González Calleja y Álvaro Ribagorda.
Un libro sobre la política en la Segunda
República en la Historia de España.
Lo que nos dice la sinopsis del libro:
Exhaustivo balance historiográfico realizado
hasta la fecha sobre uno de los períodos más controvertidos de la historia
contemporánea de España. La actual polémica historiográfica y memorial sobre el
alcance reformista y la naturaleza política de la Segunda República no ha
conocido parangón en su intensidad desde la Transición. El presente libro
participa en este debate, y para ello ofrece un balance historiográfico que
aborda las grandes cuestiones tratadas por los especialistas en el último medio
siglo: desde la forma de Estado al sistema de partidos, desde las grandes
reformas a la conflictividad sociolaboral, desde las
culturas políticas a la educación, la ciencia y la cultura.
Los dos encargados de la edición.
Eduardo González
Calleja es profesor titular de Historia Contemporánea
en la Universidad Carlos III de Madrid y especialista en teoría e historia de
la violencia política en el mundo contemporáneo. Álvaro Ribagorda es profesor de Historia
Contemporánea en la Universidad Carlos III de Madrid. Se dedica al estudio de
la historia sociocultural e intelectual española de la primera mitad del siglo
XX.
Cazarabet conversa con Eduardo González Calleja y Álvaro
Ribagorda:
-La primera parte del libro, amigos, la
dedicáis a la interacción del estado y de la Administración y es que
aquí sí que se generan muchas dudas e interrogantes porque la administración
quizás estaba en otro ritmo respecto a lo que de golpe casi le vino a exigir, y
en muchos campos, la llegada de la Segunda República…
-El
cambio de régimen transformó la política, abrió la puerta a muchos nuevos
actores y sensibilidades en el gobierno y la vida pública, y eso puso en marcha
una profunda transformación del país que despertó el interés de los primeros
estudios sobre la Segunda República.
Sin
embargo, los distintos escalafones de la administración pública no se transformaron
de la noche al día. Los siguientes peldaños del escalafón, los jueces, los
funcionarios, las fuerzas de orden público, etc. eran las mismas que habían
servido a la monarquía y a la dictadura, y el proceso de adecuación a la nueva
realidad democrática de todos esos actores de segundo orden, pero de vital
importancia, encontró por ello numerosas resistencias, así como hábitos e
inercias poco democráticos, y eso también lastró en muchos aspectos la vida
política de la Segunda República, donde con frecuencia el sesgo progresista y
modernizador de la legislación y los poderes públicos encontró dificultades
importantes para su aplicación real, como han ido evidenciando desde hace
algunos años los estudios más pormenorizados. La democratización de un país no
se consigue de un día para otro. La plena democratización de España no se
consiguió el 14 de abril, apenas se estaba iniciando.
-Y es que, recordemos, la administración hasta llegada
la Segunda República estaba todavía muy lastrada por la sobrecarga de muchas
características que más bien tenían a ver con el Antigua Régimen. ¿Cómo lo
veis?
-La
historiografía ha demostrado que en 1931 España no era un país tan atrasado
como se nos ha contado habitualmente. Sin embargo, existían desde luego gravísimas
rémoras en todos los ámbitos, y especialmente en la política y la sociedad. No
se trata tanto de que la administración pública estuviese anclada en el Antiguo
Régimen, como de que las resistencias al desarrollo de la sociedad y el Estado
liberales que ofrecieron los sectores más conservadores y reaccionarios de la
sociedad, hicieron que el proceso de desarrollo del liberalismo que había
tenido lugar en otros países de nuestro entorno durante el siglo XIX, fuese más
lento e incompleto en España. De tal manera que a la altura de 1931 el reto de
modernización de la sociedad, construcción de la nación y renovación de la
administración que tuvieron que afrontar los primeros gobiernos de la Segunda
República conllevaba problemas que en otros países se habían resuelto varias
décadas antes, y a un ritmo muy distinto.
-¿Qué puntos de inflexión marca la II República
respecto a lo que aconteció política y administrativamente hablando?
-Fue el
inicio de la democracia en España, el comienzo del desarrollo de los partidos
de masas como fórmula de representación política, y el punto de partida para el
desarrollo social del país. Parecía que la democratización de la vida política
y la función pública ponían en hora el reloj de la historia española, y que eso
debía ser irreversible, pero se produjo en un contexto internacional terrible,
con el auge de los totalitarismos y la creciente extensión del fascismo en
Europa, que llegó también a España y arrasó con casi todo.
-La Reforma Agraria se topó con la intransigencia de
muchos terratenientes que tenían el apoyo, además, de la burguesía, el sector
más conservador, la Iglesia…
-El
problema del campo era uno de los más importantes que existían en nuestro país,
tanto por el grueso de población al que afectaba, como por la gravedad que
dicho problema conllevaba. Se trataba de un problema de largo espectro, que
tenía que ver con el régimen de propiedad de la tierra y su origen, con las
deficiencias de la revolución industrial en nuestro país, con la forma en la
que se habían desarrollado las desamortizaciones, y las consecuencias que para
el desarrollo económico del país tenía todo ello.
En el
mundo rural, la miseria y las reivindicaciones de los campesinos y jornaleros
de gran parte del país eran terribles. Cualquier intervención sobre la
propiedad de la tierra, o las condiciones laborales y sociales del mundo
agrario afectaban directamente a los terratenientes y algunos medianos
propietarios, que constituían uno de los núcleos de poder dominantes en el
sistema caciquil y clientelar de la Restauración. De tal manera que los
gobernantes republicanos se vieron apremiados a buscar una solución a los
acuciantes problemas de una gran masa de trabajadores del campo, y trataron de
hacerlo de una forma muy técnica, moviéndose con pies de plomo. Pero la
resolución del problema agrario era uno de los temas más complicados y
conflictivos. No se podían repartir tierras ni regular derechos a los
jornaleros sin afectar al nervio mismo de las élites rurales, y las necesidades
y esperanzas de los trabajadores del campo eran tales, que la lentitud y falta
de profundidad de la Reforma Agraria pronto se convirtieron también en motivo
de revueltas sociales contra el gobierno.
-Y ya que mencionamos a la Iglesia. Hay que
decir que el pretender hacer de la España del culto a la Iglesia un país laico
con el peso y la influencia que tenía la Iglesia, era mucho pedir, por muy
justo que nos parezca…
-Desde
el primer minuto la Iglesia se posicionó y actuó en contra de la democracia y
el cambio social, y los prelados españoles fueron incluso más combativos que el
Vaticano, así que tampoco se puede afirmar que los gobernantes republicanos se
echasen encima a la Iglesia con sus reformas, aunque es cierto que les faltó
tacto, y quisieron actuar más por derecho y principios que mediante acuerdos.
Azaña dijo aquello de que España había dejado
de ser católica, pero las creencias populares de una sociedad no cambian de la
noche al día. Azaña sabía que secularizar el Estado no equivalía a que los
españoles dejasen de ser católicos, y probablemente tampoco lo pretendía, lo
que se trataba era de construir un Estado laico, moderno, democrático.
La
Segunda República trató de hacer lo que habían hecho la mayor parte de los
Estados liberales décadas antes: separar la Iglesia y el Estado. La Iglesia
había sido uno de los principales baluartes de la monarquía y la oligarquía
dominantes hasta entonces, y actuaba como uno de los principales poderes dentro
del Estado. Por ello cuando los primeros gobiernos republicanos empezaron a
legislar para hacer que la Iglesia Católica –igual que el resto de
instituciones y organizaciones del país- quedase sometida al imperio de la ley,
esta movilizó todos los recursos posibles para mantener sus privilegios en
educación, negocios, actividades públicas, etc. Como han venido señalando
diversos autores, el problema de la separación entre Iglesia y Estado se erigió
en uno de los principales elementos de agitación contra la República. Es
posible que los gobernantes republicanos cometiesen errores en el tema de los
cementerios, las procesiones, etc. y que un ritmo más lento en la
secularización del Estado hubiese facilitado algunas cosas, pero también hay
que entender que la Iglesia Católica controlaba la educación, parte de la
prensa, empresas, los matrimonios, la moral, las costumbres… y las reformas del
Estado republicano sólo quisieron hacer lo mismo que se había hecho en Francia
medio siglo antes.
Con
todo, es verdad que la Iglesia Católica era un gran Estado dentro del Estado,
con un auténtico ejército a su servicio, y el apoyo de las élites y buena parte
de la sociedad, y a la vista de lo que sucedió a muchos nos parece que hubiese
convenido actuar de otra forma, pero eso es una visión teleológica, y lo cierto
es que la democracia exige el imperio de la ley.
-Una República, sí y eran muchos los que abrazaban la
idea, pero estructurando al Estado, cómo la querían porque habían muchas
personas que querían una República, digamos que más centralizada, pero los
habían, y no pocos, que la deseaban con la fuerza de los nacionalismos, los
regionalismos…y así constituir una República más Federal. ¿Qué nos podéis
decir?
-El
problema del encaje de la pluralidad de identidades que existen en España sigue
sin estar resuelto, como vemos hoy en día. La evolución de la identidad
nacional en las regiones más desarrolladas de España, y la proliferación de los
regionalismos desde finales del siglo XIX encontró uno de sus puntos álgidos
cuando se estableció en España un régimen de libertades con la Segunda
República, y ese sigue siendo uno de los temas más interesantes y
controvertidos dentro de la historiografía.
Los
debates eran muy similares a los que se manejan hoy en día en torno a las
particularidades regionales, el autogobierno, el desarrollo de legislaciones
propias, la financiación, la desigualdad territorial… y el rechazo a todo ello,
bien por razones de equilibrio regional o bien defendiendo el nacionalismo
español castellanista.
El
desafío era formidable. Hay que pensar que cuando cayó la monarquía en 1931 Maciá trató de proclamar la independencia catalana, y
Companys lo intentó de nuevo en 1934. Sin embargo los gobernantes republicanos
lo manejaron relativamente bien con el desarrollo del Estado integral y el
Estatuto de Autonomía de Cataluña, y Azaña llegó a pensar que el problema
catalán estaba definitivamente resuelto.
-Pero, además la república también quería “tocarle”
las cuerdas al ejército y eso no era del agrado de la “masa castrense”…
-El
Ejército era otro de los graves problemas del Estado. Se trataba de una
institución con una tradición terrorífica de pronunciamientos y golpes de
Estado en el siglo XIX y comienzos del XX, con un predominio de fuerzas
antidemocráticas y enraizadas en los valores más conservadores y reaccionarios.
La crisis de 1917 -sobre la que acabamos de publicar otro libro (Anatomía de
una crisis. 1917 y los españoles. Madrid, Alianza, 2017)- lo puso de manifiesto
con la presión ejercida por las Juntas de Defensa y las tentativas de
conspiración golpista del monarca, que finalmente se materializaron en el golpe
de Estado de 1923, y cuya sombra siguió gravitando en el periodo republicano.
La
influencia histórica en el acceso al poder de numerosos gobernantes había
convertido al ejército español en un grupo privilegiado y un peligro constante,
pero al mismo tiempo era una institución frustrada y desprestigiada por las
derrotas en Cuba y la guerra de Marruecos, y acostumbrada a intervenir con
violencia como fuerza de orden público dentro de las propias fronteras. Una
combinación letal que se materializó en varias conspiraciones y golpes de
Estado frustrados desde el comienzo de la República.
Azaña
era un buen estudioso de los ejércitos europeos, y trató de modernizar la
institución castrense y asegurarse su fidelidad a la democracia con una
reforma. Pero igual que otras instituciones y grupos sociales, estaban
demasiado acostumbrados a actuar por encima de la ley, y desde fechas tempranas
mostraron su predisposición a tomar el poder. Después, durante el gobierno
radical-cedista, los conservadores los utilizaron
para reprimir la revolución de Asturias del 34, donde protagonizaron una
dramática guerra de conquista, y a la postre, la cúpula militar que formó Gil
Robles desde el ministerio fue la que protagonizó el golpe de Estado del 18 de
julio de 1936.
- Y quería darle un impulso”extra”
a la educación y a que esta estuviese más libre, sin ligaduras y fuese laica…y
ya se sabe a buena parte del sector conservador no le gustaba que el hijo y la
hija de un campesino o de un obrero pudiese estudiar para llegar a tener unos
estudios que se equiparasen a la de sus hijos e hijas…
-Desde
los años de la transición muchos historiadores se dedicaron a investigar la
reforma educativa promovida por la Segunda República, y es un tema que gracias
a los estudios locales y la incorporación de nuevas perspectivas y enfoques,
sigue teniendo gran interés.
La
educación era un elemento clave. Siempre lo ha sido. Pero no pensamos que se
tratase tanto de que las viejas elites viesen entonces peligrar su posición
predominante en las profesiones y negocios más importantes, como de una
cuestión de dominación política. Como defendieron Azaña, Marcelino Domingo,
Fernando de los Ríos, etc. la educación es lo más importante para hacer libres
a las personas, y sin eso no existe verdadera democracia.
La
Segunda República bebió de los principios pedagógicos de la Institución Libre
de Enseñanza, y realizó el mayor esfuerzo de nuestra historia en la creación de
escuelas, formación de maestros, dotación de bibliotecas, acciones como las
Misiones Pedagógicas o La Barraca, etc. España era un país con tasas de
analfabetismo abrumadoras, y los gobernantes republicanos eran muy conscientes
de que la manera de asentar la democracia en España era educar al pueblo,
construir un país de ciudadanos libres y conscientes.
Educación,
libertad y democracia han ido e irán siempre de la mano, en los tiempos de de
la Grecia clásica, de las revoluciones liberales o de la Segunda República, y
los que pretendían impedir el desarrollo intelectual y personal de los
españoles, igual que los que pretenden transformar la educación en una mera
formación aplicada, siempre han sabido muy bien lo que hacen.
-Y con respecto a la mujer, también, porque la República
le abrió en muchos sentidos el abanico a ésta…y es que le abrió puertas y
ventanas que, después, se encargó de volver a cerrar con pestillo la dictadura…
-La
historia de las mujeres es uno de los temas más interesantes en los que se ha
adentrado la historiografía en las últimas décadas, y resulta fundamental en
diversas cuestiones políticas, sociales, culturales, etc. de la Segunda
República.
En el
acceso de las mujeres a la vida pública, a la educación superior, a las
profesiones liberales, a la igualdad de hecho y de derecho, la Segunda
República fue el momento clave dentro de la historia española. La República
recogió los frutos de la lucha de muchas mujeres durante décadas, y creó las
condiciones legales y sociales para hacer que las mujeres saliesen a la calle
en pie de igualdad con los hombres, a pesar de que la sociedad seguía siendo
mayoritariamente machista.
Esto
escandalizó a gran parte de los españoles y españolas que vieron como en poco
tiempo las mujeres protagonizaban una de las revoluciones más silenciosas e
importantes de nuestra historia. La Segunda República promovió que las mujeres
alcanzasen la libertad y pudiesen tomar las riendas de sus vidas y en cierta
medida también del país, y eso horrorizó a muchos españoles que querían que sus
mujeres fuesen eternas menores que viviesen a su merced, como habían vivido
hasta entonces y volverían a vivir durante el franquismo.
-Y todos estos, digamos:”quiero y casi no puedo”,
llenaron de luces, pero, a la vez, de sombras el devenir de esta Segunda
República, ¿es así?
-Los
avances que trajo la Segunda República llenaron de esperanzas a muchos
españoles, pero también hubo errores, precipitación y falta de tacto en algunas
reformas y acciones, así como muchas dificultades. Es importante señalarlo, y
es algo que la historiografía tiene muy presente desde hace tiempo. La República no acertó, por ejemplo, a
facilitar la creación de un bloque político conservador, que aceptase las bases
de la democracia y la República, y representase con suficiente fuerza al sector
más tradicionalista de la sociedad española, cuestión que hubiese sido clave
para estabilizar el régimen, aunque también es cierto que Lerroux
fracasó por buscar el apoyo de la CEDA y por la propia corrupción de su
partido.
Sin
embargo, la verdad es que al estudiar en perspectiva la Segunda República,
todos le exigimos demasiado. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los
problemas y retos que tuvo que afrontar, no los crearon los gobiernos
republicanos, sino que se trataba de las deficiencias seculares del desarrollo
económico y social del país, las carencias del Estado liberal en España, y los
anhelos y acuciantes necesidades de una gran parte de la sociedad española, que
nunca había tenido una verdadera representación pública dentro de la dirección
del aparato del Estado. Todas esas cuestiones necesitaban tiempo y
determinación para ir resolviéndose. Es cierto que la determinación de los
gobernantes republicanos durante el primer bienio fue la que inició la modernización
del país en muchos aspectos, aunque el ritmo de los cambios hoy puede
parecernos cuestionable. Pero también es un abuso pedir cuentas a un régimen
que sólo dispuso de cinco años de relativa paz –con alternancia en el gobierno
incluida-, acerca de problemas que lastraban a España desde hacía décadas, o a
veces siglos.
Lo
cierto es que modernizar el país significaba también ir en contra de ciertas
convicciones de una parte de la sociedad y de los intereses de gran parte de
las elites que tradicionalmente lo habían dominado. Eso hubiese requerido más
tacto en algunas cuestiones, provocó que las resistencias al cambio fueran
también importantes en algunos aspectos, e hizo que esas resistencias y
sensibilidades heridas pudiesen ser instrumentalizadas tanto por la propaganda
.política de los que defendían un modelo más conservador, como por los sistemas
de captación y movilización de los que se oponían a la democracia y decidieron
acabar con ella a cualquier precio.
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Luces y sombras del
14 de abril. La historiografía sobre la Segunda República española. Eduardo González Calleja, Álvaro Ribagorda (eds.)
480 páginas
28.00 euros
Biblioteca Nueva
La actual polémica
historiográfica y memorial sobre el alcance reformista y la naturaleza política
de la Segunda República no ha conocido parangón en su intensidad desde la
Transición. El presente libro participa en este debate, y para ello ofrece un
balance historiográfico que aborda las grandes cuestiones tratadas por los
especialistas en el último medio siglo: desde la forma de Estado al sistema de
partidos, desde las grandes reformas a la conflictividad sociolaboral,
desde las culturas políticas a la educación, la ciencia y la cultura.
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