Cazarabet conversa con... Santiago
Lorenzo, autor de “Los asquerosos” (Blackie Books)
Santiago Lorenzo
firma la que para no pocos es “la novela del año”.
Editado con mucho gusto
desde Blackie Books… “ese
gusto” se ve, se nota y se palpa desde la pastada, con una ilustración de Guim
Tió. Aunque quien conozca un poco la editorial verá que trabaja bajo esa
consigna, la de imprimir gusto desde la portada y la de aportar con ella y
desde ella.
Este amante del
lenguaje y de la expresión lleva años arañando sus visiones desde el cine a la
pasión por la paciente fabricación de maquetas…aunque quizás perdió la
paciencia para todo lo que rodea demasiado al arte cinematográfico y que no es
expresamente “hacer cine” ni “ver cine”, no le gusta la fanfarria de las
alfombras rojas pero en eso ha ganado la escritura y las maquetas…con Blackie Books ha encontrado un
buen lugar donde desarrollar sus reivindicaciones creativas y expresivas…lo de
las maquetas se lo debe a él mismo y a su paciencia, minuciosa , sutil y,
presumiblemente, silenciosa…
Se trata de un
thriller que el escritor narra como si lo viese y lo observase desde una
especie de confesionario…esa especie de isla o masía en medio de mucho
territorio sin habitar…
La novela de
Santiago Lorenzo ha conseguido el Premio Cálamo al Libro del año 2018; Premio
de las librerías de Navarra 2019 ko Nafarroako liburu denden saria; Premio Los Libreros
Recomiendan 2018 (CEGAL).
La sinopsis del libro:
Manuel acuchilla a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se
esconde en una aldea abandonada. Sobrevive de libros Austral, vegetales de los
alrededores, una pequeña compra en el Lidl que le
envía su tío. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita. Un
thriller estático, una versión de Robinson Crusoe ambientada en la España
vacía, una redefinición del concepto «austeridad». Una historia que nos hace
plantearnos si los únicos sanos son los que saben que esta sociedad está enferma.
Santiago Lorenzo ha escrito su novela más rabiosamente política, lírica y
hermosa.
El autor, Santiago
Lorenzo: Se llama Santiago Lorenzo. Los astros se alinearon para que
naciera un buen día de 1964 en Portugalete, Vizcaya, España, Europa, la Tierra.
el Universo. Primero miró, luego observó, después
filmó y ahora escribe. En todas esas etapas vivió y en ninguna hizo lo que
hacen los actores: actuar. Denle una goma de borrar Milan
y unas tijeras y les creará un mundo. Aunque hace tiempo que con un teclado
hace lo mismo y mejor. Este artista pretecnológico de pulsaciones lentas
(quizás por su corazón grande) vive a caballo (o a autobús de varios caballos)
entre Madrid y un taller que ha elegido en una aldea de Segovia que podría
servir para ejemplificar la recurrente expresión "alejado del mundanal
ruido". No siempre fue así. Estudió imagen y guión en la Universidad
Complutense y dirección escénica en la RESAD de la capital del reino. Siempre
tuvo claro que ante problemas reales, sólo sirven las soluciones imaginarias,
así que en ese año constelación que fue 1992 creó la productora El Lápiz de la
Factoría, con la que dirigió cortometrajes como Bru, Es
asunto mío o el aplaudido Manualidades. Porque además de eso, al
artista artesano Lorenzo siempre le gustó construir maquetas imposibles
trabajadas con las manos: una cómoda con cajones que se abren por los dos
lados, puertas por donde sólo podría pasar el Hombre más Delgado del Mundo y
teatritos donde los Madelman son los protagonistas.
Si no gozara del don de la escritura, podría haberse empleado en cualquier
oficio antiguo: sereno, porque tranquilo lo es un rato, o jefe de estación
ferroviaria, porque los trenes portátiles le gustan más que a un hombre alegre
una pandereta. En 1995, produjo Caracol, col, col, que le valió pisar con
calma la alfombra roja de los Premios Goya, que ganó en la categoría a Mejor
Corto de Animación. Cuatro años después se empeñó en estrenar Mamá es
boba, la historia palentina de un niño algo alelado, pero a la vez muy lúcido,
acosado en el colegio (la película fue una de las primeras en abordar el
tema del bullying) y con unos padres que, a su
pesar, le provocan una vergüenza tremenda. La película pasará a la historia
como uno de los filmes de culto de la comedia agridulce y podría servir como
mito fundacional del post-humor que busca la risa helada e incómoda. Con ella
fue nominado, para su sorpresa, al Premio FIPRESCI en el Festival de Cine de
Londres. En 2001 abrió, junto a Mer García Navas,
Lana S.A., un taller dedicado al diseño de escenografía y decorados con el que
hicieron tanto muñequitos de plastilina para el anuncio del euro como la
catedral que aparece en una de las entregas de Torrente. En 2007
estrenó Un buen día lo tiene cualquiera, donde volvía a elevar una
historia de una persona para explicar un problema colectivo: la incapacidad,
afectiva e inmobiliaria, para encontrar un sitio en el mundo (o un piso en la
ciudad, para el caso). Harto de los tejemanejes del mundo del cine, decidió
cederle sus ideas a esto de la literatura, por lo que en 2010 publicó la
novela Los millones (Mondo Brutto), uno de
los libros del año con un gancho cómico y un golpe más bien trágico: a uno del
GRAPO le toca la lotería primitiva; no puede cobrar el premio porque carece de
DNI. Desde entonces, ha escrito Los Huerfanitos, se ha deleitado con
ábsides de catedrales y ha continuado atacando los vicios de la sociedad de la
única forma posible: con la risa, el recurso de los hombres que gozan de una
inteligencia libre de presunción. También ha seguido hablando con voz grave,
lanzando chanzas coheteras y fumando un pitillo a cada hora en punto con tiros
cortos. Ha hecho, en definitiva, muchas cosas, pero su mayor temor continúa
siendo caerse a la ría desde lo alto del puente colgante de Portugalete, patrimonio
de la Humanidad desde 2006.
Cazarabet
conversa con Santiago Lorenzo:
-Santiago, ¿qué fue lo que te llevó
a escribir Los asquerosos; hubo una especie de “clic” que te hizo pensar en
esta trama?
-Un funcionario del orden muy zopenco que recordaba al policía
bobo de los Simpson. Y unos vecinos muy panfilitos
que tengo y que vienen a veces.
-Porque aunque el escenario parece
ser la parte central de todo….un lugar deshabitado donde el silencio reina,
luego están los personajes que son el anclaje y el verdadero latido no
solamente por ellos mismos, también de la trama y de un escenario que cobra,
aún más, sentido de deshabitado, de la soledad que lo
habita todo un poco…
-Es el gran tema de la novela. La soledad. Pero para hablar de
ella en condiciones hay que quebrarla. Si no, el libro se iba a quedar muy
solo.
-Tiene matices autobiográficos Los
asquerosos al fin y al cabo tú, como escritor y lector, habitas en un lugar muy
aislado, ¿no?..-¿Has buscado aislarte para pensar, reflexionar y escribir como
con más libertad o, en parte, para como descontaminarte de lo tóxico que lleva
mucho la sociedad y así cualquier cosa que se haga se hace más y mejor?
-Yo cuando me quise dar cuenta estaba viviendo en mi pequeño
pueblito, casi sin habérmelo planteado. Como dejándome llevar, sin planear
demasiado.
-Así, se puede afirmar que no todo
lo que compone una tierra, un gran territorio, deshabitado… es
o conlleva negatividad… hay mucho de positivo, quizás hace falta
buscarlo, asentarse, respetarlo y convivir con ello, ¿no?
-La cosa es la adecuación. Mover el timón en vez de pretender
cambiar el mar. Pero dicho esto, vivir en un núcleo minúsculo es (para mí y en
este momento de mi vida; vamos; que
nadie me haga mucho caso) una cosa estupenda.
-Aunque de manera forzada nuestro
protagonista Manuel lo intenta, ¿no? (en un primer momento); después lo hace de
él, me refiero a lo que sucedía y conforme transcurre la trama se revuelca en
la situación y vive en una especie de constante ósmosis…
-Eso espero. Que se revuelque el protagonista en lo que le esté
pasando. Otra cosa es quedarse a medias. A la gente que sale en las novelas hay
que llevarla a los límites. Así se parecen a los personajes de la realidad, a
los que siempre nos pasan cosas que parece mentira, cómo nos fuerza la
realidad, cómo nos lleva a situaciones que parecen ficción.
-Es una historia tan cotidiana, en
cierto modo, pero en el fondo, sí como paralela a “lo social”…se aparta muy
poco de lo que realmente acontece, ¿verdad?
-Pretende ilustrar lo que acontece, de forma lateral. No sé si
lo he conseguido, pero esta es una ficción que aspira a retratar una actualidad
un tanto (muy) fea.
-Te has revestido de cierto cinismo
para escribir esta historia de un Manuel aislado, solitario, pero muy, muy
libre…
-La de Manuel es una forma de libertad que, como todas, lleva
sus deudas. Lo que pasa es que él las paga encantado, convencido de que esta
transacción le renta de sobra.
-Me he acordado enseguida de
aquella cabaña en los bosques de Henry David Thoreau… ¿le haces un poco de
guiños a él?-Aunque como el protagonista llega “como de accidente”, sin
planificación y sin quererlo, tiene algo más de náufrago, como de Crusoe….
-Un Robinson que está muy a gusto. Quizá como lo está el de
Defoe, aunque él (el de Defoe) se crea que no.
-No hay apenas diálogos…uno—el
tío—cuenta una historia en primera persona y como si la viese pasar por
delante, ¿por qué has escogido esta manera de narrarnos y contarnos esta
historia?
-Iba saliendo así, sin diálogos, y en estos casos lo mejor es
dejarse llevar. Luego me di cuenta de que no podía hablar de un clandestino un
narrador omnisciente, porque todo enraba en unas contradicciones y en unos
sinsentidos inasumibles.
-¿No son pocos “los asquerosos” que
pueblan nuestro mundos, verdad?
-Esta novela habla de aquellos que al autor le parecen
asquerosos. Yo mismo se lo pareceré a mucha gente. A quienes animo a que
escriban su libro, con su versión.
-Pero esta historia tuya va más
allá de hablar y reflexionar sobre la soledad, la naturaleza vivida casi de
manera virgen…habla de las necesidades, de lo que necesitamos sí o sí y de lo
que es superfluo, de lo que se puede prescindir…es una historia que “casi
invita” a cierto ascetismo ¿cómo lo ves?
-Eso espero. Que invite a catar el ascetismo en una época de
sobreabundancia. Aunque sólo sea por llevar la contraria, o por desconfianza
práctica hacia los jetas que nos recomiendan todo el
tiempo comprar chorradas.
-La literatura, además, en Los
asquerosos cobra un protagonismo muy potencializado porque nuestro protagonista
tiene muchísima compañía con las historias, pluma y personajes de la colección
Austral. ¿Qué nos puedes decir?
-Compañía indirecta, vicaria, subordinada. Es decir: compañía de
gente (los autores de los libros Austral) que se pensaron mucho lo que iban a
decir antes de escribirlo.
-¿Se puede entender que es una
novela que habla del oficio de escribir?, a mí me ha llevado a pensar en esto
leyéndote…no lo hará muy directamente, quizás ni con intención, pero parece que
“lo notas” leyéndolo, como si un presentimiento habitara entre las líneas y las
páginas…
-¡Es verdad! El narrador es otro
escritor, un tipo que decide contar lo que le ocurrió a su sobrino (y a él
mismo, de paso). Un tío que se lía la manta a la cabeza y se pone a redactar
las cosas que le han pasado. Y, abundando en el artificio, y puestos a rizar el
rizo, no me aguanto las ganas de decir que él escribe mejor que yo, jajaja.
Foto:
Cecilia Díaz Betz
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